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llos delitos se hobiesen extendido por todas las provin cias, y que todos en general y cada cual en particular estuviesen tocados de aquella contagion. Verdad es que el naufragio y desastre destos caballeros dió á todos aviso para huir semejantes delitos, mayormente á los eclesiásticos, cuyas fuerzas mas consisten en una outera y loable opinion de virtud y bondad que en otra cosa alguna. Los bienes y haciendas de los templarios adjudicaron á los caballeros de la órden de San Juan, que en aquella sazon ganaron á los turcos la isla de Rodas; conquista con que se adelantaron en gracia y reputacion, y aun esperaban que se podria por medio dellos renovar la guerra de la Tierra-Santa. Sola España no admitió esta adjudicacion por las grandes guerras que tenian contre los moros por este tiempo, y cada dia se esperaban mas. Halláronse en este Concilio Filipo, rey de Francia, y tres hijos suyos, Carlos de Valoes, su hermano, y gran número de embajadores de los otros reyes y príncipes. Asistieron trecientos obispos, otros dicen ciento y catorce, dos patriarcas, el de Alejandría y el de Antioquía, y el romano Pontífice, que sobrepujaba á todos los demás en autoridad y preeminencia. La divisa de los templarios era una cruz roja con dos traviesas como la de Caravaca en manto blanco; al contrario, los caballeros de San Juan traian y traen cruz blanca de la forma que vemos en manto negro.

CAPITULO XI.

De la muerte de don Fernando el Cuarto, rey de Castilla.

contra el voto de todos aquellos padres, y toda aquella órden fue extinguida. En virtud deste decreto el rey don Fernando se apoderó de todo lo que los templarios poseian en Castilla, así bienes como pueblos. En Galicia tenian á Ponferrada y el Faro; en tierra de Leon Balduerna, Tavara, Almansa, Alcañices; en Extremadura á la raya de Portugal Valencia, Alconeta, Jerez de Badajoz, Frejenal, Nertobriga, Capilla y Caracuel; en el Andalucía Palma; en Castilla la Vieja Villalpando; en la comarca de Murcia Caravaca y Alconchel; en el reino de Toledo Montalvan; demás destos, á San Pedro de la Zarza y á Burguillos, sin otros pueblos, posesiones y casas por todo el reino, que no se pueden por menudo contar. Refieren que los templarios tenian en España doce conventos, de los cuales en una bula del papa Alejandro III se nombran cinco, que son estos: el de Montalvan, el de San Juan de Valladolid, el de San Benito de Torija, el de San Salvador de Toro y el de San Juan de Otero en la diócesi de Osma. En los archivos de la iglesia mayor de Toledo está la citacion que el arzobispo don Gonzalo hizo á los templarios conforme á la comision que tenia del papa Clemente, su data en Tordesillas ás 15 de abril del mismo aùo que murió, de 1310. En esta citacion se cuentan veinte y cuatro bailías de los templarios, todas en Castilla, que eran como encomiendas, es á saber, la bailia de Faro, la de Amotiro, la de Goya, la de San Félix, la de Canabal, la de Neya, la de Villapalma, la de Mayorga, la de Santa María de Villasirga, la de Vilardig, la de Safines, la de Alcanadre, la de Caravaca, la de Capella, la de Villalpando, la de San Pedro, la de Zamora, la de Medina de Luitosas, la de Salamanca, la de Alconcitar, la de Ejares, la de Cidad, la de Ventoso, las casas de Sevilla, las de Córdoba, la bailía de Calvarzaes, la de Benavente, la de Juneo, la de Montalvan, con las casas de Cebolla y de Villalva que le pertenecen. Hasta aquí la citacion. Otras casas, heredades y lugares que tenian debíanse reducir y ser miembros de las bailías susodichas. En la ciudad de Maguncia en Alemaña, como se tratase deste negocio en un concilio de prelados conforme al órden del Papa, cuentan que uno llamado Hugon con otros veinte caballeros de aquella órden entró denodamente en la sala en que se hacia la junta, y á altas voces protestó que si alguna cosa allí se decretase contra su religion, que desde entonces apelaba para el sumo Pontífice, sucesor de Clemente. Los prelados, atemorizados con aquella ferocidad, dijeron que no tuviesen pena, que todo se haría bien y se miraria por su justicia. Dieron noticia de lo que pasaba al Papa, que cometió al inismo arzobispo de Maguncia de nuevo tomase informacion y procediese á sentencia. Hiciéronse las diligencias necesarias, y considerado el proceso y cerrado, los dieron por libres de todo lo que les achacaban. Finalmente, el Concilio vienense se abrió el año de 1311 á 16 dias del mes de octubre. Muchas cosas se ventilaron. Por lo que tocaba al papa Bonifacio, se acordó no era lícito condenalle ni imputalle el crímen de herejía, como pretendian. Tratóse con muchas veras de renovar la guerra de la Tierra-Santa, pero fué de poco efecto. Acerca de los templarios se decretó que su nombre y órden de todo punto se extinguiese; decreto que á muchos pareció muy recio, ni se puede creer que aque

