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España por gentes y soldados que para este efecto se enviaron. El Rey de aquella isla, traido á España, de allí le enviaron á Venecia en presente á aquella señoría. A Alonso de Lugo, en premio de lo que trabajó en la conquista desta isla y de Palma, se dió título de adelantado de Canaria. Con esto todas aquellas islas se acabaron de conquistar y sujetar á la corona de Castilla, empresa que se comenzó muchos años antes deste tiempo.

CAPITULO XI.

De la muerte del rey de Portugal.

Procuraba el rey Católico con todo cuidado que los reyes de Portugal y de Inglaterra entrasen en la liga que los demás príncipes tenian hecha contra el rey de Francia. Excusóse el de Portugal por estar de tiempo antiguo muy aliado con Francia y poco satisfecho del Papa por no venir, como él procuraba, en legitimar á su hijo don Jorge, habido fuera de matrimonio en una noble dueña, al cual él pretendia por este medio nombrar por su sucesor, tanto, que juntamente trató con el Emperador, que era su primo, renunciase en él el derecho que decia tener al reino de Portugal, que 'era todo abrir la puerta para grandes revueltas. Del Inglés, no solo pretendia que entrase en la liga, sino que emparentase con España por medio de una de las infantas que casase con el heredero de aquel Rey. Hízose lo uno y lo otro, pero adelante. El rey de Portugal andaba en esta sazon muy doliente de hidropesía; con deseo de tener salud se fué al Algarve para usar de los baños, que los hay allí los mejores de Portugal. No prestó nada este remedio; antes en breve le apretó el mal y falleció en Alvor á los 14 de setiembre. Nombró en su testamento por sucesor suyo á don Manuel, duque de Beja, su primo hermano, hijo de don Fernando, su tio. Verdad es que si muriese sin hijo, sustituia en su lugar á don Jorge, al cual encomendaba diese de presente el maestrazgo de Christus, y le hiciese duque de Coimbra, y dél descienden los duques de Avero. Tuvo sin duda este Príncipe de bueno y de malo. Favoreció á los hombres virtuosos y de valor; fué amigo de justicia, de agudo natural y de muy altos peusamientos. Traia en la boca siempre: «No merece nombre de rey el que por otro se deja gobernar.» La mucha sangre que derramó le hizo malquisto con los suyos, si bien por divisa usaba de un pelícano, ave que con su sangre da la vida á sus pollos. Su cuerpo enterraron en la iglesia mayor de Silves; de allí le trasladaron al monasterio de la Batalla, enterramiento de aquellos reyes. Por su muerte sin contradicion alzaron por rey de Portugal al dicho don Manuel en Alcázar de Sal, do á la sazon se hallaba con la Reina, sin embargo que el emperador Maximiliano pretendia le debia ser preferido por causa que era el varon de inas edad entre los primos hermanos del Rey difunto. Derecho harto aparente, que no se tenga cuenta con la cepa de que procede el que debe suceder, sino con el grado de parentesco, y con la persona cuando no sucede por recta línea, sino de través y de lado; prevaleció empero el consentimiento del pueblo y las buenas partes de aquel Príncipe, en que ninguno de los de su tiempo le hizo ventaja. Don Enrique Enriquez,

