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sa, excelente por siete altares de plata que tiene y por la mucha gente que á ella acude. En especial una vez en el año es mas señalado el concurso; tambien en los demás tiempos es de gran fama y devocion; dista de Barcelona diez jornadas. Demás destas ciudades dieron al obispo narbonense á Luteba y á Euna ó Elena, que es lo mismo. Al segundo obispo fué encomendada la ciudad de Braga, y con ella Dumio, Portu, Orense, Oviedo, Astorga, Britonia, Iria ó Compostella, Aliubra, Iffa, Tuy. Despues destos dos fué nombrado el obispo de Tarragona, al cual otrosí quedaron sujetas las ciudades siguientes: Barcelona, Oca, Morada, por ventura Girona, Beria, por ventura Empurias, Oriola, llerda, que es Lérida, Tortosa, Zaragoza, Huesca, Pamplona, Calahorra. El cuarto obispo fué de Cartagena; añadiéronle otrosí á Toledo, Oreto, Játiva, Segobriga, Compluto, Caraca, que es Guadalajara, Valencia, Murcia, Baeza, Castulo, Montogia, Baza, Begena, por ventura se ha de leer Bigastra. Al quinto dió á Mérida, ciudad principal, y con ella le consignó Pax Julia, que es Beja, Lisbona, Egitania, Coimbra, Lamego, Ebora, Coria, Lampa, que ó es Salamanca ó un pueblo llamado Lamaso en tierra de Ciudad-Rodrigo. El postrer obispo tuvo á Sevilla, y con ella Itálica, Sericio de Sidueña, que es Jerez, Niebla, en latin Elepla, Málaga, Iliberris, Astigi, que es Ecija, Egabro, que es Cabra. Desta manera toda España fué por el emperador Constantino dividida en seis obispados. Y para mayor autoridad y que la religion tuviese su cabeza para gobernar y mandar, él se pasó á Constantinopla, y se llamó rey de aquella ciudad, como quier que los de antes de Roma. Ordenó y mandó demás desto que todo el resto de los cristianos obedeciese al señor de Roma, que acostumbraban llamar señor de aquellos que eran del órden sagrado. Llamábanle otrosí santo por el poder que recibiera de Pedro, apóstol, que Cristo le habia dado. » Esto dice de la manera susodicha aquel Moro. Concuerda la general de don Alonso el Sabio, rey de Castilla, en que la division de los obispados en España fué hecha por Constantino Magno, y sigue el órden puesto de suso, mudados solamente algunos nombres de ciudades. De donde, y de la division de Wamba, y por conjeturas emendamos algunos nombres, que sin duda en el Moro andan estragados; y sin embargo, no nos atrevimos á llamar arzobispos á los que el Moro da el nombre de obispos, como ignorante que era de las cosas de nuestra religion, de los grados y policía que en ella hay. Quedará el lector con lo dicho avisado.

CAPITULO XVII.

Del rey Ervigio.

Flavio Ervigio adquirió el reino malamente, como queda dicho; gobernóle empero bien y prudentemente. Cuanto á lo primero, como considerase la inconstancia de las cosas humanas, que no perseveran largo tiempo en un mismo ser, y en particular que el poder adquirido por malas mañas muchas veces por el aborrecimiento que resulta en el pueblo es abatido, que su predecesor era rey muy esclarecido y amado, y fuera por engaño despojado de su grandeza, y que esto. la gente de los godos no lo ignoraba, por todas estas razones se recelaba de algun revés y trabajo. Parecióle para ase