Todo el orbe cristiano estaba alterado con el desastre y caida de los templarios. Los culpados fueron castigados, los que no tenian culpa quedaron libres, y por decreto de los prelados de Viena se les señalaron pensiones en cada un año de las rentas de los mismos conventos, con que pudiesen pasar su vida; solamente les quitaron el hábito y insignia de aquella órden. En Castilla todo lleno de fiestas y regocijos con el nacimiento del infante don Alonso, que la reina doña Costanza parió á 3 dias del mes de agosto, el cual poco despues sucedió en el reino de su padre. Fué tanto mayor la alegría, que hasta entonces tenian poca esperanza de sucesion, porque la Reina no se habia hecho preñada y daba muestras de estéril. Tenian concertado casamiento por medio de embajadores entre don Pedro, hermano del rey don Fernando, y doña María, hija del rey de Aragon; para efectualle vinieron los reyes el de Castilla y el de Aragon á verse en Calatayud. Hallóse al tanto allí la reina doña Costanza, ya convalecida del parto, y gran número de caballeros, así castellanos como aragoneses, ilustres por sus hazañas y por su nobleza. Celebráronse las bodas la misma Pascua de Navidad, grandes fiestas, justas y torneos, con que el pueblo se alegró asaz. Doña Leonor, hermana del rey don Fernando, que antes de ahora estaba tratado de casalla con don Jaime, hijo del rey de Aragon, se desposó asimismo con él, y fué entregada en poder de su suegro. Trataron de renovar la guerra contra los moros á la primavera. Tenian cierta diferencia los reyes de Portugal y Castilla, y aun llegaban á términos de venir sobre ello á las puñadas. El rey don Fernando pretendia cobrar las villas de Mora y de Serpa, que caen en los confines de Portugal junto al

