Imágenes de páginas
PDF
EPUB

eran de cuatro colores, con los cuales significaban y representaban los cuatro tiempos del año y los cuatro elementos, á los cuales eran consagrados los tales juegos y colores.

CAPITULO IV.

Del deleite de los sentidos.

Grande es el poderío del deleite y sus fuerzas increibles, porque dado que blando y halagueño, en poco tiempo, si no se usa de recato, vence y se apodera de todas las partes y potencias del alma, resuelve el vigor de las virtudes, y el alcázar, puesto en lo alto, la razon y entendimiento le derriba y despeña en todo género de vicios. Bien y sabiamente dijo Platon que el deleite aun á los hombres de gran corazon los vuelve de cera; de suerte que, á manera de cera blanda, se dejan vencer de los vicios y deshonestidad; y en otro lugar dijo que el deleite es yesca y cebo de todos los males, ni de parte alguna hay mayor peligro que de los deleites que nos cercan por todas partes. Así de todo tiempo vemos los que ni sus enemigos pudieron vencer, ni alguna injuria del calor, frio ó hambre quebrantar, haber sido vencidos y derribados miserablemente con el halago del deleite; porque ¿qué otra cosa trastornó á Salomon, persona de tanta sabiduría y bondad? Qué á Aníbal el Africano y á sus ejércitos hizo pudiesen ser vencidos del enemigo, sino los deleites y regalos de Capua? Los vinos y los convites de Campania vencieron al invencible; lo cual harto cosa clara es haber tambien acontecido á los romanos, que fueron siempre vencedores de las gentes, hasta tanto que gustaron las comodidades de Asia, y se corrompieron con los demás deleites de aquella provincia. Los cuales deleites, como dice Séneca en la epíst. 52, son muy semejantes á cierto género de ladrones, llamados por los egipcios filistas, los cuales abrazaban y besaban á los que querian matar, como tambien lo hizo Joab con Amasas, su contrario; ingenios de hierro el deleite como ablandados con el fuego los doma del todo y los quebranta; y como en el hombre no haya cosa mas excelente que la virtud, á este divino don no hay cosa tan contraria como el deleite, porque, dominando él, ningun poder tienen la temperancia, la fortaleza, la liberalidad y las demás virtudes, ni debajo de su imperio puede estar parte alguna de honestidad, siendo, como es, vicioso y acarreador de muerte, armas de aquel cuyo intento y oficio solo es vencer las almas de los hombres y ensuciallas con las manchas de los vicios. Es el deleite fabricador de muerte, y como Dios llama al hombre á la vida por trabajo y sudor, por estar la virtud situada en lugares ásperos y enriscados, así corremos á la muerte por deleites y suavidades; cierto al verdadero bien lleva el camino áspero, los ma→ les y vicios á la perdicion por bienes y deleites engañosos. Conviene pues huir todos los placeres y deleites de los sentidos como lazos, porque presos con aquella blandura, no vengamos nosotros y nuestras cosas á recaer en el señorío de la muerte. Si te venciere el deleite, serás vencido del dolor, trabajo, molestia, por