gurar sus cosas tomar el camino que á otros reyes sus predecesores no salió mal, que fué cubrirse de la capa de religion. Con este intento convocó los prelados de todo el reino. Acudieron á Toledo treinta y cinco obispos; túvose la primera junta á 9 dias de enero, año del Señor de 681. Cuentase este Concilio por doceno entre los toledanos; en él se establecieron muchas cosas, pero dos fueron las principales. La primera aprobar la eleccion de Ervigio; mas ¿cómo se atrevicran á negar lo que pedia al que tenia las armas en la mano? Temeridad fuera y no prudencia contrastar á su voluntad. Para este propósito absolvieron á los grandes del pleito homenaje que hicieran á Wamba. Alegaban que por la renunciacion que él mismo hizo y por la nueva eleccion tenia perdida su fuerza el juramento y no obligaba. La segunda cosa fué dar al arzobispo de Toledo autoridad para criar y elegir obispos en todo el reino cuando el Rey, á cuyo cargo por antigua costumbre esto pertenecia, se hallase muy léjos; y que cuando estuviese presente, sin embargo, confirmase los que por el Rey fuesen nombrados, que fué una prerogativa y privile gio de grande importancia y como abrir las zanjas y echar los cimientos de la primacía que esta iglesia tiene sobre las demás iglesias de España. Las palabras del decreto, que, aunque obscuras, son muy notables, sò pueden ver en el Concilio. Firmaron las acciones deste Concilio cuatro arzobispos, Juliano, de Sevilla ; Juliano, de Toledo; Liuva, de Braga; Stéfano, de Mérida; ca parece que no obstante el privilegio concedido á la iglesia de Toledo, el de Sevilla no quiso dar al de Toledo el primer lugar, sino guardar su antigüedad, como quier que en los concilios adelante siempre el de Toledo preceda en el asiento y firma á los demás metropolitanos. Despues desto, pasados dos años enteros, de nuevo por mandado del mismo rey Ervigio se juntaron en la misma ciudad treinta y ocho obispos y veinte y seis vicarios de obispos ausentes y nueve abades, que con muchos señores y grandes que presentes se hallaron, cem lebraron en la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo el concilio treceno de Toledo á los 4 del mes do noviembre, año de nuestra salvacion de 683, y del reinado de Ervigio el cuarto. Esta iglesia se entiende estuvo donde al presente la de San Pablo, do los padres dominicos estuvieron largo tiempo. Llámase pretoriense porque está fuera de los muros, de praetorium, que es casa de campo. En este Concilio por voluntad del Rey y decreto que hicieron los prelados, se dió perdon general á los que siguieron á Paulo. Las imposiciones y tributos se moderaron; y por excusar alborotos y por la gran falta de dinero soltaron á los particulares todo lo que por esta causa debian á las rentas reales. Todo esto se enderezaba á ganar las voluntades con muestra de clemencia y liberalidad, virtudes que en los príncipes cubren otros muchos males. Pretendia otrosí borrar la mancha de haberse apoderado del reino por malas mañas. Demás desto, por cuanto muchos que no eran nobles con diversos colores y trazas se apoderaban de las honras y oficios públicos, y por emparentar los godos nobles con los del pueblo su antigua nobleza en gran parte se estragaba y escurecia, se proveyó de remedio para este daño. Ultimamente, en graeia del Rey los obispos hicieron una ley de amparo para la reina Liubigotona y sus hijos, dado que el Rey les

