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larga costumbre de servir y obedecer, otros por diversos respetos y obligaciones que tenían á los aragoneses, poco caso hacian del menoscabo y afrenta de todo el reino, y muy poco les movia el deseo de la libertad. Era el rey de Castilla, aunque de pocos años, igual en grandeza de ánimo á cualquiera de sus antepasados; no podia sufrir los agravios que su padrastro le hacia y la mengua de su reino. Enviáronse de una parte á otra embajadas sobre el caso. El de Aragon ni claramente rehusaba de hacer lo que se le pedia, ni venia Juego en ello. Solo de dia en dia, con varias excusas que alegaba, dilataba la ejecucion y entretenia á su antenado. Llegóse á los postreros plazos y términos, que fué enviar reyes de armas para pedir los castillos y plazas; y caso que no se hiciese así, denunciar y romper la guerra á los contrarios. El de Aragon, por la continua prosperidad que en sus cosas tenia y por la pequeña edad de su antenado, hacia poco caso destas amenazas, y parecia estar olvidado de la poca firmeza que tienen las cosas de la tierra. Vinieron á las armas, juntaron grandes huestes por la una y por la otra parte. El rey de Aragon, como se hallaba mas apercebido de todas las cosas necesarias, fué el primero que salió en campo, rompió por la parte de Navarra y entró por los campos de la Rioja. Dicen que el que acomete vence. Parecíale otrosi mas á propósito para ganar reputacion y salir con la victoria ofender que defenderse, y forzar á los enemigos en sus mismas tierras á poner á riesgo sus haciendas, sus casas, hijos y mujeres y todas las demás cosas que suelen estimar los hombres mas que la misma vida. Grandes males y estragos amenazaban á España por cualquiera de las partes que la victoria quedase. Acudieron personas de buena vida y prelados del uno y del otro reino, pusiéronse de por medio á mover tratos de paz, bien que poca esperanza lenian de salir con ello por las muchas veces que en balde se intentara. Mas como quier que los corazones de los príncipes están en las manos de Dios, todo sucedió mejor que pensaban, porque el rey de Aragon dió oidos á estas pláticas y se dejó persuadir de las razones que le pusieron delante. Estas eran que el de Castilla pedia justicia en sus pretensiones; ofrecian tendria al Aragonés en lugar de padre sin le enojar en cosa alguna. Por el contrario, los aragoneses no harian bien ni razon si mas tiempo detuviesen los castillos y ciudades de Castilla, pues la excusa que alegaban de la pequeña edad del Rey y el derecho que pretendian por el casamiento de doña Urraca, su madre, de todo punto cesaban; pues por una parte aquel matrimonio era ninguno, y como tal estaba apartado, y por otra don Alonso era ya rey y señor de todo con beneplácito de su madre y voluntad de todo el reino. Que por sola fuerza sin razon ni derecho tener oprimido el reino ajeno, sus amigos y deudos, era cosa de mala şonada, y que no se podria tolerar. Finalmente, le advirtieron que los sucesos de la guerra suelen ser desgraciados, por lo menos muy dudoso su remate, mayormente que está á cuenta de Dios el amparar la inocencia y la justicia contra los que á tuerto la atropellan. Vinieron pues á concierto; las condiciones fueron que por los aragoneses quedase todo lo que hay desde Villorado á Calahorra, á que pretendian tener derecho por razones y escrituras que declaraban pertenecia aquella comarca á los reyes de

