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comarcanas. Deste principio el negocio ha llegado á tanta autoridad y poder, que ninguno hay de mayor espanto en todo el mundo para los malos, ni de mayor provecho para toda la cristiandad. Remedio muy á propósito contra los males que se aparejaban, y con que las demás provincias poco despues se alteraron; dado del cielo, que sin duda no bastara consejo ni prudencia de hombres para prevenir y acudir á peligros tan grandes como se han experimentado y se padecen en otras partes.

CAPITULO XVIII.

De la muerte del rey don Juan de Aragon.

Partieron de Sevilla los reyes don Fernando y doña Isabel. Antes de la partida dejaron mandado al duque de Medina y al marqués de Cádiz que no pudiesen entrar en aquella ciudad; con tanto, quitadas las cabezas de las parcialidades, todo quedó apaciguado. Por otra parte, Lope Vasco, portugués de nacion, se apoderó en nombre del rey don Fernando del castillo de Mora, cuyo alcaide era. Está situada esta fuerza en Portugal á la raya de Castilla. Hecho esto, dió aviso para que le enviasen socorro. Tenia el rey don Fernando gran deseo de hacer en persona guerra á Portugal por parecelle que con esto ganaba reputacion, pues mostraba en ello tener tantas fuerzas y ánimo, que no solo defendia su reino, sino acometia las tierras de sus contrarios. Intento que ni al rey de Aragon, su padre, ni á los mas prudentes pareció bien; porque ¿á qué propósito sin gran esperanza poner á su riesgo su persona? A qué fin aventurar su estado, de que tenia pacífica posesion, y ponello todo al trance de una batalla? Encargó pues el cuidado de aquella guerra al maestre de Santiago don Alonso de Cárdenas. Dióle mil y quinientos caballos y quince mil infantes; esto por el mes de agosto. El ruido fué mayor que el provecho, mayormente que don Juan, príncipe de Portugal, recobró á Mora, con que todos aquellos intentos se desbarataron. Importaba mas confirmar en su servicio á Trujillo; á esta causa despues por Córdoba los reyes pasaron allá. En este tiempo en Francia, en un pueblo llamado Laudo, en la comarca de Cahors, á 11 de setiembre por medio de embajadores que se enviaron sobre el caso, se concertó casamiento entre don Fadrique, hijo segundo del rey de Nápoles, y madama Ana, hija de Amadeo, duque de Saboya. El rey de Francia á la desposada, por ser hija de su hermana, señaló en dote un estado principal en Francia, y entre tanto que no se le daba y hasta que el rey de Aragon pagase el dinero, sobre que tenian diferencias, ofreció de dalle en prendas lo de Ruisellon y Cerdania. Dió este negocio gran desabrimiento á los reyes, padre y hijo, sobre todo se ofendieron del rey de Nápoles, que sin respeto de ser tan parientes, parecia hacer mas caso de la amistad de Francia que de la de España, y sentian mucho aceptase, aunque se los ofreciesen, aquellos estados sobre que ellos traian pleito y guerra, mayormente que el tiempo de las treguas que tenian con el rey de Francia espiraba, y corria peligro no volviesen á las armas en sazon muy poco á propósito para la una nacion y la otra. El Francés, ocupado en

