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LA VIDA DE LIMA EN 1711,

Ò HISTORIA DE UN ROBO SACRILEGO.

La sociedad de la capital de la República peruana á principios del siglo XX no puede parecerse mucho á la de ahora doscientos años, y la Lima de 1908 hay que supunerla, hasta cierto punto, muy distinta de la que gobernaba en 17I1 el afamado Virrey-Obispo Ladrón de Guevara.

Sin embargo, á pesar de cierto parecido, atávico ó no, que no queremos escudriñar, nos cuesta gran trabajo mental el remontarnos á tan lejana época é imaginarnos cómo vivían nuestros paisanos en aquellos tiempos dichosos de adoración perpetua. ¿Qué otra cosa podía hacer la aislada colonia, á la que sus señores sólo concedían amplia libertad para ganar el cielo, mientras éste les hacía besar sus cadenas?

Sea de ésto lo que fuere, y sin meternos en peligrosas honduras, diremos: que importa mucho al historiador de la época colonial el formarse una idea exacta de la vida social de aquellos tiempos, debe por esto consultar de preferencia las relaciones confidenciales, escritas por testigos oculares de acontecimientos importantes.

El documento inédito que hoy publicamos por primera vez, se halla en este caso. No contiene una de esas llamadas impropiamente tradiciones, en que las galas del estilo suelen embellecer, desfigurándolo, un relato popular, más ó menos antiguo y fidedigno, sino que es la simple narración, por un testigo respetable, de un acontecimiento que tuvo inmensa resonancia en Lima; y aunque se nos presente como estractado después de 1770 del libro de memorias de un

particular, parece más bien escrito por orden de la autoridad, para autentificar los hechos á que se refiere, y que motivaron la construcción de la iglesia de Santa Liberata, de cuyo archivo proviene.

El manuscrito que narra el robo del copón del Sagrario en 1711, se atribuye al Licenciado D. Diego Luis de Aguirre, que en la relación aparece como Capellán de la cofradía del Rosario de la Aurora. Este escribía su Diario Limano de 1709 á 14, en que relata los sucesos de 1711, á fojas--(sic), dice nuestra copia; lo que prueba que ésta no es el original, sino una transcripción muy posterior. Así se vé por las nctas que contiene el texto, de la misma forma de letra, en que se hace referencia á sucesos de 1765, de donde resulta que el copista escribía después de esta fecha.

Al final de esta copia hay una nota escrita en Lima en 1832 y firmada por un Teodoro de los Reyes, sin duda Capellán de Santa Liberata, pues después pasó á manos de uno de sus sucesores D. José Iturrino, quien debió encontrar esta copia en el archivo de dicha iglesia.

Sería de desear que se descubriera el Diario de Aguirre, para compararlo con la copia y conocer los demás sucesos que narra de 1709 á 1714. Por ahora debemos contentarnos con el presente relato del sacrilegio robo perpetrado por un hijo natural del Conde de Cartago, que tan hondamente impresionó en 1711 á la devotísima Ciudad de los Reyes. Aguirre nos ha dejado en él candorosamente una especie de fotografía de la vida de la capital del Virreinato'á principios del siglo XVIII, que el futuro historiador debe comparar con lo que nos dicen los cronistas religiosos y las Memorias de Ulloa, que residió en Lima unos 30 años después de 1711.

Podríamos hacer otros comentarios que preferimos omitir, y que el lector perspicaz podrá hacer, si estudia atentamente el siguiente relato del Sr. Aguirre, Capellán del Rosario de la Aurora, famoso en España y sus colonias.

París 1908.

M. González de la Rosa.

He aquí el documento:

EL ROBO del copón deL SAGRARIO EN 1711

En vn Manuscripto que se rotula diario Limano, clarín sonoro que se cree escrito por el Lizenciado Don Diego Luis de Aguirre Presbytero que principia el día 15 de Abril de 1709 y concluye el de 14 de halla á f...... la relación del tenor sigente:

Jueves 29 de Enero del año que corre de mil setecientos onze en que celebra nuestra Madre la Iglesia la fiesta del gloriosíssimo San Francisco Sales (1), dando el relox la hora diez y media de la mañana, estando solo el Sagrario Parroquial de esta Santa Iglesia Catedral se fue á su Baptisterio Fer. nando Hurtado de Chave alias Don Fernando, hijo natural del Conde de Cartago (quien siempre tenia hávito de jugar Naypes, y dados, como también en ilevarse quanto hallaba á tino) y enseñoreado del lugar se puso á buscar vna fee de Baptismo, cuya partida no hallava hasta hallar la de su atrevimiento, arrojándose al Altar mayor en donde halló la llave del Sagrario puesta en él, y sus puertas juntas, abriolas, ó dolor! y lo primero que vió fué la Custodia, empesó á temblar (según su declaración) vió el Vaso del Santo oleo de los enfermos, el relicario de oro con su bolsa de ponerse a pecho, vn Vaso grande, y otro pequeño con su capillo de tel la con su Coopertorio, que es vna corona, y en medio su cruz, con el qual cargó estando con ciento y cincuenta y tantas formas, hechóselo en la faltriquera, y salió por la puerta grande que mira á la Plaza mayor todo lleno de sustos, y confuciones, no acertando á caminar hasta que se paró en el Sementerio de la Santa Iglesia de Nuestra Señora de Desamparados, y pudiendo ampararse de esta Divina Señora conociendo su delito (como confiesa le instimulaba) dando. le impulso de declararse con el Padre Antonio Mesia, y na