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cabo de San Vicente, que siendo él niño, entregaron al rey de Portugal contra toda justicia y razon. Para concertar esta diferencia nombraron por juez árbitro al rey de Aragon, que tenia grande industria y buena mano para cosas semejantes. Hecho esto, se despidieron unos de otros, y don Juan, hermano del rey de Aragon, fué sobre el caso por embajador á Portugal. El rey don Fernando se vino á Valladolid, adonde llamó á Cortes á todos los de su reino para tratar de las provisiones que pretendia hacer para la guerra contra los moros. Pidió ser favorecido de dineros; los procuradores de las ciudades se los concedieron de muy pronta voluntad, porque de buena gana sufrian el menoscabo de dinero y la graveza de los tributos los pueblos y toda la gente comun por el gran deseo que tenian de desarraigar aquella nacion de España; no echaban al cierto de ver que muchas veces con honestas ocasiones se quebrantan y pierden los derechos de la libertad; que lo que se concede en los tiempos trabajosos, pasado el peligro, se queda perpetuo y se cobra, aun cuando el peligro es pasado. El infante don Pedro, hermano del Rey, nombrado por general contra los moros, llegada la primavera del año de 1312, aprestado su ejército, fué sobre Alcaudete, que, como dijimos arriba, se perdió y le tomaron los moros. El Rey fué en pos dél hasta Mártos. Allí sucedió una cosa muy notable. Por su mandado dos hermanos Carvajales, Pedro y Juan, fueron presos. Achacábanles la muerte de un caballero de la casa de los Benavides, que mataron en Palencia al salir del palacio real. No se podia averiguar quién fuese el matador; por indicios muchos fueron maltratados. En particular estos caballeros, oido su descargo, fueron condenados de haber cometido aquel crímen contra la majestad, sin ser convencidos en juicio ni confesar ellos el delito; cosa muy peligrosa en semejantes casos. Mandáronlos despeñar de un peñasco que allí hay, sin que ninguno fuese parte para aplacar al Rey, por ser intratable cuando se enojaba y no saber refrenarse en la saña. Los cortesanos, por saber muy bien esta su condicion, se aprovechaban delia á propósito de malsinar y derribar á los que se les antoja ba. Al tiempo que los llevaban á justiciar, á voces se quejaban que morian injustamente y á gran tuerto; ponian á Dios por testigo, al cielo y á todo el mundo; decian que pues las orejas del Rey estaban sordas á sus quejas y descargos, que ellos apelaban para delante el divino tribunal, y citaban al Rey para que en él pareciese dentro de treinta días. Estas palabras, que al principio fueron tenidas por vanas, por un notable suceso, que por ventura fué acaso, hicieron despues reparar y pensar diferentemente. El Rey, muy descuidado de lo hecho, se partió para Alcaudete, donde su ejército alojaba; allí le sobrevino una enfermedad tan grande, que fué forzado dar la vuelta á Jaen, bien que los moros movian prática de entregar la villa. Aumentábase el mal de cada dia y agravábase la dolencia de suerte, que el Rey no podia por sí negociar. Todavía alegre por la nueva que le vino que la villa era tomada, revolvia en su pensamiento nuevas conquistas, cuando un juéves, que se contaron 7 dias del mes de setiembre, como despues de comer se retirase á dormir, á cabo de rato le hallaron muerto. Falleció en la flor de su edad, que era de veinte y cuatro años y nueve meses, en sazon que sus nego

cios se encaminaban prósperamente. Tavo el reino por espacio de diez y siete años, cuatro meses y diez y nueve dias, y fué el cuarto de su nombre. Entendióse que su poco órden en el comer y beber le acarrearon la muerte; otros decian que era castigo de Dios, porque desde el dia que fué citado hasta la hora de su muerte, cosa maravillosa y extraordinaria, se contaban precisamente treinta dias. Por esto entre los reyes de Castilla fué llamado don Fernando el Emplazado. Su cuerpo depositaron en Córdoba, porque á causa de los calores, que todavía duraban, no pudo ser llevado á Sevilla ni á Toledo, do tenian los enterramientos reales. Acrecentóse la fama y opinion susodicha, concebida en los ánimos del vulgo, por la muerte de dos grandes príncipes, que por semejante razon fallecieron en los dos años próximos siguientes; estos fueron Filipo, rey de Francia, y el papa Clemente, ambos citados por los templarios para delante el divino tribunal al tiempo que con fuego y todo género de tormentos los mandaban castigar y perseguian toda aquella religion. Tal era la fama que corria, si verdadera si falsa no se sabe; mas es de creer que fuese falsa; en lo que sucedió al rey don Fernando nadie pone duda. No se sabe lo que determinó el rey de Aragon sobre la diferencia entre los reyes de Castilla y Portugal; bien se entendia empero favorecia mas al Portugués, y le parecia que el rey don Fernando no tenia razon, lo cual con su muerte y la turbacion de los tiempos que se siguió luego en Castilla prevaleció; y aquellos pueblos sobre que era la diferencia se quedaron todavía y están en posesion y debajo del señorío de Portugal.

CAPITULO XII.

De los principios del reinado de don Alonso el Onceno,
rey de Castilla.

