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el año 530 de los árabes, que concurre con el año de Cristo de 1135. Avenzoar asimismo fué señalado en aquella ciudad en los estudios de matemáticas y astrología. Esto en Córdoba. En Portugal con gentes que juntaron ganaron los cristianos por fuerza de armas la villa de Sintra, asentada junto al promontorio que los antiguos llamaron Artabro y no léjos de aquella parte por donde el rio Tajo desagua en el mar. Era el Jugar muy á propósito para llamar socorros extraños. Por esta causa, á persuasion del Rey, vinieron gruesas armadas de Francia, Ingalaterra y Flandes. Las ayudas fueron tales, que se determinó de poner cerco sobre Lisbona, ciudad en aquella comarca muy populosa y lo mas principal de Portugal. Pero antes que declaremos el fin que tuvo este cerco muy famoso, volverémos la pluma á lo que se queda atrás.

CAPITULO XVIII.

Cómo los fieles ganaron á Almería.

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Entre tanto que estas cosas pasaban en Portugal, los navarros y aragoneses traian guerras entre sí. Don Alonso el Emperador tenia en su mano la guerra y paz; el que de los dos reyes fuese el primero á ganar su amistad se prometia seguramente la victoria de su contrario; así, á porfía los unos y los otros la pretendian. El primero, don Ramon, conde de Barcelona, encargado que se vió del nuevo reino de Aragon, y por el mismo caso envuelto en graves dificultades, con intento de granjearle la voluntad y atraelle á su parecer, fué á Carrion, villa de Castilla, como queda dicho. La ida no fué en vano, porque alcanzó que Zaragoza, Tarazona, Calatayud y los demás pueblos de la corona de Aragon que están de esta parte de Ebro, y á la sazon tenian guarnicion de castellanos, se le entregasen como ú feudatario de los reyes de Castilla. De don García, rey de Navarra, dado que con ordinarias entradas que hacia molestaba los aragoneses por toda la comarca que hay desde Tudela á Zaragoza, por entonces no se hizo mencion alguna; pero dos años adelante, que fué el de 1140, don Ramon, movido por aquellos desaguisados, y confiado en la amistad de don Alonso, vino segunda vez á verse con él en el mismo lugar de Carrion, donde entre aragoneses y castellanos se hizo liga contra el de Navarra, y se concertó que los pueblos de la corona de Aragon que tenian usurpados los navarros volviesen á los aragoneses, asimismo que los que del señorío de Castilla poseian desta parte de Ebro, luego que fuesen ganados del comun enemigo, se restituyesen fielmente á Castilla. Tocante al reino mismo de Navarra, acordaron que la tercera parte quedase por el Emperador, las otras dos partes se adjudicaron á don Ramon con nombre otrosí por ellas de feudatario de Castilla. Repartian los despojos antes de matar la caza. Despedidas estas vistas, como si hobieran tocado al arma, acudieron por ambas partes á la guerra. A don Ramon entretenian otros cuidados; así don Alonso el Emperador fué el primero que ido á Búrgos, con un grueso ejército que levantó y juntó de todas partes, pasados los montes Doca, rompió por tierras de navarros. El ruido y él espanto fué mayor que el efecto que se hizo; con embajadas que de una y de otra parte se enviaron y por medio de los prelados que acompa