Navarra. Demás desto, que en Vizcaya quedase por los mismos lo que se llama Guipúzcoa y Alava, provincias que pocos años antes el rey don Alonso el Sexto quitara por fuerza á los navarros. Cuanto á las demás ciuda→ des y fuerzas de Castilla, acordaron se quitasen las guarniciones que tenian de aragoneses, y nombradamente de Toledo. Bien entiendo que en todo esto se tuvo respeto á dar contento al pontífice Calixto; y todavía no sabria determinar á cuál destos dos príncipes se deba mayor loa y prez en este caso. Parece que cada cual de los dos se señaló y se la ganó al otro en modestia y en blandura. El Aragonés se mostró muy liberal por dejar lo que tenia, sin embargo de razones aparentes que para continuar no faltaban, como es ordinario. El de Castilla se señaló en paciencia y en prudencia mas que llevaba su edad, pues con parte de su reino quiso comprar la paz tan deseada de todos, Concertadas estas diferencias, que avino el año de Cristo 1122, si bien algunos añaden á este cuento mas años, en adelante estos dos reyes, como si fueran dos hermanos ó padre y hijo, se mantuvieron en grande concordia y se gobernaron con gran prudencia; defendieron sus reinos de las tormentas y guerras que amenazaban de diversas partes. Lo primero sin dilacion revolvieron contra los moros. El de Aragou rompió por aquella parte que bañan y abrazan los rios Cinga y Segre, donde el pueblo de Alcolea, que era vuelto á poder de moros, se recobró. Pasaron al reino de Valencia, y de la otra parte del rio Júcar entraron asimismo por la comarca de Murcia. Revolvieron sobre la ciudad de Alcaraz, pero aunque la combatieron, no pudieron salir con ella por la fortaleza de su sitio. De allí pasaron á lo mas adentro de Andalucía, en que los pueblos y ciudades á porfía se les rendian, y se ofrecian á pagar cierto tributo cada un año porque no les talasen los campos ni les robasen ni quemasen la tierra. Vinieron á batalla con el rey de Córdoba y otros diez señores moros, que se dió junto á un pueblo llamado Arenzol el año 1123. La victoria y el campo quedó por los nuestros. Por otra parte, el año luego siguiente ganaron por fuerza de los moros á Medinaceli, villa puesta en un collado empinado en aquella parte por do partian términos la Celtiberia y la Carpetania. Desta manera procedian las cosas de Aragon. El rey de Castilla, con el mismo deseo de hacer mal á los moros y huir la ociosidad, con que las fuerzas se enflaquecen y marchitan, acometió las tierras de Extremadura. Allí recobró la ciudad de Coria, que despues de la muerte del rey don Alonso, su abuelo, volviera á poder de moros. Dió el Rey órden y asiento en las cosas de aquella ciudad. Don Bernardo, por la autoridad que tenia de primado y legado apostólico, concertó lo que tocaba á la religion y culto divino. Dende corrieron todas las tierras que se extienden largamente entre los dos rios Guadiana y Tajo, y son parte de la antigua Lusitania. Las talas de los campos y las presas de hombres y ganados fueron muy grandes, con que el ejército, alegre por el buen suceso, rico y cargado de despojos, dió la vuelta y se fueron los soldados á descansar á sus casas. Con estos principios ganó el Rey reputacion, y dió bastante prueba de aquellas virtudes, fe, liberalidad, constancia, culto muy puro de la religion, en que apenas tuvo par. Era muy devoto de Bernardo, abad á la sazon de Claravalle, al cual la co

