Imágenes de páginas
PDF
EPUB

del Rey, que no era mucha, no recibiese algun daño. Concluidas pues tantas cosas, como hubiese acompañado al Rey hasta Oviedo, tornó de nuevo á hacer instancia sobre la libertad de su padre; que debia bastar prision de tantos años, y era justo que el Rey se inclinase á su peticion, sino por la miseria tan larga y mal tratamiento de aquel desventurado viejo, á lo menos perdonase la culpa del padre por los servicios del hijo; que si ni el respeto del deudo ni sus leales servicios le movian, por demás esperaria mayores mercedes de quien no hacia caso de sus ruegos y lágrimas en demanda tan justificada. Parecia á los mas que Bernardo tenia razon; pero prevaleció, segun yo pienso, el parecer de los contrarios, que decian ser conveniente á la dignidad del Rey vengar la afrenta hecha contra la majestad, y no mudar la sentencia de los antecesores por respeto de ningun particular. Alteróse con esta respuesta Bernardo, salióse de la corte con grande acompañamiento de muchos que se le arrimaron. Edificó cuatro leguas de Salamanca, donde ahora está la villa de Alba, el castillo del Carpio, del cual él mismo tomó el apellido; desde este castillo de ordinario hacia cabalgadas en las tierras del Rey, robaba, saqueaba y talaba ganados y campos. Por otra parte, los moros á su instancia trabajaban grandemente las tierras de cristianos. El Rey, movido destos daños, hizo junta de grandes en Salamanca, que, mudados de parecer, acordaron se hiciese lo que Bernardo pedia, á tal empero que primeramente entregase el castillo; no se sabia, á lo que parece, que el padre de Bernardo era ya muerto en la cárcel. Pues como le hobiesen despojado del castillo y no le restituyesen á su padre, despechado se pasó á Francia y Navarra. En aquellas partes peregrinando de unas tierras á otras acabó la vida en lloro y tristeza, como dicen muchos. Otros lo contradicen, y persuadidos por un sepulcro que hoy se muestra en Aguilar del Campo con nombre de Bernardo, sienten que sufrió con grande ánimo los reveses de la fortuna, y en tanto que vivió, sirvió á su Rey con el esfuerzo y diligencia que solia. A la desgracia de Bernardo se siguió otro nuevo desastre, y fué que don Fruela, no se sabe por qué causa ni por qué agravios, se conjuró de dar la muerte al Rey, su hermano. Descubrióse el trato; y preso, le privaron de la vista y condenaron á cárcel perpetua. La misma sentencia por mandado del Rey se ejecutó en don Nuño, don Bermudo y don Odoario, tambien hermanos suyos, porque se juntaron con don Fruela; castigo cruel, de que resultaron nuevas alteraciones, ca don Bermudo escapó de la cárcel, y con ayuda de su parcialidad se apoderó de Astorga, y en ella se fortificó por algun tiempo, sin reparar hasta venir á las manos con el mismo Rey que iba en su busca; pero fué vencido, y despues de la rota se huyó á tierra de moros. El rey don Alonso por esto tomó ocasion para hacer mayores estragos en las tierras enemigas, en especial fué tan molesto á los de tierra de Toledo, que, pasados algunos años, por gran suma de dinero que dieron, compraron del Rey treguas de tres años, cosa muy honrosa para los fieles, y afrentosa para los bárbaros.

CAPITULO XVIII.

