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́le festejaban. Llamábanle rey pio y bienaventurado, con otros muchos títulos y renombres que le daban. Coronóse en Toro, honra debida á aquella ciudad por ser la primera que le ofreció la obediencia por sus cartas. Los ricos hombres no estaban del todo llanos, antes algunos seguian la voz de las infantas, con algunos pueblos que se les arrimaban. Pudiera resultar desta division algun grande inconveniente, si los prelados de aquel reino no ganaran por la mano, cuyo oficio es no solo predicar al pueblo y administralle las cosas sagradas, sino mirar por el bien y pro comun; y así, visto por quien estaba la justicia, enfrenaron sus particulares aficiones con la razon y dieron de su mano el reino á quien venia de derecho. Los principales en este número fueron Juan, obispo de Oviedo ; Nuño, de Astor. ga; Rodrigo, de Leon; Miguel, de Lugo; Martin, de Mondoñedo; Miguel, de Ciudad-Rodrigo; Sancho, de Coria. Doña Teresa, madre de las infantas, acudió de Portugal para dalles como á hijas el ayuda y consejo necesario. Parecióle seria mas acertado concertarse con su antenado, y para esto se vió con doña Berenguela, madre del Rey, en Valencia la de Galicia ; en esta vista y habla se acordaron que las infantas cediesen á su hermano el derecho que pretendian tener al reino, y que él les acudiese cada un año con treinta mil ducados para sus alimentos. Tomado este asiento, el rey de Leon, do estaba, partió para Valencia, las infantas fueron á Benavente para visitalle y verse con él. Al arzobispo don Rodrigo, en premio del trabajo que tomó en todos estos tratos y caminos tan largos y tan continuos que hacia sin cansarse jamás, dió el Rey en aqueHla tierra la villa de Cascata. Por esta manera el reino de Leon tornó á juntarse con el de Castilla á cabo de setenta y tres años que andaba dividido, no sin perjuicio y daño de todos. La union y atadura que en el rey don Fernando y sus descendientes se hizo y se ha continuado hasta nuestros tiempos fué principio y como pronóstico de la grandeza que hoy tienen los reyes de España.

GAPITULO XVI.

De algunas vistas que diversos reyes tuvieron entre sí. Don Sancho, rey de Navarra, por sobrenombre llamado el Fuerte, título que en su mocedad le dieron sus hazañas, mudado el modo de vivir y la traza en esta sazon á causa de su mucha grosura y de la poca salud que tenia, se estaba retirado en el castillo de Tudela sin cuidar mucho del gobierno. Deste retiramiento los vasallos tomaron ocasion de atreverse y de alterarse, en especial en Pamplona, que diversas veces se alborotó por este tiempo. La falta del castigo hace á los hombres osados, y la dolencia de la cabeza redunda en los demás miembros. Asimismo don Lope Diaz de Haro, señor de Vizcaya, con golpe de gente por la parte de la Rioja hizo entrada en las tierras de Navarra, y en ella se apoderó de algunos pueblos y castillos. Sospechóse que el rey don Fernando tenia en esto parte, y que por su consejo y con sus fuerzas se encaminaban estas tramas. Lo que hacia mas al caso que Teobaldo, conde de Campaña en Francia, sobrino de aquel Rey por ser hijo de su hermana doña Blanca, infanta de Navarra, y que si tuviera paciencia habia de heredar aquella co