faltase, en que se muestra lo mucho que temian al pueblo, que por el aborrecimiento del padre no se vengasen en los hijos y en su madre. Tambien se mandó á los obispos que, avisados, acudiesen á la corte para tener y celebrar la Pascua juntamente con el Rey. Por una carta de Juliano, arzobispo de Toledo, á Idalio, obispo de Barcelona, se entiende cómo se trabó amistad entre los dos por venir el dicho Obispo á la corte á celebrar la Pascua, como dejaron ordenado. Firman, en este Concilio los arzobispos Juliano, de Toledo; Liuva, de Braga; Stéfano, de Mérida, y Floresindo, arzobispo de Sevilla. Parece que este Rey se pretendió señalar en juntar muchos concilios, porque el año luego siguiente por su diligencia y por mandado del papa Leon, segundo deste nombre, en Toledo á 14 de noviembre se dió principio al Concilio décimocuarto tolędano, que se juntó con intento que los obispos de España aprobasen y recibiesen un concilio que poco antes se celebrara en Constantinopla con asistencia de docientos y noventa prelados, y entre los concilios generales se cuenta por sexto. No pudieron acudir todos los obispos de España á causa de los frios del invierno y por quedar muy gastados de los concilios pasados. Concurrieron diez y siete obispos, casi todos de la provincia cartaginense, y fuera dellos los procuradores de los arzobispos de Tarragona, Narbona, Mérida, Braga y Sevilla y de otros obispos ausentes hasta número de diez. Estos de comun acuerdo recibieron y aprobaron el susodicho Concilio constantinopolitano, que ellos contaban por quinto, y le pusieron luego despues del Concilio calcedonense, ca fué comun engaño de aquel siglo en España, Africa y en Ilirico no recebir el quinto Coucilio general que se tuvo en tiempo del emperador Justiniano; yerro en que tropezá tambien san Isidoro, como se entiende por diversos lugares de sus libros. Alegaban para esto que en aquel Concilio quinto se reprobaron los escritos de Iba, edeseno, y de Teodoro, monpsuesteno, y de Teodorito, obispo de Ciro, que son los tres capítulos tan nombrados en aquella era. Decian que el Concilio calcedonense aprobó y recibió los dichos autores, y que no era lícito condenarlos. Todo esto procedia de no entender que puedan las personas ser aprobadas dado que sus opiniones se reprueben, como en efecto fué así, que el Concilio calcedonense aprobó las personas, el quinto Concilio condenó sus escritos. Finalmente, los prelados de España condenaron los monotelitas y apollinaristas, que ponian en Cristo sola una voluntad, conforme á lo decretado en el dicho Concilio general. Demás desto, una Apologia, compuesta por Juliano, arzobispo de Toledo, muy erudita, en nombre del Concilio enviaron á Roma por medio de Pedro, regionario de la Iglesia romana, en que se contenian los principales capítulos y cabezas de nuestra fe. Cuando llegó á Roma, por muerte del papa Leon presidia en su silla Benedicto, el cual juzgó que en aquella Apologia se decian algunas cosas no bien, Entre ellas una era que en la santísima Trinidad la sapiencia procede de la sapiencia, y la voluntad de la voluntad, manera de hablar conforme a lo que en el Símbolo confesamos, Dios de Dios y lumbre de lumbre. El Pontifice juzgaba que semejantes maneras de hablar no se debian usar, ni extender mas de aquello que la Iglesia usaba. Ofendíale asimismo lo que Juliano decia de Cristo, es á saber, que constaba de tres sustan

cias. Andaban estas demandas y respuestas entre Roma y España al mismo tiempo que Ervigio, sin embargo de las diligencias hechas para asegurarse en el reino, se hallaba en gran cuidado por parecerle que el aborrecimiento del pueblo todavía se continuaba, y que muerto él, sus hijos no serian bastantes para reparar este daño. Resolvióse de emparentar con el linaje de Wamba, y para esto casar á su hija Cijilona con un hombre principal de aquel linaje llamado Egica. Hizose así, y juntamente le hizo jurar miraria con todo cuidado por el bien de la Reina, su suegra, y de sus cuñados. Hecho esto y quita las algunas leyes de Wamba, algo rigurosas para tiempos y costumbres tan estragadas, y en particular templada la ley que trataba en razon de las levas de soldados, falleció de su enfermedad en Toledo á 15 dias del mes de noviembre, dia viernes, año de 687. Reinó siete años y veinte y cinco dias. Su memoria y faina fué grande, aunque ni agradable ni honrosa, Hobo en tiempo deste Rey en España grande hambre; la puente y muros de Mérida fueron reparados con grande representacion de majestad. El sobrestanto desta obra y trazador se llamó Sala, como se entientle por unos versos antiguos que andan entre las epígramas de Eugenio III, arzobispo de Toledo.

CAPITULO XVIII. Del rey Egica.

El dia antes que muriese Ervigio nombró por su sucesor en el reino á su yerno Egica; y para que los grandes sin escrúpulo de conciencia le pudiesen jurar por rey, alzóles el pleito homenaje que á él le tenian hecho. La uncion conforme á la costumbre de aquellos tiempos se hizo nueve dias adelante en Toledo, un dia de domingo, á 24 de noviembre, luna décimaquinta, en la la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo. Vióse en este Rey como la memoria del agravio dura mas y es mas poderosa que la del beneficio, ca luego á los principios de su reinado dió muestra el rey Egica del odio que tenia concebido en su pecho contra su suegro, repudiando á su mujer Cijilona en venganza de su padre, dado que tenia della un hijo llamado Witiza. No falta quien diga que lo hizo á persuasion de Wamba, el cual asimismo debajo de muestra de piedad tenia encubierto el deseo de venganza y el aborrecimiento contra Ervigio hasta lo postrero de su edad. Demás desto, castigó á algunos grandes del reino que tuvieron parte en el engaño y privacion del rey Wamba. Estas cosas se reprehenden especialmente en este Rey, que por lo demás en virtudes, justicia y piedad se puede comparar con cualquiera de los reyes pasados. Señalóse igualmente en las artes de la paz y de la guerra; fué colmado y alabado de prudencia y de mansedumbre. Allende desto, movido de su devocion por no dar ventaja á los reyes sus predecesores en el deseo de aumentar la religion, dió órden que se juntase el décimoquinto Concilio toledano. Concurrieron de todas partes sesenta y seis obispos, año del Señor de 688. Juntáronse á 15 de mayo en la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo. Lo que principalmente se trató fué averiguar la fuerza que tenia el juramento que por respeto del rey Ervigio y por su mandado algunos años antes hicieron Egica y los grandes de amparar á la Reina viuda y á sus hijos. La

