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como quier que fuese de grande esfuerzo y señalado por la prudencia, así en guerra como en paz, sin alguna dilacion movió guerra á los romanos. Juntáronse las huestes de la una parte y de la otra. Dióse la batalla en los pueblos bastetanos, que era donde hoy está Baza. Perdieron la jornada vencidos los romanos, con que fueron echados de toda aquella region. Demás desto, la comarca de Málaga fué puesta á fuego y á sangre; Medinasidonia, cerca del Estrecho, tomada de noche por entrega que hizo de aquella ciudad un hombre llamado Framidanco. La ciudad de Córdoba estaba levantada y no queria reconocer vasallaje despues que venció al rey Agila, como queda dicho; acudió allá, púsola debajo de su obediencia, y con ella muchos pueblos y ciudades al derredor y aldeas con gran daño de la gente, mayormente del campo, que son los que mas padecen en el tiempo de las guerras. La comarca de Sabaria, que no se sabe en qué parte de España cayese, fué asimismo maltratada con robos y talas y puesta á sujeción. Estaba ocupado Leuvigildo en estas cosas cuando falleció en la Gallia Liuva, su hermano, el año de 572; reinó solos cinco años, y aun algunos deste número quitan dos años. Leuvigildo, sosegadas las cosas de la Bética y echados los romanos de todas aquellos provincias, dio vuelta hácia la Cantabria 6 Vizcaya, en que tomó por fuerza á Amaya (otros la llaman Aregia, y otros Varegia, ciudad sin duda situada entre Burgos y Leon). Lo demás de la Cantabria, que se extendia hasta Anaya, fué destrozado y maltratado con robos y talas, muchos revoltosos muertos, y en este número un sacerdote, á quien san Millan de la Cogulla antes habia denunciado la muerte, porque en una junta de los principales de Cantabria no quiso dar fe á su profecía en que les avisaba de la destruicion que se aparejaba á toda aquella provincia. Desde Cantabria pasó con las armas en Aquitania, do Aspidio, que en la ciudad Agerense, que hoy es Agen, no queria obedecer, aprendió mal su grado cuán peligroso sea probar la fuerza de los reyes, ca vinieron á poder del Rey, así él como su mujer y bijos, despues de haber perdido sus bienes. El abad biclarense dice que Aspidio era en aquella comarca senior, que es lo mismo que el mas viejo, dado que aquella palabra la toma en significacion de señorio y principado; y es cosa averiguada que los mas viejos deben imperar, de donde en lo de adelante, así en las memorias de España como en las acciones de los concilios, principalmente los que en tiempo de Carlo Magno se tuvieron en Francia, los señores y príncipes se comenzaron á llamar seniores, costumbre que desde aquel tiempo pasó á las lenguas vulgares de España, Italia y de Francia, que esto quiere decir señor. En el mismo año que murió Liuva, Miro, ó como otros escriben Ariamiro, gobernaba la nacion de los suevos, y era rey por muerte de su padre, que sucedió dos años antes. En este mismo tiempo se tuvo el segundo concilio Bracarense en Braga; halláronse en él doce prelados de Galicia. Tuvo el primer lugar y mayor autoridad entre los demás Martino, dumiense, ya metropolitano de Braga. Con los decretos deste Concilio se confirmaron los suevos en la religion recebida. Ayudó otrosí un milagro que sucedió por aquellos tiempos en esta manera. Salió el Rey de un templo que con advocacion de san Martin, obispo de Turs, dijimos edificó su padre. Untruhan contro la vo

