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y poderosa en aquella isla. Fundado pues en este derecho, por muerte del marqués de Oristan Salvador Arborea que falleció sin hijos, tomó las armas para apoderarse de aquel estado, por no asegurarse de podelle alcanzar por las leyes y en juicio. Hobo en la prosecucion desto encuentros en diversos lugares, con que ganó al Rey y á otros señores muchos pueblos y castillos. Era virey Nicolás Carroz, persona de mas autoridad que de fuerzas y poder para sosegar aquellos movimientos, que fué causa de alargarse la guerra. En Navarra el conde de Fox con codicia de reinar acudió á las armas, y ayudado de los biamonteses sé apoderó de gran parte de la tierra, y tenia sus estancias puestas sobre Tudela con tan gran determinacion, que perdida la esperanza de que por su voluntad hobiese de desistir, el Rey envió delante con gentes al arzobispo de Zaragoza. No pareció bastante esta prevencion para allanar al Conde. El mismo rey de Aragon, sin embargo de su edad, acompañado de buen número de soldados, acudió al peligro y forzó al yerno á levantar el cerco. Tratóse de concertarse por medio de embajadores que de ambas partes se enviaron. En fin, en Olite se hizo la avenencia y se dejaron las armas. Quedó el de Aragon conforme á lo que concertaron con el nombre y título solo de rey de Navarra; el gobierno se encargó para siempre al conde de Fox y á su mujer, cuando una muy triste nueva que vino de Francia alteró grandemente á la una y á la otra parte, como desgracia que á todos tocaba. Esto fué que entre los demás regocijos que Cárlos, duque de Guiena, hacia por sus desposorios concertados con la princesa doña Juana, banquetes, juegos y saraos, en una justa que se tuvo, hirió grave y mortalmente á Gaston, hijo del conde de Fox, una astilla que de su misma lanza, que quebró en los pechos del contrario, se le entró por la visera. Sucedió este desastre á 23 de noviembre, dia viernes. Murió en edad de veinte y seis años. Su cuerpo, de Liburna, donde falleció, por mandado de su cuñado el duque de Guiena fué llevado á Burdeos y sepultado en San Andrés, que es la iglesia mayor de aquella ciudad. Dejó dos hijos de su mujer madama Madalena, el uno se llamó Francisco Febo, y la bija madama Catarina, entonces de poca edad, y adelante consecutivamente reyes de Navarra. Todo esto ponia en gran cuidado y aquejaba el corazon del rey de Aragon, sobre todo le atormentaba el peligro en que via puesto á su hijo don Fernando, porque ni era seguro dejalle en Castilla, do tenia muchos contrarios y al Rey por enemigo, ni era á propósito llamalle por no estar asegurado el derecho de su sucesion ni saberse en qué pararian aquellos debates, en especial que se rugia que el arzobispo de Toledo, persona de tanta importancia para todo, andaba desabrido. Por su mucha ambicion y deseo que tenia de mandallo todo llevaba mal que don Fernando se aconsejase y comunicase sus puridades con Gutierre de Cárdenas y con el almirante don Alonso Enriquez, su tio. Además que en cierta ocasion como mozo se dejó una vez decir que estaba determinado no sufrir que nadie se le calzase y le gobernase, cosa que otros príncipes acarreó mucho daño y afrenta. Esta palabra penetró mas hondo en el pecho del Arzobispo de lo que fuera razon. Estaba con resolucion de ausentar