causa de dudar era que con la revuelta de los tiempos muchos fueron despojados de sus bienes, de que quedaban apoderados y los poseian la mujer y hijos de Ervigio. Preguntóse si por razon del juramento era prohibido, así á los agraviados de ponelles demanda como al Rey de dar sentencia en su favor. Fué respondido de comun consentimiento de los prelados y del Concilio que la santidad del juramento no debe favorecer á la maldad, y que antes se cumple con él en deshacer los agravios y volver por la justicia. Tratóse otrosí de responder á las tachas que el pontífice Benedicto puso en la Apología que le envió el Concilio pasado; y para este efecto Juliano, con aprobacion de los demás prelados, compuso un nuevo Apologético, en que pretende probar que en Dios procede voluntad de voluntad y sabiduría de sabiduría; y que Cristo nuestro Señor consta de tres sustancias, que era en lo que reparaba Benedicto, ca la palabra sustancia se puede tomar en significacion de naturaleza y de esencia; y no hay duda sino que en Cristo hay tres naturalezas, es á saber, divinidad, cuerpo y alma. Demás desto, las dicciones abstractas con que se significan las formas á veces se toman por las concretas que significan los supuestos; de suerte que tanto es decir que sabiduría procede de sabiduría como si dijera el hijo sabio procede del padre sabio. Cuando llegó esta disputa á Roma era difunto el papa Benedicto y puesto Sergio en su lugar, el cual, segun que lo testifica el arzobispo don Rodrigo, la alabó en grande manera. A nos parece algo mas libre de lo que sufria la modestia de Juliano y la majestad del pontífice romano, supremo pastor de la Iglesia; pero pocos en el ingenio y erudicion reconocen á nadie ventaja, y es dificultoso templar el fervor de la disputa, principalmente los que se sienten irritados. Era Juliano en aquel tiempo muy aventajado en erudicion, de que dan bastante muestra sus obras, en especial la que intituló Pronóstico del siglo venidero, y otra De las seis edades, libros que duran hasta hoy; las demás con el tiempo perecieron. Nació de padres judíos, fué dicípulo de Eugenio III, su predecesor, muy amigo de Gudila, arcediano de Toledo; sucedió á Quirico, arzobispo de aquella ciudad, tuvo ingenio fácil, copioso y suave, en bondad y en virtud fué muy señalado. Pasó desta vida en tiempo del rey Egica á 8 de marzo, año de 690; su cuerpo fué sepultado en Santa Leocadia. Es contado en el número de los santos, como se ve por los martirologios y calendarios. Las faltas de su sucesor le hicieron mas señalado, ca le sucedió Sisberto, hombre arrojado y malo, pues se atrevió á vestirse la casulla que del cielo se trajo á san Ilefonso, la cual hasta entonces sus predecesores por reverencia nunca habian tocado. Deste principio se despeñó en mayores males; y es así de ordinario que se ciegan los hombres cuando la divina venganza los sigue no quiere se emboten los filos de su espada. Olvidado pues de la dignidad que tenia, con corazon altivo y revoltoso se rebeló contra el Rey. Era hombre astuto, y no le faltaba maña ni palabras para granjear las voluntades; y como el reino estuviese dividido en bandos, muchos, así de los nobles como del pueblo, se le arrimaron, de donde resultaron alborotos civiles y guerras con los de fuera, todo, como se puede sospechar, á persuasion de Sisberto. Tres veces se vino á las manos con los franceses, y otras tantas fueron des

