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cometer todo género de maldades, muertes, robos y latrocinios; miserable avenida de calamidades. Los mas poderosos atropellaban á los pequeños. Los que regian la república y la gente principal usurpaban para sí las rentas y patrimonio real; infame latrocinio y torpísimo robo. Finalmente, ningun género de desventura se puede pensar que no padeciese aquella provincia. Don Fernando de la Cerda tenia pocas fuerzas y era tenido de todos por sospechoso, y por las antiguas competencias del reino no hacian cuenta dél; determinó de allegarse á don Juan, señor de Vizcaya. A los 1320 años iban las cosas por esta órden en Castilla. Este año se consagró en la ciudad de Lérida don Juan, hijo del rey de Aragon, en arzobispo de Toledo, con grande alegría de ambos reinos, grandes esperanzas y grande aplauso por pronosticar que aquel pontificado seria próspero, justo y dichoso. La reina doña María todavía no dejaba de recelarse que la venida de un príncipe como aquel podria enconar mas los ánimos de su gente que sanallos. Estas sospechas cesaron con las cartas que el Papa envió á la reina doña María, y se le quitó del todo aquel miedo, porque la prometia que todo estaria sosegado y muy en su favor. Con los prelados de Aragon tuvo el nuevo Arzobispo grandes diferencias sobre la preeminencia de la iglesia de Toledo. Llevaba su cruz delante, que es prerogativa de aquella dignidad. Esto pretendia él selle concedido como á primado de las Españas, así por derecho y costumbre antigua como por nueva confirmacion y privilegio de los sumos pontifices. Los prelados de Tarragona y de Zaragoza que se hallaron á su consagracion lo contradecian. Alegaban que estaba este negocio en litispendencia, y aun no por sentencia determinado. Andando en éstos debates, como quiera que el arzobispo de Toledo no mudase de propósito, determinado de conservar la dignidad de su iglesia y confiado en el favor de su padre, el obispo de Zaragoza, donde entonces hacia el rey de Aragon Cortes de su reino y estos prelados acudieron, pronunció contra el de Toledo sentencia de excomunion; mandó cerrar todas las iglesias y puso entredicho público; increible osadía, confianza singular. El color que se tomó fué una constitucion que hicieron los prelados de aqueIla corona los años pasados, en que, so pena de descomunion, se mandaba ningun prelado en provincia njena llevase cruz delante; este era el color y la capa para aquella determinacion. Grande fué el enojo que desto recibió el rey de Aragon por ver á su hijo maltratado dentro de su reino y delante de sus ojos. Envió sobre ello cartas al sumo Pontifice llenas de acedia y de mil amenazas; segun la saña hiciera algun sentimiento si los suyos no le metieran por camino con decir que en aquello se trataba de la dignidad de sus iglesias reino, y que no era justo, por favorecer un particular negocio de su hijo, defraudase y atropellase los públicos. Con esto parece que se amansó el furor que en su ánimo tenia concebido. La respuesta que dió el sumo Pontífice fué ambigua, con que tuvo suspensas entrambas las partes; porque de tal manera reprehendia el atrevimiento que el de Zaragoza tuvo y mandó reponer lo hecho, que ordenó otrosí fuese absuelto el arzobispo de Toledo de la descomunion, por si acaso fué justa. Partido el nuevo Prelado de Aragon y llegado á Toledo, de tal manera se hobo con don Juan Manuel, su cuña