luntad del Rey extendió la mano para coger uvas do una parra muy hermosa que tenian delante la puerta del templo, secósele súbitamente la mano; enojado el Rey, mandó se la cortasen; rogóle el pueblo por él, y al fin alcanzó le perdonase. Hizo otrosí oracion al Santo, que, sin embargo de la ofensa, le tornó la mano al ser de antes, milagro y merced por la cual todos glorificaron á Dios y á su Santo. En este mismo concilio de Braga, ó como algunos sienten, en el que poco despues se juntó en Lugo, dividieron los obispados de Galicia, sus aledaños y distritos. Division muy famosa, y que la confirmó el rey Wamba en la que él adelante hizo de todos los obispados de su reino. Nótase en la division de los obispados de Galicia, reino de los suevos, que al obispo dumiense, que por estar aquella iglesia junto á la ciudad de Braga no tenia distrito alguno, señalan por feligreses solo la familia del Rey. Que debia tener la corte y casareal su obispo particular, costumbre que pasó asimesmo al reino de los godos, y algunos pretenden se debria renovar en nuestro tiempo por razones que para ello alegan, ni frívolas ni de todo punto concluyentes; así nos parece. Las palabras del Concilio, repetidas en la division de Wamba, son estas: A la sede dumiense pertenezca la familia real. El año siguiente, segun que lo pone Sigiberto, los españoles celebraron la fiesta de la Pascua á los 12 de las calendas de abril, que es á 21 de marzo; los franceses á los 14 de las calendas de mayo, es á saber, á 18 de abril, en el cual dia dice que las fuentes del lugar Oseto, que se solian por sí mismas todos los años henchir, manaron como era de costumbre, señal que los franceses acertaron y se engañaron los de España, milagro con que muchas veces por estos tiempos, como lo dice Gregorio, turonense, escritor desta era, se mostró y entendió la verdad sobre este punto, ca gran diversidad de opiniones sobre el dia en que se debia de celebrar la Pascua hobo entre estas dos naciones, por no estar asentada del todo la razon del cómputo eclesiástico. Y aun por las tablas de Dionisio, abad, que son las mismas de Juan Lucido, se ve que los franceses acertaron. Contemporáneo de Gregorio fué Donato, un monje, el que con otros setenta compañeros de Africa pasó en España, y con la ayuda y riquezas de una mujer poderosa y rica, Ilamamada Minicia, edificó en Játiva, segun que muchos entienden, el monasterio servitano. Fué el primero, como dice san Illefonso, que introdujo en España la forma de la vida monástica; hase de entender la que milita debajo de cierta regla en conventos y en comunidad, porque de monjes en las acciones de los concilios de España se halla hecha mencion antes destos tiempos, mas, ó no estaban atados con alguna obligacion de votos, ó esparcidos por los bosques hacian vida solitaria. Volvamos con nuestro cuento á Leuvigildo, el cual, sosegadas las alteraciones de Aquitania, hoy Guiena, dió la vuelta á España con determinacion de echar por tierra el imperio de los suevos, que en ella durara tanto tiempo. El rey Miro, temiéndose del poder de les godos, que ya se metian haciendo daño por Galicia, con embajada que les envió para pedir paz, alcanzó solamente treguas por cierto tiempo. Otorgólas el Godo, lo uno porque no tenia bastante causa para hacer guerra á los suevos ni otra ocasion mas de la mudanza de religion en mejor, lo otro porque Leuvigildo estaba

de sus hijos, mayormente que á este nuevo parentesco se allegaba juntamente el de los reyes francos, con quien asimismo emparentaba. Vino Ingunde de Francia con grande acompañamiento. Su abuela Gosuinda

de alegría muy grande; hacíale todas las caricias quo podia á propósito de ganarle la voluntad y obligarla con estos halagos á que, dejada la religion católica, abrazase la secta de Arrio y de nuevo se bautizase, como lo tenian de costumbre los arrianos. Ingunde no daba orejas á esto ni quiso venir en manera alguna en lo que su abuela pretendia; decia que conforme á la costumbre cristiana habia recebido el santo bautismo debajo la invocacion de la Santa Trinidad, y que en esta fe y creencia pretendia mantenerse hasta lo postrero de su vida. La abuela, como mujer que era soberbia y cruel, y no menos fea en las costumbres que en el cuerpo, ca le faltaba el uno de los ojos, no pudo sufrir que aquella moza hiciese poco caso de sus amonestaciones; embravecióse en gran manera, pasó tan adelante, que le dijo muchos baldones, ultrajes y denuestos, y aun cierto dia pusò en ella las manos, y asiéndola por los cabellos, la arrastró por el suelo hasta hacerla reventar la sangre; otra vez la hizo caer en una piscina ó estanque á grande riesgo de la vida. Ingunde no se movia por estos malos tratamientos, ni aflojó por ellos en lo que debia, antes se entiende que por su diligencia mas que por otra causa Hermenegildo, su marido, comenzó á tratar de hacerse católico. Allegáronse á esto las amonestaciones de san Leandro, obispo de Sevilla, que, como le sintiese inclinado á lo mejor, le animó y enseñó todo lo que á la verdadera religion pertenecia. Tuvieron comodidad para comunicarse de espacio á causa que el rey Leuvigildo se era ido á lo mas interior de España, que es el reino de Toledo. Estaba por este tiempo desposada con Recaredo una hija del rey Chilperico de Francia y de Fredegunde, llamada Ringunde; venia á verse con su esposo, segun lo tenian concertado; llegó hasta Tolosa, donde por un aviso que vino de la muerte de su padre, que le mató Landrico, su condestable, como arriba queda dicho, de