ñaban á los reyes, finalmente se hicieron paces entre aquellas dos naciones. Para concluir acordaron que los dos príncipes se hablasen; las vistas fueron á la ribera de Ebro, entre Calahorra y Alfaro. Hallóse presente en esta junta doña Berenguela, mujer del Emperador; allí, no solo se concertaron las paces, sino tambien para mayor firmeza acordaron que don Sancho, hijo mayor del Emperador, casase con doña Blanca, hija del Navarro. La Infanta, bien que de muy poca edad para que estuviese como en rehenes, fué desde luego entregada á su suegro. Hízose esta confederacion á 24 del mes de octubre del año susodicho. Desta mudanza tan repentina del emperador don Alonso no hallo bastante causa, ni que satisfaga del todo, si bien entiendo que no fué inconstancia ni liviandad, porque ¿qué Príncipe hobo en aquel tiempo ni mas grave ni mas santo? A la verdad era muy fuera de propósito que los aragoneses ocupados en otros ne→ gocios, y que poco le podian ayudar, se levasen el fruto del peligro ajeno y de su trabajo; asi determinó en particular mirar por lo que le estaba bien, ca gravísimos cuidados dentro y fuera de su estado aparta→ ban á don Ramon y le impedian de la guerra de Navarra. Primeramente tenia mucho en que entender con los moros de su distrito, de quien en esta sazon los capitanes y fronteros de Aragon ganaron, á las riberas del rio Cinga, los pueblos de Calamera y Alcolea. Demás desto, los caballeros jerosolimitanos, por el testamento de don Alonso, rey de Aragon, que fué muerto los años pasados, todavía pretendian tener derecho al reino; y era razon contentallos en alguna manera y dar algun corte en esto, mayormente que Raimundo, maestre de la caballería de San Juan, era venido por este respeto á España. Por cuya diligencia, despues de largos debates sobre el caso, últimamente se asentó que los caballeros jerosolimitanos en Zaragoza, Calatayud, Huesca, Barbastro y Daroca, con todos los demás pueblos que se ganasen de moros, tuviesen de cada una de las tres naciones, cristianos, moros y judíos, un vecino por vasallo, que les acudiesen con sus tributos y á su llamado y debajo de su conducta cuando se hiciese guerra con sus personas y armas. Fuera desto, en todo el reino les señalaron otras rentas y heredamientos muy grandes con que sustentasen la vida y los gastos de la guerra, si bien fuesen muy grandes. En Jaca y en otros lugares les dieron sitios para hacer sus conventos. Púsose otra condicion muy principal, que si don Ramon muriese sin hijos, el reino volviese á ios caballeros. En estas práticas y en asentar estos conciertos pasaron algunos años. El asiento Guillermo, patriarca de Jerusalem, y los demás caballeros de San Juan interesados aprobaron en Jerusalem, á 29 de agosto del año de 1141, y de todo otorgaron escritura pública. Vino tambien en ello y dió su consentimiento Fulcon, rey de Jerusalem, y últimamente aprobó todo esto el papa Adriano IV, que algunos años adelante comenzó á gobernar la Iglesia de Roma. En esta avenencia comprehendieron eso mismo las otras dos órdenes militares, y en particular los templarios, á los cuales don Ramon tenia mas devocion por causa que su padre, don Ramon Berenguel, tomó el hábito de aquella religion y la profesó los años pasados. Por esto fueron aventajados á los demás, ca