do, casado con su hermana mayor doña Costanza, que el recelo que tenian no le favoreciese demasiadamente de todo punto se quitó. De primera llegada no quiso que en su arzobispado cobrase las rentas reales, cuya administracion él pretendia pertenecelle, de donde resultó entre ellos un odio, inmortal. A la misma sazon los navarros, que todavía estaban sujetos á Francia, fueron muy maltratados en Vizcaya. Falleció Filipe el Largo, rey de Francia, á 2 de junio, año de 1321 sin dejar sucesion; heredó el reino su hermano Cárlos, por sobrenombre el Hermoso, que fué igual á sus hermanos en valor; en la liberalidad, fortaleza y apostura sin par. En tiempo deste Rey los vizcaínos de rebato se apoderaron del castillo de Gorricia, que cae en aquella parte que llaman Guipúzcoa. Pretendian que aquel cas tillo era suyo y que los navarros le poseian á sinrazon. Acudieron de Navarra sesenta mil hombres, si los números ó la fama no están errados, llegaron á los 19 de setiembre á Beotivara. Los vizcaínos hasta ochocientos en número, como quier que se apoderasen de las estrechuras y hoces de aquellos montes, dende con galgas y cubas llenas de piedras que dejaban rodar sobre los navarros los maltrataron de manera, que los desbarataron y hicieron huir con muerte de mas gente que se pudiera pensar de número tan pequeño, demás que cautivaron á muchos. Caudillo de los vizcaínos era Gil Oñiz, de los navarros Ponce Morentaina, francés de nacion y gobernador de Navarra por el rey de Francia. Dan muestra que esta victoria fué de las mas señaladas de aquel tiempo las coplas que hasta hoy dia se cantan y los romances en las dos lenguas castellana y vizcaína compuestos en esta razon. El Papa envió por su legado á Castilla al cardenal Guillelmo, bayonense, obispo sabino, por ver si con su diligencia y con la autoridad. pontificia se pudiera poner fin á tantos males. Procuró el Legado se juntasen Cortes en la ciudad de Palencia en el mismo tiempo que la reina doña María, amparo que fué de todo en tiempo de tres reyes y honra de Castilla, cargada de años, falta de salud, llena de congojas por los trabajos tan grandes como se padecian, de una enfermedad que le sobrevino en Valladolid pasó desta vida, 1.o de junio, año de 1322. Muestras de su piedad y religion son el monasterio de las Huelgas, que á su costa fundó en aquella ciudad y ennobleció, do ella misma se mandó enterrar, y otros dos monasterios que fundó, uno en Búrgos, y otro en Toro, sin otros que hizo en diversas partes del reino. Las Cortes de Palencia no parece fueron de efecto. Juntáronse por mandado del legado Guillelmo los obispos de toda Castilla en Valladolid para tener un concilio, que fué muy señalado. En él, á 2 dias del mes de agosto, se promulgaron muchas constituciones saludables; entre otras, descomulga á todos aquellos que en tiempo de Cuaresma 6 de las Cuatro Témporas comieren carne y á los que en tales dias la vendieren públicamente; que mientras se celebran los divinos oficios, los que no fueren cristianos no se puedan hallar presentes; pero si los tales se bautizaren, puedan ser ordenados y tener beneficios para remedio de su pobreza; repruébase la purgacion vulgar de que se usaba de ordinario en España. Demás desto, hasta hoy dia se conservan las constituciones que por el mismo tiempo estableció el arzobispo de Toledo don Juan, en que, entre otras cosas, se manda que si

los judíos y moros no se salieren de las iglesias al tiempo que se celebran los divinos oficios, no se pase adelante; que el dinero que se recogiere de la Cruzada se le entregue al Prelado para efecto de emplealle en la redempcion de cautivos y remedio de los pobres; que los sacerdotes digan misa por lo menos cuatro veces al año, y que no la digan sin primero rezar los maitines; que los bienes adquiridos por via de la Iglesia no se puedan dar ni mandar á los bijos, dado que sean habidos de legítimo matrimonio. ¿Quién dice que los sacerdotes yobispos son señores destos bienes y que los pueden dispensar á su voluntad y albedrío? El mismo año el rey de Granada Ismael fué muerto en el Alhambra por los suyos, que se hermanaron contra él; cabeza de los matadores fué el señor de Algecira y Ozmin participante, por estar el uno y el otro muy indignados desde el tiempo que tomaron á Mártos, á causa que al señor de Algecira quitó una cautiva muy hermosa, y á Ozmin mataron un sobrino que él mucho queria en aquel combate. Apenas se sabia la muerte deste Rey cuando Mahomad, su hijo, de edad de doce años, fué puesto en una silla y en hombros llevado por todas las calles de la ciudad y saludado por rey. El gobernador de la ciudad con esta presteza dió muestra de su amor y fidelidad, y hizo que los contrarios quedaron atónitos, como acontece cuando toman al pueblo de sobresalto; que si no hobiera ganado por la mano, los conjurados pensaban poner rey á su voluntad; mas con esta presteza fueron forzados á salirse de la ciudad, y por miedo de ser castigados se desterraron y esparcieron, unos á una parte, y otros á,otra.

