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nombre con el rey. de Francia una liga, que ellos llamaron verdadera y indisoluble amistad de amigo de amigo, y enemigo de enemigo. Las capitulaciones principales eran que el César no intentase ni emprendiese cosa alguna en el ducado de Milan ni en los estados de los señores de Italia confederados de Francia, antes que les perdonase todos los excesos que contra el imperio tenían cometidos despues que el rey Cárlos pasó las Alpes hasta aquel dia; pero que si de allí adelante hiciesen lo que no debian, pudiesen ser castigados sin que el rey de Francia los defendiese. Que la investidura de Milan se diese dentro de tres meses al rey de Francia para sí y para sus sucesores, con cargo que por ella pagase al César docientos mil francos. Que el de Francia no tomaria con España algun asiento sobre el reino de Nápoles si no fuese con voluntad y consentimiento del César; y que caso que no quisiese el rey Católico concordarse, el César acudiria y daria ayuda al rey de Francia para recobralle. Que á los hijos de Ludovico Esforcia, postrero duque de Milan, se diesen tierras y rentas en Francia cada y cuando que allá fuesen á residir. Item, que se volviesen sus bienes á los desterrados de aquel ducado, y el Rey los recibiese en su gracia. Señalaron cuatro meses para que el rey Católico pudiese entrar en esta amistad, con tal que renunciase desde luego en su nieto don Cárlos el reino de Nápoles con las condiciones tratadas otras veces, y que dentro de tres meses cada cual de las partes señalase sus confederados para que se comprehendiesen en esta alianza. Fué cosa de maravilla y aun de mala sonada que ni el César ni el Archiduque nombraron al rey Católico entre los suyos; que dió ocasion á muchos de hablar y al Rey de desabrimiento. Esta confederacion se trató y concluyó muy en público. De secreto el mismo dia se asentó otra nueva liga de los tres príncipes susodichos y del Papa. La voz era para juntar las fuerzas contra las del Turco en defensa de la religion cristiana; el intento verdadero se enderezaba contra la señoría de Venecia para que cada cual de las partes recobrase con ayuda de los demás lo que venecianos les tenian ocupado injustamente, á lo que decian. La Sede Apostólica pretendia á Ravena, Servia, Faenza, Arimino, Cesena y otros lugares de Imola, de la mayor parte de los cuales se apoderaron venecianos despues de la muerte del papa Alejandro y prision del duque Valentin. El César queria recobrar á Rovereto, Verona, Padua, Vicencia, Treviso y el Friuoli, ciudades que pertenecian al imperio y casa de Austria. Del ducado de Milan tenian usurpadas á Bresa, Crema, Bergamo, Cremona y Geradada con todos sus territorios, en que el de Francia debia ser restituido. Grande borrasca y torbellino se armaba contra aquella nobilísima señoría. Muchos juzgaban que se les empleaba muy bien cualquiera desman por la atencion que siempre tenian á solo engrandecer y ensanchar su señorío. Avisóles Lorenzo Suarez de Figueroa destas tramas con intencion que se ligasen con España por lo que tocaba á las cosas del reino. El enemigo era poderoso, y el rey Católico se hallaba muy gastado, por cuyos libros se averiguó que hasta los 13 de octubre tenia remitidos para la guerra de levante en este segundo viaje pasados de

trecientos y treinta y un cuentos. Pero ellos ni acababan de creer lo de la liga ni de resolverse; antes conforme á su costumbre pretendian' conservarse neutrales y éstar á la mira para como los negociós se encaminasen seguir el partido que mejor les estuviese; mas ¿hay quien no lo haga así? Y aun en el mismo tiempo trataron muy de veras con el soldan de Egipto de impedir á los portugueses la navegacion de la India por el mar Océano y el trato de la especería, de que su república recebia perjuicio notable por quitárseles en gran parte el trato de Alejandría, en que consistia buena parte de sus riquezas. Para esto enviaron de secreto al Cairo un embajador y maestros que fundiesen artillería y labrasen navíos á nuestro modo; demás desto gran copia de metal para que todo se encaminase al rey de Calicut, donde es el mayor mercado de la especería de todo el oriente, y que con aquella ayuda echasen los portugueses de aquellos mares. Trataron otrosí con el rey Católico que en estas diferencias se interpusiese con los portugueses y los acordase; pero como era negocio de tanto interese, no se podia hallar camino para concordarse; así, con acuerdo del mismo Lorenzo Suarez, su embajador en Venecia, disimuló, y no quiso interponer su autoridad entre venecianos y portugueses; resolucion muy acertada y prudente.