les consignó á Monzon y otro gran número de pueblos y castillos, la décima parte de las rentas reales y la quinta de todo lo que se ganase en la guerra de los moros. Finalmente, todos los caballeros quedaron exemptos de tributos y de la juridicion real, en particular se concertó y juró por expresas palabras que sin su consentimiento no se harian en tiempo alguno paces con los moros. Estos conciertos se hicieron en Girona, presente el cardenal Guidon, legado del Pontífice romano, que interpuso su autoridad en ello, y fué á 27 de noviembre, año de 1143. Siguióse una nueva guerra en Francia contra los Baucios, linaje en aquel tiempo muy poderoso en riquezas y aliados. La causa fué que Raimundo Baucio estaba casado con doña Estefania, hija de Gilberto, conde que fué de Aimillan y de la Proenza, hermana de doña Dulce, madre de don Ramon y de don Berenguel, como arriba se ha mostrado. Este pues por el derecho de su mujer pretendia apoderarse de una parte de la Proenza, si no pudiese por bien y por via jurídica, á lo menos por las armas. No le faltaban entre aquella gente aficionados por la aversion que tenian á don Berenguel como á príncipe extranjero, además que la gente popular, como suele, pensaba que las cosas nuevas serian mejores que las presentes. Esta guerra se comenzó en tiempo del susodicho don Berenguel, y por su muerte se encendió mas contra su hijo, que se llamó don Ramon Berenguel. La edad deste Príncipe era poca, las fuerzas no bien aseguradas, en tanto grado, que don Ramon, conde de Barcelona, se determinó, pospuesto todo lo al, tomar el amparo de aquel mozo, su sobrino; y aun, á lo que yo creo, para tener mayor autoridad, se llamó marqués de la Proenza. La guerra se comenzó, que fué brava; con ella los contrarios se vieron apretados de manera, que Raimundo Baucio, despojado de casi todo su estado paterno, de su voluntad vino á Barcelona para entregar á sí y á sus cosas á la voluntad y merced de aquel Príncipe. Hiciéronse las paces entre estas dos casas con buenas condiciones; con que Baucio fué restituido en todo lo que le quitaron en el discurso de la guerra. Demás desto le dieron á Trencatayo, que es un pueblo principal en aquella comarca, á tal que fuese por él feudatario de los condes de la Proenza. Estas fueron las dificultades y negocios que tenian embarazado á don Ramon; con que don García, rey de Navarra, tuvo comodidad y espacio de reforzarse; y en particular con intento de granjear al emperador don Alonso, que tenia el mando de todo y mayor poder que los demás, por ser muerta doña Mergerina, su primera mujer, casó el Navarro con doña Urraca, hija bastarda del Emperador. El año 1144, á 24 de junio, se celebraron las bodas con real magnificencia en la ciudad de Leon. Hobo justas y torneos, corriéronse toros. Entre los otros juegos que hicieron era uno de mucho gusto: en un lugar cerrado soltaban un puerco, seguíanle por el gruñido dos ciegos armados con sendos bastones, y sus celadas en las cabezas; el que le mataba era suyo. Avenia que por herirle muchas veces el golpe del un ciego por yerro descargaba sobre el otro, con grande risa de los que se hallaban presentes. La madre de doña Urraca se llamó Gontroda, mujer muy noble en las Astúrias, cuyo sepulcro con su letrero está en Oviedo en un monasterio de monjas, llamado de Vegua, que

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ella edificó á sus expensas y en que pasó lo mas de la vida; del rey don García y de doña Urraca fué hija doña Sancha, que casó dos veces; la primera con Gaston, vizconde de Bearne; la segunda, muerto este sin hijos, casó con don Pedro, conde de Molina; deste matrimonio nació Aimerico, que el tiempo adelante fué señor de Narbona. En esta sazon Africa andaba alborotada.com guerras civiles. En España, asimismo se levantaron entre los moros grandes alteraciones por estar divididos en tres parcialidades. Zefadola, señor de Rota, pueblo asentado á la boca del rio Guadalquivir, sin embargo que era de la antigua sangre de los reyes moros, favorecia á los cristianos por sus respetos, que debajo de su conducta hicieron entrada hasta dar vista á Sevilla. Azuel, gobernador de Córdoba, y Abengamia, gobernador de Valencia, tenian entre sí diferencias; pero Abengamia era mas poderoso en fuerzas, y no paró hasta echar de Córdoba á su contrario. Entre los cristianos parece habia mas sosiego; solo don Ramon y el rey don García no tenian del todo compuestas sus diferencias. Tocaban ambos al emperador don Alonso en estrecho parentesco demás de la alianza que con ellos tenia puesta. Porque no se pasase tan buena ocasion de hacer la guerra á los moros, que estaban muy apoderados del Andalucía, los convidó y rogó por sus letras y embajadores para que se viesen con él en Santisteban de Gormaz. Hiciéronse estas vistas el año 1146, por el mes de noviembre; en ellas, si bien no se pudieron concertar paces perpetuas, negocióse que entre las dos naciones, aragoneses y navarros, se hiciesen treguas. Añadieron que por cuanto el emperador don Alonso pretendia hacer guerra á los moros, y para este efecto tenia apercebido un ejército muy escogido, don García por tierra y don Ramon por mar con una gruesa armada suya y de ginoveses ayudasen sus intentos. A la primavera del año siguiente los tres reyes hicieron guerra en el Andalucía, saquearon y quemaron los pueblos, talaron los campos, pasaron hasta Córdoba, ciudad muy principal y muy grande á la ribera de Guadalquivir, asentada en un llano, poderosa en armas y riquezas, demás desto muy señalada por haber tenido no mucho tiempo antes el imperio de casi toda España cuanto se extendia el señorío de los moros. Los campos son muy fértiles en todo género de esquilinos cuanto los mejores de España. Tenia el gobierno desta ciudad Abengamia en nombre del rey de Marruecos. Este, espantado de tan grande aparato de guerra, entregó luego la ciudad, ofreciéndose á obedecer y ayudar á los cristianos con mantenimientos y dinero. Raimundo, arzobispo de Toledo, por mandado del Rey, consagró con las ceremonias acostumbradas la mezquita mayor, que era la mas rica y vistosa de España. Resolucion apresurada y antes de tiempo, pues se partieron sin dejar en la ciudad alguna guarnicion de soldados. Recelábanse que si dividian el ejército se diminuirian las fuerzas y no les quedarian gentes bastantes para guerra tan grande como pretendian hacer, ni la ciudad por su grandeza se podia guarnecer sin mucha gente, ni era tanta la que tenian que se pudiese acudir á todo, mayormente que la gente de la tierra se apellidaba para hacelles rostro. Acordaron pues de dejar aquella ciudad sin guarda; solo hicieron que Abengamia, tocado el Alcoran, que es la ceremonia mas