conde de Alba de Liste, que estaba por frontero de Francia por la parte de Ruisellon, por mandado de su Rey, hizo entrada en Francia por tierra de Narbona; lo mismo don Pedro Manrique por la parte de Guipúzcoa. Pero fuera de robos no hicieron cosa de consideracion; solo fueron ocasion que el Francés, que se entretuvo algun tiempo en Aste hasta el fin del otoño para acudir á lo de España, se diese priesa en concluir el concierto que se trataba con el duque de Milan. Las condiciones fueron: que Novara se entregase al de Milan; que el Castellete de Génova se pusiese en tercería en poder del duque de Ferrara con paso libre para la gente de Francia y ayuda para recobrar á Nápoles; demás desto, al de Orliens de contado dió el duque de Milan cincuenta mil escudos. Hecho esto, el de Francia á fin del otoño con sus gentes dió la vuelta á Francia. Quejábase el rey de Nápoles que con aquel concierto le desamparaba el Duque y desbarataba sus intentos, sin tener cuenta que era su tio. El se excusaba con la poca ayuda que los otros príncipes le daban y con el riesgo que corria de perderse si no se concertara. Para apercebirse de socorros pretendia el de Nápoles casar con una de las hijas del rey Católico por tenelle mas obligado. Como esto fuese á la larga, al fin se resolvió, á persuasion de la Reina viuda de casar con su hija doña Juana, sin embargo que era su tia, hermana de su padre. Por otra parte trató con venecianos que le ayudasen. Hobo en esto algunas dificultades; finalmente, se resolvieron de enviar en su ayuda buen número de gente de á caballo y de á pié debajo de la conducta del marqués de Mantua, demás de quince mil ducados que le dieron en dinero. En prendas deste socorro puso el Rey en poder de venecianos á Brindez, Otranto y Trana, tres ciudades de la Pulla que mucho deseaba aquella señoría para que sirviesen de escalas de la contratacion de levante. Todas eran tramas y principios de otras nuevas tempestades. Por otra parte, el rey don Fernando en España se apercebia para la guerra que tenia rompida por Ruisellon. Tocaba esta empresa á la corona de Aragon, y por esta causa juntó Cortes de los aragoneses el año pasado en Tarazona. Allí, visto lo que importaba llevar adelante lo comenzado, acordaron de servir á su Rey para esta guerra por tiempo de tres años con docientos hombres de armas y trecientos jinetes repartidos en siete compañías, y que el Rey nonbrase los capitanes; con esto el Rey vino en que los oficios del reino se proveyesen por las matrículas, como antes se acostumbraba. Despues desto, en Tortosa se tuvieron Cortes de los catalanes, que se continuaron hasta principio del año siguiente de 1496. La pretension era la misma, y el efecto semejante, tanto mas, que lo' de Ruisellon es parte de aquel principado. Haciase juntamente instancia que los matrimonios con la casa de Austria se efectuasen á causa que el Archiduque no venia bien en ellos, y como mozo andaba desasosegado y se mostraba poco obediente á su padre.

CAPITULO XII.

Que los franceses fueron echados del reino de Nápoles.

La guerra se continuaba en el reino de Nápoles, y puesto que los franceses eran pocos, todavía tenian al

gunas fuerzas de importancia. Gaeta tenia cercada el nuevo Rey. En Calabria, Gonzalo Fernandez andaba muy pujante, y de cada dia se apoderaba de castillos y de lugares, y traia muy apretado el partido de Francia. Sin embargo, los señores de Persi y de Aubeni se concertaron que el de Aubeni quedase en Calabria para hacer rostro á los españoles, y el de Persi con parte de la gente se fuese al principado para juntarse con el de Mompensier y hacer la guerra por aquella parte. Hízolo así, y de camino se le rindieron muchos lugares; junto á Eboli desbarató cuatro mil neapolitanos, que por órden del Rey le salieron al encuentro debajo la conducta del conde de Matalon. Con esta victoria ganaron los franceses tanta reputacion, que quedaron señores del campo sin hallar quien les hiciese rostro. Para juntar dineros acordaron de pasar á la Pulla y cobrar la aduana de los ganados, que es una de las mas gruesas rentas de aquel reino. Tenia el Rey á la sazon divididas sus gentes en diversas partes, y él estaba en Benevento, de donde por impedir aquel daño pasó hasta Fogia. Acudiéronle el marqués de Mantua con las gentes de venecianos. Fabricio con seiscientos suizos que tenia en Troya pretendia hacer lo mismo. Atajáronles los franceses el camino y matáronlos casi todos; con que cobraron tanta avilenteza, que llegados delante de Fogia, presentaron al Rey la batalla. Rehusóla él por no tener junta su gente, dado que salió á escaramuzar con los contrarios, en que hobo prisioneros y muertos de ambas partes. Los franceses pasaron adelante por cobrar el aduana; parte cobraron ellos, parte el Rey, y otra se perdió, que no se pudo cobrar. Era de grande importancia rebatir por esta parte el orgullo de los franceses. Gonzalo Fernandez traia en buenos términos lo de Calabria, tanto, que tenia en su poder casi toda aquella provincia hasta la misma ciudad de Cosencia, y el castillo de aquella ciudad muy apretado. El señor de Aubeni en lo postrero de la Baja Calabria arrinconado sin ser parte para hacer resistencia; sin embargo, avisó el Rey á Gonzalo Fernandez que, pospuesto todo lo demás, se viniese á juntar con él por lo que importaba acudir á la cabeza de la guerra. Determinó hacello asi; dejó en su lugar al cardeual don Luis de Aragon, primo hermano del Rey. Su padre fué don Enrique de Aragon, hijo natural de don Fernando el Primero, rey de Nápoles. Acudieron los villanos de la tierra para atajalle el paso, cosa que era fácil por la fragura de aquella tierra. Mas como quier que los españoles venian acostumbrados á pelear con los moros de las Alpujarras en lugares semejantes, cerraron con los villanos y hicieron en ellos gran matanza junto á un lugar de Calabria, llamado Muran. Allí se supo que muchos barones de la parte angevina alojaban cerca de allí en otro lugar, llamado Laino, con intento que tenian de dar socorro al castillo de Cosencia. Caminó toda la noche con su gente, y al amanecer se puso sobre el lugar. Entróle por combate con muerte de gran parte de aquella nobleza; otros fueron presos, que envió por mar al Rey, los principales el conde de Nicastro y Honorato de Sanseverino, hermano del príncipe de Bisiñano. Pusieron cerco los franceses sobre Jercelo, diez millas de Benevento; acudió el Rey y puso cerco sobre Frangito, que tenia guarnicion fran