á

se. El rey de Aragon, avisado del desgusto, con maña procuró apartalle de aquel propósito y voluntad con una carta que escribió á su hijo, en que le reprehendia, y mandaba que en todas las cosas hiciese mas caso del consejo y parecer del Arzobispo que de todos los demás, á quien decia debia respetar y regalar como á padre. No fué de mucho efecto esta diligencia por estar muy irritado el Arzobispo, sin querer de todo punto recebir satisfaccion alguna. Por otra parte, las cosas de Aragon en Cataluña mejoraban, y parecia que en breve se acabaria la guerra por la muerte que sobrevino á Juan, duque de Lorena, que finó muy á propósito de una enfermedad á 16 de diciembre en Barcelona, do habia ido á invernar. Su cuerpo sepultaron en la iglesia mayor con enterramiento y honras muy moderadas. Verdad es que los alterados, no por faltalles aquella cabcza y ayuda, perdieron el ánimo, antes acordaron llamar en su socorro al rey Francés, que entendian no dejaria de aceptar el partido para juntar con lo de Ruisellon y Cerdania todo aquel principado. Con este intento publicaron un decreto yecharon bando, en que mandaban que ninguno en los castillos y ciudades que se hallaban sin cabeza fuese recebido por gobernador ó alcaide si no viniese en persona ó el mismo Renato, duque de Anjou, ó Nicolás, su nieto, hijo del difunto, que ya se intitulaba príncipe de Aragon y duque de Calabria, apellidos vanos y sin provecho. Buscaban ocasion de descompadrar para con buen color quitalles la obediencia y el mando y ayudarse de brazo mas fuerte, por ser la edad del uno y del otro poco á propósito para la guerra, Ꭹ las fuerzas no muy grandes. En Castilla tenia el rey de Aragon diversas práticas para granjear los grandes; á don Juan Pacheco prometian muy mayor estado, de que era muy codicioso; al arzobispo de Toledo, que parecia y se mostraba muy inclinado á mudar partido, aseguraban que á sus hijos, Troilo y Lope, se darian rentas y lugares, y se les harian otras ventajas; lo mismo hacian con los demás, que conforme á como los sentian aficionados, á unos conquistaban con promesas de dineros, á otros de diversas mercedes; mas ni don Juan Pacheco ni el Arzobispo se cebaron de esperanzas semejantes para dejarse engañar. Trataba de lo mismo el rey don Enrique, en especial pugnaba de traer á su servicio al de Toledo. No se podia entender de su condicion le vencerian con benignidad; pareció seria acertado usar de alguna fuerza. Así, Vasco de Contreras por orden del Rey ó con intento de serville le tomó un su pueblo, llamado Perales. El Arzobispo, como era de gran coraje, con gentes que llegó en su arzobispado acudió á valer sus vasallos. Púsose sobre aquella villa, y en su compañía don Juan Arias, obispo de Segovia. Acordó el Rey atajar aquellos bullicios, porque de aquel principio no se emprendiese alguna llama. Partió luego para Madrid por año nuevo de 1471. Dende acudió al cerco acompañado de ochocientos de á caballo. Por esto el Arzobispo dió la vuelta, alzado el cerco, á Alcalá, el Rey á Madrid. Buscóse una nueva traza para sosegar los prelados alborotados, en particular al de Toledo y al de Segovia. Ganó el Rey dos bulas del Padre Santo; en la una citaba al de Segovia para que dentro de noventa dias despues de la notificacion de aquellas letras

tiempo antiguo divididas en parcialidades. Los de Toledo en Ayalas y Silvas; cabeza de los Silvas era el conde de Cifuentes, y de los Ayalas el de Fuensalida. Para remedio deste daño, á instancia del obispo fray Pedro de Silva, casó el conde de Cifuentes con doña Leonor, hija del conde de Fuensalida; lo que pensaban seria para sosegarse fué ocasion de mayor revuelta por haber dado entrada contra la voluntad del Rey en aquella ciudad, no solo al conde de Cifuentes, sino á don Juan de Ribera, su tio de parte de madre, que venian, el uno á desposarse, y el otro á hallarse en los regocijos y honrar la fiesta. Los Silvas por hallarse con su cabeza tomaron las armas contra sus contrarios con tauta rabia, que el rey don Enrique fué forzado á acudir con toda preste➡ za, y pacificado el alboroto, quitó al conde de Fuensalida el gobierno de la ciudad, en que por muchos años continuara, y puso en su lugar á Garci Lopez con nombre de asistente para que la gobernase. En Sevilla el marqués de Cádiz fué echado por el duque de Medina Sidonia de aquella ciudad. El Marqués en venganza en cierto encuentro mató dos hermanos bastardos de su contrario, y junto con esto tomó por fuerza á Med.na Sidonia. Resultó desta reyerta una guerra formada, la cual don Iñigo Lopez de Mendoza, conde de Tendilla, enviado para este efecto, sosegó, mas por maña que por fuerza y severidad. Medina Sidonia al tanto se restituyó á cuya era. Hizo grande falta para todo lo de Castilla la muerte del papa Paulo II; falleció á 23 de julio. En el tiempo de su pontificado concedió grandes bienes y favores á toda nuestra nacion. Sucedió en su lugar, á 9 del mes de agosto, el cardenal Francisco de la Ruvere, fraile de la órden de los Menores. Llamóse Sixto IV, persona de no menor bondad que el pasado, ni menos aficionado á nuestra España. A la misma sazon un escua➡ dron de moros rompió por la parte del Andalucía la tierra adentro y hizo grandes estragos en la comarca de Alcántara; fué tan grande la presa y los despojos, que apenas los moros por ir tan cargados podian marchar en ordenanza. Para satisfacerse deste daño y para divertir al enemigo, por mandado del Rey, el marqués de Cádiz con sus gentes tomó en el reino de Granada por fuerza de armas la villa de Cardella; dejó en ella poca gente de guarnicion, y así eu breve torno á perderse y á poder de moros.

