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Faenza y Arimino, y le restituyeron lo que tenían de los condados de Imola y de Cesena. Con esto tomaban en su proteccion al duque de Urbino y al prefecto de Roma, sobrino del Papa, á quien el Duque tenia adoptado, y para que le sucediese en aquel estado, le casó con hija del marqués de Mantua, su cuñado. Al Gran Capitan se envió aviso de las paces que el rey Católico hizo con el rey de Francia, con órden se viniese luego á España para dar asiento en cosas que pedian la presencia de su persona; y de secreto tuvo al arzobispo de Zaragoza nombrado para el gobierno de Nápoles. El Gran Capitan mostró holgar de las paces, y las hizo pregonar y regocijar en Nápoles. Cuanto á su venida, respondió que estaba presto y que muy en breve se partiria; mas ya el tiempo, ya las cosas no dieron á ello por entonces lugar. Por esto las sospechas que se tenian dél se aumentaban, menudeaban los chismes, y cada cual tomaba ocasion de pensar y decir lo que le parecia, dado que él envió á su secretario Juan Lopez de Vergara á dar razon de sí y de todo lo que pasaba.

CAPITULO XV.

Que Mazalquivir se ganó en Africa de moros.

conquistar el reino de Navarra, á que pretendia tener derecho. Item, que el de Francia enviaria á España la viuda reina de Nápoles con sus hijos, y si no quisiese venir, la despediria de su reino. Los unos conciertos y los otros se hicieron este verano y estío; y desde Segovia, á los 25 de agosto, se enviaron á Fraucia para concluir don Juan de Silva, conde de Cifuentes, mícer Tomás Malferit y el mismo fray Juan de Enguerra, que llevaron las provisiones para libertar á los prisioneros de Nápoles, y seguridad para que los desterrados pudiesen ir á sus casas. En particular se trató de casar á Roberto de Sanseverino, príncipe de Salerno, cabeza de los forajidos de Nápoles, con doña Marina de Aragon, hija de don Alonso de Aragon, duque de Villahermosa y conde de Ribagorza, y hermana de don Alonso, duque de Villahermosa, y de don Juan, conde de Ribagorza; trazas que dieron mucho contento al rey de Francia, tanto, que procuró impedir que el rey Archiduque no viniese á España, y se lo envió á requerir con un su secretario que hasta que las diferencias que tenia con su suegro se determinasen no se pusiese en camino. Para necesitalle á ello trató con el duque de Gueldres que con mas gente hiciese la guerra en Flándes. Este asiento por una parte causó gran turbacion en el reino de Nápoles, y los barones que poseian las tierras de los forajidos se apellidaron para defenderse unos á otros, en particular Próspero Colona, que se salió del reino, y llegó á ofrecer al Papa que si el rey de Francia le renunciase el derecho que pretendia á aquel reino, él y los suyos se le conquistarian; por otra alteró de nuevo á los grandes de Castilla, tanto mas, que se publicaba que la reina Católica para dejar al rey Católico por gobernador de sus reinos, le tomó primero juramento que no se casaria; y procuraron estorbar al conde de Cifuentes que no fuese con aquella embajada, so pena que le tendrian por mal castellano. Algunos cargaban al Gran Capitan de que no se declarase por el rey Archiduque, pues por aquel matrimonio del rey Católico con doña Germana se quitaba la sucesion del reino de Nápoles al príncipe don Carlos, ora tuviesen hijos, ora no. El rey Archiduque asimismo sintió mucho que le quitasen del todo lo de Nápoles, y le pusiesen en condicion la corona de Aragon, si el Rey, su suegro, tuviese hijo varon. El rey Católico por prevenir desgustos despachó á Flándes al protonotario don Pedro de Ayala, que fué antes embajador en Inglaterra, para que juntamente con Gutierre Gomez de Fuensalida, su embajador ordinario, avisasen al Rey, su yerno, de aquellas paces y conciertos é hiciesen de su parte instancia que Lope de Conchillos fuese puesto en libertad, ca le tenian en Villaborda muy apretado. Hicieron ellos lo que les fuera mandado; y el rey Archiduque en lo que tocaba al matrimonio, dijo con palabras generales que se holgaba dél; que el Rey, su señor, era libre, y se podia casar donde mas gusto le diese; en lo de Lope de Conchillos dió por respuesta que era su criado y tenia acostamiento de su casa; que por sus deméritos le tenia preso y no le pensaba dar libertad. Venecianos en todas estas tramas se estaban á la mira sin echar de ver la borrasca que se les armaba; verdad es que se concertaron con el Papa de manera que se quedaron en la Romaña con lo de