apoderarse de Flandes, parec.a no hacer caso de todo
lo demás. En Castilla aun no estaban del todo las cosas
apaciguadas á causa que el rey de Portugal se aperce-
bia de nuevo para la guerra, y la condesa de Medellin
doña Beatriz Pacheco, mujer de ánimo varonil, junta-
mente con el clavero de Alcántara Alonso de Monroy,
andaban alborotados. Por esto Juan de Gamboa, go-
bernador de Fuente-Rabía, y el arcediano de Almazan
por mandado del rey don Fernando trataron con los
embajadores de Francia que vinieron á Bayona de asen-
tar una nueva confederacion. Diéronse tan buena maña
en ello y apretaron el tratado de suerte, que á 10 de
octubre concertaron que las treguas se mudasen en pa-
ces con las mismas condiciones que antes de aquella
guerra de tiempo antiguo hobo entre aquellas dos ca-
sas reales; comprehendieron tambien en las paces al
rey de Aragon. Lo cual ¿qué otra cosa era sino hacer
burla dél, pues no le restituian el estado sobre que era
el debate? Asentaron empero que se nombrasen por
cada parte dos jueces para componer esta diferencia y
las demás que quedasen por determinar. El alegría que
toda Castilla recibió por esta causa, se aumentó con
otras dos ocasiones: la una fué que don Enrique,
conde de Alba de Liste, y tio del Rey, vino á Trujillo
puesto en libertad de la prision en que le tenian desde
la batalla de Toro; la otra que el arzobispo de Toledo,
forzado de la necesidad, ca le tenian embargadas todas
sus rentas y tomados los mas de sus lugares, se redujo
últimamente al servicio del rey don Fernando, y para
mas seguridad entregó todos sus castillos que se tu-
viesen por el Rey. Achacábanie que de nuevo traia
inteligencias con el rey de Portugal y que le atizaba
para que entrase en Castilla. Todavía el arcediano de
Toledo, llamado Tello de Buendía, hombre docto y gra-
ve, y que adelante murió obispo de Córdoba, enviado
para descargar al Arzobispo, su amo, con su buena dili-
gencia alcanzó de los reyes que le diesen perdon, quier
fuese verdadero, quier falso aquel cargo. Demás desto,
en Roma el pontifice Sixto revocó la dispensacion que
dió al rey de Portugal para casar con su sobrina doña
Juana, en que al parecer de alguno se tuvo mas cuenta
con dar gusto al rey de Nápoles, que hacia sobre esto
grande instancia, que con la constancia y autoridad
pontifical. Así, por el mes de diciembre envió un breve
á España en este propósito. Para dar órden en todo, y
sobre todo para asentar las paces con Francia trataban
los reyes, padre y hijo, de tener habla entre sí, y á este
fin ir á Molina y á Daroca, cuando al rey de Aragon
sobrevino en Barcelona una dolencia,
de murió un
que
mártes, á 19 de enero, principio del año de nuestra sal-
vacion de 1479. Su cuerpo enterraron en Poblete; su
pobreza era tal, que para el gasto del enterramiento fué
menester empeñar las alhajas de la casa real. Vivió
ochenta y un años, siete meses y veinte dias; tuvo
siempre el cuerpo recio y á propósito para los trabajos
de la guerra y de la caza, el ánimo vivo y despierto, y
que por la grandeza y variedad de las cosas que hizo,
junto con los muchos años que reinó, se puede igualar
con los grandes reyes. Verdad es que afeó lo postrero
de su edad con el apetito que tenia mas que fuerzas
para la deshonestidad, ca puso los ojos y su aficion en

una moza de buen parecer, llamada Francisca Rosa, que trató el tiempo pasado de casarla con don Jaime de Aragon, aquel de quien se dijo que hizo justiciar en Barcelona. En su testamento, que tenia hecho diez años antes deste, dió órden se hiciesen muchas obras pias, muestra de su cristiandad, en particular que se edificasen dos templos y monasterios de la órden de San Jerónimo, que son al presente muy señalados en santidad y devocion, el uno de Santa Engracia, en Zaragoza, que está pegado con el muro de la ciudad; el otro en Cataluña, su advocacion de Santa María de Belpuche su hijo cumplió enteramente lo que en esta parte dejó ordenado. Mandó otrosí que heredasen el reino de Aragon los nietos del rey don Fernando, su hijo, aunque fuesen de parte de hija, en caso que no tuviese hijo varon. Item, que los tales nietos fuesen preferidos á las hijas del mismo; ordenacion bien extraña. Asi ruedan, y muchas veces por voluntad de los reyes se mudan y truecan los derechos de reinar y de la sucesion real.

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CAPITULO XIX.

De doña Leonor, reina de Navarra.