cesa. Vino el campo francés al socorro á tiempo que los del Rey entraron la villa y la quemaron por no detenerse en el saco. Estuvieron los dos campos á vista el uno del otro en dos cerros con un valle de por medio, que ninguna de las partes se atrevió á pasalle. Iban de caida las fuerzas de los franceses, y sin embargo el Rey, habido su consejo, se resolvió en no dar la batalla sino muy á ventaja suya, y para esto dar lugar á que llegase Gonzalo Fernandez con su gente. El se apresuró, y si bien el de Mompensier salió para impedille el paso, no fué parte para ello. Andaba el Rey en seguimiento del campo francés, que ya rehusaba la batalla. Metiéronse los enemigos en Atela, por otro nombre Aversa, pueblo principal, y que era del príncipe de Melfi. No pudo el Rey impedir que los franceses no se apoderasen de aquella plaza. Púsose todavía con su gente sobre ella. Allí le halló Gonzalo Fernandez, y se juntó con él el mismo dia de san Juan. Luego que llegó, miró la disposicion de aquel sitio, y visto que lo hobo bien todo, 1.o de julio con su gente acometió la guarnicion que el enemigo tenia en defensa de los molinos, de que se mantenian los cercados. Hizolo con tal denucdo, que echados los suizos de allí, les rompió y desbarató los molinos. Fué tan grande la reputacion que con esto ganó, además de las victorias pasadas, que los mismos italiauos le comenzaron á dar renombre de Gran Capitan ; y así fué que los demás caudillos, llegado él, no parecian sus iguales, sino sus inferiores, y él como general de todos. Hobo en este cerco diversos encuentros; y los príncipes de Salerno y Bisiñano con los demás de su valía juntaban en sus tierras gente de á pié y de á caballo para esforzar su partido. Prestaron poco todas estas diligencias. El cerco se apretó de manera, que el de Mompensier y Virginio Ursino y el de Persi acordaron de rendirse á partido. Las condiciones fueron que si dentro de treinta dias no les viniese socorro de Francia, sacarian sus gentes del reino con sus bienes, armas y caballos, y rendirian todas las demás tierras, excepto Gaeta, Venosa y Taranto, que se reservaban, además de los lugares que tenian en su poder, el señor de Aubeni el duque de Monte. Con esto se obligaba el Rey á dalles paso seguro por tierra y por mar. Todo esto se concertó por el mes de julio, y adelante se ejecutó como lo concertaron. En las escrituras que otorgaron es cosa notable que llaman á Gonzalo Fernandez y le dan el título ya dicho de Gran Capitan. Sin embargo, pocos de los franceses llegaron á su tierra; el mismo señor de Mompensier falleció en Puzol de su enfermedad; y aun con Virginio Ursino no se guardó lo capitulado; antes por orden del Papa fué preso con Juan Jordan, su hijo, y otros señores italianos. Mucho le pesó al Rey de no cumplir su palabra y lo que tenia jurado de ponellos en libertad; no se atrevió empero á desobedecer al Papa que con tanta resolucion se lo mandaba, cuyo sobrino el cardenal don Juan de Borgia, obispo de Melfi, diferente del otro del misino nombre que queda ya nombrado, se halló en esta guerra por su legado; y el duque de Gandía vino por capitan de las gentes del Papa. Las cosas de Calabria con la partida del Grau Capitan se habian empeorado; por tanto, otro dia despues que se tomó el asiento con los franceses se partió la vuelta

