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friria que con color y voz de la autoridad real se burlasen de los demás aquellos que por la flaca edad del Rey le tenian en su poder y le aconsejaban lo que les parecia. Como los del Rey perdiesen la esperanza que el alcaide haria por su voluntad lo que pretendian, determinaron de usar de fuerza y apretar el cerco de aquel castillo. Convocaron para este efecto socorros de todas partes. Don Lope de Haro, avisado de lo que el Rey pretendia, de lo postrero de Vizcaya, en que tenia grande estado, sin ser llamado, á causa que él y el conde don Nuño tenian diferencias particulares y andaban torcidos, de su voluntad vino á servir en aquel cerco, Llegado, miró el sitio del castillo, y se encargó de acometerle por aquella parte que parecia mas agria y de que mayor peligro se mostraba; cosa propia de la nacion vizcaína. Iba adelante el cerco. Los del Rey no tenian esperanza de salir con su intento. Los cercados padecian falta de mantenimientos; por esta causa usaron de engaño, y con dar esperanza de rendirse, convidado que hobieron y recibido dentro para tratar desto á los condes don Nuño y don Suero, los prendieron á traicion, por entender que el Rey, movido de su peligro, se apartaria del propósito que tenia de combatir el castillo, por lo menos vendria en algun buen partido. En lo que pensaron consistia su remedio estuvo su destruicion. Hallábase en los reales del Rey un cierto hombre, llamado Domingo, que salió del castillo no se dice por qué causa; este, si le diesen algun premio, prometió haria entregar aquella fuerza. Aceptado el partido, en cierto ruido hechizo dió una herida á Pedro Ruiz, ciudadano de Toledo; él mismo vino en ello y con voluntad del Rey; hecho esto, Domingo se puso en huida. Con esta ficcion las guardas le recibieron en el castillo. Era criado del alcaide, mañoso, servicial, y por aquella nueva hazaña le ganó mas la voluntad; trataba con él muy familiarmente sin recelo de lo que le sobrevino. El traidor, hallada ocasion á propósito para ejecutar su intento, á tiempo que el alcaide se afeitaba la barba le mató; trás esto se huyó á los reales. El pueblo sin dilacion, muerto su caudillo, sin grande dificultad vino en poder del Rey y se rindió luego; perdonó el Rey á los soldados, y el lugar no fué puesto á saco; solo á Domingo hizo sacar los ojos, que fué ejemplo señalado de castigo contra los traidores, dado que le señalaron sustento bastante para pasar la vida, porque no pareciese que el Rey quebrantaba su palabra. Este sustento no mucho despues por mandado del mismo le quitaron junto con la vida, porque magüer que ciego y castigado se alababa de aquella maldad; doblada alevosía que cometió en matar á su señor y hacer traicion á los cercados. Esto del traidor. Los soldados, alegres con la victoria, se partieron para sus casas. Don Lope de Haro, que entre todos se señaló de animoso, alabado con palabras muy honrosas, se volvió á su tierra, sin querer aceptar los dones que le ofrecian, por saber muy bien cuánta falta y pobreza padecia el tesoro real. Este caballero dicen edificó en la Rioja la villa de Haro, no léjos del rio Ebro, y que de aquel pueblo y de su nombre, así él como sus decendientes, tomaron este apellido. El Rey se fué á Toledo á las Cortes del reino, para donde tenia convocados los grandes y ciudades de toda la provincia. Tratóse en ellas de componer el estado del reino, que por la revuelta de los tiempos andaba muy

alterado, y de recobrar las ciudades y pueblos que aun no se querian entregar. Fué este año memorable por las muchas lluvias y grandes crecientes, en particular en Toledo el rio Tajo salió de madre y llegó hasta la iglesia de San Isidro, á 20 de febrero; el año luego siguiente de 1169, á 8 de febrero, tembló la tierra en aquella ciudad; cosa que sucede pocas veces y que puso en cuidado á los ciudadanos, por pensar que aquel temblor era pronóstico de algunos nuevos y mayores trabajos.

CAPITULO XI.

De las bodas de don Alonso, rey de Castilla.