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que tenían parte de Aragon con las islas Baleares, hoy Mallorca y Menorca. Prometió para mas animallos de darles la tercera parte de lo que en la guerra se ganase, demás que en todos los pueblos que se tomasen de los moros tendrian los ginoveses templo y juzgado aparte; lo que era mas, que todos los mercaderes de aquella nacion serian libres de tributos. Eran estas condiciones aventajadas; acordaron de aceptallas. Revolvieron sobre las marinas de Cataluña, y con su buena maña ganaron de consuno á Tortosa, ciudad muy noble, y que por estar asentada á la boca del rio Ebro era muy á propósito para las contrataciones y comercio del mar. Estas cosas sucedieron el año siguiente, y luego el año adelante Lérida y Fraga vinieron á poder de cristianos, pueblos muy conocidos, el primero por la victoria que antiguamente cerca dél ganó Julio César y por el cerco que sobre él tuvo; el otro por el desastre fresco y muerte desgraciada de don Alonso, rey de Aragon. Lérida se dió al conde de Urgel en premio de lo mucho que en aquella guerra bizo y trabajó. A Guillen Perez, obispo de Roda, nombraron por obispo de Lérida con retencion de las ciudades Roda y Barbastro, que ordenaron se comprehendiesen en aquella diócesi; y aun se halla que algunos obispos de Lérida en el tiempo adelante se intitulaban obispos de Roda y de Barbastro.

CAPITULO XIX.

Cómo la ciudad de Lisbona se ganó de los moros.