CAPITULO XI.

Que el rey don Fadrique y la reina doña Isabel fallecieron.

Poco contento tenian los mas de los príncipes de suso nombrados, que tal es la condicion desta vida. El César pobre y poco avenido con su hijo. La Princesa, mujer del Archiduque, no tenia el juicio cabal. A la reina doña Isabel apretaba cierta enfermedad fea, prolija y incurable que tuvo á lo postrero de su vida, de que se decia acabaria muy en breve. Con su muerte se temian daños y revoluciones, por lo menos mudanza en el gobierno. El rey de Francia ¿qué reposo podia tener viéndose despojado de un reino tan principal que por tan suyo tenia? El rey don Fadriqué no cesaba de revolver en su pensamiento trazas para volver á su casa y corona; de que resultó como quier que todos le faltasen y le entretuviesen con buenas esperanzas solamente, que, mal pecado, cargó sobre él tan mal humor, que enfermó de cuartanas y con ellas, de Bles, despues de partidos los embajadores del rey Católico, volvió á Turs, su residencia mas ordinaria. Afligíale verse pobre y de todos desamparado y en poder de sus mortales enemigos. Entendia que era imposible concordarse los dos reyes de Francia y el Católico, y que en lo de su restitucion no procedian con llaneza; antes por mostrar voluntad de lo que no pensaban hacer y por este modo engañar al mundo y entretenelle á él, ponia cada cual de las partes condiciones que sabian muy bien no se aceptarian por la otra parte; que todo era burlarse de su mala suerte y traelle al retortero. Lo que mas sentia era que en su hijo el duque de Calabria no se veia aquel valor y maña y virtudes que eran necesarias para salir del aprieto en que estaban; y persuadíase que, muerto él, se acomodaria con el estado presente sin trabajarse mucho para pasar mas adelan¬

vase la mitad de los proventos que resultasen de las islas y tierra firme que tenian descubierta, sin otros diez cuentos que le mandó cada un año, situados en las alcabalas de los maestrazgos. Nombró por testameutarios al Rey y al arzobispo de Toledo y á don Diego de Deza, obispo de Palencia, Antonio de Fonseca y Juan Velazquez, sus contadores mayores, y á su secretario Juan Lopez de Lezarraga. No faltaron personas señaladas que no embargante esta disposicion de la Reina, aconsejaban al Rey se tuviese por legítimo sucesor de aquellos reinos, pues descendia por linea de varones de la casa real de Castilla; que este era camino mas derecho y mas firme que la via de la administracion. Que los pueblos le amaban mucho, y con quitar algunas gravezas y premáticas odiosas á la gente, ninguno de aquella corona le faltaria. El Rey, sin embargo, en este punto estuvo tan sobre sí, que con estar ofendido de su yerno en muchas maneras, y la Princesa tan impedida y tener el camino muy llano para apoderarse de todo, el mismo dia que falleció la Reina salió á la tarde, y en un cadalalso que se armó en la plaza de aquella villa mandó alzar los pendones reales por doña Juana, su hija, como reina propietaria de Castilla, y por el rey don Filipe como su marido; alzó los estandartes el duque de Alba don Fadrique de Toledo. En las demás ciudades y villas en que se acostumbra alzar los pendones solo se nombraba la reina doña Juana, sin hacer memoria de su marido; lo mismo en los pregones y provisiones que por todo el reino se hacian, todo con fundamento que el Archiduque les debia primero jurar sus privilegios y leyes; señaladamente querian asegurar que en los consejos y audiencias y gobiernos y tenencias no se sirviese de extranjeros sino de naturales, como tambien la reina doña Isabel lo dejó expresado en su testamento. En este mes y en el siguiente de diciembre y aun mas adelante cargaron tanto las aguas, que los sembrados se perdieron, y se padeció grande hambre, así bien el año siguiente como el presente se padecia.

