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DE

NOVELISTAS ESPAÑOLES

ANTIGUOS Y MODERNOS

CON UNA INTRODUCCION Y NOTICIAS

DE

DON EUGENIO DE OCHOA.

-

TOMO TERCERO.

VIDA DE D. GREGORIO GUADAÑA, por Antonio Enriquez Gomez.

EL

VIDA Y HECHOS DE ESTEBANILLO GONZALEZ, HOMBRE DE BUEN HUMOR.-
DIABLO COJUELO, de Luis Velez de Guevara. NOVELA DE LOS TRES HERMANOS,
por Francisco Navarrete y Ribera: NOVELA DEL CABALLERO INVISIBLE
(Anónima). DIA Y NOCHE DE MADRID, por Francisco Santos.
VIRTUD AL USO Y MISTICA A LA MODA. Con siete otras novelas
compuestas por los mejores ingenios españoles.

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BAUDRY, LIBRERIA EUROPEA,

3, QUAI MALAQUAIS, AU PREMIER ÉTAGE,

CERCA DEL PUENTE DES ARTS.

1847.

NP Q

LENOX LIBRARY

NEW YORK

VIDA

DE DON GREGORIO

GUADAÑA.

Por Antonio ENRIQUEZ GOMEZ (1).

CAPITULO PRIMERO.

Cuenta don Gregorio su patria y genealogía.

Si está de Dios que yo he de ser coronista de mi vida, vaya de historia.

:

Yo, señores mios, nací en Triana, un tiro de vista de Sevilla, por no tropezar en piedra. Mi padre fué doctor de medicina, y mi madre comadre ella servia de sacar gente al mundo, y él de sacarlos del mundo; uno les daba cuna, y otro sepultura. Llamábase mi padre el doctor Guadaña, y mi madre la comadre de la Luz; él curaba lo mejor del lugar, y ella parteaba lo mejor de la ciudad : quiero decir que él curaba al vuelo, y ella al tiento. Andaba mi padre en mula, y mi madre en mulo, por andar al revés, y todas las noches, despues de vaciar las faldriqueras, se contaba el uno al otro lo nacido y lo muerto. No comian juntos, porque mi padre tenia asco de las manos de mi madre, y ella de sus ojos, por haberlos paseado por las cámaras ó aposentos de los enfermos. Cuando habia algun parto secreto, el sobreparto curaba él, y el parto ella, y todo se quedaba en casa. Mi padre daba remedios para fingir opilaciones, y mi madre á los nueve meses desopilaba á todas.

Un tio mio, hermano de mi padre, era boticario, pero tan redomado, que haciendo un dia su testamento ordenaba que le diesen sepultura en una redoma por venderse por droga. Era su botica una piscina de ellas, y el ángel que la movia era mi padre, pero los pobres que caian en ella, en vez de llevar la cama á cuestas, los llevaban á ellos. No se daba

(1) Judio escribió un poema, Sanson nazareno, impreso en Ruan en 1556. El Siglo pitagórico, en prosa y verso, de donde está sacada esta novela, se imprimió en el mismo pueblo en 1682.

T. III.

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manos mi tio á llenar su botica, ni mi padre á vaciarla; y entre los dos habia cuenta de medio partir cada mes, por lo bebido y purgado. Si un enfermo habia menester un jarabe, mi padre le recetaba diez, y si una medicina, veinte; y con este arbitrio estaba de bote en bote la casa llena de dinero á pura receta baldía, igualando mi padre las enfermedades ; pues todas gozaban igualmente de su providencia. Cuando un enfermo decia que no podia tomar purga, mi padre le hacia tomar píldoras, y si no gustaba de ellas, las comutaba á pócimas, y de no á jarabes; y cuando el enfermo estaba en su opinion, él se despedia; y de esta manera obligaba á todos á beber, ó á reventar, que todo es uno, cuanto recetaba. Nunca fué único en los remedios, porque hubo dia de veinte y cuatro, á hora por remedio, ó á remedio por hora, y sin remedio los iba despachando á todos. Cuando él conocia una enfermedad corta, le largaba la rienda, y cuando caminaba mucho, se la tiraba, y entre andadura y trote, nunca la dejaba llegar á la posada de la salud, ántes la rodeaba por el camino de la muerte, sesteando todos en casa de mi tio el boticario. Tasaba mi padre sus recetas como para sí: y solia muchas veces reñir con su hermano, con lo cual aseguraba los enfermos. Llamábase mi tio Ambrosio Jeringa, si bien á Jeringa le comutaron muchos á Purgatorio, por los muchos que purgaban en su tienda los pecados de atras.

