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á retirarse dél. A yudó otrosí para renovar la disciplina la diligencia de Cayo Mario, aquel que desta escuela y destos principios se hizo con el tiempo y salió uno de los mas famosos capitanes del mundo. Pasada en estas cosas gran parte del año y llegado el estío, movió Scipion con todas sus gentes la vuelta de Numancia. No se atrevió por entonces de ponerse al riesgo de una batalla, porque todavía sus soldados estaban medrosos por la memoria que tenian fresca de las cosas pasadas. Contentóse con correr los campos enemigos por muchas partes y hacer en ellos todo mal y daño. Desde allí pasó haciendo asimismo correrías hasta los Vaceos, enojado principalmente contra los palentinos por la rota con que maltrataron y el daño que hicieron al cónsul Lépido. Alli Scipion se vió puesto casi en necesidad de venir á batalla por la temeridad de Rutilio Rufo, el cual, con intento de reprimir á los palentinos, que por todas partes semostraban y con ordinarios rebates daban pesadumbre, salió contra ellos, y con poco recato se adelantó tanto, que se iba á meter en una emboscada que los enemigos le tenian puesta; cuando Scipion, advertido el peligro desde un alto donde estaba, mandó que las demás gentes se adelantasen y que la caballería cercase por todas partes el lugar donde la celada estaba, y escaramuzando con el enemigo, diese lugar á los soldados que se metian en el peligro para que se pusiesen en salvo. En este camino y entrada que Scipion hizo vió por sus ojos la ciudad de Caucia, destruida por engaño de Lucullo; y movido con aquella vista á compasion, á voz de pregonero prometió franqueza de tributos y alcabalas á todos los que quisiesen reedificarla y hacer en ella su asiento y su morada. Esto fué lo que sucedió aquel verano, que estaba ya bien adelante; y casi comenzaba el invierno, cuando vuelto el ejército á Numancia, cerca de aquella ciudad se asentaron los reales de los romanos. Dende no dejaron en todo el invierno de salir diferentes cuadrillas á robar y talar los campos que por allí caian. Entre estos un escuadron, de cierto peligro en que se hallaba de perecer, fué librado por la buena maña y vigilancia de Scipion en esta manera. Estaba allí cerca una aldea rodeada en gran parte de ciertos pantanos, que sospechan sea la que se llama al presente Henar por estar junto á una laguna. Cerca de aquel lugar se alzaban unos peñascos á propósito de armar allí alguna celada. Escondióse allí cierto número de numantinos, y sin falta maltrataran y degollaran los soldados romanos, que, derramados y ocupados en robar, andaban por aquella parte, Scipion desde sus reales, conocido el peligro, no diera Juego señal de recogerse, para que los soldados, dejado el robar, acudiesen á sus banderas. Y para mayor seguridad, tras mil caballos que envió delante, él mismo se apresuró para cargar sobre los contrarios con lo demás del ejército. Los numantinos, entre tanto que con iguales fuerzas y número se peleaba, se resistieron y hicieron reparar á un gran número de los contrarios; pero luego que vieron acercarse los estandartes de las legiones, se pusieron en huida con grande maravilla de los romanos, porque de largo tiempo no habian visto las espaldas de los numantinos. Estas cosas acontecieron en el consulado de Scipion en el tiempo que Jugurta desde Africa vino á juntarse con los romanos, nieto que era de Masinisa, nacido fuera de matrimonio de un

si

hijo suyo por nombre Manastabal. Envióle el rey Micipsa, su tio, con diez elefantes y un grueso escuadron de caballos y de peones, con deseo que tenia de ayudar á los romanos, y juntamente con deseño de poner á peligro aquel mozo brioso, por entender el que corrian sus hijos si la vida le duraba; consejo sagaz y prudente que no tuvo efecto, antes Jugurta, ganada mucha honra en aquella guerra, luego que se concluyó, dió vuelta á Africa con mayor crédito y pujanza que antes. CAPITULO X.

Cómo Numancia fuè destruida.