No se apartaba del lado del rey Católico el arzobispo de Toledo, antes en todas estas diferencias le acudió siempre con grande lealtad, y fué gran parte para que muchos reprimiesen sus malas voluntades. Era, este Prelado de gran corazon y pensamientos mas altos que segun el bajo estado en que se crió. Persuadia al Rey y hacia grande instancia aun en vida de la Reina que, acababa la guerra de Nápoles, la hiciese en Berbería contra los moros. Llegó el negocio tan adelante, que el Rey dió órden como buena parte de los soldados españoles que tenian en Nápoles para acometer esta empresa volviesen á España, y así se hizo. Por otra parte, el conde de Tendilla se ofrecia con cuarenta cuentos de maravedís que el Rey le consignase, de dar conquistada á Oran y su puerto de Mazalquivir y otras villas comarcanas; que si de aquel dinero sobrase algo, se volviese al Rey, y si faltase, lo supliria él de su casa. Este asiento, que estuvo muy adelante, se desbarató con la muerte de la Reina; mas porque del todo no cesase este intento, y los soldados de Nápoles no estuviesen ociosos, el Arzobispo prestó al Rey once cuentos para ayuda al gasto. Con esto en las costas del Andalucía se aprestó una armada, primero con intencion de ganar por trato que se traia un pueblo de Berbería, que se llama Tedeliz, y está sobre el mar entre Bugia y Argel; despues por entender que no era lugar importante ni plaza que se debiese sustentar, acordaron acometer á Mazalquivir, que quiere decir en arábigo puerto grande, nombre que tenia antiguamente, y así le llama Ptolemeo Portus magnus. Está muy cerca de Oran contrapuesto á la ciudad de Almería, bien que algo mas á levante. Luego que la armada estuvo á punto, en que iban seis galeras y gran número de carabelas y otros bajeles que llevaban hasta cinco mil hombres, don Diego Fernandez de Córdoba, alcaide de los Donceles, caballero de mucho valor, que estaba nombrado por general de aquella empresa, de la playa de Málaga se hizo