De un concilio que se celebró en Santiago y en Oviedo. Por este tiempo Ataulfo, obispo de Compostella, dió fin á su muy larga vida en la soledad donde se retiró. Sucedióle Sisenando, hombre de grandes partes, esclarecido por sus muchas virtudes, en particular persuadió al Rey que los deudos de los que acusaron á Ataulfo fuesen á manera de esclavos entregados al templo de Santiago, que fué ejemplo muy nuevo y aun cruel castigar á unos por los pecados de otros, si la grandeza de la maldad no excusase en parte la acedia que con ellos usaron. Trasladó el cuerpo del difunto á Compostella, y con nuevas obras y fábricas aumentó aquel edificio de la iglesia de Santiago; demás desto, á su costa fundó en aquella ciudad un monasterio de benitos, con advocacion de San Martin, y un colegio, que llamó de San Félix, en que los sacerdotes y ministros de Santiago por su larga vejez exemptos y jubilados, habida licencia, fuesen proveidos y sustentados de todos lo necesario. En tiempo deste prelado la iglesia de Oviedo fué hecha arzobispal. Asimismo el templo de Santiago, que con grandes pertrechos y gastos estaba acabado, consagraron ciertos obispos que se juntaron en un concilio con grande solemnidad. No era lícito conforme á la leyes eclesiásticas convocar los obispos á concilio, sino fuese con licencia del Papa. Por esta causa Severo y Desiderio, presbíteros, despachados sobre el caso á Roma ganaron del papa Juan VIII un breve, en que hace metropolitana la iglesia de Oviedo, cuyo tenor y palabras son las siguientes: «Juan, obispo, siervo de los siervos » de Dios, á Alonso, rey cristianísimo, y á los venera>>bles obispos y abades y ortodoxos cristianos. Pues que >> en el cuidado de toda la cristiandad la sempiterna Pro>>videncia nos hizo sucesores de Pedro, príncipe de los >> apóstoles, por la amonestacion de nuestro señor Jesu>> cristo somos apretados, con la cual con cierta voz de >> privilegio amonestó á san Pedro diciendo: Tú eres >> Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y á » tí dejaré las llaves del reino de los cielos, etc. Al mes>> mo otra vez, acercándose el artículo de la gloriosa >> pasion de nuestro Señor, dijo: Yo rogué por tí para » que no falte tu fe, y tú, convertido alguna vez, con» firma tus hermanos. Por tanto, pues la fama de vues>> tra noticia por estos hermanos que vinieron á visitar >> los umbrales de los apóstoles, por Severo y Desiderio, >> presbíteros, á nosotros con maravilloso olor de bon>> dad nos es manifestada, con amonestacion fraterna os >> exhorto que con la gracia de Dios por guia persevereis >> en buenas obras para que la abundante bendicion de » san Pedro, nuestro protector, y la nuestra os ampare. >> Y todas las veces, hijos carísimos, que quisiere algu»> no de vos venir ó enviar á nos con toda alegría de co» razon y gozo espiritual de las últimas partes de Ga»licia, de la cual Dios fuera de mí os hizo rectores, >> como legítimos hijos nuestros os recebirémos; y á la >> iglesia de Oviedo, que con vuestro consentimiento y >> á vuestra instancia hacemos metropolitana, mandamos >> y concedemos que todos vosotros seais sujetos. Asimis» mo mandamos que todo lo que á la dicha silla los re» yes ó otros cualesquier fieles justamente han ofreci>>do, ó para adelante con el ayuda de Dios le dieren, sea »estable y valedero perpetuamente. Exhorto otrosí á

>>todos que tengais por encomendados los portadores >> destas nuestras letras. Dios os guarde. » Con los dos embajadores del Rey envió juntamente el Pontífice á España un tercero, por nombre Reinaldo, al cual dió otra carta para el Rey, fecha por julio, con palabras muy regaladas y blandas, del tenor siguiente: «Juan, >> obispo, siervo de los siervos de Dios, al amado hijo » Alonso, glorioso rey de las Galicias. Habiendo rece>>bido vuestras cartas, porque conocimos que sois de>> voto para con nuestra santa Iglesia, os damos muchas »gracias, rogando á Dios que crezca el vigor de vues>>tro reino y os conceda victoria de vuestros enemigos. >>Porque como vos, hijo carísimo, pedistes, rogamos »á Dios ordinariamente y con instancia que gobierne >> vuestro reino y os salve, guarde y ampare y levante >> sobre todos vuestros enemigos. Haced que la iglesia >> de Santiago, apóstol, sea consagrada por los obispos >> españoles, y con ellos celebrad concilio. Nos asimis>>mo, glorioso Rey, como vos somos apretados por los "paganos; pero el omnipotente Dios nos concede dellos >> triunfo. Por tanto, rogamos á vuestra caridad no dejcis » de enviarnos algunos provechosos y buenos moriscos >> con sus armas y caballos, á los cuales los españoles lla>> man caballos alfaraces, para que recebidos alabemos á » Dios y os demos las gracias; y por el que los trujere os >> remunerarémos de las bendiciones de san Pedro. Dios » os guarde, carísimo hijo y esclarecido rey.» Dada el mes de julio año del Señor de 874. Leidas las cartas del Papa, los obispos de todo el reino fueron convocados para que á dia señalado acudiesen en cumplimiento de lo que se les mandaba. Juntáronse primeramente en Compostella buen número de obispos, no menos que catorce, parte de las ciudades que estaban en poder del Rey; los demás de las que tenian los moros, como obispos de anillo y poco mas que de solo nombre. La costumbre de aquel tiempo era tal, que las unas ciudades y las otras tenian obispos, principalmente las que habian ganado de los moros y poco despues eran vueltas á su poder, y aun de las que pretendian ganar en breve y reducillas al señorío de cristianos. Con esta traza y confianza en lugar de los que morian señalaban y consagraban otros que les sucediesen. El templo pues de Compostella ó de Santiago fué por aquellos obispos con grande solemnidad consagrado á 7 de mayo, dia lúnes, luna undécima, y tres de aureo número, como lo dice Sampiro, asturicense; puntos y señales que todas concurren en el año 876, y no antes ni despues por largo tiempo. El altar mayor dedicaron al Salvador; dos colaterales, el uno en nombre de San Pedro y San Pablo, el otro de San Juan Evangelista; el que cubria los huesos del apóstol Santiago no pareció consagrar de nuevo por tener entendido que sus siete discípulos le consagraron, solo se dijo misa sobre él. En un monte allí cerca consagraron asimismo un templo en nombre del már tir San Sebastian, con que la devocion de la iglesia de Santiago, que de antes era muy grande, se aumentó mucho mas. Once meses adelante por mandado del Rey los mismos obispos se juntaron en Oviedo; allí, en cumplimiento de lo que el Papa concedia, resolvieron que el obispo de Oviedo fuese arzobispo, y para aquella dignidad por voto de todos nombraron á Hermenegildo. Pareció otrosí nombrar arcedianos, personas de buena vida, que dos veces cada un año juntasen sínodos y

