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LIBRO TERCERO.

CAPITULO PRIMERO.

Del principio de la guerra de Numancia.

UNA guerra muy larga y muy brava se emprendió en España el año que se contada 601 de la fundacion de Roma, dudosa por los varios trances de las batallas que se dieron, y cuyo remate últimamente fué muy perjudicial para España. Los primeros movedores destas alteraciones fueron los numantinos, gente asaz feroz y brava, por estar cansados del señorío de Roma y irritados con los agravios que los romanos les hacian. La ciudad de Numancia, temblor que fué y espanto del pueblo romano, gloria y honra de España, estuvo antiguamente asentada en la postrera punta de la Celtiberia, que miraba hácia el septentrion, entre los pueblos llamados Arevacos. Mas de una legua sobre la ciudad de Soria, donde al presente está la puente de Garay, no léjos del nacimiento del rio Duero, se muestran los rastros de aquella noble ciudad. Era mas fuerte por el sitioque por otros pertrechos hechos a mano. Su asiento en un collado de subida no muy agria, pero de dificultosa entrada, á causa de los montes que la rodeaban por tres partes. Por un solo lado tenia una llanura de mucha frescura y fertilidad, que se tiende por la ribera del rio Tera espacio de tres leguas hasta que mezcla sus aguas con las del rio Duero. A la costumbre de los lacedemonios, ni estaba rodeada de murallas, ni fortificada de torres ni baluartes, antes á propósito de apacentar los ganados, se extendia algo mas de lo que fuera posible cercarla de muros por todas partes. Bien que tenia un alcázar, de donde podian hacer resistencia á los enemigos, y en las asonadas de guerra solian encerrar en él todo lo que tenian, sus preseas y sus albajas. El número de los ciudadanos era mediano hasta cuatro mil hombres de armas tomar, dado que otros doblan este número y dicen que podian poner en campo ocho mil soldados. Por la manera de vida que tenian y los muchos trabajos á que se acostumbraban, endurecian los cuerpos y aun fortalecian los ánimos. Grande era la osadía que tenian para acometer la guerra, y mucha la prudencia para continualla. Sempronio Graco, en el tiempo que tuvo el gobierno de la España citerior, hizo con los Numantinos y con otros pueblos comarcanos asiento y confederacion con estas condiciones: que no edificasen pueblos ni fortalezas ni las fortificasen sin avisar dello al Senado romano; pagasen el tributo cuanto y en los pueblos que les fuese ordenado; siguiesen los reales de los romanos cada y cuando que para ello fuesen llamados. Estaba otrosí y se contaba entre los pueblos Arevacos otra ciudad llamada Segeda, de cuarenta estadios en circuito. Apiano la pone en lo postrero de la Celtiberia entre los pueblos llamados Belos, por ventura donde al presente está la ciudad de Osma. Esta ciudad y á su ejemplo los pueblos que llamaban Titios, á ella comarcanos, encendidos en deseo de