á la vela un viérnes, á 29 de agosto. Llevaba cargo de las cosas del mar don Ramon de Cardona. Tuvieron tiempo contrario, y fuéles forzoso entretenerse en el puerto de Almería. Desde allí, alzadas las velas, se partieron, y á 11 de setiembre con toda la armada surgieron en aquel puerto de Mazalquivir. Tenia en la punta el puerto un baluarte con mucha artillería y sus traveses y torreones, debajo de la cual entraron los nuestros. Acudieron ciento y cincuenta caballos y tres mil peones para estorbar que no saltasen en tierra. El desembarcadero era malo, y el dia muy tempestuoso. Todas estas dificultades venció el grande esfuerzo de los cristianos. El primero que saltó en tierra fué Pero Lopez Zagal, un muy valiente soldado. Pelearon con los moros, hiciéronlos retirar á Orán, y quedaron solos cuatrocientos soldados en la fuerza de Mazalquivir. Combatiéronlos, y en el primer combate fué muerto de un tiro de artillería el alcaide de aquel castillo con otros muchos, y les descabalgaron los mejores tiros que tenian asestados. Desanimados con esto los moros, se rindieron al tercero dia á partido, y se alzaron en aquella fuerza las banderas de España. Túvose á gran ventura lo uno el detenerse la armada, ca con la nueva que era salida de Málaga, cargó gran morisma por aquellas partes; pero á cabo de ocho dias por faltalles provision y entender que nuestra armada iba á otra parte, se derramó aquella gente; lo otro que el mismo dia que el castillo se rindió, por la sierra acudió gran muchedumbre de moros para dar socorro á los cercados, que hicieran mucho daño si no llegaran tan tarde. Estos se juntaron con los de Orán, y salieron al campo con intencion, á lo que parecia, de venir á las manos. No se atrevieron empero, dado que el alcaide de los Donceles sacó su hueste en órden para dalles la batalla. Solo hobo algunas escaramuzas con los nuestros, que salian con escolta á hacer agua ó leña, de que padecian falta. Dióse la tenencia de aquella fortaleza con cargo de capitan general de la conquista de Berbería al alcaide de los Donceles. Con tanto, don Ramon de Cardona con su armada dió la vuelta á Málaga á 24 del dicho mes. Los que queda ron en guarda de aquel puerto trataron con los de Orán y tomaron con ellos su asiento, en que concertaron treguas para poder contratar unos con otros, cosa que á los moros les venia muy bien para no perder la contratacion de levante, que se les comunicaba por medio de las galeazas venecianas que traian á aquel puerto y por todas las costas de Africa, España, Francia, Flándes y Dinamarca la especería de que en Alejandría cargaban. Grande fué la reputacion que con esta empresa ganó el rey Católico, pues, no contento con lo que en Italia hizo, volvia su pensamiento á la conquista de Africa y al ensalzamiento del nombre cristiano. Verdad es que los maliciosos se persuadian que debajo aquel color juntaba sus fuerzas, no contra los infieles, sino para resistir al Rey, su yerno, si pretendiese venir á Castilla y quitalle el gobierno. El arzobispo de Toledo con tau buen principio se animó mucho para ayudar á llevar adelante aquella santa empresa y gastar en ella buena parte de sus rentas, hasta revolver en su pensamiento de pasar en persona á Africa para dar mayor calor á aquella conquista, como lo hizo poco adelante. Mediado este

mes, parió en Bruselas la reina doña Juana una hija, que llamó doña María. Para visitalla envió el rey Católico un caballero de su casa, que se decia Cárlos de Alagon, con órden de avisar algunas cosas al rey don Filipe, enderezadas á que entendiese cuánto mejor le estaba la concordia que venir á rompimiento. El rey don Manuel se retiró á Almerin por huir la peste que por este mismo tiempo comenzó á picar en Lisboa, do con su corte residia. En Castilla otrosí la chancillería de Ciudad-Real se pasó este año á Granada, y por su presidente fué nombrado el obispo de Astorga.

CAPITULO XVI.

De la concordia que se asentó entre los reyes suegro y yerno. Entretúvose el rey Católico en Segovia y en el bosque de Balsain algunos meses hasta tanto que á los 20 de octubre partió de allí para Salamanca. Allí mandó pregonar las paces que tenia asentadas con Francia, que en Castilla comunmente no fueron tan bien recebidas como en Aragon. Lo mismo que á los unos daba pesadumbre, es á saber, que los reinos se dividiesen, á los otros era causa de grande contento, que deseaban tener rey propio y natural. Así van las cosas. Todo se enderezaba á enfrenar las demasías del rey Archiduque y hacelle resistencia, si llegasen á rompimiento, por cuanto en esta sazon desde Bruselas mandaba apercebir los grandes de Castilla para que le acudiesen, en especial el marqués de Villena, duque de Najara, Garci Laso de la Vega, duque de Medina Sidonia, conde de Ureña; y aun el almirante y condes table de Castilla, sin embargo del deudo que tenian con el rey Católico, andaban en balanzas. Don Juan Manuel con sus cartas atizaba este fuego, puesto que siempre daba á entender que deseaba y procuraba la concordia, y que seria fácil concertar las diferencias; si el rey Católico se pusiese en lo que era razon y se contentase con lo suyo y dejar á sus hijos desembarazado el reino y el gobierno, todas las cosas se encaminarian bien; donde no, perderia lo que tenia en Castilla, y aun pondria en condicion lo de Aragon. Que la venida del rey Archiduque seria muy cierta y muy en breve, quier fuese con voluntad de su suegro, quier sin ella. En conformidad desto aprestaban una armada en Gelanda, en que tenian ya juntas sesenta naves; y si bien el rey de Francia por dos veces envió á requerir al rey Archiduque no emprendiese aquel viaje antes de concertarse con su suegro, á 8 de noviembre partió de Bruselas junto con la Reina para ir á Gelanda. Dilatóse la embarcacion, y todo iba despacio; así se tuvo entendido que se pretendia se declarasen primero los que habian de dar favor á su venida y entrada en Castilla; cuya cabeza, que era el marqués de Villena, como en esta sazon entrase en Toledo, se tuvo por cierto llevaba poderes del rey don Filipe para apoderarse de aquella ciudad; de que el pueblo se alteró, y los Silvas, que eran muy aficionados al servicio del rey Católico, se juntaron con el corregidor don Pedro de Castilla para hacelle resistencia; mas el Marqués acordó de partirse sin intentar novedad alguna. Fuera de los Silvas y el duque de Alba y el arzobispo de Toledo, los que mas se señalaban por