que son enemigos del deleite la ambicion, la ira, la avaricia; los demás vicios, hechos un escuadron, se apoderarán del alma. Dió Dios, criador y padre del género humano, al hombre conocimiento y apetito, con los cuales se mueve á obrar de su voluntad sin que nadie le haga fuerza, de donde entre las demás pasiones, como la tristeza nace de la adversidad, así de la prosperidad, cuando alcanzamos lo que deseamos, ó nos entretenemos con esperanza de alcanzallo, se engendra el deleite como cierto reposo del alma cumplido el deseo y remate de los trabajos; en el cual ingirió Dios grande suavidad, ó por mejor decir, todo él es suavidad, para que fuese como salsa y sabor, con cuyo gusto nos despertásemos á cumplir todos los oficios de la vida humana, por dificultosos que ellos fuesen. De aquí viene que cuanto es mas dificultosa la obra que se debe hacer, tanto es de mayor deleite, como se ve en la generacion de los hijos, porque no faltasen las especies y casta, haber mezclado en los cuerpos un ardentísimo deseo, con que el uno sexo apetece al otro grandemente, para que se pudiesen engendrar y multiplicar los animales; la cual inclinacion y apetito como se vea en todos los animales, en el hombre tiene mayores aguijones, y esto, ó por ser mayor el conocimiento que el hombre tiene y la carne mas blanda, ó para que la virtud, de la cual solo el hombre es capaz, pelease con mas fuerte deleite como con enemigo doméstico; porque el que debe ser incentivo para la virtud, y para este efecto fué ordenado por el Criador, si pasa de término, es muy cierta peste de la misma virtud. Los demás animales, ciertamente fuera del deleite de la generacion y de la comida, ningun otro ó apenas sienten, ó á lo menos á estos se refieren; las operaciones y deleites de los otros sentidos miran para apetecer las cosas de que se han de sustentar, oyen para huir los peligros y poder juntarse; el odorato sirve para la comida, porque la suavidad de las flores, de los otros olores y drogas de todo punto no la sienten ni gustan della; mas al hombre fuéle dado infinito deleite, el cual se recibe por todos los sentidos, para que la virtud le reprima cuando inclinase al vicio, pues la fornicacion, adulterios y todas las maldades no con otro cebo, sino con el deleite, se despiertan; mas hay diferencia, que el demasiado deleite del manjar y de la carne se repre¬ hende y se cuenta por vicio, pero no el deleite que por los ojos, orejas y olfato se recibe, lo que ha sido á muchos ocasion de yerro, pensando que de ver los juegos, oir el canto y música, ninguna reprehension merece; porque bien dice Aristóteles, aquellos solamente llamarse incontinentes, los cuales se dejan vencer del deleite del tacto, y usan sin medida del deleite carnal, y procuran la delicadeza de los manjares, semejantes á Filoxeno, el cual deseaba tener el cuello de grulla para deleitarse mas tiempo con el sabor del manjar; pero á los que en ver ó oir no tienen medida, ¿quién llamará intemperantes? La causa desto es porque los primeros deleites son comunes á los hombres con los demás animales, por los cuales el hombre degenera en la condicion y naturaleza de las bestias, lo que no acontece en