te. Sobre el cual sugeto á los postreros dias de su vida le escribió una carta larga y discreta, llena de avisos para que se supiese gobernar conforme al estado presente y aspirase con valor á mas, sin envilecerse con los deleites ni acobardarse por las dificultades que se representaban. Encomiendale que se muestre animoso y liberal y ejercite su cuerpo en obras militares y de caballería. Por estas razones se ve que á este Príncipe ni le faltó cordura ni ánimo; su desastrada suerte le redujo á aquellos términos, que como acontece á los desgraciados, le siguió, tanto que una noche se quemaron las casas en que posaba con tanta furia, que apenas él, su mujer y hijos se pudieron salvar desnudos. Este accidente le agravó la enfermedad, de que falleció en aquella ciudad á los 9 de noviembre. Dejó de su primera mujer una hija que tenia casada en Francia; de la segunda cinco hijos, es á saber, doña Isabel, doña Julia, don Alonso y don César, y el mayor don Fernando, duque de Calabria, que á la sazon que llegó la nueva de la muerte de su padre estaba en Medina del Campo, do la corte se hallaba. Mandó el Rey á Próspero Colona que de su parte se la llevase y le consolase, bien que el mismo Rey se hallaba muy congojado por la dolencia de la Reina, que la traia muy al cabo. Daba ella mucha priesa para que el Archiduque y su mujer viniesen á España con toda brevedad; y Gutierre Gomez de Fuensalida, embajador en Flándes, hacia sobre ello grande instancia. Excusóse el Archiduque con la guerra que le hacia el duque de Güeldres. La verdad era que no gustaba de venir, y mostraba tener en poco la sucesion de tan grandes estados. Agravóse la enfermedad, y falleció la Reina en aquella villa á los 26 de noviembre. Su muerte fué tan llorada y endechada cuanto su vida lo merecia, y su valor y prudencia y las demás virtudes tan aventajadas, que la menor de sus alabanzas es haber sido la mas excelente y valerosa princesa que el mundo tuvo, no solo en sus tiempos, sino muchos siglos antes. Mandóse enterrar en Granada. Allí, porque la capilla Real no la tenian labrada como se pretendia hacer, su cuerpo se depositó en el Alhambra. Mandó que en su entierro y por su muerte nadie se vistiese de jerga como se acostumbraba; y desde aquel tiempo se desusó aquel luto tan extraño. En su testamento revocó algunas donaciones que en perjuicio de la corona real se hicieron mas por fuerza que de grado al principio de su reinado. Item, declaró que la donacion que se hizo á don Andrés de Cabrera y á su mujer del marquesado de Moya procedió de su voluntad por los servicios muy señalados que le hicieron. Nombró por su heredera á su hija la princesa doña Juana, y con ella al Archiduque, su marido. Pero por su poca salud y ausencia, en conformidad de lo que por Cortes dos años antes le suplicaron sus vasallos, mandó y ordenó que si la Princesa, su hija, por su ausencia ó por otro respeto no pudiese ó no quisiese entender en el gobierno de sus reinos, en tal caso el rey don Fernando tuviese la administracion dellos por su hija la Princesa hasta tanto que su nieto el infante don Cárlos fuese de veinte años cumplidos. Demás desto, mandó que ultra de la administracion de los maestrazgos que tenia por concesion de la Sede Apostólica, el rey don Fernando lle

CAPITULO XII.

De las diferencias que hobo sobre el gobierno de Castilla.