ca,

mismo, don Cárlos de Austria; casamientos que despues no se efectuaron. Entregó el Archiduque al Inglés el duque de Suffolck, que le tenia en su poder, y él se habia fiado de su palabra; extraña resolucion. En esto y en fiestas que se hicieron se detuvieron hasta por todo el mes siguiente que volvieron al puerto de Flamua para embarcarse. El rey Católico, luego que tuvo aviso de la tormenta que sobrevino á sus hijos en el mar, mandó recoger las mejores naves en las marinas de España para enviárselas, y por general á don Cárlos Enriquez de Cisneros, que por este mismo tiempo, junto con su mujer doña Ana de Sandoval, fundó el mayorazgo que hoy poseen los de su casa en Portugalete, los bienes en el arciprestazgo de San Roman, merindad de Saldaña, su hijo mayor Filipe Enriquez de Cisneros. Al tiempo que la concordia se asentó en Salamanescribió el rey Católico á don Juan Manuel que procurase con el rey Archiduque se olvidasen las cosquillas pasadas, y se reconciliasen las voluntades, como era razon y el estrecho deudo lo pedia. La respuesta que hizo á esta carta será bien poner aquí para que se conozca la libertad y viveza deste caballero: «Recebi la >>de vuestra alteza, y cumpliré lo que en ella me man»da, que es procurar cuanto en mí fuere que los dis>>gustos se olviden, y la concordia asentada vaya ade>>lante; pues no se puede negar sino que de tal escuela >>como la de vuestra alteza, y tales discípulos como los >>reyes, todos esos reinos recebirán mucho bien. Lo cual »Dios y mi conciencia son buenos testigos he siempre »procurado con todas mis fuerzas, si bien algunos, y >>por ventura vuestra alteza, por el mal tratamiento >>que se me ha hecho, podrá haber juzgado diversa>>mente; pero no se pueden enfrenar las lenguas ni »los juicios, ni yo pretendo por este oficio algun galar»don. Bastaríame que mis servicios y fatigas pasadas »no estuviesen puestos en olvido de la manera que es>>tán; que me parece por mi vejez y por la poca cuenta »>que dello se tiene que vuestra alteza no quiere pagar >>en este mundo sino en oraciones para cuando esté en »el otro. La cual paga yo no pretendo, pues muchas >>veces he oido decir que un príncipe puede llevar sus >>ministros al infierno, y nunca que algun rey, aunque >>sea tan cristianísimo como el de Francia, haya sacado »algun privado suyo del purgatorio. Yo por esto no de»jaré de hacer lo que debo ni de suplicar á vuestra ⟫alteza para que la concordia sea mas firme que en lo »que della queda por declarar use de la bondad y pru>>dencia que suele en todas sus cosas.»

