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CAPITULO III.

De las muertes de algunos príncipes.

Hechas las treguas, los reyes de Castilla y de Granada se hablaron, y en señal de amistad comieron á una mesa; hiciéronse asimismo á porsía ricos presentes, y diéronse el uno al otro joyas y paños de gran valor, cortés contienda y liberalidad en que el Moro quedó vencido, camino por do se le ocasionó su perdicion y ruina. El rey de Castilla se volvió á Sevilla, salva y entera la fama de su valor, no obstante los malos sucesos que tuvo. Abomelique se partió para Algecira, y el rey de Granada caminó á Malaga con deseo de ver aquella ciudad. Allí los hijos de Ozmin, que á todas estas cosas se hallaron presentes, se conjuraron de matarle. Abominaban y blasfemaban dél; cargábanle que con la familiaridad y trato que tenía con los cristianos, á sí mismo y á su nacion y secta deshonraba. Acaso traia puesta una ropa que le dió el rey de Castilla; esto les encendió mas el enojo y saña que contra él tenian, y les dió mayor ocasion de calumniarle. Andaba con el Rey un cierto moro, llamado Alhamar, de la sangre y alcuna de los primeros reyes de Granada, mas noble que señaJado ni de grande cuenta. A este tentaron primero los hijos de Ozmin, y le persuadieron que se vengase de la notoria injuria y agravio que se le hacia en tenerle usurpado el reino que de derecho le venia, y que castigase el grande desacato que contra su secta se comeia. Concertada la traicion, estando el Rey muy seguro y descuidado della, le mataron á puñaladas en 25 dias del mes de agosto. Reduan, que á este tiempo era el caballero de mas autoridad y que habia sido alsaide y justicia mayor de Granada, á la sazon ausente, no supo cosa alguna ni fué en esta cruel traicion. Este procuró que un hermano del muerto, que se llamaba Juzef Bulhagix, fuese alzado por rey de Granada, como lo hizo; cosa soberbia y muy odiosa, dar el reino de su mano, mayormente dejando sin él á Ferraguen, hermano mayor del Rey muerto. Desta manera andaban las cosas revueltas entre los moros. Pasáronse al nuevo Rey los de Aguilar, don Gonzalo y don Fernando, hermanos, señores de Montilla y de Aguilar, caballeros poderosos en el Andalucía. Estaban estos caballeros, aunque no se sabe la causa, desavenidos y mal enojados con su Rey. Empezáronse á hacer robos y entradas en las rayas de los reinos, con que se rompieron las treguas que poco antes se concertaron. El rey de Castilla se detuvo en Sevilla mas tiempo del que se pensó y aun del que él quisiera; esperaba en qué pararian estos movimientos. Pasaran mas adelante los daños, y aun revolvieran guerra formada contra los cristianos, si Abomelique no fuera llamado de su padre y le mandara volver á Africa para que le sirviese en la guerra deTremecen. Con su partida se volvieron á tratar treguas con el nuevo rey de Granada. Y en el principio del año de 1334 se concluyeron y asentaron por otros cuatro años, sin que el rey de Granada quedase obligado á pechar las parias y tributo que cada año solia; tanto era el deseo que tenia el Rey de quedar libre para castigar los sediciosos y alborotados. En este tiempo de un parto de doña Leonor de Guzman le nacieron al Rey dos hijos, don Enrique y don Fadrique, bien nombrados adelante. Primero pasó el invierno que el Rey pu