CAPITULO XVIII.

Que el rey don Alonso el Onceno de Castilla se encargó
del gobierno de su reino.

Por la muerte de la reina doña María se doblaron los trabajos, todo era alborotos, muertes y robos. La esperanza de remedio tenian todos puesta en el Rey, si ilegase á edad de poder gobernar. En aquella su edad daba ya tales muestras, que parecia seria príncipe muy señalado; los hombres fácilmente favorecen á sus deseos y de buena gana creeu lo que querrian. Como llegase pues á edad de quince años, acordó en Valladolid encargarse del gobierno; aunque la edad era flaca para tan grande carga, las cosas no daban lugar á mayor tardanza. Era prudente mas que conforme á su edad; los vasallos, por la natural aficion que tienen á sus reyes, deseaban grandemente que este negocio se apresurase. En particular Garci Laso de la Vega y Alvar Nuñez Osorio, caballeros de mucha prudencia, por la larga experiencia que tenian y por su grande ingenio y maña, procuraban adelantarse en la gracia y favor del Rey con intento de alcanzar perdon de los desafueros que en la larga vacante se habian cometido, de acrecentar sus estados y tambien de ayudar al comun. Recibiólos en su casa, y comenzó á dalles tanta cabida, que en gran parte se gobernaba por su consejo. Con los dos se juntó otro tercero, es á saber, un Juzef, judío, natural de Ecija; despues destos dos caballeros tenia el primer lugar en privanza por ser hombre muy rico y como cabeza de los alcabaleros y arrendadores. Sabia muy bien los caminos de allegar dinero, cosa muy á propósito

en aquella apretura, y aun que siempre suele ser ocasion de hacer á hombres semejantes muy agradables á los príncipes. Despachó el Rey sus cartas para los gobernadores del reino, que acudieron con mucha presteza á Valladolid, cada cual con intento de adelantarse y ser el primero en ganalle la voluntad con servicios acomodados al tiempo, bien que los corazones no estaban muy llanos, como se echó luego de ver; porque, quedando solo el infante don Filipe con el Rey, don Juan Manuel y don Juan el Tuerto sin pedir licencia se salieron de la corte. Mostrábanse muy desabridos con color que traian al Rey engañado con malos consejos. Para prevenirse juntaron sus fuerzas contra todo lo que les podia suceder. Hicieron solemne juramento y pleitesía entre sí en esta razon en Cigales; y para que esta confederacion fuese mas firme, se trató de casar á don Juan, señor de Vizcaya, á la sazon viudo por muerte de su primera mujer, con doña Costanza, hija de su compañero don Juan Manuel. La manera con que entre los grandes de Castilla se hacia esta pleitesía antiguamente era esta. Leidas las capitulaciones de la confederacion, uno de los caballeros que se hallaban al concierto, en nombre de los concertados decia estas palabras: «Juro por Dios omnipotente y por su gloriosísima Madre que todo lo que se ha declarado por su órden en el instrumento y escritura pública que se ha leido lo cumplirémos cada uno de nos sin intervenir en ello fraude ni engaño. Que no irémos el uno sin el otro contra nuestros enemigos, ni contravendrémos en alguna guisa á lo que aquí se ha establecido. El que primero á sabiendas lo quebrantare, en aquel mismo dia vos, Dios todopoderoso, le quitad en este mundo la vida, y en el otro atormentad su ánima con crueles y eternas penas; haced que le falten las fuerzas y las palabras, y en la batalla el caballo, las armas, las espuelas y sus vasallos cuando mas lo hobiere menester.» Dicho esto, los que estaban presentes respondian Amen. Otras veces se dividia una hostia consagrada en dos partes, y á cada uno dellos se daba la mitad, y luego se añadian los juramentos y maldiciones. Esta era la mas célebre solemnidad y rito para hacer amistades y alianzas entre los grandes y caballeros, que se guardó por largos años. Tenia puestos en gran cuidado á todos los cortesanos y criados del Rey la avenencia destos dos principes; temian que della podrian recrecerse nuevas guerras, quisieran desbaratalla. Buscaban para ello alguna ocasion; parecióles la mejor que el Rey pidiese á don Juan Manuel su hija doña Costanza por mujer. Suelen los príncipes procurar antes el provecho que tener cuenta con su palabra ni con el deber, y allí vuelven la proa de su pensamiento donde mas esperanza se muestra de interés, sin tener cuenta con lo que dellos publicará la fama. Don Juan Manuel con esto se fué secretamente á Peñafiel, villa de su estado, y se entregó todo al Rey, y su hija, puesto que no era de edad para casarse, la puso en su poder. El otro don Juan, muy triste por salille vana su esperanza y verse cogido con sus mismas mañas, determinó de procurar el casamiento de doña Blanca, hija del infante don Pedro, que murió en la guerra de Granada, convidado por la gran dote que tenia, porque era señora de Almazan y Alcocer y las demás villas á la redonda que caen á la raya de Aragon, muy á propósito para las