los deleites de los otros sentidos, ó por ventura porque los primeros son mas agudos y fuertes, y por consiguiente mas dañosos si no se les pone freno; por donde necesaria cosa es ponerles sus términos y que la virtud los reprima, cuyo oficio es seguir lo saludable, apartar y rebatir lo contrario. Esto dicen, pero no obstante todo esto, en los deleites de los otros sentidos puede la ber tambien cierto género de incontinencia meños conocida por ventura del vulgo, pero verdaderísima; el deleite de las orejas y de los ojos que se recibe de mirar los juegos, de la suavidad del canto y de la música, no es menos vicioso ni menos dañoso que los otros placeres; porque ¿quién dirá que no seria lujurioso y perdido el que los dias enteros estuviese sentado en el teatro, ó por mayor comodidad y mas gusto tuviese los mismos faranduleros con toda su jarcia y aparato y los sustentase en su casa? Cierto, todos los deleites corporales son incentivos de vicios, y tienen gran fuerza para corromper las almas y afeallas con torpeza, porque del tacto, como de fuente comun, todos los deleites de los sentidos se derivan, y cuanto con él son mas conjuntos, tanto son mas vehementes; como los sentidos todos están en la carne, por la cual el deleite del tacto se derrama, y della como por cinco arroyos se reparte en todos los sentidos. Y así, los demás deleites nacidos de la carne á ella mesma se vuelven, y como de las cosas exteriores enturbiadas revolviéndose en sí toda la carne y por ella el alma inficionan, para que no pueda con entendimiento sosegado ejercitarse en lo bueno ó contemplar en Dios, como lo dice san Basilio en el libro de la Virginidad, de donde se tomó todo esto. Sin duda este mal apetito con ninguna cosa se contenta, á manera de fuego cuanto mas le damos, tanto mas pide; y muchas veces comenzando del deleite honesto, en un momento pasa á lo ilícito, y de un deleite saltando en otro diferente, acaba en torpeza. Esto dieron á entender los griegos cuando dijeron ser el deleite semejante á la hidra, la cual fingieron estar escondida en una laguna y tener muchas cabezas; fábula harto á propósito, porque el deleite plantado en la carne, en muchos sentidos y como cabezas se derrama con gran peligro, si con un golpe no se mata del todo y reprime; porque el que obedeciendo al apetito corta como una cabeza, aquel regalo se levanta mas fuerte y tiene mayores brios; con fuego se ha de matar, ayuda, digo, del cielo y favor de caridad mas que con hierro, quiero decir, con industria humana. De lo cual tambien en las divinas letras era figura así, la gordura de los animales que se mandaba ofrecer todo á Dios, dando á entender que no una parte del deleite, sino todo él, en cuanto fuese posible se debe renunciar, como el becerro que se ofrecia por el sacerdote, cuya gordura que estaba sobre las entrañas (en el griego sobre los intestinos y el vientre y el redaño del hígado) demás desto, los dos riñones con su gordura mandaba la ley que se ofreciese para ser cebo del fuego. Conviene á saber; entre los deleites hay algunos de los cuales podemos carecer de todo punto, cuales son los venéreos, figurados por los

con

riñones quemados con su gordura; otros hay de los cuales no podemos carecer totalmente, como del gusto, ojos y oido, lo cual figura la gordura del vientre y hígado que se habia de quemar en el fuego, no el vientre mismo ó el hígado. Resta que los demasiados deleites se deben cortar como cebo de los vicios y que los fomentan, y que si una vez se les da lugar, no paran hasta provocar á placeres torpes, y en medio de las entrañas despertar aguijones de la lujuria y inflamar aquel natural ardor sin parar hasta tanto que lleven y enreden á todo el hombre en los lazos de la muerte eterna. En ninguna cosa mas en esta vida se peca que en alentar las riendas á este mal apetito; y hubiera sido muy saludable á muchos enfrenalle al principio, los cuales con su caida es razon á lo menos hagan á los demás avisados para que no se dejen inficionar de esta tiña y peste, por mucho que poco a poco con blandura se iusinúe, y engañe con máscara de honestidad ó de necesidad y provecho, como acontece muchas veces.

CAPITULO V.

Por qué deleitan tanto las representaciones.

Lo cual, si es verdad que los deleites de los sentidos apetecidos por aquellos, que como jumentos obedescen al cuerpo, están entre sí trabados en tal manera, que de uno nace otro mas torpe y feo, ¿qué pensarémos que acontecerá á los que tienen por costumbre de agotar en el teatro por los ojos y orejas toda la torpeza? ¿Por ventura dirémos que los tales sean templados y sanctos, ó mas presto que se revuelvan en el cieno y en la muer◄ te, la cual está en el deleite, como la vida eterna se alcanza por la virtud? Pero antes que pasemos adelante es justo maravillarse y inquirir por qué causa las representaciones y comedias en tanta manera arrebatan á los hombres que, menospreciados los otros oficios de la vida, muchos concurren á esta vanidad, y todos los dias gastan en este deleite, muchas veces con tanta vehemencia concitados con furor, que no es menor maravilla ver lo que hacen y dicen sus mencos y visajes, gritería, aplauso y lágrimas de los que vinieron á ver que los mesmos representantes. La causa es que estos hombres por su interese han juntado en uno todas las maneras é invenciones, para deleitar el pueblo, que se pueden pensar, como cualquiera dellas tenga fuerza para suspender los ánimos de los hombres, porque primeramente sc cuentan historias de acaecimientos extraordinarios y admirables, que se rematan en algun fin y succeso mas maravilloso, como lo vemos en las tragedias y comedias; cosas increibles componerse y afeitarse de manera, que no parecen fingidas, sino acaecidas y hechas; y es propio de nuestra naturaleza maravillarnos de cosas extraordinarias, menospreciar lo que pasa ca la dia; y son principalmente maravillosas y acarrean muy grande deleite aquellas que succeden fuera de lo que se espera, y son de mayor peligro; que si con la simple narracion de cosas ordinarias muchas veces nos entretenemos, y la historia, de cualquier manera que esté escripta, nos

