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Falklany Malvinas, de la 405 á 420, tiene igual fecha del anterior, la que también lleva la siguiente: VI-Estado que manifiesta el número de clase y goces de las personas existentes en las Malvinas, 421 á 436. Después con especial portada se encuentran: VII-Presupuestos y consecuencias de la extinción de galeones para los puertos de Tierrafirme y retard: ción de las flot:s para los de Nueva España, y de la continuación de los registros de los particulares en los tiempos de la paz como en los de la guerra; desde la página 437 á la 525.

Al fin van 5 fól. n. c. con índice, con carátula especial y después tres mapas correspondientes á las obras insertadas en el tomo y son: Carta geográfica del istmo de Panamá; carta geográfica é hidrográfica de la parte de la América Meridional que confina con las tierras australes y derrota de Anson por aquellos mares y plano particular de las islas de Juan Fernández; mapas llenos de advertencias y curiosas observaciones que por completo satisfacen el propósito con que se levantaron.

Hijo de Don Dionisio de Alcedo y Herrera y de Doña Ma. ría Luisa Bejarano y Saavedra, Don Antonio de Alcedo y Herrera nació en Quito el 14 de Marzo de 1736, en cuyo día se le bautizó por el Capellán de la Real Audiencia, Doctor Don Miguel Marino de Lobera, sirviendo de madrina Doña Leonor de Alcedo Bejarano, hermana del niño, en represen tación de su tío paterno Don José de Alcedo y Herrera, Mar. qués de Villa Jormada, caballero de Calatrava del Consejo de S. M. y Alcalde de Casa y Corte de la villa de Madrid, en donde residía. Cuando apenas contaba un año Don Antonio, terminó su padre en el gobierno de la Presidencia de Quito y entonces éste se trasladó á España llevando en su compañía á la familia; mas como en 1743, se le confiriera ja Capitanía General de Tierrafirme, regresó á América á desempeñar ese empleo. En Panamá encargó á los jesuítas de la educación de Antonio, quien permaneció bajo la dirección de esos religiosos hasta 1752, que se restituyó á la península nuevamente Don Dionisio.

Allí prosiguió Antonio sus estudios como cadete supernumerario, cuyo nombramiento había obtenido en 9 de Abril de 1744, y cuando hubo terminado los de matemáticas se incorporó en el regimiento de Reales guardias de infantería española, en el que, por Junio de 1773, fué ascendido á primer teniente de fusileros. En esta clase tuvo parte en el heroico ataque de Gibraltar en 1779, á órdenes de su hermano Don Ramón, Capitán por aquel tiempo del expresado cuerpo de Reales guardias. Don Antonio llegó á alcanzar este grado, y por tanto el de Coronel de ejército, que conforme á las leyes de la época, era el correspondiente á los capitanes de dicho regi. miento. En 1792, se le elevó al cargo de Brigadier, y á poco fué nombrado Gobernador político y militar de la villa y partido de Aleira, en la provincia de Valencia, de donde se le promovió á Gobernador militar de la Coruña en 1796, conce diéndosele la alta clase de Mariscal de Campo. El comportamiento de Alcedo en los empleos indicados en una época de grande agitación en Europa, fué tal, que se hizo digno de la confianza de los peninsulares. Así es que cuando en 1808, por indisposición del General Vilangluese hubo que nombrar en la Coruña un Presidente de la Junta Revolucionaria contra la invasión francesa, mereció Alcedo que se le concediera esa dignidad. A pesar del tino con que desempeñó tan comprometido puesto, no pudo librar á aquella población de los franceses. El 19 de Enero de 1809, tres días después de la derrota del General inglés Moore en las cercanías de aquella, se vió obligado Alcedo, que estaba de Gobernador, á entrar en capitulaciones con el Mariscal francés Soult, y franquearle las puertas de la ciudad. Dada la situación de Alcedo no era posible otro procedimiento, y así se ha reconocido por todos los historiadores peninsulares, que uniformes reconocen la lealtad é hidalguía del capitulado. Cuando los franceses comandados por el General Ney evacuaron la Coruña, Alcepo por los achaques consiguientes á su edad, se vió privado de tomar parte activa en los posteriores acontecimientos que libertaron á España de la dominación extrangera. Falleció en 1812, á los ochenta y seis años de una vida agitada y laboriosa y de suma utilidad para la ciencia. No solamente fué Alcedo un militar valeroso é ilustrado; fué aun más,