Tenia mi madre un hermano cirujano; era la llave de mi padre, y con ella abria todo el lugar. Llamábase Quiterio Ventosilla. Era el hombre mas dado á perros que ví en mi vida, porque hacia anatomía de cuantos topaba en la calle perseguia aun despues de muertos á los pobres del hospital, y no paraba hasta verles los hígados y sacarles las entrañas: solia decir que abriendo los muertos, sanaba los vivos; pero yo nunca le ví abrir ninguno que no le abriesen primero la sepultura. Era hombre tan carnicero, que el dia que no cortaba carne partia huesos: hacia una sangría por excelencia, ó por señoría; pero habia de ser en ayunas, que despues de haber bebido, porque él no comia jamas, de cinco picadas, apenas acertaba una; y como mi padre le conocia la enfermedad, aplicábale la mañana por remedio. Era tan noble que jamas sacó sangre baja, siempre picaba alto. Cuando sangraba del tobillo á alguna dama, asistia mi padre con una luz, y mi tio traia la sangre mas peligrosa, á pesar de los humores mas ocultos. Tenia á fuentes apestado el lugar, y así daba botones de fuego á los nacionales, como si no lo fueran; estaban reputadas sus tientas, por tentaciones del diablo, y jamas abrió postema que no la hiciese. Alegrábase su alma cuando oia espadas en la calle, pero si no habia heridos, decia que todos eran unos cobardes. Sus ungüentos eran bufones de las heridas, entretenian un año y dos las llagas: era grande alegrador de un casco, pero mas del suyo.

Mi abuelo por parte de padre era sacamuelas; llamábase Torribio Quijada, y desempedraba una, y aun dos, á las mil maravillas. Solia ponerse en la plaza, con un rosario de huesos al cuello, y hacia una oracion tan piadosa, que la mayor parte de la gente estaba la boca abierta escuchándole. Limpiaba dientes y muelas con tal gracia, que nunca mas se hallaban en la boca. Ninguno llegó á sus manos con dolor de muelas, que no saliese

con otro mayor, Disciplinaba una boca con agua tan fuerte, que duraba la llaga en cuanto habia boca. Era destilador de cuantas aguas introdujo la malicia humana; sus redomas eran reliquias del Jordan, y llovian damas y en su bolsa dinero, porque las mudase caras todas las noches; y él las mudaba de forma, que no las conocian sus amantes, sino cuando él queria. Quitaba canas, teñia mudas, y mudaba rostro á otro barrio cuando se lo pagaban. En esto de poner dientes era único; tan bien los ponia como los quitaba: pero en lo que ninguno le llevó ventaja, fué en hacer ójos; podia uno quitarse los suyos por ponerse los que hacia, y era tan letrado en esta materia que con haber hecho dos mil tuertos derechos, ninguno veia la claridad de su justicia.

Mi abuela, por parte de madre, se llamaba Aldonza Cristel, y tenia por oficio ayudar con ellos á las damas. Tenia la mano tan hecha á deshacer agravios retenidos, que no habia dama por delicada que fuese que no fiase de ella en ausencia y en presencia su peligro. En su mocedad fué un lince, y conservaba los ojos tan claros que no se le escapaba el mas oscuro. Tenia en su casa dos baños, no los de la reina mora, por ser cristianos los que se bañaban en ellos; pero en el aseo, limpieza y libertad, no debian nada á los del gran turco. Poseia el secreto de un agua tan excelente, que la mas estéril se hacia fecunda á los primeros tres vasos : gustaban mucho las cortesanas de esta agua, porque era destilada por unos arcaduces de tal artificio, que mal año para el de Juanelo.

Una prima hermana mia, hija de mi tio el cirujano Ambrosio Jeringa, era maestra de niñas; llamábase Belona Lagartija, y era tan extremada en todo genero de costura, que labraba un enredo de noche sobre la almohada, tan bien como de dia le zurcia. Tenia á cargo algunas niñas, no tan niñas que no tuviesen niños que las llevasen y trajesen de la escuela. Era la señora mi prima tan prima en la bocolica doctrina, que despues de haber juntado sus discípulas las meriendas, se las comia. Tenia arte y natural de robar los corazones á todos sin ser gavilana. Era dama tan gentil que idolatraba una estafa mejor que al sol; y presumia tanto de serlo, que traia pendientes de sus rayos los mejores planetas del lugar, y yo entre ellos, hacia junta de sus discípulas, y cantábales la cartilla en dos palabras. Ninguna salió de sus manos que no supiese bordar un embuste tan bien como Celestina; prendíase de forma, que se soltaba cuando queria. Azotaba sus niñas cuando venian tarde y hasta que derramaban mil lágrimas no cesaba el castigo: jurábasela con el dedo, si no ganaban la palmatoria, y como á ella no le tocaba la palma por no ser mártir, queria hacer notoria su virginidad. Muchas mocitas iban á su escuela por aprender labor, y principalmente por saber hacer puntas y encajes; y llevaban hecha la costura, el encaje y la punta, tan perfectos que sus dueños lo juzgaban por hecho en casa. Era la suya de grande recogimiento; nunca consentia que sus discípulas holgasen; siempre trabajaban con la aguja en la mano de noche y de dia. Gustaba mucho que sus niñas se tocasen bien, y en razon de posturas, reverencias y gestos, era única, y temíanla tanto que cuando las enseñaba ninguna se meneaba sin su licencia. Cuando venia á su escuela algun galan á hablar con su parienta,

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