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por la salud y libertad de la patria, aparejados á padecer antes cualquier afan y menoscabo que sufrir el señorío y gobierno aragonés. Don Gomez, conde de Candespina, el que antes pretendió casar con la Reina, y entonces por estar en la flor de su edad tenia mas cabida con ella de lo que sufria la majestad real y la honestidad de mujer, se ofrecia el primero de todos á defender la tierra y hacer la guerra á los de Aragon; blasonaba antes del peligro. Don Pedro, conde de Lara, su competidor en los amores de la Reina, tenia el segundo lugar en autoridad y poderío. Discordes los capitanes, ni la paz pública se podia conservar, ni hacerse la guerra como convenia. Don Alonso, rey de Aragon, con un grueso ejército que junto de los suyos, se metió en Castilla por parte de Soria y de Osma, do se tendian antiguamente los arevacos. Acudieron á la defensa los grandes y ricos hombres y el ejército de Castilla. Asentaron los unos y los otros sus reales cerca de Sepúlveda. Resueltos de encontrarse, ordenaron las haces en esta forma: la vanguardia de los castellanos regía el conde de Lara, la retaguardia el conde don Gomez, el cuerpo de la batalla gobernaban otros grandes. El rey de Aragon formó un escua→ dron cuadrado de toda su gente. Dióse la señal de arremeter y cerrar. En el campo llamado de la Espina se trabó la pelea, que fué de las mas nombradas de aquel tiempo. El conde de Lara, como quier que no pudiese sufrir el primer ímpetu y carga de los contrarios, volvió las espaldas y se huyó á Búrgos, do la Reina se hallaba con cuidado del suceso; hombre no menos afeminado que cobarde. Don Gomez con algo mayor ánimo sufrió solo la fuerza de los enemigos y peso de la batalla, y desbaratados los suyos murió él mismo noblemente sin volver las espaldas; esta postrera muestra dió de su esfuerzo. Ni fué de menor constancia un caballero de la casa de Olea, alférez de don Gomez, que como le hobiesen muerto el caballo y cortado las manos, abrazado el estandarte con los brazos, y á voces repitiendo muchas veces el nombre de Olea, cayó muerto de muchas heridas que le dieron. Don Enrique, conde de Portugal, mas por odio de la torpeza de la Reina que por aprobar la causa del rey don Alonso, desamparado el partido de Castilla, se juntara con los aragoneses; ayuda que fué de gran momento para alcanzar la victoria. La confianza que destos principios los aragoneses cobraron fué tan grande, que, pasado el rio Duero, por tierra de Palencia llegaron hasta Leon. Los campos, pueblos, aldeas eran maltratados con todo el mal y daño que hacer podian. Los princi

rable que esta por el daño y estrago que della resultó á Castilla. Las ciudades de Najara, Búrgos, Palencia, Leon se rindieron al vencedor. Sin embargo, por no tener dinero para pagar los soldados, por consejo del conde de Portugal, metió la mano en los tesoros de los templos, que fué grave exceso, y aun le fué muy mal contado. San Isidro y otros santos con graves castigos que dél tomaron adelante vengaron aquella injuria; juntóse el odio del pueblo, y palabras con que murmuraban de aquella libertad; decian que merecian ser severamente castigados los que metieron mano en los vasos sagrados y tesoros de las iglesias. La verdad es que desde este tiempo de repente se trocó la fortuna de la guerra. Trabajaron los aragoneses primero el reino de Toledo, despues pasaron á cercar la ciudad de Astorga, porque fueron avisados que la Reina con toda su gente se aparejaba para hacer la guerra por aquella parte. Traia Martin Muñoz al rey de Aragon trecientos caballos aragoneses de socorro. Cayó en una emboscada de enemigos que le pararon, en que muertos y huidos los demás, él mesmo fué preso. El Rey, movido por este daño y con miedo de mayor peligro por el poco número de gente que tenia, á causa de los muchos que eran muertos y por estar los demás repartidos en las guarniciones de los pueblos que ganara, se retiró á Carrion confiado en la fortificacion de aquella plaza. Allí fué cercado de los enemigos por algun tiempo, hasta tanto que el abad clusense, enviado por el Pontífice para componer aquellas diferencias, con su venida alcanzó de los de la Reina treguas de algunos dias, y no mucho despues que se levantase el cerco. Los soldados de Castilla asimismo, como levantados y juntados arrebatadamente y sin concierto y capitan á quien todos reconociesen, ni sabían las cosas de la milicia ni los podian detener en los reales largo tiempo. Pasado este peligro, las armas de Aragon revolvieron contra la casa de Lara, contra sus pueblos y castillos. Por otra parte, las gentes de la Reina con un largo cerco que tuvieron sobre el castillo de Búrgos, se apoderaron dél y echaron dende la guarnicion que tenia de aragoneses. El conde don Pedro de Lara, como pretendiese casar con la Reina y se tratase no de otra suerte que si fuera rey, con la soberbia de sus costumbres y su arrogancia tenia alterados los corazones de muchos, que públicamente le odiaban. Andaban su nombre y el de la Reina puestos afrentosamente en cantares y coplas. Pasó tan adelante esto, que en el castillo de Mansilla fué preso y puesto á recado por Gutierre Fernandez de Castro. Soltóse de la prision,

