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EXÁMEN HISTÓRICO

DE

LA REFORMA CONSTITUCIONAL

DE

ESPAÑA.

CAPÍTULO VI.*

ESTADO DE LOS PARTIDOS DENTRO Y FUERA DE LAS CORTES. ESPÍRITU QUE ANIMABA A LA DIPUTACION AMERICANA, Y SITUACION CRÍTICA Y DIFÍCIL EN QUE COLOCABAN AL CONGRESO SUS PRETENSIONES, Y LA REBELION Y TURBU, LENCIAS DE SUS PROVINCIAS.

LA abolicion de los señoríos forma una de las épocas mas señaladas en la historia de la reforma constitucional, porqué en ella empieza realmente la oposicion sistemática contra el restablecimiento del gobierno representativo. Siglos de sumisas peticiones, de consultas de consejos y tribunales, de litigios dispendiosos entre particulares, y aun

TOM. II.

B

asociaciones de pueblos enteros, todo se había estrellado en la prepotencia y valimiento de los poderosos. Una discusion pública, sostenida por el saber, la razon y el patriotismo reunidos, triunfó de obstáculos que se creían invencibles, arrancando al mismo tiempo la sincera aprobacion hasta de no pocos perjudicados en sus intereses, ó contradichos en las doctrinas que habían profesado. Pero tambien conmovió, no solo á los que perdieron sus privilegios feudales, sinó tambien á dos clases numerosas, que vieron en aquel decreto el principio de una estensa reforma que debía disminuir su influjo y su autoridad. El clero y la magistratura formaron desde entónces la gran confederacion que al fin trajo sobre la desventurada España el diluvio de males en que se ve sumergida. No es decir por esto que el restablecimiento de la antigua libertad no tuviese tambien otros enemigos. Lo que se quiere dar á entender es, que aquellas dos clases fueron las que principalmente fundaron el partido anticonstitucional bajo principios de oposicion constante y sistemática, ofreciendo apoyo, y sirviendo de centro comun á todos los que, viviendo de abusos, errores y vicios en los diversos ramos de administracion pública,

aborrecían como ellos el sujetarse á la responsabilidad efectiva de las leyes, y al juicio y censura de la opinion ilustrada. Asociados unos y otros en forma, ó á manera de liga, se conjuraron para estorbar por todos los medios imaginables el establecimiento del gobierno representativo.

Alarmadas, pues, aquellas dos clases al ver en la abolicion de los señoríos, que el poder de las Córtes era irresistible, desde luego se propusieron destruirlas y aniquilar de este modo una institucion que consideraban orígen y fundamento de toda reforma. Entre otros ardides que emplearon, es preciso hacer mencion de uno, que, disfrazado con el falso celo Ꭹ desconfianza popular, era un lazo peligroso tendido á la incauta credulidad de muchas personas sencillas y bien intencionadas. Es indecible la sagacidad con que propagaban entre ellas, que las Córtes querían perpetuarse.-Que abrigaban designios ambiciosos. Que un cuerpo tan numeroso, sin restricciones ni contrapeso que le contuviese, acabaría por usurpar toda autoridad y poder, y sujetar al fin á la nacion á una tiranía intolerable.

Que conviniese convocar otras Córtes en lugar de las estraordinarias, podía ser, cuando mas, punto opinable, respecto á que, ni

por

el tiempo

que habían estado reunidas, ni por la moderacion y prudencia con que procedían, parecía urgente su renovacion. Pero desentenderse de que la permanencia del cuerpo representativo bajo una ú otra forma era ya el único medio de sostener con vigor la lucha contra Bonaparte, hacía muy sospechosos á los que aspiraban á disolver el que existía, sin substituirle otro de la misma naturaleza. El respeto y saludable temor que inspiraba con su vigilancia y su censura; el vigor que infundía en los ánimos el lenguage libre y patriótico, dirigido constantemente desde un centro comun y tan augusto á todas las estremidades del imperio español; la esperanza de hallar en sus deliberaciones y acuerdos pronta decision á todas las dudas, autorizacion para toda providencia, para todo recurso por estraordinario que fuese; la confianza de ser incorruptible, en suma, el prestigio que llevaba consigo el nombre de Córtes generales restauradas por la voluntad y esfuerzo de la nacion, eran el suplemento de todos los medios que faltaban para tan atrevida empresa, á no ser en el sentir de los que deseaban el triunfo del enemigo, de los que abrigaban designios incompatibles con la independencia é integridad de la monarquía, y de

los que, obcecados con sus inmunidades y privilegios, no veían la inevitable disolucion del estado, roto el único vínculo que le quedaba despues de tres años de fatales esperimentos y desgracias.

Una rara coincidencia con este ardid llamaba la atencion de los que observaban cuidadosamente los progresos de la liga. El gobierno intruso, al ver la profunda impresion que hacía en los pueblos ocupados cuanto penetraba y se oía de las deliberaciones y decretos de las Córtes, acabó de perder toda esperanza. A la verdad, como instrumento de ambicion de un conquistador indómito, y embarazado con otras empresas, no podía competir con un congreso general elegido libremente por la nacion, cuya autoridad reposaba sobre fundamentos indestructibles, y que deliberaba públicamente sobre los grandes intereses del estado. No le quedaba, pues, otro recurso, sinó debilitar cuanto fuese posible su influencia para minar su poder, ya que destruirle, frente á frente, era impracticable. Para ello sus escritores en Madrid divulgaban, que las Córtes, que afectaban llamar de Cádiz, eran una asamblea sediciosa y violenta, dominada

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