nocida bondad de su vida y los grandes trabajos que sufrió por la religion puso adelante en el número de los santos. Era de nacion borgoñon, como el Rey lo era de parte de su padre, y así por su consejo hizo edificar muchos monasterios de cistercienses, que son casi los mismos que en este tiempo en toda aquella parte de España se ven fundados con magníficos edificios y heredados de gruesas rentas y posesiones. Contentábanse con poco al principio aquellos religiosos por el menosprecio que profesaban de las cosas humanas; despues en poco tiempo, por la ayuda que muchos á porfía les dieron, persuadidos que con esto servian mucho á Dios, juntaron grandes riquezas. Que san Bernardo viniese á España á lo postrero de su vida se entiende por una carta suya á Pedro, abad de Cluži. Aumentó otrosí el Rey con gran liberalidad los demás templos y monasterios que por todo su señorío estaban fundados, como lo muestran escrituras antiguas y privilegios, que por toda España fielmente se guardan en los archivos antiguos de Santo Domingo de la Calzada, de San Millan de la Cogulla, de San Miguel del Pedroso, de Santo Domingo de Silos; templos en aquella sazon muy célebres por su devocion y por el concurso de la gente que á ellos acudia. Alcanzó del Pontífice, su tio, que la ciudad de Zamora y su iglesia fuese catedral. Bernardo, arcediano de Toledo, de nacion francés, como arriba queda declarado, fué puesto por prelado el primero en aquella ciudad. Sucedióle Estéban, en cuyo tiempo por dicho de un pastor que tuvo dello revelacion, se descubrió y conoció el lugar en que el cuerpo de san Illefonso, arzobispo de Toledo, yacia del todo olvidado por la perturbacion de los tiempos. Verdad es que sus palabras por entonces fueron menospreciadas por ser él persona tan baja; mas en tiempo del rey don Alonso VIII se averiguó la verdad de aquella revelacion, y que el pastor no andaba deslumbrado, cuando en tiempo de don Severo, obispo de aquella ciudad, la iglesia de San Pedro, que se caia y estaba maltratada, se comenzó á reedificar; en cuyos cimientos al abrirlos ballaron un sepulcro de mármol con el nombre de san Illefonso, de que salió un olor de maravillosa fragrancia. Averiguado todo el negocio, los sagrados huesos fueron puestos en una caja junto al mismo altar de San Pedro. La iglesia otrosí de Santiago á la misma sazon por concesion del mismo Pontífice y á instancia del Rey fué hecha arzobispal; y para este efecto y para que tuviese mayor autoridad trasladaron á ella los derechos y privilegios de la iglesia de Mérida, que estaba todavía en poder de moros, como consta todo esto por un privilegio que el Rey otorgó en esta razon. Señalaron doce obispos que fuesen sufragáneos del nuevo arzobispo; los de Salamanca, Avila, Zamora, Ciudad Rodrigo, Coria, Badajoz, Lugo, Astorga, Orense, Mondoñedo, Tuy; el tiempo adelante añadieron el de Plasencia. El arcediano de Ronda dice que los obispados de Zamora, Avila y Salamanca en tiempo del arzobispo don Bernardo eran sufragáneos de Toledo, y que al presente los pasaron á Santiago; no sé cuánta verdad tenga esto. El nuevo arzobispo don Diego Gelmirez fué noinbrado por legado apostólico en las provincias de Braga y de Mérida; de que hay breve deste Papa en el libro 2 de la Historia compostellana, su data á 28 de febrero, año 1120, indiccion trece,año segundo de su pontificado,

cosa que sintió mucho el arzobispo de Toledo don Bernardo. Hízole contradiccion, pero salió con el pleito su contrario, y por el poder que tenia, celebró un concilio en la ciudad de Santiago; acudieron á su llamado los obispos y abades de las dos provincias emeritense y bracarense. Por esta manera y con estos principios se echaban los cimientos de la grandeza que hoy tiene la iglesia de Santiago; en todo esto se tuvo respeto á la grandeza de aquel santuario, y á que don Ramon de Borgoña, padre del Rey y hermano del Pontífice, estaba allí sepultado. Sucedió esto por los años del Señor de 1124. En el mismo año por el mes de diciembre pasó desta vida el mismo papa Calixto. Sucedióle en el pontificado Honorio, segundo deste nombre. El año siguiente hobo guerras civiles en Francia por causa que Alonso, conde de Tolosa, primo hermano que era del rey de Castilla, y su mujer, la condesa Faidida, pretendian tener derecho al condado de la Proenza y apoderarse dél por las armas. El conde de Barcelona defendia con todas sus fuerzas aquel estado, como dote que era de doña Dulce, su mujer. Resultó que despues de grandes diferencias y debates se vino á concierto; acordaron que Argencia y Belicadro, pueblos sobre que la duda era mayor á cuál de las partes pertenecian, y aquella parte de la Proenza que está entre los rios Druencia y Isara, quedasen por el conde de Tolosa; los demás pueblos y ciudades y la mayor parte de Aviñon, ciudad puesta á la otra parte del rio Ródano, populosa y rica, se adjudicaron á los condes de Barcelona. Concertaron otrosí que, así ellos como sus decendientes, á trueco se probijasen unos á otros para efecto de sucederse, caso que alguna de las partes muriese sin dejar hijos.

CAPITULO XIII.

De los principios del reino de Portugal.

En la parte de España que hoy se llama Portugal, y casi es la misma que la antigua Lusitania, un nuevo reino se fundaba por estos tiempos en su distrito no muy ancho, en el tiempo el postrero entre los reinos de España, en hazañas y valor muy noble y muy dichoso; pues no solo antiguamente pudo echar de toda aquella tierra los moros enemigos de cristianos, sino los años adelante en tiempo de nuestros abuelos y de nuestros padres mostraron tanto valor los portugueses, que con increible esfuerzo y buena dicha abrieron camino para pasar á todas las partes del mundo, y sujetar en la Africa y en la Asia muchos reyes y provincias, y hacellas tributarias á su imperio. La luz de la verdadera religion y del Evangelio la llevaron y la mostraron entre naciones y gentes muy apartadas y bárbaras; gran gloria de su nacion y acrecentamiento de la religion cristiana. Tiéndese la provincia de Portugal largamente por las riberas del mar Océano occidental en lo postrero de España; tiene por sus aledaños á mediodía y á setentrion los rios Guadiana y Miño; es larga mas de cien leguas, la anchura es mucho menor; por la parte que se tiende mas pasa de treinta y cinco leguas, por la que mas se estrecha tiene mas de veinte. Divídese en tres partes, los de aquende y allende Tajo, y la comarca que está entre Duero y Miño, que es la mas fértil y alegre, do está situada la antigua ciudad de Bragą; de