La muerte de la reina doña Isabel dió ocasion de disgustos y diferencias. El rey don Fernando, conforme á la cláusula del testamento de la Reina, preteudia mantenerse en el gobierno de Castilla, atento que la impotencia y enfermedad de la reina doña Juana, su hija, era muy notoria, hasta tenella en Flandes recogida. Para salir con este intento usó de dos medios: el uno fué escribir al rey archiduque, su yerno, y avisalle que no se le permitiria entrar en Castilla sin su mujer; que los del reino deseaban conocer por las obras si era falso el impedimento que se decia ó si daba lugar para poder gobernar y reinar; el otro fué que convocó Cortes del reino para la ciudad de Toro. Allí, á los 11 de enero del año 1505, Garci Laso de la Vega, comendador mayor de Leon, que presidia en las Cortes, y los procuradores vieron la cláusula del testamento de la reina doña Isabel, que tocaba á la sucesion en aquellos sus reinos y á la administracion dellos; y conforme á

ella, de comun consentimiento, juraron por reyes á doña Juana como á reina proprietaria de Castilla y heredera legítima de su madre, y al rey Archiduque como á su marido, y al rey Católico como administrador dellos. Pocos dias adelante se declaró por las mismas Cortes el impedimento notorio de la reina doña Juana; por tanto, suplicaron al rey Católico que, conforme á lo dispuesto en el dicho testamento, se encargase del gobierno de aquellos reinos y no los desamparase. En conformidad desto, despacharon sus mensajeros á Flandes con cartas en que avisaban de todo lo hecho, su data á los 11 de febrero. Sin embargo, se levantaron grandes contradicciones sobre la administracion. Los grandes, conforme á la condicion del ingenio humano, deseaban mudanza en el gobierno, y en particular por estar á la sazon desabridos con el rey Católico, quién por lugares que les quitara de que el rey don Enrique les hiciera merced, quién por no haber salido con lo que pretendian, y todos porque los enfrenaba, y con administrar igualmente justicia impedia que no pudiesen agraviar á los pequeños. El que entre todos mas se adelantó y señaló fué don Pedro Manrique, duque de Najara, que con sus deudos y aliados hacia en palabras y en obras toda la contradiccion que podia. Despues dél se mostró mucho don Diego Lopez Pacheco, marqués de Villena, por tenerse por agraviado á causa de los pueblos de aquel marquesado que le quitaron los años pasados, y á rio vuelto se prometia los recobraria. Los demás grandes casi todos eran del mismo parecer, si bien contemporizaban y no se declaraban tanto; solo el duque de Alba don Fadrique de Toledo estuvo siempre de parte del rey Católico. El nuevo Rey otrosí y los del su consejo formaban agravio y quejas contra el gobierno del rey Católico. Decian que á qué habia de venir á Castilla el Rey ó á qué propósito se lo llamaban; pues llamalle rey y no tener reino, ó venir al reino de que se llamaba rey y no mandar en él como rey, ¿qué seria sino burla y juego de niños? A los unos y á los otros incitaba y encendia don Juan Manuel, caballero, aunque pequeño de cuerpo, muy vivo, de grande ingenio y diclos muy agudos. Pretendió el rey Católico apartalle del rey Archiduque por prevenir este daño; mandóle primero volviese á Alemaña para servir su oficio de embajador acerca del César. El rey Archiduque no quiso venir en ello ni lo consintió, antes hizo en adelante mas caso dél y le dió parte de todas sus cosas sin encubrille alguna de sus puridades. Despues, visto que este medio no salia, procuró el rey Católico ganalle con grandes ofrecimientos que hizo á doña Catalina de Castilla, su mujer, señora de muy gran punto. Prometia para él y para sus hijos grandes ventajas. Todo no prestó ni fué de provecho, ca él, como sagaz, mas caso hacia de la privanza de un príncipe mozo y dadivoso que de las promesas de un viejo astuto y limitado. No pararon estas altercaciones en esto, antes llegaron á Italia, tanto, que el rey Católico comenzó á teuer grandes recelos del Gran Capitan; temia no se inclinase á la parte de su yerno y del César, por donde el reino de Nápoles se pusiese en balanzas. Atizaba estas sospechas Próspero Colona, sin embargo que para sí y para sus sobrinos M-11.