diesen órden en todo, como quien habia de dar cuenta á Dios de su cargo, y juntamente visitasen las diócesis, los monasterios y parroquias. Añadieron demás desto que los obispos que no tenian diócesis sirviesen al de Oviedo de vicarios para que se repartiese la carga entre muchos, y él de su renta los sustentase, y que así á estos como á los demás obispos señalasen sendas iglesias en la ciudad y diócesi de Oviedo, con cuya renta se entretuviesen cuando se celebrasen concilios y tuviesen donde acojerse á causa de las ordinarias entradas que los moros hacian. En cumplimiento deste decreto á diez y seis obispos, unos que tenian diócesi, y otros que carecian della, señalaron doce templos, al de Leon, de Astorga, de Iria, al ulcense, al britoniense, al de Orense, al de Braga, este era arzobispo, al dumiense, al tudense, al columbriense, al portucalense, al salmanticense, al cauriense, al cesaraugustano, al calagurritano, al turiasonense, al oscense. Todos estos nombres y el número se sacaron de los mismos actos del Concilio en gracia de los que son aficionados á la antigüedad, que los cronistas no escriben palabra. De aquí sin duda procedió que Oviedo en aquel tiempo se llamó ciudad de Obispos, como lo refieren autores muy graves. Los aledaños de aquella diócesis de Oviedo señalaron los mismos obispos, y el Rey la acrecentó en rentas y posesiones segun lo que se podia llevar, conforme á la apretura en que estaban las cosas y los tiempos. Halláronse presentes en la una cuidad y en la otra el Rey y la reina doña Jimena, los hijos del Rey y los grandes; y dada conclusion á todas estas cosas, despidieron el Concilio.

CAPITULO XIX.

De lo demás que sucedió en el reinado de don Alonso.

En tanto que estas cosas pasaban, los moros estaban sosegados; el largo ocio y la abundancia de España tenia apagado el brio con que vinieron y ablandado su natural belicoso, que fué causa de pasarse algunos años sin que sucediese cosa alguna digna de memoria. Solo el año 881 en toda España hobo temblores de tierra con daño y destrozo de muchos edificios. El rey Mahomad asistia á los oficios á su modo, cuando un rayo que cayó de repente en la misma mezquita mató á dos que estaban cerca dél, con grande espanto de todos los demás. El año siguiente Abdalla, hijo de Lope, aquel que huyó de Toledo, olvidado de las mercedes que det Rey tenia recebidas, como hombre desleal y fementido, comenzó á tratar de hacerle guerra. Para esto se reconcilió y hizo su asiento con el rey de Córdoba. La envidia que tenia á sus tios le llevaba al despeñadero, de quien hacia tanta confianza el rey don Alonso, que les entregó á su hijo don Ordoño, como por prendas de la amistad para que le criasen y amaestrasen. Gran mengua de su padre, pero en tanto se estimaba en aquel tiempo la amistad de los moros. Deste principio, aunque pequeño, se siguieron cosas mas graves, porque AbdaHa, recogidas sus gentes, rompió por las tierras de cristianos, las talas fueron muy grandes, los temores y esperanzas no menores. Acudió el Rey y venció al Moro cerca de Cillorico en una batalla que le dió; asimismo le rechazó con daño de Pancorvo, de que pretendia el Moro apoderarse. No acometieron la ciudad de Leon,