Por la muerte del rey don Fernando se siguieron en Castilla grandes torbellinos de tempestades y discordias civiles, como era forzoso, por ser el Rey niño, que no tenia mas de un año y veinte y seis dias; lo mismo que estar el reino sin reparo y sin gobernalle. Este es el inconveniente que resulta de heredarse los reinos; mas que se recompensa con otros muchos bienes y provechos que dello nacen, como lo persuaden personas muy doctas y sabias, si con razones aparentes ó con verdad, aquí no lo disputamos. Luego que falleció el Rey, alzaron á don Alonso, su hijo, por rey de Castilla á instancia y por diligencia del infante don Pedro, su tio, que estaba en Jaen, donde acudió luego que Alcaudete se entregó. Alzáronse allí los estandartes reales por el nuevo Rey, como es de costumbre, y el Infante por lo que hizo movido por la obligacion y fidelidad que debia, adelante fué mas amado de todos, y las voluntades del pueblo le quedaron mas aficionadas. El niño Rey estaba á la sazon en Avila; nombraron por su aya para crialle y dotrinalle á Vataza, una señora nobilísima, nieta de Teodoro Lascaro, emperador que fué de Grecia, que vino de Portugal en compañía de la reina doña Costanza y por su aya. Volvió adelante á Portugal; allí murió; yace en la iglesia mayor de Coimbra con su letrero que así lo reza. La reina doña María, abuela del niño, residia en Valladolid retirada del gobierno, sea por voluntad, sea por habérsele quitado. La reina doña Costanza, que acompañó á su marido cuan

do fué á la guerra, se hallaba en Mártos cargada de tristeza, luto y lágrimas, como la que perdió su marido en la flor de su mocedad, y no sabia lo que sucedería para adelante. El infante don Juan era ido á Valencia, don Juan de Lara á Portugal; el uno y el otro en desgracia del rey don Fernando por desgustos que sucedieron poco antes de su muerte. Era forzoso proveer quien ayudase á la tieṛna edad del Rey y de presente gobernase las cosas; persona que fuese señalada en valor y nobleza. Muchos se entremetian sin ser llamados. Era negocio peligroso anteponer uno á los demás. La desordenada codicia de mandar salia de madre por no señalarse alguno á quien los demás tuviesen respeto; muchos no tenian vergüenza ni temor ni cuenta con las cosas divinas ni con las humanas, á trueco de salir con su pretension. Don Alonso, señor de Molina, bermano de la reina doña María, el infante don Felipe, tio del Rey, y don Juan Manuel echaban sus redes para apoderarse del gobierno, bien que secretamente y con modestia. Los infantes tio y sobrino, es á saber, don Juan y don Pedro, mas á la rasa. Don Pedro iba mas adelante, así por ser el deudo mas cercano del Rey como por la aficion que todos le tenian. Don Juan por su edad era mas á propósito, si no fuera de condicion inquieta y mudable, tanto, que á muchos parecia nació solamente para revolver el reino. No se via amor ni lealtad; el deseo de acrecentar cada cual su estado les tenia ocupadas las voluntades. Las reinas, por ser mujeres, no eran bastantes para cosas tan graves, bien que todos entendian su autoridad y favor seria de gran momento á cualquiera parte que se arrimasen, dado que no se concertaban entre sí, como nuera y suegra. Las cosas del Andalucía quedaron á cargo del infante don Pedro, hizo paces con el rey Moro, que á entrambas partes estuvieron bien, en especial que el Infante no podia atender á la guerra por estar ocupado en sus pretensiones. Por otra parte, Farraquen, señor de Málaga, procuraba vengar la cruel muerte del rey Alhamar, tanto confiado en sus fuerzas cuanto en la mala satisfaccion que los moros tenian con su Rey, así por otras causas como por la muerte que diera á su hermano. Asentada pues esta confederacion, el infante don Pedro

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la reina doña Costanza comunicaron entre sí en qué forma se gobernaria el reino y sobre la crianza del Rey. Acordaron de ir luego á Avila con esperanza que los ciudadanos no les negarian su demanda, y si hiciesen resistencia, valerse contra ellos de las armas. Por otra parte, don Juan, tio del rey don Fernando, y don Juan de Lara hicieron entre sí liga. La semejanza de las costumbres y el peligro que ambos corrian los hacian conformes en las voluntades. Procuraban pues con todo cuidado y diligencia de traer á su bando á la reina dona María con esperanzas que le darian á criar su nieto. Don Juan de Lara fué el primero que llegó á Avila, pero no pudo haber á las manos al Rey, porque el obispo don Sancho le metió dentro de la iglesia mayor, y allí se hizo fuerte con él y le defendió. Vinieron luego don Pedro y la reina doña Costanza; sucedióles lo mismo que á don Juan de Lara. Tratóse de medios; acordaron que el Rey no se entregase á ninguna de las partes, si primero en Cortes no se acordase á quién se debia de entregar. Sobre que esto así se cumpliria, todos los ciudadanos de Avila se hermanaron. Dió este consejo don Juan de

