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en 4.o, un suscinto elogio del mismo Padre, que compuso hacia 1720 el P. Francisco Rotalde; y que no contiene datos nuevos, ni contrarios á los que aparecen en la Carta de edificación que por primera vez se da á luz.

Después de terminada dicha Carta, hasta hoy inédita, pondré una razón de las obras que del docto Jesuita quedan en la Biblioteca, y de las otras cuyo paradero se ignora; y creo que así no será perdido el espacio que, en EL SIGLO, me ofrecieron bondadosos los señores redactores; aunque presu. mo, que sería más análogo á la índole de su periódico escribir sobre un sabio en ciencias humanas, que perteneciera al país, como Dávalos y Llano Zapata. Pero hoy por hoy nada puedo hacer á este respecto, aunque la voluntad sobra.

CARTA DE EDIFICACIÓN SOBRE EL PADRE

JUAN PÉREZ De Menacho

MS.

"Pax Christi ".

"A veynte del mes de Henero de este año de 1626. dia de los bienaventurados S. Sebastian y Fabian fue nuestro señor servido de llevar para sí al P. Juan Pérez de Menacho, de sesenta y un años de edad 44 de Compañía y de profesión de quatro votos 28: cuya muerte causó en todos los de dentro, y de fuera de casa gran sentimiento quanta es la falta que hace un varon tan raro, y eminente en letras, y virtudes. Nació el P. en esta ciudad de Lima (a) de padres principales y temerosos de nuestro Señor en tanto grado que su Padre era tenido por uno de los hombres sanctos, y de mayor verdad que havia en esta ciudad; y assí criaron á su hijo con es

(a) Nació año de 1564.

ta ley y buen exemplo, de suerte que 17 años que estubo en el mundo (porque de esta edad entró en la Compañía) fue un mozo ejemplar" (b).

"Siendo de tres años y medio pidió importunamente que le llevasen a la escuela, y enbiándole sin darle cartilla para que leyesse por ser tan pequeño, a los dos días de escuela trujo sabidas todas las letras del A, b, c. A los 6 años de su edad sabia leer, escrivir y contar y toda la doctrina christiana, tan bien que la enseñaba a todos los demás niños de la escuela. Desde niño fue tan serio en sus costumbres que jamas le vieron jugar con los otros muchachos. Con vivir en unas casas de sus padres que tienen ventanas á la plaza jamas quiso ver toros ni cañas ni otros entretenimientos y comedias. Las aborrecía sumamente escondiéndose a estudiar."

"Era devotissimo del Sanctissimo Sacramento, siempre que se hazia señal en las Parroquias iba con gran diligencia a acompañarle, y siendo de solo 10 años todos los salmos penitenciales tomó de memoria, para ir respondiendo al Cura quando llevava el Señor. Y el P. Leandro Phelipe de nuestra Compañía, que a la sason leia mínimos en este Colegio, visitando un dia a sus padres y hallando allí acaso al P. Menacho se le pidió para el estudio: tomóle con tantas veras que dice su madre que jamas dejaba el arte de la mano, y que aun quando le llamavan a comer le tenia sobre la mesa y iba estudiando y comiendo juntamente. No le pasaron al estudio hasta tener 14 años, y aprovechó tanto con su rara avilidad, que en solos ocho meses acabó toda la gramática, y passó a oyr artes; en las que salió tan bien que el mismo dia que le recibió en la Compañía el P. Baltazar de Piñasque entonces era Provincial, sustentó un acto público de todas las artes con general aplauso y admiracion.

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"Todo el tiempo de su noviciado y estudios procedió con singular edificación, y diligencia en el estudio, y assierto y juicio en todo quanto trataba, sin que dejasse de dar el tiempo posible al estudio y observancia de su distribución. Y viendo los superiores la fuerza de avilidad y de caudal de sa

(b) Entró en la Compañía año de 1581.

biduria que Dios havia puesto en el, aun antes de ordenarse porque no tenía edad sufficiente, le mandaron leer un curso de artes, lo qual hizo con grande aplauso de todos. Y despues prosiguió leyendo Theología en la ciudad del Cusco, y en esta por espacio de veynte y siete años. Fue de los subjetos raros que en materia de letras a avido en nuestros tiempos, y para contarse entre los más señalados sólo le faltó el concurso en las Universidades insignes del mundo, a donde pudiese derramar los rayos de su gran sabiduría: y este era el sentimiento de muchas personas graves que venian de Europa que comunicaban o oyan al Padre, diziendo era lástima estubiesse hombre semejante a donde no le gozase lo mejor del Mundo. Solia estudiar diez y doce oras al día, con tai comprehension, que se tiene por cosa cierta que lo que una vez leyó y estudió no lo olvidó. Y assí tenia tan a mano las materias y cosas que le preguntaban, que se acordaba dellas y sabia los libros y lugares donde las había leido, y visto. Llegó un Padre de cassa en estos últimos dias a preguntarle una cossa bien dificultosa y poco tratable en materia de spiritu, y aunque por razon de la enfermedad que padecía iva reccloso de que no le respondería, le dijo que se lo dejase pensar, y buelto a su celda el Padre le embió dos libros que trataban el punto como se podia desear. Y dijo al que los llebó: dé esto al P. Fulano, que con esso queda respondido á lo que pregunta, y a mas de veynte años que lo vi y lei. Es cosa cierta que tenia tan a mano, y era tan señor de las materias de Theología, assi escolásticas como morales, que para presidir á actos, ó replicar en concurso de gente muy grave jamas vio de próximo cossa, sino que se acordaba de lo que avia visto, y para el era como si lo hubiese leido inmediatamente. En confirmacion desto diré dos casos que le succedieron en el sancto Officio, los cuales refirió el Fiscal de aquel Tribunal con admiración. El uno fue que aviendo embiado á todos los calificadores cierta proposicion, en todos sus papel les le dieron calidad; y solo el P. Menacho la salvó, y juntándolos á todos para que oiessen mejor su dicho, porque so. lo el del P. Menacho y su autoridad parece que hazia contrapeso á todos oyeron al Padre, y habló de tal manera, que todos con notable admiración mudaron parecer, y se confor