dado que revolvieron contra ella, á causa de una gruesa guarnicion de soldados que dentro estaba. Desta manera sin hacer otro efecto que de contar sea, pasado el rio Astura, hoy Estola, que riega aquellas campañas y pasa por la misma ciudad de Leon, el ejército enemigo por las tierras de la Lusitania volvió á Córdoba. Iba entre los demás moros Abuhalit; hizo instancia con el rey don Alonso para que le restituyese su hijo Abulcen, que dejara como en rehenes cuando, como se dijo, le dieron libertad. La negociacion fué tan grande, que al fin alcanzó lo que pretendia. Esto sucedió al fin del otoño, el cual pasado y entrado el invierno, Abdalla venció en cierta pelea ó encuentro á los dos Zimaeles, tio y hermano suyos, en ciertos lugares ásperos y fragosos; no se dice en qué parte de España, sospecho fué en el reino de Toledo; lo que consta es que los prendió y aherrojados los envió al castillo de Becaria. Revolvió sobre Zaragoza y con el mismo ímpetu la sujetó. Esto fué ocasion que las fuerzas de moros y de cristianos se volviesen contra él, dado que con una embajada envió á cxcusarse de lo hecho con el rey de Córdoba; y porque no recebia sus excusas, con trato doble y embaja- | dores que de ordinario despachaba al rey don Alonso para asegurarse, procuraba su amistad. En el mismo tiempo los condes don Vela y don Diego hicieron liga | contra él como contra enemigo comun. Por otra parte, Almundar, hijo del rey de Córdoba, y Abubalit fueron enviados de Córdoba para cercar á Zaragoza, acometimiento que fué por demás á causa de la fortaleza de aquella ciudad y la mucha gente que en ella hallaron, además que Abdalla, por las cosas que habia acometido y acabado, se hallaba muy fuerte, rico y feroz. Dieron los de Córdoba vuelta sobre las tierras de Vizcaya y de Castilla, hicieron talas y daños; acudieron los dos condes sobredichos, y forzaron á los moros á salir de toda la tierra. No se descuidaba el rey de Leon, antes tenia juntas sus gentes en Sublancia con intento de no faltar á cualquiera ocasion que se le presentase de dar á los moros, si menester fuese, la batalla, pero ellos se excusaron y se volvieron á su tierra; solo destruyeron el monasterio de Sahagun, que en Castilla la Vieja era y es muy célebre. Y sin embargo, Abuhalit envió algunos moros de secreto al rey don Alonso para tratar de hacer paces; y sobre lo mismo Dulcidio, presbitero de Toledo, fué por el Rey enviado á Córdoba en fin del año 883. En tanto que estos tratos andaban, una armada de moros que se juntó en Córdoba y en Sevilla por mar acometió las riberas de Galicia por estar muchos pueblos sin murallas y que podian fácilmente ser saqueados. No hizo algun efecto la dicha armada á causa de los recios temporales que la desbarataron y echaron á fondo; pocos con el general Abdelhamit escaparon del naufragio y de la tormen. ta. Al mismo tiempo por diligencia de Dulcidio se asentaron treguas de seis años con los moros, y los cuerpos de los mártires Eulogio y Leocricia con voluntad de los cristianos, en cuyo poder estaban, de Córdoba los trasladaron á Oviedo. Siguióse la muerte de Mahomad, año de los árabes 273, de nuestra salvacion 886; dejó treinta hijos y veinte hijas. Fué hombre de ingenio no grosero; para muestra se refiere que un dia, como se pasease en sus jardines y cierto soldado le dijese ¡qué hermoso jardin, qué dia tan claro, qué siglo tan alegre, si todo esto fuese perpetuo! respondió: Antes si no ho

