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si confederacion y asiento contra las fuerzas de Castilla. Los leoneses otrosí y los portugueses entraron en esta liga, atraidos á ella por industria de los dos reyes. EG Huesca se hallaron los embajadores de los otros reyes. Tratóse del negocio con el rey de Aragon, que hacia sus veces y las del Navarro. Allí, no solo se concertó paz entre los cuatro reyes y se ligaron para las guerras, sino demás desto se añadió expresamente que ninguno en particular sin que los otros lo supiesen y viniesen en ello por sus particulares intereses hiciese paz ó tregua con el enemigo, ni aun tuviese licencia sin el tal consentimiento de hacer guerra á nadie ni comenzalla. Estas cosas se concluyeron por el mes de mayo, año de 1191, en que falleció en Roma Clemente, tercero deste nombre, á 25 de marzo. Sucedió en su lugar cuatro dias despues Celestino III, llamado antes que fuese papa Jacinto Bobo. Fué natural de Roma, y en España mucho tiempo legado de los pontifices pasados. Don Gonzalo, arzobispo de Toledo, pasó asimismo desta vida á 29 del mes de agosto luego siguiente. En su tiempo el rey don Alonso dió á él y á su iglesia de Toledo á Talamanca y Esquivias. En su lugar fué puesto don Martin Lopez, que por la grandeza de su ánimo, y por las excelentes cosas que hizo, tuvo por sobrenombre y se llamó el Grande; tuvo antes el obispado de Sigüenza; su patria se llamó Pisorica ; sus virtudes, don Rodrigo que le sucedió en la dignidad, las celebró y contó muy en particular. Este mismo año el rio Tajo se heló en Toledo; cosa que por la templanza de la region y del aire suele acontecer muy pocas veces.

CAPITULO XVIII.

Cómo se perdió la jornada de Alarcos.

En el mismo tiempo del arzobispo don Martin vivia Diego Lopez de Haro, señor de Vizcaya; en riquezas, prudencia y autoridad sobrepujaba claramente á los demás grandes de Castilla. Tenia en nombre del rey de Castilla y por su mandado el gobierno de Briviesca, Najara y Soria, como se muestra por las escrituras de aquellos tiempos. Este persuadió al Rey que se hiciesen Cortes de todo el reino de Castilla en Carrion, el año de nuestra salvacion de 1192, para resolverse en hacer guerra á los moros, que por la flojedad de los nuestros confirmaban sus fuerzas y eran espantosos á los cristianos. Impedia estos excelentes intentos y empecia la discordia y enemiga que andaba entre el rey de Castilla y los leoneses y navarros ; temian que si por aquellas partes acometian á Castilla como por las espaldas, forzarian á dejar las armas contra los moros y volver atrás; parecia seria lo mas acertado primeramente asentar amistad con aquellos reyes; con embajadas que de una parte y de otra se enviaron, al fin se hizo y se concluyeron las paces. Despues se mandó á don Martin, arzobispo de Toledo, que con buen número de soldados hiciese guerra en el Andalucía, que fué el principio de otra mas grande guerra que se siguió y emprendió por aquella parte. Entre tanto que se tenian las Cortes en Currion, se tiene por fama, confirmada por el testimonio de muchos, que el rey de Castilla á la raya de su reino edificó á Navarrete, pueblo bien conocido. Yo entiendo que le reedificó ó aumentó, porque el arzo