Castilla y Aragon. Su cuerpo sepultaron en Braga en una capilla humilde; que la grandeza 6 locura de los sepulcros que hoy se usan y de los gastos intolerables que en esto se hacen no se habia introducido en aquella edad. La condesa doña Teresa, su mujer, despues de muerto su marido, no tuvo mucha mas cuenta con la honestidad que su hermana doña Urraca, porque casó con el conde de Trastamara Fernan Paez, casamiento por lo menos humilde, si ya no fué del todo ili❤ cito por ser clandestino. Dicen otrosí que tuvo conversacion con un hermano del mismo, llamado Bermudo, y que, sin embargo, le dió por mujer á doña Elvira, su hija; y la otra hija, llamada doña Sancha, casó con Fernando de Meneses. Pudo ser que por odio se impusiesen falsamente algunas cosas de las sobredichas contra la honestidad desta Señora. La verdad es que Fernan Paez alcanzó mucha cabida con la Condesa, y gobernaba lo mas alto y lo mas bajo, y lo trastrocaba todo á su voluntad. El hacia la guerra, él gobernaba en tiempo de paz sin hacer caso de su antenado. Sufrió él con paciencia este desaguisado y la mengua de su casa por la poca edad que tenia; pero adelante, como quier que por el odio y torpeza de su madre se le arrimase mucha gente, determinó de tomar las armas. No se descuidó su padrastro, hicieron levas de gente, diéronse vista y juntáronse los campos. Dióse la batalla en la vega de Santibañez, cerca de Guimaranes, que se entiende fué la antigua Araduca, asentada do se juntan los ríos Avo y Viscella. Quedó la victoria por don Alon. so, y con ella hobo en su poder á Fernan Paez y á doña Teresa, su madre. Al padrastro soltó sobre pleitesía que saldria de todo Portugal, á su madre puso en una estrecha prision. Ella, embravecida por aquel desacato, envió á convidar y rogar al rey de Castilla, su sobrino, la ayudase contra los intentos crueles de su hijo. Prometióle de darle el condado de Portugal, que era muy justo quitar á su hijo por su inobediencia. Condescendió el de Castilla á los ruegos de su tia, sea por compasion y lástima que la tenia, ó con deseo de ensanchar su señorío. Juntó un buen ejército, con que se metió por las tierras de Portugal; acudió su primo, dióse la batalla, que fué muy herida, en la vega de Valdeves, puesta entre Monzon y la puente de Limia. Fueron los castellanos vencidos y forzados á retirarse á Leon. El orgullo que por causa desta victoria cobraron los