un hombre de escojido talento que cultivado con esmero produjo resultados provechosos. Aficionado desde niño á estudios serios, á ejemplo de su padre, se dedicó con gran empe ño al arreglo de un Diccionario geográfico americano, el que después de veinte años de continuo trabajo, salvo el que le demandaban sus ocupaciones militares, logró publicar en cinco volúmenes en los años de 1786 á 89. En 1807, cuando aún desempeñaba el gobierno militar de la Coruña, ter minó un volumen en folio con el título: Biblioteca americana. Catálogo de los autores que han escrito de la América en diferentes idiomas, y noticia de su vida y patria, años en que vivieron y obras que escribieron. Este interesante trabajo quedó inédito, y ha sidó conocido y explotado por bibliófi los ingleses y norte americanos, como lo hizo Mr. Rich, eru dito librero inglés en su Bibliografia Americana del siglo XVIII. A él pertenecía en 1846 el manuscrito de Alcedo. El diccionario n debió contener, según el plan primitivo del autor, sino noticias de las provincias, ciudades ó ríos de consideración, pero varió de propósito y dió á su obra mayor ensanche que el que se tenía propuesto, abarcando en ella cuanta noticia y dato juzgó interesante respecto de toda ciudad y de las villas y pueblos de alguna importancia con prolijas y detalladas relaciones de las provincias, diócesis, presidencias, gobiernos y virreinatos de la América, con datos cronológicos de los gobernadores, presidentes virreyes y prelados diocesanos, y más datos merecía de las personas notables que en cada una de esas ciudades, villas, ó pueblos nacieron. Compréndese allí también noticias importantes de geografía física, zoologia, botánica, mineralogía, orografía é hidrografía, aun cuando con graves defectos, resultado ineludible del atraso entonces de esas ciencias y de lo poco que aún al respecto se conocía en la América española. La clasificación etnográfica de los indígenas americanos por tribus y familias, mereció seria atención de Alcedo,y bajo este aspecto el Diccionario, contiene noticias tan completas que hasta el día no han avanzado mucho más.

Aun cuando no emplea Alcedo un estilo levantado, tiene claridad y corrección, llegando su escrúpulo para hacerse comprensible hasta colocar al fin de la obra, un vocabulario

de provincialismos americanos, y de los nombres con que aquí se conocen los árboles, plantas, y animales, que describe con minuciosidad, y clasifica científicamente con la cooperación del botanista español Don Casimiro Gómez de Ortega. Mas todo lo expuesto no quita al Diccionario algunas incorrecciones, provenientes de haber incorporado en él Alcedo al describir las ciudades datos y noticias adquiridas diez ó veinte años antes de la publicación de aquella obra. En las cronologías hay también errores, equivocaciones y vacios difíciles muchas veces de llenar ó corregir, defectos no de incompetencia ó descuido, sino de las fuentes de informaciones de que se valió el autor. Siviéronle de mucho para ésta, dos obras publicadas cuando se ocupaba de arreglar su diccionario sujetándose al plan primitivo que tenía resuelto, obras cuya lectura contribuyó á hacerle variar de propósito y dar al Diccionario las proporciones que alcanzó. Esas son una traducción ampliada de una inglesa que se publicó en Liburna en 1763, con el título Il Gaccettiere Americ no, especie de diccionario americano que aun cuando no exento de inexactitudes tiene algún merito, y la otra el Dizionario storico geografico dell' America meridionale, que dió á la publicidad en Venecia en 1771, el jesuita Juan Domingo Coleti misionero que fué en Nuevo Reino; trabajo á que no puede darse gran mérito á pesar de la laboriosa tarea que revela haber tenido su autor al arreglarla.

Carlos III al conocer el Diccionario, sin embargo de la liberalidad que había manifestado suprimiendo en las publicaciones los enojosos trámites de censuras y licencias y orde nado que no pudiera prohibirse ninguna sin oír previamente sus descargos al autor, temeroso de que las noticias consignadas en Alcedo pudieran despertar en las naciones extrangeras interés ó codicia por las colonias españolas y ocasionar algun conflicto á la metrópoli, prohibió la circulación del Diccionario, apesar de que el autor lo había puesto bajo la protección del Príncipe de Asturias, que después fué Carlos IV. Sin embargo de este mandato y del encargo especial del Monarca para que no se permitiera la exportación de ningún ejemplar al extrangero, el libro circuló con profusión por todas partes, y en Inglaterra fué traducido por un

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empleado de aduana Mr. G. A. Thompson, quien llevo á cabo su labor ensanchándolo de manera que obtuvo dobles dimenciones que el original del que refundió en uno solo muchas veces algunos de sus artículos. Thompson pudo, como lo hizo, mejorar el Diccionario, porque en e' tiempo que se contrajo á su traducción se publicaron por los jesuítas extrañados de América trabajos históricos y geográficos de suma importancia sobre estos países, y el Barón de Humboldt lo hacía también de sus viajes á las regiones equinocciales, á más de multitud de escritos de historiadores y viajeros relativo cada cual de ellos á una sola nación. Pero aun cuando la traducción es superior al original, no está limpia de errores de gravedad. El traductor no conocia América y acepta á veces referencias de otros escritores que carecen de exactitud. Tampoco era perito en la verdadera aplicación española de algunos títulos de dignidades y empleos y entonces como, lo advierte D. Diego Barros Arana, en un juicio sobre esta obra, da la acepción inglesa. Así llama misionero á Don Dionisio de Herrera, en vez de Ministro, que, como á togado le concede Don Antonio al referirse á él. De 1812 á 1815 en Londres y en 5 volúmenes en folio, se editó esa traducción. El mérito del Diccionario de Alcedo fué reconocido desde la publicación del primer tomo. Antes que saliera el segundo la Real Academia de la Historia incorporó á su seno el 6 de Julio de 1783 al autor. Este contribuyó desde entonces á fomentar el crédito de la corporación.

ENRIQUE TORRES SALDAMANDO.

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