Don Fernando, rey de Leon, los años pasados casó con doña Urraca, hija de don Alonso, rey de Portugal; deste casamiento nació don Alonso, el que sucedió á su padre en el reino de Leon, dado que la misma doña Urraca, por el parentesco que tenia con su marido, fué dél repudiada y apartada. Este camino hallaban para deshacer los casamientos cuando nacian desabrimientos entre los casados; que aun no estaba introducida la costumbre de dispensar en las leyes matrimoniales, ni los pontífices comenzaban á usar de semejantes dispensaciones. Deste repudio resultaron grandes enemistades entre el suegro y el yerno, y dellas muchos daños que se hicieron y recibieron de una parte y de otra. Don Fernando andaba ocupado en reedificar las ciudades y pueblos que por la revuelta de los tiempos pasados estaban destruidas, otros edificaba de nuevo. Cerca de Salamanca reparó la antigua Bletisa con nombre de Ledesma, á Granada cerca de Coria, demás desto Benavente, Valencia de Oviedo, Villalpando, Mansilla, Mayorga. Fuera destas poblaciones, por consejo de un forajido portugués edificó en los confines del reino, por do se divide de Portugal, á Ciudad Rodrigo, que antiguamente se llamó Mirobriga, para que fuese como firme baluarte en que se quebrantasen los ímpetus de los portugueses y para hacer dende correrías y cabalgadas por los lugares comarcanos. El desabrimiento que comenzó destos principios entre leoneses y portugueses se encendió despues y paró en graves enemistades. Era don Fernando príncipe de grande corazon y bravo; y aunque de costumbres muy suaves, condicion simple, liberal y manso, no dudaba hacer rostro á las armas y poder de dos los reyes de Castilla y de Portugal. Don Alonso, rey de Castilla, al principio del año de nuestra salvacion de 1170 fué á Búrgos para tener Cortes del reino, en las cuales, porque el Rey era entrado en los quince años de su edad, que era el tiempo señalado por el testamento de su padre, y legal para que le entregasen las ciudades, se trató de que se ejecutase así; y con grande voluntad de los grandes y de todos salió decretado se hiciese guerra, así á los señores si no obedeciesen á la voluntad del Rey, como al rey don Fernando, su tio, que tenia todavía con guarniciones ocupada una parte no pequeña del reino; pero esta guerra, á causa de otras dificultades, se dilató mucho. Los grandes, interesados por no ser acusados de traidores y porque no les quedaba excusa alguna para no hacello, entregaron al Rey los castillos, fuerzas y lugares que tenian en su poder. Entre los primeros hizo esto don Fernando de Castro; dado que desconfiado de la voluntad del Rey por estar

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muchos grandes irritados contra él y la parcialidad | Aragon ofendido del mismo, y pretendia hacelle guerra,