la una parte de Tajo está Lisbona, de la otra Ebora, todas tres ciudades arzobispales. El terreno por la mayor parte es estéril y delgado, tanto, que de ordinario se sustentan de acarreo ó por la mar. La gente es muy deseosa de honra y muy valiente entre todas las de España, señalada en la templanza del comer y del vestido, dada á la piedad y á los estudios de sabiduría, de toda humanidad y policía. Una parte pequeña desta provincia, que los reyes de Castilla tenian ganada de inoros, se dió á don Enrique de Lorena, como queda dicho de suso, con nombre de conde y en dote con doña Teresa, su mujer, que fué hija, bien que fuera de matrimonio, del rey don Alonso el Sexto. Sus hijos, don Alonso, doña Elvira y doña Sancha; don Enrique, su padre, teniendo ya estos hijos despues de la muerte de Jofre, rey de Jerusalem, encendido en deseo de ayudar á Balduino, hermano del difunto, que era de su nacion y aun su deudo, como algunos piensan, pasó por mar á la Tierra-Santa, consejo y acuerdo, si se miran las razones humanas, ni prudente ni recatado, por dejar á su mujer y hijos en peligro y tener tanto que hacer en su tierra contra los moros. Su ida no fué de algun efecto notable en levante; así, dió la vuelta á España. Vuelto, trató con el arzobispo de Toledo don Bernardo, á cuyo cargo por ser primado estaba el estado de las cosas eclesiásticas, que las ciudades de Braga, Coimbra, Viseo, Lamego y Porto, que caian todas en su distrito, volviesen á su antigua dignidad y pusiesen en ellas obispos. La reparacion de Braga y qué ciudades tenia sujetas mejor se entenderá por una bula de Calixto II, cuyo fragmento me pareció engerir en este lugar, que dice asi: «Que la iglesia de Braga haya antiguamente sido >>insigne en los reinos de España por muchos títulos de »dignidad y gloria esclarecida, así los indicios de su >>antigua nobleza como los testimonios de antiguas es>>crituras lo comprueban. Pero porque quiso Dios casntigar los pecados del pueblo que en ella vivia con la »entrada de los moros ó moabitas, así la dignidad ar>>zobispal fué diminuida, como confundidos los térmi»nos de sus parroquias. Mas despues de largos espacios »de tiempos, la divina misericordia de nuevo se ha dig»nado restituir la metrópoli y librar en gran parte las » parroquias de la tiranía de los infieles. Por donde >>nuestro predecesor, de santa memoria, el papa Pas»cual, la restituyó enteramente en su antigua dignidad, »y la tornó á juntar todos sus miembros por el privile-portugueses fué tan grande, que sin mirar lo de ade»gio de la Sede Apostólica. Nosotros pues, siguiendo >>sus pisadas, hermano carísimo y coepíscopo nuestro »de la iglesia de Braga, Pelagio, do por voluntad de >>Dios presides, por la escritura deste presente privile»gio confirmamos la misma ciudad de Braga toda con >>el coto ó término entero que á la misma iglesia dieron >>el conde don Enrique y doña Teresa, su mujer, como »se contiene en la descripcion del sobredicho señor. Y »á la misma metrópoli de Braga restituimos la provin»cia de Galicia, y en ella las ciudades catedrales; item »Astorga, Lugo, Tuy, Mondoñedo, Orense, Portu, »Columbria y los pueblos que hoy tienen nombre de »obispales, que son: Viseo, Lamego, Egitania, Britonia, >>con todas sus parroquias.» Hasta aquí son palabras de Calixto. Catorce años antes deste tiempo en que vamos pasó desta vida don Enrique en Astorga, ciudad de Galicia, donde era ido para sosegar las guerras civiles de

lante y sin tener cuenta con sus pocas fuerzas, se tenian y publicaban por libres y exemptos del señorío de Castilla. El rey don Alonso, con deseo de satisfacerse y reprimir la lozanía de los contrarios, juntado que hobo mas fuerzas, revolvió sobre Portugal con mayor furia que antes. Los portugueses, por no tener fuerzas bastantes, se encerraron dentro de Guimaranes para con la fortaleza de aquella plaza defenderse del enemigo poderoso y bravo. Pusiéronse los castellanos sobre ella, determinados de no partirse de allí antes de tomalla y vengar la afrenta pasada. Estaba dentro con el Infante, que otros llaman duque de Portugal, Egas Nuñez, su ayo, persona de mucha prudencia, y que con su buena crianza cultivó maravillosamente el buen natural de aquel Príncipe, y fué causa que sus buenas inclinaciones se mejorasen y diesen el fruto de virtudes aventajadas. Este caballero, habida licencia, salió á

verse y hablar con el Rey; díjole tales razones, que le ablandó y inclinó á que se hiciesen paces. Las condiciones fueron las que el mismo Egas quiso otorgar; con tanto se alzó el cerco. Añaden los historiadores de Portugal, á cuya cuenta se pongan estas cosas, que pasados algunos años, como don Alonso el de Portugal mostrase estar olvidado y no querer cumplir lo que su ayo en su nombre asentara, que se partió para Toledo, y llegado á la presencia del Rey, con un dogal al cuello se le presentó delante. Díjole: Tomad, señor, con mi muerte emienda de la palabra y homenaje que contra mí voluntad os han quebrantado. Reparó el Rey con espectáculo tan extraordinario, movióse á misericordia por las lágrimas y aquel traje de persona tan venerable, perdonóle lo hecho, dado que no le quiso honrar, por sospechar algunos que debajo de aquella aparencia podia haber algun trato doble y engaño.

