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Entre los puntos que comprendía el escrito, ninguno causó mas indignacion que la malignidad de su autor en promover dudas sobre la legitimidad de los diputados suplentes, despues de haber sido, él mismo, miembro de la regencia que decretó que se eligiesen. Y este cisma ¿quién lo fomentaba? El que había sido regente en virtud de un acto de notoria ilegalidad, y por tanto usurpado el poder que ejerció en aquella magistratura. Sin embargo el deseo de conservar entonces la union y concordia de los ánimos hizo que se disimulase, y que todos sacrificasen en aquella ocasion sus opiniones en este punto al interes de una causa tan sagrada como la que se defendía. ¡Qué contraste! Este escritor, entre otros hechos notables, descubría que el obispo de Orense había enviado, contra lo que aseguró á las Córtes, copia de su famosa protesta de 3 de octubre de 1810 á la regencia á que ambos pertenecieron, y al Consejo real, á fin de que constase su resistencia en todo

"la patria y el augusto congreso que la representa.”—Diario de las Cortes estraordinarias, tomo ix, pág. 262. Mas adelante el general Don Francisco Javier Castaños, en una carta, que fué leida tambien en las Córtes, desmentía igualmente á Lardizabal.

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tiempo. Esta singular revelacion; el arrojo de publicar las audaces tentativas de la noche en que se instalaron las Córtes, al cabo de dos años, y existiendo en ejercicio la autoridad nacional contra quien se habían dirigido; el lenguage insolente y decisivo que usurpaba, semejante al de los conspiradores despues de triunfar en la conjuracion, no dejaban duda de que este libelo estaba enlazado con el plan vasto y atrevido denunciado tantas veces como próximo á ejecutarse, desde que se halló tan débil y tan ineficaz la oposicion, dentro de las Córtes, á la reforma constitucional.

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Para que nada faltase á la irritacion y encendimiento de los ánimos, mientras se deliberaba sobre esta sediciosa composicion, se denunció como próxima á salir á luz una consulta acordada en sala plena por el Consejo real contra la autoridad y competencia de las Córtes para establecer la constitucion que se discutía. La efervescencia á que habían llegado los espíritus con los debates dió lugar á que se asociasen por su coincidencia y analogía todos estos incidentes.

Las Córtes despues de mucha discusion pidieron todos los documentos que existiesen en la materia. El Consejo real aseguró que no había

llegado á aprobar la consulta, si bien no pudo ocultar los votos originales de tres de sus ministros, en que se impugnaba circunstanciadamente la doctrina general y pasages determinados del escrito. Con los votos entregó la copia de la protesta del obispo de Orense, y lo mismo hizo la regencia con el ejemplar que este prelado le había dirigido.

Las sesiones en que ocurrieron estos incidentes fueron en estremo agitadas, como no podía dejar de suceder en un congreso, que se veía asaltado de todas partes por una liga de conjurados de diversas categorías, alentada por la misma moderacion y prudencia con que había disimulado hasta aquí sus maquinaciones. La renovacion de tan dolorosos recuerdos, despues de tantos sacrificios para conciliar los ánimos, y contener la exaltacion y vehemencia de los espíritus ardientes de aquel tiempo, ¡ qué estraño que provocase la circunspeccion y apurase el sufrimiento de las Córtes ! En tan críticos momentos ciertamente no hubieran podido ménos de estraviarse, tomando direccion contraria á la que con tanto esmero procuraban seguir, si hubiesen contenido dentro de su seno los elementos

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desorganizadores y revolucionarios, que falsa y maliciosamente suponían en ellas sus enemigos. ¿Quién les hubiera impedido desplegarse? ¿Qué ocasion mas favorable á su esplosion que la de arrojar en medio de ellos una tea incendiaria, cual era un libelo en que se vomitaban á torrentes los mayores ultrages y calumnias contra las Córtes? ¿Cuánto no aumentaba la llama la comprobacion de una consulta dirigida, cuando ménos, á embarazar el ejercicio de su autoridad en el acto de renovar el pacto fundamental de la nacion? ¡Cuánto no contribuía á irritar las pasiones, á exacerbar todos los resentimientos, la aparicion de dos copias auténticas de la inconsiderada protesta de un prelado, que aseguró solemnemente, no solo que no la había comunicado á nadie, sinó que había destruido hasta la minuta original; de un prelado con quien se observaron tantas consideraciones por creerle incapaz de dolo ni perfidia! Cuando los que presumían tanto de santidad y de justificacion se valían de medios semejantes para salir con su intento, un congreso general de toda la monarquía en ambos mundos, reconocido con entusiasmo, obedecido con veneracion, revestido de

facultades ilimitadas, encargado de una mision restauradora y verdaderamente augusta, provocado sin cesar por conjurados audaces y temerarios, á no estar animado de un espíritu recto, noble y generoso, hubiera dejado de adoptar providencias vigorosas y severas para refrenar el atrevimiento de sus implacables enemigos?

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Lejos de ello procuró seguir en lo posible el órden legal, y deliberadamente le eligió, sabiendo que sería favorable á sus opositores y contrarios. Atendiendo á la categoría del Consejo real, y la necesidad de proteger contra su influjo y su resentimiento á los que entendiesen en este grave negocio, nombró por sí los jueces; pero en sesion pública, y dejando totalmente espedito el curso de las leyes anteriores, para que sustanciasen un proceso, que sus enemigos en igual caso hubieran envuelto en toda la obscuridad misterio inquisitorio á fin de conducirle segun les hubiese convenido. Los jueces instruyeron el sumario y prosiguieron hasta el fin de la causa con absoluta independencia. Las Córtes no volvieron á intervenir, sinó en puntos abstractos y meramente legislativos, consultados voluntariamente por los ministros de este tribunal. Aquestos jueces en el curso del proceso siguieron

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