pales de Galicia se rehicieron de fuerzas, determina-pero fuéle forzoso, por no asegurarse de los de Casti

dos de probar otra vez la suerte de la batalla. Pelearon con todo su poder en un lugar entre Leon y Astorga, llamado Fuente de Culebras. Sucedió la batalla de la misma manera que la pasada, prósperamente á los aragoneses, al contrario á los castellanos. Fué preso en la pelea don Pedro, conde de Trava, persona de grande ⚫ autoridad y poder, y que estaba casado con una hija de Armengol, conde de Urgel, llamada doña Mayor. El mozo rey don Alonso no se halló en esta pelea, que el obispo don Diego Gelmirez le sacó de aquel peligro y puso en parte segura; perdida la jornada, se fué al castillo de Orsilon, do estaba la Reina, su madre. Ninguna batalla en aquella erá fué mas señalada ni mas memoM-1.

İla que tanto le aborrecian, huirse muy lejos y no parar hasta Barcelona. Fué hijo de don Diego Ordoñez, el que retó á Zamora sobre la muerte del rey don Sancho, y sobre el caso hizo campo con los tres hijos de de Arias Gonzalo. Despues desto, el infante don Alonso, ya rey de Galicia, con gran voluntad de todos los estados fué alzado por rey de Castilla. Erale necesario recobrar por las armas el reino, que halló dividido en tres parcialidades y bandos; no menos tenia que hacer contra su madre que contra el padrastro, ni menos dolor ella recibió que su marido de que su hijo hobieso sido alzado por rey, por tener entendido que en su acrecentamiento consistia la caida de ambos; juicio en

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que no se engañaban. Doña Urraca, por miedo de la indignacion de su hijo y por verse aborrecida de los suyos, determinó fortificarse en el castillo de Leon, confiada que por ser muy fuerte podria en él mantener el nombre de reina y la dignidad real, sin embargo del odio grande que el pueblo la tenia. Pero como quier que el hijo se pusiese sobre aquel castillo, se concertaron que la Reina dejase á su hijo el reino, dádole con gran voluntad de los grandes y del pueblo, y á ella señalasen rentas con que pudiese pasar. La razon de los tiempos no se puede fácilmente señalar á cada cual destas cosas, por la diversidad que hay de opiniones; es maravilla en cosas no muy antiguas cuan á tienta paredes andan los escritores, que hace ser muy dificultoso terminar la verdad, tanto, que aun no se sabe en qué año murió la reina doña Urraca; los mas dicen que como diez y siete años despues de la muerte de su padre. La verdad es que en tanto que vivió tuvo poca cuenta con la honestidad. Algunos afirman que en el castillo de Saldaña falleció de parto; gran mengua y afrenta de España. Otros dicen que en Leon, tomado que hobo los tesoros de san Isidro, que no era lícito tocarlos, reventó en el mismo umbral del templo; manifiesto castigo de Dios. Menos probabilidad tiene cierta hablilla que anda entre gente vulgar, es á saber, que de la Reina y del conde de Candespina nació un hijo, por nombre don Fernando, al cual por su nacimiento y ser bastardo llamaron Hurtado. Añaden otrosí que fué principio del linaje que en España usa deste apellido, en nobleza muy ilustre, poderoso en rentas y en vasallos.

CAPITULO IX.

De la guerra de Mallorca.