CAPITULO XIV.

De las guerras que el rey de Castilla hizo contra los moros. Este fué el fin que tuvo por entonces la guerra de Portugal; los que tienen mayor cuidado en rastrear y ajustar los tiempos, piensan que concurrió con el año de nuestra salvacion de 1126, en el cual año la reina doña Urraca y el arzobispo de Toledo, don Bernardo, fallecieron casi en un mismo tiempo. La Reina en el castillo de Saldaña ó en Leon, como antes se dijo, reventó en la iglesia de San Isidro. Concuerdan las historias en el dia de su muerte, que fué á 7 de marzo; la Historia compostellana dice á 10, sexto de los idus, y que finó en tierra de Campos. Su cuerpo sepultaron magníficamente en Leon. Don Bernardo, como se saca de diversos papeles de la iglesia de Toledo, si bien señalan un año antes deste, falleció en Toledo á los 3 de abril, cargado de años y de edad, asaz esclarecido por las cosas que hizo y por él pasaron. Sepultáronle en la misma ciudad en la iglesia mayor con una letra, conforme al tiempo algo grosera, que comenzaba por estas palabras:

PRIMERO BERNARDO FUÉ AQUÍ PRIMADO VENERANDO. Verdad es que el arcediano de Alcor dice que está en⚫terrado en el monasterio de Sahagun junto al lucillo del rey don Alonso el Sexto. Fué arzobispo por espacio de cuarenta años. Doce años antes que falleciese, los Anales de Sevilla dicen ocho, con sus gentes y á sus expensas ganó de moros la villa de Alcalá, en aquella sazon puesta de la otra parte del rio de Henáres en un recuesto áspero que se levanta sobre la misma ribera. Los reales del Arzobispo se asentaron en un collado mas alto y como padrastro, que al presente se llama de la Vera-Cruz. Desde allí los fieles apretaron á los moros y los trabajaron de tal guisa, que fueron forzados á desamparar el lugar, maguer que era muy fuerte. Por esta causa desde aquel tiempo quedó cuanto á lo temporal y espiritual por los arzobispos de Toledo. Sucedió á don Bernardo don Raimundo ó Ramon, obispo á la sazon de Osma; vinieron en su eleccion, primero el clero de Toledo que la votó, despues el papa Honorio. En cuyo tiempo los obispos, abades y señores del reino se juntaron en Palencia, y con ellos el nuevo prelado de Toledo, que se llamaba primado y aun legado de