causadas de los aires malsanos de aquella tierra. De que resultó al infante don Pedro esperanza, si su hermano don Alonso falleciese, excluidos sus hijos, de suceder en aquel reino. Ayudaba para esto el fresco ejemplo de Castilla, el favor de muchos grandes que á porfia se le ofrecian, que fué causa de apresurar las paces con los pisanos. Asentáronse por el mes de junio, año de 1324, con estas capitulaciones: que los cautivos de una y de otra parte fuesen puestos en libertad; volviese el trato y comercio acostumbrado en aquellas naciones; por los pisanos quedase el castillo de Caller con los pueblos y territorio á él sujeto; todo lo demás de la isla fuese de los aragoneses. Hecho este concierto y tomada la posesion de la isla, el infante don Alonso, vuelto á España, negoció con su padre que declarase por herederos á sus hijos, caso que él faltase y falle

novedades que él maquinaba. Para estorbar estas pretensiones persuadieron al Rey que despojase á dona Blanca del estado de su padre y de todas sus riquezas. Todas las grandes hazañas tienen mezcla de agravios; pero dícese que las injurias que se hacen á los particulures se recompensan con el público provecho. El principal autor desto fué Garci Laso para mostrarse muy aficionado del Rey con dalle un consejo tan atroz, olvidado de los beneficios y mercedes que del infante don Pedro recibió. Rara es la fe y amistad con los muertos. Don Juan Manuel, vuelto en gracia del Rey, trazaba cómo vengarse del arzobispo de Toledo y armalle alguna celada. Fué así, que el Rey pidió cuenta al arzobispo de Toledo de las rentas y tributos reales; él agravióse mucho desto por entender se encaminaba todo por engaño de su émulo. Dió su satisfaccion al Rey de todo lo por él hecho y las causas que á ello le movie-ciese, para quitar debates, y los antepusiese al infante ron. Hecho esto, y vuelto á don Juan Manuel, que acaso se halló presente, le maltrató con palabras muy injuriosas; dijéronse el uno al otro grandes baldones y vituperios, segun que la cólera y enojo les atizaba. Apaciguóse por entonces aquella cuestion; y don Juan Manuel, por la preeminencia y autoridad que acerca del Rey tenia, para vengar su afrenta persuadió al Rey que hiciese muchas cosas á disgusto del Arzobispo, en particular que le quitase el cargo de chanciller mayor, que despues de la persona real era el supremo magistrado y honra, y dende tiempo antiguo se daba siempre á los arzobispos de Toledo. No pudo sufrir esta afrenta su ánimo, poco acostumbrado á recebir injurias; y así, mal enojado se partió de la corte y se salió de Castilla, y por medio del Rey, su padre, alcanzó que le mudasen á la iglesia de Tarragona con nombre de patriarca de Alejandría, dignidad de solo apellido. Don Jimeno de Luna era arzobispo de Tarragona; permutaron las iglesias, que fué trueco muy desigual. Con tanto, don Jimeno comenzó á ser arzobispo de Toledo como cuatro años adelante del en que vamos. Garci Laso tuvo cargo de chanciller. Dende allí comenzó á caer aquel oficio y preeminencia y escurecerse con los bajos ministros á quien se daba. En nuestro tiempo ha venido á disminuirse aquella autoridad y casi á no servir mas que de nombre. Duró mucho tiempo aun despues desto, que ó los arzobispos mismos hacian aquel oficio, ó por lo menos nombraban otro en su lugar que le ejercitase, hasto tanto que en tiempo del rey don Pedro por su mucha severidad se desbarató todo esto, y á los dichos arzobispos en adelante solo quedó el título de chanciller mayor de Castilla. El arzobispo don Juan, entre otras cosas buenas que estableció en Toledo, fué una que el 'número de trece pobres que todos los dias se sustentaban en las casas arzobispales los llegó á treinta, como hoy se guarda. Esto pasaba en Castilla este año y algunos adelante. El rey de Aragon, conforme á lo que el