bispo don Rodrigo hace mencion de aquel lugar antes deste tiempo. En Aragon el conde de Urgel, que despues de la muerte de su padre anduvo fuera de aquel reino por enemistad particular que tenia con Ponce de Cabrera, hombre poderoso, en fin, en este tiempo volvió á la obediencia de su Rey y á sosegarse. Con don Gaston, conde de Bearne, casó una hija de Bernardo, conde de Cominges, y con ella hobo en dote el señorío de Bigorra, como feudatario y vasallo del rey de Aragon; asimismo don Berengario 6 Berenguel, arzobispo de Tarragona, fué muerto à 16 de febrero, año de nuestra salvacion de 1194. Dícese que le mató don Guillen de Moncada, dado que no se saben las causas de aquellas enemistades. En Pamplona tambien don Sancho, séptimo deste nombre, rey de Navarra, siendo ya de larga edad y muy esclarecido por sus hazañas y grande prudencia, por lo cual y por ser en las letras mas que medianamente ejercitado, tuvo renombre de Sabio, falleció á 27 del mes de junio. Su cuerpo sepultaron en la iglesia mayor de aquella noble ciudad con enterramiento y honras y aparato real. Reinó por tiempo de cuarenta y tres años, siete meses y seis dias. De su mujer doña Sancha, tia que era del rey de Castilla, dejó á don Fernando, don Ramiro, doña Berenguela, doйa Teresa, doña Blanca, sus hijos, y sin estos el mayor de todos, que le sucedió en el reino, conviene á saber, don Sancho, rey de Navarra, octavo deste nombre, el que por la grandeza de su ánimo y por sus excelentes hazañas en la guerra tuvo sobrenombre de Fuerte. Tambien le llamaron don Sancho el Encerrado, porque en lo último de su vida, por causa de una cruel dolencia que padecia de cáncer, se estuvo retirado en el castillo de Tudela del trato y conversacion de los hombres, sin dar lugar á que ninguno le visitase ó hablase. Hay grandes rastros y muestras de su magnificencia y liberalidad, en particular sacó á Ebro de su madre antigua para que pasase por Tudela, y edificó sobre él un puente para comodidad de los moradores. Fundó á su costa dos monasterios del Cistel, llamados de Fitero y de la Oliva; demás desto, en Roncesvalles una iglesia con nombre de Santa María, donde él y sus decendientes se enterrasen. Casó con doña Clemencia, hija de Raimundo, conde do Tolosa, cuarto deste nombre. En ella tuvo á don Fernando, que en vida de su padre murió de una caida que dió de un caballo andando á caza. Su cuerpo enterraron en Tudela en la iglesia de Santa María. En el tiempo que este don Sancho comenzó á reinar toda España estaba suspensa por el temor de una grande guerra que la amenazaba. Don Martin, arzobispo de Toledo, como le era mandado, rompió por los campos de Andalucía, destruyó por todas partes todo lo que se le puso delante; muchos hombres, ganados y otras cosas fueron robadas, quemados los edificios, los lugares y los campos destrozados; y por no salirle al encuen tro algun ejército de moros, se volvió con el suyo á su tierra sano y salvo y rico. Los moros, movidos por el dolor de esta afrenta y daño, hicieron grandes juntas de de soldados en toda la provincia. El mismo miramamolin Abenjuzef Mazemuto, avisado de lo que pasaba, con gran número de gentes y con deseo de venganza pasó en España; no solo los almohades, sino tambien los etíopes y alárabes con la esperanza de la presa de España seguían sus reales. Con esta muchedumbre pasaron

