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muy arraigado. Huyeron los dos de Constancia, prendiéronlos en el camino personas que para ello enviaron, y traidos á la ciudad, los quemaron públicamente; castigo por ellos bien merecido, pero en que muchos dudaron si fuera mas expediente que se les guardara la seguridad que les dieron, si bien constaba cometieron en la ciudad y por el camino delitos por que no se les debia guardar. Castigados los herejes y condenadas sus herejías, volvieron su pensamiento á componer las revueltas de la Iglesia. A Benedicto, que de los tres pontifices todavía continuaba en su contumacia, le descomulgaron á los 26 de julio, y le despojaron del pontificado y derecho que podia tener á las llaves de san Pedro. Publicalla esta sentencia, dieron órden en nombrar de conformidad un nuevo papa. Hallábanse presentes veinte y dos cardenales de las tres obediencias de los papas depues tos. Juntaron con ellos otros treinta electores, parte obispos, parte personas principales. Encerráronse los unos y los otros en conclave. Vinieron todos sin faltar uno de conformidad en nombrar por pontifice al cardenal Oton Columna, natural de Roma. Hízose la eleccion á los 11 de noviembre. Llamóse en el pontificado Martino V. El contento que resultó desta eleccion, así en la ciudad de Roma como en las demás naciones por cuanto se extendia la cristiandad, fué cual se puede pensar. Parecíales que despues de muy espesas tinieblas les amanecia una mañana muy clara, y una luz muy alegre se mostraba á las tierras ; ca todos, olvidadas las aficiones pasadas, se conformaron y prestaron obediencia al nuevo Pontífice. Solamente el rey de Escocia y el conde de Armeñaque tuvieron recio por algun tiempo con Benedicto y algunos pocos cardenales que le acompañaron cuando se salió de Perpiñan; pero tambien le dejaron poco adelante. Disolvióse con tanto el Concilio; bien que para adelante dejaron aquellos padres decretado que dende á cinco años se juntase concilio general la primera vez, la segunda desde á otros siete años, el tercero se celebrase diez años despues del segundo, y así se guardase perpetuamente que cada diez años se juntase concilio general. Despachó el nuevo Pontífice dos monjes del Cistel parà avisar á Benedicto se conformase con la voluntad de todos los prelados, y á sus cardenales procurasen le desamparasen. En Benedicto no pudieron hacer mella por su condicion. Los cuatro cardenales que tenia, con promesa que les hicieron de conservallos en aquel grado de cardenales y bacelles nuevas gracias, todos españoles, le dejaron luego y se fueron al nuevo y verdadero Papa, que hallaron en Florencia. El mas principal era don Alonso Carrillo,cardenal de San Eustaquio y obispo de Sigüenza, deudo del otro cardenal don Gil de Albornoz, y tio de don Alonso Carrillo, que adelante fué arzobispo de Toledo. Este mismo año fué muy desgraciado para Francia; para Castilla alegre por la navegacion que por voluntad de la reina de Castilla y licencia que dió el rey don Enrique antes de su muerte se tornó de nuevo á hacer á las islas Canarias; camino para sujetallas, como á la verdad se apoderó de las cinco Juan Bentacurt, de nacion francés, caudillo desta empresa. Sucedióle Menaute, su deudo. El papa Martino proveyó por obispo de aquellas islas á un fraile, por nombre Mendo. Resulta