la Sede Apostólica, segun que se halla en la Historia compostellana. Debió de ser de solo nombre, porque el que presidió y por cuya autoridad se juntó este Concilio fué don Diego Gelmirez, arzobispo de Santiago, por título de legado, ca la legacía que tuvo don Bernardo, como lo nota el arcedíano de Ronda, no se dió á su sucesor, sino á este don Diego Gelmirez, y despues dél á Juan, arzobispo de Braga, el cual muerto, dice no se dió á otro ninguno. En Palencia se hallaron presentes el Rey y la Reina. Abrióse el Concilio al principio de la cuaresma del año 1429. En él, demás de otras cosas, hallo que se establecieron dos muy notables: la primera, que no se recibieran ofrendas ni diezmos de los descomulgados; la segunda, que no se diesen las iglesias á los legos, quier fuese con color de prestimonio, quier de vilicacion, de donde se puede entender el principio y orígen que los beneficios llamados préstamos tuvieron en España, que eran como mayordomos de las iglesias. Expidió eso mismo el Rey un privilegio, en que á ejemplo de su tio el pontífice Calixto, dice que traslada de Mérida, luego que fuere reco→ brada de moros, los derechos reales á la ciudad de Santiago. Poco despues el cardenal Humberto, que vino á España por legado, juntó en Leon otro concilio de obispos para tratar del matrimonio del Rey, que algunos pretendian era inválido. Casóse el rey don Alonso el segundo año despues de la muerte de su madre, con doña Berenguela, hija de Ramon Berenguel, conde de Barcelona. Celebráronse las bodas en Saldaña por el mes de noviembre; tuvo en ella los años siguientes á sus hijos don Sancho, don Fernando, doña Isabel y doña Sancha. Constaba que doña Berenguela tenia deudo con su marido por la línea de los reyes de Castilla y asimismo por la de los condes de Barcelona. Tratóse el negocio, y hiciéronse los autos acostumbrados; venidos á sentencia, los obispos pronunciaron que aquel parentesco no era en alguno de los grados prohibidos por la Iglesia y por derecho. El emperador don Alonso era bisnieto de don Fernando, rey de Castilla. Doña Berenguela, tercera nieta de su hermano don Ramiro, rey de Aragon, por via de su hija doña Teresa, que casó en la Proenza, y fué madre del conde Gilberto, padre de doña Dulce, que casó con Ramon Berenguel, conde de Barcelona ya dicho. Conforme á esto el deudo era en cuarto y quinto grado y no mas. Concluido esto pleito, las fuerzas del reino se enderezaron contra moros. Hizo el Rey entrada en las tierras de los infieles por la parte del reino de Toledo. Púsose sobre Calatrava, cuyos moradores hacian grandes daños en los campos comarcanos, apretóse el cerco, que fué largo; en fin, se ganó, y el Rey la entregó al arzobispo de Toledo para que fuese señor della y la tuviese á su cargo. El crédito y fama de los caballeros templarios, de su valor y esfuerzo no tenia par; por esta causa el Arzobispo les entregó aquella plaza. Así lo afirman los mas autores, puesto que algunos piensan que estos caballeros no fueron los templarios, sino otros que, tomada la señal de la cruz á imitacion de la guerra que se hacia en la Tierra-Santa, seguian á sus expensas los reales de los cristianos con celo de hacer daño á los moros y intento de ganar la indulgencia á los tales concedida por los papas. Ganáronse desta vez por aquella comarca Alarcos, Caracuel, que Antonino en su Itinerario llama Carcuvio,

Mestanza, Alcudia, Almodovar del Campo, y en la misma Sierramorena ganaron el lugar de Pedroche. Lo demás parecia seria fácil de conquistar por el gran miedo que se apoderara de aquella gente infiel; pero la sazon del tiempo, que era tarde, reprimió los intentos del Rey, Pasado el invierno, sacó las gentes de sus alojamientos, con que por los desiertos de Cazlona, que es parte de Sierramorena, rompió por el Andalucía talando, saqueando y robando por todas las partes. Cercaron á Jaen, mas no la pudieron tomar; dado que por todo el tiempo del invierno estuvieron sobre aquella ciudad; la fortaleza de los muros y esfuerzo de los cercados hizo que no se pudiese entrar. Tenia por aquella sazon el imperio de los almoravides en Africa y en España Albohali, hijo de Alí, nieto de Juzef, príncipe de menor poder y fuerzas que sus antepasados por causa de las guerras civiles que andaban encendidas entre los moros. Era esta buena ocasion para dañarle y hacerle guerra. El suegro del rey don Alonso, conde de Barcelona, falleció el año de 1131; dejó por señor de Barcelona y de Carcasona y de Rodes, ciudades de Francia que eran de su señorío, á su hijo mayor don Ramon. A don Berenguel, su hijo segundo, mandó los condados de la Proenza y de Aimillan. Doña Cecilia, su hija, casó con don Bernardo, conde de Fox; con Aimerico, conde de Narbona, casó otra su hija, cuyo nombre no se sabe. Las demás hijas que tenia, quedaron encomendadas á don Berenguel, su hermano, que casaron en Francia con otros grandes personajes. El año que se siguió no tuvo cosa que de contar sea, salvo que el rey don Alonso volvió de la guerra de Andalucía alzado el cerco de Jaen; y don Sancho, hijo del Rey, fué armado caballero el mismo dia del apóstol san Matía en Valladolid con la ceremonia muy solemne que en aquellos tiempos se acostumbraba. Su mismo padre le armó de todas armas y le ciñó la espada, que era muestra de darle por mayor de edad y emanciparle ; servia otrosí de espuelas para que con grande ánimo remedase las virtudes y valor de sus antepasados, y á su ejemplo pretendiese ganar honra, prez y renombre inmortal en servicio de Dios y de su patria.

CAPITULO XV.

Cómo don Alonso, rey de Aragon, fué muerto.