á Sierramorena y llegaron al lugar de Alarcos, que poco antes los nuestros edificaran. Don Alonso, rey de Castilla, avisado del apercebimiento de los moros y del peligro de los suyos, en ninguna manera perdió el ánimo; antes avisado que hobo á los reyes de Navarra y de Leon que le acudiesen, con los cuales poco antes se concertó, él primero que nadie con su ejército particular acudió á Alarcos y puso sus reales cerca de los enemigos, cuya muchedumbre era tan grande, que con sus tiendas ocupaban todos aquellos campos y collados; por esto algunos juzgaban que se debian reportar y con astucia y maña entretener al enemigo hasta tanto que los otros reyes viniesen, que se decia llegarian muy presto. Otros eran de parecer que se viniese luego á las manos, porque los navarros y leoneses no tuviesen parte en la victoria y en la presa, que arrojada y temerariamente al cierto se prometian. Este parecer prevaleció como el que era el mas honrado, dado que el Rey no ignoraba que aquellos consejos en la guerra son mas saludables que mas seguros, y que menospreciar al enemigo y confiar en sí mismos es daño igualmente perjudicial á los grandes reyes, como el suceso de esta batalla lo dió á entender. Ordenaron los reyes sus gentes. Dióse la batalla junto á Alarcos, á 19 de julio, que fué miércoles, el año de 1195. Fué grande el coraje y denuedo de entrambas las partes; pero el esfuerzo de los nuestros fué vencido por la muchedumbre de los enemigos, porque mereciéndolo así los pecados del pueblo y por voluntad de Dios amedrentados los nuestros, les faltó el ánimo y corazon en la pelea. Muchos, así en la batalla como en la huida, fueron muertos, entre ellos Martin Martinez, maestre de Calatrava. Quién dice que don Martin, arzobispo de Toledo, se halló en esta batalla. De don Diego de Haro, que fuera el principal movedor desta guerra, se decia mostró cobardía, ca se retiró de la pelea y volvió á Alarcos al principio de la batalla, sea por no tener confianza de salir con la victoria, sea, como hobo fama, por estar agraviado del Rey, que en cierta ocasion igualó los caballeros del Andalucía con los nobles de Castilla en esfuerzo y destreza del pelear. Los moros, ensoberbecidos con tan grande victoria, no solo se apoderaron de Alarcos, que luego se les rindió, sino pasaron adelante, y metiéronse por las tierras del reino de Toledo. Llegaron hasta Yévenes, que está seis leguas de aquella ciudad; desde allí, hechos muchos daños, volvieron atrás. En nuestra edad solamente restan algunos paredones de Alarcos y un templo bien antiguo, con nombre de Santa María, con que los comarcanos tienen mucha devocion. Entiéndese que el Rey bárbaro hizo echar por tierra aquel pueblo y abatir sus murallas. Túvose por cierto que con aquel desastre tan grande castigó Dios en particular un pecado del Rey, y fué que en Toledo, menospreciada su mujer, se enamoró de cierta judía, que fuera de la hermosura, ninguna otra cosa tenia de estimar. Era este trato, no solo deshonesto, sino tambien afrentoso á la cristiandad. Los grandes, movidos por tan grande indignidad y porque no se esperaba emrienda, hicieron matar aquella mujer. Audaba el Rey furioso por el amor y deseo. Un ángel que de noche le apareció en Illescas le apartó de aquel mal próposito; mostrósele en aquella forma que tenia en una piutura y imágen del mismo Rey, á manera de mancebo con rostro hermoso, mas

grave, que le amenazaba si no volviese en sí, y le apercebia esperase el premio de la castidad si la guardase, y temiese el castigo si la menospreciase. En la iglesia de Illescas, á la mano derecha del altar mayor, hay una capilla, llamada del Angel, con un letrero que declara ser aquel el lugar en que se apareció el ángel al rey don Alonso el Bueno, que así le llaman. La verdad es que sabido el desastre de Alarcos, los reyes de Leon y de Navarra desistieron del propósito de ayudar en aquella empresa. El rey de Leon acudió á visitar al rey don Alonso, sea con ánimo llano, sea fingidamente; don Sancho, rey de Navarra, sin saludar al Rey se volvió á su tierra. La memoria desta descortesía quedó en el pecho del rey de Castilla fijada mas altamente que ninguno pudiera pensar; y desde aquel tiempo, congojado con la saña y con el miedo, comenzó á tratar y aparejarse para vengar el agravio y satisfacer aquel su sentimiento, no solo contra los moros, sino tambien contra los navarros.

CAPITULO XIX.

De lo que sucedió en Portugal.

El año luego siguiente, que se contaba de Cristo 1196, fué desgraciado en España por la muerte del rey don Alonso de Aragon, que entre los reyes de España tenia el segundo lugar en autoridad y señorío, y en esfuerzo no daba ventaja á ninguno. Falleció en Perpiñan, á 25 de abril, en tiempo que todo su señorío gozaba de gran paz y el reino de Aragon florecia en gente, riquezas y fama. Nombró por heredero á don Pedro, su hijo mayor, segundo deste nombre; á don Alonso mandó en su testamento el condado de la Proenza y los demás estados que dél dependen. A don Fernando, el menor de todos, mandó que en el monasterio de Poblete del Cistel, que su padre comenzó y él le dejó acabado, y está puesto entre Tarragona y Lérida, en que pensaba hacer el enterramiento suyo y de sus sucesores, tomado el hábito, se ocupase en rogar á Dios por las ánimas de sus antepasados. Las tres hijas infantas, doña Constanza, doña Leonor y doña Dulce, nombró y sustituyó á la sucesion del reino, si sus hermanos muriesen sin herederos, mudada en esta parte y corregida la voluntad de doña Petronilla, su madre, que excluyó las hembras de la herencia de aquellos estados, como arriba queda señalado. Este año, en que sucedió la muerte del rey de Aragon, fué tambien desgraciado por la hambre y peste, males que Cataluña principalmente padeció. Demás desto, con una nueva entrada que hizo el Rey bárbaro; Cáceres y Plasencia fueron tomadas, talados los campos de Talavera y puesto fuego á los olivares, que se dan allí muy buenos. La villa no pudo ser entrada por la fortaleza de los adarves y esfuerzo de los moradores, echó por tierra empero los lugares de Santolalla y Escalona, que están mas adelante. La misma ciudad de Toledo estuvo cercada espacio de diez días. En Castilla la silla obispal de Najara, en que hasta entonces estuvo, se trasladó á la iglesia de Santo Domingo de la Calzada, la cual de una excelente fábrica se comenzara diez y seis años antes, y á la sazon se acabó, de tauta grandeza y anchura, que compite con las principales de España. Lo uno y lo otro se hizo por diligencia de don Rodrigo, obispo de Calahorra. El año siguiente de 1197