papa Bonifacio le concedió, pretendia apoderarse de Ja isla de Cerdeña, que poseia el comun de Pisa sin derecho bastante, en menoscabo de la Iglesia romana, debajo de cuyo amparo de largo tiempo atrás estuvo aquella isla. Envió para este efecto una gruesa armada debajo la conducta de don Alonso, su hijo, que en espacio de dos años la sujetó, y en diversas batallas y encuentros venció siempre á los pisanos. Verdad es que gran parte de los aragoneses pereció de enfermedades,

don Pedro, su hermano. Hízose así, y en Zaragoza, donde se juntaron Cortes del reino, los Infantes fueron jurados por herederos de su abuelo, puesto que su padre muriese antes dél; así varian y se alteran las cons◄ tituciones y opiniones de los hombres. El año siguiente de 1325, lúnes, á 7 de enero, falleció en Santaren Dionisio, rey de Portugal, príncipe muy señalado, así por el mucho tiempo que reinó, es á saber, cuarenta y cinco años, nueve meses y cinco dias, como por la grandeza de su ánimo y por la felicidad que siempre tuvo; solo las discordias de su casa y debates que hobo entre pa◄ dre y hijo en su postrimería aguaron este contento. Su cuerpo enterraron en el monasterio de San Bernardo, legua y media de Lisboa, que él mismo fundó á su costa, en que se muestra su piedad y religion; la liberalidad y magnificencia se entienden por muchos pueblos que edificó, y otros que cercó, reparó y fortificó. Su mujer doña Isabel, reina de vida y costumbres muy santas, vivió once años adelante; sus virtudes fueron tan señaladas y tan grande el celo del culto divino, el cuidado de remediar los pobres en tiempo de hambre, amparar las viudas y gente flaca, su inocencia y mansedumbre, que despues de muerta la canonizaron, y su cuerpo, que está en Coimbra en la iglesia de Santa Clara, fundacion suya, y de la otra parte del rio Mondego, es reverenciado en toda aquella provincia con gran devocion. Fué tanta la humildad desta señora, que en su viudez andaba vestida del hábito de Santa Clara, y servia á las monjas de aquel monasterio en el refitorio, en que algunas veces le hacia compañía su nuera la reina doña Beatriz. Tenia por su devocion junto al dicho monasterio las casas de su morada; falleció á 4 de julio del año 1332. Los papas Leon X y Paulo IV concedieron, el primero que se rezase della en el obispado de Coimbra, Paulo que se le hiciese fiesta con altar, oficio y imágen en todo el reino de Portugal. Al rey Dionisio sucedió don Alonso, su hijo mayor; tuvo sobrenombre de Fuerte por su condicion y inclinacion á las armas. De seis hijos que tuvo en su mujer, don Alonso, don Dionisio y don Juan murieron niños sin dejar en vida ni en muerte cosa digna de memoria; doña María, don Pedro y doña Leonor alcanzaron de dias á sus padres. Este año en Cerdania falleció don Sancho, rey de Mallorca, y por morir sin hijos nombró por su heredero á don Jaime, hijo de don Fernando, su hermano. El rey de Aragon pretendia ser suyo aquel

reino por el testamento de don Jaime, su abuelo, que fué el primero que le instituyó y dejó á su hijo menor. No faltaban razones por ambas partes. El niño don Jaime se aventajaba en la posesion y en la compasion que le tenian por su tierna edad y por la memoria de su padre; el rey de Aragon era mas poderoso. Interpúsose don Filipe, tio del niño, persona eclesiástica, á quien el rey don Sancho nombró en su testamento por gobernador del reino y tutor del nuevo Rey hasta tanto que llegase á edad bastante, por cuya diligencia se concertaron desta manera: que doña Costanza, nieta del rey de Aragon, casase con don Jaime, rey de Mallorca, y por dote llevase el derecho que pretendian sus abuelo y padre para que su marido quedase con el reino sin que nadie le fuese á la mano.