pareciese personalmente en Roma; por el otro breve mandaba al Arzobispo que se emendase y obedeciese al rey don Enrique, y en caso que no cumpliese lo que le mandaba, cometia sus veces á cuatro canónigos de Toledo para que sustanciasen el proceso y cerrado se lo enviasen á Roma. Fueron estos cuatro jueces nombrados y señalados, como en el breve se contenia, por el cabildo de la santa iglesia de Toledo; pero el maestre de Santiago con sus mañas hizo tanto, que no pasaron adelante, y era cosa maravillosa que en aquella sazon no se tenia por afrenta jugar á dos hitos y usar de tratos dobles, especial entre los grandes, para cuyo acrecentamiento era provechoso que las cosas anduviesen revueltas, sin respeto alguno á lo que era honesto; tan grande era su codicia y tal su ambicion. Así, todo el reino parecia estar dado en presa, y cada cual de los señores se apoderaba de todo lo que podia. El Rey hizo merced al maestre de Santiago de la ciudad de Alcaráz, á don Rodrigo Ponce, conde de Arcos, dió la isla de Cádiz con nombre de marqués á instancia del mismo maestre de Santiago y como por dote del público, porque en aquella sazon, muerto el Conde, su padre, casó con dona Beatriz, hija del Maestre; parentesco enderezado y á propósito para hacer rostro al duque de Medina Sidonia, con quien el Maestre y el Conde tenian grande enemiga. Vizcaya se volvió á alborotar por causa que las dos cabezas de los bandos, Avendaño y Mojica, tornaron del destierro á la patria por el favor que el conde de Treviño les dió. Hizo él de mejor gana este oficio por estar encontrado con el conde de Haro Pero Fernandez de Velasco, que los desterró. Acudieron estos dos señores cada cual con sus gentes, y entraron en Vizcaya movidos de aquellos alborotos. Vinieron á las manos cerca de un pueblo llamado Monguia á 27 de abril; fué la pelea muy reñida. El de Treviño tenia mas infantería, gente mas á propósito que la caballería, por la aspereza de la tierra, que es fragosa y doblada; los naturales otrosí tenian de su parte gente valiente, y conforme á la calidad y aspereza de los lugares sufridora de trabajos. Así, los contrarios fueron desbaratados y puestos en huida con muerte de algunos, mayormente de los hidalgos y gente noble, y prision de muchos mas. El rey don Enrique, avisado del peligro y de lo que pasaba, sin dilacion se partió para Búrgos, de allí pasó á Orduña á grandes jornadas. Con su venida todo se apaciguó; mandó á los unos y á los otros desembarazasen la tierra y pusiesen entre sí treguas entre tanto que se trataba de concertar todos aquellos debates, y en particular hizo que á los que prendieron en el encuentro pasado, Jos pusiesen en libertad. Tras esto en todo el reino de Castilla se hicieron grandes levas de gentes, en especial fueron llamados los grandes; todo se enderezaba á forzar á don Fernando y á doña Isabel á que saliesen de todo el reino. Verdad es que por consejo del maestre de Santiago se dejó este intento; decia seria mas á propósito vencellos por maña que con fuerza; que aquel género de victoria era mas excelente y necesario para la república trabajada con tantos males. Este parecer prevaleció, que ninguno se atrevió á contradecille, ni aun el mismo Rey, dado que entendia lo contrario. Toledo y Sevilla á un mismo tiempo se alborotaron por estar de

CAPITULO XVII.