Lara con esperanza de excluir al infante don Pedro. HIciéronse Cortes del reino en Palencia á la entrada de la primavera. Torpes sobornos, grandes cautelas y trazas. Los que mejor sentian nombraban á don Pedro y á la reina doña María, su madre, que mucho inclinaba en favor de su hijo para el gobierno del reino. Otros anteponian á don Juan y á la reina doña Costanza, que por mañas del bando contrario estaba ya encontrada con el infante don Pedro. De aquí nació ocasion de nuevos alborotos. Los grandes y las ciudades andaban muy desconformes, y cada cual seguia diverso parecer, y por un gobierno tenian dos; triste y miserable estado. Don Pedro, confiado en su poder, y en la benevolencia y favor que el vulgo le mostraba y en la ayuda que de fuera le podria venir, hizo avenencia con don Juan Manuel desta manera que si salia con la empresa le dejaria el gobierno de los reinos de Toledo y de Murcia; así se ponia en almoneda el mando, y la majestad del reino era tenida por cosa de burla. Fuése á ver con el rey de Aragon, su suegro, á Calatayud al principio del año de 1313. Cuéntale por extenso los engaños de los contrarios, sus cautelas y mañas y el peligro si esta disension pasaba adelante, que forzosamente pararia en guerra perjudicial; que debía moverse por su justa demanda y favorecer á su yerno, mayormente en cosa tan puesta en razon. Así, de consentimiento de los dos despacharon á Miguel Arbe por embajador al rey de Portugal, por ver si con su autoridad se refrenasen las pretensiones de los revoltosos y pudiesen hacer que el gobierno del reino quedase en poder del infante don Pedro, y que á la reina doña Costanza se le encargase el cuidado de criar su hijo, que desta forma les parecia se satisfacia á las partes. Los ciudadanos de Avila, que eran tanta parte en este negocio, no se llegaban con calor á ninguna de las partes; á ambas henchian de esperanzas unas veces, otras amenazaban con miedos. Finalmente, vinieron á seguir el partido de don Pedro y de la reina doña María, su madre. Esto agradó á los mas principales de la ciudad y al pueblo, con tal condicion que no sacasen al Rey de la ciudad. En este tiempo Azar, rey de Granada, fué forzado á retirarse dentro del Alhambra por miedo de los ciudadanos que se rebelaron contra él. Ismael, hijo de Farraquen, fué el autor desta rebelion y el capitan. El infante don Pedro, que se hallaba en Sevilla, movido de la injuria que se hacia al rey de Granada, su aliado, y del peligro que corria, pospuesto todo lo al, determinó de ir allá. Llegó tarde, ya que las cosas estaban perdidas, porque Azar vino á concierto con su enemigo, en que hizo dejacion del reino y del nombre de rey, con retencion de Guadix para su habitacion, ciudad puesta en los deleitosos campos y bosques de los túrdulos, pueblos antiguos de España. Verdad es que el Infante, ya que no le pudo favorecer en tiempo, procuró vengalle, porque tomó á los moros un castillo muy fuerte en la comarca de Granada, llamado Rute; hizo otrosi grandes correrías por toda aquella campaña. Habia reinado Azar cuatro años y siete meses cuando fué despojado de aquel estado, mas dichoso y mas modesto en el tiempo que reinó su hermano que en el que él mismo tuvo el mando. Sucedióle su competidor Ismael, hijo de su herma na y de Farraquen. Con la toma de Rute el crédito del infante don Pedro se aumentó mucho, y ganó grande