diese desembarazarse de la Andalucía. A la primavera vino á Castilla, y fué á Segovia, y de allí á Valladolid. Los grandes que estaban rebeldes, como no eran tan poderosos que pudiesen hacer guerra, sino correrías y robos, comenzaron á ser molestados haciéndoseles daños y entradas en sus tierras, con que en el señorío de Lara fueron muchas villas tomadas por el Rey, como Ventosa, Bustos, Herrera; y lo demás que en tierra de Vizcaya tenian aquellos señores y no estaba acabado de allanar se recibió á merced debajo del amparo real. En una junta que se hizo en Guernica debajo de un antiquísimo árbol, á la usanza de vizcaínos, fué el Rey en persona jurado y le prometieron fidelidad. Algunas fuerzas y castillos quedaron todavía en aquella tierra por los de Lara, que no se quisieron dar al Rey, confiados mas en ser inexpugnables por el sitio y naturaleza de los lugares que en otra cosa alguna. Don Juan de Haro en su villa de Agoncillo por mandado del Rey fué degollado, y toda su tierra como de rebelde confiscada. La villa de los Cameros dejó á sus hermanos don Alvaro y don Alonso, porque del todo no pereciese el señorío y el nombre desta ilustrísima casa. El alcaide del castillo de Iscar, confiado en su fortaleza y porque la tenia bien bastecida, cerró las puertas al Rey, por lo cual, siendo preso, le fué cortada la cabeza; aviso con que se entendió que ningun juramento ni homenaje hecho á los señores particulares excusa los desacatos que contra los reyes se cometen. Por estos mismos dias en los postreros del mes de agosto parió la Reina en Burgos un hijo, que se llamó don Pedro, que por muerte de don Fernando, su hermano, por triste y desdichada suerte suya y de Castilla sucedió en fin en el reino. De doña Leonor nació al Rey otro hijo, llamado eso mismo don Fernando. En Aragon murieron dos hermanos de aquel Rey, uno en pos de otro. Don Jaime, maestre de Montesa, murió en Tarragona, donde antes renunció el derecho del reino; don Juan, arzobispo de Tarragona, en un lugar de tierra de Zaragoza que llaman Povo, á los 18 de agosto; enterraron su cuerpo en la iglesia de Tarragona dentro de la reja del altar mayor. Iba á verse con el Rey, su hermano. Sucedióle en el arzobispado Arnaldo Cascomes, obispo que era de Lérida. El rey de Aragon, aunque se hallaba en lo bueno de su edad, por sus continuas indisposiciones que le sobrevinieron, luego que se volvió á casar alzó la mano, no solamente de las cosas de la guerra, sino tambien del gobierno del reino; lo cual todo encargó á don Pedro, su hijo mayor. La reina doña Leonor, como aquella que mandaba al Rey, con sus continuos é importunos ruegos alcanzó dél que diese á sus hijos don Fernando y don Juan algunas villas y ciudades, entre las demás fueron Orihuela, Albarracin y Monviedro; recibia en esto notable agravio y perjuicio el infante don Pedro, ca le disminuian y acortaban un reino que de suyo no era muy grande. Acusábanle al Rey un juramento que los años pasados hizo en Daroca, en que se obligó y es tableció por ley perpetua que no enajenaria cosa de la corona real. Murmurábase en el reino este hecho. Rugíase que el Rey no tenia valor y se dejaba engañar de las caricias y mañas de la Reina, que le tenia como enhechizado. Desta ocasion entre la madrastra y el alnado resultó un mortal odio, de que se siguieron grandes alborotos en el reino. La Reina, para hallarse

apercebida, suplicó al rey de Castilla tuviese por bien que se viesen; otorgó él con los ruegos de su hermana; viéronse en Ateca, aldea en tierra de Calatayud; el Rey prometió á la Reina de asistilla con sus fuerzas y no faltarle cuando le hubiese menester. Don Juan de Ejerica y su hermano don Pedro, que seguian la parciali dad de la Reina, quedaron animados á la servir y amparar cuando se ofreciese y por cuanto sus fuerzas alcan

zasen.

CAPITULO IV.