cosas nuevas, comenzaron en puridad á confederarse con otros pueblos sus vecinos, y junto con esto á fortificar sus murallas, sin dejar cosa alguna que fuese e propósito para defenderse y ofender si alguno les diese guerra. Como por el Senado romano les fuese vedado pasar adelante en aquellas fortificaciones y les mandasen pagar el tributo que conforme á lo asentado eran obligados, demás desto, que los que tuviesen edad de tomar armas acudiesen al campo de los romanos, con diversas excusas que alegaban, se entretenian y excusaban deliacer lo que les era mandado. De aquí nació la primera ocasion de aquella guerra, en que se envolvió tambien Numancia por estar á ellos cercana y tener otrosi con los belos hecho asiento de juntar con ellos las armas y fuerzas contra los romanos. Ellos, con recelo que si al principio no hacian caso podria cundir aquel mal, determinaron de tomar luego las armas. Por aquel mismo tiempo se hacia la guerra en la Lusitania entre los romanos y un capitan de la tierra llamado Cesaron, el cual, con grande voluntad de toda la provincia, tomó á su cargo de restituir la en su antigua libertad. Fué primero lugarteniente, y despues sucesor de otro caudillo de aquella gente llamado Africano, que no mucho antes se levantara tambien contra los romanos, pero fué muerto de una pedrada que le dieron desde una ciudad que batia y pretendia forzar. Estas alteraciones, luego que en Roma se supieron, pusieron en gran cuidado á los del Senado en tanto grado, que despues que Lucio Mummio fué señalado por pretor de la España ulterior, acordaron para domar los celtiberos, gente indomita y feroz, que partiese para la España citerior uno de los cónsules con ejército consular. Esto acordado, con una priesa no acostumbrada hicieron que los cónsules que solian ser nombrados por el fin de diciembre y comenzar el oficio adelante mediado el mes de marzo, aquel año sc anticipasen y diesen principio á su gobierno desde el primero dia del mes de enero, acuerdo que deste principio se continuó adelante. Fué pues enviado á España el cónsul Quinto Fulvio Nobilior con muchas compañías de socorro. No ignoraban los segedanos que todo aquel aparato de guerra se enderezaba á su daño y á su perdicion. No tenian acabadas las fortificaciones de su ciu lad; así, enviaron sus mujeres y hijosjá los Arevacos para mayor seguridad, y ellos para apercebirse de lo necesario nombraron por su capitan un hombre llamado Caro, que tenia grande experiencia en las armas. Este, con intento de hacer algun efecto y con algun buen principio ganar mayor reputacion, armó una celada contra el campo del Cónsul que era llegado, y traia consigo hasta treinta mil hombres. Sucedióle bien su pensamiento, ca mató seis mil de los contrarios, y puso en huida á los demás. Pero como siguiese desapoderadamente cl alcance, la caballería romana que venia en la retaguarda revolvió sobre él, y le quitó la victoria de las manos y

la vida; destrozó otrosí gran número de los suyos. Dióse esta batalla á 29 de agosto, dia en que Roma ce

los lusitanos casi por toda España á manera de triunfo y para muestra de valentía. Descuidáronse con la pros

lebraba las fiestas de Vulcano, que llamaban Vulcana-peridad, que dió ocasion á Lucio Mummio poco ade

lia. El espanto y daño de ambas partes fué tan grande,
que los unos y los otros, si no eran forzados, reliusaban
por algunos dias de encontrarse. La misma noche los
arevacos se juntaron en Numancia, que la batalla se dió
por allí cerca, y en lugar de Caro nombraron por sus
capitanes á Haraco y á Leucon, y aparte por capitan
de los numantinos fué nombrado otro hombre llamado
Lintevon. El tercero dia despucs de aquella pelea
asentó el Cónsul sus reales á cuatro millas de Numan-
cia; fuera de las demás gentes tenia diez elefantes y
quinientos caballos númidas, que Masinisa poco antes
de Africa le enviara de socorro. Desafió el Cónsul á los
enemigos, que asimismo determinaron de probar ven-
tura y encomendarse á sus manos. Dióse otra batalla,
en la cual ya que estaba trabada, alargadas las hileras
de los romanos, se hicieron adelante los elefantes, con
cuya vista los celtiberos, por no estar acostumbrados,
se espantaron así hombres como caballos, y vueltas las
espaldas, se metieron en la ciudad. Iban los romanos en
pos dellos, y por amonestacion del Cónsul pretendian á
vueltas de los que huian entrar la ciudad; hiciéranlo
así si no fuera por un elefante, que herido en la cabeza
con una gran piedra, con la furia del dolor, como acon-
tece, se embraveció de tal suerte, que así él como á su
ejemplo los demás elefantes, bestias peligrosas en la
guerra, vueltos contra los suyos, pusieron en desórden y
confusion á los romanos, y dieron la muerte á todos los
que se les ponian delante. Los numantinos, visto lo que
pasaba y la buena ocasion que se les presentaba, hi-
cieron una salida, con que hirieron en los romanos y los
forzaron á recogerse á sus reales. Dellos en dos encuen-
tros perecieron cuatro mil hombres, y de los celtiberos
dos mil. Estaba por aquellas partes una ciudad llamada
Ajenia, plaza y mercado donde acudian los mercaderes
de la comarca á sus tratos. Desta ciudad, despues de la
batalla susodicha, pretendió el Cónsul apoderarse, mas
fué rechazado con afrenta y pérdida de soldados. Di-
vulgadas que fueron estas cosas, la ciudad de Ocile,
- donde los romanos tenian recogidos su bagaje y su al-
macen, se pasó á los celtíberos; que muchas veces la
fe y lealtad andan al paso de la fortuna, y la blanda y
inuchas veces engañosa esperanza de libertad hace des-
peñar á muchos. Con esto espantado el Cónsul, y te
miendo que las otras ciudades no imitasen este ejem❘
plo, barreado que hobo los reales que tenia cerca de
Numancia, invernó allí con su campo, donde por la
falta de vituallas y fuerza del frio pereció gran parte
de los soldados. Esto sucedió en la España citerior; en
la ulterior por el mismo tiempo Mummio hacia guerra
á los lusitanos con varios sucesos, pero cuyo remate
últimamente le fué muy favorable. Fué así, que en la
primera pelea los romanos siguieron con grande im-
petu y sin órden á los lusitanos, que habian desbaratado
y puesto en huida, cosa que dió ocasion à Cesaron,
caudillo de los contrarios, para revolver contra los enc-
migos y quitalles de las manos la victoria. Diez mil de
los romanos fueron muertos y entrados ambos los rea-
les, así los que habian perdido los lusitanos como
adonde alojaban los romanos. Desta manera pasó esta
pelea. Los despojos que de los romanos ganaron traian |