el rey Católico eran don Bernardo de Rojas, marqués de Denia, don Gutierre Lopez, comendador mayor de Calatrava, Antonio de Fonseca y Hernando de Vega, que eran muy aceptos al Rey y de su Consejo. Estos eran de parecer que se debia impedir en todas maneras la entrada del nuevo Rey, si intentase de venir á Castilla antes de componer y asentar aquellas diferencias. El rey Católico se resolvia en esto, dado que se le hacia muy de mal usar de fuerza y tomar las armas contra sus hijos, y no se aseguraba que los pueblos llevarian bien que se usase de aquel término contra sus reyes naturales. Todavía al mismo tiempo que las cosas estaban para romper, el rey Archiduque se inclinó á que se diese algun corte en aquellos negocios, y para ello envió poderes bastantes á sus embajadores. Conforme á esto, en 24 de noviembre se asentó en Salamanca concordia y amistad entre los dos reyes con las capitulaciones siguientes: que todos tres los dos reyes y la Reina juutamente gobernasen; y con las firmas de todos tres y en sus nombres se despachasen las provisiones y cartas reales, y al refrendallas se dijese: Por mandado de sus altezas; lo mismo se guardase en los pregones. Que luego que los reyes don Filipe y doña Juana llegasen á estos reinos, fuesen jurados por reyes y por gobernador el rey Católico, y don Cárlos por príncipe y sucesor en los reinos de Castilla, de Leon y de Granada. Item, que las rentas y servicios de los dichos reinos, pagados los gastos ordinarios y extraordinarios, se dividiesen en dos partes iguales, la una parte al rey Católico, y la otra para sus hijos. Lo mismo ordenaron se hiciese en los oficios, que se proveyesen por mitad; capítulo que extendian asimismo á las encomiendas de las tres órdenes, dado que la administracion dellas sin contradiccion pertenecia al rey Católico. Con estas condiciones se concluyó esta confederacion. Para cumplimiento de lo capitulado nombraron por conservadores al Papa y al César y á los reyes de Inglaterra y Portugal. Declaróse demás desto que si la Reina no quisiese entender en el gobierno, las provisiones se expidiesen en nombre de los tres y con las firmas de los dos reyes; y en caso de ausencia de cualquiera de los dos, los negocios se despachasen con la firma sola del uno. Enviaron á Flandes una copia de estas capitulaciones, que descontentaron al rey Archiduque y á los suyos; mas sin embargo, la concordia se aceptó y juró, ca el favor del rey de Francia era gran torcedor para los de Flándes, además que tenian por cierto que con su llegada á España todo se haria como fuese su gusto. Con esto soltaron al secretario Lope de Conchillos, que hasta entonces tuvieron en muy esquiva prision. Pregonóse esta confederacion en Salamanca á los 6 de enero, principio del año 1506, y dos dias adelante se hicieron á la vela desde Gelanda los nuevos reyes. El tiempo no era á propósito para meterse en el mar; cargó tan gran tormenta, que algunas naves se perdieron, y con las demás les fué forzoso tomar un puerto en Inglaterra, que se llama Weymouth. Con aquella ocasion se vieron los reyes don Filipe y el de Inglaterra en Windsor, do hicieron sus alianzas, y se concertó que Margarita de Austria, viuda del duque de Saboya, casase con el Inglés, y con María, hija del

CAPITULO XVII.

Que el rey Católico se casó segunda vez.

Envió el rey Católico sus embajadores para dar aviso á los príncipes que se nombraron por conservadores de la concordia que asentó con el Rey, su yerno; en particular hizo recurso al rey de Portugal don Manuel para entender lo que tendria en él si todavía no se guardase lo capitulado. Respondió por palabras generales y secamente por tener trabada estrecha amistad con el rey don Filipe; para cuyo recebimiento, que se entendia desembarcaria en el Andalucía y pensaba ha→

