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licencía del rey de Castilla llevó en su compañía á don Diego Lopez de Haro para ocuparle en la guerra que por aquellas partes hacia contra moros. Era don Diego famoso capitan en aquel tiempo, amado de los príncipes, agradable á los soldados; así, demás de su hijo don Lope, le siguió un buen golpe de los soldados castellanos, por el deseo que todos tenian de ejercitarse en aquella guerra debajo de la conducta de caudillo tan principal. El rey de Castilla, aunque viejo y muy cansado, no tenia menos deseo de proseguir por su parte la guerra contra moros, que quedaron amedrentados por la pérdida pasada y á pique de perderse, por estar divididos entre sí y alborotados con bandos y parcialidades. Adelantóse el rey de Leon; rompió por aquella parte de la antigua Lusitania que confinaba con su reino y hoy se llama Extremadura. Talóles los campos, quemóles y saqueóles los pueblos y las aldeas, hizo grandes presas de hombres y de ganados. En particular á la ribera del rio Tajo ganó de los moros una villa antigua y fuerte, que se llama Alcántara. Para que la defendiesen, hizo della gracia á los caballeros de la órden de Calatrava, que pusieron allí buena guarnicion de soldados, que de ordinario salian á correr la tierra de los moros y á hacer sus cabalgadas. Este fué el principio que tuvo la caballería de Alcántara, pequeño y flaco, como suele ser en las cosas grandes que se levantan de pequeños principios. De aquí vino que esta nueva caballería al principio fué sujeta á la de Calatrava; al presente se tiene por exempta, en especial despues que estos caballeros ganaron una bula en este propósito del papa Julio II en ninguna cosa quieren reconocer esta mayoría. El hábito de Calatrava antiguamente fué un escapulario con una capilla que dél salia sobre el vestido á manera de los trai les; mas por concesion del Papa, que en tiempo del scisma se llamó Benedicto XIII, el año de 1397 dejaron la capilla y tomaron la cruz roja florlisada de la forma que hoy la usan, que se remata en cuatro flores de lis. Los de Alcántara en sus principios usaron por hábito de un capirote y una chia roja, ancha cuatro dedos, y larga una tercia; pero el mismo Papa les concedió por su bula trocasen aquellas insignias en la cruz verde florlisada de que usan en manto blanco de la misma forma y remates que la de Calatrava, que fué el año adelante de 1411. Los unos y los otros militan debajo de la regla de San Bernardo y son sujetos á la órden del Cistel. Este fin tuvo y este efecto hizo la guerra que el rey de Leon movió contra los moros por este tiempo, algo mas próspero que la que se hizo de parte de Castilla. Fué así, que el rey don Alonso de Castilla dió vuelta al reino de Toledo. Seguíale mucha gente, que hizo levantar en todas partes, con que llegó hasta Consuegra y hasta Calatrava, que eran las fronteras por aqueMa parte de su reino. Pasó adelante, rompió por las tierras de los moros hasta llegar á Baeza, que era vuelta á poder de moros. Hizo grandes talas por aquella comarca, robos y sacomanos, finalmente se puso sobre aquella ciudad con intento de rendirla. Acudió á servirle en este cerco, entre otros, Diego Lopez de Haro, despues que se dió fin á la guerra de Extremadura. Hicieron todo el esfuerzo posible, mas no pudieron salir con su intento á causa que el año era muy falto de mantenimiento y no se podian proveer de vituallas. Hicieron treguas con los moros, y con tanto dieron la vuel

ta para proveerse de lo necesario y poderse sustentar. Por lo demás, se presentaba buena ocasion de sujetar los moros, por estar divididos y tener entre sí guerras civiles. La cosa pasó desta manera. El rey Mahomad, por sobrenombre el Verde, despues que perdió aquella memorable jornada de las Navas de Tolosa, acordó para rehacerse de fuerzas pasar en Africa. Entre los moros, mas que entre otras gentes, ningun respeto se guardan de lealtad y parentesco. Zeyt Abenzeyt, su hermano, tomó ocasion de aquella ausencia para apoderarse de la ciudad de Valencia y de Monviedro con toda aquella comarca. Lo mismo hizo un su primo, por nombre Mahomad Zeyt, en las ciudades de Córdoba y de Baeza, que se alzó con ellas con color que era nieto de Abdelmon de parte de un hijo suyo llamado Abdalla, y por esta causa le pertenecian los reinos de Africa y de España, que fueron de su abuelo. Demás desto, otro moro, por nombre Albullali, muy principal en riquezas y vasallos, movido por el ejemplo de los moros ya dichos y convidado de la ocasion que se le presentaba, sin otro mejor derecho se apoderó de Sevilla, de Ecija y de Jerez. Desta manera las fuerzas de los moros, que de suyo no eran muy grandes, se dividieron en muchas partes y por el mismo caso se enflaquecieron. Buena ocasion era esta; mas