El año luego adelante, que se contó de la fundacion de Roma 621, siendo cónsules Publio Mucio Scévola y Lucio Calpurnio Pison, á Scipion alargaron el tiempo del gobierno y del mando que en España tenia, traza con que Numancia fué de todo punto asolada, ca pasado el invierno y con varias escaramuzas quitado ya el miedo que los soldados tenian cobrado, con intencion de apretar el cerco de Numancia, de unos reales hizo dos, dividida la gente en dos partes. El regimiento de los unos encomendó á Q. Fabio Máximo, su hermano; los otros tomó él á su cargo, dado que algunos dicen que dividió los reales en cuatro partes, y aun no concuerdan todos en el número de la gente que tenia. Quién dice que eran sesenta mil hombres, quién que cuarenta, como no es maravilla que en semejante cuenta se halle entre los autores variedad. Los numantinos, orgullosos por tantas victorias como antes ganaran, aunque eran mucho menos en número, porque los que mas ponen dicen que eran ocho mil combatientes, y otros deste número quitan la mitad, sacadas sus gentes fuera de la ciudad y ordenadas sus haces, no dudaron de presentar la batalla al enemigo, resueltos de vencer o perecer antes que sufrir las incomodidades de un cerco tan largo. Scipion tenia propósito de excusar por cuanto pudiese el trance de la batalla, como prudente capitan, y que consideraba que el oficio del buen caudillo no menos es vencer y concluir la guerra con astucia y sufrimiento que con atrevimiento y fuerzas. Ni le parecia conveniente contraponer sus ciudadanos y soldados á aquella ralea de hombres desesperados. Con este intento determinó cercar la ciudad con reparos y palizadas para reprimir el atrevimiento y acometimientos de los cercados. Demás desto, mandó á las ciudades confederadas enviasen nuevos socorros de gente, municiones y vituallas para la guerra. Hízose un foso al rededor de la ciudad, y levantóse un vallaðar de nueva manera, que tenia diez piés en alto y cinco en ancho, armado con vigas y lleno de tierra, con sus torres, troneras y saetias á ciertos trechos, de suerte que representaba semejanza de una muralla continuada. Solamente por el rio Duero se podia entrar en la ciudad y salir; pero tambien esta comodidad quitaban á los cercados las compañías de soldados y los ranchos que en la una ribera y en la otra tenian puestos de guarda. Para remedio desto los buzanos, zabulléndose en el agua, debajo della sin ser sentidos pasaban, cuando era necesario, de la una parte á la otra. Otros con barcas, por la ligereza de los remeros ó por la fuerza del viento que daba por popa, escapaban de ser heridos con lo que los soldados les tiraban; y por esta manera se podia meter al

guna vitualla en la ciudad. Duróles poco este remedio y consolacion tal cual era, porque con una nueva diligencia levantaron dos castillos de la una y de la otra parte del rio con vigas que le atravesaban, y en ellas unos largos y agudos clavos para que nadie pasase. Los numantinos, sin perder por esto ánimo, no dejaban de acometer las centinelas y cuerpos de guarda de los rómanos; mas sobreviniendo otros, fácilmente eran rebatidos y encerrados en la ciudad; que á sabiendas no los querian matar, para que gastasen mas presto cuantos mas fuesen las vituallas, y forzados de la hambre y extrema necesidad se entregasen. En esta coyuntura un hombre de grande ánimo y osadía, llamado Retogenes Caravino, con otros cuatro, por aquella parte que los reparos de los romanos eran mas flacos y tenían menos guarda, escalado el valladar y degolladas las centinelas y escuchas, se enderezó á los pueblos llamados Arevacos, donde en una junta de los principales que para esto se convocó, les rogó y conjuró por la amistad antigua y por el derecho de parentesco no desamparasen á Numancia para ser saqueada y asolada por el enemigo, que, encendido en coraje y en deseo de vengarse, no tenia olvidadas las injurias que ellos le habian hecho; considerasen que aquella ciudad solia ser el refugio y reparo comun de todos, y al presente, por la adversidad de la fortuna y por la astucia de los que la cercaban, mas que por valor y esfuerzo, se haIlaba puesta en extremo riesgo y cuita: «¿Por qué, dice, en tanto que las fuerzas están enteras y los romanos por tantas pérdidas rehusan la pelea y por malas mañas y astucias pretenden apoderarse de aquella nobilísima ciudad, vos, juntadas las fuerzas, no quitaréis el yugo desta servidumbre, y echaréis de vuestra tierra esta peste comun? ¿Aguardais por ventura hasta tanto que cunda este mal, y de unos á otros pase y llegue à vuestra ciudad? Pensad que esta llama, consumido todo lo que se le pone delante, será forzoso que todo lo asuele. Por ventura ¿no conoceis la ambicion de los romanos, sus robos y sus crueldades? Los cuales muchas veces habeis visto y oido que sin causa alguna, solo con deseo de extender su señorío, ponen asechanzas á la libertad y riquezas de toda España. Diréis que teneis hecho concierto con ellos, y con esto os asegurais. En que si no hubiera muchos ejemplos frescos y puestos delante los ojos de la deslealtad, codicia y fiereza de los romanos, la destruicion poco ha de Caucia y ahora la confederacion de los numantinos con Mancino quebrantada injustamente son bastante muestra como ninguna cosa tienen por santa por el deseo de enseñorearse de todo. Mirad que si anteponeis ahora vuestro reposo particular á la salud comun, la cual en grau parte depende del valor y esfuerzo de Numancia, no seais en algun tiempo forzados á quejaros por demás, ojalá yo me engañe, de haber perdido y desamparado lo uno y lo otro. Afuera pues toda tardanza y cobardía; en tanto que hay tiempo y que las cosas están en término que se pueden remediar, volved vuestros ánimos y pensamiento á procurar la salud de la patria. Juntad armas y fuerzas, cargad sobre el enemigo, que está descuidado, cercándole los vuestros por una parte, y los nuestros por otra, por frente y por las espaldas. Considerad que en nuestro peligro corre riesgo la saJud, la libertad y las riquezas de toda España.» Con