rona por no tener el Rey hijos, con demasiada priesa traia sus inteligencias con los señores de aquel reino para desposeer á su tio; grande crueldad y que le puso en condicion de perder lo que tenia en la mano. Porque el rey don Sancho, avisado de lo que pasaba y punzado del dolor que estos desórdenes le acarreaban, visto que por sí no tenia fuerzas bastantes para contrastar con los suyos y con los extraños, acordó buscar socorros de fuera y de camino vengarse de aquellos ultrajes y deslealtad. El rey don Jaime, acabada la empresa de Mallor ca, ganara renombre de esforzado y valeroso en tanto grado, que los demás príncipes á porfía pretendian su amistad y buena gracia. Acordó envialle sus embajadores para rogalle se fuese á ver con él en Tudela para comunicalle algunos negocios muy graves y que no se podian tratar en ausencia por terceros. Hallábase el rey don Jaime en Zaragoza, donde por la via de Poblete y de Lérida era venido despues de la conquista de Mallor ca. No le pareció dejar pasar aquella ocasion, que, segun él imaginaba, se le presentaba de acrecentar su estado; así, sin pedir otra seguridad, se vino para el rey don Sancho. Mostráronse mucho amor de la una parte y de la otra. Acabados los comedimientos y cortesías, entraron en materia y trataron de lo que importaba. Querellóse don Sancho de su sobrino el conde Teobaldo, que sin respeto al deudo ni tener paciencia para esperar su muerte, con sus malas mañas le alteraba los vasallos. Del rey don Fernando dijo que, sin embargo que tenia tantas provincias, era su ambicion tan grande, que con los nuevos ditados le crecia el apetito de mandar, mal desasosegado y incurable. Que tenia pensado valerse de sus fuerzas, de su dicha y de su maña, recobrar lo de Vizcaya, que le tenian contra derecho usurpado, y reprimir los insultos y intentos de Francia, y juntamente sosegar los naturales para que no se atreviesen. En recompensa de su trabajo le queria dejar aquel reino para despues de sus dias, y para mas aseguralle desde luego nombralle por su sucesor y adoptalle por hijo, como lo hizo por estas palabras: Yo os nombro por mi heredero por via de adopcion para que hayais y poseais esta corona. Prospere Dios, nuestro Señor, y ayude esta nuestra voluntad; que bien entiendo despues de mis dias miraréis por mis vasallos, y mientras viviere haréis lo que de un buen hijo puede su padre esperar. Aceptó el rey don Jaime esta adopcion y la buena suerte que se le presentaba. Para dar mejor color á todo concertaron que la adopcion fuese reciproca, de suerte que cualquiera de los dos que faltase, el otro le sucediese en el reino. Era cosa ridícula y juego que un mozo y que se hallaba en lo mejor de su edad, además que tenia hijo y heredero, prohijase un viejo doliente y que estaba en lo postrero de su vida. Puêdese sospechar que el Navarro por su edad y dolencia no estuviese muy entero. A los 4 de abril se otorgaron las escrituras deste concierto, que confirmaron los señores que de Aragon y Navarra se hallaron presentes. Demás desto, el Navarro dió al de Aragon prestados para los gastos de la guerra cien mil sueldos, y en prendas recibió para seguridad de la deuda ciertos pueblos de Aragon. En esto vino nueva que el rey de Túnez aprestaba una gruesa armada para recobrar la isla de Mallorca, que hizo despedir las vistas y abreviar, y forzó al rey don Jaime á dar la vuelta á Zaragoza para acudir á la defensa, si necesario fuese.