Desta manera procedian las cosas en Castilla en el tiempo que á los moros de Mallorca y de Zaragoza acometieron las armas de muchas naciones que contra ellos se juntaron. Habia fallecido Giberto, conde de la Proenza y de Aimillan en Francia; dejó á doña Dulce, su hija, por heredera. Don Ramon Berenguel, conde de Barcelona, marido de doña Dulce, príncipe poderoso y de grande señorío por lo que antes tenia, y por aquel estado de su suegro que por su muerte heredó tan principal, determinó con las fuerzas de ambas naciones apoderarse de las islas Baleares, que son Mallorca y Menorca, desde donde los moros ejercitados en ser cosarios hacian robos y correrías en las riberas de España, que está cercana, y tambien de Francia. Para llevar adelante este intento tenia necesidad de una gruesa y grande armada. Juntó en sus riberas la que pudo, principio de donde las armas de los catalanes comenzaron á ser famosas por la mar, cuyos señores por algun tiempo fueron con gran interés y fama. Pero como su armada no fuese bastante, él mismo pasó en persona á Génova y á Pisa, ciudades en aquella sazon poderosas por la mar. Convidóles á hacerle compañía en aquella guerra que trataba; púsoles delante los premios de la victoria, la inmortalidad del nombre, si por su esfuerzo los bárbaros fuesen echados de aquellas islas, de do, como de un castillo roquero, amenazaban y hacian daño á las tierras de los cristianos. Prometiéronle soldados y naves, y enviaronlos al tiempo señalado. Juntados estos

socorros con el ejército de los catalanes, pasaron á las islas. Fué la guerra brava y dificultosa y larga, porque los moros, desconfiados de sus fuerzas, con astucia alzadas las vituallas y tomados los pasos, parte se fortificaron en los pueblos y castillos, parte se enriscaron en los montes sin querer meterse al peligro de la batalla. Consideraban los varios y dudosos trances que traen consigo las guerras, y que los enemigos se podrian quebrantar con la falta de lo necesario, con enfermedades, con la tardanza, cosas que de ordinario suelen sobrevenir á los soldados. La constancia de los nuestros venció todas las dificultades, y la ciudad principal por fuerza y á escala vista se entró en la isla de Mallorca el año 1115. Murió en aquella jornada Raimundo ó Ramon, prelado de Barcelona. Sucedió en su lugar Oldegario, al cual poco despues por muerte de Berengario, arzobispo de Tarragona, pasaron á aquella iglesia. Ganada la ciudad, parecia seria fácil lo que restaba de conquistar. En esto vino aviso que los moros en tierra firme, quier con intento de robar, quier por forzar al Conde se retirase de las islas, con gente que echaron en tierra de Barcelona, habian henchido toda aquella comarca de miedo, temblor y lloro, tanto, que sitiaron la misma ciudad. Esta nueva puso en gran. de cuidado al Conde sobre lo que debia hacer y en mucha duda; por una parte el temor de perder lo suyo, por otra el deseo de concluir aquella guerra, le aque jaban y traian en balanzas; venció empero el miedo del peligro y los ruegos de los suyos. Dejó encargadas las islas á los ginoveses, y el pasó á tierra firme. Los bárbaros sin dilacion alzaron el cerco; siguiéroulos, venciéronlos y desbaratáronlos cerca de Martorel; fué la pelea mas á manera de escaramuza y de tropel que ordenadas las haces. La alegría desta victoria hicieron que fuese menor dos incomodidades: la una, que los ginoveses con el oro que les dieron los moros se partieron de las islas y se las dejaron, como afirman los escritores catalanes, que en las historias de los ginoveses ninguna mencion hay desta jornada; la otra, que en la Gallia Nar bonense se perdió la ciudad de Carcasona. Poco antes deste tiempo Aton se apoderó de aquella ciudad sin otro derecho mas de la fuerza. Era en su gobierno cruel y feroz. Movidos desto los ciudadanos, se conjuraron contra él, y echado, restituyeron el señorío de la ciudad al conde de Barcelona, cuya era de tiempo antiguo, como antes queda mostrado. Aton con el ayuda de Guillen, conde de Potiers, forzó á los ciudadanos que se le rindiesen. Rugerio, hijo mayor de Aton, entrado que hobo en la ciudad, hizo que todos rindiesen las armas. Como obedeciesen y las dejasen, mandóles á todos matar. La crueldad que en los miserables se ejercito, fué extraordinaria con toda muestra de fiereza y soberbia inhumana. Muchos que pudieron salvarse se fucron á Barcelona. A ruego dellos el conde Ramon Arnaldo Berenguel con ejército se metió por la Francia. Pusiéronse de por medio varones buenos y santos; pesábales que las fuerzas deste buen Príncipe con aquella guerra civil se divirtiesen de la guerra sagrada. Concertóse la paz desta manera. Que lo que Aton habia prometido à Guillen, conde de Potiers, de serle él y sus decendientes sus feudatarios, mudado el concierto, poseyesen aquella ciudad, pero como en feudo de los condes de Barcelona. Fué este Guillen, conde de Po

