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del espíritu mas revolucionario.

Escogiendo

entre las discusiones y debates las opiniones, frases y aun palabras que mejor podían servir á su propósito, omitiendo, ó truncando la correlacion y enlace que fijaban el verdadero sentido, lo alteraban y desfiguraban todo como les convenía, á fin de dar verosimilitud á sus imputaciones y calumnias. Del mismo modo hacían insidiosas y malignas alusiones á las épocas mas desastrosas de una revolucion célebre y no remota todavía, repitiendo cuantos lugares comunes, y cuantas trivialidades y declamaciones se usaron en otros tiempos para hacerla odiosa.

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En Cádiz sus agentes y emisarios no se descuidaban en dar calor á este plan. Sediciosos con unos, y aparentando celo por la libertad ; acongojados para con otros por la suerte de la monarquía como si la creyesen en peligro; doloridos y fanáticos con los que pretendían que la religion estaba amenazada de perderse, usurpaban el lenguage propio del disfraz con que se encubrían. En el entretanto Bonaparte hacía difundir por Europa cuantas imposturas podían desvanecer cualquiera idea favorable que hubiesen concebido de las Córtes españolas los hom

bres independientes y amigos de reformas moderadas. Desgraciadamente en este punto se veía apoyado donde ménos era de esperar.

que

Aunqué el artificio parlamentario dividía en Inglaterra á los oradores y escritores públicos, sobre si convenía ó no, continuar la lucha en la península, no sucedía así en censurar la conducta de las Córtes. Los que habían condenado la guerra de España, suponiéndola fundada únicamente en la ignorancia y fanatismo de los pueblos, no querían reconocer que las reformas constitucionales la justificaban y ennoblecían. Al contrario, ora porqué desconfiasen del triunfo en Europa, ó bien porqué creyesen, que lo convenía á los intereses de su pais era la pronta emancipacion de la América española, se dedicaban con el mayor ardor á promoverla. Para ello no omitían ocasion de instigarla á la separacion, y de indisponer los ánimos de sus habitantes contra las Córtes, á quienes, no contentos con atribuir ignorancia y presuncion en sus deliberaciones y providencias, les echaban en cara el orgullo, y el mismo espíritu opresor y tiránico, que, en sentir suyo, había dominado en todos tiempos á la metrópoli. Los sostenían que debía proseguirse la guerra, si elogiaban la per

que

severancia de los españoles, evitaban con particular estudio aludir siquiera al grande y verdadero objeto nacional á que se dirigía. Y si alguna vez hablaban de él á su pesar, era solo para condenar desapiadadamente las reformas, fingiendo desconocer la necesidad y urgencia que había de estimular el espíritu público, y desentendiendose de todas las circunstancias de una insurreccion esclusivamente popular.

Es inesplicable el regocijo de los enemigos de las Córtes al ver reunidos contra ellas tantos detractores, y aunqué no se les podía ocultar la diversidad de miras é intereses que envolvía la censura, les bastaba para su fin, que coincidiese en el punto principal. La condenacion de las Córtes en Madrid, Lóndres y Paris se leía con edificacion, y se celebraba con entusiasmo en los círculos de oposicion de Cádiz, y se citaba y repetía para corroborar y dar mas peso á la opinion de los que aspiraban á disolverlas.

Entre los obstáculos que había que vencer no era el menor el solemne compromiso de discutir el proyecto de constitucion. La comision encargada de estenderle, aunqué no dejaba su trabajo de la mano, procedía con todo detenimiento y prudencia, sujetando al mas escrupuloso

exámen los principios y reglas que establecía, y consultando frecuentemente el

parecer de personas graves y versadas en todas las materias que abrazaba la obra. Esta inevitable lentitud sirvió de pretesto para calificar á la comision de morosa, y aun se llegó á dar á entender así en las mismas Córtes, donde se propuso, unas veces, que se dispensase á sus miembros de la asistencia ordinaria á las sesiones, otras, que se disminuyese su número, y por fin, que se presentase por partes el proyecto para que de este modo se acelerase la discusion y aprobacion. Esta última propuesta era ciertamente la ménos admisible; pues someter al juicio de una reunion ilustrada y severa un sistema fuera el que fuese, sin ir acompañado de todos los fundamentos en que se apoyaba, y de la correlacion y enlace que podían tener entre sí, no parecía el método mas apropósito para asegurar el acierto y conseguir lo que ostensiblemente se deseaba. Sin embargo, tales habían sido las imputaciones de dilacion voluntaria y aun maliciosa; los ruegos de muchas personas celosas y bien intencionadas eran tan frecuentes y tan encarecidos, que al fin la comision, atropellando por todo, ofreció ella misma presentar por partes el proyecto. Mas no por

eso se dejó de conocer bien pronto que la impaciencia de los que tanto habían clamado por esta resolucion, se dirigía á muy diversos fines.

Hasta la abolicion de los señoríos, las Córtes se habían abstenido de tal modo de variar la administracion pública, y los establecimientos existentes en la época anterior, que aun se desentendieron del restablecimiento de todos los antiguos consejos, lo que hizo, pocos dias antes de abrirse las sesiones, el Consejo de regencia. No era posible proceder con mas moderacion, atendiendo á que en su primer decreto habían declarado, que la autoridad suprema sería ejercida conforme á los principios de un gobierno representativo. A la verdad, suponer que fuese compatible con esta declaracion la naturaleza de unos cuerpos, que, ademas del poder judicial en toda su estension, interrumpían el curso de las causas en cualquier estado bajo diferentes alegaciones y pretestos-que administraban el reino en general, y en particular;-que estendían su intervencion hasta mezclarse en las transacciones privadas, dispensando, en muchos casos, el cumplimiento de las obligaciones * y pactos mas

* En la concesion de moratorias en favor de los deudores.

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