De algunos movimientos de navarros y portugueses. En el principio del año siguiente, que se contaba de 1335, don Juan Manuel, atemorizado con el mal suceso de don Juan de Haro y tomando escarmiento en el de Lara se reconcilió con el Rey. El contento del reino fué extraordinario por ver acabadas en tan breve tiempo cosas tan grandes, y por la esperanza de la paz y sosiego por todos tanto tiempo deseada. En las ciudades y villas se hicieron grandes regocijos, juegos y espectáculos públicos. En Valladolid se hizo un torneo, en que los caballeros de la Banda desafiaron á los demás caballeros y fueron los mantenedores del torneo; el Rey se halló en él, pero en hábito disfrazado porque se tornease con mayor libertad. Diéronse grandes encuentros y golpes sin hacerse mal ni herirse, salvo que algunos fueron de los caballos derribados. Despartióse el torneo, sin que se pudiese averiguar á cuál de las partes se debiesen dar los premios y prez y las joyas que tenian aparejadas para el que mas se señalase. Las cosas humanas, como son vanas é inconstantes, fácilmente se truecan y mudan y revuelven en contrario; y ansí, este universal contento se añubló con nuevas que vinieron de que se volvian á alterar los humores. El rey de Portugal persistia en su intento de repudiar á doña Blanca y de casarse con doña Constanza, determinado si no pudiese cumplir su deseo por bien de alcanzarlo por la espada, por lo menos meterlo todo á barato. El hijo mayor del rey de Aragon se concertó de casar con doña María, hija del rey de Navarra, anteponiéndola en la sucesion del reino, aunque era menor de edad, á su hermana doña Juana, si el Rey muriese sin dejar hijos varones. El autor destos conciertos fué el virey de Navarra don Enrique. Ambas á dos cosas fueron pesadas y desabridas para el rey de Castilla, porque se entendia que estas alianzas se hacian para ser mas poderosos contra él. A la verdad el infante de Aragon don Pedro, por el odio que tenia con su madrastra, se confederó con los navarros, que tomaron de sobresalto el monasterio de Fitero, que era del señorío de Castilla; exceso que por un rey de armas les fué demandado, y enviaron embajadores al rey de Aragou para quejarse destos desaguisados. Excusóse aquel Rey con su poca salud y alegar que no era poderoso para ir á la mano á su hijo en lo que hacer quisiese. Con esta respuesta de necesidad se hubo de romper la guerra. Envióse contra los navarros un grueso ejército y por capitan general Martin Portocarrero, porque don Juan Nuñez de Lara, en quien el Rey tenia puestos los ojos para que hiciese este oficio se excusó de aceptarle. Juntáronse las gentes de la una parte y de la otra, dióse la batalla junto á Tudela, fué muy cruel y reñida, quedaron vencidos y desM-1.

trozados los navarros y muchos dellos anegados en el rio Ebro. Entendióse haberles sucedido este desastre por falta de capitan, porque el virey don Enrique se quedó en Tudela por miedo del peligro ó por respeto de la salud y bien público, que dependia de la conservacion de su persona. Don Miguel Zapata, aragonés, no se halló en la batalla á causa que se entretuvo en fortalecer á Fitero, creyendo que el primer ímpetu de la guerra seria contra aquel pueblo. Mas ya que se queria fenecer la batalla se descubrió encima de unos cercanos montes de aquella campaña, con cuya llegada se rehizo el campo de los navarros. Los aragoneses, como quier que entraron descansados, entretuvieron por un rato la pelea, pero al fin fueron desbaratados y vencidos por los de Castilla y preso su capitan; no fué tan grande el número de los muertos como se pensó. Los castellanos se hallaron cansados con el continuo trabajo de todo el dia, demás que con la obscuridad de la noche que cerró no se conocian, mayormente que todos por saber la lengua castellana apellidaban Castilla, ardid que les valió para que la matanza fuese menor. Por otra parte, los vizcaínos con su capitan Lope de Lezcano, destruida la comarca de Pamplona, tomaron en aquellos confines el castillo de Unsa. Con estos malos sucesos se reprimió la osadía y atrevimiento de los navarros y se castigó su temeridad. En un mismo tiempo se derramó la fama destas cosas en Francia y en España. Estaba entonces el rey de Castilla en Palencia enfermo de cuartanas, donde, por lástima que tuvo de los navarros, mandó á Portocarrero que no les hiciese mas guerra ni daños; parecíale quedaban bastantemente castigados, ora hobiesen tomado las armas de su voluntad, ora hobiesen sido á tomarlas forzados; sacóse el ejército de aquella provincia junto con el pendon del infante don Pedro, que le llevaron á la batalla, porque los grandes señores no rehusasen de ir á esta guerra, como si fuera á ella la misma persona real del Infante. La fama destos sucesos movió á Gaston, conde de Fox, á que viniese á restaurar las cosas malparadas de los navarros, obligado á ello por la antigua amistad que entre sí ambas naciones tenian y facilitado con la vecindad destos dos estados. Venido el de Fox, acometieron á Logroño, ciudad principal de aquella frontera. Salió contra ellos mucha gente de los pueblos comarcanos, y juntos con los ciudadanos de Logroño, pasaron el rio Ebro. Dieron en los enemigos, peleóse bravamente, y fueron vencedores los navarros. Recogiéronse en la ciudad los vencidos con propósito de se defender con el amparo y fortaleza de los muros. Ruy Diaz de Gaona, capitan y ciudadano de Logroño, hizo en esta retirada un hecho memorable, que con una extraña osadía, ayudado de solos tres soldados, defendió á todo el ejército de sus enemigos que no pasasen el puente, porque mezclados con su gente no entrasen el pueblo; murió él en esta defensa, y sus compañeros, que quedaron con la vida, defendieron el puebloque no se perdiese, ca los navarros, viendo que no le podian tomar, se volvieron. En el tiempo que las cosas se hallaban en este estado sucedió que Juan, arzobispo de Rems, yendo en romería á Santiago, pasó acaso por esta tierra. Este Prelado era un varon muy santo de grande autoridad entre estas dos naciones, por cuya solicitud y diligencia se concertaron y hicieron 30