ron entre los dos diferencias; acudió Pedro Barba con tres naves por orden del Rey. Este compró á dinero las islas de Menaute, y las vendió á Pedro de Peraza, ciudadano principal de Sevilla, cuyos descendientes las poseyeron hasta los tiempos del rey don Fernando el Católico, que las acabó de sujetar finalmente, como queda de suso declarado, y las incorporó en la corona de Castilla. Esto es lo que toca á España. Las desgracias de Francia se encaminaron desta manera: Enrique, quinto deste nombre, rey de Inglaterra, pidió á Cárlos VI, rey de Francia, le diese por mujer á su hija madama Catarina. No vino en ello el Francés, de que el Inglés se tuvo por agraviado. Para vengar esta afrenta pasó en una armada muy gruesa á Normandía. Ganó una grande victoria de los franceses, en que prendió á los duques de Orliens y de Borbon. Púsose otrosí sobre Ruan, cabeza de Normandía, que al fin ganó, aunque con trabajo y tiempo. No pararon en esto las desgracias, antes la reina Isabel de Francia se partió de su marido, y con su hija Catarina se retiró á Turon. Desde allí lia-, mó al duque de Borgoña en su favor, que acudió luego con gente por no perder la ocasion que se le presentaba de satisfacerse de los disgustos pasados. Apoderóse, no solo de la Reina y de su hija, sino del mismo Rey y de la ciudad de Paris. Restaba Carlos, el Delfin, heredero de aquella corona, el cual con gentes que pudo juntar, reparaba aquellos daños y hacia rostro á los ingleses y borgoñones. Para divertir al duque de Borgoùa procuró verse con él. Señalaron de acuerdo para la habla una puente del rio Secuana, en aquella parte en que el rio Icauna desagua en él. Para mayor seguridad atajaron la puente con una verjas de madera; solo dejaron un postigo por do se podia pasar, pero bien cerrado y asegurado. Concertaron otrosí que acompañasen á los príncipes cada diez hombres armados. Acudieron al tiempo aplazado. El Delfin saludó al Duque con rostro ledo y alegre semblante, y convidóle á pasar do él estaba. Aseguróse el Duque del buen talante con que le habló; abierto el postigo, pasó como se le rogaba. Trabóse cierta pasion y riña entre los soldados, si acaso, si de propósito, no se averigua. Resultó que el Borgoñon quedó muerto, cuya vida si fué perjudicial para Francia, no menos lo fué su muerte, á causa que el duque Filipe por satisfacerse de la muerte de su padre entregó al Inglés los rey y reina de Francia con su hija Catarina y la ciudad de Paris, de que procedieron males sin cuento y sin término, enemigas, quemas, muertes y robos. Pero estas cosas avinieron algun tiempo adelante, y por ser extrañas no nos incumben ni queremos particularizallas mas.

CAPITULO X.

Otros casamientos de príncipes.

La reina doña Leonor de Aragon despues de la muerte del Rey, su marido, se retiró á Castilla, y en Medina del Campo con la compañía de sus hijos, que le quedaron muchos, y otros honestos entretenimientos pasaba su viudez y soledad. Comenzóse á mover plática que su bija la infanta doña María casase con el rey de Castilla. Extrañaba la reina doña Catalina, su madre, este casa

tener sucesion el rey don Alonso, su hermano. El dote de presente fueron cuatrocientos y veinte mil florines. Púsose por condicion que, caso que doña Blanca muriese, puesto que no dejase hijos, su marido despues de sus suegros por todo el tiempo de su vida se intitulase y fuese rey de Navarra. Hiciéronse los desposorios en Olite por poderes. El procurador de parte del Infante, que hizo sus veces, Diego Gomez de Sandoval, sobrino del arzobispo de Toledo, adelantado de Castilla y mayordomo mayor del Infante, su muy privado, y que por esta causa adelante alcanzó gran poder y estado, y aun finalmente los vientos favorables se le trocaron en contrarios y corrió fortuna, como se notará en otro lugar. Cuando se celebraron los desposorios de Navarra cotria el año de nuestra salvacion de 1419. En el mismo el gran predicador y varon apostólico fray Vicente Ferrer, gran gloria de Valencia, su patria, y de la órden de los Predicadores, pasó desta vida mortal á la eterna en Vanes, ciudad de la Bretaña, á los 5 de abril. Sus grandes virtudes y los milagros, muchos y maravillosos, que obró en vida y despues de muerto, le pusieron poco adelante en el número de los santos. Su cuerpo sepultaron en la iglesia mayor de aquella misma ciudad. Volvamos á lo que del rey don Juan de Castilla se queda atrás.

CAPITULO XI.