grave que los moros usan en sus juras, hiciese homenaje que tendria aquella ciudad por el Emperador, y en su nombre la gobernaria con toda lealtad. El miedo no es maestro duradero de virtud, ni es acertado hacer confianza de los desleales á Dios. Apenas los nuestros se partieron de aquella ciudad cuando el gobernador moro faltó en la fe y palabra. Pasó el campo de los cristianos á Baeza, donde tenian los moros juntadas las fuerzas de toda la tierra con determinacion de venir á batalla. El peligro era grande; aquejaba el cuidado y recelo al emperador don Alonso. Aparecióle san Isidoro entre sueños con muestra de majestad mas que humana, así se tuvo por cierto, y le animó y quitó la duda y el miedo. El suceso dió á entender que la revelacion no fué vana. El dia siguiente con el sol se trabó la pelea, en que los moros fueron destrozados y puestos en huida; la ciudad se rindió, y en ella, mudado parecer, dejaron guarnicion de soldados, porque á ejemplo de los de Córdoba no se rebelasen, además que no convenía dejar á las espaldas algun pueblo enemigo. En la toma y cerco desta ciudad se señaJó entre todos el esfuerzo y diligencia de Rodrigo de Azagra, señor que era de Estella de Navarra. Pedro Rodriguez de Azagra fué su hijo; y entre los de aquel linaje de Azagras el primer señor de la ciudad de Albarracin. En aquella sazon Almería era tenida por ciudad muy fuerte. Está asentada á la ribera del mar Mediterráneo, á los confines del Andalucía y del reino de Murcia; llamóse antiguamente Abdera ó Puerto Grande. Della se derramaban muchas fustas á robar. Esta ciudad pretendieron ganar los nuestros, y con este intento se adelantaron con todas sus gentes en el mismo tiempo que los de Génova y los de Barcelona, conforme al órden que llevaban que costeasen aquellas riberas poco a poco con su armada, doblado el cabo de Gatas, dieron vista á la ciudad. Asentados los reales, combatieron los muros por mar y por tierra, y despues de algunas salidas y escaramuzas que se hicieron, con la batería abrieron entrada y forzaron algunas torres; dende lo demás de la ciudad se ganó por fuerza á 17 de octubre del año 1147. Veinte mil moros, que tomada la ciudad se retiraron al castillo, fueron forzados á comprar sus vidas por dineros. Desta manera se quitó aquel nido de cosarios, que ponia espanto á las riberas cercanas y distantes de España, Francia y Italia, que fué la causa principal de apresurar esta empresa. Los despojos se repartieron entre los soldados. A los ginovesés se dió en premio un plato de esmeralda muy grande, que ellos entonces juzgaron debian preferir á toda Ja demás presa, y al presente le guardan entre sus tesoros. Otros escriben se halló en la Suria cuando por fuerza se tomó Cesarea. El vulgo dice que Cristo, hijo de Dios, cenó en él la postrera vez con sus discípulos; opinion sin autor ni fundamento. Clemente, alejandrino, por lo menos dice que Cristo cenó en un plato de poca estima. La sazon del tiempo se acercaba al invierno; los soldados por ende dieron vuelta á sus tierras, no menos alegres por la venganza que tomaron de los moros, que por el interés que de la victoria sacaron. Con ocasion de aquella armada gruesa que trajeron los ginoveses en aquel tiempo muy poderosos por el mar, don Ramon, príncipe de Barcelona, se concertó con ellos que á la vuelta le ayudasen contra los moros

Las cosas de los moros iban de caida, las de los cristianos en pujanza, y su nacion en España florecia en riquezas, caballos, armas y toda prosperidad. A cada paso se apoderaban de nuevos castillos, pueblos y ciudades. Casi en medio de Portugal, á la boca del rio Tajo, por do descarga con sus corrientes en el mar Océano, está un puerto contrapuesto al viento de poniente; la barra tiene angosta y peligrosa, dentro es muy ancho y capaz. A la ribera deste puerto, á la parte del norte, se extiende grandemente Lisbona, ciudad la mas noble y mas rica de Portugal. A las espaldas se levantan poco a poco unos collados, que tienen la subida fácil, y están cubiertos de los edificios de la ciudad. Su anchura es menor que conforme á su longura. El ruedo de los muros antiguos no es muy grande; la poblacion de los arrabales es mucho mayor, en espècial en este tiempo, en que por la mucha gente que acude al trato de las Indias Orientales y á feriar la especiería que de levante viene todos los años se ha mucho acrecentado. Los barrios y las calles en gran parte son mal trazadas, angostas y no tiradas á cordel, sea por la desigualdad del sitio, que tiene altos y bajos, sea por el descuido en edificar, mayormente en el tiempo que estuvo en poder de moros, gente poco curiosa en esta parte. Los edificios nuevos y las calles son mucho mas hermosas. Los ciudadanos gente principal y honrada, los mercaderes ricos, las ganancias grandes, el sustento y arreo de los naturales muy templado. Goza de campos muy buenos, aldeas y alquerías que tiene por todas partes; muchas quintas ó casas de recreacion, que parecen edificios reales. Don Alonso, rey de Portugal, deseaba por todas estas causas apoderarse de aquella ciudad, y en especial por ser como castillo y reparo del señorío de los