contraria apoderada del gobierno, determinó dejar la tierra; y públicamente renunciada la patria, conforme á lo que entonces los españoles usaban, se retiró á tierra de moros, ca decia que el destierro seria tolerable, principalmente al que se hallaba inocente y no habia hecho vileza alguna; pero que él haria que al que no querian por amigo experimentasen serles enemigo muy grave. Muchas veces la paciencia ofendida se muda en furor; así, don Fernando, agraviado con muchas injurias como él se quejaba, no dejaba de hacer muchos daños en tierras de cristianos. Tratóse demás desto en las Cortes de Búrgos del casamiento del Rey por ser la edad á propósito y tener todos grande cuidado de que quedase dél sucesion. Enrique, segundo deste nombre, rey de Ingalaterra, muy poderoso á la sazon, abrazaba debajo de su señorío lo de Angers y Normandía en Francia y toda Ingalaterra; y su mujer doña Leonor en dote le ayuntó á los demás estados lo de Guiena y Portiers, como arriba queda dicho. Parecíales á los grandes que seria á propósito Leonor, hija destos príncipes, doncella muy escogida, para casalla con su Rey, si su padre viniese en ello. Don Alonso, rey de Aragon, con deseo de verse con el rey de Castilla, su primo, y que era casi de la misma edad, vino á Sahagun; allí se puso confederacion entre aquellas dos naciones. Hecho esto, los dos reyes, mediado el mes de julio, fueron á Zaragoza; desde allí se envió una embajada muy principal á Francia para tratar lo del casamiento del Rey. La cabeza desta embajada era don Cerebruno, arzobispo de Toledo; acompañábale don Ramon, obispo de Palencia, con otros prelados y caballeros en gran número. Llegados á Burdeos, do estaba la reina de Ingalaterra con su hija, fácilmente alcanzaron lo que pretendian. Concertáronse las bodas, la doncella vino á España, y en su compañía, no solo los que envió el rey don Alonso, sino tambien se juntaron con ellos Bernardo, prelado de Burdeos, y otros señores de Francia. Entre tanto que esto pasaba en Francia, en España entre los dos reyes de Castilla y de Aragon se hizo liga y avenencia en que se juntaban las fuerzas de los dos reinos contra todos los príncipes, sacado solo el de Ingalaterra, en que se tuvo respeto al nuevo parentesco. Para confirmar este concierto y palabra de una parte y otra se dieron algunos pueblos para que en poder del otro estuviesen como en rehenes y en tercería: al de Aragon dieron á Najara y Biguera, á don Alonso, rey de Castilla, Hariza y Daroca, que por aquel tiempo tambien, como ahora, pertenecian al reino de Aragon. La doncella esposa del rey de Castilla llegó finalmente á Tarazona. Allí, como antes tenian concertado, se hicieron los desposorios con grandes regocijos por el mes de setiembre. Elrey de Aragon fué el padrino; las arras que dieron á la esposa fué gran parte de Castilla, Búrgos, Medina del Campo con otros lugares en gran número; fuera desto, le consignaron la mitad de todo lo que se ganase de los moros. El Rey, aficionado á la hermosura de su esposa, que era apuesta y agraciada, como era de poca edad, parecia querer en liberalidad demasiada aventajarse á los reyes pasados. Lope, rey moro de Murcia, tenia confederacion y amistad con el rey de Castilla, porque hallo tambien que por estos años vino á Toledo. Estaba el rey de

porque rebusaba de pagar las parias que acostumbraba dar á don Ramon, su padre. Concertóse que aquel Rey bárbaro le quedase sujeto á tal que él desistiese de favorecer á los macemutes, bando entre los moros contrario al rey Lope. Ibase por estos tiempos despeñando el imperio de los moros en España, por estar dividido en parcialidades, en especial la ciudad de Murcia muchas veces andaba alborotada con discordias civiles. Despedidos entre sí los dos reyes y concluidas las fiestas de Tarazona, las bodas se celebraron en Búrgos con aparato increible, y concurso de gentes no menor. Acabadas las fiestas, se dió licencia á la compañía de á caballo de los de Avila que hasta entonces acompañaron y guardaron al Rey. A la ciudad de Avila, por la fidelidad que guardó muy grande en tiempos tan ásperos, otorgó el Rey grandes y señalados privilegios. Concluidas estas cosas, el Rey y Reina se partieron para Toledo. En el mismo tiempo el rey de Aragon procuró y hizo que la cabeza del mártir san Valerio, obispo que fué de Zaragoza, desde Roda do estaba fuese llevada á Zaragoza. Vino en ello, por dar contento al Rey, don Guillen Perez, obispo de Lérida y de Roda. Doña Garsendis, princesa de Bearne, muertos su padre y hermano, á ejemplo de sus antepasados, hizo su homenaje al rey de Aragon; y en particular renovó la confederacion hecha antes, en que se mandaba no se pudiese casar sin voluntad del Rey. Los obispos Bernardo, de Oleron, y Guillelmo, de Lescar, fueron los que hicieron los conciertos en su nombre. Algunos piensan que casó, y fué mujer de Guillen de Moncada, hombre principal en Cataluña y senescal; cosa que no se puede probar con bastantes fundamentos, y que nos pareció seria mejor dejalla sin resolver que poner por cierto en lo que dudamos.

CAPITULO XII.

De la confederacion que se hizo contra don Pero Ruiz de Azagra.