ojos rostros que irritan, propónense el cebo y yesca de los vicios, y con la imágen, representacion y memoria destas cosas despiértase el apetito; y con los amores fingidos, como si fuesen verdaderos, los que miran, se revuelven en el torpe deleite como en un cenagal; lo cual si es razon que se disimule, ó antes que se evite yque con todo cuidado se aparte este peligro, procurarémos en esta disputa se declare y entienda.

CAPITULO VI.

La diferencia de la comedia antigua y de la nueva.

deleita, por ser como somos naturalmente curiosos. Aun las consejas y fábulas de las viejas dan gusto, ¿qué será cuando se juntase á esto la hermosura de las palabras y elocuencia? ¿Cuánta gracia se acrecentará á la narracion, que es la segunda causa por que deleitan tanto las representaciones, principalmente cuando de palabras escogidas y graves sentencias está sembrado lo que se dice, como el prado de flores y el oro esmaltado de pedrería? Allende desto, los versos numerosos y elegantes hieren los ánimos y los mueven á lo que quieren, y con su hermosura persuaden con mayor fuerza á los oyentes y se pegan mas á la memoria; porque los que estamos compuestos de números, mas que con ninguna cosa nos deleitamos con ellos, y la oracion compuesta de números, cuales son los versos, mas vehementes movimientos suelen despertar y moverá la parte que quieren. Allégase á esto flautas, cornetas, vihuelas, la suave melodía de las voces, las cuales, añadidas á lo demás, no pequeña suavidad tienen consigo, pues consta que muchas destas cosas á solas sin fastidio bastan á entretener mucho tiempo. Represéntanse costumbres de hombres de todas edades, calidad y grado con palabras, meneos y vestidos al propósito, remedando el rufian, la ramera, el truban, mozos y viejas, en lo cual hay muchas cosas dignas de notar y muy graciosas, porque, no solo se refieren con palabras, sino que se ponen delante los mesmos ojos, y lo que tiene muy mayores fuerzas, añádense burlas y dichos graciosos para mover la gente á risa, cosa que por sí sola deleita mucho, principalmente si se tocan y muerden las costumbres ajenas y la vida. Y en conclusion, lo que es mayor cebo, muchachos muy hermosos, ó lo que es peor y de mayor perjuicio, mujeres mozas de excelente hermosura salen al teatro y se muestran, las cuales bastan para detener los ojos, no solo de la muchedumbre deshonesta, sino de los hombres prudentes y modestos. ¿llay por ventura flor ó animal que en hermosura se pueda comparar con la de los hombres? Hay por ventura cosa que mas atraiga los ojos y los ánimos, dado que desnuda se propusiese? Cuanto mas que los atavíos de todo punto reales, hechos á la manera antigua ¡cuánta hermosura, cuán gran deleite traen consigo para atraer y entretener la muchedumbre! el raso, la púrpura, el brocado, las guarniciones y bordaduras de recamados! No hay cosa por hermosa y preciosa que sea, que no sirva á las comedias y teatro. Seria cosa prolija de declarar todo esto por menudo y nunca acabar, si quisiese tratar y dilatar este punto, como se pudiera hacer, y aun todo esto corre hablando de las comedias honestas y tragedias, en las cuales, si hay tantas cosas que causen deleite, ¿qué será si se refieren cada una dellas á la torpeza y deshonestidad? El cual deleite mas que todos ata á los hombres de tal manera, que con solo la memoria los arrebata, ¿qué será si la fábula trata de las caidas y engaños de las doncellas, de los amores y artes de las rameras, de la torpeza y desgarros de los rufianes? ¿Por ventura puédese pensar que haya deleite mas poderoso que este? No por cierto; porque se preponen al entendimiento y á los