De las alteraciones de Castilla.

miento. Excusábase con la poca edad del Rey, como quier que á la verdad de secreto se inclinase mas á casalle en Portugal con la infanta doña Leonor, que demás de ser su sobrina, parecia así á ella como á los mas de los cortesanos seria á propósito para atar aquellos dos reinos con un vínculo muy fuerte de perpetua concordia. Creemos fácilmente lo que deseamos. Desbarató la muerte estos intentos, que sobrevino de repente á la reina doña Catalina en Valladolid, juéves, á los 2 de junio del año 1418. Su edad de cincuenta años, el cuerpo grande y grueso, en la bebida algo larga conforme á la costumbre de su nacion, la condicion sencilla y liberal; virtudes de que se aprovechaban para sus particulares y para malsinar á otros y desdorallos los que le andaban al lado, que los mas eran gente baja. Estos eran sus consejeros y sus ministros, grave daño, y mas en príncipes tan grandes. Sepultáronla en la capilla real de Toledo en propio lucillo, en que fundó quince capellanías, y las añadió á las de antes para que se hiciesen sufragios ordinarios por las ánimas suya y del Rey, su marido. Con la muerte de la Reina se trocaron y alteraron las cosas en gran manera. El Rey, sin embargo de su poca edad, salió de la tinieblas en que su madre le tuvo muy retirado, y comenzó en parte por sí mismo á gobernar el reino, ayudado del consejo de algunos personajes que le asistian. Entre los demás se señalaba el arzobispo de Toledo, que por ser de gran corazon, muy codicioso de honra y entremetido, se a poderó del gobierno, de suerte que en nombre del Rey lo pretendia todo trastornar á su albedrío. Acudieron de Francia dos embajadores para solicitar les socorriesen en aquel aprieto en que aquel reino se hallaba. La respuesta fué excusarse con la poca edad del Rey y las alteraciones, que unas comenzaban, y otras se temian. Volvióse á la plática de casar al Rey. El de Toledo reconocia todo lo que era y valia de los reyes de Aragon; así hizo instancia, y finalmente concluyó que el casamiento de Aragon se antepusiese al de Portugal. Celebráronse los desposorios entre el rey don Juan y la infanta doña María con grandes fiestas en Medina del Campo á los 21 de octubre. Entre las capitulaciones matrimoniales que asentaron, una fué que la infanta doña Catalina, hermana menor del rey don Juan, casase con uno de los infantes de Aragon. No señalaron por entonces alguno dellos á causa que don Juan, el mayor de los hermanos por casar, andaba en balanzas sin resolverse en qué parte casaria. Primero estuvo concertado con doña Isabel, hija del rey de Navarra. Desistió deste casamiento, cebado de la esperanza que se le mostró de casar con Juana, reina de Nápoles, engañosa y vana como de suso se tocó, y la infanta casó con el conde de Armeñaque. Entretúvose por algun tiempo el infante don Juan en el gobierno de Sicilia en lugar de la reina doña Blanca, que su padre el rey de Navarra procuró diese la vuelta, por ser la mayor de sus hermanas y heredera de la corona. Muchos príncipes pretendieron casar con ella, movidos de sus prendas y mas del gran dote que esperaba. El Rey, su padre, finalmente antepuso á los demás competidores al ya dicho infante don Juan por sus buenas partes y por la esperanza que se tenia en juntar lo de Navarra y lo de Aragon, por no

Los reinos de Castilla se comenzaban á alterar no de otra guisa que una nave sin gobernalle y sin piloto, azotada con la tormenta de las hinchadas y furiosas olas del mar. Los grandes traian entre sí diferencias y pasiones. El Rey por su poca edad y no mucha capacidad no tenia autoridad para enfrenallos. Al arzobispo de Toledo, que ponia la mano en todo, muchos le envidiaban, y llevaban mal pudiese mas un clérigo que toda la nobleza. Acudieron al Rey, diéronle por consejo tomase la entera y libre administracion del reino; que la edad de catorce años que tenia era bastante para ello y legal. Con este acuerdo se juntaron Cortes en Madrid, en que se hallaron grandes y muchos personajes de gran calidad. A los 7 de marzo, ya que los tenian juntos en el alcázar de aquella villa, el arzobispo de Toledo con un razonamiento muy pensado declaró la voluntad que el Rey tenia de salir de tutorías y encargarse del gobierno. Respondió y otorgó en nombre de los congregados y del reino el almirante don Alonso Enriquez. Siguióse el aplauso de los demás que presentes se hallaron á este auto y solemnidad. La poca edad del Rey tenia necesidad de reparo. Recibió en su consejo y mantuvo á todos los que en tiempo de su padre y sus tutorías tuvieron aquel lugar. Para despachar las cosas de gracia señaló al arzobispo de Toledo, al Almirante, al Condestable, y con ellos á Pero Manrique, adelantado de Leon, y Juan Hurtado de Mendoza, su mayordomo mayor, y que Gutierre Gomez de Toledo, arcediano de Guadalajara, ordenase y refrendase las cédulas reales. Agravióse desto el arzobispo de Toledo, que pretendia le pertenecia aquel oficio como á chanciller mayor que era de Castilla. Andaban en aquella corte entre otras personas de cuenta los infantes de