biera muerte, yo no fuera rey. Sucedióle Almundar, su hijo, príncipe manso de condicion y liberal, ca al principio de su reinado perdonó á los de Córdoba cierta imposicion en que acostumbraban pagar de diez uno. Ellos, olvidados deste beneficio, se alborotaron contra él. Aparejábase para sosegar estas alteraciones cuando le sobrevino la muerte antes de haber reinado dos años enteros. Dejó seis hijos y siete hijas. Sucedióle por voto de los soldados Abdalla, su hermano, el año 888; reinó por espacio de veinte y cinco años. Los principios fueron revueltos á causa que Homar, principal entre los moros y de ingenio bullicioso, se levantó contra él. Lisbona, Astapa ó Estepona, Sevilla y otros pueblos se le allegaron. Estas grandes alteraciones tuvieron fácil salida, porque Homar, mudado propósito, alcanzó perdon y se reconcilió con el Rey. Esta facilidad del perdon le fué ocasion y le dió ánimo para tornar en breve á alborotarse. Andaban los moros de muy antiguo divididos en dos parcialidades de Humeyas y Alavecinos, como queda arriba dicho. Con esta division no podia faltar á los amigos de novedades gente y pueblo que los siguiese. Abdalla siguió por todas partes á Homar y le redujo á tal apretura, que se huyó á tierra de cristianos, donde, dejada la supersticion de sus padres, se bautizó, no con sinceridad y de veras, sino con engaño, como se entendió con el tiempo, que todo lo declara. Contra don Alonso se alteraron los vizcaínos; la cabeza y caudillo fué Zuria, yerno de Zenon, hombre principal entre aquella gente. Acudió don Ordoño, enviado por el Rey, su padre, para sosegar aquella gente; pero fué vencido por los contrarios en una batalla que se dió cerca de Arriogorriaga, y della aquel pueblo tomó este nombre, que significa, como lo dicen los que saben la lengua vizcaína, piedras sangrientas, como quier que antes se llamase Padura. Eu premio desta victoria hicieron á Zuria señor de Vizcaya, que dicen era de la sangre de los reyes de Escocia. ¿Quién podrá bastantemente averiguar la verdad en esta parte ? La aspereza de aquellos lugares, segun yo entiendo, fué causa que el Rey no vengase aquella afrenta, demás de su edad que estaba adelante, y por el mismo tiempo, vuelto el pensamiento á las artes de la paz, se ocupaba en edificar iglesias en nombre de los santos, y castillos y pueblos para seguridad y comodidad de sus vasallos. En el principio de su reinado reedificó á Sublancia y á Cea cerca de Leon, el castillo de Gauzon á la orilla del mar, puesto sobre un peñol entre Oviedo y Gijon; despues las ciudades de Braga, Portu y Viseo, Chaves, que se llamaba antiguamente Aquae Flaviae, y tambien la ciudad de Oca, todos pueblos que habian estado largo tiempo destruidos y deshabitados. El mismo daño padeció Sentica, y con la misma liberalidad y cuidado fué reparada con nombre de Zamora por las muchas piedras turquesas que por allí se hallan, que se llaman así en lengua morisca. A don García, su hijo, dió el Rey cuidado de edificar á Toro, que los antiguos llamaron Sarabis. Asimismo ganaron de los moros á Coimbra en Lusitania, en Castilla la Vieja Simancas y Dueñas con toda la tierra de Campos, comarca que, á ejemplo de Italia y de Francia, se puede en latin llamar Campania. Elgrande y real monasterio de Sahagun, que los moros asolaron, fué de nuevo reparado y vuelto á los monjes de San Benito; al cual ninguno en grandeza, majestad y rique