Por la muerte del rey de Aragon, como era necesario y como él lo dejó proveido en su testamento, se dividieron sus estados: lo de Aragon quedó por el rey don Fernando; la princesa doña Leonor por parte de su madre heredó el reino de Navarra. Estaba viuda de siete años antes, y por el mismo caso sujeta á continuas y muy grandes desgracias. Aquella gente andaba como furiosa, dividida en sus antiguas parcialidades, que parece era castigo y pena de la muerte impía dada á don Nicolás, obispo de Pamplona, y no castigada como fuera justo. Llevaban lo mejor los biamonteses, contrarios á la nueva Reina. Demás de la culpa ya dicha, castigaba Dios á aquella familia y generacion destos príncipes, y congojaba sus ánimos en venganza de las injustas muertes que se dieron á don Cárlos, príncipe de Viana, y á doña Blanca, su hermana, sin dejar reposar á los culpados ni quedar alguno que no fuese castigado. El reinado de doña Leonor fué inuy breve, que aun no duró mes entero. En hijos y sucesion fué mas afortunada que en su vida; tuvo cuatro hijos: Gaston, el mayor, Juan, Pedro, Jacobo; cinco hijas, María, Juana, Margarita, Catarina y Leonor; de todos y en particular de cada uno se dirá alguna cosa, como príncipes de quien se deducen los linajes de muchas y grandes casas. Gaston murió, como queda dicho; dejó dos hijos, que fueron Francisco Febo y Catarina, reyes el uno en pos del otro de Navarra. Juan fué señor de Narbona, ciudad que su padre compró con dineros; tuvo por hijos á Gastony á doña Germana; Gaston murió en la de Rávena, en que era general por el rey Luis XII de Francia; doña Germana casó con el rey don Fernando el Católico, viudo de su primer matrimonio. Pedro se dió á las letras y á los ejercicios de la piedad, y el pontifice Sixto le hizo cardenal. Jacobo se ejercitó con grande ánimo en la guerra sin casarse en toda la vida, bien que tuvo algunos hijos fuera de matrimonio, ni muy señalados, ni tampoco de poca cuenta. María, la hija mayor,

como

casó con Guillermo, marqués de Monferrat. Juana con el conde de Armeñac, llamado Juan. Con Francisco, duque de Bretaña, casó Margarita, y deste matrimonio quedaron dos hijas, llamadas Ana y Isabel. Ana, heredera de su padre, juntó aquel estado con la casa de Francia, porque casó con Cárlos VIII, y muerto este, con Luis XII, reyes que fueron de Francia. Catarina, cuarta hija de doña Leonor, casó con Gaston de Fox, conde de Candalla; parió dos hijos y una hija, que se llamó Ana, y casó con el rey Ladislao de Hungría. Leonor, la menor de las hijas desta nueva Reina, falleció doncella en edad de casar. La cepa de toda esta generacion, que fué esta reina doña Leonor, por tener el cuerpo quebrantado con los trabajos y el corazon aquejado con las penas, falleció á 12 de febrero en Tudela, do comenzó á reinar. Mandó en su testamento que en Tafalla de su hacienda se edificase una iglesia de franciscos, y que allí fuese enterrado su cuerpo y trasladados los huesos de la reina doña Blanca, su madre, que depositaron los años pasados en la iglesia de nuestra Señora de Nieva, pueblo en Castilla la Vieja no léjos de Segovia. Fué tanta su pobreza por estar consumidas las rentas reales á causa de los alborotos y parcialidades, que por falta de dineros era forzada para sustentar su casa á vender las joyas de su persona. Sucedióle en el reino su nieto Francisco en edad de solos once años; por su extremada hermosura le llamaron Febo por sobrenombre. Encargáronse del gobierno hasta tanto que fuese de edad conveniente madama Madalena, su madre, y el cardenal su tio, llamado Pedro; cargo que ejercitaron prudentemente segun los tiempos tan estragados. Tuvo la Reina difunta poca ayuda en sus trabajos del rey de Castilla, su hermano; por esto no le nombró en su testamento; antes por su mandado y por ser ellos de nacion franceses comenzaron los gobernadores á inclinarse á la parte de Francia; cosa muy perjudicial para ellos, y ocasion que en breve perdiesen aquel su antiguo reino. Esto era lo que se hacia en Navarra. En Castilla andaban algunas opiniones nuevas en materia de religion. Fué así, que Pedro, oxomense, lector que era de teología en Salamanca, hombre de ingenio atrevido y malo, publicó un libro lleno de muchas mentiras, que no será necesario relatar aquí por menudo; basta saber que principalmente se enderezaba contra la majestad de la Iglesia romana y el sacramento de la confesion. Por una parte decia que el sumo Pontífice en sus decretos y determinaciones puede errar; por otra porfiaba que los sacerdotes no tenian poder para perdonar los pecados, y que la confesion no era institucion de Cristo, sino remedio inventado por los hombres, aunque provechoso, para enfrenar la maldad y la libertad de pecar. Para reprimir este atrevimiento el arzobispo de Toledo, por mandado del papa Sixto, juntó en Alcalá, donde era su ordinaria residencia, personas muy doctas, con cuya consulta condenó aquellas opiniones, y puso pena de descomunion á su autor, si no las dejaba y retrataba. Pronuncióse esta sentencia á 24 de mayo, y poco despues el pontífice Sixto la confirmó en una bula suya. Escribió contra el dicho Pedro un libro asaz grande Juan Prejano, teólogo señalado en aquella edad, y adelante obispo de Ciudad-Rodrigo;