el rey don Alonso, que era el mas poderoso príncipe de España, no pude acudir á esta guerra, no solo por falta de vituallas, sino por dar socorro á los ingleses, con quien tenia deudo y amistad, y cuyo partido en las partes de Francia andaba muy de caida, á causa que los franceses, contra lo que tenian asentado, de repente les movieron una guerra muy cruel y sangrienta. Por el mismo tiempo el rey de Portugal, don Alonso el Segundo, por sobrenombre el Gordo, andaba ocupado en recobrar por las armas los estados que en aquel reino su padre dejó en su testamento á sus hermanas; causas que alegar para lo que quieren nunca á los príncipes faltan. Acudieron aquellas señoras al amparo del rey de Leon, que era su deudo, y les caia mas cerca para valerse de sus fuerzas. No fué él mismo en persona; pero envió á su hijo don Fernando, el cual con las armas ganó de los portugueses algunos pueblos, que adelante se volvieron por mandado del papa Inocencio, que interpuso su autoridad para sosegar estos bullicios y componer todas aquellas diferencias. El rey de Castilla á la misma sazon deseaba verse con el rey de Portugal, su yerno, para comuni➡ car con él cosas muy graves. Convidóles por sus embajadores que se llegase á Plasencia; y porque entendió que la venida de Portugués se dilataria algun tiempo, pasó á Búrgos con intento de acudir á lo de Francia y enviar en favor de los ingleses gente de socorro. La muerte atajó todas estas trazas. Daba la vuelta desde Búrgos por el deseo que tenia de verse con el rey de Portugal, cuando en Garcimuñoz, pueblo conocido, le sobrevino una dolencia mortal, que se le aumentó con cierto aviso que le llegó de que aquel Rey se excusaba de llegar hasta Plasencia, y solo venia en que si aquellas vistas importaban tanto, se hiciesen á la raya de los dos reinos. Esta es la condicion de muchos príncipes, que por no reconocer ni dar ventaja á nadie, sea deudo, sea superior, sea mas anciano, dejan pasar muchas ocasiones de concluir negocios muy importantes. Puédese tambien sospechar que aquel Príncipe no se

fió mucho del de Castilla, si bien era su suegro, por ser astuto y mañoso y muy atento á sus particulares. Agravóse la dolencia tanto, que los médicos le desafiuciaron. Asistióle en aquel último trance el arzobispo de Toledo, que desde Calatrava, donde residió algun tiempo para remediar el hambre, como queda dicho, concluido aquel negocio, acudió á Búrgos y hacia compañía al Rey. El mismo le confesó y hizo que recibiese los demás sacramentos como suelen los cristianos, ordenase y otorgase su testamento. Esto hecho, rindió el alma, lúnes, á 6 de otubre, dia de santa Fides, vírgen, del año que se contaba de 1214. Conforme á esto se ha de corregir la letra del arzobispo don Rodrigo, que muchas veces por culpa de los impresores y de los escribientes está muy estragada. Este fin tuvo el rey don Alonso, el mas esclarecido príncipe en guerra y en paz de cuantos en aquel siglo florecieron. El solo acabó muchas cosas y salió con grandes empresas; los otros reyes de España sin él y sin su ayuda apenas hicieron cosa alguna que fuese de mucha consideracion. Falleció en edad de cincuenta y siete años y mas veinte y dos dias; dellos reinó por espacio de los cincuenta y cinco. Sepultaron su cuerpo en las Huelgas de Búrgos, acompañáronle la reina doña Leonor, su hija doña Berenguela, el arzobispo don Rodrigo con otros principales del reino. Fallecieron asimismo este año la reina de Castilla, viuda, doña Leonor, y don Fernando, el hijo mayor del rey de Leon, habido en su primera mujer; y demás destos don Diego Lopez de Hare, don Pedro de Castro, hijo de Fernando de Castro, todos personajes muy principales. La muerte de la Reina fué en Búrgos, viérnes, último de octubre. El dolor que recibió por ver muerto su marido, que le queria mucho, le aceleró su fin; como fueron muy conformes en la vida, así sepultaron su cuerpo junto al de su marido. Don Fernando, hijo del rey de Leon y de su mujer doña Teresa, era mozo de aventajadas partes y que daba muy buenas muestras, si la muerte antes de tiempo no le atajara los pasos y cortara las esperanzas que tales virtudes y la apostura de su cuerpo prometian; enterráronle en el templo de Santiago de Galicia. Quedó otro hermano suyo de su mismo nombre, pero nacido de otra madre, que fué doña Berenguela, y que adelante sucedió en el reino de Castilla y tambien á su padre, como se verá en sus lugares. Don Pedro de Castro ayudó y sirvió muy bien al rey de Leon en las guerras que hizo contra moros. Su muerte fué en Marruecos, ciudad de Berbería. La causa por qué pasó en Africa no se sabe; por ventura algun desgusto ó la amistad que tenia trabada con los moros desde el tiempo de su padre. Falleció á 18 de agosto deste mismo año en que vamos.