Cómo falleció Cárlos, duque de Guicna.

Fué este año dichoso para los portugueses y no menos para el reino de Aragon. En Portugal el rey don Alonso con una gruesa armada que juntó de no menos que trecientos bajeles, entre mayores y menores, desde Lisboa se hizo á la vela mediado el mes de agosto, con intento de volver á la guerra de Africa. Llevaba en su compañía al príncipe don Juan, su hijo, para que en aquella guerra sagrada diese principio al ejercicio de las armas, y con él de todo el reino lo mas granado y mas noble; todo el ejército era como de treinta mil hombres. Con estas gentes de su primera llegada tomó por fuerza á los moros la villa de Arcilla; murieron dos mil enemigos demás de cinco mil que vendieron por

ra.

guna, villa del mismo Arzobispo en el reino de Toledo, de sitio y tierra apacible. Carlos, duque de Guiena, en esta sazon sin hacer caso del casamiento de doña Juana, por no saberse cuya hija era y andar el dote en balanzas, trataba de casarse con hija del duque de Borgoña á instancia del padre de la doncella y tambien por su voluntad. Así, luego que esto vino á noticia del rey don Enrique, desde Segovia, do estaba, al principio del año 1472 enderezó su camino á Badajoz para verse con el rey de Portugal. El conde de Feria, en cuyo poder estaba aquella ciudad, por odio del Maestre no quiso dar en ella entrada al Rey, que fué una grande mengua y desacato. El suceso de todo el viaje no tuvo mejor efecto. La habla con el rey de Portugal fué entre aquella ciudad y la de Yelves; trataron en ella que el rey de Portugal casase con la princesa doña Juana, que era la principal causa de aquella jornada. No quedó asentada cosa alguna. El Portugués no se aseguraba ni del Rey por su condicion fácil, ni del maestre de Santiago, por estar acostumbrado á fácilmente seguir el partido que á él en particular mejor le venia, mayormente que de cada dia crecia la aficion que la gente tenia á los príncipes don Fernando y doña Isabel, á que ayudaban mucho, así sus virtudes y ser de suyo muy amables, como la industria del arzobispo de Toledo, que no cesaba de granjear todas las ciudades que podia. Disimulóse por entonces con el conde de Feria y con su desacato; pero no mucho despues el rey don Enrique desde Madrid, do volvió despues de la habla que tuvo con el rey de Portugal, enderezó de nuevo su camino para el Andalucía con intento de reprimir los señores de aquella tierra y castigar á quien lo mereciese. Llegó á Córdoba; á Sevilla no quiso pasar á causa que el duque de Medina Sidonia estaba apoderado de aquella ciudad con buen número de gente de á caballo por miedo, como él decia, del Maestre, que en muchas ocasiones se le mostrara contrario. Por esta causa y porque la ciudad de Toledo de nuevo andaba alborotada, se volvió el Rey sin hacer en el Andalucía cosa de momento. La revuelta de Toledo fué por esta ocasion; el conde de Cifuentes se apoderó del alcázar de San Martin, que á la sazon era muy fuerte, y juntamente prendió al asistente. Apenas se sosegaron estas alteraciones de Toledo, que fueron grandes, con la presencia del Rey y por el esfuerzo y armas de los canónigos de Toledo, cuando vino aviso que Segovia asimismo ardia eu llamas de discordias, nueva que puso al Rey en mucho cuidado y le forzó á acudir luego allá por causa de sus tesoros y recámara que volviera á aquella ciudad. Ningun género de mal se puede pensar que no padeciese aquel reino en aquellos tiempos tan miserables, robos, muertes, agravios; la disolucion en todas maneras de deshonestidades y libertad para todo género de maldades andaban sueltas y volaban por todas partes. Las cosas sagradas eran menospreciadas no menos que las profanas. La moneda, ó era falsa, ó baja de ley, cosa de gran perjuicio para los mercaderes y para la contratacion. Muchas veces se daban al Rey memoriales para suplicalle atendiese al remedio destos daños; pero cualquier diligencia era en vano. Llegó esto á tanto, que Hernando de Pulgar, hombre conocido en aquel tiempo por su inge