Aragon don Juan y don Enrique, maestre de Santiago; el arzobispo de Toledo para tener mas mano y afirmarse contra sus émulos procuró conquistallos con todo género de caricias y buena correspondencia. Todo se enderezaba á continuar en el gobierno, de que era muy codicioso y de que estaba asaz apoderado. De Madrid fué el Rey con su corte á Segovia, ciudad puesta entre montes y á propósito para pasar los calores del verano. Levantóse de repente un alboroto de los del pueblo contra la gente del Rey y sus cortesanos. Estuvieron á pique de venir á las puñadas, y la misma ciudad de ensangrentarse. Los infantes ya dichos de Aragon poco se conformaban entre sí; mando y privanza no sufren compañía. Andaban como en celos cada cual con intento de apoderarse de la persona del Rey y del gobierno, cosa que les parecia fácil por su poca edad, y no querian dar parte á nadie ni aun á su mismo hermano. Resultaron con esto sospechas, dividiéronse los grandes y caballeros en dos bandos; á don Enrique favorecian el condestable don Ruy Lopez Davalos y Pedro Manrique; al infante don Juan asistian don Fadrique, conde de Trastamara, y el de Toledo. La edad del Rey era flaca, y que se mudaba fácilmente, sus enojos repentinos, las caricias que hacia fuera de tiempo; cosas que la una y la otra á cualquier príncipe están mal, por donde mas era menospreciado que temido. El cuerpo conforme á la edad que tenia era grande y blanco, pero de poca fuerza, el rostro no muy agraciado, la condicion mansa y tratable. Deleitábase en la caza y en justas y torneos; era aficionado á los estudios y letras, y hallábase de buena gana en los razonamientos en que se trataba de cosas eruditas. Hacia él mismo metros, y trovaba no muy mal en lengua castellana. Estas virtudes, que comenzaron á mostrarse desde niño, con la edad llegaron á madurarse y hacerse mayores; todas empero las estragaba el descuido y poca cuenta que tenia de las cosas y del gobierno. Oia de mala gana y de priesa; sin oir, ¿cómo podia resolverse en negocios tan árduos como se ofrecian? En suma no tenia mucha capacidad, ni era bastante para los cuidados del gobierno. Esto dió á sus cortesanos entrada para adquirir gran poder, en especial á Alvaro de Luna, que comenzaba ya á tener con él mas familiaridad y privanza que los demás. Por temer esto la Reina, su madre, le despidió de palacio los años pasados, y le hizo que volviese á Aragon, en que acertó sin duda; pero gobernóse imprudentemente en tener al Rey, como le tuyo hasta su muerte, encerrado en Valladolid en unas casas junto al monasterio de San Pablo por espacio de mas de seis años, sin dejalle salir ni dar licencia que ninguno le visitase fuera de los criados de palacio. En lo cual ella pretendia que no se apoderasen dél los grandes y resultase alguna ocasion de novedades en el reino; miserable crianza de rey, sujeta á graves daños, que el gobernador de todos no ande en público ni le vean sus vasallos, tanto, que aun á los grandes que le visitaban, no conocia ; que quitasen al Príncipe la libertad de ver, hablar y ser visto, y como metido en una jaula le embraveciesen y estragasen su buena y mansa condicion, cosa indigna. ¿Como pollo en caponera me pongas tú á engordar al que nació para el sudor y para el polvo?