moros de aquella comarca. No tenia fuerzas bastantes para salir con su intento; los demás reyes de España no le podian acudir por estar ocupados, unos en unas guerras, y otros en otras; convinole buscar ayudas de fuera. Por esto luego que ganó la villa de Sintra, como poco antes se tocó, movido por la comodidad de aquel lugar, convidó á los de Alemaña, Ingalaterra y Flandes con grandes partidos que les hizo para que en aquella guerra le acudiesen con sus armadas. Grande es la ayuda que consiste para todo en la amistad de los príncipes y alianza de las provincias cristianas entre sí, como sevió en este caso, ca por el esfuerzo de don Alonso y con las ayudas de fuera aquella muy poderosa ciudad el mismo mes puntualmente se ganó que Almería en el Andalucía. Las armadas se pusieron á la boca del puerto para que no pudiesen por el mar entrar vituallas ni socorros á los cercados. Los reales de los naturales barrearon do al presente está el convento de San Vicente. En los de los extranjeros despues se edificó el monasterio de San Francisco; sitios que en nuestra edad están el uno y el otro comprehendidos dentro de la ciudad. Hobo muchos encuentros y varios trances. Los nuestros peleaban fuertemente por extender su imperio, los enemigos por las vidas. Batieron los muros de la ciudad por muchas partes; alargábase el cerco; últimamente, el dia de san Crispin y Crispinian, resueltos de dar asalto general, con grande esperanza de forzar aquella ciudad, ordenadas las haces, habló el rey don Alonso á los suyos desta manera: «No penseis, amigos, que esta empresa se endereza á combatir una sola ciudad, antes os persuadid que en una plaza tomais á todo Portugal. Aquí está el dinero de los enemigos, que nos será de grande importancia para la guerra; aquí los trabucos, ingenios y toda suerte de armas. Esta es su fortaleza, su granero, su tesoro, en que tienen recogidas todas sus preseas y almacen. Los enemigos son los mismos que tantas veces vencistes en las guerras pasadas, del mismo esfuerzo y industria, sino que las compañías de ciudadanos son mas á propósito para los ejercicios de la paz y para sus granjerías que para menear las armas; ellos mismos se embarazarán en la pelea. Soldados en la ciudad hay pocos, y esos con el cerco continuo de cinco meses muy cansados y en pequeño número. Atreveos pues á vencer, y con el denuedo y esfuerzo á vos acostumbrado, acometed los muros de la ciudad, derribados por tantas partes. Entrad por las ruinas y piedras ; ninguno podrá hacer contraste, á vuestro valor.» Dicho esto, todos á una voz pidieron la señal de acometer; dada, arremetieron å la ciudad y á las murallas; lo que hacia mucho al caso para inflamar los soldados, el mismo Rey estaba presente como testigo y juez del esfuerzo de cada cual. El combate fué bravo y sangriento; los nuestros preten dian arrimarse á los muros y forzallos, los cercados tiraban todo género de armas y piedras, sin que alguna cayese en balde, por estar tan cerrados los soldados. Por conclusion, quebrantada la puerta que se llama del Alliama, entraron en la ciudad; la matanza fué grande y la sangre que se derramó; los que se rindieron tomaron por esclavos. El saco se dió á los soldados, que fué mayor de lo que se pensaba. Consagraron la mezquita mayor, segun que era de costumbre, y nombraron por obispo á Gilberto, hombre, aunque forastero, pero

de mucha erudicion y conocida virtud. Tomóse la ciudad de Lisbona á 25 de octubre, otros dicen á 21. En el lugar mismo en que tenian los reales, el Rey á sus expensas edificó un monasterio de canónigos reglares de San Agustin, con nombre de San Vicente, por tener particular devocion á este Santo y para que juntamente por el nombre fuese memoria á los venideros de aquella tan señalada victoria. Gran número de los soldados extraños se aficionaron á la abundancia de Portugal y á la hermosura, templanza del aire, que tiene el invierno templado, y el estío por los continuos embates del mar no muy caluroso. Estos, determinados de hacer su morada en aquella provincia y trocar sus patrias con Portugal, se dice que por permision del rey don Alonso edificaron á Almada, Villaverde, Arruda, Zambuya, Castañeda con otros pueblos. El Rey en prosecucion desta victoria con increible felicidad ganó de los moros á Alanquer, Obidos, Ebora, Yelves, Mura, Serpa, Beja y otros pueblos y villas por toda aquella comarca; todo se allauaba y parecia ser fácil á su esfuerzo y valor; verdad es que la mayor parte destas cosas sucedieron algunos años adelante. Volvamos á nuestro camino y al órden de la historia que llevamos.