tiers, hombre que procuraba ocasion de aumentar su señorío, trabar unas guerras de otras, aunque fuesen con daño ajeno, sin ningun cuidado de lo que era honesto y de la fama. Así, despues que Ramon, conde de Tolosa, partió á la guerra de la Tierra-Santa, como arriba queda dicho, se apoderó con las armas de todo lo que aquel Príncipe tenia en Francia; hombre desapoderado y que no tenia á Dios ni los juicios de los hombres. Beltran, hijo de don Ramon, por este tiempo, despues de gastados tantos años en la guerra, desde la TierraSanta, en que tenia el señorío de Tripol, y en cuyo cerco le mataron á su padre con una saeta que del adarve le tiraron, dió la vuelta á su patria. No tenia esperanza que el de Potiers vendria en lo que era razon. Comenzó á tratar con los príncipes comarcanos cómo os podria recobrar el antiguo estado de su padre. En los demás no halló ayuda bastante. Acordó acudir á don Alonso, rey de Aragon, de cuyas proezas y virtudes se decian grandes cosas; demás que la amistad trabada de tiempo atrás entre aquellas dos casas y el deudo le obligaba á no desamparalle. ¡Qué grande maldad! El que, perdido su padre y la flor de su edad en la guerra sagrada, tan léjos de su patria se pusiera á tantos trabajos y peligros, sin embargo despojado de su tierra y de su estado, fué forzado á pedir ayuda y acudir y hacer recurso á la misericordia de otros. Recibióle aquel Rey benignamente en Barbastro. Allí tuvieron su acuerdo; y el Conde se hizo feudatario de Aragon por los estados de Rodes, de Agde ó Agatense, de Cahors, de Albi, de Narbona y de Tolosa y otras ciudades comarcanas á las sobredichas, á tal empero que por las armas de Aragon él y sus decendientes fuesen restituidos y amparados en los estados de que estaban despojados. Hízose esta avenencia el año del Señor de 1116; bien que don Beltran no fué restituido á causa que el poder de los condes de Potiers era grande, y las fuerzas de Aragon estaban divididas, parte en la guerra civil contra Castilla, parte en la que con mejor acuerdo se hacia contra los moros. Verdad es que, pasados algunos años, don Alonso Jordan, hermano de don Beltran, del castitillo de Tolosa, en que le tenia preso el conde de Potiers, fué por aquellos ciudadanos sacado para hacerle señor de aquella ciudad, y echado della Guillen Morello, que tenia aquel gobierno por el dicho conde de Potiers. Los decendientes de don Alonso fueron su hijo Raimundo ó Ramon, su nieto Raimundo y su biznieto y tatarañelo, que se llamaron tambien Raimundos y tuvieron el señorío de aquella ciudad hasta tanto que Juana, hija del postrer Raimundo, por falta de hijos varones, casó con Alonso, conde de Potiers. Deste casamiento no quedó sucesion alguna, por donde san Luis, rey de Francia, hermano del dicho conde de Potiers, por su muerte juntó con lo demás de su reino los estados y condados de Potiers y de Tolosa, segun que en el casamiento de aquella señora lo capitularan.

CAPITULO X.

De la guerra de Zaragoza.