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con fosos y trincheas. Talaron y destruyeron sus campos y heredades; enviaron otrosí algunas bandas de gente para que tomasen los pueblos de la comarca. Alargábase el cerco, y los cercados, por no estar bien proveidos, empezaron á sentir necesidad de bastimentos. Tenian poco socorro en don Juan Manuel, puesto que para mostrar su valor y ver si podria socorrerlos, salido de allí secretamente, se entró en Peñafiel, villa de su estado y cercana de Lerma. Poco faltó para que el Rey no le prendiese, ca sobrevino de repente. Tuvo noticia del peligro, huyó y escapóse. El de Alburquerque, mudado propósito, se redujo al servicio del Rey. El rey de Portugal por sus embajadores envió á rogar al Rey que alzase el cerco de Lerma. Extrañaba que hiciese agravio y maltratase á un caballero de tanta lealtad y en particular amigo suyo. Volviéronse los embajadores sin alcanzar cosa alguna. El rey de Portugal para satisfacerse juntó su ejército, rompió por las tierras de Castilla. A la raya cercó á Badajoz y la combatió con grande furia y cuidado. Envió asimismo con mucha gente á Alonso de Sosa para que robasen la tierra. Apellidáronse los de la comarca, encontraron los con trarios cerca de Villanueva, desbaratáronlos, mataron y prendieron muchos dellos, con que avisaron y escarmentaron los demás portugueses para que no se atreviesen otra vez á hacer entrada semejante. El Rey mismo, por temer otro mayor daño si viniesen á las manos, con todo su ejército se tornó á Portugal. La villa de Lerma, asimismo destituida del socorro que de fuera esperaba y cansada con los trabajos de un cerco tan largo, se entregó en los postreros de noviembre. A don Juan Nuñez de Lara, sin embargo, recibió el Rey en su amistad, y por el camino que cuidaba perderse alcanzó grandes mercedes nuevas, y se le volvió su patrimonial estado que tenia en Vizcaya. Solo desmantelaron á Lerma en castigo de su rebelion y para que otra vez no se atreviese á hacer lo mismo. En este año el rey de Marruecos aumentó sus reinos con el de Tremecen, cuyo Rey, su enemigo, venció y mató. Los moros de España cobraron con esto nuevas esperanzas, á los nuestros creció el recelo de algunos nuevos y grandes daños que de aquella pujanza podrian resultar. Todos temian y con razon la guerra que de Africa amenazaba.