Entre las ocupaciones y ejercicios de la paz no se dcjaba el cuidado de la guerra, en especial las reliquias de los moros eran trabajadas por las armas de los aragoneses de tal guisa, que apenas les quedaba por aquella parte lugar en que pudiesen estar seguros. En Edetania la Vieja, á las riberas del rio Alga, los pueblos Favara, Maella, Fresneda y otros muchos fueron con el próspe→ ro suceso de las guerras quitados á los moros; demás desto, Caspe, villa muy fuerte junto al río Ebro. Quedaba por conquistar una parte del monte Idubeda en los confines de la Edetania y de la Celtiberia, porque gran número de moros, confiados en la fortaleza y fragura de los lugares, se habian retirado á aquella parte. A los fieles por la aspereza de los montes era dificultosa la empresa y la entrada; con el esfuerzo vencieron todas las dificultades y echaron de aquellos lugares á los enemigos, juntamente se apoderaron de la ciudad. de Teruel, que es lo postrero de Aragon. Así el señorío de los moros por aquella parte desde allí adelante tuvo por término y lindero la tierra y reino de Valencia. En el mismo tiempo Pero Ruiz Azagra, hijo de Rodrigo Azagra, señor que era de Estella, como arriba queda dicho, por cierta ayuda que dió á Lope, rey de Murcia, le obligó de tal suerte, que alcanzó dél que le hi

ciese donacion de Albarracin, ciudad puesta en un monte áspero y fragoso á las fuentes del rio Tajo. Poco despues para que aquella ciudad tuviese mas autoridad, Jacinto, cardenal y legado del Papa, y por su órden Cerebruno, prelado de Toledo, pusieron el año 1171 en ella por obispo á uno, llamado don Martin, con órden que la nueva iglesia fuese sufragánea de Toledo; llamaron el nuevo obispado arcabicense. A este obispado despues por voluntad de Inocencio IV, pontífice máximo, y de Alejandro IV, su sucesor, aplicaron la ciudad de Segorve en el tiempo que volvió á poder de cristianos y la hicieron cabeza de aquella diócesi. Estaban los reyes de Castilla y de Aragon ofendidos contra Pedro de Azagra, por causa que el rey de Aragon pretendia que la ciudad de Albarracin le pertenecia como de su conquista. Don Pedro, como se tuviese por libre y exempto, no queria hacer homenaje á ningun príncipe. Quejábase el rey de Castilla que en sus tierras el dicho don Pedro se apoderara de algunos castillos; decia era justo con las armas de los dos y por voluntad de entrambos domar la soberbia y insolencia de aquel hombre y sus demasías. Para confirmar este concierto se dieron los dos reyes en rehenes algunos lugares de ambas partes; al rey de Aragon entregaron á Agreda, Cervera y Aguilar; al rey de Castilla Aranda, Borgia y Argueda. Concertaron otrosi que Hariza con su castillo fuese entregada al rey de Castilla, segun que en la confederacion pasada quedó concertado. El ánimo era diferente, y no eran llanos estos tratos, porque como fuese entregada por industria de Nuño Sanchez sin que el rey de Aragon en particular lo mandase, fué ocasion de grandes discordias. Verdad es que solamente se alteraron los ánimos y no se pasó á mas que palabras. Esta discordia fué ocasion de confirmar las fuerzas de Pedro de Azagra, ca ninguno de los dos le hizo guerra, y el rey de Aragon, menospreciada la afinidad de Castilla y casamiento que su padre dejó concertado, comenzó á tratar de hacer un nuevo casamiento, de que se agradaba mas. Envió sus embajadores á Emanuel Comneno, emperador de Constantinopla, pa ra pedirle á su hija por mujer. Hallábase demás desto alterada Aragon por la muerte de Hugo Cervellon, prelado de Tarragona, al cual, porque defendia los de rechos de su iglesia, dió la muerte Guillen Aguilon. Era este Guillen hijo de Roberto, persona noble y que por donacion de Ondegario, prelado de aquella ciudad, alcanzó el señorío de Tarragona, y á causa de tener pocas fuerzas la entregara á don Ramon, conde de Barcelona y padre del rey de Aragon, con retencion para si de parte de las rentas. Su hijo Guillen, ensoberbecido por esta causa mas de lo que pedia el estado y fuerzas que tenia, se atrevió hacer tan gran maldad. Por la muerte de Hugo sucedió Pedro Tarrogio, que era obispo de Zaragoza. La muerte de Hugo fué á 22 de abril del año ya dicho, que fué otrosí año señalado por la muerte de santo Tomás, cantuariense, que por la misma causa mataron ciertos sacomanos malamente en Ingalaterra dentro de suiglesia; canonizóle y púsole en el número de los santos Alejandro III como á mártir muerto injustamente. Y parece que en España se le comenzó á racer luego honra como á santo, pues consta de antiguas memorias que en la iglesia mayor de Toledo no mas de seis años adelante hobo altar con M-1.