En este tiempo falleció Aurembiase, dejó en su testamento el condado de Urgel, y Valladolid en Castilla al infante don Pedro, su marido, por no tener hijos; de que resultaron nuevos inconvenientes á causa que don Ponce de Cabrera acudió á los derechos y pretensiones antiguas de su casa, resuelto, si no le hacian razon, de valerse de las armas y de la fuerza. Atajó el Rey con su prudencia la tempestad que se armaba. Concertó que al nuevo pretensor se diese aquel condado, fuera de la ciudad de Balaguer, que retuvo para sí, y al Infante mientras que viviese entregó la isla de Mallorca para que la gobernase en su lugar y como teniente suyo. Tomado este acuerdo, el Rey del puerto de Salu se hizo á la vela y aportó á Mallorca. Supo que el rey de Túnez por aquel año no venia; por esto sin hacer otra cosa dió la vuelta para su casa. El rey don Fernando se ocupaba en visitar el nuevo reino de Leon á propósito de granjear las voluntades de la gente con todo género de buenas obras y mercedes que les hacia. En el entre tanto encargó el cuidado de la guerra contra moros al arzobispo don Rodrigo, y en recompensa le hizo merced de la villa de Quesada, á tal que echase della los moros, á cuyo poder era vuelta. Venido pues el verano, el Arzobispo con gente rompió por aquella parte, corrió los campos, hizo presas, quemó las mieses que ya estaban sazonadas, y no solo ganó de los moros á Quesada y Cazorla, villas puestas en los pueblos que antiguamente se llamaron bastetanos, sino tambien les tomó á Cuenca, Chelis, Niebla, que llamaron los romanos Elepla, con otros pueblos comarcanos de menor cuenta. Este fué el principio del adelantamiento de Cazorla, que por largos tiempos por merced y gracia de los reyes poseyeron los arzobispos de Toledo, que nombraban como lugarteniente suyo al Adelantado, hasta tanto que en nuestros dias don Juan Tavera, cardenal y arzobispo de Toledo, le dió por juro de heredad para sus descendientes á don Francisco de los Cobos, comendador mayor de Leon, al cual de secretario suyo levantó á grande esta. do y dignidad el favor y privanza que alcanzó con el emperador Cárlos V, rey de España. Verdad es que don Juan Siliceo, sucesor del dicho Cardenal, pretendió por pleito revocar aquella donacion, como hecha en notable perjuicio de su iglesia; pero ni él ni sus sucesores salieron con su pretension hasta que don Bernardo de Rojas y Sandoval, cardenal de Toledo, concertó la diferencia y restituyó á su iglesia aquella dignidad. Quesada, porque volvió á poder de moros y adelante la recobró con sus armas el rey don Fernando, se quedó por los reyes de Castilla. Por estos tiempos Juan de Brena, rey de Jerusalem, perdido casi todo aquel reino, pasó por mar en Italia. Era francés de nacion, solicitó á los príncipes de Europa que le ayudasen con sus gentes para recobrar su reino. De camino casó á Violante, única hija suya, con el emperador Federico II, que por este casamiento tomó título de rey de Jerusalem, y dél se quedó en los reyes de Sicilia, sus sucesores en aquel reino, hasta pasar con él y continuarse en los reyes de Aragon y de España sucesivamente. Solemnizadas estas bodas, el rey Juan de Brena pasó en España y aportó por mar á Barcelona, año de 1232. Hospedóle el rey de Aragon con mucho amor y regalo y le tuvo consigo algun tiempo. Fuése desde allí á Santiago de Galicia por voto que tenia hecho de visitar aquel santuario. Honróle mu

cho el rey don Fernando, y para mayor muestra de amor, si bien era extranjero y su estado en balanzas, le dió por mujer á su hermana la infanta doña Berenguela á la vuelta de su romería. Concluidas las bodas, dió aquel Príncipe vuelta á Italia para, con los socorros que juntó, pasar á la guerra de la Tierra-Santa. El suceso no fué conforme á sus esperanzas ni trabajos que por fuerza sufrió en viaje tan largo. Los Anales de Toledo, á quien damos mucho crédito, señalan la venida deste Rey á España ocho años antes desto, y que el rey don Fernando le recibió solemnemente en Toledo, dia viérnes, á 12 de abril. La verdad es que vuelto á Italia, perdida la esperanza de recobrar su reino, por órden del Papa se encargó del imperio de Constantinopla, por ser de poca edad el emperador Balduino y estar aquel imperio que tenian los franceses á punto de perderse. Casó el mozo Emperador con María, hija de aquel Rey y de su mujer doña Berenguela. Este quiso fuese el premio de los trabajos que pasó en aquel gobierno y tutela. En Castilla los soldados de las órdenes militares se juntaron con el obispo de Plasencia, y de consuno ganaron de los moros á Trujillo, pueblo principal de la Extremadura. La toma fué á los 25 de enero. El rey don Jaime pasó tercera vez á Mallorca, y se apoderó de la isla de Menorca, que la de Ibiza, una de las Pitiusas y la mayor en el mar Ibérico, se conquistó el año adelante de 1234. Guillen Mongrio, prelado de Tarragona, sucesor de Asparge, ya difunto, envió sus gentes para este efecto, y por esta causa quedó aquella isla sujeta á su diócesi y obispado, como era razon. Este año, á los 7 de abril falleció en Tudela el rey don Sancho de Navarra. Su cuerpo enterraron en Nuestra Señora de Roncesvalles, convento de canónigos reglares, que él mismo edificó á su costa y le dotó de buenas rentas. Traen en el pecho una cruz azul en forma de cayado ó de báculo, por lo demás el hábito es de clérigos ordinarios. Los navarros, luego que murió su Rey, llamaron á Teobaldo, conde de Campaña, como á pariente mas cercano. Coronóse por el mes de mayo en Pamplona. Un autor dice que el rey de Aragon, si bien tuvo aviso de todo, disimuló y no quiso irles á la mano ni seguir su derecho; que por ventura la conciencia le remordia para no pretender lo que no era suyo. Las guerras que emprendió adelante dan á entender que si disimuló fué por un poco de tiempo hasta desembarazarse y aprestarse para seguir su derecho de adopcion, que le tenia por bien fundado; mas la esperanza de salir con su intento era poca por la aversion que mostraban los naturales. Teníale otrosí puesto en cuidado un nuevo casamiento que trataba para sí con doña Violante, hija del rey de Hungría, que procuraba estorbar con todas sus fuerzas el rey don Fernando, porque todavía deseaba reconcilialle con su tia doňa Leonor, que repudió los años pasados. Andaban embajadas sobre el caso; y porque por via de terceros no se concluia nada, acordaron los dos reyes do verse en el monasterio de Huerta, puesto á la raya de los dos reinos. Allí se hablaron á los 17 de setiembre. No se hizo efecto alguno en el negocio principal por razones que el Aragonés alegó en su defensa; solo demás de los pueblos que antes tenia dió á la reina doña Leonor la viİla de Hariza, en que pasase su soledad; y para mayor entretenimiento vino en que su hijo quedase en su compañía hasta tanto que fuese de mas edad. Empleaba esta señora su tiempo y sus rentas en obras de piedad; en