lante para que con los suyos, que eran en número hasta cinco mil, y con ellos se habia entretenido en lugares fuertes, cargase sobre los contrarios de improviso en cierta fiesta que hacian para celebrar la victoria que ganaron. Desbaratólos fácilmente, y con la victoria recobró muchas banderas de las que perdiera antes. En lugar de Cesaron, que parece murió en aquel rebate, sucedió otro que se llamaba Canteno. Este, en los pueblos llamados Cunios, en aquella parte del Andalucía donde hoy esta Niebla, se apoderó de Cunistorgis, ciudad que era de los romanos, de donde pasó al estrecho de Cádiz, y desde allí una parte del ejército se fué á Africa, por miedo de los romanos, ó por ser de aquella tierra, ó por ventura era su orgullo tan grande, que les parecia para su valor ser estrecha toda España. Los demás de aquel ejército por el pretor Mummio, que se rehizo de soldados y tenia basta nueve mil hombres, fueron trabajados y deshechos en algunas batallas que les dió. Por conclusion, pasó á cuchillo otro escuadron de aquella gente, sin dejar ni uno solo que pudiese llevar á su patria las tristas nuevas, con que en fin los de Lusitania se sosegaron y redujeron á lo que era razon. Por estas cosas se determinó el año siguiente, que se contó 602 de la fundacion de Roma, que Mummio en Roma triunfase. En lugar de Fulvio, sabido su desastre y la apretura en que se hallaba, enviaron al cónsul M. Claudio Marcello con ocho mil peones y quinientos caballos de socorro. El gobierno de la España ulterior se encargó á Marco Atilio. El cónsul Marcello, luego que con toda su gente aportó á España, procuró lo mas presto que pudo de apoderarse de la ciudad Ocile, para que la que fué principal en la culpa, fuese la primera en el castigo; pero dado que la tomó y que su culpa era grande, no la quiso asolar, solamente la mandó dar rehenes y acudille con treinta talentos de oro para los gastos. Caia cerca de allí la ciudad de Nertobriga, y como se puede sospechar por las tablas de Ptolemeo, no léjos de Tarazona, y de donde hoy está Calatayud. De allí vinieron embajadores al Cónsul para ofrecerle la ciudad. Mandóles al principio solamente que le acudiesen con cien hombres de á caballo; despues, porque algunos de aquella ciudad, á manera de salteadores, acometieron el postrer escuadron de los romanos y el carruaje, sin admitille la excusa que daban, es á saber, que aquel desacato fué de pocos, y que el pueblo no tenia parte, los cien caballeros fueron vendidos en pública almoneda, y puesto cerco sobre la ciudad, la comenzaron á batir. Enviaron de nuevo embajadores de paz con un una piel de lobo delante como por pendon en una lanza, que tal era la costumbre de la nacion, los cuales en presencia del Cónsul dijeron que, ora el delito pasado fuese público, ora particular, se debia dar por contento con lo hecho, pues era bastante castigo ver sus campos talados, quemadas sus casas, y sus ciudadanos hechos esclavos y vendidos por tales; que los corazones de los miserables se suelen mas enconar con quitarles del todo la esperanza del perdon, que suele dar fuerzas y ánimo á los flacos, pues ni aun los animalillos y sabandijas perecen sin que se pretendan vengar. Respondió el Cónsul que era por demás tratar ellos en par