encendido en desso de hacer guerra y destruir un ejército de los romanos, al cual Justino, emperador, encomendara la guerra de las fronteras de España. Lo primero que hizo Leuvigildo fué entrar por los montes de Orospeda, que á las haldas de Moncayo se comien-la tuvo consigo algun tiempo con muestras de amor y zan á empinar, y pasando por Molina, Cuenca y Segura y por la comarca de Granada, se terminan en el estrecho de Cádiz. Ciertos montañeses, confiados en la aspereza de los lugares y de los montes, no le querian obedecer; mas él con las armas y guerra los sujetó. Con esto se hizo mayor el poder de los godos, y el de los romanos se disminuyó, porque poseian solamente y conservaban, con poca esperanza de se sustentar y prevalecer, un pequeño pedazo de tierra hacia el mar, como yo pienso, Mediterráneo. Antes que Leuvigildo comenzase esta guerra dió primero órden en las cosas de su reino y de su casa, y con intento de quitar á los grandes la costumbre muy recebida de elegir por sus votos los reyes, juntamente con deseo que tenia de que el reino se continuase en su familia y descendientes, declaró por sus compañeros en el reino á sus hijos Hermenegildo y Recaredo. Para esto dividió la provincia y señorío en tres partes: á Hermenegildo encomendó el gobierno de Sevilla, si bien Gregorio Turonense dice que de Mérida. Del nombre de Recaredo fundó la ciudad llamada Recopolis, que es tanto como ciudad de Recaredo, en aquella parte donde Guadiela se junta con el rio Tajo, no léjos de la villa de Pastrana, como lo atestigua el moro Rasis. Esta fundacion fué el año de 577. Sin embargo, otros muchos pretenden que aquella ciudad de Recopolis se fundó en la Celtiberia, do al presente está Almonacir, vulgarmente llamado de Zorita, de sitio por su naturaleza muy fuerte y agrio. Lo mas cierto que Leovigildo puso la silla de su reino en Toledo, por donde desde aquel tiempo se comenzó á llamar ciudad Regia, y en lo de adelante fué cabeza y asiento del reino de los godos, como hasta esta sazon hobiese estado en Sevilla. Destos principios se abrió puerta para que aquella ciudad alcanzase la dignidad de primacía sobre las demás iglesias y ciudades de España, segun que en sus lugares se declarará mas amplamente. Gobernaba la Iglesia de Roma por estos tiempos el pon-repente se volvió á su tierra sin pasar adelante. Perdida tífice Benedicto, sucesor de Juan el Tercero; el imperio romano poseia Tiberio, segundo deste nombre, sucesor de Justino, llamado el mas Mozo; por este mismo tiempo Miro, rey de los suevos, hizo guerra á los de la Rioja; no se sabe por qué causa, solo se refiere los venció y despojó de sus bienes, y por conclusion los sujetó á su señorío. Llamábase antiguamente aquel pedazo de tierra Rucones, por lo menos así la llama el arzobispo don Rodrigo; es grande su fertilidad y frescura, los campos tan á propósito para sembrarlos de trigo, que muchas veces acuden veinte por uno.

CAPITULO XII.

De la guerra de Hermenegildo.