baratados los godos, dado que ni el número de los que pelearon ni de los muertos ni los lugares donde las batallas se dieron se puede averiguar, que fué un notable descuido de aquellos tiempos. Solo consta que el Rey con su prudencia atajó los principios de la guerra civil que amenazaba mayores males. El arzobispo Sisberto, causa principal de todos ellos, fué condenado á destierro, primero por sentencia del Rey, y despues de los prelados, que junto con esto le descomulgaron y despojaron del arzobispado. Para efectuar esto y otras cosas se juntaron en Toledo por mandado del Rey en la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo á 2 de mayo, año de 693, en número sesenta y seis obispos que se hallaron en este Concilio, décimosexto entre los toledanos. Pónese en él una confesion de la fe, y en ella, en confirmacion de lo que antes determinaron, dicen por expresas palabras que en Dios procede voluntad de voluntad, sapiencia de sapiencia, esencia de esencia; y que Cristo nuestro Señor abajó á los infiernos. Dan por nobles y horros de tributos á todos los judíos que de corazon abrazasen la religion cristiana. Reformáronse las leyes de los godos; mandóse que por la salud del Rey, de sus hijos y nietos se hiciese oracion cada dia en todas las iglesias con rogativa que para esto ordenaron; deste principio entendemos se tomó la rogativa que hasta hoy en la misa se hace en España mudadas pocas palabras. Firmaron en este Concilio en primer lugar Félix, que de arzobispo de Sevilla en lugar de Sisberto pasó á la iglesia de Toledo; y con él firmaron Faustino, que de Braga pasara á Sevilla; Máximo, de Mérida; Vera, de Tarragona; Félix, arzobispo de Braga y obispo de Portu. Estos mismos arzobispos con otros muchos prelados, aunque el número no se sabe, se juntaron el año luego siguiente en Toledo en la iglesia de Santa Leocadia del Arrabal. Allí á 7 dias de noviembre celebraron el postrer Concilio de los toledanos. No pudieron acudir sino muy pocos obispos de la Gallia Gótica á causa de cierta peste que heria por este tiempo en la tierra y de la guerra que les daban los franceses comarcanos. Tratóse á instancia del Rey de desarraigar de todo punto del reino los judíos, porque como el Rey testificaba en un memorial que presentó al Concilio, se habian comunicado con los judíos de Africa de levantarse y entregar á España á los moros. Que el mal cundiera mas de lo que se podia creer, y secretamente estaba derramado por todas las partes de España, si bien no habia pasado los Pirineos ni entrado en la Francia; que no era justo disimular y sufrir tan grave traicion; por tanto, que confiriesen entre sí y determinasen lo que se debia hacer. Esto propuso el Rey; los prelados acordaron que todos los judíos se diesen por esclavos; y para que con la pobreza sintiesen mas el trabajo que todos sus bienes fuesen confiscados; demás desto, que les quitasen los hijos luego que llegasen á edad de siete años; y los entregasen á cristianos que los criasen y amaestrasen. Hicieron asimismo ley de amparo para la reina Cijilona y para sus hijos, caso que el Rey muriese, aunque desde los años pasados, como se dijo, estaba repudiada; como tambien en un Concilio de Zaragoza que se tuvo tres años antes deste, en general se hizo una ley en que se mandó que despues de la muerte del Rey, cualquiera reina, para que nadie se le atreviese, entrase en religion y se hiciese mon

ja. Estas cosas fueron las que principalmente se decretaron en este Concilio. Tenia el Rey en su mujer Cijilona un hijo llamado Witiza; determinóse su padre de hacelle compañero de su reino. Esto sucedió despues de haber él solo reinado por espacio de diez años. Dan desto muestra algunas monedas que se hallan acuñadas con los nombres destos dos príncipes por reinar ambos juntamente. Cerca de la ciudad de Tuy, en un valle muy deleitoso, de muchas fuentes y arboleda, basta hoy se ven algunos paredones, rastros de un edificio real que levantó Witiza para su recreacion en el tiempo que hizo residencia en aquella ciudad, ca su padre, por evitar alborotos y desabrimientos, le envió al gobierno de Galicia, donde fué el reino de los suevos. Falleció el rey Egica en Toledo de su enfermedad el año quinto adelante, que se contaba del Señor 701 por el mes de noviembre. Acudió su hijo desde Galicia, y sin contradiccion fué recebido por rey y ungido á fuer de los reyes godos á los 15 del dicho mes de noviembre.