esclavos, con que se juntó buena suma de dineros. Costó la victoria sangre á los portugueses, ca murió mucha gente noble, en particular los condes, el de Montesanto, llamado don Alvaro de Castro, y el de Marialva, por nombre don Juan Coutiùo, cuyo cuerpo muerto como el Rey le viese, vuelto á su hijo: «Ojalá, dijo, Dios te haga tal y tan grande soldado. » Con el aviso de lo que pasó en Arcilla, espantados los moros de Tánger, á la hora, desamparada la ciudad, se buyeron; encomendóla el Rey á Rodrigo Merlo para que la guardase. En Arcilla y en Alcázar dejó á don Enrique de Meneses, conde de Valencia, y concluidas en breve tiempo cosas tan grandes, volvió triunfante con su armada entera á su tierHizo en esta jornada á don Alonso Basconcelo conde de Penella en recompensa de muchos servicios que le hizo. Eu Cataluña la ciudad de Girona despues de la muerte del duque de Lorena volvió á poder del rey de Aragon por entrega de los ciudadanos. Los enemigos que restaban, cuyos principales capitanes eran Reiner, hijo bastardo del duque de Lorena, y Jacobo Galeoto, fueron parte apretados con cerco que los de Aragon pusieron sobre un pueblo, llamado San Adrian, á la ribera del rio Bese; otra parte yendo desde Barcelona, que cae cerca, á dar socorro á los cercados, fué en una pelea muy brava vencida y desbaratada por don Alon so de Aragon, que era general en aquella guerra por su padre. El Rey, aunque se hallaba en tan larga edad, no cesaba de perseguir á los enemigos con gran diligencia en la comarca de Ampúrias. Tenia sus reales cerca de Toroella; vió en sueños, segun dicen, la imágen de un valiente soldado que murió en aquella guerra; amonestábale no moviese de allí sus reales, que de otra manera corria peligro. El Rey, por no hacer caso de cosas semejantes, como casuales, partió de allí con sus gentes, y ganado que hobo á Roses, en el cerco que tenia sobre la villa de Peralada, de noche en una encamisada con que dió sobre él el conde de Campobaso, capitan de los contrarios, estuvo á punto de perecer. La priesa y sobresaltó fué tal, que muertas las centinelas, desarmado y medio desnudo fué forzado á recogerse para salvarse dentro de la villa de Figueras. Sin embargo, el dia siguiente volvió al cerco y dió la tala á los campos, con que últimamente los cercados fueron forzados & rendirse. Allanada toda aquella comarca, pasó con sus reales sobre Barcelona. Fué este cerco de la ciudad de Barcelona muy largo. El de Aragon estaba determinado de no usar de fuerza y antes ganar aquella gente con maña. Mas ¿qué le prestara destruir, saquear y quemar aquella nobilisima ciudad? ¿A qué propósito darla en prenda á los soldados, y no mas aína con la clemencia y conservar la vida y riquezas de sus ciudadanos, ganar para sí gloria inmortal y provecho muy colmado? En Castilla la Vieja los reyes don Fernando y doùa Isabel procuraban atraer á sí muchos pueblos; algunos se les entregaron, y entre ellos Sepúlveda. Determinaron con esto de llamar al arzobispo de Toledo, que se entretenia en Castilla la Nueva; y conforme á lo que mandó su padre, el rey de Aragon, le prometiau de poner á sí y á sus cosas en sus manos, y para mas obligalle luego que le tuvieron aplacado, en su compañía con buen número de caballos que les seguiun se fueron á Tordela

CAPITULO XVIII.