Ingunde, hija de Sigiberto, rey de Lorena y de Brunequilde, casó con Hermenegildo, año de nuestra salvacion de 579. Era esta señora nieta de la reina Gosuinda y de Atanagildo, por donde con este casamiento emparentaban entre si aquellas dos familias reales, traza con que el rey Leuvigildo pretendia asegurar su reino y el

pues la esperanza de que aquel casamiento se hobiese de efectuar, Recaredo casó adelante con una señora, por nombre Bada, cuyo linaje y nacion no se sabe; quién dice que fué de la nobilísima sangre de los godos, su padre Fonto, conde de los patrimonios. Solo consta que á la misma sazon que el rey Leuvigildo se ocupaba en dar órden en estos casamientos, Hermenegildo, su hijo, de todo punto se pasó á la parte de los católicos. La mudanza deste Príncipe en la religion, dió ocasion á una guerra muy pesada y muy larga entre padre y hijo. Gosuinda, que debiera terciar bien y aplacar el ánimo de su marido, parte por la braveza de su corazon, parte por ser como era madrastra, encendia mas el fuego y irritaba el corazon del Rey, que de suyo estaba muy apasionado por aquella causa. Antes que viniesen á las manos y que los desabrimientos llegasen á rompimiento, intentó el padre de reducir su liijo por buenos medios á su voluntad. Despachóle embajadores y escribióle una carta desta sustancia: «Mas »>quisiera, si tú vinieras en ello, tratar de nuestras lia»ciendas y diferencias en presencia que por carta; por

»que ¿qué cosa no alcanzara de ti si estuvieras delante, »odiosa llamas nueva, nos conformábamos con el juicio »quier te mandara como rey, quier le castigara como »de todo el mundo, además de otras muchas razones »padre? Trajérate á la memoria los beneficios y regalos que hay para abonalla. No trato cuál sea mas verdade»pasados, de que parece con tu inconstancia te burlas >>ra; cada cual siga lo que en esta parte le pareciere, á »y haces escarnio. Desde tu niñez, puede ser con de- »tal que se nos conceda la misma libertad. Atribuyes la »masiada blandura, te crié y amaestré con cuidado, >>buenandanza de nuestra nacion á la secta arriana que »como quien esperaba serias rey de los godos en mi lu- »siguen, por no advertir la costumbre que tiene Dios de »gar. En tu edad mas crecida antes que lo pidieses, y »dar prosperidad y permitir por algun tiempo que pasen Daun lo pensases, te di mas de lo que pudieras espe- »sin castigo los que pretende de todo punto derribar; y prar, pues te hice compañero de mi reinado y te puse >>esto para que sientan mas los reveses y el trocarse sú >>en las manos el sceptro para que me ayudases á levar »>buenandanza en contrario. Y que la tal prosperidad la carga, no para que armases contra mí las gentes »no sea constante ni perpetua lo declara bastantemente pextrañas, con quien te pretendes ligar. Fuera de lo »el fin en que por semejante camino han parado los »que se acostumbraba, te di nombre de rey para que, »vándalos y los ostrogodos. Que si te ofendes de la»contento de ser mi compañero en el poder, me dejases »ber yo mudado partido sin consultarte primero, séa wel primer lugar, y en esta mi edad cargada me sir- »me lícito que yo tambien sienta que no me dés lugar Dvieses de arrimo y me aliviases el peso. Si demás de »y licencia para que estime en mas mi conciencia que >>todo esto deseas alguna otra cosa, decláralo á tu pa- >>todas las cosas, por lo cual, si necesario fuere, estoy dre; pero si sobre tu edad contra la costumbre allen- >>presto de derramar la sangre y perder la vida; ni es »de tus méritos te he dado todo lo que podias imaginar, »justo que el padre pueda con su hijo mas que las leyes "¿por qué causa como ingrato impiamente ó como mal- »divinas y la verdad. Suplico á nuestro Señor que tus >>vado fuera de razon engañas mis esperanzas y las true- »consejos sean saludables á la república, y no perjudi>>cas en dolor? Que si te era cosa pesada esperar la »ciales á nos, que somos tus hijos; y que te abra los »muerte deste viejo y los pocos años que naturalmen- »ojos para que no des orejas á chismerías y reportes con »le me pueden quedar, ó si por ventura llevaste mal que »>que tú tengas que llorar toda la vida, y á nuestra casa >>se diese parte del reino á tu hermano, fuera razon que »resulte infamia y daño irreparable por cualquiera de >>me declararas tu sentimiento primero, y finalmente, te >>las dos partes que la victoria quedare.» Estaba el pue>>remitieras á mi voluntad. La ambicion sin duda y de- blo dividido en dos parcialidadas: los católicos, que »seo de reinar te despeña, que suele quebrantar las le- eran en gran número, y tenian menos fuerzas, seguian »yes de naturaleza y desatar las cosas que entre sí esta- el partido de Hermenegildo, quién en público, quién >>ban con perpetuos ñudos atadas. Excúsaste con tu de callada. Los arrianos eran mas poderosos, y tomaDconciencia y cúbreste con el velo de la religion, bien ron la voz de Leuvigildo. Gregorio Turonense dice »lo veo, en lo cual advierto que, no solamente quebran- que Hermenegildo cuando le ungieron en la frente y le plas las leyes humanas, sino que provocas sobre tu ca- confirmaron, que era la manera como recebian en la »beza la ira de Dios. ¿De aquella religion te apartas, Iglesia á los arrianos, mudó el nombre antiguo que »guiado solo por tu parecer, con cuyo favor y amparo tenia en el de Juan. Contra esto hacen las monedas de Del nombre de los godos se ha aumentado en riquezas oro batidas como parece en lo mas recio de la guerra »y ensanchado en poderío? ¿Por ventura menospre- para que sirviesen, á lo que se entiende, como de invciarás la autoridad de tus antepasados, que debias signias y divisas á los soldados; que son de buen oro, >>lener por sacrosanta y por dechado sus obras? Esto y tienen de una parte el nombre y rostro de Hermene»solo pudiera bastar para que considerases la vanidad gildo, y por reverso una imágen de la victoria con »de esa nueva religion, pues aparta el hijo del padre, y estas palabras: <«< Hombre, huye del Rey » ; aludiendo á »los nombres de mayor amor muda en odio mas que la sentencia de San Pablo, en que manda que el hereje »mortal. A mí, hijo, por la mayor edad toca el acon- despues de una segunda monicion sea evitado. Busca»sejarte que vuelvas en tí, y como padre mandarte que, ron los católicos socorro de léjas tierras, y para esto »dejado el deseo de cosas dañosas, sosiegues tu cora- Leandro fué por mar á Constantinopla, do estaba Tibe»zon. Si lo haces así, fácilmente alcanzarás perdon de rio Augusto. Leandro de monje benito fué promovido >>las culpas hasta aquí cometidas; si acaso no condes- en prelado de Sevilla; era persona de singular erudi»ciendes con mi voluntad y me fuerzas á tomar las ar-cion y aprobacion de costumbres y no menor suavidad