CAPITULO XIX.

Del rey Witiza.

El reinado de Witiza fué desbaratado y torpe de todas maneras, señalado principalmente en crueldad, impiedad y menosprecio de las leyes eclesiásticas. Los grandes pecados y desórdenes de España la llevaban de caida y á grandes jornadas la encaminaban al despeñadero. Y es cosa natural y muy usada que cuando los reinos y provincias se hallan mas encumbrados en toda prosperidad entonces perezcan y se deshagan; todo lo de acá abajo á la manera del tiempo y conforme al movimiento de los cielos tiene su período y fin, y al cabo se trueca y trastorna, ciudades, leyes, costumbres. Verdad es que al principio Witiza dió muestra de buen príncípe, de querer volver por la inocencia y reprimir la maldad. Alzó el destierro á los que su padre tenia fuera de sus casas, y para que el beneficio fuese mas colmado los restituyó en todas sus haciendas, honras y cargos. Demás desto, hizo quemar los papeles y procesos para que no quedase memoria de los delitos y infamias que les achacaron y por los cuales fueron condenados en aquella revuelta de tiempos. Buenos principios eran estos si continuara y adelante no se trocara del todo y mudara. Es muy dificultoso enfrenar la edad deleznable y el poder con la razon, virtud y templanza. El primer escalon para desbaratarse fué entregarse á los aduladores, que los hay de ordinario y de muchas maneras en las casas de los príncipes, ralea perjudicial y abominable. Por este camino se despeñó en todo género de deshonestidades, enfermedad antigua suya, pero reprimida en alguna manera los años pasados por respeto de su padre. Tuvo gran número de concubinas con el tratamiento y estado como si fueran reinas y sus mujeres legítimas. Para dar algun color y excusa á este desórden hizo otra mayor maldad; ordenó una ley en que concedió á todos que hiciesen lo mismo, y en particular dió licencia á las personas eclesiásticas y consagradas á Dios para que se casasen; ley abominable y fea, pero que á muchos y á los mas dió gusto. Hacian de buena gana lo que les permitian, así por cumplir con sus apelitos como por agradar á su Rey; que es cierto M-1.

género de servicio y adulacion imitar los vicios de los príncipes, y los mas ponen su felicidad y contento en la libertad de sus sentidos y gustos. Hízose otrosí una ley en que negaron la obediencia al Padre Santo, quo fué quitar el freno del todo y la máscara y el camino derecho para que todo se acabase y se destruyese el reino, hasta entonces de bienes colmado por obedecer á Roma, y de toda prosperidad y buenandanza. Para que estas leyes tuviesen mas fuerza se juntaron en Toledo los obispos á Concilio, que fué el décimo octavo de los toledanos. La junta fu5 en la iglesia de San Pedro y San Pablo del Arrabal, donde á la sazon estaba un monasterio de monjas de San Benito. Era Gunderico arzobispo de Toledo. Los decretos deste Concilio no se ponen ni andan entre los demás concilios, ni era razon por ser del todo contrarios á las leyes y cánones eclesiásticos. En particular, contra lo que por leyes antiguas estaba dispuesto, se dió libertad á los judíos para que volviesen y morasen en España. Desde entonces se comenzó á revolver todo y á despeñarse; porque dado que á muchos daba gusto el vicio, casi todos juzgaban mal dél, y en particular se desabrieron todos aquellos que eran aficionados á las leyes y costumbres antiguas, y muchos volvieron los ojos al linaje y sucesion del rey Chindasvinto para les volver la corona y poner remedio por este camino á tantos males. No se le encubrió esto á Witiza, que fué ocasion de embravecerse contra los de aquella casa, y lo que comenzó en vida de su padre, que fué ensangrentar sus manos en aquel linaje, continuarlo como podia y llevarlo al cabo. Vivian dos hijos de Chindasvinto, hermanos del rey Recesvinto, que se Ilamaban el uno Teodefredo y el otro Favila. Teodefredo era duque de Córdoba, do para su entretenimiento edificó un palacio á la sazon y aun despues muy nombrado. Estaba determinado de no ir á la corte por no asegu rarse del Rey y pasar su vida en sus tierras y estado. Favila era duque de Cantabria ó Vizcaya, y en el tiempo que Witiza en vida de su padre residia en Galicia anduvo en su compañia con cargo de capitan de la guarda, al cual los godos en aquel tiempo llamaban protospatario. Matóle á tuerto Witiza con un golpe que le dió de un baston, y aun algunos sospechan para gozar mas libremente de su mujer, en quien tenia puestos los ojos. Quedó de Favila un hijo llamado don Pelayo, el que adelante comenzó á reparar los daños y caida de España, y entonces acerca de Witiza hacia como teniente el oficio de su padre. Mas por su muerte se retiró á su estado de Cantabria, y el conde don Julian, casado con hermana de Witiza, fué puesto en el cargo de protospatario. Estas fueron las primeras muestras que Witiza en vida de su padre dió de su fiereza y de la enemiga que tenia contra aquel nobilísimo linaje. Hecho rey, pasó adelante, y volvió su rabia contra don Pelayo y su tio Teodefredo; al tio, magüer que retirado en su casa, privó de la vista y le cegó; á don Pelayo no pudo haber á las manos, dado que lo procuró con todo cuidado, como tambien se le escapó don Rodrigo, hijo de Teodefredo, que despues vino á ser rey. Don Pelayo por no asegurarse en España dicen se ausentó, y con muestra de devocion pasó á Jerusalem en romería. En confirmacion desto por largo tiempo mostraban en Arratia, pueblo de Vizcaya, los bordones de don Pelayo y su compañero, de que usaron en aquella larga peregrinaciou. Resultó des