alcanzó con su venida á España todo lo que pretendia, en particular que la conducta de Bartolomé de Albiano, que era de cuatrocientas lanzas, se reformase á docientas. Demás desto, mandó el rey Católico que para guarda del reino de Nápoles quedasen mil y docientos hombres de armas y seiscientos jinetes y tres mil infantes españoles; y se enviasen á España otros dos mil y se despidiesen los alemanes, todo á propósito de excusar gastos y enflaquecer las fuerzas de aquel reino, que no le pudiesen con ellas empecer si las cosas viniesen á rompimiento. Formóse etrosí consejo particular en corte de Castilla para la provision de las cosas de gobierno y de justicia de aquel reino. En él intervenian micer Tomás Malferit, que presidia en el consejo de Aragon, el licenciado Luis Zapata, Luis Sanchez, tesorero general, Juan Bautista Espinelo y por secretario Miguel Perez de Almazan. De Navarra enviaron aquellos reyes á Ladron de Mauleon para tratar se renovasen las alianzas que tenian concertadas y se confirmasen con el matrimonio del príncipe de Viana con hija del rey Archiduque. Hacian otrosí instancia por la libertad del duque Valentin, preso en la Mota de Medina, que procuraban asimismo gran número de cardenales, como hechuras que eran del papa Alejandro. El Rey fué contento que las alianzas con Navarra se renovasen, y dió intencion del casamiento que se pedia; cuanto á la persona del Duque, respondió que por entonces no habia lugar, dado que en su pecho v :cilaba mucho, y por la desconfianza que tenia concebida del Gran Capitan pensaba á las veces de servirse del Duque para las cosas de Italia. Los ánimos sospechosos se suelen remontar á medios extraños. Solo queria seguridad que le serviria y acudiria. Plática que se llevó tan adelante, que Alonso de Este, duque de Ferrara, su cuñado, ca su padre falleció por este tiempo, se ofrecia á la seguridad. De Portugal el rey don Manuel envió al obispo de Portu don Diego de Sousa y á Diego Pacheco para dar la obediencia al pontifice Julio. Junto con esto, despues que los años pasados envió á la India diversas armadas para el trato de la especería, acordó de enviar uno con nombre y autoridad de gobernador á quien todos obedeciesen, y él con su valor adelantase lo comenzado. Nombró para este cargo á Francisco de Almeida, y mandó aprestar una gruesa armada en que fuese. No carecia este negocio, demás de ser la navegacion tan larga, de grandes dificultades; una era la contradiccion que venecianos hacian, como queda dicho; otra que el soldan de Babilonia, sea á instancia de aquella señoría, sea de su voluntad, tomó aquel negocio por propio. Despachó al guardian de Jerusalem, que se llamaba Mauro, para este efecto con cartas enderezadas al sumo Pontífice, en que daba grandes quejas contra el rey Católico por lo que tocaba á la conquista del reino de Granada y á la conversion de los moros, que decia se hizo por fuerza, y contra el rey de Portugal á causa que con sus navegaciones quitaba á los suyos el trato de la India y le tomaba á él sus naves. Rogábale se interpusiese para que esto no pasase adelante; donde no, amenazaba de destruir el santo sepulcro y dar la muerte á todos los cristianos que moraban en sus reinos. Movieron estas amenazas al 20