mente las voluntades de todos por acabar en tres dias con lo que los reyes pasados no pudieron salir, que era ganar aquella fuerza, que muchas veces acometieron á tomar. No pasó adelante en la guerra de los moros por las revueltas que dentro del reino andaban, á que era forzoso acudir, sin cuidar mucho de las cosas de fuera. Los grandes del reino y los procuradores de las ciudades se juntaron en el monasterio de Sahagun por ver si podrian concordar aquellos debates. Durante la congregacion y junta la reina doña Costanza por el mes de noviembre pasó desta vida. Fué gran parte para su muerte la pesadumbre que tenia de ver á su hijo fuera de su poder y la necesidad y pobreza que padecia, tan grande, que para pagar sus deudas y el gasto de su casa aun el oro y joyas que tenía para su persona no bastaban, como ella misma lo declaró en el testamento que otorgó á la hora de su muerte. La falta de la reina dona Costanza obró que se pudieron encaminar mejor los negocios á causa que el infante don Juan, desamparado que se vió deste arrimo, acudió á la reina doña María y á su hijo el infante don Pedro. Concertáronse en esta forma: que la crianza del Rey estuviese á cargo de la Reina, su abuela; los Infantes gobernasen el reino, cada cual en aquella parte y aquellas ciudades que le siguieron en las Cortes que poco antes se tuvieran en la ciudad de Palencia; manera de gobierno bien extraordinaria y sujeta á grandes inconvenientes; pero era forzoso conformarse con el tiempo y llegar hasta lo que las cosas daban lugar. Al Rey llevaron á Toro, ciudad muy apacible y de cielo muy saludable. Lo que principalmente pretendieron fué sacalle de poder de los de Avila y vengarse de las afrentas que á todos antes hicieron. Corria á esta sazon el año de 1314 cuando en el reino de Toledo se despertaron nuevos alborotos y bandos, y aun donde quiera se cometian mil maldades, robos, fuerzas y muertes; grande era la avenida de miserias, sin que hobiese fuerzas bastantes para atajar tantos daños. Acordaron buscar otra mejor manera de gobierno; juntaron Cortes en Búrgos, en que se determinó que el gobierno supremo del reino estuviese en poder del Consejo Real, al cual se suele apelar de todos los tribunales con las mil y quinientas que ha de pagar el que apela en caso que sea condenado. Ordenaron otrosí que el Consejo siguiese siempre la Corte do quiera que el Rey y la Reina estuviesen. Que los dos Infantes determinasen los negocios de menor cuantía, sin dalles facultad para enajenar las rentas reales, ni poder nombrar otro en su lugar, caso que alguno de los tres Infantes y Reina falleciese. A la misma sazon fallecieron de su enfermedad tres grandes personajes, es á saber, don Pedro, hermano de la Reina, que murió poco antes deste tiempo, y don Tello, su hijo, que venia á gran priesa para hallarse en las Cortes. En las mismas Cortes falleció sin hijos don Juan Nuñez de Lara, mayordomo que á la sazon era de la casa real. El cargo por su muerte se proveyó á don Alonso, hijo del infante don Juan. Tenia don Juan Nuñez de Lara una hermana, por nombre doña Juana, que casó con don Fernando de la Cerda; deste matrimonio nacieron dos hijos, que fueron doña Blanca y don Juan de Lara, que tomó este apellido porque finalmente heredó el estado de la casa de Lara. Esto en Castilla. El rey de Aragon por el mes de noviembre envió á Alemaña á doña Isabel, su hija,

que tenia concertada con Federico, duque de Austria, para que se efectuase el casamiento, al cual á la sazon los tres electores, el de Colonia, el de Sajonia y el Palatino nombraran por rey de romanos; los otros tres electores señalaron á Ludovico, bávaro; á estos se llegó Winceslao, rey de Bohemia. Por donde este partido pareció tener mejor derecho, por lo menos tuvo mas dicha; en una batalla que se dió de poder á poder, venció y prendió á su competidor. Mas este Ludovico se hizo adelante muy aborrecible por perseguir á los pontífices romanos, y en prosecucion desto elegir un nuevo y falso papa, de que resultaron grandes males.

CAPITULO XIII.

Del principio que tuvieron los turcos.