y

de Calabria. Con su llegada de tal suerte apretó á los contrarios, que ya estaban enseñoreados de lo mas de aquella provincia, que el señor de Aubeni fué forzado á pasar por el concierto que se tomó sobre Aversa, y dejado el reino, volverse á Francia con reputacion de valiente caudillo, pero poco venturoso por el gran contrario que tuvo en el Gran Capitan. Al mismo tiempo que las cosas de Nápoles se mejoraban, en España pasó desta vida, mediado el mes de agosto, la reina doña Isabel, madre de la reina de España. Su cuerpo depositaron en Arévalo, do pasó lo postrero de su edad turbado el entendimiento. De allí los años adelante le trasladaron á la Cartuja de Búrgos, templo en que su marido el rey de Castilla don Juan el Segundo estaba sepultado. Su nieta la infanta doña Juana, á 22 del mismo mes, en una armada que tenian aprestada en Laredo, partió para casarse, como tenian concertado, con Filipe, archiduque de Austria. Acompañóla la Reina, su madre, hasta el puerto; el almirante don Fadrique Enriquez hasta Flandes, donde fué muy festejada. Asimismo en este año dió el Pontífice al rey don Fernando de España sobrenombre de Católico, segun y como Pio II los años antes dió título de Cristiauísimo á Luis XI, rey de Francia. Esto es que como antes se acostumbrase á escribir en los breves pontificios: Al rey de Castilla ilustre, se comenzó á decir: Al rey de las Españas Católico. Fué grande el sentimiento que por esta causa mostraron los portugueses; alegábase por su parte en contrario que aquellos reyes poseian buena parte de España, y que el rey don Fernando no era señor de toda ella; debate que se continuó hasta nuestra edad todo el tiempo que hobo propios reyes de Portugal. Mayor debió ser el desabrimiento de Francia, si es verdad lo que Filipe de Comines dice, que se trató de dalle el apellido de Cristianísimo. Todo se hace creible por la grandeza de las cosas que este Príncipe llevó al cabo. CAPITULO XIII.

De las cosas de Portugal.

Luego que el rey don Manuel tomó la posesion del reino de Portugal, juntó Cortes de todos los estados en Montemor, no léjos de Ebora, para dar órden en muchas cosas tocantes al buen gobierno. Allí vino don Jorge, hijo del Rey difunto, que andaba á la sazon en catorce años. Hízole compañía su ayo don Diego de Almeida, prior de San Juan. Recibióle muy amorosamente el Rey con lágrimas que derramó muchas por la memoria de cuyo hijo era. Ofrecióle que le tendria en lugar de hijo y le trataria como á tal. Despachó luego embajadores á los reyes de Castilla para avisalles de su coronacion, y al papa Alejandro para dalle, como es de costumbre, la obediencia. Tenian con el nuevo Rey gran cabida su ayo, que se llamaba don Diego de Silva, y un su hermano de leche, por nombre don Juan Manuel, hijo que era de don Juan, obispo de la Guardia, y de Justa Rodriguez, ama de leche deste Rey. A don Diego hizo conde de Portalegre en gratificacion de sus servicios; á don Juan recibió por su camarero mayor, cuya privanza fué adelante tan grande, que ninguno se le igualaba. Publicóse un edicto por el cual puso en li