CAPITULO XX.

Cómo se halló el cuerpo de san Eugenio.

En el tiempo que estas cosas se hacian en España, Eugenio, pontífice tercero deste nombre, sucesor de Lucio II, natural de Pisa y de la órden del Cistel, gobernaba bien y prudentemente la Iglesia romana. Las cosas de los cristianos en la Tierra-Santa parecian empeorarse. Estaba en gran parte apagada y menguada la fortaleza militar de los de Lorena. Como algunos animales y semillas, así bien los ingenios de los hombres con el cielo y tierra diferentes, y en particular con la longura del tiempo, degeneran y se estragan. Los bárbaros, que por todas partes los cercaban, tenian puestas las cosas de los cristianos en gran aprieto y peligro. Balduino, tercero deste nombre, hijo de Fulcon, rey de Jerusalem, por sus pocas fuerzas y por la flaqueza de su edad no era suficiente para tan grande carga. El pontifice Eugenio, movido deste peligro y encendido del amor de la cristiana religion, en Francia, donde para esto fué en persona, no cesaba de animar á los príncipes cristianos y exhortallos acudiesen con sus fuerzas á la guerra sagrada. Movió al emperador Conrado y á Luis, rey de Francia, para que con muy buenas gentes partiesen camino de la Tierra-Santa. Para salir mejor con su intento y adelantar estas práticas convocó concilio de todos los obispos del mundo para Rems, ciudad principal de Francia, el año 1148. A este Concilio partió don Ramon, arzobispo de Toledo, desde España. Llegado que fué á Paris, que caia en el mismo camino, por devocion quiso visitar la iglesia de San Dionisio, que está dos leguas francesas de aquella ciudad, en un pueblo del mismo apellido del Santo; y por estar en ella las reliquias de san Dionisio es de no menor devocion que célebre con las sepulturas de los reyes de Francia y asaz embarazada. Alli como mirase con curiosidad el edificio del templo y su hermosura, y con atencion pusiese la vista en cada una de las cosas que se ofrecian, acaso ó advertido de los que le acompaña

ban, consideró en cierta capilla estas palabras grabadas en un mármol:

AQUÍ YACE EUGENIO, MÁRTIR, PRIMER ARZOBISPO de toledo.

Maravillóse primero deste letrero, por estar en España perdida del todo la memoria de san Eugenio y no quedar rastro de cosa tan grande; revolvió diligentemente los libros de aquella iglesia y memorias antiguas; halló que todo concordaba con la verdad. Hecho esto, muy alegre con nueva tan buena pasó al concilio de Rems, el cual despedido y acabadas á su voluntad todas las cosas que pretendia, volvió á España con la alegre nueva de cosa tan importante, que hinchó de muy grande gozo los ánimos del Rey y de los grandes y de toda la muchedumbre del pueblo. Desta manera sucedió entonces este negocio: El monasterio broniense, que está en los estados de Flandes, en tierra de Namur y tiene advocacion de San Pedro, pretende tener el cuerpo de san Eugenio. Refieren aquellos monjes benitos que fué llevado el año 920, á 18 de agosto, por engaño ó á ruegos de Gerardo, su fundador, desde San Dionisio á Bronio, do está aquel monasterio. Lo que se entiende es que le dieron una parte del sagrado cuerpo, que fué causa de persuadirse le tenian en su poder todo entero, como es muy ordinario en cosas semejantes. Comenzóse por entonces á procurar que las sagradas cenizas de san Eugenio volviesen á Toledo; pero estas práticas se estorbaron por las muertes que casi en un