particular á su costa, cerca de Almazan, fundó un mónasterio de Premostre, órden cuyo fundador no muchos años antes deste tiempo fué Humberto, natural de Larena en Francia. Elnombre de premostratenses tomaron estos religiosos del primer monasterio que edificaron en el bosque de Premostre.

CAPITULO XVII.

El principio que tuvieron las conquistas de Córdoba y Valencia.

Acabada la habla y las vistas, los dos reyes de Aragon y Castilla volvieron á proseguir la guerra santa contra los moros. Los aragoneses, feroces con la victoria de Mallorca y con odio que tenian al rey Zaen, que estaba por fuerza apoderado del reino de Valencia y habia entrado por las tierras de Aragon robando y quemando aldeas y villas hasta llegar á Amposta y Tortosa, determinaban intentar la guerra de Valencia. Los castellanos, proseguian la guerra comenzada en el Andalucía. La division que á esta sazon tenian entre sí los moros daba esperanza de buen suceso á los fieles, porque entre ellos andaban todos estos bandos: almohades, almoravides, benamarines, benadalodes. Era de tal manera la division y desconcierto, que aunque nadie les diera empellon, el mismo reino se cayera de suyo y se fuera á tierra. Concedieron los de Cataluña al Rey el tributo que llaman bovático para la guerra de Valencia, que no suelen conceder sino en el último aprieto y extrema necesidad. Muchos de los cristianos comenzaron á hacer entradas en las tierras de los moros; talaban y robaban lo que podian, especialmente don Blasco de Alagon, que tomó de los moros á Morella, pueblo fuerte. Este buen agüero y pronóstico para Ja guerra siguiente, que una persona particular hiciese tan buen efecto, al Rey dió pesadumbre; sentia que ninguno se le adelantase en dar principio á esta guerra. El castigo fué que tomó aquella villa para sí y dió á don Blasco en recompensa la villa de Sástago, que fué el principio de la guerra de Valencia y de los condes de Sástago, principal casa de aquel reino. Despues de tomado Morella, otro pueblo llamado Burriana, pasados dos meses de cerco, se entregó al Rey con condicion que á los moradores les concediese la vida y libertad. Salieron deste pueblo siete mil personas entre hombres y mujeres. Grave daño fué para los moros la pérdida destos dos pueblos, que con la fertilidad de sus campos sustentaban en aquella comarca otras muchas villas y castillos, á los cuales fué asimismo forzoso rendirse. De los primeros fué Peñíscola, á quien llama Ptolemeo Quersoneso, y con ella Castellon y Buñol. Don Jimeno de Urrea tomó á Alcalaten; por esto se hizo merced de aquel lugar y señorío á la nobilísima familia de los Urreas continuado hasta este tiempo. Mas adentro, en medio del reino de los moros, á la ribera del rio Júcar, conquistaron la villa de Almazora; entráronla los nuestros de noche, y así los moros huyeron sin ponerse en defensa. En este tiempo el rey don Fernando, apaciguadas las cosas de Leon, dejó allí la Reina para ganar mas con esto las voluntades de aquella gente. Hecho esto, en Castilla se guarneció de un grande ejército con determinacion de proseguir la guerra del Andalucía, que por algun tiempo forzosamente se habia dejado, Puso cerco sobre Ubeda y combatióla con todo