bertad á los judíos, que su predecesor, como queda apuntado, habia dado contra razon por esclavos. Juntamente se acudió á las cosas de Africa con gentes y municiones. Los portugueses poseian en aquellas partes á Ceuta, que está en el Estrecho, y la ganó el rey don Juan el Primero, y á Tanger y Arcilla, plazas mas al poniente, y que á las riberas del mar Océano quitó á los mo- ̈ ros el rey don Alonso, tio del rey don Manuel. El capitan de Arcilla don Juan de Meneses, porque ciertos casares comarcanos no acudian con el tributo acostumbrado, junto con el capitan de Tanger salió contra ellos. Encontráronse sin pensar con Barraja y Almanderino, dos caudillos moros, con cuyo escuadron, si bien traian mucho mayor número de gente, pelearon con tanto valor, que los vencieron y destrozaron. Fué esta victoria muy alegre y principio de otras mayores. Todo esto sucedió antes que se acabasen las Cortes de Montemor. No se pudo pasar adelante en los negocios, que restaban muchos y muy graves, á causa que picaba la peste por aquellas partes, tanto, que el Rey fué forzado salirse de allí al principio deste año, y por Carnestolendas se fué á Setubal á verse con sus dos hermanas viudas la reina doña Leonor y doña Isabel, duquesa de Berganza. Allí se trató muy de veras que don Alvaro, hermano del duque de Berganza, y los hijos del dicho Duque, que andaban desterrados en Castilla, sin hallarse culpa alguna contra ellos en lo que culparon al Duque, volviesen á Portugal y les fuesen restituidos sus bienes y estados. Hacia sobre esto instancia el rey don Fernando de España; las hermanas con lágrimas lo suplicaban al nuevo Rey, y en especial la Duquesa, como mas lastimada por las desgracias tan grandes de su casa. Sobre todos la duquesa de Viseo doña Beatriz le importunaba con lágrimas como á Rey, y como madre se lo mandaba. «No pienses, decia, que te ha Dios hecho rey para tí solo, sino para tu madre, para tus hermanas y parientes, finalmente, para todos aquellos que tienen puestas en tí sus esperanzas; á todos es razon quepa parte de tu prosperidad. Todos tenemos derecho á desfrutar el árbol de nuestra casa, que de otra manera, si esto nos falta y nuestra esperanza nos miente, ¿dónde irémos? ¿A cuva ayuda nos acogerémos y amparo? ¿Será bien dés ocasion á los tuyos con tu sequedad para que nos pese de verte puesto en tan alto lugar? Cuando eras particular quejábamonos de nuestro desastre solamente; ahora demás de nuestra desgracia, nos podrémos agraviar de la injuria que á tu madre y á todos tus deudos haces. Por donde, si tienes cuenta con lo que es razon y con lo que debes á la que te engendró y crio y te acuerdas del mucho amor que siempre te he mostrado, vuelve á la madre su hija, sus hijos á la hermana, y los nietos á la abuela; finalinente, haz que yo toda sea vuelta á mí misma, y que todos mis miembros tan destrozados y apartados se junten en uno. Y ten por el mayor fruto de tu reinado poder hacer esta maravilla en tu casa.» Habia dificultad en esto por no dar muestra que tan presto mudaba lo establecido por su antecesor, y temia de ofender á los que tenian en su poder los bienes de los desterrados; pero en fin venció la piedad y los justos ruegos de sus deudos y madre; á los que fueron