paces; tanto á las veces puede la diligencia de un solo hombre, y tan grandes bienes dependen de su autoridad. En este mismo tiempo de tres reyes Albohacen, Filipe, de Francia, y Eduardo, de Inglaterra, vinieron tres honradas embajadas al rey de Castilla. Movíanse á esto por la gran fama que tenia acerca de las naciones comarcanas. De Africa le enviaron muy ricos presentes; pedian se confirmasen las treguas que tenian asentadas los nuestros con los moros. El Inglés ofrecia una hija suya para que casase con el infante don Pedro. El Rey no aceptó este partido por la tierna y pequeña edad del Infante, de quien sin nota de temeridad ninguna cosa cierta se podian prometer ni asegurar. Todo esto pasaba en Castilla el año de 1335 de nuestra salvacion. Poco despues, entrante el año próximo, el rey de Aragon don Alonso murió en Barcelona á 24 de enero; varon justo, pio y moderado; por esto tuvo por renombre y fué llamado el Piadoso. Fué mas dichoso en el reinado de su padre que en el suyo á causa de la poca salud que siempre tuvo, que por lo demás no le faltó virtud ni traza, como se pudo bien ver por las cosas que hizo en su mocedad. A don Jaime, el hijo menor del primer matrimonio, dejó el condado de Urgel, y don Pedro quedó por heredero del reino. Los hijos del segundo matrimonio dejó heredados en otros estados, segun que arriba queda apuntado. La reina doña Leonor, por recelo que el nuevo Rey por los enojos pasados no le hiciese algun agravio á ella y á sus hijos, á grandes jornadas se fué luego á Albarracin, donde por ser aqueIla ciudad fuerte y caerle cerca Castilla, si se le moviese guerra, pensaba podria muy bien en ella defenderse. Los de Ejerica, por tener en mas el acudir al amparo y servicio de la Reina que cuidar de lo que á ellos tocaba, se fueron tras ella. Por estos mismos dias de Portugal nuevas tempestades de guerra se emprendieron. La avenencia que don Juan de Lara y don Juan Manuel hicieron con el Rey, no era tan verdadera y sincera que se entendiese duraria tanto como era menester. Todos entendian que mas les faltaban fuerzas y buena ocasion para rebelarse que gana y voluntad de ponello por obra. Traia en mucho cuidado á don Juan Manuel la dilacion de los casamientos de Portugal, y no osaba hacerlos sin la voluntad y licencia del Rey, ca temia no le tomase su estado patrimonial, que tenia grandísimo en Castilla. Don Pedro Fernandez de Castro y don Juan Alonso de Alburquerque, que se apartaron de la obediencia del Rey de Castilla, persuadian y solicitaban al rey de Portugal para que moviese guerra á Castilla; no pudieron estar secretos tantos bullicios de guerra y tantas tramas. Así, el Rey hizo nueva entrada en las tierras de don Juan de Lara y le tomó algunas villas y castillos, y á él le cercó en la villa de Lerma en 14 de junio. Combatiéronla de dia y de noche con mantas, torres, trabucos y con todo género de máquinas de guerra. Procuróse otrosí con los vecinos de la villa que entregasen á don Juan, ya con grandes amenazas, ya con promesas; ofrecíanles la gracia del Rey y libertad á ellos y á sus hijos, con apercebimiento que si se tardaban en hacerlo los destruirian. Ninguna cosa bastó para que no guardasen una singular y gran lealtad á don Juan confiados en la fortaleza de la villa; ni los ruegos prestaron ni las amenazas para hacer que le entregasen. Vista su determinacion cercaron toda la villa alrededor

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CAPITULO V.

Concédense treguas á los portugueses.

Blandeaba el rey de Castilla con los grandes que andaban alterados, y les hacia buenos partidos por atraerlos á su servicio. Sus caricias prestaban muy poco, por ser ellos hombres revoltosos, de seso mal asentado y astutos. Tuvo las pascuas de la Navidad de nuestro señor Jesucristo del año 1337 en Valladolid. Allí en el principio deste año hizo merced á don Juan de Lara del cargo de su alférez mayor, ca estaba determinado de recompensar con mercedes los deservicios y vengar con blanduras las injurias que le hacian. Con este artificio y con la intercesion de doña Juana, que era madre de don Juan de Lara, recibió en su servicio y perdonó á don Juan Manuel, hombre doblado, inconstante y que á dos reyes, al de Castilla y al de Aragon, los entretenia y traia suspensos. Fingia quererse confederar con