su estilo es grosero conforme al tiempo; el ingenio agudo y escolástico. Hacíase la guerra sobre el estado de Villena, ca el Marqués porque no cumplian con él acudió á las armas, y en sazon que la gente del Rey se puso sobre Chinchilla, el marqués de Villena vino á da lle socorro, y con su venida forzó á los contrarios á alzar el cerco. Demás desto de los dos capitanes principales que hacian la guerra por el Rey, Pero Ruiz de Alarcon fué desbaratado cerca de Alverca por Pedro de Baeza, y don Jorge Manrique en una nueva refriega que tuvo con el mismo Pedro de Baeza cerca de Cañavete salió herido, de que poco despues murió; gran lástima que tal ingenio faltase en lo mejor de su edad. El marqués de Villena quedaba por el mismo caso cargado de haber tomado las armas contra la gente del Rey. El se excusaba con las insolencias de aquellos capitanes que le forzaron á defenderse. Alegaba otrosí que no tenia otros nuevos tratos ni con el rey de Portugal ni con el arzobispo de Toledo. Estas excusas, sea verdaderas, sea aparentes, últimamente le valieron para que no fuese mas maltratado ni se procediese con mas aspereza contra él. Sucedió en esta guerra un caso extraordinario y digno que se sepa. Los del Rey hicieron ahorcar á seis de los muchos prisioneros que tenian. En venganza desto, Juan Berrio, capitan por el Marqués, mandó que se hiciese otro tanto con los cautivos que tomara de los contrarios. Echaron suerte entre todos para se ejecutar. Tenian presos dos hermanos, el uno que tenia mujer y hijos, el otro mancebo, cuyos nombres no se saben, el caso es muy cierto. Cupo la triste suerte al casado, y ejecutárase sino fuera por la instancia del otro hermano, que se ofreció en su lugar para ser puesto en el palo, como al fin se hizo despues de muchas lágrimas y porfía que hobo entre los dos, con grande lástima de todos los que se hallaron presentes á un tan triste y tan cruel espectáculo.

CAPITULO XX.

De las paces que se hicieron entre Castilla y Portugal.

A los reyes don Fernando y doña Isabel vino nueva de la muerte del rey don Juan y de la herencia que por el mismo caso les venia de la corona de Aragon en sazon que en Extremadura se ocupaban en apaciguar los alborotos que en aquella tierra causaban la condesa de Medellin doña Beatriz Pacheco y el clavero de Alcántara don Alonso de Monroy. La Condesa era de ánimo mas que de mujer, pues tuvo preso algunos años á su mismo hijo don Juan Portocarrero, y por remate le echó de su casa, que fué la causa para tomar las armas, ca temia no la forzasen por justicia á restituir á su hijo aquel condado como herencia de su padre, sobre lo cual tenia puesta demanda. Pretendia otrosí no le quitasen la ciudad de Mérida, en que tenia puesta guarnicion de soldados. El Clavero sentia mucho que le hobiesen injustamente, como él se quejaba, quitado el maestrazgo de su órden por dársele á don Juan de Zúñiga. Con este color se apoderaba con las armas de muchos lugares de aquella órden. Demás desto, trataban los reyes de apercebirse para la guerra de Portugal, que se temia seria mas brava que antes. Pero como quier que todos