CAPITULO IV.

Cómo en Castilla y Aragon hobo revueltas y guerras. Despues de la muerte de don Pedro, rey de Aragon, y de don Alonso, rey de Castilla, resultaron en el un reino y en el otro bullicios y alteraciones muy graves, á causa de la poca edad de los nuevos reyes don Enrique y don Jaime, que sucedieron á sus padres. Los señores, á cuyo cargo estaba mirar por el bien y pro comun, todos tenian mas atencion á sus particulares. Muchos en Castilla pretendian apoderarse del gobier

no, y en nombre de otro, que era el Rey, mandalló ellos todo, quitar y poner á su voluntad. Algunos en Aragon pasaban mas adelante, ca pretendian coronarse y gobernar en su nombre todo aquel reino. ¡Cuán desapoderado y perjudicial es el apetito de reinar y la ambicion! Todo lo revuelve y lo trueca sin tener cuenta con la infamia ni lo que la modestia y templanza piden. Entre estas tempestades el gobierno y la gente andaba como nave sin gobernalle azotada de los vientos y de las olas del mar, especialmente en Aragon se veian estos daños por la ambicion perjudicial de don Sancho y de don Fernando, tios de aquel Rey, que, segun queda dicho, pretendia cada cual para sí aquella corona. No les faltaba brio para salir con su intento, ni maña para granjear las voluntades del pueblo. Alegaban que el rey don Jaime no podia heredar á su padre por no ser de legítimo matrimonio. Demás desto, don Sancho contra su competidor se valia de que era monje profeso y por el mismo caso incapaz de la corona; don Fernando, del ejemplo del rey don Ramiro, que sin embargo que era monje y de mucha edad, sucedió en aquel reino á su hermano; y que quitado este impedimentó, él era de los trasversales el pariente mas cercano. Con esto el reino se dividió en tres parcialidades; pocos, pero los mejores y mas poderosos, seguian el partido del verdadero Rey. El pueblo, sin cuidar mucho de lo que era justo, se arrimaba á los que de presente con dádivas y con promesas los granjeaban. Enviáronse sobre el caso embajadores al papa Inocencio, como arriba queda dicho, para pedir á su Rey, el cual en compañía del obispo ebredunense con muy buenas palabras los remitió á Francia enderezados al cardenal Beneventano, su legado, con órden que al conde de Monforte entregase lo que tenian ganado en Francia contra los herejes, á tal que él mismo pusiese en libertad al niño rey de Aragon y le entregase á sus vasallos. Sabida la voluntad del Papa, el legado y el conde de Monforte obedecieron sin dificultad. Hallábanse en Carcasona, desde dondo acompañaron al Rey, que tenia solos seis años y cuatro meses, hasta la ciudad de Narbona; en su compañía don Ramon, conde de la Proenza, su primo hermano y de la misma edad del Rey, para que se criase en Aragon entre tanto que las guerras de Francia se apaciguaban. Acudieron á aquella ciudad por estar á la raya de los dos reinos muchos señores de la corona de Aragon para recebir, servir y acompañar á su Rey, todos con gran muestra de alegría y grandes regocijos y recebimientos; que todos los pueblos por do pasaba le hacian procesiones y rogativas por su salud y larga vida. Tenia el niño para aquella edad buena presencia, y la estatura del cuerpo mayor que pedian aquellos años; muestra de lo que fué adelante, de su valor y grandeza. El conde de Monforte se quedó para proseguir la guerra. El Legado, que en todo tenia mano, hizo convocar Cortes para la ciudad de Lérida con atencion á dar asiento en todas las cosas. Juntáronse á su llamado los señores, ricos hombres, los prelados y procuradores para el dia que les señalaron. Los infantes don Sancho y don Fernando no quisieron acudir por ver el pleito mal parado. En aquellas Cortes todos los que presentes se hallaron de los tres brazos del reino juraron al nuevo Rey; cosa nueva en Aragon, pero que deste principio quedó asentado para adelante, y así se acostumbra de

