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congreso quisiese exigir de su respetuosa sumision. Con este motivo se suscitaron dudas acerca de la autoridad del santo oficio faltando el inquisidor general, gefe único y supremo de este establecimiento. La disputa se deslizaba insensiblemente hacia el punto principal y de mayor peligro. Así pues, era prudente ceder por el momento, y dar lugar á los sobrecogidos, á que recobrados meditasen con reposo y calma las consecuencias de un desacierto, que, llevado adelante, hubiera proporcionado irremisiblemente al enemigo un triunfo por que tanto suspiraba.

Segun el método de la inquisicion tocaba conocer en este caso al tribunal de la provincia de Sevilla que se hallaba refugiado en Ceuta ; pero el cual hizo presente, que no podía proceder por no estar en ejercicio el Consejo supremo. Los ministros de este tribunal que había entónces en Cádiz, alentados con la exaltacion que manifestaba su partido, y fiados en la órden de la regencia anterior para reunirse, creyeron que era llegado el momento, y sin detenerse en ninguna otra consideracion, resolvieron instalarse por su propio acuerdo. Este arrojo es otra nueva prueba de la audacia que caracterizó en todos tiempos á esta famosa institucion. ΕΙ

gobierno precedente, á pesar de su deseo, no se había atrevido á restablecerla, como á los demas consejos, pocos dias antes de abrir las Córtes sus sesiones. Ofendida ahora la regencia al ver que no solo no se le pedía parecer, pero ni siquiera su consentimiento, despues de reprender severamente á los inquisidores les ordenó que se disolviesen en el acto, y que esperasen la decision de las Córtes. Tanto vigor perdió á los regentes en la gracia de los partidarios de la inquisicion, que desde este momento se propusieron reemplazar á aquellos beneméritos é ilustres magistrados, por personas mas dóciles y mejor dispuestas á servir su causa.

Comunicada á las Córtes la providencia del gobierno, se empeñó nueva disputa con tanta tenacidad y calor, que al fin se vió que era necesario encargar el exámen de este negocio á una comision especial para calmar la irritacion que se había encendido en ambos partidos. Gran número de diputados aspiró siempre á que se evitase toda discusion sobre la materia, prefiriendo que el tiempo, las luces, y la controversia de los escritores, ilustrasen la opinion de los que creyesen de buena fe, que podía convenir una institucion, á cuyo restablecimiento

se oponían tantas circunstancias en aquella época. El clero mismo, á no estar tan alucinado, no podía desconocer cuanto le importaba evitar el exámen público de muchos sucesos enlazados con una institucion nacida entre las tinieblas de la edad media, traida á España por el fanatismo, y estendida por toda la nacion con el terror y la violencia. La reforma que se preparaba en el órden judicial le proporcionaba una supresion indirecta, y por tanto tranquila y decorosa; que era ya lo único á que podía aspirar. Pero la intolerancia teológica no reconoce ni sufre límites. No contenta con la agresion que se ha indicado, dió mas adelante un nuevo testimonio de su incorregible espíritu, empeñándose en resucitar la inquisicion despues de haberse restablecido en la Constitucion de la monarquía la publicidad en los juicios segun la antigua jurisprudencia criminal que no esceptuaba de ella y ménos de responsabilidad, á clase ni fuero alguno. Muchos creyeron entónces que los obispos refugiados publicaron su pastoral, no solo movidos de estos incidentes, sinó por haber sido escitados por la confederacion que había en Cádiz. Algun tiempo despues, peso á esta opinion la conducta del nuncio

dió

apostólico, uno de los gefes principales de la liga, al verle instigar por escrito á otros prelados y cabildos eclesiásticos del reino, para que no obedeciesen un decreto de las Córtes de que se hablará en su propio lugar.

Esta liga estaba representada en las Córtes por los diputados que resistían las reformas. No obstante, su pequeño número, el descrédito en que habían caido desde muchos años las doctrinas político-eclesiásticas que les servían de apoyo, y el escándalo á que llegaron en el último reinado los errores y abusos que se intentaba corregir ahora con urgencia, hacían su oposicion poco embarazosa; y esta por sí sola no podía dar á las Córtes carácter diferente del que tiene todo cuerpo representativo en que no hay mas que dos partidos descubiertos en sus principios respectivos, y en el fin que cada uno se propone. Pero en las Córtes estraordinarias había ademas cierto número de diputados, cuyas miras iban mas allá de los límites prescritos por la sagrada obligacion, y solemne promesa de sostener la union é integridad de la monarquía en ambos mundos. En realidad los diputados de América formaban un partido separado, no solo en las cuestiones y negocios que tocaban directamente

á aquellas provincias, sinó tambien en los asuntos generales, siempre que podían influir en el objeto peculiar á que aspiraban con respecto á su patria nativa.

Esta circunstancia colocaba á las Córtes en situacion muy crítica y peligrosa, sobre todo al considerar el incendio que había causado en aquel apartado y vasto continente la arrojada empresa de Bonaparte en la metrópoli. Antes de proseguir con los sucesos en esta, es necesario volver á hablar otra vez de las cosas de Ultramar, no en el órden y con la estension que requiere su importancia, sinó sumariamente, y segun puede ser compatible con la naturaleza de este escrito.

La triste y dolorosa separacion de la América no dejó de agitar en todos tiempos el ánimo de las personas que meditaban con profundidad sobre el estado de provincias tan distantes. De aquí la constante diligencia de los hombres públicos y particulares en advertir al gobierno los errores y vicios de administracion de ellas, pero que desgraciadamente se estrellaba en el mismo escollo, que el celo de los que le manifestaban los de la metrópoli. El escritor tantas veces citado que siguió el partido del archiduque,

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