ria escala en alguno de sus puertos, se apercibió con grande cuidado, y hacia labrar mucha plata, ora fuese para festejalle, ora para se la presentar, dado que la peste le tenia puesto en cuidado, que cundia por su reino y picaba en Santaren. Por esto de Almerin do estaba se fué á Abrantes, pueblo asentado en un altozano, y que goza de aires limpios. Allí parió la Reina, á 3 de marzo, al infante don Luis, príncipe que fué de gran valor, señalada virtud y piedad, especialmente á lo postrero de su vida, que no fué larga. Verdad es que en su mocedad de una mujer baja tuvo un hijo bastardo por nombre don Antonio, que fué prior de Ocrato, famoso asaz á causa que por la muerte de su tio el Rey y cardenal don Eurique los años adelante se llamó rey de Portugal, y fué á su patria ocasion de grandes males. Bautizaron el Infante al octavo dia de su nacimiento; los padrinos el duque de Berganza y el conde de Abrantes, la madrina la duquesa de Berganza la vieja. Esta alegría se aguó con un alboroto que se levantó en Lisboa muy grande por una causa ligera. En la iglesia de Santo Domingo estaba un crucifijo que sobre la llaga del costado tenia puesto un viril. Los que oian cierto dia allí misa pensaron que el resplandor del vidrio era milagro. Contradíjolo uno de los que allí se hallaron, nuevamente convertido del judaismo, con palabras algo libres. El pueblo, como suele en semejantes ocasiones, furioso y indignado que tal hombre hablase de aquella manera, echaron mano dél, y sacado de la iglesia, le mataron y quemaron en una hoguera que allí hicierou. Acudióles un fraile de aquel monasterio, que hizo al pueblo un razonamiento en que los animó á vengar las injurias que los judíos hicieron y hacian á Cristo; que fué añadir leña al fuego y acuciar á los que estaban furiosos para que llevasen adelante su locura. Apellidáronse unos á otros, arremeten á las casas de los conversos, llevaban una cruz delante dos frailes de aquella órden como estandarte. La furia fué tal, que en tres dias que duró el alboroto dieron la muerte á pasadas de dos mil personas de aquella nacion; y aun á vueltas por yerro ó por enemistades fueron muertos algunos cristianos viejos. Acudieron flamencos y alemanes de las naves que surgian en el puerto á participar del saco que en las casas se hacia. Tuvo el Rey aviso deste desórden: envió á Diego de Almeida y á Diego Lopez para que hiciesen pesquisa sobre el caso. Los dos frailes caudillos de los demás fueron muertos y quemados, y sin ellos justiciados otros muchos. Los extranjeros, alzadas velas, escaparon con la presa que llevaban muy gruesa. Por esta manera se alteró y sosegó aquella nobilísima ciudad; que tan fáciles son los remedios como ligeras las causas de alborotos semejantes. En Castilla por una parte se esperaba por horas la venida de los nuevos reyes, por otra se festejaban las bodas del rey Católico y de doña Germana. Fueron desde Salamanca á Fuente-Rabía á recebir y acompañar á la novia el arzobispo de Zaragoza y otras nobles dueñas y caballeros. El Rey y con él las reinas de Nápoles madre y hija y el duque de Calabria, sin otros muchos señores, fueron otrosí á Valladolid, y dende á Dueñas. Allí á los 18 de marzo se hicieron las velaciones. Era la Reina sobrina del rey

Católico, nieta de su hermana doña Leonor, reina que fué de Navarra. Dispensó el Papa, aunque con dificultad por la contradiccion que el César y su hijo hicieron. Venian en compañía de la Reina Luis de Amboesa, obispo de Albi, Hector Piñatelo y Pedro de Santandrea por embajadores de Francia. Venian asimismo los príncipes de Salerno y Melfi y otros muchos barones angevinos con deseo de tomar asiento en sus cosas. Con todo este acompañamiento luego otro dia despues que las bodas se hicieron, dieron los reyes la vuelta para Valladolid. El Rey en aquella villa hizo solemne juramento en presencia de gran número de prelados y de señores, y se obligó por sí y por sus sucesores de cumplir y guardar todo lo contenido en los capítulos de la paz y concordia que tenia asentada con Francia. Algunos dias despues los barones angevinos por sí y en nombre de los ausentes hicieron pleito homenaje al Rey y Reina como á verdaderos y legítimos reyes de Nápoles. Acabadas las fiestas, el Rey se partió para Búrgos con intento de recebir á los nuevos reyes, que pensó aportarian á Laredo ó á alguno de los puertos de aquella costa. Iban en su compañía los arzobispos de Toledo y Sevilla, el duque de Alba, Condestable y Almirante, y el conde de Cifuentes, todos dispuestos, á lo que mostraban, á procurar que lo que la reina doña Isabel dejó establecido acerca del gobierno de aquellos reinos se guardase. Era el rey Católico llegado á Torquemada, cuando le vino aviso que los reyes, sus hijos, desembarcaron en la Coruña, que fué á los 28 de abril. La causa de llegar tan tarde fué que en Inglaterra se detuvieron mucho, primero en las vistas con aquel Rey y fiestas, despues en esperar tiempo en el puerto de Flamua, en que estuvieron detenidos muchos dias. Desembarcaron en la Coruña, por estar el rey don Filipe persuadido que le convenia entrar en Castilla lo mas léjos que pudiese de donde el Rey, su suegro, se hallase, con intento de saber en su ausencia lo que en los grandes y pueblos tendria, para acomodarse y acomodar las cosas segun la disposicion que hallase y la manera que le acudiesen; ca resuelto venia de no pasar por las capitulaciones de la concordia hecha en Salamanca, si no fuese á mas no poder. Esto le aconsejaba don Juan Manuel, y por lo mucho que con él podia se lo persuadió; y aun pretendió con este intento llevalle á desembarcar al Andalucía, y lo hiciera, si el tiempo diera lugar. Por este tiempo Gonzalo Mariño de Ribera, alcaide y capitan de Melilla por el duque de Medina Sidonia, por trato se apoderó de la villa de Cazaza, que está situada en el reino de Fez con un buen puerto á cinco leguas de Melilla; la cual villa, como era razon, quedó en poder del mismo duque de Medina.