género de máquinas, y aunque por ser de suyo ciudad príncipal y estar cerca de Baeza no mas de una legua, la tenian fortalecida de muchos valientes soldados de guarnicion, baluartes y vituallas para entretenerse mucho tiempo; pero la fortaleza y constancia del Rey venció todas las dificultades y se entregaron los moradorés, salvas solamente las vidas. Por otra parte las órdenes tomaron á Medellin, Alfanges y Santa Cruz. La alegría destas victorias se mezcló y turbó con nueva pérdida, como es muy usado en esta vida mortal y llena de mudanzas. La Reina, mientras el Rey andaba ocupado y contento con el buen suceso que Dios le daba en la guerra, falleció en la ciudad de Toro. Llevaron su cuerpo al monasterio de las Huelgas de Burgos; las exequias se le hicieron muy solemnes y el entierro. De alli fué trasladado su cuerpo á la ciudad de Sevilla despues de algunos años, donde junto con su marido la sepultaron y yace, con quien vivió muy unida en amor y voluntad. Tomada Ubeda, el Rey se volvió á Toledo, determinado de visitar otra vez las ciudades y villas del reino de Leon; con estos halagos pretendia ganar las voluntades de los nuevos vasallos. Los soldados que quedaron en el presidio de Ubeda hicieron una entrada en tierra de Córdoba, quemaron y talaron aquella campiña. Algunos de los moros, llamados vulgarmente almogárabes, fueron presos en esta cabalgada. Almogárabes se llamaban los soldados viejos y que estaban puestos en los castillos de guarnicion. Estos cautivos dieron aviso que se ofrecia buena coyuntura para tomar á Córdoba, sea que pretendiesen ganar la gracia de sus señores ó que estuviesen mal con los de aquella ciudad. El arrabal de Córdoba, que llaman Ajarquia, está pegado con las murallas, y le tenían á su cargo este género de soldados, que dieron lugar á los cristianos para que de noche por aquella parte escalasen la ciudad y la entrasen; que fué el año de nuestra salvacion de 1235, á los 23 de diciembre. El número de los soldados que entraron era pequeño para salir con empresa tan grave. Tomaron solamente algunas torres y apoderáronse de la puerta de Mártos con intento y esperanza que les acudirian socorros de todas partes; así, despacharon á toda priesa mensajeros que avisasen de lo hecho y del aprieto en que quedaban, si no les acorrian con toda presteza. A la verdad, los moros luego que amaneció, sabido lo que pasaba y que la ciudad era entrada, se pusieron á punto para combatir aquellas torres y lanzar por fuerza á los que en ellas estaban. Don Alvar Perez de Castro, cuya lealtad y valor fué muy conocido despues que se redujo, desde Mártos, do se hallaba, fué el primero que acudió á lo de Córdoba. Lo mismo hizo el Rey; luego que llegó el aviso, partió de la ciudad de Leon, y aunque la distancia era grande y el tiempo del año muy contrario, acudió con buen golpe de soldados allegados de presto; dejó otrosí mandado á los caballeros y ayuntamientos de las ciudades que fuesen en su seguimiento. Está en el camino un castillo, que se dice Bienquerencia, parecióles probar si le podrian rendir. El alcaide del castillo sirvió al Rey con vituallas; pero en lo que tocaba á entregarse, dijo no lo podia bacer hasta ver lo que se hacia de Córdoba, cuya autoridad seguia; que rendida la ciudad, prometia hacer lo mismo. Dejada pues esta fuerza pasaron con presteza adelante. Halló el Rey que de muchas partes habian acudido al

socorro muchos soldados, si bien todos ellos no llegaban | puertas, ahora tiene siete; los arrabales de fuera son

tan grandes como una entera ciudad, especialmente él que dijimos se llama de Ajarquia, á la ribera del rio, á la parte de levante, que está todo cercado de muro y pegado con la ciudad. El alcázar del Rey y su casa está á la parte del poniente cercada con su muro particular; una puente muy hermosa puesta sobre el rio, cuya cepa comienza desde la iglesia mayor. Antiguamente se lla→ mó Colonia Patricia, porque en sus principios la habitaban los príncipes y escogidos de los romanos y de la tierra, como lo dice Estrabon; fué siempre madre de grandes ingenios, excelentes en las artes de la guerra y de la paz; los campos de la ciudad son hermosos y fértiles; danse toda manera de frutos y esquilmos, alegres por su mucha frescura y arboleda. No solo tienen esto en la llanura, sino los mismos montes con las copiosas fuentes crian viñas y olivares y toda manera de árboles. En estos montes, una legua de la ciudad, está edificado un monasterio de frailes de San Jerónimo, en que pa¬ recen rastros de Córdoba la Vieja, que edificó Março Marcello desde sus principios, ó sea que la aumentó y adornó en el tiempo, es á saber, que fué pretor en Es