Papa: el mismo religioso con sus cartas y con las del Soldan envió á España para que los reyes, á quien esto tocaba, le avisasen de su parecer y de lo que seria bien responder al Soldan. Lo que el rey Católico respondió no se sabe; como las quejas contra él eran viejas, debió disimular. El rey de Portugal contra quien esta embajada se enderezaba principalmente, escribió al Papa con el mismo religioso una carta deste tenor: «Recebí » la de vuestra Santidad con la copia de la del Soldan, » y vi las quejas que forma contra el Rey, mi señor, y >>contra mí, que son alabanzas mas verdaderamente » que baldones, porque ¿qué mayor gloria puede ser á >> un principe cristiano que ser aborrecido su nombre » de la morisma? Las amenazas que añade se enderezan >>á hacernos desistir del intento que tenemos de ensal»zar el nombre de Cristo. Yo no tengo que responder » por el Rey, mi señor; él mismo responderá por sí como » se puede esperar de su mucha prudencia. De mí sé >> decir con verdad que quisiera haber dado ocasion al >>Soldan de mucho mayores quejas; y aseguro que mi >> principal intento cuando hice abrir el viaje de la In» dia fué echar por tierra y asolar la casa de Meca, do >> está el sepulcro de Mahoma; lo cual espero con la gra»cia de Dios que algun dia se pondrá en efecto. Enton>>ces se podrá el Soldan quejar de veras, y no ahora que >>los daños son tan pequeños. Lo que amenaza de dar » la muerte á los cristianos y destruir el santo sepul>>cro, no le tengo por tan inconsiderado que se quiera >> privar de las rentas tan gruesas que le pagan los cris» tianos, ni por tan temerario que quiera irritar contra >>sí todo el cristianismo y forzallos á que se junten para » vengar semejantes injurias. Por esto yo suplico á » vuestra Santidad ponga su pensamiento en unir los » príncipes cristianos para que con sus fuerzas desha»gan aquella malvada secta y su memoria, cosa que >algunos príncipes suplicaron al papa Alejandro, y por » ventura Dios, Padre santo, reserva esta gloria para >> vuestro tiempo. Lo que será bien responder al Soldan, >> verá vuestra prudencia junto con ese sacro colegio; » que no es razon yo interponga en esto mi juicio. Lo » que deseo y pretendo hacer con el ayuda divina, .sin >> tener cuenta con amenazas ni espantos, me pareció >> declarar en estos pocos renglones. »

CAPITULO XIII.

Los desgustos entre el rey Católico y su yerno fueron adelante.

En estas cortes de Toro se publicaron las leyes de Toro que quedaron ordenadas desde antes que la reina doña Isabel falleciese. Despidiéronse las Cortes, у sin embargo se detuvo el rey Católico en aquella ciudad hasta fin del mes de abril con intento de enterarse, COmo de tan cerca, si acudiria bien á sus cosas el rey don Manuel, y si recibiria bien lo de su gobierno. Los grandes por la mala voluntad que le tenian divulgaron que traia tratos de casarse con doña Juana, hija del rey don Enrique, para seguir su derecho, que tanto antes contradijo, y por este camino en despecho de los nuevos reyes, sus hijos, no solo mantenerse en el gobierno de Castilla, sino en el título de rey que antes tenia. No se puede pensar cuánto se enconaron los áni

mos de muchos con estas hablillas. Las revueltas dan siempre ocasion que se digan, y aun se crean falsamente muchas patrañas, cual parece fué esta. Averíguase que su vicechanciller Alonso, de la caballería, pretendia fundar y aun persuadille que dejase el nombre de gobernador y tomase el nombre de administrador y usufructuario, como de derecho lo son los padres de los bienes de sus hijos que heredan de sus madres antes de ser emancipados, y aun despues han parte en el usufructo. Que la reina doña Juana no era emancipada, y cuando lo fuera, se podia tener en la misma cuenta de menor edad, fuese por su indisposicion ó por tenella su marido oprimida y sin libertad. Junto con esto que se debia llamar rey de Castilla, así por el título de usufructuario como porque fué marido de la inclita reina doña Isabel. Alegaba á este propósito el ejemplo del rey don Juan, su padre, que despues de muerta su primera mujer se continuó á llamar y fué verdadero rey de Navarra, si bien quedaron hijos del primer matrimonio y el reino era de la madre. Decia que título de gobernador era flaco y movible; que para bien gobernar era necesario llamarse rey; que don Enrique, conde de Trastamara, hasta que se llamó rey tuvo muy poca parte en el reino y muy pocos le siguieron. Los grandes de Castilla y los del concejo del rey Archiduque iban por camino muy diferente; pretendian que la administracion del reino le pertenecia como á marido de la reina propietaria, y que esto no se lo podian quitar. Decian que no era razon viniesen los nuevos reyes para no gobernar, sino ser gobernados; y que no era conveniente ni podrian sufrir que dos gobernasen, ni seria posible concertallos. Que el rey Católico acertaria mucho en comedirse con tiempo y hacer de grado lo que seria forzoso, es á saber, retirarse á su reino de Aragon y desde allí ayudar á sus hijos en lo que él pudiese y ellos quisiesen. En lo que tocaba á los reinos de Nápoles y Granada tampoco se concordaban los pareceres; el rey Católico pretendia tener parte en el de Granada como bienes adquiridos durante el matrimonio y ser suyo el de Nápoles por el derecho que la casa de Aragon tenia á aquella corona; y sentia mucho que su yerno en los asientos que tomaba con Francia dispusiese dél como si fuera cosa suya, sin dar parte al que pretendia ser el todo. Por el mismo caso se recelaba del Gran Capitan, que era castellano, especial que fué requerido por un secretario del César, que fué á Nápoles para saber su intencion en caso de rompimiento; y el Papa le hizo preguntar caso que se ligase con el César y rey de Francia contra el rey Católico á quién pensaba acudir. Respondió al César y á sus ofertas con palabras generales, al Papa muy resolutamente que no debia su Santidad saber quién eran los suyos, y la obligacion que tenian al Rey, su señor, y á no hacer vileza ni cosa que no debiesen. Partió el rey Católico de Toro, y por Arévalo pasó á Segovia. Desde allí envió á Flándes á don Juan de Fonseca, que ya era obispo de Palencia, para que hiciese compañía á la Reina, su hija; y á Lope de Conchillos, deudo del secretario Miguel Perez de Almazan, para que le sirviese de secretario. Asimismo de parte del César y de su hijo vinieron por embajadores al rey Ca