desposeidos recompensó con otras mercedes de ma-
nera que ninguno quedase quejoso. Tratábase de casar
al Rey, que tenia cuando heredó la corona edad de
veinte y seis años. Ningun partido se ofrecia mas aven-
tajado que el de Castilla. Venian aquellos reyes bien en
ello; no le querian empero dar por esposa la hija ma-
yor; la segunda era ida á Flándes, y juntamente doйa
Catalina la tenian concertada en Inglaterra. Ofrecíanle
á la infanta doña María; él tenia por agravio que nin-
gun otro príncipe le fuese antepuesto, además que se
pagó mucho de la infanta doña Isabel el tiempo que es-
tuvo en Portugal. Andaban las práticas deste casa-
miento, y con esta ocasion el rey Católico le pedia que
entrase en la liga contra el rey de Francia; la Infanta
que echase los moros y los judíos de Portugal, que no
queria por esposo á quien daba favor y acogida á gente
tan mala. A la demanda del Rey se excusó con la amis-
tad que tenia Portugal con Francia de tiempo muy an-
tiguo. Bien venia en ligarse para la defensa de España,
mas no queria ofender ni empacharse en querellas ex-
trañas. Lo que la Infanta pedia, puesto que tenia algu-
nas dificultades y muchos lo contradecian, al fin por
ser cosa tan justificada se hizo por un edicto que á los
postreros deste año se publicó, en que se mandaba á
los moros y judíos que dentro de cierto tiempo saliesen
de aquel reino, so pena que pasado el plazo que les se-
ñalaban, serian dados por esclavos. Los moros sin con-
traste se pasaron en Africa; en lo de los judíos hobo
mayor dificultad, porque el Rey poco despues acordó
que les quitasen los hijos de catorce años abajo, y que
los bautizasen por fuerza ; resolucion extraordinaria y
que no concordaba con las leyes y costumbres cristia-
nas. ¿Quieres tú hacer á los hombres por fuerza cris-
tianos? ¿Pretendes quitalles la libertad que Dios les dió?
No es razon, y tampoco que para esto quiten los hijos
á sus padres. Sin embargo, los malos tratamientos que
hicieron á los demás fueron de tal suerte, que era lo
mismo que forzallos. Y aun así se tiene comunmente
que la conversion de los judíos de Portugal tuvo mu-
cho de violenta, y los efectos lo han mostrado. Fué
grande el número de los judíos que en esta coyuntura
se bautizó; algunos se ayudaron de la necesidad para
hacer lo que era razon; otros disimularon, y adelante
dieron muestra de lo que en sus pechos tenian encu-
bierto. Alcanzóse otrosí del Papa que los comendado-
res de las tres órdenes de Portugal que de nuevo pro-
fesasen en aquellas órdenes no fuesen obligados á
guardar castidad, salvo la conyugal, que era dalles li-
cencia para casarse. Grandes ocasiones hobo para ha-
cer esta mudanza tan grande; todavía no faltó quien la
murmurase como sucede en todas las cosas nuevas, y
no hay duda sino que con esto se abrió puerta para que
las rentas de aquellas órdenes se gastasen muy diferen-
temente de lo que antes desto se acostumbraba, y aque-
llos caballeros, en lugar de las armas, se diesen á delei-
tes y ociosidad, que fueron daños notables.

CAPITULO XIV.

De la muerte del rey don Fernando de Nápoles.
Las cosas de Italia aun no acababan de sosegar. El
Inglés con el parentesco que tenia concertado con Es-