á hacer bastante ejército. El rey Abenhut se hallaba en esta sazon en la ciudad de Ecija, aprestado para cualquiera ocasion que se le presentase con un poderoso campo. Don Lorenzo Suarez por andar desterrado seguia el partido y reales deste Rey. El Moro no estaba determinado si acudiria á los moros de Valencia, si á los de Córdoba, por estar la una ciudad y la otra en un mismo peligro y hacelle instancia de ambas partes por socorro. La conquista de Valencia se encaminó desta suerte. El rey de Aragon probó á conquistar á Cullera, mas cesó de la conquista por la falta de piedras que halló en aquel campo, para tirar con los trabucos; cosas pequeñas en las guerras tienen grande vez y son de mucha importancia; verdad es que en la llanura de Valencia fué tomado el castillo de Moncada por los aragoneses, y luego le echaron por tierra porque los demás moros escarmentasen con aquel ejemplo y castigo. Todo esto supo en un mismo tiempo el rey Abenhut. Estaba confuso, que no sabia en qué determinarse ni qué consejo tomase. Envió á don Lorenzo Suarez para que espiase lo que pasaba; él, deseando con algun señalado servicio volver á la gracia del rey don Fernando, comunicó-paña. Este sitio se entiende que por ser malsano le tro

le en secreto el intento de los moros y el estado de sus cosas. Avisado de lo que debia hacer, volvió al rey Moro, engrandecióle nuestras fuerzas mucho mas de lo que eran; díjole que el aparato y ejército era muy grande, mostraba en el rostro tristeza y miedo, mentiroso, es á saber, y fingido. Esta maña y artificio fué causa que el rey Moro no tratase de socorrer á Córdoba en gran pro de los cristianos; que si el Moro viniera, no fueran bastantes para resistir y hacer contraste á los de la ciudad y á los de fuera. La alegría que los nuestros recibieron por esta causa aumentó una nueva cierta que vino que el rey Moro pocos dias despues que pasó esto en la ciudad de Almería, en que estaba á punto para ir al socorro de Valencia, fué muerto por los suyos. Avino esta muerte muy á buen tiempo, porque el Moro era diligente y valeroso príncipe, elocuente en hablar, diestro en persuadir lo que queria, sosegar y amotinar la gente segun que le venia mas á cuento, robaba lo ajeno y daba de lo suyo francamente. En fin, en aquel tiempo, ni en paz ni en guerra, ninguno le hacia ventaja, y fuera gran parte si viviera para que las cosas de los moros se restauraran en España.

CAPITULO XVIII.

Cómo la ciudad de Córdoba se ganó de los moros.

En el medio casi de la Andalucía, en la parte que antiguamente se tendian los pueblos llamados túrdulos, está edificada la ciudad de Córdoba. Su asiento en un llano á las faldas de Sierramorena, que se levanta á la parte de septentrion ó norte, forma algunos recuestos y collados. A la mano izquierda la baña el rio famoso Guadalquivir, que por entrar en él muchos rios es tan grande que se puede navegar. La figura y forma de la ciudad es cuadrada; extiéndese por la ribera del rio, y así es mas larga que ancha. El tiempo que los moros la tuvieron en su poder asentaron en ella los reyes su casa y silla real y le quitaron mucho de su hermosura y gentileza, como gente que ni sabe de arquitectura ni de edificios ni se precia de algun primor. Antiguamente tenia cinco