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familia y de la otra. Dejó Chindasvinto de su mujer Riciberga estos hijos: Recesvinto, el mayorazgo, que le sucedió en el reino, Teodefredo y Favila y una hija, cuyo nombre no se sabe. Recesvinto falleció sin dejar sucesion. Así los grandes del reino pusieron en su lugar á Wamba. La hija de Chindasvinto casó con un conde llamado Ardebasto, griego de nacion, el cual, aunque desterrado de Constantinopla, por su valor y nobleza emparentó con el Rey, y tuvo por hijo á Ervigio, el que dió principio y fué causa de grandes males por apɔderarse del reino y quitarle, como le quitó á Wamba, con malas mañas y engaño. El rey Ervigio de su mujer Liubigotona tuvo una hija, por nombre Cijilona, que casó con el rey Egica, deudo que era del rey Wamba, casamiento que se enderezaba á quitar enemistades y soldar la quiebra de disensiones entre aquellas dos casas. Deste matrimonio nació Witiza, el mayorazgo, y Oppas, prelado de Sevilla, y una hija, que, como dicen autores graves, casó con el conde don Julian. Hijos do Witiza fueron, como poco antes se dijo, Eva y Sisebuto. Teodefredo el segundo, hijo de Chindasvinto, hobo en su mujer Ricilona, señora nobilisima, á don Rodrigo, peste, tizon y fuego de España. De Favila, hijo tambien de Chindasvinto, nació don Pelayo, bien diferente en costumbres de su primo, pues por su esfuerzo y valor comenzaron adelante á alzar cabeza las cosas de los cristianos en España, abatidas de todo punto y destruidas por la locura de don Rodrigo. De don Pelayo traen su descendencia los reyes de España, sin jamás cortarse la línea de su alcuña real hasta nuestro tiempo, antes siempre los hijos han heredado la corona de sus padres, ó los hermanos de sus hermanos, que es cosa muy de notar.