Confinaban con el señorío de don Alonso, rey de Aragon, las tierras de Zaragoza, muy poderosa y fuerte ciudad por su nobleza, riqueza y grandeza. Los moradores della hacian ordinarias correrías y cabalgadas

en los campos comarcanos de los cristianos, sin dejar de hacer todo el mal y daño que de hombres bárbaros y enemigos del nombre cristiano se podia esperar. El rey de Aragon, movido por estos males, sin embargo que la guerra de Castilla no la tenia del todo acabada, se determinó con todas sus fuerzas y gentes de combatir aquella ciudad. Representábanse grandes dificultades, trabajos y peligros, que la constancia del invencible Rey fácilmente menospreciaba. Tahuste, villa principal á la ribera del rio Ebro, se ganó á esta sazon por el valor y industria de un caballero principal, llainado Bacalla. Asimismo ganaron á Borgia, á la raya de Navarra, Magalona y otros pueblos y castillos por aquella comarca. A los almogaraves (así se llamaban los soldados viejos de gran experiencia y valor) se dió órden que estuviesen de guarnicion en el Castellar, plaza fundada, como de suso queda dicho, sobre Zaragoza en un altozano. Proveyéronles de mantenimientos, armas y municiones á propósito de hacer salidas y correrías por los lugares al derredor, y que si necesario fuese, pudiesen sufrir un largo cerco. Este fué el principio quo se dió á la guerra y conquista de Zaragoza: á la fama acudieron de diversas partes grandes personajes, entre otros vinieron los condes Gaston, de Bearne; Rotron, de Alperche, y Centullo, de los bigerrones. Formaron un grueso ejército de diversas gentes y naciones, con qué se pusieron sobre aquella ciudad el año que se contaba de nuestra salvacion 1118, por el mes de mayo. Al octavo dia ganaron el arrabal que está de la otra parte del rio. Rotron, conde de Alperche, en el mismo tiempo que se continuaba el cerco, con seiscientos caballos que le dieron, se apoderó de Tudela, ciudad principal en el reino de Navarra, puesta en un sitio fuerte á la ribera del rio Ebro; con la cual se quedó en premio de su trabajo. Los moros de España, como quier que conociesen bien de cuánta importancia era para sus cosas y intentos la ciudad de Zaragoza, y el riesgo que corria todo lo demás si se perdiese, acudieron en gran número para socorrer á los cercados. Vino otrosí de Africa un famoso caudillo, por nombre Temin, con un grueso ejército de moros berberescos; tenia puestos sus reales en un lugar aventajado á la ribera de Güerba, mas arriba de Zaragoza y junto al castillo de Maria, que se tenia por los moros. Pero visto que los nuestros le hacian ventaja en muchedumbre y esfuerzo, dió vuelta á lo mas adentro de la Celtiberia. Los cercados padecian falta de vituallas, y no tenian esperanza de socorro, que era el mayor de los males. A los cristianos cansaba la tardanza. Aprestaban nuevos ingenios para batir las murallas y entrar por fuerza la ciudad, cuando fueron avisados que un sobrino de Temin, otros dicen era hijo del rey de Córdoba, venia y llegaba ya cerca con resolucion de meterse en la ciudad como por su tio le era mandado. Alteróse el rey don Alonso con este aviso, tuvo su acuerdo, y determinó salir al encuentro á los que venian de socorro, ca bien entendia que si entrasen en la ciudad á él seria forzoso partirse del cerco con poca reputacion y mengua. Marchó pues con sus gentes, dió vista á los enemigos, juntáronse las huestes no léjos de Daroca en un lugar llamado Cutanda, diósʊ la batalla, en que los moros fueron vencidos y muertos y preso su general. Los de Zaragoza, avisados de aqueIla desgracia, por no quedarles esperanza alguna de

ticular se les señaló la quinta parte de los despojos que se ganasen en la guerra, todo á propósito que tuviesen con que sustentar los gastos y por aquella parte fuesen fronteros de los moros. Guillen, prelado de Aux en la Guiena, y los demás obispos de Aragon con sus sermonés encendian los corazones de la gente á tomar la cruz y ayudar con sus personas y haciendas los intentos de aquellos caballeros. Esta fué la primera entrada que los templarios tuvieron en España, este el principio de las grandes rentas que adelante poseyeron, y aun, como se tuvo por cierto, últimamente fueron causa de su total ruina.

