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sobre estas cosas, y viniéronse á hablar los Reyes á los esteros de Guadalquivir, otros dicen que fue en un lugar llamado Rocaferrada: alli hicieron sus avenencias. Acordaron que el Rey moro pagase para los gastos de la guerra dos cuentos de maravedis (este era un género de moneda usada en España que no tenia siempre un valor) y con este concierto se dexaron las armas. Mucha gente principal se desabrió por esta causa en particular el infante don Juan hermano del Rey, y don Lope Diaz de Haro en tanto grado que por el desgusto desde Sevilla se fue cada uno á los lugares de su señorío, sin mirar que á los grandes capitanes mas veces fue provechosa la tardanza y detenimiento que la temeridad y osadía: á ellos pertenece mirar lo que conviene, á los demas les es dado el obedecer y la gana de pelear, que asi se reparten los oficios de la guerra. De alli á poco murió el Rey bárbaro de Marruecos dexó : sucesor á su hijo Juzeph. Volvamos á Girona y á su cerco. El Rey de Aragon con deseo de atajar el bastimento que del puerto de Rosas, donde se tenia la armada de los enemigos, traían para sus reales, trataba de armalles alguna celada en los lugares que para ello le parecian mas á propósito. Entendido esto por las espías, el condestable de Francia llamado Rodol

fo,

por Su

, y Juan Ancurt ó Haricurt mariscal, que es como maestre de campo, varones muy fuertes y arriscados, comunicado el caso entre sí y con el conde de la Marcha, se fueron al lugar de la celada con trecientos caballos escogidos, y no mas. Pretendian que los aragoneses por ser tan poca su gente, no rehusasen la batalla. Pelearon á quince de agosto. Fue este encuentro y esta batalla muy reñida. Los aragoneses eran mas en número: los franceses no les daban ventaja ni en el esfuerzo ni en la arte de pelear. El Rey

de Aragon hizo aqui todo lo que en un prudente capitan y valeroso soldado se podia desear. Hiriéronle malamente en la cara; y como procurase salir de la batalla, un caballero frances le asió las riendas del caballo y le prendiera facilmente, si el Rey en aquel peligro no las cortára con la espada que tenia en la mano desnuda, y asi se escapó á uña de caballo: asi lo escribe Villaneo que hizo errar á los demas, porque los historiadores aragoneses todos afirman que el Rey salió sano y salvo de la pelea, y que murieron tantos de una parte como de otra, aunque el campo quedó por los franceses. Si el caso pasó desta manera, ó se mudó por la aficion de los escritores, no se sabe; lo que consta es que por la gran calor У las inmundicias, y el tiempo que era el mas peligroso de todo el año, sobrevino peste en el campo de los franceses; y sin embargo los cercados con las nuevas deste encuentro, perdída la esperanza de defenderse, se dieron a los franceses á partido que entregada la ciudad, pudiesen los cercados irse donde quisiesen, y sacar consigo toda la ropa y hacienda que pudiesen llevar. Muchos exemplos de crueldad se usaron en los rendidos, y hasta las iglesias de los Santos fueron violadas. El sepulcro de San Narciso, que es patron y abogado de aquella ciudad, y tenido y reverenciado con gran devocion y estima, fue desbaratado de los soldados, que robaron todas las riquezas, votos y donativos de los ficles que alli hallaron en gran cantidad: tal es la condicion de la guerra. Castigó el Santo bienaventurado en venganza de su morada aquel desacato con aumentalles la pestilencia: asi se tuvo por cierto entre todos. Quitó otrosí el entendimiento á los capitanes, porque tomada que fue la ciudad, como quier que determinasen de irse por tierra desde alli á Francia, venido el