jurar aquellos reyes. Nombraron por ayo del niño para que le amaestrase á don Guillen Monredon, maestre y superior de los templarios en aquel reino y el principal de los embajadores que se enviaron al Papa. Señalaron otrosí la fortaleza de Monzon para que allí se criase el nuevo Rey, basta tanto que las parcialidades se compusiesen, y que él tuviese edad para encargarse del gobierno. Entre los ciudadanos de Zaragoza y la gente de Navarra se abrió la contratacion que, segun parece, tenían impedida por causa de las alteraciones de Aragon ó por otras diferencias, que siempre resultan entre los reinos comarcanos, mayormente que el rey don Sancho de Navarra por su edad y poca salud poco podía acudir al gobierno y al amparo de sus vasallos, antes vivia retirado en el castillo de Tudela sin atender ni á las cosas de la guerra ni á las del gobierno. Esto pasaba al fin deste año, en que cerca de la ciudad de Tornay, principal en los estados de Flándes, y puesta á la ribera del rio Escalda, el emperador Oton y Felipe, rey de Francia, tuvieron una sangrienta batalla. Estaba de parte del Emperador don Fernando, infante de Portugal, casado con la condesa proprietaria de Flandes, que vencidos y desbaratados los de su parte y los imperiales, quedó preso por largo tiempo en poder de los franceses. Esta fué la famosa batalla de Bovinas, así dicha de un puente junto al cual se dió. En Aragon todavía continuaban en procurar algun medio de paz; parecióles seria conveniente para contentar á don Sancho, conde de Ruisellon, encargarle el gobierno del reino de Aragon, como se hizo el año siguiente de 1215. Lo que pensaban seria ocasion de sosiego sucedió muy al revés; que como persona deseosa de mandar, con la mano que le dieron, se encendió en mayor deseo de coronarse por rey; de que resultaron mayores revueltas y bullicios, como se verá adelante. Las cosas de Castilla no estaban en mejor estado. Era el nuevo rey don Enrique de once años, cuando por muerte de su padre y por haber faltado sus hermanos mayores sucedió en aquella corona. Encargóse su madre del gobierno, como era razon, que duró poco, por la muerte que muy en breve le sobrevino. En su testamento nombró para el gobierno en su lugar y para la tutela del Rey á doña Berenguela, su hija, reina de Leon, aunque apartada de su marido. Esta señora por ser de ánimo varonil y muy poderosa en vasallos, ca tenia por suyas las villas de Valladolid, Muñon, Curiel y Santisteban de Gormaz por merced y donacion que dellas le hizo el Rey, su padre, cuando volvió á Castilla, sustentaba el peso de todo y aun ayudaba con su hacienda á los gastos que forzosamente en el gobierno se hacian. ¿Quién podrá bastantemente encarecer las virtudes desta señora, su prudencia en los negocios, su piedad y devocion para con Dios, el favor que daba á los virtuosos y letrados, el celo de la justicia con que enfrenaba á los malos, el cuidado en sosegar algunos sefiores que gustaban de bullicios, y que el Rey, su hermano, se criase en las costumbres que pertenecen á estado tan alto? Solo la aquejaba la muchedumbre de los negocios y el deseo que tenia de su recogimiento y quietud. Olieron esto algunos que tienen por costumbre de calar las aficiones y desvíos de los príncipes para por aquel medio encaminar sus particulares, en especial los de la casa de Lara, como acostumbrados á