¿En la sombra y entre mujeres se crie á manera de doncella aquel cuyo cuerpo debe estar endurecido con el trabajo y comida templada para resistir á las enfermedades y sufrir igualmente en la guerra el frio y los calores? ¿Con los regalos quieres quebrantar el ánimo, que de dia y de noche ha de estar como en atalaya mirando todas las partes de la república? Ciertamente esta crianza muelle y regalada acarreará gran daño á los vasallos; la mayor edad será semejable á la niñez y mocedad flaca y deleznable, dada á deshonestidad y á los demás deleites, como se ve en gran parte en este Príncipe. Porque muerta la Reina, como si saliera de las tinieblas y casi del vientre de su madre de nuevo á la luz, perpetuamente anduvo á tienta paredes. Con la grandeza de los negocios se cansaba y ofuscaba. Por esto se sujetó siempre al mando y albedrío de sus palaciegos y cortesanos, cosa de gran perjuicio y de que resultaron continuas alteraciones y graves. Dirá alguno; reprehender estos vicios es cosa fácil, ¿quién los podrá enmendar? Quién se atreverá á afirmar lo que ́es muy verdadero, que á las mujeres conviene el arreo y el regalo, á los príncipes el trabajo desde su primera edad? Quién, digo, se atreverá á decir esto delante de aquellos que ponen la felicidad del señorío, y la miden con el regalo, lujuria y deleites, y tienen por el principal fruto de la vida servir al vientre y á las otras partes mas torpes del cuerpo? Demás desto, ¿quién persuadirá esta verdad á los que tienen por género de muy agradable servicio conformarse con los deseos de los príncipes y con sus inclinaciones para por allí medrar? Dejemos pues estas cosas, y volvamos á nuestro cuento. En el principio del año siguiente, que se contó de 1420, pasó el Rey á Tordesillas, villa de Castilla la Vieja. Don Enrique, maestre de Santiago, ó por pretender casarse con la infanta doña Catalina, ó con intento de sujetar sus contrarios, acompañado de los suyos entró en aquel lugar, prendió á Juan Hurtado de Mendoza, mayordomo de la casa real, y á otros del palacio; con tanto se apoderó del mismo Rey á 12 del mes de junio, y le quitó la libertad de ir á parte ninguna ó determinar algun negocio; gran vergüenza y grave afrenta del reino que el Rey estuviese cercado, preso y encerrado por sus vasallos. Movidos desta indignidad los demás grandes de la provincia, acudieron á las armas, por su caudillo el infante don Juan de Aragon, que, celebrado que hobo sus bodas en Pamplona, concluidas las fiestas y gastados en ellas no mas de cuatro dias, se partió para Castilla, movido de la fama de lo que sucediera y por las cartas de muchos que le llamaban. En Avila se celebraron las bodas del rey de Castilla con pequeño aparato y pocos regocijos por estar ausente gran parte de los grandes y el Rey detenido á manera de preso. Don Enrique para su seguridad y para fortificarse tenia en aquella ciudad tres mil de á caballo; don Juan, su hermano, se entretenia en Olmedo con igual número de caballos, que tenia alojados por los lugares comarcanos; concurrianá él de toda la provincia, los menores, medianos y mayores trataban de vengar la injuria del Rey y mengua del reino. Procuróse que los infantes hermanos se viesen; no se dió lugar á esto, ni permitieron que el infante don Juan se pudiese ver con el Rey.

El infante don Enrique, maguer que á la sazon apode- que en la anchura del mar Océano se podria abrir ca-
rado de todo, cuidadoso de lo de adelante, procuró semino para descubrir nuevas islas y gentes no conoci-
tuviesen Cortes en aquella ciudad. Nadie tenia libertad
para tratar los negocios por estar la ciudad llena de
soldados, y el lugar en que se juntaban cercado de hom-
bres armados. Con esto don Enrique por Cortes fué da-
do por libre de toda culpa de lo que hasta allí se le po-
dia imputar; nadie se atrevió á contradecillo ni hablar,
en tanto grado, que como por galardon y pago de aque-
lla hazaña con voluntad del Rey se alcanzó del pontí-
fice Martino V que el maestrazgo de Santiago con to-
das sus rentas y estado quedase por juro de heredad á
los descendientes de don Enrique, que fuera una nue-
va plaga de España y un gravísimo daño, si el Rey no
revocara aquel decreto llegado á mayor edad. Lo que
solo restaba, la infanta doña Catalina era la que princi-
palmente hacia resistencia á los intentos de don En-
rique. Decia claramente no queria por marido el que
con armas y fieros pretendia alcanzar lo que debiera
con servicios, agrado y buena voluntad. Todavía ven-
cida su flaqueza ó inconstancia, aquellas bodas se cele-
braron con grandes regocijos en Talavera, villa prin-
cipal cerca de Toledo, do el Rey se pasó desde Avila.
Diéronle en dote el señorío de Villena con nombre de
duque. A Alvaro de Luna, el principal entre los pala
ciegos, por lo que en esto trabajó, le fué hecha dona-en aquella sazon, esto por envidia que tenia á Bracio de
ciou de Santisteban de Gormaz, principio y escalon para
subir al gran poder que tuvo y alcanzar tantas riquezas