zas se aventajó antiguamente en España, y aun hoy es de los mas nombrados que en ella se hallan. Para tan grandes y tantas obras no bastaban los tesoros reales ni sus By haberes; impuso nuevos pechos y derramas, cosa que se debe siempre excusar, si no es cuando la república se halla en tal aprieto, que todos entienden es forzoso sujetarse á la necesidad si se quieren salvar. Esta verdad se entiende mejor por lo que resultó. Estaban los vasallos por esta causa desgraciados; la reina doña Jimena, que tambien andaba desgustada con su marido, persuadió á don García, su hijo, que se aprovechase de aquella ocasion y tomase las armas contra su padre. No se descuidó el Rey, aunque viejo y flaco; acudió luego á Zamora, prendió á su hijo y mandóle guardar en el castillo Gauzon. No pararon en esto los desabrimientos y males. Era suegro de don García Nuño Hernandez, conde de Castilla, príncipe poderoso en riquezas y en vasallos. Este, con ayuda de la Reina y de los hermanos del preso, hizo brava guerra al Rey, que duró dos años. A cabo dellos los conjurados salieron con su intento, y el pobre Rey, cansado del trabajo ó con deseo de vida mas reposada, renunció el reino y le dió á su hijo don García. A don Ordoño, el otro hijo, dió el señorío de Galicia. Lo uno y lo otro sucedió el año 910. El cual año pasado, como don Ålonso hobiese ido en romería á Santiago por su devocion, con voluntad de su hijo hecha de nuevo una buena entrada en tierra de moros, falleció en la ciudad de Zamora. Su cuerpo y el de su mujer sepultaron, primero en Astorga, despues fueron trasladados á Oviedo. En el mismo tiempo Abdalla, rey de Córdoba, en edad de setenta y dos años murió en Córdoba ; dejó doce hijos y trece hijas. De Abdalla, hijo de Lope, no se sabe lo que se hizo; no faltara diligencia si se descubriera camino para averiguar esta y semejantes faltas. Habrémos de usar de conjeturas. Entiendo que con ayuda de los reyes de Oviedo se mantuvo en el señorío de Zaragoza, y que dél descendieron los reyes que fueron adelante de aquella noble ciudad. El reino de Córdoba hobo Abderraman, nieto de Abdalla, hijo de Mahomad, cosa nueva entre los moros, que fuese el nieto antepuesto á los hijos del difunto, tios que eran del nuevo Rey. Tenia veinte y tres años cuando tomó la corona, y gozóla por espacio de cincuenta años. Llamáronle por sobrenombre Almanzor Ledin Alla, es á saber, defensor de la ley de Dios, y tambien Miramamolin, que quiere decir príncipe de los que creen. Tal cs la costumbre que cuando los imperios se van á caer entonces los que los tienen, para disimular su corbardía y flaqueza, se arman y afeitan con apellidos magníficos. Verdad es que Abderraman se puede contar entre los grandes reyes, así en el gobierno como en las cosas de la guerra. Por todo el tiempo de su vida tuvo atencion á componer las discordias de su nacion y sosegar las parcialidades que amenazaban mayores daños; administraba justicia con mucha rectitud; edificó un castillo junto á Córdoba; en Africa tomó la ciudad de Ceuta ; demás desto, con real magnificencia aumentó y mejoró las ciudades y pueblos de todo su reino. Comenzó á reinar el año 300 de los árabes, conforme á la cuenta del arzobispo don Rodrigo, que en este lugar no se aparta de la verdadera.

CAPITULO XX.