mandar, procuraron aprovecharse de aquella ocasion para apoderarse ellos del gobierno. Eran tres hermanos, Alvaro, Fernando y Gonzalo, hijos de don Nuño, conde de Lara, poderosos en riquezas y en aliados. Estos hacian poco caso del Rey, por ser uiño, y de su hermana, por ser mujer. Pretendian salir con su intento, quier fuese con buenos medios, quier con malos. Ofreciéronse dos ocasiones muy á su propósito: la una, que un hombre particular, llamado Garci Lorenzo, natural de Palencia, tenia mucha cabida con doña Berenguela. De la industria deste hombre y de su maña, que era muy grande, se prétendieron valer, y para esto le prometieron, si terciaba bien y les acudia conforme á su deseo, de dalle en premio la villa de Tablada, que él mucho deseaba. Esta fué la primera ocasion. La segunda y de menos importancia fué la ausencia que á la sazon hizo don Rodrigo, arzobispo de Toledo, que solo por su mucha autoridad y prudencia pudiera descubrir y desbaratar estas trazas. Partióse para Roma para hallarse con los demás prelados en el Concilio laterano, que por sus edictos tenia convocado el papa Inocencio. Juntáronse á su ¡lamado cuatrocientos y doce prelados, y entre ellos los setenta y uno eran arzobispos, el patriarca de Jerusalem y el de Constantinopla. El Alejandrino y el Antioqueno no acudieron, pero enviaron sus tenientes que supliesen sus veces. Los demás sacerdotes que acudieron apenas se podian contar. Los negocios que en este Concilio se trataron fueron muchos y muy graves. Sobre todo pretendian renovar la guerra de la Tierra-Santa y apaciguar las alteraciones de Francia, que los herejes traian revuelta. Abrióse el Concilio por el mes de noviembre en la iglesia de San Juan de Letran. Entre los demás padres se señaló mucho el arzobispo don Rodrigo; hizo una oracion á los del Concilio en lengua latina, pero mezcladas sentencias y como flores de las otras lenguas italiana, alemana, inglesa, francesa, como el que bien las sabia, que puso admiracion á los padres hasta decir que desde el tiempo de los apóstoles nunca se vió cosa semejante. En particular se trató de la primacía de Toledo, á causa que los arzobispos de Tarragona, Braga, Santiago y Narbona no le querian reconocer ventaja por razones que cada cual en su defensa alegaba. Presentáronse por la iglesia de Toledo las bulas de los pontífices romanos mas antiguos, sus sentencias y determinaciones, los decretos de los concilios, argumentos y probanzas tomadas de la antigüedad, que en los hombres es venerable y en las ciudades se tiene por cosa sagrada. Salieron á la causa el arzobispo de Braga y el de Santiago, que presentes se hallaron, y el obispo de Vique, como lugarteniente del de Tarragona. Pretendian alegar, y alegaron de su derecho, y responder á los argumentos y razones que por el de Toledo militaban. No se procedió á sentencia á causa que algunos de los interesados se hallaban ausentes y era necesario oirlos. Solo concedió el Papa al arzobispo don Rodrigo que por espacio de diez años tuviese autoridad de legado en toda España, y que si la ciudad de Sevilla viniese á poder de cristianos, como esperaban que seria en breve por la flaqueza de los almohades, que en tal caso quedase sujeta al arzobispo de Toledo como á primado, sin que pudiese contradecir ni apelar deste decreto. Concedióle demás desto facultad de dispensar y

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CAPITULO V.

Cómo los de la casa de Lara se apoderaron del gobierno de Castilla.