das. Acometió con diversas flotas que envió para este
efecto si podria hacer algo que fuese de provecho. Por
este modó entre Lisboa y las islas de Canaria, casi en
medio de aquel espacio, este año hallaron una isla, aun-
que pequeña, pero que goza de muy buen cielo y tierra
fértil, como lo mostraban los bosques espesos que en
ella hallaron á propósito para cortar muy buena made-
ra, de donde se llamó la isla de la Madera. Deste prin-
cipio costeando las riberas de Africa, poco a poco parte
á
este Infante, y mas los reyes adelante, llegaron con es-
fuerzo invencible hasta lo postrero de levante, corrie-
ron las marinas del Asia, la India y la China con gran
gloria del nombre portugués y provecho no menor.
Tenia cercada dentro de Nápoles á là reina doña Juana
Luis, duque de Anjou. La causa de hacelle guerra era
la enemiga que de antiguo tenia con aquellos reyes y
las deshonestidades poco recatadas de la misma Reina,
á las cuales como quier que el conde Jaques, su marido,
no pudiese poner remedio, ni las pudiese sin gran men-
gua suya disimular, vuelto á Francia, algun tiempo
despues renunciada la vida de señor, se hizo fraile de
San Francisco. El que principalmente ayudaba al duque
de Anjou era Mucio Esforcia, capitan de gran nombre.

Monton, otro capitan á quien la Reina daba mas favor.
Las cosas y fuerzas de la Reina se hallaban en gran pe-

como juntó adelante. Por este tiempo cada dia en Ca-ligro y casi acabadas cuando don Alonso, rey de Ara

tajuña bramaba la tierra y temblaba toda desde Tortosa hasta Perpiñan. Junto á Girona estaba un pueblo, llamado Amer, en que se abrieron dos bocas de fuego que abrasaba los que se llegaban á dos tiros de piedra. De otra boca junto á las de fuego salia agua negra, y á media legua se mezclaba con un rio, que debia ser Sameroca, con que aquel pueblo se destruyó, y los peces del rio murieron. Era el olor del agua tan malo, que las aves batian las alas cuando por allí pasaban; extendiase tanto, que llegaba hasta Girona con estar apartada de allí y distante cuatro leguas. En Salamanca por el mismo tiempo se edificaba el colegio de San Bartolomé á costa de don Diego de Anaya, que en el mismo tiempo del Concilio constanciense fué de Cuenca trasladado al arzobispado de Sevilla. Dióle grandes rentas con que buen número de colegiales se pudiesen sustentar, á la manera del colegio de Boloña, que el cardenal don Gil de Albornoz dejó allí fundado para que en él estudiasen mozos españoles. Vióle don Diego de Anaya á su pasada por Italia; determinóse de hacer otro tanto. Ejemplo de liberalidad que imitaron personas principales en toda España, ca edificaron los años adelante colegios semejantes, de donde como de castillos roqueros ha salido gran número de varones excelentes en todo género de letras. En aquella misma ciudad y universidad se fundaron con el tiempo otros tres, que se llaman mayores; en Valladolid el cuarto, el quinto en Alcalá, los menores apenas se pueden contar. En el mismo tiempo se abria puerta á los aragoneses y portugueses para adquirir nuevos estados. Fué así, que don Eurique, hijo del rey de Portugal, por el conocimiento que tenia de las estrellas, profesion en que gastó gran parte de su vida, sospecho