caron en el lugar en que al presente está. La toma desta ciudad fué desta suerte: los cristianos se apoderaron de una parte de los muros, el rey don Fernando luego que llegó puso cerco sobre lo demás. Corrja el año 1236. Defendiéronse los moros con grande esfuerzo como los que se hallaban en el último aprieto, que suele hacer a los hombres esforzados. El gran número de gente que dentro tenian y los socorros que de fuera esperában, los hacia asimismo confiados. Muchas veces por las plazas y por las calles peleaban valientemente los unos por salir con la empresa, los otros por la patria y por la libertad. Gastóse algun tiempo en esto, hasta tanto que por la fama y por dicho de algunos cautivos que prendieron los de dentro supieron lo que pasaba acerca de la muerte de Abenhut, rey de Granada, y juntamente que don Lorenzo Suarez se era pasado á la parte de los cristianos y se hallaba con los demás en aquel cerco. Con esto, perdida la esperanza de poderse defender con sus fuerzas y de ser socorridos de fuera, acordaron de rendirse. Tuvieron plática sobre ello personas señaladas de ambas partes; los del Rey encarecian sus fuerzas para sujetar los rebeldes, su clemencia para con los que se rendian; los moros, si bien entendian el aprieto en que estaban, no venian en lo que era razon. Pasába se el tiempo en demandas y respuestas, en proponer condiciones y en reformallas. Los cristianos, vista su porfia y que de cada dia los cercados se hallaban en mayor aprieto, se aprovechaban de la dilacion para agravar las capitulaciones, y á los moros era forzoso pasar por lo que antes desechaban, como suele acontecer á los duros y porfiados. Finalmente, de grado en grado se redujeron á términode entregar la ciudad, con solo que les concedieron las vidas y libertad para irse cada cual donde mejor le estuviese. Hízose la entrega en 29 de junio, dia de San Pedro y San Pablo; en señal de la victoria en lo mas alto de la iglesia mayor levantaron una cruz y con ella el estandarte real, que se podia ver de todas partes. La iglesia, con las ceremonias acostumbradas, de mezquita que era, la mas famosa de España, la consagraron diversos obispos que seguian

la guerra y se hallaron en la toma. Señalaron por primer obispo de aquella ciudad á fray Lope, monje de Fitero, convento situado cerca del rio de Pisuerga. Conformóse en todo esto con la voluntad del Rey, y puso en todo la mano don Juan, obispo de Osma, que suplia las veces por su comision del primado don Rodrigo, arzobispo de Toledo, que á la sazon estaba ausente y era ido á Roma. Juntamente le dejó los sellos reales para ejercitar en su lugar el oficio de chanciller mayor, dado por los reyes los años pasados á los arzobispos de Toledo en la persona del mismo don Rodrigo. No se contentó el Rey con lo hecho, antes por acordarse y saber que docientos y sesenta años antes deste en que vamos los moros hicieron traer las campanas de Santiago de Galicia en hombros de cristianos, mandó que de la misma manera las llevasen los moros hasta ponellas en su lugar; recompensa bastante y emienda de aquella befa y afrenta. Idos los moros, quedaba la ciudad sola y yerma; prometió el Rey por sus cartas muchos privilegios á los que viniesen á poblar, con que acudieron muchos, y entre ellos repartieron las casas y heredades. Quedó por gobernador de aquella ciudad don Alonso de Meneses, y don Alvaro de Castro por general de aquellas fronteras, el uno y el otro con todo el poder y autoridad necesaria. A los títulos reales se añadió el de rey de Córdoba y de Baeza, segun que consta por los privilegios y cartas reales que de aquel tiempo y del de adelante se hallan. La silla obispal de Calahorra por este tiempo se trasladó á Santo Domingo de la Calzada, á instancia de don Juan Perez, obispo de aquella ciudad. Pleitearon adelante las dos ciudades sobre este punto y preeminencia por algun tiempo, concertóse finalmente el debate, en que las hicieron iguales, de tal suerte, que ambas iglesias fuesen, como lo son hoy, catedrales.

CAPITULO XIX.

Cómo se ganó la ciudad de Valencia.