De los reyes don García y don Ordoño el Segundo. El poder adquirido malamente no suele ser duradero. Así don García el reino que tomó por fuerza á su padre tuvo solos tres años. En este tiempo hizo de nuevo guerra á los moros, entró por sus tierras, talóles los campos, saqueóles los lugares, y á un señor moro, llamado Ayola, que le salió al encuentro, venció en batalla y le cautivó ; pero á la vuelta por culpa de las guardas se les escapó cerca de un lugar llamado Tremulo. El Rey falleció en Zamora, año de nuestra salvacion de 913. No dejó sucesion; por esto don Ordoño, su hermano, sabida su muerte, de Galicia, donde tenia el señorío, sin dilacion vino á tomar la corona. Fué buen principe y templado, si lo postrero fuera conforme á los principios, y no ensuciara sus manos con la sangre inocente de los condes de Castilla. Reinó por espacio de nueve años y medio. Lo primero, para ganar reputacion y quebrantar la soberbia de los moros, con gente de los suyos que juntó rompió por el reino de Toledo. Puso sitio sobre Talavera, villa principal y de muy alegra suelo y cielo, noble por los muchos moradores, y fuerte por sus muros, en gran parte de sillería. Envió el rey de Córdoba buen golpe de gente para socorrer los cercados; mas fué vencida en batalla y el pueblo entrado por fuerza ; puesto á saco, le quemaron á causa que no se podía conservar por estar da todas partes rodeado de moros. El gobernador del pueblo con otros muchos fué preso; el ejército, cargado de despojos moriscos y alegre, volvió á su tierra. El rey de Córdoba, dudoso por aquel principio`de lo que podria suceder y temiendo las fuerzas de aquel Rey brioso, envió á rogar con humildad al rey de la Mauritania que de Africa le proveyese de socorros y de gentes. Vino el Africano en ello, movido por el peligro de su nacion con deseo de rebatir el orgullo de los cristianos, que de cada dia mas y mas mejoraban su partido. Despachó buen número de gente africana y por su capitan á Almotaraf. Juntóse con estos el ejército de los moros de España, y por general de todos un moro llamado Avolalpaz. Entraron por tierra de cristianos hasta llegar á la ribera de Duero. Salióles el Rey al encuentro, dióse la batalla cerca de Santisteban de Gormaz, que fué muy reñida y por grande espacio estuvo suspensa sin declarar la victoria. Ultimamente, muertos los dos capitanes moros y gran número de su gente, los demás se pusieron en huida. Con esto los cristianos quedaron libres de un gran cuidado y congoja, por considerar el peligro en que las gentes de Africa pondrian á los que apenas podian contrastar al poder de los moros de Córdoba. Para que el fruto de la victoria fuese mayor pareció apretar á los moros, que vencidos y medrosos estaban, y en seguimiento de la victoria dar el gasto á los campos y pueblos de la Lusitania hasta llegar á Guadiana; en particular las tierras de Mérida y de Badajoz padecieron mayores daños. El espanto de los naturales fué tan grande, que procuraron tomar algun asiento con el vencedor hasta comprar por gran dinero la paz. Esto sucedió el año quinto del reinado de don Ordoño, que se contaba 918 de nuestra salvacion. El Rey, concluidas tan grandes cosas, dió la vuelta, y con recibimiento á manera de triunfo entró en la ciu

dad de Leon, que por la comodidad de su sitio pensaba hacella real y asiento de aquellos reyes. Con este intento procuró ensanchalla y adornalla de nuevos edificios. En primer lugar trasladó á su real palacio el templo de San Pedro y San Pablo, en que estaba la silla del obispo, por estar fuera de los muros y correr peligro, palacio que los moros antiguamente edificaron para que sirviese de baños, obra de grande anchura y majestad. Puso nombre al dicho templo de Santa María Vírgen, dado que otras dos partes del mismo fueron consagradas, la una en nombre del Salvador, y la otra de San Juan Baptista. Despues desto, para acrecentar la majestad del nuevo templo se hizo el Rey coronar en él por mano del mismo Obispo, cosa no usada antes deste tiempo, y principio de donde los reyes que antes se decian de Oviedo se comenzaron á intitular reyes de Leon. Desta ocasion la ciudad de Oviedo vino poco á poco en tan gran diminucion, que con el progreso del tiempo perdió el nombre de arzobispado, y aun en nuestra era no tiene voto en las Cortes del reino, daño que entiendo ha sucedido por descuido de sus ciudadanos mas que por mala voluntad de los reyes. Conforme á esto entre las memorias y privilegios deste tiempo advierten los aficionados á la antigüedad, que - an algunos don Ordoño se kutttuta rey de Oviedo, y en uno dellos dice que reina en Leon. Demás desto, añaden que este Rey trasladó la dignidad de obispado á la ciudad de Mondoñedo, que antes estaba en Ribadeo, dado que a otros les parece que los obispos de Mondoñedo antiguamente se llamaron vallibrienses. Entre tanto el rey de Córdoba, Abderraman Almanzor, encendido en deseo de satisfacerse de los daños pasados y volver por su honra, con las fuerzas y gentes de su reino por la parte de Lusitania entró en Galicia hasta llegar á un pueblo llamado Rondonia: Sampiro le llama Mindonia. En aquel lugar se juntaron los reales de los moros y de cristianos; pelearon con gran denuedo y porfía, cayeron muchos de ambas partes, duró la batalla hasta que cerró la noche sin quedar la victoria declarada, bien que cada cual de las partes se la atribuia, los nuestros por haber forzado al enemigo á salir de Galicia, los bárbaros porque vencidos tantas veces,.continuaron la pelea hasta que faltó luz. Dióse esta batalla año de 919. No mucho despues el rey de Córdoba con nuevas levas de gente que hizo y nuevos socorros que le vinieron de Africa corrió las tierras de cristianos, y en particular las de Navarra y Vizcaya. El rey don Ordoño, movido por el peligro que corria don Sancho García, por sobrenombre Abarca, rey de Navarra, y á sus ruegos marchó con su campo contra los moros. Dióse la batalla en el valle Juncaria, que hoy se dice Junquera, el año 921, que fué no menos herida y porfiada que la que poco antes se diera en Galicia. Los de Leon y de Navarra peleaban con grande ánimo como vencedores por la patria y por la religion; los moros no les reconocian en nada ventaja, antes llevaron lo mejor, porque el conde de Aragon, que llaman García Aznar (mejor viniera Fortun Jimeno, su hijo), murió en aquella pelea, y despues della aquella parte de Vizcaya que se llama Alava quedó por los moros. Quedaron otrosi presos en la batalla dos obispos, Dulcidio, de Salamanca, y Hermogio, de Tuy, que concertaron su rescate, y en tanto que le pagaban, dieron