de legitimar trecientos hijos bastardos, y que en todas las iglesias de España, en las ciudades que se ganasen de moros pudiese nombrar y poner los obispos y sacerdotes que en ellas faltasen. Grande fué el crédito que el dicho Arzobispo ganó en aquel Concilio, no solo por las muchas lenguas que sabia, sino por sus muchas letras y erudicion, que para aquel tiempo fué grande. Dejó dos libros escritos, uno de la historia de España, el otro de las cosas de los moros, fuera de otro tratado que anda suyo en defensa de la primacía de su iglesia de Toledo. Tocante á la guerra de la Tierra-Santa se acordó y decretó en el mismo Concilio que todos los eclesiásticos ayudasen para los gastos y para llevalla adelante con cierta parte de sus rentas. Con este subsidio enviaron gente de socorro, y por su general á Pelagio, cardenal y obispo albanense, de nacion español, segun que lo testifica don Lúcas de Tuy; y que con este socorro se ganó la muy famosa ciudad de Damiata, puesta en lo postrero de Egipto. Cuanto á las revueltas de Francia, los dos Raimundos ó Ramones, padre y hijo, condes de Tolosa, acudieron al Concilio para pleitear contra Simon de Mouforte, que los tenia despojados de su estado. La resolucion fué que los condenaron como á herejes, y adjudicaron á Simon de Monforte la ciudad de Tolosa con todo aquel condado, y los demás pueblos y ciudades que habia ganado á los herejes con su valor y buena maña. En virtud de lo cual fué á verse con el rey de Francia para hacerle sus homenajes, como feudatario suyo, por aquellos estados, como lo hizo, y juntamente asentó con aquel Rey confederacion y perpetua amistad. Pero como quier que no se fiase de los vasallos, que todavía se inclinaban á sus señores antiguos, hizo desmantelar las ciudades de Tolosa, Carcasona y Narbona, por donde y por los tributos muy graves que derramó sobre aquellos estados incurrió en grave odio de los vasallos, de tal manera, que muchos pueblos á la ribera del rio Ródano se le rebelaron y se entregaron á Raimundo el mas Mozo, hijo del despojado, y aun poco adelante se perdió la misma ciudad de Tolosa. Para todo ayudó mucho que diversos señores de Francia y de Cataluña, sin embargo de lo decretado por el Papa y por el Concilio, acudieron con sus fuerzas á aquellos príncipes despojados y pobres. El de Monforte pretendia con sus gentes recobrar aquella ciudad de Tolosa, y se puso con este intento sobre ella, y aun saliera con la empresa si no le mataran con una piedra que dispararon los cercados de un trabuco; hombre dignísimo de mas larga vida y de mejor fin por sus muchas virtudes y valor, y que á la destreza en las armas igualaba su piedad y amor de la religion católica. Dejó dos hijos en edad muy florida: el uno se llamó Aimerico, el otro Simon. El Aimerico, luego que mataron á su padre, alzó el cerco, y perdida grande parte de aquellos estados, desistió de la guerra. No se igualaba á su padre en grandeza de ánimo, en hazañas y valor; así, desconfiado de poder sosegar aquellos vasallos y contrastar con tantos príncipes como le hacian resistencia, se resolvió de renunciar aquellos pueblos y entregallos al rey de Francia, que en recompensa le nombró por su condestable; trueco muy desigual. Esto pasó tres años adelante; volvamos á la órden de los tiempos que poco arriba dejamos.

Los de la casa de Lara todavía continuaban en su pretension y solicitaban á Garci Lorenzo para que les ayudase. El, engolosinado con las promesas que le hacian, y porque no se le pasase aquella ocasión de adelantarse, se ofreció de hacer todo lo que le pedian. Solo esperaba alguna buena coyuntura, y hallada, dijo un dia á la Reina gobernadora, que muy descuidada estaba de aquellas tramas, que la carga de aquel gobierno era muy pesada y sobre las fuerzas mayormente de mujer; encareció mucho las dificultades, los peligros, la diversidad de aficiones y parcialidades que entre los señores y entre los del pueblo andaban. La Reina, que mucho deseaba su quietud, fácilmente se dejó persua→ dir y llevar de aquellas engañosas palabras. «¿Quién, dijo, me podrá descargar deste cuidado? Quién os parece á propósito para encargalle el gobierno y la crian→ za del Rey?» Respondió: « Ninguno en el reino en poder y en riquezas se iguala á los de la casa de Lara, que podrán acudir á todo y reprimir los intentos de los mal intencionados.» Parecióle bien este consejo á la Reina y esta traza. Acordó juntar los obispos, los ricos hombres y los señores