poderse defender, despues de ocho meses de cerco á 18 de diciembre rindieron sobre pleitesía la ciudad. Fué aquel dia muy alegre para los cristianos, no solo por el provecho presente, puesto que era muy grande, sino mucho mas por la esperanza que cobraron de desarrai-gar el señorío de los moros de todo puuto, quitádoles aquel fortísimo baluarte. Estaban los nuestros tan ciertos que tomarian la ciudad, que tenian antes de tomalla consagrado en obispo della á Pedro Librana, que consagró la iglesia y se encargó del gobierno espiritual. A los condes Gaston, de Bearne, y Rotron, de Alperche, en premio de su trabajo dió el Rey por juro de heredad sendos barrios en aquella ciudad. Tales eran las costumbres de aquel tiempo; no tenian por inconveniente poner muchos señores en un pueblo y en una ciudad. A la ribera de Ebro, nueve leguas de Zaragoza, estuvo antiguamente una noble colonia de romanos, llamada Julia Celsa, ahora es un lugar desierto, y á una legua tiene un pueblo, que el dia de hoy llaman Jelsa, que es el solo rastro que queda de aquella antigüedad. A esta comarca pasó el Rey con sus gentes luego que la sazon del tiempo dió para ello lugar. Por allí hicieron correrías en los campos de los moros al derredor. Dende pasaron á la Celtiberia, provincia por la aspereza de los lugares y esfuerzo de los naturales de todo tiempo muy poderosa y fuerte, cuyos linderos antiguamente, unas veces se ensanchaban y otras se estrechaban, como sucedian las cosas. Pero propiamente los celtiberos corrian de oeste al este desde las fuentes del rio Jalón, que tienen su nacimiento en Medinaceli, que algunos tienen, aunque con engaño, fué la antigua Ecelesta, hasta Nertobriga, que hoy es Ricla. Por la banda de setentrion tenian por aledaño á Moncayo, y á la parte de mediodía las fuentes de Tajo cerca de Albarracin, ciudad que en otro tiempo se llamó Lobeto; en aquella comarca la guerra sucedió á los nuestros como suele á los vencedores, todo se les rendia y allanaba. Ganaron desta vez á Tarazona, á Alavona y á Epila, que se tiene llamaron antiguamente Segoncia. Asimismo Calatayud vino á poder de los cristianos, poblacion que fué de moros y de su capitan Ayub, que la fundó no léjos de la antigua famosa Bilbilis, de que queda rastro en un monte que cerca de aquella ciudad se empina y hasta el dia de hoy se llama Bombola. Ariza tambien y Daroca corrieron la misma fortuna; adelante de la cual villa el Rey hizo edificar un puebló, que llamó Monreal, en un sitio muy á propósito para enfrenar las correrías y los intentos de los moros de Valencia. Los monjes cartujos y los del Cistel, nuevamente fundados, tenian gran fama y crédito por todas las partes de la cristiandad. Demás destas órdenes, en Jerusalem los caballeros templarios y los hospitalarios, conforme á su santo y religioso instituto, inventado por el mismo tiempo, se empleaban con todas sus fuerzas en adelantar por aquellas partes el partido de los cristianos. Los templarios en vestidura blanca traian cruz roja á la manera de la de Caravaca con dos traviesas. Los hospitalarios, que tambien se llamaban de San Juan, en capa negra cruz blanca. San Bernardo, principal fundador de la órden del Cistel, que vivia por estos tiempos, y aun se sabe vino á España, persuadió al Rey entregase aquel pueblo á los templarios. Hizose así, edificáronles allí un convento, diéronles asimismo otras rentas, en par

CAPITULO XI.