»mas, será por demás en lo de adelante esperar ni im>>plorar la misericordia de tu padre. » Dió esta carta mucha pesadumbre á Hermenegildo, como era razon; pero determinado de no mudar parecer, respondió á su padre, y le escribió una deste tenor: «Con pacien»cia y con igual ánimo, rey y señor, he sufrido las »amenazas y baldones de tu carta, dado que pudieras »lemplar la libertad de la lengua y la cólera, pues en »ninguna cosa te he errado. A tus beneficios, que yo >>tambien confieso son mayores que mis merecimientos, »deseo en algun tiempo corresponder con el servicio »que es razon y permanecer por toda la vida en la reDverencia que yo estoy obligado á tener á mi padre. Mas Den abrazar la religion mas segura, que tú para hacerla

en su trato; la elegancia en el estilo y en las palabras era muy grande, cosa que en aquel tiempo se podia tener por milagro. Poco efecto y provecho hizo á lo que parece la ida de Leandro en lo que se pretendia; pero hallóse en un concilio de obispos en aquella ciudad, y trabó familiaridad grande con san Gregorio, que tuvo despues renombre de Magno, y entonces era legado en Constantinopla del papa Pelagio II. La semejanza de la vida y de los estudios fué causa que trabasen la amistad, de que dan muestra los libros de los Morales, que á persuasion de san Leandro y en su nombre san Gregorio publicó. Los principios desta guerra concurren con el año de 580; año que fué desgraciado al pueblo cristiano y aciago porque en él nació en Arabia