rehenes en su lugar; en particular por Hermogio entregaron un sobrino suyo, hijo de su hermana, doncel en la flor de su edad, por nombre Pelayo. Su hermosura y modestia corrian á las parejas. Por lo uno y por lo otro el Rey bárbaro, de suyo inclinado á deshonestidad, se encendió grandemente en su amor. Aumentábase con la vista ordinaria la llama del amor torpe y nefando. El mozo, de su natural muy modesto y criado en casa llena de sabiduría y santidad, resuelto de defender el homenaje de su limpieza, dado que diversas veces fué requerido, resistió constantemente. Despues como el Rey le hiciese fuerza, dióle con los puños en la cara. Esta constancia y celo de la castidad le acarreó la muerte; por mandado de aquel bárbaro impío y cruel fué atenazado y hecho pedazos, los miembros echaron en Guadalquivir; el amor cuanto es mayor tanto se suele mudar en mayor rabia. Sucedió esto domingo á 26 de junio del año 925. Diósele honra como á mártir, y fué puesto en el número de los santos. Recogieron las partes de su cuerpo y sepultáronlas en San Ginés de Córdoba; la cabeza en el cimenterio de San Cipriano. Débese tanto mas estimar la gloria desta hazaña, que no tenia mas de trece años y medio cuando dió tal muestra de su virtud. Rosvita, doncella de Sajonia, por este mismo tiempo cantó en verso heróico, aunque algo diferentemente, la muerte del mártir Pelagio. Siendo rey de Leon don Ordoño, y de Francia Cárlos el Simple, un presbítero, llamado Zanelo, vino á España enviado por el papa Juan, décimo deste nombre, con esta ocasion. Volaba la fama de la devocion y milagros del apóstol Santiago por todas partes. Era muy célebre el nombre de Sisnando, obispo de Compostella. El Pontífice, por cierto hombre que le envió con sus cartas, pidió le hiciese participante de sus oraciones para que por medio y intercesion del apóstoł Santiago en vida y en muerte fuese ayudado. Sisnando despachó á Zanelo para dar la obediencia al Pontífice; dióle otrosí el Rey cartas para el mismo con sus presentes. Zanelo, cumplido lo que le mandaron, pasado un año entero, volvió á España, cargado de muchos libros; demás desto, con autoridad de nuncio del Papa, quién dice fué cardenal, y comision de informarse de todo lo que pertenecia á la religion. Estaban los romanos de muy antiguo persuadidos que el oficio divino gótico tenia muchas cosas erradas, que usaban de ceremonias en la misa extraordinarias y enseñaban opiniones contrarias á la verdadera religion. Zanelo, en cumplimiento de lo que le era ordenado, revolvió con diligencia los libros eclesiásticos que pudo haber; y aunque las ceremonias eran diferentes, halló, al revés de lo que se sospechaba, que todas las cosas concordaban con la verdad. Vuelto á Roma, en una gran junta de padres relató al Pontífice lo que llevaba averiguado. Ellos dieron gracias a Dios por aquella merced y juntamente aprobaron aquellos libros. Solamente mandaron que en la secreta de la misa usasen de las palabras que usaba el oficio romano. Porque á la verdad las palabras de la consagracion, aunque la sustancia era una, las tenian mudadas en esta forma: «Este es mi cuerpo, que por vosotros será entregado. Este es el cáliz del Nuevo Testamento en mi sangre, que por vos y por muchos será derramado en remision de los pecados.» Palabras de que aun en nuestra era no usan los

« AnteriorContinuar »