paña se resolvió de entrar en la liga contra Francia.
El Emperador pasaba adelante, y publicaba de querer
pasar en Italia y dar órden en las cosas de Lombardía
y de Toscana. Con esto el duque de Milan se inclinó al
tanto á dejar el partido de Francia, particularmente
que por este tiempo falleció el delfin de Francia, ni-
ño de muy pocos años; y por la poca salud de aquel
Rey se temia que aquella corona recayese en el duque
de Orliens, su mayor contrario; por esto no queria des-
asirse de los otros príncipes. En el reino de Nápoles
los venecianos poseian su parte en la Pulla. El Gran Ca-
pitan tenia por el rey Católico á Rijoles y la Amantia y
otras fuerzas de la Calabria. Los angevinos, sin embar-
go del concierto, quedaban apoderados de algunas pla-
zas. Para allanallo todo el rey de Nápoles envió á don
César de Aragon, hermano no legítimo de su padre, á
Taranto, y al duque de Urbino, que le ayudó en esta
guerra, mandó reparar en el Abruzo, desde donde, alla-
nada en breve casi toda aquella parte, se fué á Roma
con Próspero Colona. Lo de Gaeta, por ser fuerza tan
grande, los tenia en mayor cuidado, porque dado que
el conde de Trivento y galeras de venecianos la apre-
taban por mar, no hacian mucho efecto; tratábase de
sitialla por tierra, cuando al rey don Fernando en Soma
sobrevino la enfermedad de cámaras, de que falleció
en Nápoles, do le llevaron, á 7 de octubre. ¿Qué le
aprovechó su edad? Qué los contentos? Qué tantas
victorias ganadas? Todo lo desbarató la muerte, que so-
brevino muy fuera de sazon. Por su fin don Fadrique,
su tio, desde Castellon, do supo lo que pasaba, acudió
á Nápoles, y el mismo dia que falleció su sobrino el Rey
alzaron por
él los estandartes reales, y él se concertó
con los príncipes de Salerno y Bisiñano y los condes
de Lauria y Melito, que eran los mayores enemigos de
la casa de Aragon. A muchos príncipes se levantaron
los pensamientos, y en particular por parte del rey Ca-
tólico en Roma y en Nápoles se hicieron diligencias para
fundar su derecho y llevalle adelante, que por entonces
no prestaron nada, ca el Papa y los otros potentados mas
querian tener por vecino un rey de pocas fuerzas que
el poder de España; y el Gran Capitan que pudiera acu-
dir á esto todavia se hallaba ocupado en el cerco que
tenia sobre el castillo de Cosencia, que pensaba rendir
en breve y con esto asegurar todo lo de aquella provin-
cia. Verdad es que dentro de pocos dias, allanado lo
de Calabria y rendida aquella fortaleza, pasó á Nola, y
dejadas allí sus gentes, fué á visitar las reinas y conso-
lallas de la muerte del Rey. Púsose el nuevo Rey sobre
Gaeta con toda su gente. Sucedió que el señor de Au-
beni, que por tierra iba la via de Roma, llegó allí en
sazon que los de dentro se hallaban muy apretados;
entró pues, é hizo que se rindiesen á partido. Salieron-
se los franceses en un galeon y dos naves cargadas de
los despojos y plata de las iglesias. La una nave com
tormenta se perdió, la otra junto á Tarracina dió ak
través, que se tuvo por castigo de Dios. Por otra parte
el César, como tenian acordado, pasados los Alpes,
entró en Lombardía con mil de á caballo y con cinco
mil infantes. Juntósele con su gente el duque de Mi-
lan, llamó desde Aste á los duques de Saboya y mar-
qués de Monferrat como feudatarios del imperio. Su

reputacion era tan poca, que no le quisieron acudir; lo mismo el duque de Ferrara, que le tenia obligado por lo de Módena y Regio, ciudades y feudos del imperio. Lo que pretendia el César era defender lo de Génova, que no se apoderase de aquel estado el Francés, como lo intentó por medio de una armada que envió allá para este efecto; y con inteligencias que tenia con el cardenal de San Pedro y algunos otros naturales esperaba llevar al cabo aquel desiño. Demás desto, cuando el Francés pasó por Pisa, de camino que iba á Nápoles, puso aquella ciudad en libertad, sacándola del señorío de florentines, que la tenían de tiempo atrás en su poder. Para defender la libertad de los pisanos acudieron á valerse de los otros príncipes de Italia, y en especial de venecianos que fueron los que mas se señalaron en su defensa. El duque de Milan deseaba grandemente enseñorearse de aquella ciudad y quitar aquella presa á los venecianos. Para esto persuadió cautelosamente al César que ayudase á los pisanos é hiciese la guerra á florentines. Con este intento el César en persona sitió á Liorna. El cerco no fué de efecto alguno, y al fin se hobo de levantar. Andaba muy vario en sus deliberaciones, y fiábase poco de los príncipes que le llama ron; por esto trataba de veras de dar la vuelta para Alemaña con menos reputacion de lo que se esperaba. Tuvo sobre el caso junta en Pavía, en que se hallaron el duque de Milan y el cardenal Bernardino de Carvajal, que en Lombardía era legado del Papa para adelantar las cosas de la liga. Este Prelado persuadió al César se entretuviese algun tiempo y acudiese á lo de Génova, que corria gran peligro por el esfuerzo que hacia el rey de Francia para apoderarse della, cuando vino nueva que lo desbarató todo, é hizo que el Emperador apresurase su partida, es á saber, que los reyes de España y de Francia tenian entre sí concertadas treguas, que entendian era principio para concordarse del todo. El caso pasó en esta manera. Al mismo tiempo que la guerra de Nápoles se hacia con mas fervor, en España tenian recelos de guerra á causa de diversas entradas y correrías que se continuaban á hacer en Francia por la parte de Ruisellon, y por los grandes apercebimientos que en Francia se hacian, temian no quisiese aquel Rey satisfacerse de tantos agravios. Por esta causa el rey Católico se acercó por aquellas fronteras, y por algun tiempo estuvo en Girona acompañado de muy buena gente que tenia allí juntada de todas partes. Pero como el otoño se pasase, y él estuviese deseoso de volver á Castilla y á Búrgos, donde tenia dado órden fuese la Reina para celebrar las bodas del Príncipe, despedida la mayor parte de la gente, dió la vuelta. El rey de Francia, avisado de lo que pasaba, hizo con gran presteza juntar un ejército de pasados diez y ocho mil combatientes. Cárlos de Albonio, señor de Santander, tenia á su cargo aquellas fronteras por el duque de Borbon, gobernador de Lenguadoc. Así, con esta gente rompió por lo de Ruisellon, y un viernes, 7 de octubre, se puso sobre Salsas, llave de aquel condado, bien que mal pertrechada, porque, aunque tenia muchos y buenos soldados, la cerca era vieja y muy delgada; que fué ocasion que el dia siguiente la villa fué entrada por combate, y el castillo rendido á partido con muerte de muchos M-11,