tas crueldades y de las demás torpezas y desórdenes deste Rey que se hizo muy odioso á sus vasallos. El, perdida la esperanza de apaciguarlos por buenos medios, acordó de enfrenarlos con temor y quitarles la manera de poderse levantar y hacer fuertes. Para esto mandó abatir las fortalezas y las murallas de casi todas las ciudades de España, digo casi todas, porque algunas fueron exemptas deste mandato, como Toledo, Leon y Astorga, sea por no querer aceptalle, ó porque el Rey se fiaba mas dellas que de las demás. Ultra desto, por las mismas causas deshizo las armas del reino en que consiste la salud pública y la libertad. El color que daba á mandatos tan exorbitantes era el sosiego del reino y deseo que se conservase la paz, como quier que los tiranos luego que dellos se apodera la maldad temen sus mismos reparos y ayudas, y los que ni la vergüenza retira de la torpeza, ni el temor de la crueldad, ni de la locura la prudencia, estos por asegurarse se suelen enredar y caer en mayores daños. Era por este tiempo arzobispo de Toledo Gunderico, sucesor de Félix, persona de grandes prendas y partes si tuviera valor y ánimo para contrastar á males tan grandes, que hay personas á quien, aunque desplace la maldad, no tienen bastante ánimo para hacer rostro al que la comete. Quedaban o rosí algunos sacerdotes, que como por la memoria del tiempo pasado se mantuviesen en su puridad, no aprobaban los desórdenes de Wiliza, á estos él persiguió y afligió de todas maneras hasta rendillos á su voluntad, como lo hizo Sinderedo, sucesor de Gunderico, que se acomodó con los tiempos y se sujetó al Rey en tanto grado, que vino en que Oppas, hermano de Witiza, ó como otros dicen, hijo, de la iglesia de Sevilla, cuyo arzobispo era, fuese trasladado á Toledo. De que resultó otro nuevo desórden encadenado de los demás, que hobiese juntamente dos prelados de aquella ciudad - contra lo que disponen las leyes eclesiásticas. La muerte de Witiza fué conforme á la vida, si bien los autores en la manera della se diferencian. El arzobispo don Rodrigo dice que fué muerto por conjuracion de don Rodrigo, que se ayudó para esto, así de los de su valía como de los romanos, á los cuales se recogió cuando cegaron á su padre. El deseo de venganza y el miedo del peligro en que andaba le dieron ánimo para quitar la vida al que así le trataba. Su padre lo que le quedó de la vida pasó en Córdoba condenado á perpetuas tinieblas y cárcel. Otros autores muy diligentes afirman que Witiza murió de enfermedad en Toledo el año deceno de su reinado, que se contaba de Cristo 711. Dejó dos hijos, llamados el uno Eva, y el otro Sisebuto; á estos como quier que unos los favoreciesen y otros al contrario, se levantaron en el reino recios temporales y torbellinos, cuyo remate fué la mas miserable desventura de cuantas se pudieran pensar.

CAPITULO XX.

De la genealogía desics reyes.

La misma cosa pide que pues por la disension de los godos y por estar divididas las voluntades entre dos linajes, el uno de Chindasvinto, y el otro de Wamba, que pretendian ambos tener derecho á la corona, las cosas de España se despeñaron por este tiempo en su total perdicion; declaremos en breve la genealogía de la uua

CAPITULO XXI.

De los principios del rey don Rodrigo.

Tal era el estado de las cosas de España, á la sazon que don Rodrigo, excluidos los hijos de Witiza, se encargó del reino de los godos por voto, como muchos sienten, de los grandes ; que ni las voluntades de la gente se podian soldar por estar entre si diferentes con las parcialidades y bandos, ni tenian fuerzas bastantes para contrastar á los enemigos de fuera. Hallábanse faltos de amigos que los socorriesen, y ellos por sí mismos tenian los cuerpos flacos y los ánimos afeminados á causa de la soltura de su vida y costumbres. Todo era convites, manjares delicados y vino, con que tenian estragadas las fuerzas, y con las deshonestidades de todo punto perdidas, y á ejemplo de los principales los mas del pueblo hacían una vida torpe y infame. Eran muy á propósito para levantar bullicios, para hacer fieros y desgarros, pero muy inhábiles para acudir á las armas y venirá las puñadas con los enemigos. Finalmente, el imperio y señorío, ganado por valor y esfuerzo, se perdió por la abundancia y deleites que de ordinario le acompañan. Todo aquel vigor y esfuerzo con que tan grandes cosas en guerra y en paz acabaron, los vicios le apagaron, y juntamente desbarataron toda la diciplina militar, de suerte que no se pudiera hallar cosa en aquel tiempo mas estragada que las costumbres de España, ni gente mas curiosa en buscar todo género de regalo. Paréceme á mí que por estos tiempos el reino y nacion

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