este razonamiento y con abundancia de lágrimas que derramaba, con echarse en tierra y á los piés de cada uno, tenia ablandados los corazones de muchos; pero como quier que á los desdichados y caidos todos les falten, prevaleció el voto de los que sentían que no convenia enojar á los romanos, autes decian que sin tardanza echasen de toda su tierra á los numantinos, porque no les achacasen y hiciesen cargo de haber oido en su junta aquella embajada. Lo que despues desto hizo Retogenes no se sabe; solo consta que la gente moza de Lucía, pueblo que estaba á una legua de Numancia, acudió á socorrer los cercados; pero fué rebatida su osadía por la diligencia de Scipion; y con cortar las manos derechas por mandado del mismo á cuatrocientos dellos, los demás quedaron escarmentados para no imitar semejante desatino. Con esto los numantinos, perdida toda esperanza de ser socorridos y por el largo cerco quebrantados de la hambre, movieron tratos de paz. Enviaron para esto á Scipion una embajada el principal, por nombre Aluro, dada que le fué audiencia, se dice habló en esta manera: «Quiénes sean los ciudadanos de Numancia, de qué lealtad, de qué constancia, no hay para qué traello á la memoria; pues tú con la larga experiencia lo puedes tener entendido, y no está bien á los miserables hacer alarde de sus alabanzas. Solo diré que te será muy honroso haber quebrantado los ánimos de los numantinos, y á nos no será del todo afrentoso, ya que así habia de ser, ser vencidos de tan gran capitan. Lo que la presente fortuna pide y á lo que nos fuerzan los males deste cerco, confesámonos por vencidos, pero con tal que te contentes con nuestra penitencia y emienda, y no pretendas destruirnos. No pedimos del todo perdon, dado que en ninguna parte pudieras mejor emplearle; contentámonos con que el castigo sea templado. Que si nos niegas las vidas y no das lugar á la pelea, determinados estamos de probar cualquier cosa hasta morir por nuestras manos, si fuere necesario, antes que por las ajenas, que será el postrer oficio de varones esforzados. Tú debes considerar una y otra vez lo que la fama y el mundo dirá de tí, así de presente como en el tiempo adelante.» Maravillóse Scipion por este razonamiento que los corazones de aquella gente con tantos trabajos no estuvieran quebrantados, y que, perdida toda esperanza, todavía se acordasen de su dignidad y constancia. Con todo esto, respondió á los embajadores que no habia que tratar de concierto, si no fuese entregándoseá la voluntad del vencedor. Con esta respuesta los numantinos, como fuera de sí, matan á los embajadores, los cuales ¿qué culpa les tenian? Pero cuando la muchedumbre se alborota, muchas veces acarrea daño decir la verdad. Estaban ya sin ninguna esperanza de salvarse ni de venir á batalla; acuerdan de hacer el postrer esfuerzo. Emborráchanse con cierto brebaje que hacian de trigo, y le llamaban celia; con esto acometen los reparos de los romanos, escalan el valladar, degüellan todos los que se les ponen delante, hasta que, sobreviniendo mayor número de soldados y sosegada algun tanto la borrachez, les fué forzoso retirarse á la ciudad. Despues desta pelea dicen que por algunos dias se sustentaron con los cuerpos muertos de los suyos. Demás desto, probaron á huir y salvarse. Como tampoco esto les sucediese, por conclusion, perdida del todo la es¬