hobo nuevos movimientos en Cataluña, por estar la provincia dividida en parcialidades; unos seguian á Armengaudo, conde de Urgel; otros favorecian á Raimundo Rogerio, conde de Fox; por la cual parcialidad la ciudad de Urgel fué cercada y tomada por fuerza. El moro Abenjuzef, soberbio por la victoria pasada y la prueba que hizo de sus fuerzas y fortuna, con orgullo se prometia en su pensamiento el señorío de toda España. Rehaciéndose pues de fuerzas y juntadas mas gentes, volvió otra vez á Toledo; no tenia esperanza de apoderarse de la ciudad por la fortaleza del sitio; taló los campos, saqueó los lugares comarcanos, hizo grandes robos, llegó con las talas hasta Madrid y Alcalá, y á mano izquierda hasta Ocaña, Uclés, Huete y Cuenca, destrozando todo lo que encontraba. Los nuestros por los daños del año pasado y por el miedo presente estaban sin consejo y sin saber qué partido tomarian para defender la patria. Era extremo el peligro en que las cosas de los cristianos se hallaban, porque el Moro, efectuadas tan grandes cosas, se volvió al Andalucía con su ejército sano y salvo, determinado de tornar á la guerra el año siguiente con mayor furia. Don Alonso, rey de Castilla, rodeado de tantos males, por no tener fuerzas iguales al enemigo, trataba de buscar socorros y ayudas de fuera. Poca esperanza tenia que los leoneses y navarros hiciesen cosa de provecho, pues demás del desacalo pasado, en tiempo tan trabajoso acometian por diversas partes las tierras de Castilla, sin tener cuenta con la cristiandad ni considerar lo que la fama diria dellos. Fué así, que el rey de Navarra trabajó las tierras de Soria y Almazan, por do entró á robar con sus soldados; el rey de Leon, puesta confederacion y alianza con los bárbaros que moraban en Extremadura en las tierras que caen entre Tajo y Guadiana, se metió por tierra de Campos, en que taló toda la campaña. En solo don Pedro, rey de Aragon, llamado el Católico, quedaba alguna esperanza. Convidole el rey de Castilla para hacer confederacion y juntar las fuerzas contra los enemigos comunes. Vino el Aragonés en ello. Hecho este concierto, pareció primero vengar las injurias del rey de Leon, despues los agravios que hi cieron los navarros ; con esto de primera instancia fueron tomados del rey de Leon los pueblos de Bolaños, Castroverde, Valencia y el Carpio. Contra los navarros no se pudo hacer la guerra como lo tenian acordado, á causa que Abenjuzef se apercebia para hacer nueva guerra, como aquel que estaba acostumbrado demasiadamente á hacer entradas por nuestras tierras; con todo esto, los castellanos y aragoneses con la gente que fuera justo acometer á los bárbaros, sin ningun cuidado de la cristiandad, revolvieron contra el rey de Leon, causa de todos los males, como ellos decian; tornaron á entrar por sus tierras el año de 1198 y llegaron hasta Astorga; destrozaron la tierra de Salamanca, apoderáronse de la una y de la otra Alava, y de Monterey con otros lugares; despues desto tornaron á tratar de vengarse del rey de Navarra, que no menos agravios tenia hechos, y esto con tanta voluntad de los reyes de Castilla y Aragon, que olvidados de su reputacion y sin moverse por el peligro de la cristiandad, se determinaron hacer concierto con Abenjuzef, comun enemigo de cristianos, y no tuvieron por cosa fea ser los primeros á convidalle con la confederacion. El Bárbaro no deja