tólico Andrea del Burgo Cremones y Filiberto, señor de Vere, que tenia mucha cabida con el rev Archiduque y mucha noticia de las cosas de Castilla. Con este comunicó sus quejas el rey Católico, y pretendió de nuevo apartar á don Juan Manuel del Archiduque; pero él no obedeció, antes se envió á despedir del servicio del rey Católico; que eran nuevos desabrimientos, además que el Archiduque mandó echar en prision Lope de Conchillos, en que le tuvo mucho tiempo muy apretado. La causa fué que la Reina le mandó escribiese al Rey, su padre, que era su voluntad tuviese el gobierno de sus reinos conforme á lo que su madre dejó ordenado. Esta carta vino á poder del-Archiduque, de que recibió mucho enojo. Mandó prender al secretario, y ordenó que ninguno de sus criados españoles la pudiesen hablar. La Reina, su mujer, tomó tanta pena destas cosas, que se alteró en gran manera, por do su indisposicion se le aumentó tanto, que fué necesario recogella. No se descuidaba el Gran Capitan en lo que tocaba á Italia, antes con mil soldados españoles, de los que por orden del rey Católico se mandaban despedir, envió á Nuño de Ocampo para la defensa de Pomblin y de Pisa. Cercaron los florentines á Pisa; Nuño de Ocampo con los suyos se fué desde Pomblin á meter dentro della; con que los florentines se enfrenaron de manera, que les convino alzar el cerco que tenian muy apretado sobre aquella ciudad, y no pudieron tomalla, como sin duda, á faltalle este socorro, lo hicieran. Instaban los coloneses se reformase la conducta de Bartolomé de Albiano. El Gran Capitan lo entretenia por conocer el valor y condicion de aquel caballero. Despues por entender que tenia sus inteligencias con el Papa en deservicio de España y que pretendia hacer guerra á los florentines en favor de los Médicis, se hizo la reformacion, lo cual luego que vino á su noticia, trató de apoderarse de Pomblin; mas por estar dentro Nuño de Ocampo, pretendió entrarse en Pisa con color de defendella. Tuvieron aviso desto por una parte el Gran Capitan, por otra los florentines. El Gran Capitan le envió á mandar no pasase mas adelante, so pena de perder la conducta y estado que tenia del rey Católico. Los florentines debajo la conducta de Hércules Bentivolla se pusieron en cierto paso junto á la torre de San Vicente, cinco millas distante de Campilla, pueblo del estado de Pomblin. Allí le desbarataron é hirieron ; y en Nápoles, porque "no obedeció, se mandó ejecutar la pena incurrida; que todo fué ocasion de declararse y seguir diferente partido. No se podia presumir otra cosa de su natural, en demasía bullicioso é inquieto. La gente de guerra española, que se debia despedir conforme á lo mandado por el Rey, puesto que se dió voz que la enviaban á la conquista de los gelves, se amotinó de manera, que puso al Gran Capitan en mucho cuidado; mas él usó de tal maña, que los apaciguó y envió á España conforme al órden que tenia.

