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considerado absolutamente necesarias para su defensa?

La conducta de la regencia en este punto fué muy prudente, y nadie la hubiera protegido contra la censura, y contra las acusaciones, que ciertamente hubiera sufrido, si ménos detenida y constante se hubiese dejado arrastrar de la exaltacion y falta de cordura de los que no tenían su responsabilidad. Respecto á la circunspeccion de las Córtes en el progreso de tan desgraciadas ocurrencias, bastará una observacion. Pocos ejemplos podrán citarse de una asamblea numerosa, reunida entre la efervescencia y encendimiento que había entónces en los ánimos, instigada ademas por tanta diversidad de pasiones y resentimientos encontrados, y aun por la amargura de que se hubiesen desvanecido las dulces esperanzas de ver el término de aquel sitio cruel y doloroso, conservando el ánimo imperturbable y firme, atenta solo al grande y final objeto de su mision augusta; el triunfo de la causa nacional.

CAPÍTULO V.

DISCUSION DE SEÑORÍOs. BATALLA DE LA ALBUHERA. APROBACION EN LAS CÓRTES DEL ESTADO MAYOR DEL EJÉRCITO. NEGOCIACION CON RUSIA. ORIGEN DE LOS

NOMBRES QUE TOMARON LOS PARTIDOS DENTRO Y FUERA DE LAS CORTES.

Los ánimos quedaron tan conmovidos con los debates sobre el presupuesto de gastos y aumento de la fuerza armada, que las discusiones sucesivas desde luego recayeron sobre el mejor modo de aliviar en lo posible los males causados á la nacion en las épocas anteriores. En realidad, cuanto mas se examinaba el estado del reino, mas claro aparecía, que para continuar la guerra era preciso acabar de aniquilarle, sacando todos los medios que se necesitaban de solo el menor número de sus provincias. Sin empréstitos nacionales ni estrangeros, que anticipasen las sumas que había pedido con tanta urgencia el gobierno, era imposible que este dejase de verse

comprometido á cada paso, y que no procurase suplirlas con promesas fundadas en ingresos dudosos, arbitrios eventuales, reembolsos dependientes de un triunfo tan difícil como remoto, aun para los mismos que mas confiaban en conseguirle.

Despues de tan dolorosas revelaciones, empeñarse todavía en que las Córtes se ocupasen únicamente en tratar de guerra y hacienda, segun la frase predilecta de los opuestos á toda clase de reformas, era repetir las trivialidades con que se había procurado alucinar al vulgo, por no decir nada de la parte que tenía en ello la malicia de los enemigos encubiertos. El gobierno estaba autorizado competentemente para cuanto pertenecía á aquellos dos ramos de administracion, y las Córtes solo podían auxiliarle en ellos, legitimando, por decir así, el esterminio de las provincias libres de enemigos, como lo hicieron cuando decretaron que se les arrancasen ochenta mil hombres, y mil doscientos millones que se habían pedido para proseguir la guerra. Este decreto sería un acto de inaudita crueldad á no ir acompañado, cuando ménos, del sincero deseo de aliviar á las desventuradas clases sobre quienes recaía, con la mas inhumana desproporcion,

y

el enorme peso de carga tan desmesurada; de aquellas especialmente que se veían asaltadas cada dia, y vejadas de mil maneras por enemigos defensores, en una lucha atroz entre ejércitos de naciones tan diferentes en hábitos, en costumbres, en responsabilidad, y aun en el objeto inmediato y miras ulteriores de los gobiernos la fomentaban y la sostenían.

que

Así sucedió que muchos diputados, impelidos no ménos de su ilustracion que de su conciencia, volvieron hacia ellas la vista, deseosos no tanto de eximirlas de sacrificios presentes, como de proporcionarles el consuelo de ver asegurado el alivio de sus hijos y su posteridad. Entre diferentes reformas que se propusieron para ello mereció toda preferencia la abolicion de los privilegios feudales. La importancia de la materia exige un exámen detenido de los fundamentos en que se apoyaron las Córtes para decretarla, sin engolfarse por eso en la profunda y erudita controversia, que precedió á la resolucion, y que debe consultar en el Diario de las discusiones y actas de aquel congreso, el que deseare seguir esta intricada cuestion en todos sus estados.

Para corregir grandes y envejecidos abusos,

solo

es preciso hacer esfuerzos estraordinarios, y en momentos parecidos á los de aquella época se pudiera haber triunfado del empeño y tenacidad con que se conservaron privilegios incompatibles con todo sistema de administracion que tenga por objeto el bienestar de los súbditos, y la prosperidad y poder de los estados. Si los señoríos territoriales no estaban en contradiccion con el espíritu y costumbres de los tiempos en que se introdujeron en España, tampoco hay que admirar, que, variadas las circunstancias, los perjudicados con su concesion, clamasen por el remedio de los daños que les acarreaban. No se puede negar, que en esta materia, nuevas opiniones y nuevas doctrinas se fueron introduciendo al lado de las que los favorecían en aquella remota éra, y que la odiosidad que escitaron desde su mismo orígen se estendió de tal modo, que posteriormente, hasta los paises de donde se propagó esta singular institucion al mediodía de Europa, se han visto al fin obligados á moderar sus perniciosos efectos.

y

Ya la historia de los pueblos mas ilustrados célebres de la antigüedad había demostrado, que la aglomeracion de la propiedad en pocas manos, y la multiplicacion arbitraria de distin

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