deseo de

ba de dar orejas á esta plátion, por tener gran volver sus fuerzas contra el rey de Portugal, que tenia hecho en los bárbaros grande estrago, fuera de que estaba con cuidado de las cosas de Africa. Asentáronse treguas con los moros por diez años. En este tiempo don Sancho, rey de Portugal, parte de su cuidado y pensamiento ocupaba en reparar ó edificar de nuevo diferentes pueblos, de donde ganó el renombre y fué llamado don Sancho el Poblador; en este número se cuentan Valencia de Miño, Montemayor el Nuevo, Vallelas, Peñamacor, Sortella y Penella con otros, parte de los cuales por donacion del Rey se dieron á los caballeros de Santiago, parte á los de Avis, que por este tiempo comenzaron en Portugal á tener fama. El mayor cuidado que tenia era de echar los moros de toda aquella provincia; y así, se apoderó de la ciudad de Silves, que está al promontorio Sacro ó cabo de San Vicente, ayudado de una gruesa armada que vino de Francia y Ingalaterra. En particular el conde Filipe, cuñado del Rey, envió en su ayuda veinte y siete naves, y en ellas muy escogidos soldados de Flandes. En la razon del tiempo en que esto sucedió no concuerdan los escritores; algunos señalan el año de 1199, otros lo ponen diez años antés, que fué en el tiempo que los reyes Enrique, de Ingalaterra, y Filipe, de Francia, con deseo de promover y sustentar la cristiandad que estaba para perderse, se determinaron de pasar por mar á la TierraSanta, despues que tuvieron primero vistas en los velocases, donde está la villa de Gisors, cabeza que es de los pueblos que llaman vergasins; pero el Inglés, mudada la voluntad, se quedó en su tierra y envió en su lugar á su hijo Ricardo. Hizo compañía á los reyes Enrique, á la sazon conde de Campaña, en Francia; despues por casar con doña Isabel, hija del rey Amalarico, fué rey de Jerusalem. Hijo deste Enrique, de la primera mujer, fué Teobaldo, conde de Campaña, con quien por estos tiempos casó doña Blanca, hermana de don Sanchio, rey de Navarra, madre de otro Teobaldo que tiempo adelante vino á ser rey de Navarra. Los corazones de los mortales, trabajados con tantos males y aquejados de miedos, tenian otrosí atemorizados muchos prodigios, que se vian como anuncios de grandes males. En Portugal hobo peste y hambre gravísima, y en el cielo se vieron otras señales; el vulgo, inclinado á pensar lo peor y dado á supersticiones, decia ser venganza del cielo y ira de Dios, porque el matrimonio de don Alonso, rey de Leon, y de doña Teresa, infanta de Portugal, si bien era ilegítimo y por las leyes ninguno, no se apartaba; dado que Inocencio, pontifice tercero deste nombre, sucesor de Celestino, que habia comenzado á gobernar la Iglesia romana, lo procuraba con todo cuidado de tal suerte, que puso entredicho en todo Portugal y pena de excomunion á todos los que no obedeciesen á su mandato. Acrecentóse este miedo por perderse, como se perdió á la sazon, la ciudad de Silves, destruidos y talados los lugares y campos de aquella comarca; lo uno y lo otro por las armas y esfuerzo de Abenjuzef, que pretendia por esta manera satisfacerse de las injurias y daños que el rey de Portugal le tenia hechas el tiempo pasado.

el

CAPITULO XX.