De todos los espectáculos que usaron antiguamente los romanos y los griegos, habiéndose desusado los demás, casi solos han quedado entre nosotros los escénicos, los cuales mas que todos se debieran desterrar y desarraigar de todo punto de nuestras costumbres y república, porque en los demás juegos habia cierto ejercicio y escuela de virtud, con las burlas se ejercitaba el cuerpo para las verdaderas peleas y guerras, tirando, luchando, corriendo caballos y jugando el arco ó ballesta; en los teatros asentados los dias enteros mancan y mancaban el cuerpo en el ocio y el ánimo con la torpeza. Pero antes de hablar de nuestras representaciones, quiero declarar en qué se diferenciaban la antigua comedia de la nueva, tomando el principio de mas arriba en esta manera: Solitarios vivian antiguamente los hombres sin lugar ó ciudad alguna donde se recogiesen; antes, á manera de fieras, no reconocian superior ninguno; solo por natural inclinacion cada familia honraba sobre todos al que era de mas edad; la cual, cuando crecia en número, representaba cierta forma de pueblo, de donde nacieron las aldeas, y dellas, cuando muchas para ayudarse entre sí y no ser sujetadas de los mas poderosos, escogida una cabeza, se juntaban en un lugar, se fundaron las ciudades con mayor número de vecinos y mayor policía en trato y vestidos; añadiéronse los juegos para atraer y entretener la muchedumbre del pueblo, costumbre que se guardó en todas las tierras. Los atenienses tambien, antes que Teseo los juntase en forma de ciudad, con manera y costumbre grosera y agreste, habiendo por los campos hecho sus sacrificios, por remate tenian por costumbre de morder y picar con apodos y burlas, así á los que se habian hallado á los sacrificios como á los que estaban ausentes; los cuales tambien los rústicos en Italia imitaban despues de la miés, habiendo hecho sus sacrificios, se burlaban unos de otros con semejante libertad, usando algunas veces de palabras torpes y deshonestas, otras de versos y coplas á manera de pullas, los cuales versos se llamaban fescénicos, por haberse primero usado aquella torpeza en una ciudad de Toscana, llamada Fescenina, y della haber pasado á las demás. Dió gusto esta manera de juego á los de la ciudad, y los que eran ejercitados en hablar comenzaron en Grecia y en Italia á tractar en verso semejante argumento; desta manera, excluidos los rústicos, los ingenios de los ciudadanos se comenzaron á ejercitar