(1) Gobernando la Iglesia católica el Señor Clemente XI, y la Monarquía Española el Señor Felipe V, y estos Dominios del Perú el Excmo. y IImo. Señor Doctor Diego Ladrón de Guevara Obispo de Quito XXV Virrey, y vaca la Silla Arzobispal.

rrarle el suceso, quería entrar y se acobardava que de hacer manifestación, lo lastava su punto y honrra, y así fluctuante se arrojó entrando á la Iglesia á resar vna salve á la Santa Virgen á quien dice halló muy triste, y como llorosa, y que teniendo miedo se fué por el callegón que llaman de Romero, y que quiso votar las formas consagradas al río.

Empezó el cielo á mostrar su sentimiento enlobreguesiendo de sus negras obscnras sombras el radiante luminoso día retirando Febo sus fulgores, y condencidad de opacas Nubes transformó la luz, que al Aire de novedad, y rayos enrriqueze, á cuya admiración commovida esta Limana cu. ria, notó, que después de procelosa tempestad que duró parte de media hora entre tanta sensible variación los célicos Astros culparon sus Sydereos Orbes que no enfrenaron las sacrílegas manos que introdujo desatento arrojo, y sacrílego Fernando Hurtado: Nómbrole desatento, y le noto de impúdico por que con sus impías pérfidas manos nos robó nuestro Augusto Sacramento; llamélo sacrilego por que al Sagrado de vna Magestad de Magestades se arrojó desvanecido de su codicia.

Triste y confuso vagueava las calles de Lima cuyos vigilantes Juezes, celosos de la paz, tranquilidad, y sosiego de la República andavan rondándola (como acostumbran) y sin ser todavía savedores del executado hecho, pues todavía no se había descubierto, he aquí encontrando Fernando con la ronda de los Sargentos, é Infantes de la Guardia del Callao que está de custodia de su Exca. en su Real Palacio, y su Cavo, quien luego que supo ser el reo mandó que le recogiesen en el cuerpo de su guardia para por la mañana entregársele á su Madre, que había días carecía de su ruín persona (por ignorarse el crimen en que había incurrido): Al llevarle como los infames conociéndole, fuesen parlando con él, les dixo: que llevava vn Almirés en la faltriquera. Pues habréis hurtadolo en vuestra Casa á la pobre de tu Madre? le preguntó vno de ellos. Pernoctó entre ella, y por ver si sacava lo otro le llevaron á jug ir diciéndole, siempre venderá vuestra merced el dicho Almirés, díjoles de esta suerte: Ni vuestrs mercedes tienen plata para comprarle por ser de valor infioito, ni yo le puedo vender. Anda pataratero le dixeron. Y

sin más que ésto sin picarles á estos la curiosidad de que lo mostrase, lo volvieron á poner en el Zepo, hasta que rayó el día, y le entregaron á su Madre.

Sávado treinta y vno á las ocho del día salió de su casa Maternal, y partió en busca de su gran amigo Don Diego Pita hijo de muy nobles Padres, y emparentado con lo mejor de esta ciudad, quien lo había enseñado á jugar, y como á Maestro iba á consultarle: Hallá vase á dicho Pita en la Huerta de Nuestra Señora del remedio remediado, cultivando, y entresacando sus yerbas de los quarteles que caen á espaldas de la calle que mira á la cerca del Monasterio de Santa Clara, en donde estava muy á las claras Después de haberse recíproca, y cortesanamente saludado, según su tosco valadrón estilo, se contristó, et non fleuit amare al oir á..... Parda de buena vida; empapada, dedicada, y consagrada en cuidar del culto, y adorno de la Santíssima Imagen de Nuestra Señora del Remedio, quien como en la conversasión dixese, que estavan mui tristes de que se hubiesen hurtado el vaso donde se hallavan las formas de nuestro Amo y Señor, y estar todos desconsolados por no sa ver si se abrían arrojado al río: Dixo, hay semejante maldad! Quien tal haría? y prɔcurando se acavase esta conversación la interrumpió, llamando á solas á dicho Pita, á quien le dixo se hallava en gran manera aflixido, por haber sido él el que había hurtádose la Piride con las sagradas formas que actualmente traía en la faltriquera; Pita que tal oyó (según declaró ante la Justicia) le afeó el hecho amenazándole, que con el puñal que traía á la sinta le degollaría, sino iba donde el Padre Alonso Mesía, contándole el caso, no le entregaba el Sagrado Vaso. Esto no obstante le tubo en su huerta en vna calle de Limos más de cinco horas.

Las siete de la mañana poco más ó menos eran quando se ofreció llamar al cura para el Viático, y á estas horas se hechó de ver el hurto habiéndoselo llevado el Jueves á las diez y media de la mañana, como dige arriva, procurando los curas hacer dilegencias secretas, las quales al instante se publicaron por casi toda la ciudad.

Savedores de ésto los Señores Canónigos, y el Benerable Deán sede vacante se juntaron á Cavildo, y en él determi

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