nombre de Santo Tomás, que el conde don Nuño y su mujer doña Teresa dotaron de los heredamientos que tenian en Alcabon. Devocion que yo entiendo se hizo por respeto de la santidad del mártir y por agradat de camino á la Reina, que era natural de aquella tierra, y hermana del rey Enrique III, que le hizo matar. Hay grandes razones para entender que aquel altar estuvo donde al presente se ve la capilla de Santiago, en que está magníficamente sepultado el condestable don Alvaro de Luna. Lope, rey de Murcia, falleció el año 1172. Su muerte dió ocasion y despertó al rey de Aragon para que hiciese guerra á los moros de aquella comarca. Pensaba que por faltarles aquel Príncipe tan seña lado podria fácilmente destruir á los demás. Comenzó primero por Valencia, cuyo Rey por temer las fuerzas del Aragonés, su contrario, fué forzado á comprar la paz por dineros y prometer que las parias que acostumbraba antes pagar las daria para adelante dobladas. Desde allí pasó la guerra á Murcia, y se puso sobro la ciudad de Játiva, que era principal en aquel tiempo. Estaba casi para tomalla cuando fué forzado á dar la vuelta á su tierra, porque los de Navarra le movian guerra en muy inala sazon, pues le apartaban de una empresa tan santa; pero los hombres suelen tener mas cuenta con su interés particular que con la religiou ni con hacer lo que deben. Solamente se hicieron treguas con el nuevo rey de Murcia á tal que pagase el tributo que su padre acostumbraba & pagar. Hecho esto, el rey de Aragon dió la vuelta hácia Navarra saňudo asaz; no se vino à las manos y al trance de lu batalla, porque cada una de las partes rebusaba de aventurar todo lo que era en el suceso de una pelea; solo el rey de Aragon por la parte de Tudela entró en Navarra talando los campos y robando lo que hallaba, y redujo á su poder la villa de Argueda. Esto se hizo al fin deste año, el cual pasado y venido el siguiente, que se contaba de Cristo 1173, de nuevo volvieron á las armas y á la guerra, en que los aragoneses destruyeron y abatieron la villa de Milagro, puesta entre Calahorra y Alfaro; porque desde allí como desde frontera se haciau muchos daños en tierra de Aragon. Debió adelanto este pueblo reedificarse, pues el dia de hoy vemos que está en pié. Falleció doña Petronilla, madre del rey de Aragon, en Barcelona á 13 dias del mes de octubre. Al principio del siguiente año, 18 dias andados del mes de enero, en Zaragoza se hicieron en fin las bodas del rey de Aragon y de doña Sancha, que el padre del Rey dejó concertadas; y aunque el esposo estaba arrepentido y mudado, todavía mudada de nuevo la voluntad, antepuso la afinidad y deudo de los reyes de Castilla, en que se contenian muchos parentescos de otros reyes y comodidades, al casamiento y parentesco forastero del Emperador, de donde pocu ayuda se podia esperar. Efectuó, como yo creo, esto Jacinto, legado del Papa, ca no hay duda sino que se halló presente en la solemnidad de las bodas. La hija del Emperador griego casi en este mismo tiempo y sazon llegó á Mompeller, ciudad de la Gallia Narbonense; allí, por hallarse burlada y por no poder mas, casó con el señor de aquella ciudad, que fué un trueco muy desigual de Reina en particular.

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todo

CAPITULO XIII.

Del principio de la caballería de Santiago.