en motejar las costumbres ajenas, no solo componiendo versos, sino saliendo tambien en público, en representaciones picaban satíricamente, y mordian así á los presentes como á los ausentes, algunas veces con gran dolor y pena de los que notaban, por donde de buen principio augmentada esta libertad, como los poetas muchas veces sirviesen á sus pasiones particulares, y los oyentes no sufriesen de buena gana burlas tan pesadas y riñe sen sobre ello, por ley se proveyó que no fuese lícito nombrar en el teatro á persona alguna. Desta manera cesó aquel género de comedia, la cual se llamó antigua comparada con la nueva, y aun no se permitió mucho tiempo lo que los poetas comenzaron á usar de herir y notar, callando el nombre del que mordian, pero de manera y con tales circunstancias que los otros lo entendiesen; así, cesando y vedada la comedia antigua, sucedió la nueva, en la cual se trataba de caidas de doncellas, matrimonios de mancebos, engaños de rameras, no tocando á persona alguna ni aun disimuladamente, en las cuales representaciones, dado que tratasen cosas muy torpes, no usaban empero de palabras deshonestas y sucias, como lo dice san Augustin en el segundo libro de La ciudad, de Dios cap. 8.o La antigua comedia se entretuvo y usó todavía en Grecia, no obstante las leyes en contrario, y las pesadumbres y desgracias que de semejante libertad de morder las costumbres ajenas habia nacido, como se saca de una oracion de Arístides, sofista, en este propósito, de la cual tornarémos á tratar otra vez. Roma, usando de mayor severidad de costumbres, siguió y usó el postrero género de las comedias ; y era antiguamente vedado por ley de las Doce Tablas componer verso malo, con el cual la fama de otro y la vida se afea; y es cierto que los juegos no se recibieron en los primeros cuatrocientos años despues de la fundacion de Roma, y que primeramente se hicieron, siendo cónsules Tito Sulpicio, Potito y Cayo Licinio Estolon. Estando el pueblo afligido con peste, por voto que se hizo, por lo que en los libros sibilinos hallaron escripto, y dado que esta fué la costumbre de Roma, todavía algunas veces personas graves y insignes de callada eran notados por los representantes como Pompeyo Magno, del cual Difilo, representante, extendiendo hacia él las manos, pronunció aquellas palabras de su fábula: Por nuestra miseria es grande Valerio Máximo, lib. vi, cap. 2.° Otro representante, como lo refiere Julio Capitolino, pronunció ciertos versos delante Maximino, emperador, motejándole de muy cruel, y diciendo: El elefante es grande y le matan, el leon es fuerte y le matan, el tigre es fuerte y le matan; teme á muchos, si no temes á cada uno. Esta era la diferencia de la antigua comedia y de la nueva, de la griega y de la latina comun, tacha de entrambas, que libremente baldonaban á sus dioses dignos por cierto de semejantes honras y adoradores. Pero mejor será reprehender esta fealdad con las palabras de Arnovio al fin del lib. iv contra los gentiles, donde redarguyendo la licencia de los poetas, los cuales en sus versos declaraban las afrentus de los dioses, reprehende tambien

que lo mismo hiciesen los representantes en sus comedias por estas palabras: Pero á los poetas solamento quisistes fuese concedido inventar indignas fábulas de los dioses y burlas malvadas. ¿Qué vuestros pantomimos, qué los histriones, qué aquella muchedumbre de representantes y mozos torpes y sucios? ¿por ventura á propósito de sus ganancias, no abusan de vuestros dioses, y las maneras de dar deleite y placer no las sacan de las injurias y baldones divinos? Están asentados en los espectáculos públicos los colegios de todos los sacerdotes y magistrados, los pontífices máximos, los curiones; están asentados los quindecim laureados y los sacerdotes y flámines con sus insignias, los agoreros, que tienen por oficio declarar lo que Dios quiere y siente; demás desto, las castas vírgines que encienden y conservan el fuego perpetuo; está sentado todo el pueblo y senado, los padres consulares, los reyes augustísimos, y muy cercanos á los dioses; y lo que fuera maldad oillo, la madre de aquella gente guerrera, engendradora de aquel pueblo reinador, Vénus en figura de enamorada la danzan, y por todos los afectos y bajeza de las rameras con deshonesta imitacion la representan hacer locuras. Danza tambien la gran madre adornada de sus sagradas vestiduras, y contra el decoro de su edad, aquella Dindimene de Pesinunte se representa, que se alegra la malvada en los abrazos de un vaquero; demás desto, aquel hijo de Júpiter, Hércules, preso en las redes de su desórden, se representa por Sofocles en los trachinios dar miserables gritos, quebrantarse con la violencia del dolor y consumirse y espirar últimamente derramadas sus entrañas con extrema miseria; y lo que mas es, aquel reinador del cielo, sin ningun miedo de su deidad ni majestad, es inducido en las fábulas hacer el oficio de adúlteros, y para poder engañar la castidad de las madres de familias ajenas, mudar su rostro engañoso, y en semejanza de los maridos succeder en su lugar con el cuerpo mentiroso y fingido que toma; hasta aquí son palabras de Arnobio. Desta manera tenian por mas fácil injuriar á los dioses que á los hombres, engañados con necia presuncion, sin que por esta causa se hiciese castigo alguno, y sin que por esto succediese alguna pesadumbre en el pueblo, lo cual confesamos estar quitado todo de las costumbres del pueblo cristiano, y sabemos que á ninguno le seria lícito con libertad de palabras motejar ó injuriar en el teatro á los verdaderos sanctos que están en el cielo. Lo que pretendemos probar es que los que tratan cosas torpes en sus representaciones, con la memoria de tales cosas no hacen menos daño ni son menos dignos de ser ahuyentados que los que habia antiguamente, y que no es justo les permitan que estén mas hozando en el cieno de su torpeza.