de los de dentro. Acudió el conde don Enrique Enriquez con la gente que pudo llevar; reparó en Ribasaltas, á una legua de Salsas, á tiempo que el daño estaba hecho. Siguió al enemigo, que desamparó el lugar por no poder dejalle en defensa, y se retiró á la sierra que está sobre Salsas con intencion de no venir á las manos. Estuvieron los campos algunos dias á una legua el uno del otro. Moviéronse tratos de concierto, y al fin se asentaron treguas por aquella parte que durasen hasta 17 dias de enero del año luego siguiente de 1497. Resultó gran sospecha deste concierto en los príncipes confederados, que se recelaban que el rey Católico los queria desamparar y tomar consejo aparte; y fué ocasion que el Emperador alzase mano de lo de Italia, y diese en breve vuelta á Alemaña, sin dejar hecho efecto que fuese de consideracion.

CAPITULO XV.

De la muerte del duque de Gandía.

Despues que por orden del Papa prendieron en Nápoles sobre concierto á Virginio Ursino y á su hijo, hecho de muy mala sonada, el Papa movió guerra á las tierras y estados de aquel linaje de los Ursinos, que eran muy grandes. Nombró por capitanes de sus gentes á los duques de Gandía y de Urbino y á Fabricio Colona, que al principio se apoderaron de algunos lugares, y últimamente se pusieron sobre la fortaleza de Brachano. Carlo Ursino y Vitelocio, con dinero que trujeron de Francia, levantaron buen número de gente de á pié y de á caballo; acudieron al socorro de aquella fuerza con trecientos hombres de armas, cuatrocientos caballos ligeros y dos mil y quinientos infantes; para divertir á los contrarios pusiéronse sobre Vasano, villa de la Iglesia. Los enemigos, dado que no eran tantos en número, alzado su campo, fueron en busca de los Ursinos. Trabóse la batalla, que fué á 24 de enero, en que al principio la gente de la Iglesia forzaron á los contrarios á retirarse y subir un montecillo para mejorarse de lugar. Fabricio Colona con parte de la gente acordó subir por el otro lado para dar en los enemigos por las espaldas. Los Ursinos, antes que llegase á do pretendia, revolvieron sobre la demás gente del Papa con tal denuedo, que ligeramente los desbarataron y pusieron en huida. El duque de Gandía salió herido en el rostro, y el de Urbino fué preso. Con esta victoria los Ursinos recobraron los lugares que les habian tomado, y el Papa fué forzado recebillos en su gracia y concertarse con ellos. Tuvo en este concierto gran parte el Gran Capitan, en que se gobernó de tal suerte, que los Ursinos quedaron muy obligados al rey Católico. Vino en esta sazonel Gran Capitan á Roma con su gente para ayudar al Papa en esta guerra, si bien la de Nápoles no quedaba de todo punto acabada. Hecho el concierto con los Ursinos, á ruegos del Pontífice fué á cercar á Ostia, fuerza que todavía se tenia por Francia debajo del gobierno de Menaut de Guerri, por donde Roma padecia grande falta de bastimentos, no de otra manera que si estuviera cercada y tuviera los enemigos á las puertas. La empresa era dificultosa, pero los españoles se dieron tan buena maña, que dentro de ocho dias la

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