Tenia por este tiempo el imperio de Grecia Andrónico, hijo de Miguel Paleólogo, hombre impío y mal cristiano, ca renunció la santa fe católica romana que los griegos de comun consentimiento recibieran los años pasados. Pasó en esto tan adelante, que publicó á su padre por descomulgado, y no permitió que á su cuerpo diesen sepultura y le hiciesen las honras acostumbradas. Tal fué el principio que dió á su imperio, desdíchado y desgraciado. El odio que con los romanos tenian era tan grande, que no eran tenidos por legítimos los matrimonios que se hacian entre griegos y latinos, si la una de las partes no renunciaba la creencia de sus antepasados. Muchos por ser católicos, que era tenido por el mas grave delito, hacia condenar por herejes. Fué castigo del cielo que en este mismo tiempo los turcos comenzaron & tener nombre; gente hasta entonces no conocida, adelante muy encumbrada por nuestras pérdidas y daños, que dellos se han recibido muy grandes y ordinarios, mas por el descuido de los príncipes, que pudieran al principio atajar el fuego, que por su valor y industria. En aquella parte de Scitia por do corre el rio Volga tuvo antiguamente esta gente su asiento. De allí un gran número se derramó en las partes de Euroel año del Señor de 760. Tuvieron una batalla con los húngaros, gente entonces muy poderosa, en la cual, como quedasen muy maltratados, se retiraron á Asia convidados de la fertilidad de la tierra y del poco valor de los naturales, calos deleites y regalo los tenian muy estragados. En aquella tierra los turcos se hicieron fuertes en las montañas, con cuya aspereza mas que con las armas se mantuvieron largo tiempo. Su nombre no era muy conocido ni tuvieron caudillo muy señalado. Sustentábanse de robos y correrías; en las guerras asentaban al sueldo de la parte que les hacia mejor partido, cuando los príncipes comarcanos los convidaban para ayudarse dellos, en especial acudian al soldan de Egipto. Fuera muy fácil deshacellos, si alguno tuviera celo del bien comun; pero lo pasado mas se puede llorar que emendar. En la guerra de la TierraSanta que emprendió Jofre de Bullon, principe señalado en valor y religion, comenzaron los turcos á ganar alguna fama por las rotas que dieron y recibieron muchas veces que con los fieles vinieron á las manos. Estaban divididos debajo de muchos señores y caudillos hasta tanto que en tiempo del emperador Andrónico un cierto Otoman, hijo de Zico, hombre, bien que de baja suerte, de grandes fuerzas y ánimo, con dar la

pa

muerte á muchos de aquellos señores y maltratar á otros, se hizo señor de todos los turcos, que andaban desparcidos á manera de alarbes. Este fué el primer fundador del imperio de los turcos, tan extendido en nuestro tiempo, y de quien la familia de los Otomanos tomó este apellido. Deste por continua sucesion traen su descendencia aquellos emperadores, en que los hijos muchas veces han heredado el estado de los padres, por lo menos los hermanos se han sucedido uno á otro, como se ve por el árbol de su genealogía, que pareció poner en este lugar. Otoman tuvo un hijo que le sucedió en el imperio, por nombre Orcanes, al cual sucedió su hijo Amurates; á este Bayacete, su hijo, muy nombrado por la jornada que tuvo con el Taborlan y por su grande desgracia, que fué vencido y preso en aquella batalla. Bayacete tuvo un hijo, por nombre Calapino, que le sucedió, y á Calapino dos hijos suyos, uno en pos de otro, que se llamaron el primero Moisés, el segundo Mahomad; hijo deste Maliomad fué Amurates, aquel que, cansado de las cosas del mundo, renunció el imperio y se retiró á hacer vida sosegada en lo mejor de su edad y cuando su imperio llegaba á la cumbre, cosa que le dió mas nombradía que todas las otras hazañas que acabó, bien que fueron muy grandes; bienaventurado si por la verdadera y católica religion menospreciara las riquezas y grandeza de aquel estado. En lugar de Amurates fué puesto su hijo Mahomad, el que, pasados mas de cien años adelante deste en que vamos, se apoderó por fuerza de armas de la gran ciudad de Constantinopla. A Maliomad sucedió Bayacete; luego Selim; tras este Soliman; despues otro Selim; últimamente Amurates, y otro Selim, y al presente Mahomad, abuelo, padre y hijo que por su órden heredaron aquel imperio. Desta manera y por estos grados y de tan flacos principios se ha extendido el imperio de los turcos, acrecentado y engrandecido por descuido y poquedad de los nuestros, mayormente por las discordias que entre sí han tenido, sin saberse conformar ni juntar las fuerzas contra el comun enemigo de la cristiandad.

CAPITULO XIV.