CAPITULO XIV.

De diversas confederaciones que se hicieron con el rey de Francia.

confirmase el César, su padre; para esto concertó de verse con él en Hagenau, ciudad del imperio. Acudieron allí el César y el rey Archiduque, que llevó con sigo al cardenal de Ruan Jorge de Amboesa, que era por quien en todas las cosas se gobernaba el de Francia con poderes bastantes que llevaba de su señor. Acordóse que se diese la investidura de Milan, como pusieáron, al rey de Francia para sí y sus hijos varones; y á falta dellos para Claudia y Cárlos de Austria, su esposo. Púsose por condicion que si por culpa del rey de Francia no se efectuase aquel matrimonio, cayese del derecho que pretendia á aquel ducado, y recayese en los de Austria. Declaróse otrosí que la investidura que se le daba era sin perjuicio del derecho de tercero. En esto segundo hicieron fundamento los hijos de Ludovico Esforcia para ser restituidos en aquel estado. Por la primera condicion pretendió el dicho príncipe don Cárlos, ya que era emperador, que despues de la muerte de los Esforcias se podia quedar con aquel ducado; verdad es que en tal caso se mandaban volver al rey de Francia los docientos mil francos que dió por la investidura. Hizo el juramento y homenaje de fidelidad en nombre de su Rey el cardenal de Ruan por ser aquel estado feudo del imperio. Del reino de Nápoles no se trató cosa nueva en estas vistas; mas en confirmar, como lo acordaron, que el matrimonio del príncipe don Carlos y Claudia se efectuase, se entendia le debian llevar por dote, segun que entre los tres lo tenian acordado. Sintió mucho el rey Católico todas estas tramas, que claramente se enderezaban contra él. Quejóse gravemente de los malos consejeros que su yerno tenia, y que sin dalle parte se concluyesen cosas tan grandes. Lo que mas era que saneaban los derechos de Francia en lo de Milan sin que se saneasen los suyos, así en lo de Borgoña como en lo que tocaba al reino de Nápoles. Revolvia en su pensamiento la forma que podria tener para ganar de su parte al rey de Francia, y por este medio prevenirse para todo lo que le podria suceder. Parecióle que el mejor camino de todos seria casar en Francia con Germana de Fox, que era sobrina de aquel Rey, bija de su hermana. Envió para tratar esto á fray Juan de Enguerra, de la órden de San Bernardo, é inquisidor en Cataluña. Gustó mucho el Francés deste casamiento, tanto, que por contemplacion dél renunciaba el derecho que tenia al reino de Nápoles en su sobrina y en sus hijos varones y hembras, junto con el título de rey de Nápoles y Jerusalem. Por el contrario, el rey Católico vino en que, caso que no tuviesen hijos, aquel reino volviese al rey de Francia y á sus herederos. Demás que se obligó de pagalle por los gastos de la guerra quinientos mil ducados en término de diez años por pagas iguales. Item, que á los barones angevinos se volverian sus estados, cosa muy dificultosa. Y los prisioneros que tenia en su poder el Gran Capitan se pondrian en libertad, nombradamente el príncipe de Rosano y marqués de Bitonto; solo se exceptuaron el duque Valentin y el conde de Pallas. Con esto el rey de Francia se obligaba de asistir al rey Católico contra el César y su hijo, caso que intentasen á removelle de la gobernacion de Castilla. El Guiciardino dice que se concertó asimismo ayudaria el rey Católico á Gaston de Fox, su cuùudo, á

Deseaba el rey Archiduque que la concordia que el año pasado se asentó en Bles con el rey de Francia la

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