se hallasen cansados y entendiesen cuán miserable cosa sea la guerra civil, que hace á los hombres furiosos, y al vencedor, por gratificar á los que le ayudan, pone en necesidad de hacer muchos desaguisados contra su voluntad, acordaron de mover tratos de paz; de que tanto mayor deseo tenian los portugueses, que junto al Albufera, dos leguas de Mérida, quedaron rotos en una batalla señalada que les dió el maestre de Santiago á los 24 de febrero. El destrozo fué tan grande, que pocos pudieron salvarse en Mérida, que, como se ha dicho, se tenia por la condesa de Medellin. En esta batalla el Maestre se mostró muy prudente y esforzado; con él otros capitanes, entre los demás Diego de Vera, que mató al alférez real y le tomó el estandarte. El premio al Maestre quitalle la pension de tres cuentos que le pusieron cuando los reyes le dieron el maestrazgo; á Diego de Vera y á otros capitanes diferentes mercedes. Con esta ocasion doña Beatriz, tia que era de la reina doña Isabel de parte de madre, y duquesa de Viseo, viuda y tambien suegra de don Juan, príncipe de Portugal, señora por todo esto de grande autoridad y prudencia no menor, tomó la mano para concertar estas diferencias entre Portugal y Castilla. Era cosa muy larga para el rey don Fernando esperar el remate en que estas práticas paraban, por el deseo que tenia de ir á tomar posesion del reino de su padre, en que resultaban novedades en tanto grado, que para enfrenar el orgullo de los navarros, que en aquel reino se habian apoderado de algunos castillos mal apercebidos, y no dejaban de hacer robos y cabalgadas en la tierra, los aragoneses convocaron Cortes sin dar al nuevo Rey dello parte; resolucion que, si bien no se tiene por ilícita conforme á los fueros de Aragon, era muy pesada, y convenia atajalla. Todo esto le puso en necesidad de remitir á la Reina el cuidado de tratar y concluir las paces con su tia. Para este efecto se acordó entre las dos habla en la villa de Alcántara. Esto concertado, él se fué á Guadalupe para de camino visitar aquella santa casa y hacer en ella sus votos y plegarias. Desde allí por Santolalla, villa no léjos de Toledo, y por Hariza y Calatayud entró en Aragon. En Zaragoza hizo su entrada á 28 de junio con toda solemnidad y grande aplauso de la ciudad y concurso del pueblo, que le salió al encuentro. Iba á su lado Luis Naia, el principal y cabeza de los jurados. El Rey, quitado el luto, á caballo debajo de un palio, vestido de brocado y con un sombrero muy rico. El pueblo á voces pedia á Dios fuese su reinado dichoso y de muchos años. Ocupóse en aquella ciudad en hacer justicia y dar grata audiencia á todos los que se tenian por agraviados. Poco despues pasó á Barcelona. Allí trató de recobrar lo de Ruisellon y de Cerdania, si bien por entonces no tuvo efecto; no estaba aun el negocio sazonado, dado que no andaba muy lejos de madurarse; solo por entonces se nombraron los cuatro jueces para concertar todas las diferencias que resultaban entre el rey de Francia y el de Aragon, conforme al acuerdo que en Bayona se tomó. De Barcelona dió el Rey vuelta á Valencia; allí fué recebido con las mismas muestras de alegría que en los otros estados. En aquella ciudad atendió á sosegar ciertos alborotos nuevos que se levantaron á causa que don Jimeno de Urrea, vizconde