CAPITULO XVIII.

Que el rey Católico procuró verse con el rey Archiduque. La venida del rey don Filipe, que debiera ser causa de contento y sosiego universal, pudiera reducir las cosas á total rompimiento, si la prudencia y sufrimiento del rey Católico no supliera las faltas y apagara este fuego de desabrimientos que se emprendia por todas partes. Los humores y trazas de los dos re

yes eran diferentes, y aun de todo punto contrarios. | Luego que llegó el rey don Filipe, envió á requerir á los condes de Benavente y Lemos y otros señores de Galicia, y á los grandes de Castilla para que se declarasen por sus servidores y parciales; lo cual ¿qué otra cosa era sino comenzar á sembrar disensiones y alborotos en lugar de paz? Como vió que esta primera diligencia le sucedia á su propósito, y que comenzaban con gran voluntad á declararse por él muchos, lo segundo que hizo fué declararse que no estaria por la concordia que se asentó en Salamanca. Comenzó otrosí á desfavorecer á los criados del Rey, su suegro, en tanto grado, que un dia habló á don Pedro de Ayala, y le avisó que advirtiese que si bien disimuló lo que en Flandes y Inglaterra trató en deservicio suyo, que de alli adelante no lo sufriria; que pues era su vasallo, mirase cómo se gobernaba. A los alcaldes y alguaciles de corte que por órden del rey Católico vinieron á la Coruña á servir sus oficios, como era razon, despidió, y no se quiso servir dellos por imaginar que su suegro le queria poner en su casa y corte oficiales de su mano. Venia muy advertido de no sufrir tutor alguno ni padrastro como decia don Juan Manuel. Los suyos publicaban grandes quejas contra el rey Católico, y la mas grave era sobre el casamiento con la reina doña Germana y las condiciones dél, en que decian hizo grave daño á sus hijos y nietos por desmembrar el reino de Nápoles; en que parece tenian alguna razon, por lo menos aparencia della, si su mal término no pusiera en necesidad al rey Católico de valerse por aquel camino del rey de Francia y sacar un clavo con otro. Por el contrario, luego que el rey Católico tuvo aviso de la venida de sus hijos, envió á don Ramon de Cardona y á Hernando de Vega á visitallos de su parte, y él mismo dió la vuelta camino de Leon para ir en persona á verse con ellos, si bien reparó en Astorga hasta saber su voluntad. Al marqués de Villena, que era llegado á Búrgos con grande acompañamiento, y al duque de Najara, que juntaba sus deudos y mucha gente para ir en son de guerra á la Coruña, avisó dejasen aquel camino, y fuesen con su acompañamiento ordinario; que semejantes asonadas y juntas siempre fueron prohibidas, y al presente no eran necesarias, pues todos iban de paz. Con su yerno hizo instancia por medio de don Pedro de Ayala para que despidiese dos mil alemanes que traia en su compañía; recelábase que aquella novedad no fuese ocasion de que los naturales se ofendiesen y escandalizasen. Por otra parte, envió á su secretario Almazan para que se juntase con don Ramon y Hernando de Vega, don Pedro de Ayala y Gutierre Gomez de Fuensalida, sus embajadores, para concertar las vistas con sus hijos, que deseaba él mucho abreviar, y los del rey don Filipe las dilataban cuanto podian. Tratóse que se viesen en Sarria primero, despues en Ponferrada; ningun lugar empero contentaba á los que las aborrecian, ni á don Juan Manuel, que todo lo meneaba, y se recelaba mucho que si los dos reyes se viesen, por ser el uno muy sagaz, y el otro muy fácil, además del deudo y sangre y respeto de padre que suele allanar grandes dificultades, muy fácilmente se concertariau, que era lo que sobre todo aborrecia y desviaba, tanto, que un dia