CAPITULO VII.

Que las comedias no son á propósito para honrar á los sanctos. Cosa dificultosa es desarraigar una mala costumbre de mucho tiempo, y con grande aplauso de la muchedumbre arraigada, la cual suele celebrar las fiestas ma

yores con comedias y representaciones, y hay peligro no se entienda que con esta disputa queremos diminuir la honra de los sanctos; no sin alguna sospecha de impiedad base empero de procurar, porque en ninguna cosa se yerra mas gravemente que en honrar á Dios con maneras improprias; y quiero comenzar de donde mas fácilmente pienso quedarán convencidos los contrarios. Digo que conviene honrar á Dios inmortal y á todos los sanctos con toda muestra de alegría, con votos, sacrificios, canciones, flores, ramos hermosamente compuestos y entretejidos, y no dejar cosa alguna de las que se entiende que puedan augmentar la religion y piedad en los únimos de los mortales; los cuales, como se gobiernan por los sentidos, se mueven principalmente por el exterior aparato de las cosas, ornato y pompa. Pretendo empero que los faranduleros se deben de todo punto desterrar de las fiestas del pueblo cristiano y de los templos, lo cual, antes de confirmarlo por la vileza de sus personas y con otros argumentos, quiero decir que Arístides, sofista, ni de nuestra religion ni de nuestras costumbres, compuso y publicó una oracion, con la cual en Smirna, ciudad de Jonia, procuró persuadir esto mismo, no couvenir las comedias á las fiestas de los dioses, ni de burlas representar en ellas cosas que no sean honestas y sanctas; y dado que su intento es contra las comedias que usaban en Grecia, donde se decian baldones contra presentes y ausentes, contra el cual desórden se enderezan los mas de sus argumentos, no poco tambien hacen á nuestro propósito, como se verá por lo que irémos diciendo. Ninguna oblacion ni sacrificio, dice él, es mas agradable á los dioses que traer el ánimo muy bueno y muy pacifico. Las fiestas de los dioses deben ser vínculo de benevolencia y amistad de unos con otros, de lo cual los dioses tienen muy gran cuidado. Presente algun amigo, persona grave, nadie se atreverá á decir baldones ni los querrá oir; pues ¿cómo se sufre tractar á los dioses con menos reverencia? En todo tiempo se deben decir y senti: cosas buenas y honestas; mas en las fiestas principalmente que pertenecen á la religion, donde el pregonero amonesta á todos al principio del sacrificio que digan y hablen cosas buenas; pues ¿cómo será conveniente para honrar á los sanctos decir palabras muy torpes, lo que no se sufre decir ni hacer en los burdeles, cantallo en medio de los templos, ofrecer en sacrificio aquellas cosas que están vedadas por la ley? Es cosa impía querer honrar á los dioses con el arte y ministerio de aquellos en los cuales no se halla parte alguna de bondad. Si entre los cantores alguno hace disonancia, es echado con vergüenza, pues ¿cómo sufrirémos que todo el coro se desentone y desordene, principalmente estando presentes muchachos y doncellas, los cuales en casa y en las escuelas debemos procurar que hablen y oigan cosas honestas? Por ventura, ¿será justo suframos oigan en público lo que si en particular, sin ser castigados, se dijese se corromperian y pervertirian las costumbres? ¿Qué nos maravillamos que tan grande abundancia de males haya y prevalezca en la república, pues en la mesma casa de la