Que los catalanes acometieron el imperio de Grecia. Luego que los turcos se hobieron enseñoreado de gran parte de la Asia Menor, comenzaron á poner sus pensamientos en lo de Europa y en la Romania, que antiguamente se llamó Tracia. Enfrenólos por algun tiempo y reprimió sus intentos el estrecho del mar, aledaño destas dos provincias; que por lo demás los griegos estaban tan sin fuerzas y ánimo, que fácilmente pudieran salir con su pretension; los regalos y deportes de todas suertes tenian abatido el valor de aquella gente. En la paz eran revoltosos, blasonaban largo; pero para la guerra eran muy flacos, propias condiciones de gente cobarde. Considerado pues el gran peligro que las cosas corrian, el emperador Andrónico determinó de ampararse á sí y á su imperio y valerse de ayudas y socorros de fuera. Los catalanes, despues que se asentó en Sicilia la paz entre los príncipes, segun arriba queda contado, por no sufrir el reposo como gente acostumbrada á andar siempre en la guerra, dieron en ser cosarios por el mar, y en esto se ejercitaban. Fué

llamado de Grecia Rugier de Brindez, el principal capitan de los catalanes, debajo de grandes promesas que aquel Emperador le hizo. Era este varon muy insigne en el arte militar, y que tenia adquirida grau fama por sus grandes proezas. Traia su orígen de Alemania, su padre Ricardo Floro, familiar y continuo del emperador Federico; tuvo en Brindez muchas posesiones, y en servicio de Coradino fué muerto en la batalla de Manfredonia. Su hijo fué primero caballero de la órden de los templarios, despues sirvió á don Fadrique, rey de Sicilia, en las guerras pasadas, en que mostró su esfuerzo y valentía en muchas ocasiones, y ganó fama y gloria de guerrero, y su nombre fué conocido aun acerca de los extranjeros. Con licencia pues de su Rey fué al llamado de los griegos á Constantinopla con una armada de treinta y ocho velas, en que se contaban diez y ocho galeras, mil y quinientos caballos y hasta cuatro mil infantes; pequeño ejército para tan grande empresa; pero todos eran de extremado valor, soldados viejos de grande experiencia y los que mantuvieron todo el peso de la guerra de Sicilia y ganaron tantas victorias. Llegada que fué esta armada á Constantinopla, dieron á Rugier por mujer una hija del emperador de Zaura y de una hermana de Andrónico y el primer lu gar yautoridad despues del Emperador; añadiéronle á esto título y nombre de Gran Capitan, que llamaban Megaduque. Con estos halagos ganaron las voluntades de los catalanes, encendieron sus ánimos en deseo de verse ya con los enemigos, pasaron con su armada lo mas cercano de la Asia. En la primera batalla que dieron pasaron á cuchillo tres mil hombres de á caballo de los turcos y diez mil infantes. Tras esto en la Frigia, y en le Meonia, donde se adelantaron, tuvieron otro encuentro con los turcos junto á Filadelfia, ciudad señalada por el rio Pactolo que con hermosas y deleitables riberas la riega; sucedióles tan prósperamente como en la batalla pasada; no fué menor el estrago y matanza de los enemigos. Finalmente, junto á Dania, ciudad de la provincia de Cilicia, no léjos de la nombrada Efeso, en el estrecho del monte Tauro, que llaman Puerta de Hierro, trabaron una batalla con los turcos con el mismo esfuerzo y ventura. Estas victorias de presente muy señaladas para adelante fueron muy provechosas, porque se mejoraron de armas, de caballos y dineros, de que se hallaban necesitados. La fama que ganaron fué grande, tanto, que los naturales cobraron esperanza de destruir por su medio aquella nacion de turcos y poner la cristiana en su libertad. Verdad es que á mala coyuntura falleció el suegro de Rugier, por cuya muerte los hijos del difunto fueron despojados del estado de su padre por un tio suyo, que se apoderó injustamente por fuerza de aquel imperio. Esto puso en necesidad á Rugier de dar la vuelta, mayormente que el emperador Andrónico le mandaba tornar. Con su venida en breve sosegó aquella tempestad muy á su gusto; para esto y para todo el progreso de la guerra hizo mucho al caso Berenguel Entenza, caballero catalan, el cual, sabido lo que en levante pasaba, acudió con trecientos hombres de á caballo y mil infantes, toda gente escogida. Diéronle luego títulos de Gran Capitan y á Rugier nombre de César, que era la dignidad de mayor autoridad en tiempo de paz y de guerra que en aquel imperio se podia dar despues del mismo Emperador; tan grande,

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