gon, quinto deste.nombre, muy esclarecido por la
excelencia de sus virtudes y por haber frescamente
domado y sosegado á Cerdeña, fué llamado y convida-
do á dar socorro á los cercados, con esperanza que le
daban de que sucederia en el reino de Nápoles por
adopcion que la Reina, por no tener hijo ninguno, le
ofrecia hacer de su persona y probijalle. No dejó pasar
la ocasion que sin procuralla se le ofrecia de ensanchar
su reino; así, con una armada que envió desde Cerdeña
hizo alzar el cerco de Nápoles. El premio deste trabajo
y desta ayuda fué que en una junta de señores que se
tuvo en aquella ciudad se otorgó y publicó la escritura
de la adopcion, á 16 de setiembre, y el Pontífice roma-
no algun tiempo despues asimismo la tuvo por buena.
No trato del derecho que tuvieron para hacer esto, por
ser la disputa mas fácil que necesaria. Sin duda deste.
principio largas y perjudiciales guerras nacieron entre
franceses y españoles, trabadas unas de otras hasta
nuestra edad. El mismo rey don Alonso, sujetado que
hobo á Cerdeña y desamparado á Córcega para que los
ginoveses se apoderasen della, se apresuró para pasar
en Sicilia. Llegó á Palermo en breve; el deseo y espe-
ranza que tenia de asegurarse en la sucesion del nuevo
reino le aguijonaba; el cuidado era tanto mas encon-
dilo, que cierto matemático cinco años antes desto le
dijo, consideradas las estrellas, ó por arte mas oculta:
«El cielo, rey dơn Alonso, te pronostica grandes co-
sas y maravillosas. Los hados te llaman al señorío de
Nápoles, que será breve al principio; no te espantes,
no pierdas el ánimo. Dásete cierta silla, grandes habe-
res, muchos hombres. Vuelto que seas al reino, serán
tan grandes las riquezas, que hasta á tus cazadores y

monteros darás grandes estados. Confiado en Dios pasa adelante á lo que tu fortuna y tu destino te llama, seguro que todo te sucederá prósperamente y conforme á tu voluntad y deseo.>>

CAPITULO XII.

Cómo fué preso don Enrique, infante de Aragon.

No pararon en poco las alteraciones y graves desmanes de Castilla; la flojedad del Rey era la causa y sobre esto habelle quitado la libertad, de que resultaron discordias civiles y prisiones de grandes personajes y miedos de mayores males que desto se siguieron. Estaba la corte en Talavera, como poco antes queda dicho; el Rey mostraba no hacer caso ni cuidar de su injuria, antes se deleitaba y entretenia en cazar. Con esta color salió del lugar á 29 de noviembre y se fué á Montalvan, que es un castillo puesto y asentado en un ribazo de tierra, casi en medio de Talavera y Toledo, á la ribera del rio Tajo, de campos fértiles y abundantes. Persuadióle que huyese y hízole compañía Alvaro de Luna, que ya por este tiempo estaba apoderado del Rey; otro género de prision no menos menguada y perjudicial. Llevó mal esto el infante don Eurique; recelábase de lo que habia hecho, y por la mala conciencia temia lo que merecia. Por esta causa con nuevo atrevimiento, juntadas arrebatadamente sus gentes, puso cerco á Montalvan, bien que no le combatió por tener en esto solo respeto al Rey que dentro se hallaba. Concurrian los grandes para vengar este nuevo desacato; estos eran el arzobispo de Toledo, el infante don Juan, el almiraute don Alonso Enriquez; pero corria igual peligro, y se sospechaba de cualquiera parte que venciese no se quisiesc apoderar de todo. En el entre tanto comenzó á sentirse falta de mantenimiento en el castillo, tanto, que se sustentaban de los jumentos y caballos y otros manjares sucios y profanos. Al fin por mandado del Rey, aunque cercado y por miedo de los que a su defensa acudieron, á los 10 de diciembre se alzó ei cerco; don Enrique se fué á Ocaña, villa de su jurisdicion y maestrazgo, con intento de defenderse con las armas si le hiciesen guerra y en ocasion volver á sus mañas. El Rey, ido don Enrique, dió la vuelta á Talavera; en el camino le salieron al encuentro los infantes de Aragon don Juan y don Pedro, su hermano; saludáronse entre sí, reprehendieron el atrevimiento de don Enrique, comieron con el Rey en el castillo de Villalva, que está cerca de Montalvan, hobo de la una parte y de la otra muchas caricias y cumplimientos, todos engañosos y dobles. Mandóles el Rey que volviesen atrás, porque tambien esto le aconsejó Alvaro de Luna, que pretendia solo apoderarse de todo y subir á la cumbre para con mayor ímpetu despeñarse. Mudóse con esto el estado de la cosas y trocóse la fortuna de las parcialidades. El Rey se iué á Talavera para celebrar en aquella villa las fiestas de Navidad al principio del año 1421. De allí se fué á Castilla la Vieja, do tenia mayores fuerzas y mas llanas las voluntades de los natu→ rales. Don Eurique de Aragon tenia en dote el estado de Villena, como poco antes queda dicho, con gran pesar y desgusto de los naturales, que decian no eru du