para consultar el negocio. Los mas, preguntado su parecer, se allegaron al de Garci Lorenzo y se conformaron con la voluntad de la Reina, unos por no entender el engaño, otros por estar negociados, otros por aborrecer el gobierno presente como de mujer y ser cosa natural de nuestra naturaleza perversa creer de ordinario que lo venidero será mejor que lo presente. Salió por resolucion que la Reina dejase el gobierno del reino y le renunciase en los tres hermanos y señores de Lara. Volvió en esta sazon de Roma el arzobispo don Rodrigo con poder y autoridad de legado del Papa, no le plugo nada que la Reina renunciase; pero el negocio le tenian tan adelante, que no se atrevió á contradecir. Solo hizo que aquellos señores de Lara en sus manos hiciesen juramento que mirarian por el bien comun y por el pro de todo el reino, en particular que no darian ni quitarian tenencias y gobiernos de pueblos y castillos sin consulta de la Reina y sin su voluntad; que no harian guerra á los comarcanos ni der ramarian nuevos pechos sobre los vasallos; finalmente, que á la reina doña Berenguela tendrían el respeto que se debia y era razon tenerle á la que era hermana, hija y mujer de reyes. Con este homenaje les parecia se cautelaban y aseguraban que todo procedería bien y á contento, como si pudiese cosa alguna enfrenar á los ambiciosos, y si el poder adquirido por los malos medios tuviese de ordinario mejores los remates. Fué así, que luego que don Alvaro, el mayor de los hermanos, se apoderó del gobierno, partió de Búrgos, do se hizo la renunciacion y todos estos conciertos. Lo primero desterró del reino á ciertos señores por causas ya verdaderas, ya falsas. Apoderóse de los bienes públicos y particulares, sin perdonar á las mismas rentas de las iglesias. A los patrones legos, que tenian derecho y costumbre de presentar para los beneficios de las iglesias, quitó aquella libertad con color que no eran de órden sacro y de reparar el culto divino, que en muchas maneras andaba menoscabado. En todo procedia por via

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de fuerza, sin cuidar de las leyes ni de la revuelta que los | tiempos amenazaban. Pasó tan adelante en esta rotura, que puso en necesidad á don Rodrigo, dean de Toledo y vicario del Arzobispo, de pronunciar sentencia de descomunion contra el dicho don Alvaro, gobernador. Enfrenóse algun tanto por este castigo y hizo alguna restitucion y satisfaccion de los daños pasados; pero no se mudó del todo su condicion y mal ánimo. Juntó Cortes en Valladolid. Acudieron á su llamado y á su persuasion por la mayor parte los de su parcialidad y de su valía, que socolor del bien público y con voz de todo el reino, ayudaron sus intentos de arraigarse en el gobierno y pertrecharse con todo cuidado para todo lo que pudiese resultar. Este fué el principal efecto de aquellas Cortes. A gran parte de la nobleza pesaba mucho que don Alvaro con aquellas trazas se apoderase de todo sin que nadie le pudiese ir á la mano, y que uno solo tuviese mas fuerza y autoridad que todos los demás. En especial don Lope de Haro, hijo de don Diego de Haro, y don Gonzalo Ruiz Giron, mayordomo de la casa real, y sus hermanos, que todos eran de los mas principales, sentian mucho el desórden. Comunicaron entre sí el negocio; acordaron hacer recurso á doña Berenguela y querellarse de la renunciacion que hizo del gobierno. Pusiéronle delante el peligro que todo corria si prestamente no se acudia con remedio. Que bien estaban satisfechos del buen ániino é intencion que tuvo en renunciar el gobierno; mas pues las cosas sucedian al revés de lo que se pensó, era forzoso mudar propósito y volver al oficio y cuidado que dejó para que aquellos hombres locos y sin término no acabasen de hundillo todo. «¿Por ventura será razon que antepongais vuestro descanso y quietud al bien comun y pro de todo el reino, permitir que todos nos despeñemos y nos perdamos? ¿Por qué no quitaréis el oficio y cargo que sin darnos parte renunciastes á un hombre sin juicío y desatinado? Librad pues á nos y al reino de las tempestades que á todos amenazan; que si en este trance no nos acudís, será forzoso remediar los daños con las armas. Mirad, Señora, no se diga que por el deseo de vuestro particular descanso fuistes causa que el reino se revolviese y alterase, como será necesario. » Movian estas razones á la Reina. Conocia el yerro que hizo; todavía como era mujer y flaca no se atrevia á contrastar con