cada uno dellos con intento de que si rompiese con el uno, quedase el otro con quien ampararse. Continuábanse todavía los desabrimientos y diferencias entre el de Aragon y doña Leonor, su madrastra; tratóse de concordia por sus embajadores. Todavía el de Aragon, bien que daba buenas palabras, al cabo no hacia cosa. El rey de Castilla á ruego de su hermana fué á Aillon, villa que está en la raya de entrambos reinos. Allí la Reina se le quejó de los agravios y crueldad de su alnado, y con muchas lágrimas le suplicó recibiese debajo de su proteccion y amparo á ella y á sus hijos y á los grandes que seguian su parcialidad. El Rey estuvo suspenso. Parecíale por una parte inhumana cosa no favorecer á su hermana, y por otra deseaba mucho no divertirse antes de vengar los agravios recibidos del rey de Portugal. Finalmente, mandó á don Diego de Haro que, juntadas las fuerzas y soldados de Soria, Molina y Cuenca y de otros pueblos, hiciese entrada en Aragon. La reina doña Leonor, por Búrgos y Valladolid se fué á Madrid á esperar al Rey, que en razon de aparejarse para la guerra de Portugal, hacia grandes Ilamamientos de gentes para Badajoz, por donde cuidaba dar principio á aquella guerra. En esta sazon, de doña Leonor le nació al Rey otro hijo, que se llamó don Tello. Lo que mas tenia enojado al rey de Portugal era lo poco en que el de Castilla tenia á su hija la reina doña María, hasta decirse que trataba de repudiarla; parecíale que esta no era injuria que en manera alguna se pudiese disimular. De Badajoz con grandísimo impetu entró en Portugal; talaron los campos y hicieron la guerra á fuego y sangre. La destemplanza del tiempo causó al Rey una calentura en Olivencia, y le puso en necesidad de partirse de Badajoz en el mes de junio para Sevilla. Por estos mismos dias Jofre, almirante del mar por el rey de Castilla, talado que hobo y corrido la costa de Portugal, no léjos de Lisboa peleó con la armada de los portugueses, de quien era general Pecano, ginovés. La pelea fué brava y dudosa; al principio los portugueses tomaron dos galeras de Castilla; recompensóse este daño con que los de Castilla rindieron la capitana de los portugueses y abatieron el estandarte real. Esto causó grande têmor en los enemigos, y por todas partes fueron desbaratados y puestos en huida. Era cosa horrenda ver en aquel espacioso y ancho mar huir, dar la caza, prender y matar, y todo cuanto alcanzaba la vista estar lleno de armas y tinto en sangre. Tomáronse ocho galeras, y seis echaron á fondo, y el general Pecano con Cárlos, su hijo, quedó preso. Fué para aquella era esta victoria muy ilustre y rara, en tanto grado, que á la vuelta salió el Rey á recebir el Almirante, que entró en Sevilla con triunfal demostracion y aparato; la honra que se hace á la virtud inflama los ánimos valerosos para emprender cosas mayores. Halláronse presentes el arzobispo de Rems, embajador del rey de Francia, y el maestre de Rodas, á quien para tratar de paces enviara por su legado Benedicto XI, sumo pontífice, que tres años antes sucedió al papa Juan. Ambos con todas sus fuerzas procuraron concertar y poner paz entre estos dos reyes; pero no les fué posible concluirlo, antes el rey de Castilla, cobrada entera salud, entró otra vez á robar y destruir á Portugal. La entrada fué por aquella parte por do solian habitar los antiguos turdetanos, que ahora se llama el Algarve.

Recibieron los portugueses grave daño con esta entrada, y les causó mucho odio contra su Rey, por ver que con todos sus intentos ninguna cosa mas hacia que irritar y mover contra los suyos las armas y fuerzas de Castilla. Por otra parte hacia sin provecho alguno guerra en lugares apartados, conviene á saber, á los gallegos; en Salvatierra destruia y quemaba los campos. Si se sentia con pocas fuerzas, ¿para qué movia guerra? Y si en ellas confiaba, ¿por qué, convidado, rehusaba venir con los enemigos á las manos? El rey de Castilla, venido el otoño, sin haber encontrado ningun ejército de sus enemigos, se recogió á Sevilla. Este mismo año á 25 de junio murió Federico, rey de Sicilia, ya cargado de edad, y famoso por la guerra que sustentó por tanto tiempo contra potencias tan grandes. En Catania en la iglesia de Santa Agata está un lucillo con un bulto ó estatua suya, y dos versos en latin deste sentido:

EL CIELO ALEGRE ESTÁ, LA TIERRA TRISTE.
SICANIA LLORA DE SU REY FADRIQUE

LA AUSENCIA. ¡OH MUERTE, CUÁNTO MAL HICISTE! Sucedióle en el reino su hijo don Pedro. Los ducados de Atenas y Neopatria mandó á Guillelmo, su hijo sagundo; á don Juan, hijo tercero, hizo otras mandas. Cuatro hijas que tenia por su testamento las dejó excluidas de la sucesion del reino, ley que no fué perpetua ni era conforme á lo que de antes se solia usar en aquel reino, y adelante se usó. Andaba en la corte de Castilla Gil Alvarez de Cuenca, arcediano de Calatrava, dignidad en la iglesia de Toledo, varon de conocido valor y prudencia para tratar negocios y cosas graves. El arzobispo de Toledo don Jimeno de Luna finó en la su villa de Alcalá de Henáres á los 16 de noviembre deste año, quién dice que del siguiente. Sepultaron su cuerpo en la iglesia mayor de Toledo en la capilla de San Andrés. Por su muerte sucedió en aquella dignidad y iglesia el susodicho Gil Alvarez de Cuenca, que adelante se llamó y hoy le llaman comunmente don Gil de Albornoz. Procurólo el Rey muy de veras, y hizo en ello tal instancia, que las voluntades de los del cabildo, si bien estaban muy puestos en nombrar á don Vasco, su dean, se trocaron y inclinaron á dar gusto al Rey. Las grandes virtudes y hazañas deste nuevo prelado mejor será pasallas en silencio que quedar en este cuento cortos. Fué natural de Cuenca, sobrino de su predecesor don Jimeno de Luna, su padre Garci Alvarez de Albornoz, su madre doña Teresa de Luna, personas ilustres, de mucha reputacion y fama y hacienda. Crióse en Zaragoza en tiempo que don Jimeno, su tio, fuó prelado de aquella ciudad. Su ingenio muy vivo y capaz empleó en el estudio de los derechos en Tolosa de Francia, no para darse al ocio, sino para habilitarse mas para los negocios. Ya que era de edad, se sirvió el Rey dél en su consejo, despues le eligieron en arzobispo de Toledo; últimamente, criado cardenal, sirvió á los papas en empresas de grande importancia. Echó los tiranos de las tierras de la Iglesia que en Italia tenian usurpadas. En todas edades y estados fué igual, entero en las cosas de justicia, menospreciador de las riquezas, constante y sin flaqueza en los casos árduos. No se sabe en qué fué mas señalado, si en el buen gobierno en tiempo de paz, si en la administracion y valor en las cosas tocantes á la guerra. Todos los hombres de lc

tras tienen obligacion & celebrar sus alabanzas, porque en la Gallia Cisalpina ó Lombardía, en la ciudad de Boloña instituyó un famoso colegio, en que hay cuatro capellanes y treinta colegiales, todos españoles, con gruesas rentas para que estudien, de donde como de un alcázar de sabiduría han salido muchos excelentes varones en letras y erudicion, con que las letras resucitaron en España, y á su imitacion se han fundado otros muchos colegios por personas que imitaron su celo y tenian con qué podello hacer. Dejó al cabildo de Toledo la villa de Paracuellos con carga de cierta pension con que mandó acudiesen cada un año á la iglesia de Villaviciosa, que él mismo fundó, y puso en ella canónigos reglares, cerca de la villa de Brihuega. El arzobispo de Rems y el maestre de Rodas, andando de una parte á otra, no cesaban de amonestar á los reyes de España y procurar que se acordasen y hiciesen paces. Poníanles delante como los reinos se asuelan con las guerras y con la paz se restauran; que Africa amenazaba con una temerosísima guerra; muchas veces las discordias internas se concordaban y componian con el miedo de los males de fuera; que así para los vencedores como para los vencidos el único remedio era la paz. Con estas amonestaciones parecia que el rey de Castilla blandeaba algo, si bien era el que andaba mas léjos de acordarse; que el rey de Portugal grandemente deseaba concierto. Concluyóse que el rey de Castilla fuese á Mérida á tratar de medios de paz. En aquella ciudad se concertaron y hicieron treguas por un año en principio del de nuestra salud de 1338. No fué posible concordarlos del todo ni hacer paces perpetuas.

CAPITULO VI.

Cómo mataron á Abomelique.