ticular de concierto y de paz, si no entrasen en la misma confederacion y liga los Arevacos, los Belos y los Titios, que fueron los primeros á levantarse. No reliusaban aquellos pueblos de concertarse, pero con tal que fuese el asiento conforme á las condiciones que se asentaron con Graco. Inclinábase el Cónsul á esto, Y no le parecia mal partido; mas los amigos y confederados le fueron á la mano, ca decian no era justo recebir á la confederacion y condiciones antiguas á los qué tantas veces habian faltado y hecho tantos daños, así á los romanos como á los comarcanos, no por otra causa sino por mantenerse en la amistad y devocion del pueblo romano. El Cónsul, dudoso sin saber qué resolucion tomase, acordó se enviasen por ambas partes embajadores á Roma para que allá, oido lo que los unos y los otros alegaban, se determinase lo que pareciese al Senado, y en el entretanto otorgó á los contrarios cierta manera de treguas. Fulvio Nobilior, que en este medio era llegado á Roma, se opuso á aquellos tratos, y con encarecer en el Senado la deslealtad y agravios de aquella gente hizo tanto, que sin concluir cosa alguna, despidieron los embajadores con órden que acudiesen al cónsul Marcello, y que él les daria la respuesta de lo que pedian; resolucion que quitaba del todo la esperanza de la paz, y que ponia en necesidad de volver å las armas. Así se trató en Roma de enviar á los suyos nuevas ayudas, con intento de no parar hasta tener sujetos á los contrariós. El miedo que los soldados tenian era tan grande y la guerra tan peligrosa, que no se hallaba de todas las legiones quien se ofreciese á emprender aquella jornada. Ordenaron pues que por una nueva manera se scrteasen los que hobiesen de ir á España.

CAPITULO II.

Cómo Publio Cornelio Scipion vino por legado ó lugarteniente á España.

En el mismo tiempo Marco Atilio en la España ulterior maltrataba á los lusitanos, y se apoderaba por concierto de muchas ciudades que se le entregaban á partido ya que se llegaba el año siguiente, en el cual cupo por suerte la España citerior al cónsul Lucio Licinio Lucullo, y al gobierno de la ulterior vino el pretor Sergio Galba, y por legado ó lugarteniente del Cónsul vino Publio Cornelio Scipion, llamado el Menor, á quien el cielo reservaba la gloria de sujetar y destruir á la gran Cartago. Era de edad de veinte y cuatro años, y con deseo que tenía de hacer algun servicio señalado á su república, vino á aquella guerra, que los demás soldados tanto aborrecian y temian. Hay quien diga que venido que fué Lucullo á España, Scipion pasó en Africa enviado á Masinisa en embajada para que por respeto de la amistad que con aquel rey tenia su casa, alcanzase dél les enviase elefantes de socorro; pero yo por mas cierto tengo lo que afirma Marco Ciceron, que esto sucedió adelante en el consulado de Manlio. Fué este Scipion casado con hermana de los Gracos, nicta del otro Scipion Africano, hija de Cornelia, que fué hija de Scipion. Fué otrosí este Scipion nieto por adopción de Scipion el Mayor, hijo adoptivo de su hijo, ca el padre natural deste Scipion fué Paulo Emilio, hermano de la mujer del otro Scipion; por donde se llamó por sobrenombre Emiliano, así por causa de su padre co