CAPITULO XIX.

De la muerte del rey de Aragon.

Aun no sosegaba Castilla; la soltura pasada, los grandes odios y enemistades traian todavía alborotada la gente principal, á la manera que despues de una brava tempestad no luego se sosiegan las olas del mar ni luego se sigue bonanza; que fué ocasion al rey don Alonso para que, sin embargo de su condicion, que era mansa, castigase algunos revoltosos, de donde fué llamado don Alonso el Vengador. El primero entre los castigados fué don Juan, señor de Vizcaya, que procuraba por malas mañas casar con doña Blanca, la cual y su madre se retiraran á Aragon. Encendia en él este deseo el grande estado de aquella señora ; si no salia con su pretension, revolvía en su pensamiento de traer de Francia á don Alonso de la Cerda y renovar las competencias pasadas; todo se enderezaba á dar pesadumbre al Rey, que sabia cualquiera destas cosas le serian pesadas. Era forzoso atajar estos intentos; usar de fuerza, cosa peligrosa; de engaño y maña, mal sonante. ¿Qué se podia hacer? Venció el provecho á la honestidad; así, con color de la guerra que apercebia el Rey contra los moros, llamó á don Juan para que se viese con él en la ciudad de Toro, con intencion que le dieron de casalle con la infanta doña Leonor, hermana del mismo Rey; partido mas honrado que lo que él pretendia. Para allanar el camino despidieron de la corte á Garci Laso, de quien don Juan se quejaba le era enemigo capital; que fué todo vencer una arte con otra. A la hora pues vino al llamado del Rey; fué bien recebido y convidado para comer en palacio el mismo dia de Todos Santos, año del Señor de 1327. La fiesta y el convite mas daban muestra de regocijo y seguridad que de temor ni sospecha; así, desarmado y desapercebido, como estaba en el banquete, fué muerto por mandado del Rey. Los delitos por él cometidos parecian merecer cualquier castigo; pero quebrantar el derecho del hospedaje y debajo de seguridad matar persona tan principal á todos pareció cosa fea, puesto que no faltaba quien con razones aparentes pretendiese colorear aquel hecho. Una sola hija que quedó de don Juan, y estaba á criar en poder de su ama, fué llevada á Bayona, ciudad á la raya de Francia, y entonces sujeta á los ingleses. La madre del muerto, doña María, que estaba recogida de tiempo atrás en un monasterio de monjas de Perales, con el aviso del caso y con estas

tristes nuevas bien se puede pensar cuán grande congoja recibió. Dícese que á instancia de Garci Laso vendió al Rey todo el señorío de Vizcaya, si de miedo ó de su voluntad, no se sabe. Basta entender que era peligroso contrastar á la voluntad del Rey en aquel trance, pero de mala sonada y contra derecho, por ser viva su nieta; que adelante, aplacado el enojo del Rey, casó con don Juan de Lara, como se referirá en su lugar, y vino á ser señora de Vizcaya. Los pueblos y castillos que don Juan heredó de su padre, y eran mas de ochenta, parte se ganaron por fuerza, parte se rindieron de su voluntad, y quedaron incorporados en la corona real. Don Juan Manuel era frontero contra los moros; y dado que amedrentado con aquel caso y que echaba de ver lo poco que se podia fiar del Rey, pues á son de bodas quitó la vida á un príncipe y deudo suyo tan cercano, todavía con gran cuidado y diligencia acudia á la guerra contra los moros, que poco antes de sobresalto ganaron el castillo de Rute, y pretendian con su caudillo Ozmin, que ya parece estaba en gracia de aquel Rey, hacer entrada por las fronteras del Andalucía. Vino con ellos á las manos junto al rio Guadalhorza, donde los venció y mató gran número dellos. Don Juan Manuel, habida esta victoria, se fué á las tierras de su estado, dejada la guerra y mal indignado contra el Rey, de quien se publicaba tenia propósito de repudiar á doña Costanza, su hija, y emparentar en Portugal, todo encaminado á su perdicion. No era su miedo vano, ca se trató de aquel nuevo casamiento; y en efecto, doña María, hija del rey de Portugal, entró en lugar de doña Costanza. Autor deste consejo y mudanza fué Alvar Nuñez Osorio. El pesar que desto sintió don Juan Manuel fué cual se puede pensar ; lo mismo el rey de Aragon, tio de doña Costanza. Reinaba á la sazon don Alonso el Cuarto en Aragon por muerte de su padre el rey don Jaime el Segundo, que falleció en Barcelona un dia despues de la muerte de don Juan el Tuerto, do se hizo su enterramiento en la iglesia de Santa Cruz con real pompa y aparato. Doña Teresa, su nuera, murió cinco dias antes del suegro en Zaragoza, y se sepultó en el monasterio de San Francisco de aquella ciudad. El luto y llanto de toda la provincia fué doblado á causa que en un mismo tiempo quedó huérfana de dos príncipes que mucho amaba. Sucedió pues al rey don Jaime su hijo don Alonso; tuvo en doña Teresa, su mujer, estos hijos: don Pedro, don Jaime y doña Costanza; porque otros cuatro hijos que tuvieron murieron en su niñez. Lo que hay mucho que loar en el rey don Jaime fué que los principados de Aragon, Cataluña y Valencia ordenó anduviesen siempre unidos sin dividirse. Fué tan enemigo de pleitos, que en aquella era eran asaz, que desterró perpetuamente de su reino como á prevaricador á Jimeno Rada, un abogado señalado de aquellos tiempos, por cuyas mañas muchos fueron despojados de sus haciendas. Cárlos, rey de Francia y Navarra, por sobrenombre el Hermoso, faHeció de enfermedad en el bosque de Vincena primer dia de febrero, año de 1328 ; al cual el papa Juan XXII otorgó los diezmos de las rentas eclesiásticas en toda la Francia, con tal condicion que hiciese la guerra al emperador Luis, bávaro, tan grande enemigo de la Iglesia, que el año antes deste hizo papa en Roma en competencia del verdadero Pontífice y en su perjuicio á Pedro