con muestra de querella honrar, se metió monja en Santa Clara de Coimbra ; manera de vida que, si bien la tomó forzada de la necesidad, perseveró en ella muchos años en mucha virtud hasta lo postrero de su vida, enfadada de la inconstancia y variedad de las cosas que por ella pasaron. Sin embargo, los infantes doña Isabel y don Alonso, segun que dejaron acordado, fueron entregados á doña Beatriz para seguridad que las demás condiciones se cumplirian. Juntamente la condesa de Medellin y el clavero de Alcántara de su voluntad se redujeron á mejor partido. Lo mismo hicieron otros nobles de Castilla, que eran la principal fuerza del partido de Portugal. El marqués de Villena otrosí, mudadas algunas condiciones de las que antes le ofrecieran, volvió otra vez en la gracia de los reyes, que fué por principio del año 1480. En virtud del nuevo asiento, el Marqués se quedó con los estados de Escalona y Belmonte. Villena y Almansa con las demás villas de aquel estado quedaron por los reyes. Pasó por esto el Marqués por entender fuera poco acierto trabajar en lo que no podia alcanzar y por pretender recobrar lo perdido poner á riesgo lo que le quedaba. Desta manera se enflaquecieron las fuerzas y poder del de Villena; por el mismo caso la concordia tuvo mas seguridad. Renato, duque de Anjou, príncipe señalado, así por sus adversidades como por su larga vida, falleció en Francia por el mes de enero. Hasta el fin de su vida se intituló rey de Aragon, de Sicilia y de Jerusalem, apellidos de solo título, vanos y sin fruto alguno ni esperanza de recobrallos. Nombró por su heredero universal en su testamento á Cárlos, su sobrino, hijo de Cárlos, su hermano. A Renato, duque de Lorena, nieto suyo de parte de madre, dejó el ducado de Bari, estado principal que él mismo poseia en Francia.

de Biota, con mano armada al improviso prendió á don Jaime de Pallas, vizconde de Chelva, y con él á su mujer. El achaque era que le pertenecian á él los pueblos de Chelva y de Manzanera que su contrario poseia. El que pudiera seguir su justicia, por acudir á las armas y usar de fuerza perdió su pretension, como era justo. Lo primero por mandado del Rey dejaron las armas. Despues á cabo de tres años que duró el pleito, los jueces, movidos por el atrevimiento de don Jimeno, dieron contra él la sentencia y adjudicaron aquellos pueblos á su contrario don Jaime de Pallas. En el mismo tiempo la reina doña Isabel y doña Beatriz, su tia, ́se juntaron en Alcántara. Gastáronse dias en demandas y respuestas. Por conclusion, pusieron por escrito estas capitulaciones que el rey de Portugal no se intitulase rey de Castilla ni trajese en sus escudos las armas de aquel reino; lo mismo hiciese el rey don Fernando en lo tocante al reino de Portugal; que la pretensa princesa doña Juana casase con el príncipe don Juan, hijo del rey don Fernando, luego que él tuviese edad bastante; que si el Príncipe, llegado á los años de discrecion, no viniese en aquel casamiento, pagasen en tal caso sus padres á doña Juana cien mil ducados; que todavía ella tuviese libertad, si le pareciese mucha la tardanza y no quisiese aguardar, de meterse monja: item, que con don Alonso, nieto del rey de Portugal y su heredero, casase doña Isabel, hija de los reyes de Castilla; á los nobles de Castilla no se les diese acogida en Portugal, por ser ocasion de revueltas y alteraciones; de la navegacion y descubrimiento y conquista de las riberas de Africa á la parte del mar Océano, acordaron quedase para siempre por los reyes de Portugal, sin que nadie les pusiese en ello impedimento; últimamente, para seguridad que todas estas capitulaciones se cumplirian, la misma doña Juana y doña Isabel, hija del rey don Fernando, y don Alonso, nieto del rey de Portugal, fuesen puestos como en relienes para que la duquesa misma doña Beatriz los tuviese en su poder en el castillo de Mora; demás desto, el rey de Portugal á la raya de Castilla diese en prendas de que guardaria lo concertado otros cuatro castillos. Desta manera se dejaron las armas y cesó la guerra, que duró tanto tiempo en gran daño de las dos naciones, mayor de la portuguesa. Los regocijos y procesiones que por estas paces el mes de octubre se hicieron en toda España fueron extraordinarios. La una nacion y la otra, que antes se hallaban temerosas y cuidadosas del suceso y remate de aquella guerra, trocaban el temor en alegría y concebian en sus ánimos mejor esperanza para adelante. Todos alababan mucho la prudencia y valor de la duquesa de Viseo doña Beatriz. El mismo rey don Fernando desde Valencia, do le tomó esta alegre nueva, acudió á Toledo al fin deste año. Doña Isabel, su mujer, reina mas esclarecida que antes y de mayor crédito por las paces que hizo tan á ventaja suya, le aguardaba en aquella ciudad. Allí se dobló aquella alegría á causa que la reina doña Isabel parió, á 6 de noviembre, una hija, que se llamó doña Juana, la cual tenia determinado el cielo heredase finalmente los reinos de sus padres y de sus abuelos. Poco despues desto la pretensa princesa doña Juana, vista la burla que della se hizo, bien que

CAPITULO XXI.