dijo á don Pedro de Ayala que el rey Católico se desengañase de tres cosas, sobre que al parecer armaba grande edificio: la primera, que en las.vistas no se trataria de negocio alguno; la segunda, que serian en el campo, y no con igual acompañamiento, antes con grande ventaja de gente de parte del Rey, su hijo; la tercera, que el rey Católico no hiciese fundamento en el favor de la Reina, su hija, porque no se daria á ello lugar, y se hallaria burlado. Tornaron de nuevo á acometer á don Juan Manuel con grandes ofrecimientos para él y para sus hijos; su brio era tan grande, que no fué de efecto alguno. Era esto en sazon que en Valladolid por el mes de mayo falleció Cristóbal Colon, almirante de las Indias, primer descubridor del Nuevo Mundo. Por otra parte el marqués de Villena y conde de Benavente y el duque de Najara eran llegados á la Coruña, y cada dia se juntaba mas gente y venian mas señores, como el duque de Béjar, los marqueses de Astorga y de Aguilar y Garci Laso de la Vega, y últimamente el duque del Infantado, con que á los parciales del rey don Filipe crecia mas el ánimo para pretender aventajar su partido. El rey Católico se detuvo en Astorga hasta los 15 de mayo. Desde allí se partió para el Ravanal con intento de irse á Santiago y que allí fuesen las vistas. Algunos de su Consejo eran de parecer que no se apresurase, porque con la tardanza, como suele acontecer en las trazas mal encaminadas, se descubriria la hilaza, y resultarian tales desabrimientos de los grandes entre sí y con los privados de aquel Príncipe, por su grande ambicion y deseo que cada cual llevaba de gobernallo todo, que el nuevo Rey se veria presto en tales dificultades y aprietos, que le harian entender mal su grado la necesidad que tenia de ser ayudado y aconsejado de su suegro. En este estado se hallaban las cosas de Castilla, que fuera de rompimiento no podia ser peor. Los potentados de Italia y las otras naciones estaban á la mira de lo que resultaria de la venida del rey don Filipe; parecia á todos que por lo menos el rey Católico, que era tan temido, desta hecha quedaria descompuesto y sin fuerzas. Movíales mucho á pensar esto, entre otras cosas, ver que el Gran Capitan, contra el órden de su Rey se entretenia en Nápoles, y no acababa de arrancar, y por su gran valor y prudencia pensaban que no carecia esto de algun grande misterio; mas el Gran Capitan, advertido destas sospechas, envió delante sus caballos y recámara y juntamente á Pedro Navarro para que le descargase con el rey Católico y le diese informacion de todo y las causas verdaderas por que se detenia, que era dejar en órden los presidios y contentar la gente de guerra, que andaba alborotada por falta de dinero. Por el contrario, Juan Bautista Espinelo se partió juntamente para España para dar quejas contra el Gran Capitan y poner dolencia en todo lo que hacia, intento que era fácil por tener cabida y crédito con el rey Católico. La calumnia á las veces tiene mas fuerza que la verdad, á lo menos sus primeros encuentros son muy bravos. Así las cosas se pusieron en términos, que el rey Católico se resolvió en todas maneras de sacar de Nápoles al Gran Capitan. El negocio llegó tan adelante, que tuvo nombrado y despachado á su hijo el arzobispo de Zaragoza

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