el falso profeta Mahoma, caudillo adelante y cabeza de una nueva y perversa secta, de quien se hablará otra vez en su lugar. Fortificó Hermenegildo á Sevilla y á Córdoba, proveyólas de trigo, de almacen y de todo lo necesario para todo lo que sucediese, ora la guerra se prolongase, ora las apretasen con cercarlas. Hizo alianza con los capitanes romanos. Entrególes para seguridad á su mujer y un hijo que poco antes le habia nacido, fuera de que, si sucediese algun desastre, queria estuviesen léjos del peligro de la guerra las dos cabezas que él mas amaba. Por el contrario, Leuvigildo, visto que no podia ganar á su hijo ni por miedos que le ponia ni por promesas que le hizo, acordó de acudir á las armas y á la fuerza. Para salir mas fácilmente con su intento lo primero que hizo fué por medio de mucho oro que dió á los romanos atraellos á su partido, como hombres que se vendian á quien mas pujaba, sin tener cuenta con la fe y sin mirar lo que tenian concertado con su hijo. Inclináronse pues y abrazaron aquella parte do esperaban seria mas cierta la ganancia y el interés mas colmado. Tomado este asiento, trató juntamente aquel Rey de concertar en cierta forma los católicos con los arrianos, por constarle que la diferencia de la religion era causa de aquellas revueltas y daños. Para esto juntó en la ciudad de Toledo un concilio de los obispos arrianos, en que se decretó lo primero que se quitase la costumbre de rebaptizar, como lo tenian antes en uso, á los que de la religion católica se pasaban á la secta arriana. Decretaron otrosí sobre la cuestion tan reñida entre católicos y arrianos que entre las personas divinas el Hijo era igual al Padre; pero esto fué solo de palabra, que la ponzoña y perversidad de antes se les quedaba en sus corazones muy arraigada. Todavía esta ficcion y engaño fué parte para que mucha gente simple, como quitada la causa de la discordia, unos claramente se apartaron de Hermenegildo, otros defendian en lo de adelante su partido mas tibiamente. La mayor parte de la gente, movida del peligro que amenazaba y por acomodarse con el tiempo, quisieron mas estar á la mira que entrar á la parte, y por la defension de la religion católica poner á riesgo sus vidas y sus haciendus. Pasáronse en estas cosas tres años. En este tiempo, muerto el emperador Tiberio, otro que se llamó Mauricio le sucedió en el imperio romano. El rey Leuvigildo no se descuidaba, antes en todos sus estados hizo grandes levas de gentes, con que movió contra su hijo. Marchó con su ejército hasta lo postrero de Andalucía, y puso sitio sobre Sevilla, ciudad famosa, grande y rica. Tenia poca esperanza que los cercados se rindiesen por su voluntad por estar aficionados á su hijo y prevenidos de su prelado Leandro. Acordó usar de fuerza y juntamente valerse de sus mañas. Pasa por aquella ciudad Guadalquivir, tan caudaloso y de tan grandes acogidas de agua, que tiene fondo bastante para gruesas naves. Parecióle seria bien impedirles la navegacion, y que por el rio no pudiesen entrar provisiones, y para esto sacalle de madre y echallo por otra parte. Era esta empresa de grande trabajo y obra de muchos dias. Por esto una legua mas arriba de Sevilla para hacer sus estancias reedificaron los muros de la antigua Itálica, cuya magnificencia en tiempo de los romanos fué grande, y della dan bastante mues