De la guerra que se hizo contra Navárra. Apartóse aquel matrimonio del rey de Leon por causa del parentesco que tenian él y su mujer con dificultad y tarde; pero en fin, se apartó el año de nuestra salvacion de 1200, y luego se comenzó á poner en plática de pedir á la infanta doña Berenguela, hija de don Alonso, rey de Castilla, de la cual se dijo poco antes que estaba concertada de casar con Conrado, duque de Suevia, mas ella se excusaba por las costumbres de los alemanes y por el largo camino, puesto que no menos aborrecia el matrimonio de Leon por el parentesco que con él tenia, causa que el primero se apartase; pero los reyes muchas veces posponen la honestidad y religion á sus particulares. Los halagos de la madre ablandaron el corazon de la doncella, y á su padre parecía que los casamientos de diversas naciones muchas veces suelen ser desgraciados, y que no se debía dejar Ja ocasion de ganar al rey de Leon que les hacia tantos daños, demás de apartalle de la amistad del rey de Navarra, de quien principalmente deseaba satisfacerse y vengarse, y entendia que desamparado del rey de Leon, no tendria fuerzas bastantes para resistir. Por una epístola de Inocencio III, enderezada al de Compostella, se ve que el de Toledo fué á Roma el año pasado para alcanzar dispensacion del Papa sobre este matrimonio que se trataba, y no la quiso dar. Entre tanto pues que estas cosas se trataban y maduraban, el rey de Castilla don Alonso, con grande deseo de vengarse, se apercebia con todo cuidado para aquella guerra; á don Pedro, rey de Aragon, para no poder venir luego, como en la confederacion quedó asentado, impidió la discordia que tenia con su madre la reina doña Sancha; ca teniéndola por sospechosa y creyendo que trataba de volverse á Castilla, procuró quitalle los lugares de su dote. Pero á instancia del rey de Castilla se asentó la concordia entre la madre y el hijo; juntáronse los dos reyes en Hariza, pueblo asentado á la raya de los dos reinos, doude por medio y diligencia del rey don Alonso y por su voluntad, se determinó que á trueco de Tortosa y de Azcona y de otros pueblos la Reina diese al rey de Aragon los de Hariza, Epila y Embite, que le pertenecian á ella; en que pretendia el Aragonés quitar la entrada por aquella parte al rey de Castilla, si en algun tiempo quisiese acometer las tierras de Aragon; consideraba que las voluntades de los hombres, y mas las de los reyes, son varias y mudables, y por ningun respeto de parentesco se mueven cuando se les muestra esperanza de ensanchar su estado. Don Pero Ruiz de Azagra, señor de Albarracin, se halló en aquellas vistas de los reyes por estar, es á saber, ya reconciliado con ambos. Hizose esta confederacion á 30 de noviembre. En el mismo año doña Berenguela, hermana del rey don Sancho de Navarra, casó con Ricardo, rey de Ingalaterra; así lo dicen las historias de España. Los escritores ingleses refieren que sucedió esto el año pasado, y afirman que en este falleció el mismo Ricardo. El rey don Alonso, con la comodidad de las treguas que tenia con los moros, deseaba reparar los daños que el tiempo pasado se recibierau, y para esto procuraba reparar á Plasencia y á Béjar, y á Mirabel y á Segura en el monte Argentario, á Monfredo y á Moya en la Mancha

