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Mártires, espejo de santidad en el Concilio de Trento y modelo de Prelados cristianos, que propuso el Papa Pio IV á su sobrino San Carlos Borromeo, el cual le imitó en muchas cosas (1).

Por el mismo tiempo florecía en la provincia de Castilla el venerable P. Cano, digno imitador de las virtudes de su tio Santo Tomás de Villanueva.

Los hijos de San Francisco pudieran contar tambien numerosos Santos en sus conventos de España. Figuran entre ellos San Pascual Bailon, natural de Torrehermosa, en la provincia de Soria. Era lego de los franciscanos descalzos. Aun en medio de su estado de pastor se dió á conocer por su gran devocion al Santísimo Sacramento y por los muchos favores que del Señor recibía, especialmente en el don de profecía y de conocimiento del estado de las conciencias. Falleció en el convento de Villareal (1592) á la edad de cincuenta y dos años.

San Francisco Solano, andaluz, pertenecía á la familia franciscana conocida con el nombre de recoleta, que abrazó en el convento de Montilla. Pasó al Perú, donde trabajó mucho en la conversion de los indios y en la reforma de costumbres de aquel país, llevando su celo hasta el extremo de predicar en las calles y entrar con un Crucifijo en los teatros y casas de juego á exhortar á los asistentes salieran de allí para oirle predicar acerca de la pasion del Señor: así logró numerosas conversiones en Lima, donde falleció (1610) á la edad de sesenta y dos años.

En la América septentrional edificaba con sus virtudes por el mismo tiempo el Beato Sebastian Aparicio, donado del convento de Méjico y oriundo de Galicia, el cual, dejando un buen caudal que había ganado en su trato de carretería, pasó los treinta últimos años de su vida viviendo con gran pobreza y ocupado en ser carretero del convento. Murió de edad de noventa y ocho años (1600).

El Beato Nicolás Factor nació en Valencia, cuna y morada de muchos y grandes Santos durante esta época: desde niño asombraban ya su gran caridad, modestia y devocion. Grandes cualidades tenía para lucir en el siglo, pues reunía un

(1) Escribió el mismo P. Granada la vida de este venerable Arzobispo, que es una de sus muchas y curiosas obra.

cuerpo muy elegante, hermoso y blanco rostro, grande ingenio y mucha facilidad para aprender, mucha soltura y elegancia para componer en prosa y verso, tanto en latin como en romance, y grande habilidad para la música y la pintura. Despreciándolo todo, entró franciscano á la edad de diez y seis años, viviendo con grande austeridad y pobreza. Predicaba con gran fervor y tenía don singular para la discrecion de espíritus; Felipe II le hizo venir al convento de las Descalzas Reales de Madrid en clase de confesor ordinario. Había erigido aquel monasterio á sus expensas la religiosa señora Infanta Doña Juana María de Austria. Muchas Princesas de la sangre real se han retirado á morir en aquel austerísimo monasterio, que adelantó mucho en perfeccion bajo la direccion del Beato Nicolás Factor. Descontento éste del ruido y honores de la Corte, se retiró á su provincia de Valencia, donde falleció en 1583.

La Orden de la Santísima Trinidad calzada tuvo durante esta época al Beato Simon de Rojas, muy versado en las ciencias eclesiásticas, que enseñó con mucho fruto. Dirigía á muchas personas de la Corte y fué confesor de los Reyes Felipe III y IV y de la piadosa Reina Doña Margarita, esposa de aquel, pero rehusando toda clase de honores y gajes. Contribuyó mucho á la mejora de costumbres en la Corte; convirtió á muchas mujeres públicas, en términos que logró se cerrase la mancebía, dando á la calle donde estaba el nombre de calle del Ave Maria, que aún conserva. Fundó tambien la Congregacion del Ave María en su convento de Madrid, en el cual falleció el año de 1624.

El Beato Gaspar Bono, hijo de unos pobres tejedores de Valencia, despues de haber sido soldado, entró en la Religion de San Francisco de Paula, ó Mínimos, á la edad de treinta años. Hecho provincial en los últimos años de su vida, hizo florecer en sus conventos gran austeridad y otras virtudes: falleció en 1604.

Querer dar noticia de otros muchos que citan las crónicas monásticas, sería hacer un trabajo interminable.

§. 130.

Fundaciones de nuevas universidades, colegios y seminarios durante el siglo XVI.

Grande impulso recibió en España la enseñanza de las ciencias eclesiásticas en el siglo XVI. A la creacion de universidades y colegios, de que ya se habló (§§. 31 y 32), siguiéronse otras muchas durante el siglo XVI, que debe considerarse como la época del verdadero desarrollo universitario de nuestra patria. El arcediano Rodrigo Fernandez Santaella erigía su colegio-universidad en Sevilla (1509): el Emperador Cárlos V la de Granada (1531): los concelleres de Barcelona y los jurados de Zaragoza ampliaban los estudios en sus respectivas ciudades; y á fines de aquel siglo el piadoso Obispo Cerbuna completaba la fundacion de esta segunda ciudad, harto pobre hasta su tiempo (1583). Los Dominicos fundaban universidades en sus conventos de Santo Tomás de Sevilla y de Avila, ésta á expensas del inquisidor Torquemada, y en el convento del Rosario de Almagro (1552). El venerable maestro Juan de Avila cchaba los cimientos de la universidad de Bacza (1533), ampliada luégo por D. Rodrigo Lopez (1562), y San Francisco de Borja, transformado de Virey en estudiante, planteaba la universidad de Gandía (1546). Casi á un mismo tiempo erigían universidades el Obispo D. Pedro Da-Costa, portugués y muy dadivoso, en Osma (1550); D. Francisco Loaces, en Orihuela (1555), y D. Francisco de Córdoba en Estella (1565): el Arzobispo D. Gaspar Cervantes en Tarragona (1570), y finalmente el inquisidor Valdés en Oviedo (1580). En las Provincias Vascongadas se había fundado tambien anteriormente á éstas el colegio-universidad de Oñate, titulado del Espíritu Santo, por D. Rodrigo Mercado (1543). Resulta, pues, que todas las universidades de la Corona de Castilla, Vizcaya y Navarra son fundadas por indivíduos del clero, y las de la Corona de Aragon, aunque de origen municipal, debieron igualmente sus aumentos y esplendor al episcopado y clero de aquellos países; y esto en la época misma en que la Inqui