Que el rey de Portugal falleció.

Tuviéronse en Toledo Cortes generales de Castilla; concurrieron á ellas muchas gentes; los votos fueron libres y muchas las quejas. Los pueblos pretendian que los nobles robaban las haciendas de los pobres, y que su avaricia tenia los tesoros reales consumidos, las rentas públicas enajenadas, de que resultaba necesidad de intentar cada dia nuevas imposiciones en grave perjuicio de los que las pagaban. Tratóse de remedio, nombráronse jueces, que oidas las partes, pronunciaron que las donaciones hechas imprudentemente por el rey don Enrique, ó ganadas como por fuerza por la revuelta de los tiempos, no fuesen válidas. El atrevimiento de los nobles y sus demasías con todo esto no se podian refrenar ni hacer que los magistrados y leyes tuviesen autoridad, por estar todo muy estragado. Solamente por el mes de mayo todos los tres brazos juraron á don Juan, hijo de los reyes, por príncipe y heredero de sus padres y de sus estados para despues de sus dias, todo á propósito de ganar mas autoridad y asegurar mas el reino. Parecia que con aquel nuevo vínculo del juramento sosegarian las voluntades dudosas de los naturales en su servicio. Desta manera asentadas las cosas de Castilla la Nueva, pasaron los reyes á Medina del Campo y á Va

lladolid; hiciéronse en aquellas partes algunos castigos señalados de personas nobles por delitos que cometieron, con que otros quedaron escarmentados. Los gallegos por ser gente feroz todavía no sosegaban; antes las ciudades de Lugo, Orense, Mondoñedo y tambien Bivero y la Coruña no querian obedecer ni allanarse á los reyes. Despacharon á Hernando de Acuña y un jurista, llamado García de Chinchilla, para quietar aquellos movimientos. Estos con una junta que hicieron de aquella gente en Santiago y con justiciar al mariscal Pedro Pardo y otros hidalgos revoltosos pusieron en todos grande espanto. Desta manera la autoridad de los reyes quedó en aquella provincia en su punto, y las leyes y magistrados despues de mucho tiempo cobraron las fuerzas que antiguamente tenian, sin embargo que el rey don Fernando se hallaba ausente y era ido á Cataluña, que es lo postrero de España, con esta ocasion. El gran turco Mahomete, soberbio por las muchas victorias que ganara, combatia la isla de Rodas, que era un fortísimo baluarte por aquella parte de todo el imperio de los cristianos. Teníala cercada por mar y por tierra; gastó en esto en balde tres meses á causa que aquellos caballeros se defendieron valerosamente y que el rey de Nápoles les envió dos naves cargadas de municiones, vituallas y soldados. Con este socorro los turcos, perdida la esperanza de salir con la empresa, alzado el cerco, parte dellos por mar se fueron á la Bellona, ciudad de Macedonia, puesta sobre el golfo de Venecia, en frente de la Pulla, provincia del reino de Nápoles. Con esta armada el Basa, llamado Acomates, pasó en Italia y tomó por fuerza la ciudad de Otranto á 13 de agosto. El estrago fué grande; no perdonaron aquellos bárbaros á ninguna persona, fuese soldado ó de otra calidad. Desde allí hacian correrías por toda la Pulla, У todo lo ponian á fuego y á sangre. Lo demás de Italia por el mismo caso estaba con gran miedo, y aun las naciones extrañas no se aseguraban. Este recelo movió á los reyes cristianos á juntar sus fuerzas para acudir á apagar aquel fuego. En particular el rey don Fernando envió á Gonzalo Beteta por su embajador al papa Sixto, que á la sazon parecia estar algo desabrido y desgustado con el Rey, de que se vieron muchas muestras; y de nuevo se confirmó esta sospecha, á causa que sin dar al Rey parte nombró al arzobispo de Toledo, sin embargo de su condicion, por su legado en España. El comun peligro que todos corrian, pudo mas que los particulares desgustos para que tratasen de poner remedio en aquel daño. Con este intento de nuevo envió otrosí á don Juan Melguerite, obispo de Girona, desde Barcelona, por el mes de febrero del año 1481, á los príncipes de Italia para hacer liga con ellos. Junto con esto, el Rey en Barcelona para acudir con sus fuerzas hizo juntar una armada de treinta y cinco bajeles entre mayores y menores; lo mismo hizo el rey de Portugal, que armó para este efecto veinte naves. Iban estos socorros muy despacio. Así don Alonso, duque de Calabria, con las fuerzas de Italia que juntó, aunque con dificultad, en fin apretó á aquellos bárbaros con un cerco que puso á aquella ciudad. Pudiera durar mucho tiempo la guerra y el cerco y tener grandes dificultades, sino sobreviniera nueva de la muerte del gran tur