Del scisma de Burdino, natural de Limoges. Gobernaba por este tiempo la Iglesia de Roma Gelasio, segundo deste nombre, al cual poco antes pusieron en la silla de san Pedro por la muerte del pontífice Pascual. Fué persona de gran corazon, pues no dudó proseguir las enemistades de sus antecesores contra el emperador Enrique, cuarto deste nombre, en defensa de la libertad de la Iglesia y de la majestad pontificia, en que pasó tan adelante, que, como el Emperador viniese á Roma y él no se hallase con fuerzas para reprimir sus intentos, en una barca por el Tibre se fué primero á Gaeta, de donde era natural, y de allí pasó en Francia con intento de celebrar un concilio de obispos que tenia convocado para la ciudad de Rems. La muerte atajó sus intentos, que le tomó en el camino en el monasterio de Cluni. Tuvo el pontificado pocos dias mas de un año. En este tiempo dejó concedida una indulgencia á los soldados que estaban sobre Zaragoza y á todos los demás que acudiesen con alguna ayuda para edificar el templo de aquella ciudad. La bula, por ser muy señalada y porque por ella se entiende cómo se concedian las indulgencias antiguamente, pondré aquí vuelta en romance: «Gelasio, obispo, siervo de los siervos »de Dios, al ejército de los cristianos que tiene cerca» da la ciudad de Zaragoza y á todos los que tienen la >> fe cristiana, salud y apostólica bendicion. Hemos vis>> to las letras de vuestra devocion, y de buena gana di>> mos favor á la peticion que enviastes á la Sede Apos»tólica por el electo de Zaragoza. Tornando pues á en>> viar al dicho electo, consagrado por la gracia de Dios >> por nuestras manos como si por las del apóstol san » Pedro lo fuera, os damos la bendicion de la visitacion » apostólica, implorando la justa misericordia del om»nipotente Dios para que por los ruegos y mereci>> mientos de los santos os haga obrar su obra á honra » suya y dilatacion de su Iglesia. Y porque habeis de>> terminado de poner á vos y á vuestras cosas á extre>> mos peligros; si alguno de vos, recebida la penitencia » de sus pecados muriere en esta jornada, nos, por los >> merecimientos de todos y ruegos de la Iglesia católi>> ca, le absolvemos de las ataduras de sus pecados. De>> más desto, los que por el mismo servicio de Dios ó tra>> bajaren ó han trabajado, y los que donan alguna cosa »ó hobieren donado á la iglesia de la dicha ciudad, des>>truida por los sarracenos y moabitas, para ayuda å su >> reparo, y á los clérigos que allí sirven á Dios para su >> sustento, conforme á la cantidad de sus trabajos ó > buenas obras que hicieren á la Iglesia, y á juicio de

»los obispos en cuyas parroquias viven, alcancen remi»sion de sus penitencias y indulgencia. Dado en Aleste » á 4 de los idus de diciembre. Yo Bernardo, arzo>>bispo de la silla toledana, hago y confirmo esta ab>> solucion. Yo, el obispo de Huesca, hago y confrmo es» ta absolucion. Yo Sancho, obispo de Calahorra, hago >>y confirmo esta absolucion. Yo Guido, obispo las» currense, hago y confirmo esta absolucion. Yo Boso, >>cardenal de la santa Iglesia romana, hago y confir>>mo esta absolucion. » En lugar del papa Gelasio, por voto de los cardenales que á su muerte se hallaron, el año de 1119 á 1.° de hebrero fué elegido Guido, de nacion borgoñon, hermano de don Ramon, y tio de don Alonso, rey de Castilla. Era á la sazon arzobispo de Viena de Francia; llamóse en el pontificado Calixto II, dado que no aceptó la eleccion hecha por los cardenales en su persona hasta tanto que el clero de Roma viniese en lo mismo; y así, no se coronó hasta los 15 de otubre. Enel Concilio remense, en que se halló presente, promulgó sentencia de descomunion contra el Emperador; estableció otrosí nuevas leyes contra el pecado de la simonía, que era muy ordinario, tanto, que ni bautizaban los niños ni enterraban los muertos sino por dineros. Procuró que los presbíteros, diáconos y subdiáconos se apartasen de las concubinas, las cuales en tiempos tan revueltos ellos tenian con el repuesto y libertad como si fueran sus mujeres; en España en particular todavía se continuaba la mala costumbre que introdujo el perverso rey Witiza, en especial en Galicia, sin poderla extirpar del todo, bien que se ponia en ello diligencia, de que da muestra un breve que pocos años antes deste tiempo envió el papa Pascual á don Diego Gelinirez, obispo de Santiago, cuyo tenor es el que se sigue:« Pascual, obispo, siervo de los siervos de Dios, >> al venerable Diego, obispo de Compostella, salud y »apostólica bendicion. La iglesia que por voluntad de » Dios has recebido para gobernar, mucho ha que, aun » pareciendo que tenia pastor, carece del consuelo de » pastor. Por ende con mayor cuidado debes procurar >> que todas las cosas en ella se dispongan legalmente » conforme á la regla de la Sede Apostólica. Pon en tu » iglesia tales cardenales, presbíteros ó diáconos, que » puedan dignamente sustentar las cargas cometidas á » ellos del gobierno eclesiástico. Ailende desto, lo que » toca á los presbíteros, se encomiende á los presbíte>>ros, lo que es de los diáconos á los diáconos se encar»gue, para que ninguno se entremeta en oficio ajeno. >> Si algunos ciertamente antes que fuese recebida la ley » romana, segun la comun costumbre de la tierra, con>> trajeron matrimonios, los hijos nacidos dellos no los >> excluimos ni de la dignidad seglar ni de la eclesiástica. >> Aquello de todo punto es indecente que en vuestra >> provincia, segun somos informados, moran junta» mente los monjes y las monjas. Lo cual debe pro>> curar estorbar tu experiencia, para que los que al » presente están juntos, sean apartados en moradas >> muy diversas conforme al juicio de personas religio»sas; y para adelante no se use de semejante libertad. >> Dado en el Laterano, año de la encarnacion del Se»ñor 1103, de nuestro pontificado el cuarto. » La ley romana de que se hace mencion en este breve, segun yo entiendo, era la ley de la continencia impuesta á los del clero. La causa de descomulgaral Emperador eu el