Por estos tiempos comenzaron á ser nombrados los caballeros que tienen el apellido de Santiago, que nos da ocasion para tratar brevemente de los principios desta milicia y órden y en qué manera de bajos principios ha crecido y llegado á la grandeza que hoy tiene, poco menos que real, y que algun tiempo se hizo temer de los reyes. En el tiempo que se descubrió el sepulcro del apóstol Santiago comenzó la devocion de aquel lugar á extenderse, no solamente por toda España, sino tambien acerca de las naciones extrañas; muchos de todas partes del mundo concurrian á visitarle, á otros muchos espantaba la dificultad del camino por la aspereza y esterilidad de aquellos lugares y las correrías de los moros, que se decia cautivaban á muchos de los peregrinos. Los canónigos de San Eloy, no se sabe puntualmente en qué tiempo, los años siguientes, con deseo de remediar estos males, edificaron en muchas partes por todo aquel camino que llega hasta Francia hospitales para recebir á los peregrinos. Entre estos el que se edificó en el arrabal de Leon, con nombre de San Marcos, fué el de mas cuenta y tuvo el mas principal lugar. Con este oficio de piedad, no solo ganaron los ánimos del pueblo, sino tambien las voluntades de los principales, tanto, que les dieron por entonces grandes riquezas y rentas; y adelante por su ejemplo algunos en Castilla, ejercitados en la guerra, personas nobles y ricas, con el celo que tenian de ensanchar el señorío de cristianos, juntaron en comun los bienes particulares de cada uno á manera de religiosos. Estos, por industria del cardenal Jacinto y á su persuasion, por estos tiempos determinaron de unirse y juntar sus fuerzas con los canónigos de San Eloy, que tienen su convento fuera de Santiago. Con este acuerdo se partieron para Roma para alcanzar aprobacion del pontífice Alejandro de su instituto y manera de vida, que querian ordenar conforme á la regla de san Agustin, que abrazaban los dichos canónigos. Pero Fernandez de Puente Encalada, que fué el principal en esta embajada, á persuasion de Cerebruno, arzobispo de Toledo, ganó una bula del Pontífice, su data á 5 de julio, año de 1175, en que se señala ú los soldados la manera de vivir, poniéndoles leyes muy buenas; á la cual manera de vida se reciben tambien mujeres, con tal que no se puedan casar, sino fuere con consentimiento del maestre. Mandóse que de todo el número de los caballeros señalasen trece que nunca se apartasen del lado del maestre, y juntamente con él todos los años en un lugar señalado hiciesen su capítulo general. Demás desto, otras muchas cosas se ordenaron,, que seria largo relatarlas. El mismo Pero Fernandez fué criado por maestre de aquella milicia y órden, y así fué el primero de los maestres; las insignias de los soldados en manto blanco una cruz roja hecha á manera de espada. Señalóseles por convento el hospital de San Marcos, que estaba en Leon. Tenian por este mismo tiempo en Castilla y en Leon grandes heredamientos, no pocos castillos y lugares, entre los demás se cuentan Uclés, Mora, Estriana, Almodóvar, Larunda, Santacruz de la Zarza, que así se llama en la bula del Papa un lugar que antiguamente se llamó

Vicus Cuminarius cerca de Ocaña. Sucedió el año siguiente de 1176 que don Alonso, rey de Castilla, siendo de mayor edad y estando determinado de vengar los agravios que los navarros y leoneses le hicieron los años pasados, se aparejaba para la guerra. Hizo sus votos en Toledo antes que se pusiese en camino y saliese en campaña; hizo donacion de Illescas, que parece habia vuelto á ser del Rey, y de Hazaña á la iglesia mayor de Toledo por el mes de julio para alcanzar de los santos patrones de aquella ciudad que la guerra que trataba de hacer tuviese próspero fin. Hecho esto, entró por la Rioja con grandes gentes hasta la ribera de Ebro. Lo demás que sucedió en esta guerra no se sabe, sino que despues de maltratados los navarros, consta dió la vuelta contra el reino de Leon, taló los campos, tomó y saqueó y abrasó los lugares; y esto á causa que el Rey, su tio, era de menores fuerzas y rebusaba de venir á las manos con aquel bravo y mozo príncipe. Pero la ira del rey de Leon se volvió contra los nuevos soldados de Santiago, por sospechar favorecian al rey de Castilla como á su antiguo señor, tanto, que los echó á todos del reino y los forzó á retirarse á Castilla. Arrepintiósc presto el rey don Fernando de lo que hizo, por despojar sin bastante causa su reino de una ayuda tan grande como era la destos caballeros; mas no lo pudo remediar, dado que por intercesion de prelados y grandes y otras buenas personas, con cierta manera de treguas por entonces se dejaron las armas y se apaciguaron estos bullicios. Esto nos pareció referir y poner por escrito de los principios de aquella órden, que parecerá corto si se mira á su dignidad, si la brevedad que llevamos en esta obra, lo que basta. No ignoramos que algunos le señalan mas alto principio; unos de don Alonso el Casto, otros del rey don Ramiro; engañó sin duda á los unos y á los otros el deseo de ilustrar aquella milicia y un privilegio que alegan en esta razon de don Fernando el Magno, primer rey de Castilla, con data y antigüedad de mas de cien años antes deste tiempo, que dicen conce dió al monasterio de monjas de Salamanca, que se llama de Sancti Spiritus; pero los mas eruditos le tienen por falso. Las razones que les mueven no hay para qué declarallas; la misma cosa se da á entender, ora se considere el estilo diferente del que en aquellos tiempos tan groseros se usaba, ora la cuenta que sigue de los años por el nacimiento de Cristo; cuenta por estos tiempos aun no recebida en España. Dejado esto aparte, en Francia entre el rey de Aragon y el conde de Tolosa, despues de grandes alteraciones se hicieron paces. Estaba el de Tolosa sentido que el matrimonio de su hijo, que dejó antes de su muerte concertado el Conde de la Proenza, don Ramon Berenguel, que falleció dicz años antes deste, con su hija y heredera, labida en Rica, la emperatriz, el rey de Aragon le hobiese impedido. Pretendia con las armas el condado de la Proenza, así por el derecho antiguo que mostraba tener como nuevamente por tocar á su hijo como dote de aquella doncella. Concertó el Rey y prometió de dalle tres mil marcos de plata porque se apartase de aquella querella. Con esto una hermana de Trencavello, vizconde de Carcasona, llamada doña Beatriz, casó con el hijo del conde de Tolosa; que no se pudo alcanzar del Rey de Aragon le diese, como él lo pretendia, por mujer la bija del conde de la Proenza. Hízose esta confedera