de Aragon, á Aguilar en tierra de Campos. Estas cosas hacia, y no aflojaba con eso el cuidado de la guerra que pensaba hacer á los navarros, ni cesaba de amonestar al rey de Aragon que juntase con él las fuerzas y las armas. Así en un tiempo las gentes de Aragon y Castilla se movieron contra los navarros. El rey don Sancho, vista la tempestad que cargaba sobre él y que no tenia fuerzas bastantes, como quier que esperase poca ayuda de los príncipes cristianos, que sentía estar enajenados por industria y maña del rey de Castilla, tanto, que se comenzaba á tratar del casamiento entre Luis, hijo de Filipe, rey de Francia, y la infanta doña Blanca, hija de don Alonso, rey de Castilla; determinó por el mar pasarse á Africa para pedir ayuda al miramamolin Abenjuzef; grande afrenta y notable maldad, mayormente que se entendia no dejaria él, como era soberbio, pasar la ocasion que la discordia de los nuestros le presentaba de acometer de nuevo á España. Los historiadores navarros no conforman con lo que de verdad pasó, sino con deseo de excusar aquella jornada, fingen que don Sancho pasó en Africa con intento de socorrer al Rey moro de Tremecen contra el de Túnez; la invencion por sí misma se manifiesta, por no haber entonces reyes en Africa de aquellas ciudades; así, no me pareció era menester refutalla con mas palabras. La verdad es que pasado el rey don Sancho en Africa, los reyes de Castilla y de Aragon se metieron por Navarra como por tierra sin dueño y sin valedor. Aivar y lo de Valderroncal tomó el rey de Aragon. Los pueblos de Miranda y Inzula se dieron al rey de Castilla, que puso tambien cerco sobre Victoria, cabeza de Alava; y porque se defendian los ciudadanos valientemente y el cerco se dilataba, dejando en su lugar á don Diego de Haro para apretallos, el Rey se partió á Guipúzcoa, una de las tres provincias de Vizcaya, la cual, irritada por los agravios de los navarros, estaba aparejada á entregársele, como lo hicieron luego, ca rindieron al Rey todas las fuerzas de la provincia; lo que tambien al fin hizo Victoria, perdida la esperanza de poderse defender, y por su autoridad todas las demás villas de Alava. Solamente sacaron por condicion que no les pudiese el Rey dar leyes ni poner gobernadores, excepto en Victoria solamente y Treviño, lugares y plazas en que se permitia que el Rey pusiese quien los gobernase. Todo era fácil á los reyes de Castilla y de Aragon, por estar toda la provincia de Navarra desamparada de todo socorro y sin fuerzas, fuera de que de nuevo se divulgó por la fama que el rey don Sancho comenzara á estar enfermo de cáncer que le nació en una pierna, sin esperanza de poder sanar. La melancolía, que por la poca esperanza que tenia de remedio se le engendró, fué causa de aquella mala dolencia. Las marinas de Vizcaya, que importaba mucho para conservar el señorío de aquella provincia, fueron fortificadas, reparados los lugares de San Sebastian, Fuenterrabía, Guetaria y Motrico; los pueblos de Laredo, Santander y San Vicente de nuevo se fundaron en las riberas cercanas. Entre tanto que el rey don Alonso de Castilla se ocupaba en hacer estas cosas, don Sancho, rey de Navarra, sin hacer ningun efecto, volvió afrentado á su patria y reino, que halló diminuido y fallo en muchas partes, muchos pueblos enajenados. Envió sobre estos agravios á los dos reyes embajadores con toda humil

dad; pero no alcanzaron cosa alguna fuera de buenas palabras, por no poderse persuadir á restituir lo que tenian adquirido por el derecho de la guerra, ni les podian faltar razones y títulos con que colorear su codicia y paliarla.

CAPITULO XXI.

Cómo el rey de Aragon fué á Roma.

Estas cosas sucedian en España en el tiempo que Ricardo, rey de Ingalaterra, en prosecucion de la guerra que emprendió en Francia, con que mucho tiempo trabajó aquella provincia, en el cerco que tenia sobre Limoges, ciudad muy fuerte, fué muerto con una saeta que le tiraron desde los adarves. Sucedió en el reino su hermano de padre y madre, llamado Juan. Filipe, por sobrenombre Augusto, rey de Francia, con intento de derribar al nuevo Rey y desbaratar sus intentos antes que cobrase fuerzas, hizo grandes juntas de gentes. Acometió á la Normandía, á la Bretaña y á los de Anjou, estados que eran de los ingleses en Francia; apoderóse de las ciudades, de unas por fuerza, de otras de grado. Contra su poder no tenia el nuevo Rey ni le quedaba alguna esperanza, por ser desigual en fuerzas y no hallar camino para defenderse de contrario tan bravo y ejecutivo. Enviáronse el uno al otro embajadas, y por este medio, para que los reyes se viesen, señalaron á Butavento, pueblo de Normandía. Hízose allí confederacion y alianza, mas necesaria que honrosa para los ingleses, en que dejaban al Francés las ciudades de que se apoderara, solo con una condicion y gravámen, que una hija del rey de Castilla casase con Luis, hijo de Filipe, rey de Francia, sin llevar otra dote alguna. Este color se tomó y esta capa por ser sobrina del Inglés, bija de su hermana. Solo lo de Anjou se restituyó á los ingleses. Enviáronse embajadores al rey de Castilla de todo lo que pasaba. El, alegre con la nueva y con el concierto que demás del bien comun le traia á él tanto provecho, vino en lo que le pedian. Tenia el rey don Alonso cuatro hijas, las tres en edad de casarse; estas eran doña Berenguela, doña Urraca, doña Blanca. Doña Berenguela por este mismo tiempo casó con el rey de Leon. A los embajadores que de Francia vinieron sobre el caso dieron á escoger entre las dos que restaban. Doña Urraca era mas apuesta y de mas edad. Sin embargo, ellos ofendidos del nombre doña Urraca, escogieron á doña Blanca. En Búrgos se hicieron los desposorios, dende acompañada del padre fué la doncella llevada á la Guiena, por estar en poder de los ingleses; de alli con acompañamiento de grandes de Francia pasó adonde estaba su esposo. Los ingleses quedaron muy sentidos de que con aquella confederacion se hobiese escurecido la majestad de aquel reino, en tanto grado, que pasado el Rey á Ingalaterra, le miraban de mala gana y con malos ojos, y al entrar en las ciudades no le hacian las aclamaciones que suelen y acostumbran. Sucedieron estas cosas el año de 1201. En el mismo año falleció Teobaldo, conde de Campaña; dejó por heredero el preñado de su mujer doña Blanca ; parió despues de la muerte de su marido un hijo del mismo nombre. Doña Berenguela, hija de don Alonso, rey de Castilla, últimamente casó con dou Alonso, rey de Leon. Era cosa muy honrosa para