tra las ruinas que allí se ven, donde en nuestro tiempo está el monasterio famoso de San Isidro. Miro, rey de los suevos, si bien era católico, acudió con su genta en favor de Leuvigildo; mas pagó tan grande maldad, segun se entendió, con la muerte, ca falleció durante el cerco de Sevilla. Sucedióle Eborico, su hijo. Gregorio Turonense dice al contrario desto, es á saber, que Miro siguió el partido de Hermenegildo, y que concluida la guerra, se concertó con Leuvigildo, y vuelto á su tierra falleció poco despues de enfermedad que le sobrevino en aquel cerco por ser el aire mal sano y las aguas no buenas. Echaron pues el rio por otra parte, con que los cercados comenzaron á padecer grande falta. Hermenegildo, ya que era pasado un año del cerco, perdida la esperanza de poderse defender, de secreto se recogió á los romanos, como ignorante que estaba do que habian mudado partido y pasádose á sus contrarios. Luego que partió Hermenegildo, la ciudad se entregó á su padre, que fué el año del Señor de 586. No se contentó con esto Leuvigildo ni paró antes de haber á las manos á su hijo. En la manera cómo le prendió no concuerdan los autores; quién dice que, vista la mala acogida que le hacian los romanos y su deslealtad, dió la vuelta á Córdoba, y que aquellos ciuda danos por alcanzar perdon de su padre se lo entregaron, que á los caidos todos les faltan; Turonense va por otro camino, y afirma que le prendieron en el lugar de Oseto, donde conforme á lo que de suso queda dicho, la pila del bautismo todos los años de suyo se henchia de agua. Recogióse Hermenegildo en aquel lugar por ser muy fuerte plaza y sus moradores á él muy aficionados, metió consigo hasta trecientos soldados escogidos, y las demás gentes dejó en sus reales, que tenia por allí cerca. Pensaba si su padre usaba de fuerza acometerle por frente y por las espaldas. Hacia la cuenta sin parte, y así sucedió todo al contrario; porque Leuvigildo, avisado del intento de su hijo, como es cosa ordinaria que discordias civiles nunca faltan espíassecretas, con presteza ganó por la mano y deshizo aquellas trazas. Acudió pues con diligencia sobre aquel lugar, y apoderado del pueblo, le puso fuego por todas partes. Hermenegildo, perdida la esperanza de poderse defender, se recogió al templo, si por ventura con entrenerse algun tanto se aplacase la saña de su padre. Iba en compañía de Leuvigildo el otro hijo Recaredo, que si bien era menor en la edad, en la nobleza de corazon y en la prudencia igualaba á su hermano. Pidió licencia á su padre y lugar á su hermano para verse con él. Concertada la habla y entrado que lobo en el templo, por algun espacio de tiempo se detuvo sin poder decir palabra, como suele acontecer cuando el dolor, la ira y el miedo son muy grandes. La abundancia de las lágrimas y el sentimiento le quitaban la habla, mas despues que sosegó algun tanto «de corazon, dice, flaco es dolerse por el desman de los suyos y no poner otro remedio sino las lágrimas. Tu desventura no es solo tuya, sino nuestra, á todos nos toca el daño, pues entre padre y hermanos no puede haber cosa alguna apartada. No quiero reprehender tus intentos ni el celo de la religion, aunque ¿qué razon pudo ser tan bastante para tomar las armas contra tu padre? Tampoco me quejo de los que con sus consejos te engañaron. Las cosas pasadas mas fácilmente se pue

adelante se mudó en una capilla con advocacion del santo. La devocion que con él antiguamente se tuvo fué muy grande, como se entiende así por lo dicho como de que muchos, así varones como hembras, se llamaron de su nombre Hermenegildos, Hermesindas, Hermenesindas, y aun los sobrenombres de Armengol y Hermengando, de que usaron los españoles, entienden algunos se tomarou del nombre deste santo. Lo mismo se dice de Hermegildez y Hermildez, que tienen terminacion aun mas bárbara. No se sabe dónde esté al presente su cuerpo, ni aun se averigua bastantemente el lugar en que á la sazon le sepultaron. Un hueso suyo dentro de una estatua de plata muestran en capilla particular de la iglesia mayor de Zaragoza; gobernaba por estos tiempos la Iglesia romana Pelagio II. Gregorio el Maguo, sucesor de Pelagio, relató como cosa fresca la muerte de Hermenegildo. Allí dice que junto al cuerpo del mártir se oyó música celestial, cierto de los ángeles que celebraron su entierro y sus honras de

corria fuma y se decia que en el mismo lugar de noche se vieron luces á semejanza de antorchas. Estas cosas y la muerte del verdugo Sisberto muy fea, que le avino muy en breve, aumentó en gran manera la devocion del mártir. Al presente se ha acrecentado notablemente despues que el papa Sixto V puso el nombre de Hermenegildo en el Calendario romano, con órden y mandato que en toda España se le haga fiesta á los 14 dias del mes de abril.

CAPITULO XIII.