Cómo el cardenal don Rodrigo de Borgia vino por legado á España.

nio y por lo que escribió, trovo unas coplas muy artificiosas, que se llaman de Mingo Revulgo, en que, callado su nombre por el peligro que le corriera, en persona de dos pastores en lengua castellana, á manera de égloga y con libertad y agudeza de sátira, se lamenta del descuido y flojedad de don Enrique, de las mañas de los grandes y de los trabajos que todo el reino padecia. Los nombres de los pastores, Domingo y Gil, debajo de semejanza y de que hablan entre si de sus ganados y haciendas, con aquella parábola dan razon del estado miserable de la república y males que padecia. Este mismo año falleció á 12 de mayo Cárlos, duque de Guiena, en Burdeos, en coyuntura que se apercebia para emprender una nueva guerra junto con los duques de Borgoña y Bretaña, hecha liga entre sí contra el rey de Francia. Con la muerte deste Príncipe se desbarataron grandes tramas, los casamientos, las guerras, las alianzas; asimismo la Guiena volvió á poder del Francés y se puso en su sujecion, dado que el de Borgoña por hacelle odioso le achacaba mató con yerbas á su hermano por medio de sus mismos criados que tenia para este efecto negociados. Llegó el desgusto á que el Rey y el Borgoñon volvieron de nuevo á las armas, y de una y de otra parte se tomaron algunas plazas de poca importancia, y acometieron, aunque en vano, otros mayores lugares. El Borgoñon se mostraba mas enojado; el rey de Francia tenia mas fuerzas y mas maña. Muchas veces asentaron treguas, y muchas las quebrantaron antes del dia señalado. Mas el suceso de toda esta guerra y cómo destos principios el duque de Borgoña se despeñó en su perdicion, y últimamente, cinco años adelante fué desbaratado y muerto en una batalla que trabó con los esguízaros en Lorena, junto á la ciudad de Nanci, dejarémos para que se entienda de los historiadores franceses como cosa propia de su nacion. Gaston, conde de Fox, pertenece á la historia de España por la pretension que tenia á ser rey de Navarra por parte de doña Leonor, su mujer, si viviera mas tiempo; alajóle empero la muerte y falleció este año en Roncesvalles al pasar de Francia á Navarra; príncipe que fué de los muy señalados en esta era por las muchas guerras en que se halló en Francia y por aumentar mucho su estado. Tuvo un hermano, que se llamó Pedro, vizconde de Lautreque, de igual esfuerzo y renombre, que le acompañó y ayudó en todas las guerras, y fué principio y cabeza de la casa y linaje nobilísimo de Lautreque. Falleció en Miranda, pueblo de Francia, los años pasados, y dejó su mujer preñada de un hijo, que se llamó Juan. Este tuvo dos hijos, el uno llamado Odeto, y el otro Andrés Esparroso, ambos capitanes señalados y de fama. El postrero se señaló en la guerra de Navarra al tiempo que despues de la muerte del rey don Fernando el Católico se levantaron las comunidades en Castilla; el primero se aventajó mucho en las guerras que los franceses hicieron en Italia. Fuera destos dos tuvo el dicho Juan otro tercero hijo, llamado Tomás Lescuño, que no menos se señaló en las guerras de Francia. Odeto tuvo un hijo, llamado Enrique, que vivió mas tiempo que otros sus hermanos y llegó hasta cerca de nuestra edad.