mo para diferencialle del ya dicho Scipion el Mayor, el que, como queda dicho, venció al gran Aníbal y sujető á la ciudad de Cartago. Volviendo al propósito, en tanto que se esperaba la venida de Lucullo, Marcello, con deseo que tenia de ganar el prez de haber acabado aquella guerra, sacó lo mas presto que pudo sus gentes de los invernaderos. Anticipóse Nertobriga, que juntó para su defensa y metió dentro de los muros cinco mil arevacos. Numancia asimismo no se descuidó en armar su gente, contra la cual, por ser cabeza de las demás, Marcello enderezaba en primer lugar su pensamiento, y así se adelantó y puso á cinco millas de aquella ciudad, que hacen poco mas de una légua. Pero á instancia do Lintevon, caudillo de los numantinos, se concluyeron últimamente las paces con condicion que los de Numancia desamparasen á los Belos, á los Titios y á los Arevacos. Pretendia en esto el Cónsul, y confiaba que aquellos pueblos, desamparados de la ayuda de Numancia, no se le podrian defender, como sucedió en hecho de verdad, que sin dilacion aquellos pueblos se rindieron á los romanos, y fueron por ellos recebidos en gracia con tal que entregasen rehenes y pagasen seiscien→ tos talentos, como lo dice Estrabon. Llegó Lucullo á su provincia deseoso y determinado de hacer mal y daño; por esto, como quier que la guerra de los celtibe→ ros estuviese apaciguada, enderezóse con sus gentes á los Carpetanos. De allí pasó el rio Tajo y los puertos hasta llegar á los Vaceos, que eran gran parte de lo quo hoy es Castilla la Vieja. En aquella comarca se determinó acometer la ciudad de Caucia, asentada donde al presente vemos la villa de Coca. El color que dió para esta guerra fué vengar los Carpetanos, á los cuales los de aquella ciudad decia él haber hecho mal y daño, mas á la verdad la hambre del oro le despertaba, por ser hombre de poca hacienda entre los romanos: grave enfermedad para gobernadores y capitanes. Salieron los de aquella ciudad á pelear con el Cónsul, pero fueron vencidos y rechazados. Acordaron de rendirse á partido que diesen rehenes, y de socorro cierto número de hombres á caballo; demás desto, los penaron en cien talentos de plata. Asegurados con este concierto los ciudadanos, se allanaron para que entrase cu su ciudad la guarnicion de soldados que el Cónsul quiso. Ellos, he chia señal con una trompeta, como lo tenian concertado, pasaron á cuchillo aquella miserable gente que estaba descuidada, sin perdonar á mujeres ni hombres de ninguna edad: deslealtad y fiereza mas que de bárbaros. Por esto, atemorizados los pueblos comarcanos sin confiarse en la fortaleza de sus murallas ni asegurarse de la fe y palabra de los romanos, se retiraron con los suyos y con sus haciendas á los bosques y montes ásperos y enriscados, puesto primero fuego á lo que consigo no pudieron llevar. Lucullo, á quien la pobreza hacia avariento y la avaricia cruel, perdida la esperanza de gozar de aquellos despojos, pasó con sus gentes para sitiar una ciudad llamada Intercacia, que estaba antiguamente asentada casi á la mitad del camino que hay desde Valladolid á Astorga. Asentados sus reales, requirió á los moradores de paz y que se rindiesen. Ellos respondieron que si lo hacian, les guardaria la fé y palabra que guardó á los de Caucia. Alteróse el Cónsul con esta respuesta; ordenó sus haces delante de sus reales para presentar la batalla á los cercados, que ellos

seoso de satisfacerse, rompió por la Lusitania 6 Portugal, corrió los campos, mató, quemó y robó todo lo que topaba. Acudieron embajadores de aquella gente movidos destos daños. Hízoles el Pretor un razonamien to muy cuerdo y muy elegante, como persona que era de los mas señalados oradores de Roma, y como tal entre los demás le cuenta Ciceron. Excusó lo que habian hecho, por ser forzados de la necesidad. Díjoles que pues la falta y esterilidad de la tierra los ponia en semejantes ocasiones, avisasen á los suyos de su voluntad, que era darles muy mejores campos donde morasen y tuviesen sus labranzas para que sin agravio de lo; comarcanos se pudiesen sustentar. Señalóles dia e que se viniesen para él repartidos en tres escuadras. Ellos, persuadidos que les venia bien aquel partido, sin sospechar mal ni engaño, obedecieron y cumplieron la que les era mandado. Engañólos su pensamiento, y el Pretor, no solo no les guardó su palabra, antes como venian descuidados fueron todos despojados de sus armas y muertos: brava carnicería y deslealtad. Parte de los despojos se dió á los soldados; con lo demás se quedó el mismo Galba, con que se entiende vino á ser adelante el mas rico de los ciudadanos romanos.