maron con el suyo. Otra vez estando juntos todos los califi cadores, y no conformándose en cierta proposicion que se avia de calificar embió el Tribunal a pedir al Padre se llegasse allá aunque estubiese enfermo. Fué y derrepente le preguntaron el caso, y habló tan altamente en el con tan graves razones, con tantas autoridades de sanctos, y de concilios, que llegado a cassa el P. Diego Daça confesor del Señor Príncipe de Esquilache, que se halló en esta junta, dijo: todos somos niños en comparación deste hombre, jamas entendí oyr semejante grandeza de sabiduría. No es de menor argumento de su grande comprehension, y de la atencion con que oyera sus maestros, el saberse que licion que una vez oyesse en el aula no tuvo después necesidad de estudiarla por aver quedado señor della. "

Teniasse gran seguridad con sus respuestas, porque nun. ca habló ni respondió sino científicamente, y con certidumbre de que lo que decia era lo cierto. Y en materias morales fue tan raro, y eminente, que quando se resolvia los casos en este Colegio de ordinario dejaba su respuesta, y resolución admirados a todos. Y algunas veces en oyéndole solia decir el P. Francisco Cuello, hombre tan eminente en letras, no es posible que esto se alcance con estudio humano, tengo por cierto que es ciencia infusa la del P. Menacho. Y con ser tan grande jurista y canonista el P. Cuello solia dezir que en todo lo que avia estudiado de derechos, y en todo lo que avia communicado de esta facultad no avia hallado ni mejor inteligencia, ni mayor claridad que la del P. Menacho en el derecho, alcanzada a fuerza de estudio propio. Yendo un dia fuera con un Padre que avía sido discipulo suyo le preguntó al P. Menacho quantos casos avia resuelto en su vida, y respondió con gran llaneza: bien tendré quatro mil consejos escritos para poder imprimir. Y esto a mas de diez y seis años que lo dijo. Sus pareceres admiraban en Europa, y algunos que dió de cosas bien graves fueron muy celebrados y seguidos en Roma, y leyendo acaso un parecer destos uno de los padres provinciales que se avian juntado en la sesta Congre gación dijo, que el daría quatro sujetos escogidos de su pro. vincia por solo tener en ella al dueño de aquel pare cer.

"Contó el dia de su entierro un hombre grave que se ha

lló un dia en la Universidad de Paris, y oyó grandes disputas sobre cierto punto theológico, y viendo á los doctores divididos sacó uno un quaderno, y dijo este punto trató el insigne theólogo peruano llamado Menacho, y lo resuelve assí. Leyó la resolución, y todos quedaron satisfechos de que en tan pocas palabras ubiesse tocado también su duda y quitádoles toda razon de tenerla. "

"Diole Nuestro Señor singular talento para maestro escribiendo y enseñando con admirable claridad; y fue siempre tan estimado que no solo los de casa sino los Teólogos de fuera le cursavan con estimacion notable, y cuando leía en la Universidad de esta ciudad le acudian á oyr de las religiones sujetos que hoy son aventajados Maestros. Tuvo cuatro cosas eminentes de Maestro: la 1a que dictaba con tanta claridad que en todos los años que leyó fueron raras las veces que en su aula se oyesse algún golpe de discípulo para que repitiese lo que iba dictando. La 2a que tenia tan entrañado al angélico Doctor Santo Tomás que en la explicación de un artículo suyo que raras veces dejaba de explicar parece que se excedía a si mismo y assi el dia que avia artículo que explicar ivan los estudiantes con particular gusto a leccion. La 3a que no le oyó hombre alguno hablar mal de opinión ni de auctor que la llevase, sino de todos con grande estimación, y con estudio de todo lo que otros sentían: y así estaba tan ageno de ignorarlo que ponía espanto el verle referir, y resolver todo lo que los demas auctores contrarios trataban. La 4o fue que en todas las ocasiones de actos literarios á que presidia, jamás le perdió hombre el respeto ni dió lugar á que le interrumpiesse, ni resolución que daba á tiempo, y tan á punto que succedió muchas veces replicándole hombres muy doctos levantarse y decir: no tengo mas que replicar, porque lo que pensé y podía dezir todo lo ha preve. nido la respuesta. Y succedió un dia estando presidiendo á un acto arguirle bien, acaso con un lugar de S. Cypriano, que parece venia á propósito por haberle mudado el arguyente algunas palabras, parecia á todo el auditorio que no tenía solucion el argumento, que se traya ab auctoritate. Recogióse un poco dentro de sí el P. Menacho, y tomó la mano y dijo es impossible que San Cypriano diga esso, porque en

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