Corbara con nombre de Nicolao V. Demás desto, le le mandó acudir á él con parte de aquel interés, segun que lo publicaba la fama. Esta misma concesion se hizo antes á instancia del rey Filipe el Largo, pero con esta modificacion y palabras expresas: «Si los obispos del reino juzgasen ser conveniente»; condicion muy honesta, de que ojalá usasen los demás pontifices contra las importunidades de los príncipes. La mujer del rey Carlos, por quedar preñada, á cabo de tres meses despues de la muerte de su marido parió una hija, que se llamó Blanca. No podia conforme á las leyes y costumbres de Francia suceder en aquella corona. Así un hijo de Carlos de Valoes, que falleció dos años antes del Rey, por nombre Filipe, primo hermano de los tres reyes pasados por una parte, y Eduardo, rey de Ingalaterra, como hijo de madama Isabel, hermana de los mismos tres reyes, comenzaron á pretender aquel reino. Los estados del reino, conforme á la ley Sálica, se conformaron en dar la corona á Filipe de Valoes, de que resultaron enemistades y guerras muy largas y graves entre aquellas dos naciones, y los reyes de Ingalaterra tomaron apellido de reyes de Francia, y pusieron las flores de lis en sus escudos. A los navarros sucedió mejor, que quedaron libres del yugo de Francia, porque Juana, hija del rey Luis Hutin, casó con el conde de Evreux, que se llamaba Filipo, y en Pamplona fueron declarados por reyes de Navarra de conformidad de todos los estados por el derecho que aquella señora tenia de parte de su madre; en que por ser cosa tan justificada fácilmente vino el nuevo rey de Francia, demás que el dicho Conde era su deudo muy cercano por ser, como era, bisnieto de san Luis, rey de Francia. En esta sazon los navarros, por tener los reyes flacos, se alborotaron, y como gente sin dueño, se encarnizaron en los judíos que moraban en aquel reino; en particular en Estella cargó tanto la tempestad, que degollaron diez mil dellos, si ya el número ó las memorias no van errados.

CAPITULO XX.

Nuevos casamientos de reyes.