otoño (mal pecado) despidieron muchas naves de particulares que tenian en el puerto de Rosas por ahorrar de costa y desembarazarse : muy mal acuerdo, como lo mostró el suceso. Fue asi que Rugier Lauria tomado que hobo la ciudad de Taranto en lo postrero de Italia, á gran priesa costeó todas aquellas marinas para venir á dar socorro al Rey de Aragon. Llegado á España, y vista tan buena ocasion, presentó la batalla al armada de los franceses, que se hallaba fuera del puerto maltratada y en pequeño número, y valerosamente la venció. Prendió a Juan Escoto general de la armada francesa y tomó quince galeras: otras doce se retiraron y se metieron en el puerto de Rosas de que salieron; las quales quemaron los soldados que iban en ellas, y juntamente el lugar (tal era el miedo que cobraron) y desta manera se fueron al campo del Rey de Francia con la nueva del daño recebido. El frances por ver que todas las cosas le salian mas dificultosas de lo que él pensaba, y afligido por la poca salud que tenia, reparó y fortaleció la ciudad de Girona, y puso en ella buena guarnicion de soldados: con tanto dió la vuelta ácia Ruysellon con lo que del exército le quedaba. Al pasar los montes Pyrineos tuvieron él y los suyos grande afan, y corrieron gran riesgo á causa que los aragoneses tenian tomados todos los pasos, y hacían lo posible por prender al Rey de Francia, que por su enfermedad llevaban en hombros en una litéra sus soldados. Grande fue el daño que recibieron: gran cantidad de bagage y carruage les tomaron en este camino. Lo que fue mas pesado, que movimiento del camino al Rey se agravó la enfermedad de suerte que en Perpiñan á seis de octubre pasó desta vida. Su cuerpo como lo dexó mandado llevaron su muger y hijos á la iglesia de San Dionysio

del

que está junto a París. Sucedióle en el reyno Philipo su hijo que ya era Rey de Navarra: llamóse por sobrenombre el Hermoso por su estremada gracia y donayre. La partida de los franceses fue causa que en breve tornaron á poder de los aragoneses todas las tierras que les tomaran. Demas desto el infante don Alonso, enviado por su padre, se apoderó de la isla de Mallorca en pago del favor que aquel príncipe dió al Rey de Francia, y de la amistad que con él trabó contra su mismo hermano. Pretendia el Aragones seguir la fortuna que se le mostraba risueña: procuraba ir adelante y mejorar su partido, trazaba nuevas empresas quando la muerte asi mismo le atajó los pasos, que le sobrevino en Villanfranca á ocho de noviembre en lo mejor de sus dias, y en el mayor vigor de su edad, que no tenia mas de quarenta y seis años. Ganó sobrenombre de Grande por dexar acrecentado su reyno con el de Sicilia, y por sas señaladas que hizo. Asentábale bien el estado real por ser de buena presencia, de cuerpo grande, de ánimo generoso, muy diestro en las armas,

las co

particularmente en jugar de la maza. En ganar las voluntades de los hombres con buenas palabras, cortesía y liberalidad fue muy señalado; solo dexó nota de si por la descomunion en que estuvo enlazado hasta el fin de su vida, cuya imaginacion se dice que le aquexó mucho, y se le ponia delante á la hora de su muerte: por lo menos es bien y provecho para todos que asi se entienda. Puesto que de aquel escrúpulo y congoxa en el artículo de la muerte le absolvió el arzobispo de Tarragona, tomándole primero juramento sería obediente á la Santa iglesia romana, a la qual antes se mostró inobediente. Su cuerpo sepultaron en el monasterio de Santa Cruz que está alli cerca. Sus hijos fueron don Alonso el mayor, que en su testa

que

mento nombró por heredero de sus reynos sin hacer mencion alguna del reyno de Sicilia: demas deste, don Jayme, don Fadrique, don Pedro, doña Isabel, doña Costanza: todos habidos en la Reyna doña Costanza su muger. Hallóse á su muerte Arnaldo de Villanova que vino de Barcelona para asistille y curalle, médico muy nombrado y docto en aquellos tiempos, bien de mayor fama que aprobacion por dexar amancillado su noble ingenio y sus grandes letras con supersticiones y opiniones reprobadas que tuvo: tanto que poco adelante fue condenado por los inquisidores, y sus libros, que compuso y sacó á luz en gran número, juntamente reprobados (1). Hay quien diga, por lo menos el Tostado lo testifica, que intentó con simiente de hombre y otros simples que mezcló en cierto vaso, de formar un cuerpo humano, y que aunque no salió con ello, lo llevó muy adelante. Si fue verdad ó mentira, poca necesidad hay aqui de averiguallo.

CAPITULO X.

De cierta habla que

hobo entre los Reyes de Francia J Castilla.

La desgracia deste año, por la muerte de tantos príncipes aciago, alivió en alguna manera el parto de la Reyna de Castilla. En ausencia del Rey, que era ido á Badajoz á dar orden en cosas del reyno y apaciguar los alborotos que alli andaban, parió á los seis de diciembre un hijo en Sevilla por nombre don Hernando, que poco despues muy niño sucedió á su padre en el reyno. El cuidado de crialle y amaestralle se

(1) Parad. 1. cap. 36.

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