El obispo de Siguenza pretendia por medio del Rey alcanzar del Papa le hiciese cardenal, honra debida á su nobleza y á sus servicios notables; la tardanza que en esto hobo le desgustó de suerte, que comenzó á mostrarse muy desabrido. Llegó á tanto, que, aunque de ordinario hacia su residencia en la corte, no quiso acompañar al Rey ni en la jornada de Portugal ni en la del Andalucía. Trataron de aplacalle por ser persona de tanta importancia para los negocios y tener muchos hermanos y deudos muy ricos y poderosos. El maestre de Santiago, por muerte de su primera mujer viudo, casó segunda vez con hija del conde de Haro y de doña María de Mendoza; así, con este casamiento emparentó con los Velascos y con los Mendozas, y los volvió de su parte; en particular los Mendozas dejaron al duque de Medina Sidonia, con quien estaban muy aliados. Con esto el Maestre, como hombre astuto que era, y de ingenio muy diestro para granjear los hombres y evitar cualquier peligro, se aseguró mucho contra la envidia de los que llevaban mal que él solo pudiese mas que todos. Para facilitar estos tratos dieron al de Sigüenza grande esperanza del capelo luego que llegase el cardenal don Rodrigo de Borgia, valenciano de nacion, de quien tenian aviso venia por legado del nuevo Pontifice, y que llegó á la ciudad de Valencia, antigua patria suya y de sus pasados, á los 20 de junio. Fué en aquella ciudad muy festejado; de allí por tierra pasó á Tarragona para hablar con el rey de Sicilia don Fernando, que por el mismo tiempo era ido á Barcelona á verse con su padre, y despues que le habló volvia do dejó su mujer. Alli le entregó el Legado la dispensacion sobre su matrimonio, que el papa Sixto cometia al arzobispo de Toledo. Desta jornada de don Fernando se dijeron muchas cosas; la verdadera causa fué el deseo que tenia de avisar á su padre cómo se trataba de casar á don Enrique, duque de Segorve, con la princesa doйa Juana, negocio que el hijo pretendia se debia atajar y desbaratar. El padre no lo creia como viejo experimentado y muchas veces engañado con reportes y nuevas falsas, además que tenia aficion á don Enrique por ser su sobrino y huérfano, hijo de su hermano. En conclusion, don Fernando desde Tarragona pasó á Valencia, de allí se apresuró para volver á Castilla por recelo que con su ausencia alguna mala gente, que eran asaz y en gran número, no alterasen mas las cosas. El Cardenal legado llegó á Barcelona á verse con el rey de Aragon á tiempo que los cercados, bien que cansados con los trabajos de tan largo cerco y afligidos por la falta de todas las cosas, no aflojaban en su obstinacion como hombres cabezudos y animosos contra los males. Muchas veces los convidaron á que se redujesen; ellos hacíanse sordos á amonestaciones tan saludables. Visto esto, el rey de Aragon por último remedio acordó escribilles una carta para muestra de su buen ánimo y de su clemencia. En ella les decia que pues las cosas se hallaban en tal término que ni con sus fuerzas ni con las ajenas podian conservarse mas tiempo, era justo se

moviesen por el peligro que corria de ser destruida, quemada y saqueada aquella hermosa ciudad, cabeza de aquella nacion, y que no daba ventaja á ninguna de las de España en nobleza, hermosura 'y arreo; que estaba determinado de no usar de miedo ni de fuerza, si no fuese forzado de la necesidad, de lo cual y deste su buen ánimo para con ellos ponia por testigo á Dios; que nunca los tuvo sino en lugar de hijos, ni los tendria jamás en otra figura; antes determinaba, si ellos no lo impedian, remediar los daños de aquella provincia y principado con todas las fuerzas suyas y de su reino. Ablandados los de la ciudad con esta carta y perdida la esperanza de poderse defender, acordaron de entregarse. Señalaron personas que hiciesen las capitulaciones y determinasen todas las diferencias. La guarnicion de franceses con su capitan el hijo del duque de Lorena dejaron ir libremente. Otorgóse perdon general á todos los que en aquella guerra tomaron las armas contra el Rey; solo quedó excluido deste perdon el conde de Pallas, el cual desde ciertos lugares que tenia en las cumbres de los Pirineos y con ayuda de Francia dió por largo tiempo en qué entender y se conservó en aquella parte. Todas las cosas que los ciudadanos hicieron por espacio de diez años y todo lo decretado por ellos despues que se dió principio á aquella guerra las ratificó el Rey y las aprobó. Desta manera y con estas condiciones se rindió aquella ciudad. El perdon se dió á los postreros de octubre; señalado ejemplo de clemencia y de templanza que este Rey dejó á sus descendientes en conservar aquella ciudad, que le hizo tantos deservicios, trofeo y blason mas esclarecido que todos los demás que ganó. A la verdad arrepentido de la muerte de su hijo el príncipe don Cárlos, consideraba que si tomaron las armas, fué con buen ánimo, primero por la defensa, despues en venganza de su hijo y no en favor de gente extraña. En Nápoles se concertaron dos casamientos, de don Fadrique, hijo de don Fernando, rey de Nápoles, con doña Juana, hija del rey de Aragon, que adelante no tuvo efecto. Asentóse otrosí que doña Leonor, de quien dijimos la tenian concertada con Galeazo María Esforcia, casase sin embargo con Hércules de Este, duque de Ferrara. Esto en Nápoles. En Navarra la princesa doña Leonor residia en Sangüesa, pueblo de Navarra. Allí, despues de la muerte de su marido, que sucedió como poco antes queda dicho, á persuasion del rey de Francia le entregó los castillos de Navarra por entender era esto muy á propósito para asegurar en aquel estado la sucesion de sus nietos, que tambien á él le tocaban por ser sus sobrinos, hijos de su hermana. Esta negociacion dió mucho desabrimiento al rey de Aragon. Por esto y por los demás agravios que por todo el tiempo de la guerra de Cataluña recibió de Francia determinó tomar las armas para efecto de recobrar lo de Ruisellon y de Cerdania. Partió con esta resolucion de Barcelona á los 29 de diciembre, fin deste año en que vamos y principio del siguiente 1473. Elna y Perpiñan luego que llegó le abrieron las puertas. Estaba comunmente aquella gente cansada del gobierno y mando de Francia, y por las victorias ganadas casi todos favorecian al rey de Aragon. Deste principio entendian que los M-u.