peranza de remedio, se determinaron á acometer una memorable hazaña, esto es, que se mataron á sí y á todos los suyos, unos con ponzoňa, otros metiéndose las espadas por el cuerpo. Algunos pelearon en desafío unos con otros con igual partido y fortuna del vencedor y vencido, pues en una misma hoguera, que para esto tenian encendida, echaban al que era muerto, y luego tras él le seguia el que le quitaba la vida. Por esta inanera fué destruida Numancia pasados un año y tres meses despues que Scipion vino á España. Grande fué su obstinacion, pues los mismos ciudadanos se quitaron las vidas. Apiano dice que, entrada la ciudad, hallaron algunos vivos. Contradicen á esto los demás autores; y es cosa averiguada que Numancia se conservó por la concordia de sus ciudadanos, que tenian entre sí y con sus comarcanos, y pereció por la discordia de los mismos; demás desto, que vencida quitó al vencedor la palma de la victoria. Los edificios á que perdonaron los ciudadanos, que no les pusieron fuego, fueron por mandado de Scipion echados por tierra, los campos repartidos entre los pueblos comarcanos. Hechas todas estas cosas y fundada la paz de España, se volvió Sci-❘ pion á Roma á gozar el triunfo, que le era muy debido por hazañas tan señaladas, por las cuales, demás de los otros títulos y blasones, le fué dado y tuvo adelante el renombre de Numantino. Triunfó otrosí Decio Bruto poco antes en Roma por dejar vencidos y sujetos los gallegos, con que ganó asimismo sobrenombre de Calaico, como se dijo poco antes deste lugar.

CAPITULO XI.

De lo que sucedió en Españía despues de la guerra de Numancia.

no pararon hasta España. Mas por el esfuerzo de los romanos y de los naturales fueron forzados á dar la vuelta ála Gallia y á Italia año de la fundacion de Roma de 645. En este año, Quinto Servilio Cepion venció en una batalla á los lusitanos, si que se entienda qué cargo 6 magistrado tuviese. Verdad es que, pasados tres años, siendo cónsul el mismo Cepion, los lusitanos se vengaron de los romanos, ca les hicieron mayor daño del que antes dellos recibieron. Fué aquel año, el que se contó de la fundacion de Roma 648, señalado mas que por otra cosa alguna por el nacimiento de Marco Tulio Ciceron, que nació este año en Arpino, pueblo de Italia. Su madre se llamó Helvia, su padre fué del órden Ecuestre y de la real sangre de los Volscos. Ennobleció Ciceron las cosas de Roma no menos en paz y desarmado con su prudencia, erudicion y elocuencia maravillosa, y ganó no menor nombradía que los otros excelentes caudillos de aquella república con las armas. Pasados otros dos años, que fué el año de 650, los cimbros mezclados con los alemanes, rompieron segunda vez por España; pero fueron de nuevo rebatidos por los celtiberos,. y forzados á volverse á la Gallia. Las alteraciones de los lusitanos sosegó Lucio Cornelio Dolabella, que con nombre de procónsul tenia el gobierno de aquella provincia el año de la ciudad de Roma de 655. Apaciguadas estas alteraciones, luego el año siguiente se emprendió otra guerra de los celtiberos, para la cual vino en España el cónsul Tito Didio. Acercáronse los dos campos, ordenáronse las haces y adelantáronse; dióse la batalla con igual esperanza y denuedo de ambas partes. El suceso fué que los departió la noche y puso fin á la pelea sin declarar la victoria por ninguna de las partes, antes el daño fué igual. Valióse el Cónsul de su astucia y de maña en aquel trance, y fué que luego hizo correr el campo y sepultar los cuerpos muertos de los suyos. Con esto el dia siguiente los españoles, por entender que el número de sus muertos era mayor que el de los contrarios, perdida la esperanza de la victoria, se dieron á partido con las condiciones que los romanos quisieron ponerles. En aquella batalla y en todo el progreso de la guerra murieron de los arevacos veinte mil hombres, que fué gran número, si los autores no