sicion estaba en su apogeo, y cuando se supone que el Clero de España luchaba para ahogar el pensamiento entre sus brazos y apagar la antorcha de la ilustracion. ¡Bravo medio era para fomentar la ignorancia fundar establecimientos de enseñanza!

Al paso que se fundaban estas universidades se erigían en ellas colegios en que reunir á los jóvenes poco acomodados, ó deseosos de vida más recogida; y todos aquellos eran generalmente fundados por algunos Obispos ó personas del ciero. Además del colegio mayor de San Bartolomé, fundado por D. Diego de Anaya en el siglo XV (1) se edificaron otros tres mayores en aquella universidad: el de Cuenca, por D. Diego Ramirez de Villaexcusa, Obispo de esta ciudad (1500–1506): el de Oviedo, por D. Diego de Muros, Obispo de Oviedo (1517), y el llamado del Arzobispo, por D. Alonso de Fonseca, que lo era entónces de Santiago (1521). Erigióse por el mismo tiemel colegio mayor ó imperial de Santiago, en Huesca, por el Emperador Cárlos V, mas la fundacion fué bastante barata, pues fué dotado el colegio con las rentas del priorato de San Pedro el Viejo, de Huesca, antigua parroquia mozárabe.

po

Si á estas fundaciones se agregasen las noticias que tenemos reunidas de más de cincuenta colegios fundados por Obispos ó dignidades eclesiásticas en varias universidades de España, resultaría un trabajo harto pesado y prolijo. Mas no se debe omitir la observacion de que alguno de los Obispos que asistieron al Concilio de Trento fundaron colegios en Salamanca y Alcalá, en vez de seminarios en sus diócesis, en lo cual creyeron hallar entónces alguna ventaja y economia. D. Fernando Vellosillo, Obispo de Lugo, fundó en Alcalá el colegio llamado de Lugo, poco despues de haber regresado del Concilio de Trento (1569), y D. Francisco de Trujillo fundó otro en la misma universidad (1586) para teólogos y filósofos de su obispado de Leon. Ni uno ni otro Obispo tenían aún seminario. D. Miguel Despuig, Obispo de Lérida, edificó tambien en Barcelona, en vez de seminario, un colegio titulado de la Concepcion (1559), que despues se trasladó á Cervera (2). Las Cór

(1) Véase el §. 32 de este tomo.

(2) Villanueva: Viaje histórico, tomo XI, pág. 27.

tes de Madrid de 1567 y 78 (1) excitaron á que se fundáran seminarios al tenor de lo dispuesto en el Concilio.

Las fundaciones de los Prelados de la Iglesia de España no se concretaban en materia de colegios á los estudios de las ciencias eclesiásticas: fundaron tambien algunos para artes y medicina. Entre ellos merece aún grande nombradía el de Monforte de Lemus, por el Cardenal D. Rodrigo de Castro (1595), fundado para el estudio de ciencias y filosofía. De este modo trabajaba la Iglesia de España en el siglo XVI por el oscurantismo.

§. 131.

Teólogos españoles de los siglos XVI y XVII.

No se tendrá por orgullo y exageracion el que se diga que los teólogos españoles del siglo XVI marchaban al frente de esta ciencia en la Iglesia católica. Con razon suele ponerse al frente de los teólogos de aquel tiempo al inimitable Melchor Cano (2), que metodizó el estudio de las fuentes teológicas, y cuyas obras incompletas nadie se atrevió á terminar. Mas no era el único de su instituto que figuraba en primera línea. El célebre Francisco Vitoria era maestro de Cano y catedrático de Salamanca (3). ¡Ojalá que en Cano hubieran correspondido el génio y la política á su gran saber teológico! Cierta dureza de carácter y acrimonia, quizá hipocondríaca, efecto del mucho manejo de los libros y poco trato de personas, deslucieron sus brillantes cualidades. En la cátedra de Cano sucedió en Salamanca (1552) Domingo Soto, tambien dominicano, que figuró en primera línea en el Concilio de Trento, y fué el primero que peroró en él : su autoridad era tal en las aulas, que se decía en las de España, qui scit Sotum, scit totum. En Soto

(1) Peticion 48 de las Córtes de 1567, y 11 de las Córtes de 1578. Véase el cuadro de las fundaciones de Seminarios en el tomo VI y último: los de Tarragona y Granada eran anteriores al Concilio de Trento, y aún se dice que sus constituciones fueron tenidas en cuenta por aquellos Padres. (2) Así le coloca Alzog en su Compendio de historia eclesiástica. (3) Véase el retrato de Vitoria trazado por Cano en su lib. XI de los Lugares teológicas.

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