Concilio remense fué que luego que el papa Gelasio so salió de Roma, como queda dicho, el Emperador procuró y hizo que en su lugar fuese nombrado por romano pontífice el obispo de Braga, llamado Burdino, con nom bre de Gregorio VIII. Principio y ocasion con que, por la discordia de dos que se llamaban pontífices, se alteró la paz de la Iglesia en muy mala sazon. Cada cual de los dos pretendia ser el verdadero papa, y ponia dolo en la eleccion de su contrario, como es ordinario en semejantes casos. Era Burdino natural de Limoges, en Francia; vino á España en compañía de Bernardo, arzobispo de Toledo, como queda dicho de suso. Despues con ayuda del mismo alcanzó el obispado de Coimbra. En él trocó el nombre de Burdino y se llamó Mauricio; pero no se despojó de sus malas mañas y dañadas costumbres. De Coimbra con la misma ayuda de Bernardo fué promovido al arzobispado de Braga. A todos estos beneficios no correspondió con el agradecimiento debido; antes con dineros que de todas partes juntó, en que llevaba mas confianza que en la justicia de lo que pretendia, se partió para Roma con intento de alcanzar del pontifice Pascual absolviese á Bernardo y le quitase la dignidad que tenia, con color que por su vejez no era bastante para el gobierno de aquella iglesia, y esto hecho, le pusiese á él en su lugar y le hiciese arzobispo de Toledo. Acometió el negocio por todos los medios que supo; pero, perdida la esperanza que el Pontífice vendria en cosa tan fuera de razon, como cra sagaz y doblado, acordó tomar otro camino para su acrecentamiento. Supo la discordia y diferencias que tenian el Emperador y el Papa; fuese para el Emperador, y con sus mañas le ganó la voluntad de tal suerte, que con su ayuda se apoderó de la Iglesia de Roma y se hizo falso pontífice. Hay un breve del papa Gelasio para Bernardo, arzobispo de Toledo, en que le avisa que Burdino por sus excesos fué anatematizado por el pontífice Pascual, y le ordena que en su lugar haga poner otro prelado en la iglesia de Braga. Grandes fueron las alteraciones que por causa deste scisma de Burdino se siguieron. Remediólo Dios; que el verdadero Papa usỏ. de diligencia, y el falso pontifice, tres años despues que usurpó aquel apellido, fué en Sutrio preso, y en Roma traido como en triunfo en un camello por las calles y por las plazas; últimamente, le desterraron á lo postrero de Italia, y en el destierro murió en el monasterio de la Cava, llamado de la Trinidad, en que por sentencia y en pago de sus deméritos le tenian recluso. Este fué el premio de la ambicion de aquel hombre sin mesura; este el fin de grandes movimientos, sospechas y miedos, que tenian suspenso y con cuidado á todo el mundo.

CAPITULO XII.

De las paces que se asentaron entre Aragon y Castilla.

La eleccion del papa Calixto dió mucho contento á su sobrino el rey de Castilla, y para toda España fué muy saludable, ca todos entendian favoreceria sus cosas con muchas veras, mayormente las de Castilla, por el deudo. que en ella tenia; doude á la sazon las principales ciudades y castillos mas fuertes se tenian por Aragon con guarniciones que en ellas ponian, sin otro mejor derecho que el que los reyes suelen poner en las armas y en la fuerza. Los castellanos comunmente, unos por la

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