radero lo que por fuerza se alcanzaba, ni justo contra las leyes y privilegios de los reyes pasados enajenar aquel estado, que poco antes rescataron á dineros porque no viniese en poder del rey de Aragon. ¿Qué otra cosa era entregar tan principal estado en la raya del reino á don Enrique, sino poner á peligro la salud pública y abrir puerta á los aragoneses para hacerse señores de Castilla? De la alteracion de las palabras se procedió y vino á las armas. Don Enrique, como era de su natural arrojado y persona á quien contentaban mas los consejos atrevidos que los templados, con soldados que envió se apoderó y guarneció todos aquellos lugares y estado, sacado solo Alarcon, que se defendió por la fortaleza del sitio. Mandóle el Rey en esta sazon dejar las armas y despedir los soldados. No obedeció; por esto y por mandado del Rey y con sus fuerzas le fué quitado aquel estado. Revocóse demás desto lo que tenian concertado del maestrazgo de Santiago, es á saber, que los descendientes de don Enrique le heredasen. A estos principios se siguió gran peso y balumba de cosas, porque don Enrique, movido del sentimiento de aquella injuria partió de Ocaña, resuelto de ir en busca del Rey. Llevaba consigo para su guarda y seguridad mil y quinientos de á caballo. Llegó á Guadarrama, pasó los puertos sin reparar hasta donde el Rey se entretenia en Arévalo. Corria peligro no se viniese á batalla y á las manos. La reina doña Leonor, cuidadosa de la salud de su hijo don Enrique, hablaba ya á los unos, ya á los otros, y procuraba sosegar aquella tempestad, que amenazaba muclio mal. Lo mismo hizo don Lope de Mendoza, arzobispo de Santiago. Persuadieron á don Enrique despidiese sus gentes. Decian ser cosa de mala sonada y mal ejemplo querer por armas y por fuerza alcanzar lo que podia por las leyes y justicia. ¿Qué podia esperar con tener empuñadas las armas? Como antes con fieros semejantes cometiese crímen contra la majestad; que si las dejaba, todo se haria á su voluntad. Avisaronle que á pocos sucedió bien irritar la paciencia de los reyes, que tienen los ímpetus, aunque tardíos, pero vehementes y bravos. Desta manera se dejaron por entonces las armas. Doña Blanca, hija del rey de Navarra, á 29 de mayo parió en Arévalo un hijo de su marido, que del nombre de su abuelo materno se llamó don Carlos. Sacóle de pila el rey de Castilla, y por su acompañado Alvaro de Luna, al cual quiso el Rey hacer esta honra; ninguna destas cosas por entonces parecia demasiada por ir en aumento su privanza. Las Cortes del reino se convocaron primero para Toledo, y despues para Madrid; con esta determinacion el Rey y la Reina partieron para Castilla la Nueva. Llegaron á Toledo á 23 de octubre. Don Enrique de Aragon, el condestable don Ruy Lopez Davalos, el adelantado Pedro Manrique, llamados á estas Cortes, se excusaban por las enemistades que con ellos tenian algunas personas principales. Entre tanto que esto pasaba en Castilla, don Alonso, rey de Aragon, y Luis, duque de Anjou, contendian grandemente sobre el reino de Nápoles; don Alonso se estaba dentro de la ciudad de Nápoles; Aversa, que cae allí cerca, se tenia por los franceses; de una parte y de otra se hacian correrías y cabalgadas. Cerra, un pueblo cuatro millas de la civ

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