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excusaron con todo cuidado, resueltos de defender su libertad con las murallas y guarnicion y con las vituallas que tenian recogidas para mucho tiempo, sin embargo que los moradores eran muchos, y asaz gran nú→ mero de gente de á pié y de á caballo de los pueblos comarcanos se habian acogido á aquella ciudad. Solo hicieron algunas salidas y trabaron algunas escaramuzas, en que no sucedió cosa que sea de contar, sino fué que Scipion venció en desafío cierto español principal, robusto y de grandes fuerzas, con quien, dado que ordinariamente delante los reales desafiaba á los romanos, ninguno dellos se atrevió á hacer armas. Padecia el Cónsul grande falta de vituallas; el sustento ordinario de sus soldados era trigo cocido y cebada además de alguna caza; la falta de la sal era la que mas los trabajaba. Por estas incomodidades y por las aguas que, como de sierra, eran muy delicadas, muchos soldados comenzaron á enfermar de cámaras; entreteníalos empero la esperanza de apoderarse de aquella ciudad. Para batirla juntaron madera, hicieron ingenios á propósito, con que gran parte de la muralla echaron por tierra. Los soldados por las ruinas y por la batería pretendian entrar en la ciudad, y aun Scipion fué el primero que subió á lo mas alto; por lo cual despues fué públicamente alabado, y le fué dada la corona mural. Mas acudieron los de dentro con tanto esfuerzo, que rebatieron á los romanos, sin que puliesen pasur adelante; y la carga que les dieron fué tan grande, que por la priesa del retirarse no pocos se ahogaron en una laguna que por allí estaba. La noche siguiente los cercados repararon la parte del muro derribado con grande diligencia y cuidado. Vióse el Cónsul á pique de alzar el cerco sin hacer efecto, si la hambre no forzara á los de dentro á entregarse. Tratóse pues de concierto, y por medio de Scipion, de quien se fiaban mas que del Cónsul, hicieron sus asientos. Las condiciones fueron tolerables, ca solamente se mandó á los ciudadanos que diesen diez mil sayos y cierto número de jumentos y rehenes para la seguridad. Dinero, ni le tenian ni le deseaban, por ser hombres montañeses que vivian de la labranza y de la cria de sus ganados. Movió el Cónsul con sus gentes de aquella ciudad; revolvió sobre Palencia, pero no pudo sujetarla ni rendirla. Algunos sospechan que desde Castilla la Vieja dió la vuelta húcia el Andalucía, y no paró hasta el estrecho de Cádiz, donde, como dice Plinio, presentaron á Lucullo la cabeza de un pulpo de grandeza increible. Añaden que desde allí corrió toda aquella tierra hasta la Lusitania. Sergio Galba, á quien, como se dijo, encargaron el gobierno de Ja España ulterior, no estaba ocioso, antes en el Andalucía hacia rostro á los lusitanos, que hacian correrías y entradas por aquellas partes, con que trabajaban á los confederados del pueblo romano. Pero como se atreviese en cierta ocasion á pelear con los enemigos eu sazon que sus soldados se hallaban cansados del camino, fué desbaratado y muertos siete mil de los suyos, zado con los demás á huir y meterse en Carmena, como lo dice Apiano (entiendo que ha de decir Carmona, ciudad en aquel tiempo la mas fuerte de aquellas partes, y que estaba asentada cerca de los pueblos llamados Cuneos), donde se refiere que el Pretor pasó el invierno, sin descuidarse punto en rehacerse de fuerzas y juntar gentes. Con que luego que abrió el tiempo, de

for

CAPITULO III.

De la guerra de Viriato.