los que tenian en su poder las fuerzas y las armas del reino. Temia que si intentaba de despojallos del gobierno resultarian mayores males; tomó por expediente avisar á los de Lara de la jura que hicieron de gobernar el reino con todo cuidado sin hacer agravios ni demasías, en que parecia haberse desmandado. Sirvió este aviso muy poco; antes irritado don Alvaro, se apoderó del estado y pueblos de la misma Reina, y no contento con esto, la mandó salir de todo el reino; grande atrevimiento y afrenta notable, bien fuera de lo que sus obras merecian y de lo que la nobleza y agradecimiento pedia. La Reina, por excusar mayores inconvenientes, en compañía de su hermana la infanta doña Leonor se retiró al castillo de Otella, cerca de Palencia, por ser una plaza muy fuerte; muchos de los grandes tomaron su voz, en que perseveraron hasta la muerte del Rey, su hermano. Todo era principio de algun gran rompimiento, mayormente que á don Gonzalo Giron removieron del oficio de mayordomo mayor, y se dió á don Fer

nando de Lara, hermano de don Alvaro. Al Rey, aunque de poca edad, no contentaban estas tramas; deseaba hallar ocasion para librarse de los que en su poder le tenian y irse para su hermana. Era por demás tratar desto, porque don Alvaro le tenia puestas guardas y tomados los pasos. Demás desto, por asegurarse mas y ganalle la voluntad con deleites fuera de tiempo, trató de casarle. Despachó embajadores para pedir por mujer del Rey á doña Malfada, hermana del rey de Portugal don Alonso. Concertóse el casamiento y trájeron la novia á Palencia, do se celebraron las bodas. Recibió desto mucha pesadumbre doña Berenguela por los daños que podian resultar á causa de la edad del Rey, que era muy poca. Escribió sobre el caso al papa Inocencio, avisólo del deudo que tenian entre sí los desposados. El Papa, informado de todo, por un breve suyo remitió el negócio á los obispos don Tello, de Palencia y don Mauricio, de Búrgos, para que examinasen lo que la Reina decia, y si se averiguase el impedimento, apartasen aquel casamiento, so graves penas y censuras si no obedeciesen á sus mandatos. Los obispos, luego que recibieron el breve, procedieron en el caso como les era mandado, y averiguado el parentesco que se alegaba, dieron sentencia de divorcio; con que la desposada, á lo que se cree, doncella y sin perjuicio de su virgini❤ dad, dió la vuelta á Portugal. Allí fundó el monasterio de Rucha, y en él pasó lo que le restó de la vida santa y religiosamente, aunque muy sentida no solo de aquella mengua, sino en especial contra don Alvaro, que no contento de haberle sido causa de aquel daño, trató do casarse con ella; que fuera un trueco muy desigual y de reina sujetarse á su mismo vasallo. Todo esto pasaba en Castilla el año que se contó de Cristo 1216, en que á 16 de julio falleció en Roma el papa Inocencio III, persona de aventajadas prendas y virtudes, y que pocos en el número de los pontífices se le igualaron, en particular fué muy elocuente y muy sabio en letras divinas y humanas. Sucedió en su lugar Honorio III, natural de Roma, en cuyo tiempo y pontificado falleció en aquella ciudad la reina de Aragon doña María, madre del rey don Jaime; sepultaron su cuerpo en el Vaticano, cerca del sepulcro de santa Petronilla. Allí reposaron sus huesos de los muchos trabajos que padeció por toda su vida, desterrada de su reino y de su patria, pobre y apartada de su marido. En su testamento dejó encomendado su hijo y el reino de Aragon al Pontifice, para que como padre universal los recibiese debajo de su proteccion y amparo. La edad del Rey tenia necesidad de semejante favor, y por estar los del reino divididos en parcialidades, de que se temian revueltas y guerras, era menester que la prudencia del Pontifice los enfrenase, lo que él hizo con todo cuidado por cuanto le duró la vida. En esta sazon don Ramon, conde de la Proenza, por cartas que sus vasallos le enviaban, se determinó de huirse secretamente de Monzon, do le tenian como preso en compañía del rey de Aragon, su primo. Embarcóse en una galera que en el puerto de Salu, cerca de Tarragona, le tenian aprestada. Con su llegada á su estado se apaciguaron graves diferencias que andaban entre los principales de aquella tierra, como los que estaban sin cabeza, y cada cual pretendia poner mano en el gobierno. Tomás, conde de Mauriena, cepa de los duques de Saboya, tenia una hija, por nombre

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