Despues desto se siguieron en España temporales pacíficos, de grande y señalada bonanza. La forma del gobierno por algun tiempo fué que diez legados, enviados de Roma y mudados á sus tiempos tuvieron el gobierno de España, cada cual en la parte que de toda ella le señalaban. Los mallorquines, lechos cosarios, corrian aquellos mares y las riberas cercanas. Acudió contra ellos el cónsul Quinto Cecilio Metello, que los sujetó y puso en sosiego el año de la ciudad de Roma de 631, por lo cual el dicho cónsul fué llamado Baleá-se engañan ó los números no están mudados. Los ter

rico, que es tanto como mallorquin. Por el mismo tiempo Cayo Mario, que era gobernador de la España ulterior, abrió y aseguró los caminos, quitados los salteadores, de que habia gran número y gran libertad de hacer mal: merced y reliquias malas de las alteraciones y revueltas pasadas. Restituyó asimismo en su provincia las leyes y la paz, dió fuerza y autoridad á los jueces, que todo en ella faltaba. Y doce años adelante, como aquella provincia se hobiese alterado, primero Calpurnio Pison, despues Sulpicio Galba, hijo del otro Galba que hizo en la Lusitania lo que arriba queda contado, apaciguaron aquellos movimientos. Hállanse á cada paso en España muchas monedas acuñadas con el nombre de Pison. Fundada pues la paz por la buena maña y valor de Pison y de Galba, otra vez se encargó el gobierno de España á diez legados en el tiempo que los cimbros, gente septentrional, en gran número, á manera de un raudal arrebatado, se derramaron y metieron por las provincias del imperio romano, y con el gran curso de victorias que en diversas partes ganaron,

mestinos, por ser bulliciosos y levantarse muchas veces confiados en el fuerte sitio de su ciudad, fueron castigados en que la echasen por tierra y ellos se pasasen á morar en lo llano, divididos en aldeas sin licencia de fortificarlas y sin tener forma y manera de ciudad. Una compañía de salteadores, acostumbrada á robar, se concertó con el Cónsul, y debajo de su palabra se vino para él con hijos, mujeres y ropa; pero todos fueron pasados á cuchillo, por no tener confianza que mudarian la vida y trato hombres acostumbrados á sustentarse de los sudores ajenos con robos y saltos. Hecho que de tal manera no fué en Roma aprobado, que sin embargo otorgaron á Didio que por las demás cosas que hizo triunfase. En esta guerra fué Quinto Sertorio, tribuno de soldados, que era como al presente coronel ó maestre de campo, en que ganó gran prez y loa por haber salvado la guarnicion de romanos que estaban en Castulon de la muerte que los de aquella ciudad, concertados con los girisenos, que se entiende eran los do Jaen, por el deseo que siempre tenian de la libertad, les