mismo tiempo sobrevinieron de la reina doña Berenguela y del Arzobispo. La Reina falleció el año siguiente de 1149, y fué sepultada en la iglesia de Santiago, con quien en vida tuvo particular devocion. Este año, desgraciado por la muerte de la Reina, fué mas señalado por una lluvia de sangre que cayó en parte de Portugal y en el señorío de los moros. El año adelante de 1150, miércoles, á 9 dias de agosto, pasó desta vida el arzobispo Raimundo, quebrantado con la edad y con los trabajos de camino tan largo. Créese, mas por conjeturas que por cierta memoria que haya, le enter. raron en la misma iglesia mayor de Toledo. Sucedió en el arzobispado don Juan, primero deste nombre, obispo á la sazon de Segovia, varon de grande ánimo y de conocida bondad. Desta manera procedian las cosas de Castilla. Por otra parte, el pontífice Eugenio confirmó el nombre y autoridad de rey á don Alonso, que ya se intitulaba rey de Portugal, y á su ejemplo, pasados algunos años, Alejandro, tercero deste nombre, hizo lo mismo por una bula que promulgó Alberto, cardenal y chanciller de la santa Iglesia romana; ambos pontifices por esta gracia le mandaron pagar cierto tributo á los papas en cada un año: Eugenio cuatro libras de oro, Alejandro dos marcos; tributo que no se sabe si en los primeros tiempos le pagó Portugal; en nuestra era y de nuestros antepasados siempre aquel reino se ha tenido por libre de todo punto y exempto de semejante carga y pension.

LIBRO UNDÉCIMO.

CAPITULO PRIMERO.

Cómo los almohades vinieron á España.

UNA nueva entrada que los almohades hicieron en España, gente bárbara y fiera, hemos de contar; un nuevo reino que en Africa y en España se fundó por estos tiempos, nuevas asonadas de guerras sangrientas, con cuyas olas la república cristiana fué trabajada; maravilosos y extraordinarios juegos de la fortuna mudable hasta tanto que ganada una victoria señalada, y la mas ilustre que en aquella sazon hobo en el mundo, las fuerzas de los moros mucho se enflaquecieron y quebrantaron. Tenia el imperio de los moros en Africa y en España Albohali, príncipe del linaje de los almoravides, como arriba queda declarado, en el cual tiempo un cierto hombre, llamado Tumerto, en Africa, muy docto, así bien en las demás partes de astrología como señalado en pronosticar por el nacimiento de cada uno la vida, ingenio, costumbres y accidentes que habia de tener, que es una ciencia vanísima, considerado el rostro de un mozo llamado Abdelmon, de cuerpo membrudo y muy animoso y por el aspecto de las estrellas, sin embargo que era de muy bajo suelo, tanto, que su padre era ollero, le pronosticó seria rey de su nacion; que así to mostraba el cielo y tales eran sus hados, cuya fuerza no poderse quebrantar la gente y nacion de los mo

ros está muy persuadida. Abríanse las zanjas de una fábrica muy grande. Sucedió muy á propósito para sus intentos que un gran predicador de la ley mahometana, en aquella sazon tenido por hombre de santa vida y de doctrina singular, llamado Almohades, introduciendo y publicando nuevas declaraciones de la ley, despertaba y alborotaba los ánimos de la muchedumbre, mudable de ingenio, principalmente en Africa, y deseosa grandemente de novedades. A este como quier que Tumerto persuadiese su pronóstico, y él, ó de verdad lo cre yese así, ó lo mostrase, trataron entre sí de mudar el estado de aquel reino. No hay trama mas engañosa en la aparencia que el pretexto y capa de la mala religion cuando se usa della para dar cubierta á otras maldades; ni hay cosa mas perjudicial en la república que alterar la fe y religion que los mayores abrazaron. Así de todo tiempo consideramos haberse destruido grandes imperios por la diferencia en la religion, porque dividido el pueblo en parcialidades, de la contienda y de las palabras se pasa á enemistades descubiertas; y la una parte y la otra defiende sus opiniones con las armas, sin parar hasta arruinallo todo; lo que sucedió al presente, ca Almohades por la mucha autoridad que tenia persuadió á los que le seguian tomasen las armas debajo la conducta de Abdelmon, atropellasen y destruyesen el reino de los almoravides, pues era ilegítimo el seño

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