demás pueblos harian lo mismo y se le rendirian sin diticultad. El Cardenal legado partió de aquellos estados para Castilla. En Madrid le recibieron con grande acompañamiento y solemnidad debajo de un palio; los grandes y prelados iban delante, y el Rey le llevaba á su mano derecha; cortesía, conforme á la costumbre de España, de mucha honra. Tratóse de cierta suma de dineros que el Pontífice queria se recogiese de las rentas eclesiásticas para gastalla en la guerra contra los turcos. Ofrecíanse en esto graves dificultades, y la principal que con la revuelta de los tiempos todos se hallaban gastados y pobres. Todavía el Legado salió con lo que pretendia por su buena diligencia y maña y porque el Rey le ayudaba. Decretóse pues el subsidio que pedia el Pontífice, si bien algunos murmuraban ser aquella concesion en perjuicio de la libertad de las iglesias, y principio para llevar las riquezas de España fuera della. La ignorancia se apoderara de los eclesiásticos en España en tanto grado, que muy pocos se hallaban que supiesen latin, dados de ordinario á la gula y deshonestidad, y lo menos mal á las armas. La avaricia se apoderara de la Iglesia, y con sus manos robadoras lo tenia todo estragado. Comprar los beneficios en otro tiempo se tenia por simonía, en este por granjería. No entendian los príncipes ciegos y los prelados que esta sacrilega manera de contratacion mucho enoja y ofende á Dios, así bien el disimulallo como el hacello. En la junta que se hizo de los eclesiásticos para acudir á lo que el Legado pedia se trató de poner remedio á estos daños. Entre otras cosas acordaron de hacer instancia con el Papa para que en las iglesias catedrales se proveyesen por voto del obispo y del cabildo dos canonicatos, el uno á un jurista, y el otro á un teólogo. La demanda era tan justificada, que el Padre Santo otorgó con ella; sobre que expidió una bula suya, que ingiriéramos aquí de buena gana si la primera que se ganó se hallara, y si un pedazo que della está en otra segunda que dos años adelante se expidió sobre el mismo caso, y le pusimos en nuestra historia latina, se pudiera cómodamente trasladar en lengua castellana con todos los requisitos y condiciones que en los proveidos y provision manda miren y guarden.

CAPITULO XIX.

Del cerco de Perpiñan.

La diligencia de que el Cardenal legado usó para apaciguar y sosegar las alteraciones y diferencias de Castilla, muy grande, fué toda de poco efecto por estar las voluntades enconadas, y él mismo, como era cosa natural, de secreto mas aficionado al partido de don Fernando, que con todas sus fuerzas pretendia adelantar. Con este intento partió para Alcalá, do estaban el rey don Fernando y doña Isabel, su mujer, con el arzobispo de Toledo. Desde allí pasó á Guadalajara no con otro deseño sino de granjear la casa de los Mendozas y apartallos del rey don Enrique y del maestre de Santiago. Iba confiado de salir con esto por su grande ingenio, acostumbrado á fingir y disimular, propio término de cortesanos. A un mismo tiempo en las ciudades y pueblos se levantaron alborotos contra los que

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