poca edad la doncella y no de sazon para casarse; á esta
causa la entretenian en Tudela; mas al fin con grande
regocijo de ambas naciones se casaron en Aragon
á 25 de julio. Velólos Filipe, tio de la doña María, her-
mano de su padre, obispo de Jalon ó cabillonense en
Francia. Envióse una embajada al sumo Pontífice ro-
mano suplicándole volviese los ojos á España y que
echase de ver que no poco á su Santidad tocaba el gran-
dísimo y cercano peligro que corria la cristiandad. Que
las décimas de las rentas eclesiásticas que se concedie-
ran á los reyes de Aragon para subsidio y ayuda de la
guerra contra los moros las mandase subir al justo y
presente valor, porque si se cobraban segun los valo-
res y por los padrones antiguos, serian de poco prove-
cho; esto es lo que toca al rey de Aragon. El rey de
Castilla era ido á Búrgos á hacer Cortes, en que con
deseo de reformar el grande exceso que se via estar
introducido en el comer y vestir, promulgó leyes que
moderaban estos gastos. Mandó tras esto á su almirante
Jofre Tenorio se pusiese en el Estrecho para estorbar el
pasaje á los moros. Desde Búrgos, á ruego de su her-
mana doña Leonor, fué á Cuenca, y en su compañía
don Juan Nuñez de Lara y don Juan Manuel, ya del todo
reconciliados con el Rey. Allí vino don Pedro de Aza-
gra con embajada de paz de parte del rey de Aragon
para que se aliasen contra los moros. Ofrecia la tercera
parte de la armada que fuese menester para estorbar
el paso á los moros. Respondió el Rey que aceptaria su
oferta, y que entonces le seria muy grata su amistad
cuando hobiese satisfecho á su hermana doña Leonor
en las quejas que tenia y en sus pretensiones. En unas
Cortes de Aragon que se hicieron en Daroca se con-
sultaron todas estas diferencias, y se nombraron por
jueces árbitros el infante don Pedro, tio hermano de
padre del rey de Aragon, y don Juan Manuel, que para
tratar desto era embajador del rey de Castilla. Conclu-
yóse en que se diese perdon al señor de Ejerica, y á la
Reina y á sus hijos se les confirmase todo aquello que
les mandara su padre. Para que mas fácilmente tuviese
efecto esta concordia vino bien que don Pedro de Lu-
na, arzobispo de Zaragoza, que la contradecia, á esta
sazon se hallaba ausente, citado por el Papa para que
pareciese en Roma á responder á cierto pleito y deman-
da puesta contra él. Firmó el rey de Castilla estos ca-
pítulos en Madrid, y la reina doña Leonor y sus hijos
se volvieron á Aragon, do fueron bien recebidos, casi
con aparato real. Suelen acomodarse y conformarse
con el tiempo, así bien los reyes como las personas par-
ticulares, y usar de grandes disimulaciones para poder
gobernar la república, mayormente en tiempos revuel-
tos. El arzobispo de Rems y el maestre de Rodas y el
arzobispo de Braga, que era embajador del rey de Por
tugal para tratar de las paces, fueron despedidos por
entonces del rey de Castilla por parecer pedian capitur-
laciones injustas. Lo que mas descontentaba era que

Del aparato y preparamentos de guerra que hacia el rey Albohacen, como en semejantes casos acaece, se decian mayores cosas de aquellas que en realidad de verdad eran. Referíase que se juntaba todo el poder de los moros y se apellidaban todas las provincias de Africa; que pasaban á España con sus casas y mujeres y hijos para quedarse á morar y vivir de asiento en ella despues que toda la hobiesen ganado; que era tan innumerable la gente que venia, que ni se les podria estorbar el pasaje ni tampoco podrian ser vencidos. Corria fama que lo primero desembarcarian en la playa de Valencia, y allí cargaria aquella tempestad que se armaba. Estas nuevas tenian atemorizados los fieles y mucho mas á los de Aragon. Hacíanse grandes provisiones de armas, caballos y bastimentos; todo era ruido y asonadas de guerra. Estaban todos alerta con gran cuidado y solicitud. Empezóse entre los nuestros á platicar de paz, porque, juntas las fuerzas, se podia tener esperanza de la victoria; divididas y sin concordia, era cierta la ruina de todos y su perdicion. A los embaja-pedian á doña Costanza, hija de don Juan Manuel, para dores ingleses, que en nombre de su Rey pedian paz y alianza, con dudosa respuesta entretenia el rey de Aragon. Decíales que su amistad les era y seria siempre muy agradable, si se les permitiese guardar las alianzas que antes con los demás tenian hechas. Tratábase de desposar el de Aragon con la infanta doña María, hija del Navarro; diferíanse estas bodas por ser aun de

que se desposase con don Pedro, heredero de Portugal. En el principio del año de 1339 murió don Vasco Rodriguez Cornado, maestre de Santiago. En su lugar fué elegido, por voto de los caballeros del hábito, su sobrino don Vasco Lopez. Pesóle mucho al Rey y enojóse desta eleccion, como quier que deseaba el maestrazgo para su hijo don Fadrique. Opusiéronle al nuevo maes

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