den llorar que trocar. Esta es, mal pecado, la desgracia destos tiempos, que por estar dividida la gente y reinar entre todos una pestilencial discordia, la una parcialidad y la otra ha pretendido tener arrimo en nuestra casa, que es la causa de todos estos daños. Resta volver los ojos á la paz para que nuestros enemigos no se alegren mas con nuestros desastres. Lo que ojalá se hobiera hecho antes de venir á rompimiento; pero todavía queda el recurso á la misericordia paterna, si de corazon pides perdon de lo hecho, que será mejor acuerdo que llevar adelante la pertinacia y arrogancia pasada. Por lo de presente y por lo que ha sucedido, debes entender cuánto será mejor seguir la razon con seguridad que perseverar con peligro en los desconciertos pasados. Acuérdate que en la adversidad suele ser muy necesaria la prudencia, y que el impetu y la aceleracion te será muy perjudicial. De mi parte te puedo prometer que si de voluntad haces lo que pide la necesidad, nuestro padre se aplacará, y contento con un pequeño castigo, te dejará las insig-que el cruel ánimo de su padre le privó. Añade que nias y apellido de rey. » Confirmó estas promesas con juramento, hizo llamar á su padre, y venido que fué, Hermenegildo con un semblante muy triste se arrojó á sus piés. Recibióle con muestras de alegría, dióle paz en el rostro, que fué indicio de querelle perdonar, mas otro tenia en el corazon; hablóle algunas palabras blandas, y con tanto le mandó llevar á los reales; poco despues, quitadas las insignias reales, le envió preso á Sevilla. El abad biclarense dice que le desterró á Valencia y que murió en Tarragona. La verdad es que en Sevilla, á la puerta que llaman de Córdoba, se muestra una torre muy conocida por la prision que en ella tuvo Hermenegildo, espantosa por su altura y por ser muy angosta y escura. Dicese comunmente que en ella estuvo con un pié de amigo atadas las manos al cuello, y que el santo mozo, no contento con el trabajo de la cárcel, usaba de grande aspereza en la comida y vestido; su cama una manta de cilicio, y él mismo ocupado en la contemplacion de las cosas divinas sospiraba por verse con Dios en el cielo, donde esperaba ir muy en breve. En esta forma de vida perseveró hasta tanto que llegó la fiesta de Pascua de Resurreccion, que aquel año cayó á 14 de abril, y fué puntualmente el de Cristo de 586, segun que se entiende por la razon del cómputo eclesiástico, si bien algunos deste número quitan dos años. El arcipreste Juliano quita uno; mas el abad biclarense señala que Hermenegildo murió el tercer año del emperador Mauricio, lo cual concuerda con lo que queda dicho. El caso sucedió desta manera: Leuvigildo con el deseo que tenia de reducir á su hijo, pasada la media noche, le envió un obispo arriano para que, conforme á la costumbre que tenian los cristianos, le comulgase aquel dia á fuer de los arrianos. El preso, visto quien era, le echó de sí còn palabras afrentosas. Tomó el padre aquel ultraje por suyo, y de tal suerte se alteró, que sin dilacion envió un verdugo, llamado Sisberto, para que le cortase la cabeza; bárbara crueldad y fiereza que pone espanto y grima. Era Hermenegildo de condicion simple y llana, cosas que si no se templan, suelen acarrear daños y aun la muerte. La memoria deste santo mártir se celebra en España de ordinario á 14 de abril, dado que en algunas iglesias se hace un dia antes. El lugar de la prision

De la muerte del rey Leuvigildo.

Luego que Ingundis tuvo aviso de la prision y muerte de su marido, pasó en Africa, llena de amargura y de lágrimas. Los capitanes romanos que la tenian en su poder acordaron enviarla juntamente con su hijo, por nombre Teodorico, y hacer della presente al emperador Mauricio. Por el contrario, los reyes de Francia, Childeberto, hermano de Ingundis, y Guntrando, su tio, príncipes valerosos y bravos, se aparejaban para vengar con sus armas aquella injuria y la muerte de Hermenegildo. Recaredo, avisado destos apercebimientos, para ganar por la mano rompió con sus gentes por la Francia y por las tierras de los enemigos; apoderóse por fuerza de un castillo muy fuerte en el territorio de Arles, que se llamaba Ugerno. Taló demás desto y dió el gasto á todos los campos comarcanos. Fué grande el daño que hizo, y mayor el espanto que puso en toda aquella gente; por esto se trató de hacer paces, y para efectuarlas despachó Leuvigildo sus embajadores; pero no acabaron cosa alguna á causa que, demás de los agravios pasados, las gentes y armadas de los godos de nuevo tomaron ciertas naves francesas en las marinas de Galicia con los hombres y todo el haber que traian y con que venian á sus contrataciones. Esto irritó tanto á los franceses, que si bien se despachó otra nueva embajada sobre el caso, aquellos reyes, mayormente Guntrando, no quisieron dar oidos á lo que los godos pedian. Quién dice que Recaredo desde Narbona rompió segunda vez por las tierras de los francos, y de nuevo dió la tala á los campos muy fértiles de la Francia. Childeberto, como al que tocaba de mas cerca este dolor, y por el deseo

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