A la misma sazon en Castilla se hacian apercebimientos muy grandes para la guerra contra los moros, nuevas levas de gente que se alistaba en el reino, socorros que pretendian de los reyes comarcanos. La tierna edad del rey Moro y las discordias que los suyos entre si tenian presentaban ocasion para hacer algun buen efecto; mayormente que se pasó á los nuestros un hijo de Ozmin, llamado Abraham el Borracho por el mucho vino que bebia. Seguíale un buen escuadron de soldados; acordó el rey don Alonso de ir á Sevilla con toda presteza, dende corria las fronteras de los enemigos y les hacia notables daños. Tomóles á Olvera, Pruna y Ayamontes. En esto se gastó el verano, y pasado el otoño, los soldados, cargados de despojos y alegres, dieron la vuelta para invernar en Sevilla. Don Alonso Jofre, almirante que era del mar, acudió al tanto para dar al Rey aviso de una victoria señalada que alcanzó en una batalla naval que trabó con los moros, en que de veinte y dos galeras que traian les tomó tres, y cuatro echaron á fondo. Eran estas galeras, parte del reino de Granada, y parte africanas; mataron y cautivaron

mas de mil y docientos moros, por las cuales causas todos estaban muy gozosos, y aquella nobilísima ciudad resonaba con fiestas y regocijos. Enviáronse embajadores para tratar del casamiento del Rey. Don Juan Manuel, vista la resolucion de dejar á su hija, renunciada por sus reyes de armas la fe y lealtad que tenia jurada, se confederó con los reyes de Aragon y de Granada; junto con esto desde Chinchilla y Almansa, por ser plazas muy fuertes, hacia entradas por las tierras de Castilla; robaba y talaba por do quiera que pasaba con gran daño en especial de los labradores, á la misma sazon que el Rey en Sevilla dió título de conde de Trastamara, Lémos y Sarria á Alvar Nuñez Osorio, que era su mayor privado, cosa muy nueva; que hasta entonces en Castilla no se diera de mucho tiempo atrás á ninguno título de conde. La ceremonia que se hizo fué muy tosca, como entre gente en aquella sazon falta de todo género de policía y primor. Echaron tres sopas en una taza de vino y pusiéronselas delante, convidáronse por tres veces el Rey y el Conde sobre cuál de ellos tomaria primero; finalmente, el Rey tomó la una, y el Conde la otra. Concediósele que en los reales tuviese caldera y cocina aparte para su mesnada, y en la guerra propria y particular bandera con sus divisas y armas. Hiciéronse las escrituras y privilegios; y leidos, todos los presentes aclamaron con gran aplauso: viva el Conde. Tal fué la costumbre y ceremonia con que se criaban los condes en aquella era. En la ciudad de Córdoba usó el Rey de una severidad extraordinaria, y fué que hizo cortar la cabeza á Juan Ponce porque no obedeció á su mandato, en que le ordenaba restituyese el castillo de Cabra, que tomara á los caballeros de Calatrava al tiempo que las cosas del reino andaban alborotadas, demás que le achacaban y cargaban de hombre sedicioso y pernicioso para la república. El mismo castigo se dió á otros muchos ciudadanos de Córdoba, sea por ser de la misma parcialidad, ó porque fueron convencidos de otros delitos muy graves. En Soria en el monasterio de San Francisco fué muerto á puñaladas Garci Laso sin respeto del lugar sagrado y que estaba oyendo misa. El sentimiento del Rey fué grande; poco antes deste desastre le enviara desde Sevilla para atajar los intentos y pretensiones de don Juan Manuel. El aborrecimiento que los caballeros le tenian muy grande, por entender trataba de destruir con sus malas mañas y descomponer toda la nobleza, fué causa desta desgracia. Escalona, una villa pequeña en el reino y tierra de Toledo, andaba alborotada y pretendia juntarse con los rebeldes y amotinados. De Castilla la Vieja asimismo avisaban que la gente se alborotaba; en particular Toro, Zamora y Valladolid estaban alzados contra el Rey. El principal movedor destos alborotos era don Hernan Rodriguez de Balboa, prior de San Juan, confiado en sus riquezas y en los muchos aliados y deudos que tenia en aquella provincia de los mas nobles y ricos. El color que tomaron era quejarse que el nuevo conde Alvaro Osorio y un judío, llamado Juzef, gober naban todo el reino y le trastornaban á su voluntad; que tenian rendido al Rey como si les fuera esclavo y como si le hobieran dado bebedizos. Acudió el Rey á Escalona; pero con las nuevas de Castilla alzó el cerco por acudir al mayor peligro y necesidad. Llegó á VaHladolid; no le quisieron dar entrada hasta tanto que

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