don Alonso, rey de Castilla, casar dos hijas casi en un mismo tiempo con dos reyes sin dote ninguna, porque á doña Berenguela dió solamente los lugares que por las armas quitó poco antes á su marido, restituyéndoselos por las condiciones del casamiento. Celebráronse las bodas en Valladolid, do los reyes se juntaron, con grandes fiestas y muestras de alegría. Entre don Alonso, conde de la Proenza, en Francia, y don Guillen, conde de Focalquer, aunque era tio de doña Garsenda, mujer del mismo don Alonso, se levantó guerra, que forzó á don Pedro, rey de Aragon, para ponellos en paz de pasar en Francia. En Aguasmuertas, pueblo en las marinas de la Gallia Narbonense, que los antiguos llamaron Fosas Marianas, por la diligencia del Rey se trató de la concordia, y hechas sus avenencias, se apartaron de las armas. Deseaba el rey de Aragon con cuidado de hacer la guerra á los mallorquines, por estar aquellas islas en poder de moros. Para este efecto era menester ganar la voluntad de los ginoveses y pisanos, que en aquella sazon eran poderosos por el mar. La autoridad de Inocencio III, pontífice máximo, era muy grande, y no menor el deseo de ayudar á los aragoneses, como lo mostraba en muchas ocasiones. Partido pues el Rey de la Proenza, en una flota se fué á Roma á verse con el Pontífice; recibióle él con grande aparato, y para honralle mas en la iglesia de San Pancracio, que está de la otra parte del Tibre, el año de nuestra salvacion de 1204, á 21 de noviembre fué ungido por Pedro, obispo portuense, y por la misma mano del Pontífice coa solemne ceremonia recibió la corona y las demás insignias reales. Concedió otrosí para adelante que los reyes de Aragon pudiesen ser coronados en sus tierras y que hiciese el oficio y toda la ceremonia el arzobispo de Tarragona, como vicario del pontífice romano. Hay bula de todo esto, mas no pareció ponella en este lugar. Aun no se acostumbraba en aquel tiempo que los reyes de Aragon luego despues de la muerte de sus padres tomasen las insignias reales, sino cuando á la manera usada entre los españoles los armaban caballeros ó se casaban; entonces, finalmente, usaban del nombre y insignias reales. Por esta merced que hizo á Aragon el Papa, el rey de Aragon hizo su reino feudatario á los pontífices romanos, concertó y prometió de pagar cada año cierta cantidad de oro; cosa que llevaron mal los naturales que se menoscabase con aquel color y capa el derecho de la li bertad y se diese á los pontifices poder y ocasion y entrada con esto para intentar mayores cosas en Aragon. Este sentimiento se aumentó por un tributo que el año siguiente el Rey impuso sobre el reino muy pesado, que vulgarmente se llamaba monetal. En Huesca al fin del mes de noviembre se promulgaron los tales edictos, en que no solamente el vulgo, sino tambien todos los nobles y hidalgos se comprehendian sin sacar á nadie. Reprehendian al Rey y extrañaban que en particular fuese pródigo y en público codicioso para suplir con tales imposiciones públicas y comunes lo que derramaba sin propósito. No se habia el Rey casado por este tiempo, y estaban con cuidado que dejase sucesion pera heredar el reino. Procuró el pontífice romano Inocencio que madama María, hija de Isabel, reina de Jerusalem, que venia á suceder en aquel reino, casase con el rey de Aragon. Tenian este negocio para

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