cion principalmente por diligencia y autoridad de Hugo Jofre, maestre de los templarios, que intervino en todo esto.

CAPITULO XIV.

Cómo los de Castilla ganaron la ciudad de Cuenca. Comenzaba Castilla despues de largas miserias á alzar cabeza por el esfuerzo del rey don Alonso y como de unas tinieblas muy profundas á mirar la luz. Las fuerzas de los moros se iban enflaqueciendo y envejeciendo. Los almohades ocupados con los movimientos de Africa, no podian cuidar de las cosas de España; tanto mas, que por muerte de Abdelmon, fundador de aquel nuevo imperio, su hijo Abenjacob los años pasados se encargó del imperio de aquella gente, puesto que hombre animoso, pero ni de igual esfuerzo ni de igual felicidad á su padre. Por lo uno y por lo otro se ofrecia buena ocasion de volver con mayor esfuerzo á la guerra sagrada. Los fieles hasta ahora impedidos ó por la flaca edad de los reyes, ó por los movimientos civiles de la provincia, no parece miraban bastantemente por la dignidad del nombre cristiano. Don Alonso, rey de Castilla, venido á mayor edad, fué el primero á tomar aquel cuidado, y despues que en la guerra pasada se satisfizo de los navarros y de los leoneses, se determinó de tratar con el rey de Aragon de acometer la guerra contra los moros. Juntáronse para esto á vistas; trataron en ellas por qué parte seria bien hacer la guerra á los moros. Ofrecióse la ciudad de Cuenca, puesta en los fines de la Celtiberia, edificada por los moros (que en el imperio romano ni en la historia de los godos no hay mencion alguna de aquella ciudad) y asentada en un collado áspero y empinado, que á manderecha y á mano izquierda estrechan los rios Júcar y Huecar con las riberas y hoces muy altas, de tal guisa, que es inexpugnable por la naturaleza del lugar. La subida dificultosa, las calles estrechas y tan agrias, que muchas veces no se pueden andar á caballo, y apenas se audan á pié. No tenian en aquel tiempo fuentes ni pozos dentro de la ciudad; mas en nuestra era han traido de los montes cercanos fuentes y caños perpetuos, que corren por todas las partes; así, que podíanle quitar el agua, mas no la podian ceñir con cerco por la aspereza de los lugares y sitio. Pareció á los reyes de combatir primero esta ciudad, porque era como un fortisimo baluarte de los moros y de su señorío. Hiciéronse grandes juntas de gentes en la una provincia y en la otra; capitanes muy señalados en sangre y en hazañas, prelados y grandes en buen número acompañaban á los reyes, como fueron: Pedro, obispo de Búrgos; Jocelin, de Sigüenza; Sancho, de Avila; Raimundo, de Palencia; sin estos Pedro, arcediano de Toledo, y Gonzalo, arcediano de Talavera; don Gonzalo Marañon, paje de armas del rey de Castilla; Ordoño Garcés y Garci Garcés. Entre todos, don Pedro de Azagra, ya reconciliado con los dos reyes, fué el primero de todos que con su particular escuadron se presentó delante de aquella ciudad. Comenzóse el cerco al principio del año; el sitio del lugar no sufria que acometiesen la ciudad, ni se aprovechasen de los ingenios. Y los moros, así por su esfuerzo como con la esperanza que tenian de ser socorridos de Africa, se defendian valientemente; duraba