sanctidad sufrimos que se haga tan grande sementera de maldad? ¿Por ventura, eutregariamos los hijos á maestros torpes para que los enseñasen? Porque esta excusa suelen traer en las comedias, declararse varios acaecimientos de la vida humana, descubrirse engaños, darse avisos, con los cuales los mozos se hagan mas recatados; en lo cual pretendo probar y afirmo que de todo punto verran, pues el borracho no es bueno para enseñar la templanza, ni el deshonesto será buen maestro de la castidad; porque ¿cómo podrian los tales hacer á sus dicípulos que dejado el vicio, sigan la virtud, dejada la locura, sigan la razon, dejada la crueldad, se hagan mansos y benignos? El cuidado de nuestra puerta no fiamos de cualquiera, porque no acontezca alguna cosa en casa con que quedemos afrentados, sino de persona conocida y aprobada. Y ¿será justo que los hijos y las mujeres y toda la muchedumbre de la ciudad los entreguemos para ser enseñados à hombres de vida y costumbres desbaratadas? Y los que aun estando templados no les dariamos lugar para hablarnos ¿cómo nos confiarémos de los mesmos estando borrachos y locos, ó cómo pensarémos que los dias de fiesta por su ministerio se hagan mas solemnes? Afuera tal afrenta y maldad, digna que con todo cuidado se destierre. Pero dejados los argumentos que de Arístides se han referido brevemente, pasemos á san Augustin, el cual en el lib. 1 de La ciudad de Dios, cap. 13, escribe de lcs antiguos romanos, porque teniendo á los histriones por infames, con todo esto honraban á los dioses con comedias y representaciones; porque ¿qué razon hay de afrentar y tener por infames aquellos por los cuales se augmenta el culto divino? Las mesmas palabras de Augustino son estas: Pero respóndanme, dice, ¿con qué razon excluyen á los faranduleros de todas las honras, y los juegos escénicos se mezclan con las honras de los dioses? Mucho tiempo la virtud romana no supo qué cosa eran las artes teátricas, las cuales, dado que para placer y deleite de los hombres se buscasen, y por la corrupcion de las costumbres se introdujesen, los dioses pidieron que se les hiciesen; pues ¿cómo se desecha el representante por el cual es honrado Dios? Y ¿con qué cara es notado el que ejercita aquella fealdad teátrica si es adorado el que la pide? En lo cual dice haber sido muy mas pruden'es los griegos, los cuales de la escena y del teatro levantaban los representantes á honras y magistrados supremos, como consagrados á los dioses y muy agradables á los mismos. Pero haber sido algun tiempo tambien los histriones echados por los romanos de los templos, como arte que no cuadraba con el culto divino, Cornelio Tácito, en el lib. xiv, lo da á entender con estas palabras: No pequeña porfia del pueblo se encendió porque los pantomimos, dado que restituidos á la escena, eran excluidos de las contiendas sagradas. Pues ¿con qué cara los cristianos faranduleros tomados de la plaza y de los mesones los meten en los templos para que por ellos se augmente la sagrada alegría de las fiestas? Y pues las leyes eclesiásticas en la distinccion 23, can. maritum., los desechan de las sa

« AnteriorContinuar »