El rey de Aragon no cesaba de acosar los moros del reino de Valencia por todas partes y con toda manera de guerra. El rey Zeit andaba fuera de Valencia desterrado. Estaba de antes aficionado á mudar religion, y con la comunicacion de los cristianos finalmente se bautizó. Así lo habian profetizado en Valencia algunos años antes dos frailes de San Francisco, fray Juan y fray Pedro, los cuales él mismo por esta causa mandó matar. Instruido pues en la fe, le bautizaron y llamaron don Vicente. Esto se hizo secretamente, porque sabido por los moros, no cobrasen mas odio y indignacion contra él, que no tenia perdida la esperanza de recobrar su reino. Don Sancho Ahones, arzobispo de Zaragoza, procuró se casase conforme al uso de la Iglesia católica, porque con la mala costumbre y soltura que tenia antigua y con la mucha torpeza de su vida y deshonestidad, parecia que hacia burla de la religion cristiana que profesaba. La mujer que casó con él se llamó Dominga Lopez, natural de Zaragoza. Della nació una hija, llamada Alda Hernandez, mujer que fué despues de don Blasco Jimenez, señor de Arenos, que sucedió en otros muchos lugares que eran del Rey, su suegro, y los heredaron despues los de Arenos. El rey de Aragon para continuar la empresa comenzada, destruyó los campos de Ejerica, quemó las mieses que ya se vian sazo

nadas. Don Bernardo Guilien, tio del Rey de parte de madre, que tenia gran fama de valiente y habia hecho hazañas en las guerras señaladas, fué nombrado por general de la frontera de los moros de Valencia para que resistiese y enfrenase sus acometimientos y entradas. El mes de octubre siguiente hobo Cortes en la villa de Monzon, en que se trató de continuar y llevar adelante la guerra de Valencia y de ponella cerco. Acordaron otrosí por parecer de todos no se vedase por entonces cierta manera de moneda, llamada jaquesa, que tenia mucha mezcla de cobre, y los que se hallaban con ella temian que si la prohibian recebirian daño notable. Por esta causa se le concedió al Rey que cada casa de siete á siete años pagase al Fisco Real un maravedí. El castillo que se llamaba el Poyo de Santa María, con las guerras de los moros destruido, los cristianos le repararon, y don Bernardo Guillen le tenia con fuerte guarnicion. Zaen, rey de Valencia, emprendió con la gente que tenia, que se contaban seiscientos de á caballo y cuarenta mil peones, de combatir este castillo; los nuestros con increible ánimo y esfuerzo determinaron de salir de la fortaleza á pelear con los que en número de soldados les hacian ventaja; la cosa llegó al último aprieto, pero en fin la multitud y gran número de moros se rindió al esfuerzo y valentía, de suerte quo los enemigos fueron maltratados, vencidos y ahuyentados. Publicóse por cierto que san Jorge ayudó á los cristianos y que se halló en la pelea. Acostumbran los hombres cuando las cosas suceden sobre todas las fuerzas y esperanza, atribuirlo á Dios y á sus santos, autores de todo bien. Acrecentó la fe del milagro una imágen de nuestra Señora que se halló debajo de la campana que tenian en el castillo. Los moradores de la comarca hicieron luego una iglesia para acatalla, muy devota, y en que se hacen muchos milagros, como lo dicen los de aquella tierra. La batalla se dió el mes de agosto, año de 1237. Murió en ella don Rodrigo Luesia, caballero principal. El rey don Jaime, sabida la victoria y el peligro que los suyos corrian, partió luego para allá, especialmente que le vinieron nuevas, aunque falsas, que los moros volvian con nuevos soldados de refresco á la empresa. Con mayor ánimo y esfuerzo que prudencia, con solos ciento treinta de á caballo, llegó hasta mas adelante del Poyo y de Monviedro. Allí se encontró con un valiente escuadron de moros, que llegó hasta aquellos lugares á hacer rostro á los nuestros. Traia por capitan á don Artal de Alagon, que andaba desterrado entre los moros y era hijo de don Blasco. El peligro era grande; la constancia y fortaleza del Rey y su buena dicha remediaron el daño que se pudiera temer; sobre todo Dios, que proveyó se fuesen los moros por otra parte sin dar la batalla ni encontrarse con los fieles. El castillo del Poyo, por estar cerca de Valencia y léjos de Aragon, no se podia conservar sin mucha costa y peligro, especialmente que aquellos dias falleciera don Bernardo Guillen, tio del Rey, á cuyo cargo quedó la guarda de aquella plaza; que fué la causa que el Rey saliese de Zaragoza, en que tuvo el invierno, y se pusiese al riesgo ya dicho. Hizo merced á don Guillen Entenza, hijo del difunto, de todo lo que él poseia, oficios y tenencias, merced debida á los méritos y servicios de su padre. La tenencia del castillo se encomendó á don Berenguel Entenza, si bien los caballeros del reino eran

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