Este era el estado de las cosas en Castilla y en Portugal. En Aragon, como habian comenzado, tenian buen progreso. Los pueblos y castillos cercanos de los mo ros se ganaban, y el señorío de aquella gente infiel iba cuesta abajo. Toda la Celtiberia quedó por los nuestros; asimismo Molina en la misma comarca, que ya era tributaria á los cristianos, fué forzada á rendirse. A la ciudad de Pamplona se añadió el arrabal llamado de San Saturnino, en que pusieron franceses con derecho que se les dió de naturales y ciudadanos. Concedióseles otrosí que tuviesen por leyes el fuero de Jaca, y conforme á él en particular y en comun se gobernasen y sentenciasen los pleitos. Estaban los moros muy extendidos y enseñoreados de las riberas del mar por la parte que en ella desagua el rio Ebro; desde allí hacian daño con correrías y cabalgadas en los pueblos y campos comarcanos. Para reprimillos tenian necesidad de flota, y así, el Rey mandó hacer muchas barcas y bajeles en

Zaragoza; y consta que antiguamente en el imperio de Vespasiano y de sus hijos, reparadas y enderezadas y acanaladas las riberas de Ebro, se navegaba aquel rio hasta un pueblo llamado Vario, que demarcan no léjos de do al presente está la ciudad de Logroño, sesenta y cinco leguas de la mar; grande comodidad para los tratos y comercio. Mequinencia, que se entiende es la que César llamó Octogesa, pueblo fuerte por su sitio y por las murallas, está asentado en la parte en que los rios Cinga y Segre se juntan en una madre. Deste pueblo al presente se apoderó el rey de Aragon, echada dél la guarnicion de moros que dentro tenia. Toda esta prosperidad y alegría se trocó en lloro y se añubló por una desgracia, que sucedió sin pensar, muy grande, Es así que de ordinario las cosas de la tierra tienen poca firmeza, y el alegría muchas veces se nos agua, porque de la prosperidad, unos toman ocasion de descuidarse, otros de atreverse demasiado; lo uno y lo otro hace que se trueque la buenandanza en contrario. El caso pasó desta manera. Fraga, pueblo de los ilergetes, á la cual Ptolemeo llama Gállica Flavia, mas conocido por el desastre desta guerra que por otra cosa alguna que en él haya, está asentado en un altozano y monte de tierra, que por delante, comido con las corrientes y crecientes del rio Cinga, hace que la entrada sea áspera, de guisa que pocos se la pueden á muchos defender. Por las espaldas se levantan unos collados no ásperos y todos cultivados, pero tan pegados con el pueblo, que impiden no se pueda batir con los ingenios ni aprovecharse de la artillería. El Rey, despues que tomó á Mequinencia, animado con aquel suceso, con intento de pasar adelante en sus conquistas, se metió por la tierra de los ilergetes el rio de Segre arriba, en que entra el rio Cinga; quedaba por aquellas partes lo mas dificultoso de la guerra, por ser los pueblos muy fuertes y por que los moros en gran número se retiraran á aquellos lugares para salvarse. Los reyes de Lérida y de Fraga con tan gran concurso de gente cobraron por esta causa muchas fuerzas, y comenzaban á poner espanto á los cristianos. Los reales del Rey se asentaron sobre Fraga el mes de agosto del año de Cristo de 1133. La esperanza y aparato fué mayor que el provecho; el tiempo del año, que comenzaba el invierno, y por tanto las ordinarias lluvias, forzaron á despedir el ejército, y envialle á invernar, con órden que de nuevo se juntasen al principio del verano. Volvieron al cerco por el mes de febrero, no con menor esfuerzo ni con menor ejér→ cito que antes. Gastáronse en él los meses de marzo y abril, sin hacer efecto que de contar sea, por estar los moradores apercebidos de todas las cosas, almacen y municiones contra la tempestad que les amenazaba; y con la esperanza que tenian de ser socorridos llevaban en paciencia los daños de la guerra y los trabajos del cerco. Abengamia, rey de Lérida, con gentes que juntó de todas partes vino al socorro de los cercados. Dióse la batalla cerca de Fraga el dia de las santas Justa y Rufina. Los fieles se hallaban cansados con la guerra, y eran en pequeño número, por quedar buena parte en guarda de los reales, ca temian no fuesen de los de dentro acometidos por las espaldas; los moros entraban en la pelea de refresco y muy feroces. Perecieron muchos cristianos en aquella batalla. Esta pérdida no fué parte para que el cerco se alzase á causa que el daño de los

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