Está crueldad de Galba dió ocasion para que los na→ turales, mas alterados que espantados, emprendiesen de nuevo otra guerra muy famosa, llamada de Viriato; y es así comunmente, que unos males vienen asidos de de otros, y el fin de un desastre y daño suele ser muchas veces principio de otra mayor desgracia, y el remedio convertirse en mayor daño. No hay duda sino que la guerra de Viriato por espacio de catorce años enteros que duro, con diferentes trances que tuvð, trabajó grandemente el poder de los romanos. Fué Viriato de nacion lusitano, hombre de bajo suelo y linaje, y que en su mocedad se ejercitó en ser pastor de ganados. En la guerra fué diestro; dió principio y muestra siendo salteador de caminos con un escuadron de gente de su mismo talle. Eran muchos los que le acudian y se le llegaban, unos por no poder pagar lo quo debian, otros por ser gente de mal vivir y malas mañas; los mas por verse consumidos y gastados con guerras tan largas deseaban meter la tierra á barato. Con esta gente, que ya llegaba á campo formado, comenzó á trabajar los comarcanos, en especial los que estaban á devocion de los romanos, por aquella parte por don de Guadiana desboca en el mar. A la sazon que las cosas se hallaban en estos términos, Galba se partió de España acabado su gobierno, y vino en su lugar Marco Vitilio, año de la fundacion de Roma de 604, el cual puso todo cuidado en deshacer á Viriato y apagar aquella llama; pero él, dejada la Lusitania, se pasó al estrecho de Cádiz, y con resolucion de excusar la batalla, se entretenia en lugares fuertes y ásperos. Acudió el Pretor, y con un cerco que tuvo sobre aquella gente muy apretado, redujo á aquellos soldados, que ya comenzaban á sentir la hambre, á probar secretamente si habria esperanza de concertarsc. Pedian campos donde morasen, y prometian de man→ tenerse en la amistad y fé del pueblo romano. Daba de

buena gana el Pretor oidos á estas práticas. Supo Viriato lo que pasaba, y con un razonamiento que hizo á sus soldados, mudaron de parecer. Púsoles delante con cuánto peligro pondrian en manos de los romanos sus vidas y libertad, en quien ninguna cosa se conocia de hombres fuera de la apariencia y el sonido de la lengua humana; que si ningun ejemplo hobiera para muestra desto, como quier que eran muchos y sin número, por lo que hizo Galba podian entender que no les era seguro dejarse engañar de buenas palabras; que les estaria mejor seguirle á él, que era su caudillo, y por sus consejos y mandado llevar adelante lo comenzado, como gente esforzada no rendirse por verse á la sazon apretados, que los tiempos se mudan. Aprobaron todos este parecer, y para engañar á los romanos sacaron sus gentes con muestra de querer pelear. Pusieron la caballería por frente, y los peones entretanto se pusieron en salvo en los bosques que cerca estaban. Despues todos jantos se fueron á una ciudad llamada Tribola, donde pensaba Viriato entretenerse y continuar la guerra. Acudieron los romanos; armóles cerca de aquella ciudad una celada, en que mató hasta cuatro mil dellos y

algunas letras que faltan, son:

sin embargo que Lucio Scribonio Libon, tribuno del pueblo, y Marco Caton le apretaron con todas sus fuerzas. Despues, desto Claudio Unimano, con nombre de pretor, vino de Roma el año de 606 contra Viriato; mas fué por él vencido y muerto con gran parte de su ejército que pereció en aquella batalla. Los haces do varas y alabardas, que eran insignias del inagistrado, fueron puestas por memoria de aquella victoria y á manera de trofeo en los montes de la Lusitania, con tanto espanto de los romanos en adelante, y tanto atrevimiento de los españoles, que trecientos lusitanos no dudaron de trabar pelea con mil soldados romanos, y en ella mataron mas en número que ellos eran. Aconteció otrosí que un peon español puso en huida á muchos hombres de á caballo de los romanos, que espantados y atónitos quedaban de ver que aquel hombre de un golpe mató un caballo y cortó á cercen la cabeza del que en él iba. La batalla en que Claudio Unimano quedó desbaratado muestra se dió en el campo y cómarca de Urique en Portugal una piedra que allí está de las mas notables que hay en España de romanos, y la pone Andrés Resendio en las Antigüedades de Porcon ellos al mismo Pretor. Los demás se salvaron portugal, cuyas palabras, vueltas en castellano y suplidas los piés, y se recogieron á Tarifa; allí como los romanos ayudados de nuevos socorros de los celtiberos tornasen á probar ventura, todos perecieron en la pelea. En lugar de Vitilio vino al gobierno de la España ulterior el pretor Cayo Plaucio, año de la fundacion de Roma 605. Llegó á sazon en España que Viriato corria los campos, primero de los turdetanos, y despues de los carpetanos. Llegados los romanos á vista, dió muestra de buir; siguiéroule los contrarios desapoderadamente, revuelve sobre ellos, y pasa á cuchillo cuatro mil que se habian adelantado mucho. El Pretor, con desco de librarse desta infamia mas que por esperanza que tuviese de la victoria, pasó adelante en seguimiento del enemigo hasta llegar al monte de Vénus, donde pasado el rio Tajo, Viriato se hizo fuerte. Allí vinieron de nuevo á las manos en una batalla en que fué destrozado no menor número de romanos que antes. De lo cual quedó el Pretor tan escarmentado y medroso, que en medio del estío, como si fuera en invierno, se estuvo encerrado en las ciudades con mayor confianza que tenia en las murallas que en sus fuerzas. Esta batalla creen algunos que se dió en la Lusitania y cerca de la ciudad de Ebora, por causa de un sepulcro que se ve hoy en aquella ciudad con una letra en latin que en romance quiere decir:

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CAYO MINUCIO HIJO DE CAYO LEMONIA LUBATO TRIBUNO DE LA LE-
GION DÉCIMA GEMINA: AL CUAL EN LA BATALLA CONTRA VIRIATO
ADORMECIDO DE LAS HERIDAS EL EMPERADOR CLAUDIO UNIMANO
DESAMPARÓ POR MUERTO, GUARDADO POR DILIGENCIA DE EBUCIO
SOLDADO LUSITANO, Y MANDADO CURAR SOBREVIVÍ POR ALGUNOS
DIAS: MORI TRISTE POR NO GRATIFICAR A LA MANERA DE ROMÁ→
NOS Á QUIEN BIEN LO MERECIA.

El año siguiente, que se contaba de Roma 607, Ca-
yo Nigidio, enviado en lugar del Pretor muerto, peleó
no con mejor suceso contra Viriato cerca de la ciudad
de Visco en la Lusitania ó Portugal, do escriben está
un sepulcro de Lucio Emilio, que murió en aquella
pelea. Fué este año memorable y señalado, no tanto por
las cosas de España como por el consulado de Publio
Cornelio Scipion, de quien arriba hablamos, y al cual
el cielo guardaba la gloria de destruir á Cartago la Gran-
de, como lo hizo por este mismo tiempo, de donde fué
llamado Africano, sobrenombre que pudó heredar dé
su abuelo. Consta asimismo que C. Lelio, aquel que
en Roma tuvo sobrenombre de Sabio, como lo testificó
Ciceron, vino por este mismo tiempo á España y fué el
primero que comenzó á quebrantar las fuerzas y fero-
cidad de Viriato, por ser persona que ayudaba el esfuer-
zo y destreza con la prudencia, experiencia y uso que
tenia de muchas cosas; y con esta empresa se hizo mas
esclarecido nombrado que antes. Tambien es cosa
y
averiguada que el año que se contó 609 de la fundacion
de Roma, Q. Fabio Máximo Emiliano, hermano de Sci-
pion, hecho cónsul, vino en España contra Viriato por
órden del Senado, que, cuidadoso de aquella guerra,
mandó que el uno de los cónsules partiese para España;
y para suplir la falta que tenian de soldados viejos, hi-
cieron de nuevo gente en Roma y por Italia, con què
se juntaron quince mil infantes y dos mil caballos. Es-
tos se embarcaron para España, y llegaron á una ciu-
dad llamada Orsuna, la cual se entiende sea la que hoy
se llama Osuna en el Andalucía. Detúvose allí el Cón-
sul algun tiempo hasta tanto que con el ejercicio se hi-
ciesen diestros los soldados; y en el entretanto fué á

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