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el cerco mucho tiempo, y no padecian mucho menor falta de mantenimientos en los reales que dentro de la ciudad. Erales forzoso sustentarse con lo que robaban y de las presas, de que tenian poca comodidad por la esterilidad de los lugares; faltaba el dinero para pagar el sueldo, que es lo que convida á los obligados y hace á los regatones traer provisiones á los reales. Movido el rey de Castilla por estas dificultades, se partió para Búrgos con intento de juntar dineros. Hiciéronse Cortes del reino y procuróse que, no solo los pecheros y gente popular, sino tambien los francos, que en España llamamos hidalgos, cada año pagasen al Rey cinco maravedís de oro, y esto á causa que el pueblo, gastado con tantas imposiciones, no podia llevar los gastos de la guerra; que era justo moviese á los demás el amor de la patria y la falta del tesoro real, para que cediesen en parte á su derecho y á su antigua libertad; daño que se podia recompensar adelante con mayores provechos. Daba este consejo don Diego de Haro, señor de Vizcaya, hombre poderoso por sus fuerzas y por el parentesco del rey de Leon, de grande presuncion y ánimo; porque don Fernando, rey de Leon, repudiado que hobo la reina doña Urraca, como arriba queda dicho, casó con doña Teresa, hija de don Nuño, conde de Lara; por cuya muerte, que fué en breve, casó de nuevo con doña Urraca, hija de don Lope de Haro y hermana deste don Diego. Deste casamiento nacieron don Sancho y don García, Opúsose á los intentos de don Diego don Pedro, conde de Lara. Arrimósele gran número de nobles, que arrebatadamente se salieron de las Cortes, determinados de defender por las armas la franqueza ganada por las armas y esfuerzo de los antepasados. Decia que en ninguna manera sufriria que en su vida se abriese aquella puerta, y se hiciese aquel principio para oprimir la nobleza y trabajalla con nuevas imposiciones, bien que fuese necesario dejar el cerco de Cuenca, El Rey, movido por el peligro, desistió de aquel pensamiento. A don Pedro, por lo que hizo y por el valor que mostró, acordaron los nobles entre sí que cada año á él y á sus sucesores le hiciesen un gran convite para que quedase memoria de aquel hecho y los descendientes fuesen por aquella manera amonestados á no sufrir por cualquiera ocasion que se presente les sea menoscabado el derecho de la antigua libertad, Entre tanto que estas cosas pasaban en Búrgos, pasados nueve meses que duraba el cerco, fué Cuenca por el esfuerzo de los fieles ganada por el mes de setiembre el mismo dia de San Mateo, año de 1177. El cual año, no solamente fué señalado por la memoria desta jornada y empresa, sino eso mismo dichoso por la virtud y felicidad del pontífice Alejandro y haberse acabado la discordia y scisma que en Roma duraba, á causa que Inocencio, sucesor de Victor, de su voluntad renunció el pontificado. Fué tambien alegre á los navarros por el nacimiento de don Fernando, que le parió la reina doña Beatriz, abundante en sucesion, porque antes desto tuvo estos hijos: don Sancho, don Ramon, doña Berenguela, doña Teresa y doña Blanca. Los vencedores, concluida aquella empresa, con intento de ennoblecer la ciudad de Cuenca, ganada de nuevo, trataron de lacella catedral y trasladar á ella los derechos de Valera, en que hobo silla obispal en tiempo de los go> dos, Vino en esto el Pontífice romano y en que su pri

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