co Mahomete, que falleció en Nicomedia de Bitinia á 3 de mayo. Los turcos con este aviso el quinto mes despues que el cerco se puso rindieron la ciudad á partido que los dejasen ir libres. Quedóse el duque de Cala❤ bria con parte de aquella gente, que serian hasta mil y quinientos turcos, para ayudarse dellos contra florentines. Decíase comunmente que se les empleaba bien este daño, por ser ellos los que hicieron venir aquella gente á Italia. Si bien muchos sospechaban era invencion de don Alonso á propósito de cargar á sus enemigos el odio que contra él de entretener esta gente resultaba. Por la muerte de Mahomete se levantaron en Constantinopla grandes alteraciones; unos querian por emperador á Bayazete, hijo mayor del difunto; otros á Gemes, su hermano, con color que su padre le hobo ya que era emperador. Llegó el negocio á las armas y á las manos. Bayazete venció á su hermano junto á Prusia, ciudad de Bitinia, y le forzó á huirse, primero á Egipto, y despues á Rodas. Los caballeros de Rodas, recebido que le hobieron y tratado muy bien, entre muchos príncipes que le pidieron, le enviaron como en presente al rey de Francia. Los socorros de Aragon y de Portugal fueron de poco efecto á causa que nuestras armadas llegaron á aquellas riberas despues que Otranto se rindió. Desta tardanza, demás de caer aquellas partes tan léjos de España, fueron ocasion otras ocupaciones en que aquellos dos reyes se hallaban embarazados; el rey don Fernando en las Cortes de Aragon que se tenian en Calatayud, adonde la reina doňa Isabel por mandado de su marido trajo á su hijo el príncipe don Juan. Quedó encomendado el gobierno de Castilla al almirante don Alonso Enriquez y al condestable Pero Hernandez de Velasco. Lo que pretendian los reyes era que los aragoneses le jurasen por príncipe y heredero de aquel reino, como lo hicieron á 29 de mayo; lo mismo se hizo poco despues en Barcelona por lo que tocaba al principado de Cataluña. Demás desta ocupacion, un nuevo cuidado sobrevino al rey don Fernando de parte del reino de Navarra. Fué así, que dos tios del nuevo Rey, es á saber, el cardenal Pedro y Jacobo, su hermano, vinieron á Zaragoza. Allí, habida audiencia, en una lar→ ga plática que tuvieron pusieron delante los ojos al Rey las miserias de aquella nacion; que los alborotados estaban apoderados de las ciudades y pueblos, los biamonteses de Pamplona, los contrarios de Estella, Sangücsa y Olite; que al rey de Navarra no le quedaba mas que el nombre, sin autoridad ni fuerzas. Para movelle á compasion de aquellos daños alegaban el deudo muy estrecho y la flaqueza de aquel Príncipe mozo. Quejá→ ronse de don Luis, conde de Lerin, que como hombre que era bullicioso y atrevido, no cesaba de hacer muertes, quemas y robos en sus contrarios, y por engaño diera la muerte á Pedro de Navarra y á Filipe, su hijo, mariscales de Navarra. Que por la muerte del condestable Pedro de Peralta se apoderó por fuerza de aquel oficio, y con él hacia mayores desaguisados. Por tanto, le suplicaban acorriese á aquel reino miserable y le librase de la boca de aquella codicia y furia infernal. Que Troilo Carrillo, yerno de Pedro de Peralta, y heredero de su casa por via de su mujer, no tenia bastan❤ tes fuerzas para resistir al atrevimiento de su contrario

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