á verse con Craso, porque así lo pedia el tiempo; solo mandó á un esclavo suyo que, en un peñasco cerca de la cueva, pusiese todos los dias la provision que le darian en la ciudad, con órden que so pena de muerte no pasase adelante ni quisiese saber para quién llevaba lo que le maudaba; que si lo ejecutaba con fidelidad, le prometió de ahorrarle. Con esta diligencia y cuidado, Craso se entretuvo algun tiempo hasta tanto que llegó nueva cómo Mario y Cinna fueron desbaratados y muertos por Silla, su contrario. Con este aviso, salido de la cueva en que estaba, fácilmente atrajo á su devocion y parcialidad muchas ciudades de España, que se le entregaron con mucha voluntad; entre las otras, la de Málaga fué saqueada por los soldados contra voluntad del mismo, á lo menos así quiso que se entendiese por toda la vida, si ya no fué que usó de disimulacion, y quiso con daño ajeno y con dalles aquel saco, como acontece, granjear la voluntad de sus soldados. De España pasó en Africa, donde el bando de Silla andaba mas valido y tenia mas fuerzas. La cueva en que Craso estuvo escondido se muestra entre Ronda y Gibraltar cerca de un lugar llamado Jimena, en la cual dicen cuadrar todas las señales que de lo que Plutarco dice en este propósito se coligen. Tambien es cosa averiguada, por lo que autores antiguos escriben, que en aquel tiempo hobo en España linaje de paciecos; pero los que quieren sacar destos principios y fuente el que en nuestra edad tiene el mismo apellido, en autoridad y riquezas de los mas principales que hay en el reino de Toledo, fundan su opinion solamente en la semejanza del nombre, argumento que ni siempre se debe desechar, ni tenelle tampoco por concluyente, dado que muchos acostumbran á engerir como árboles unos linajes en otros del mismo nombre mas antiguos, no sin perjuicio de la verdad y daño de la historia.

pretendian dar cierta noche; cosa que les parecia fácil de ejecutar por ser el tiempo de invierno y estar los soldados descuidados, muy dados á los convites y al vino. Sintió Sertorio el alboroto de los castulonenses que daban principio á la matanza, arrojóse fuera del lecho, de su posada y de la ciudad, recogió los que por los piés escaparon, y con ellos cargó sobre los contrarios, y vengó los que de sus soldados fueron muertos en aquel rebate. Informóse, y supo lo que pasaba y la conjuracion que tenian tramada; pasó con presteza á los girisenos, que engañados por los vestidos que los soldados llevaban de los castulonenses muertos, los salian á recebir y dar la enhorabuena de la matanza que pensaban quedar hecha de los romanos; mas engañóles su imaginacion, ca fueron pasados á cuchillo en gran número, y los demás vendidos por esclavos. Estas cosas sucedieron en la España citerior el año presente y los cuatro luego siguientes, que fué todo el tiempo que Didio tuvo el gobierno de aquella provincia; porque á Ja España ulterior vino el cónsul Publio Licinio Craso el año de la fundacion de Roma de 657, y por lo que en aquella su provincia hizo, triunfó en Roma al fin del año sexto de su gobierno, donde se cree, y no sin causa, que juntó aquellas riquezas con que Marco Craso, su hijo, llegó á ser uno de los mas señalados de los romanos, y por un tiempo el mas rico de todos ellos. Antonio de Nebrija dice, como cosa averiguada, que este Craso fué el que abrió y empedró el camino y calzada mas famosa de España, llamada vulgarmente el camino de la Plata, que va desde Salamanca hasta Mérida; y esto por las columnas, en que dice vió por todo aquel camino entallado el nombre de Craso; argumento bastante para probar lo que pretende, si en este tiempo se hallara en aquellas columnas y leyera tal nombre. Por ventura soñó lo que se le antojó, y pensó ver lo que imaginaba: engaño que suele suceder muy de ordinanario á los anticuarios. En el tiempo que Craso estuvo en España, Fulvio Flaco por su industria y buena maña sosegó ciertas alteraciones nuevas de los celtiberos el año de 660, en el cual Italia comenzó á abrasarse en De las guerras civiles que tuvieron los romanos reguerras civiles. Fué así, que Cayo Mario y Cinna se sultó en España otra nueva guerra de pequeños princiapoderaron por las armas de la república romana; y pios, y que por espacio de nueve años puso en cuentos para establecer mas su poder, condenaban á muerte á la el poder de Roma por los varios trances que en ella innobleza que habia seguido la parcialidad de Silla, su cou-tervinieron; el fin y remate fué próspero para los mistrario. Entre los demás mataron al padre y hermano de Marco Craso, y él fué forzado para salvarse de huir á lo postrero de España, do tenia muchos aliados, y los naturales muy aficionados por las buenas obras que así de su padre como dél mismo recibieran, ca acompañó á su padre cuando se encargó del gobierno de España. Con todo esto, porque la lealtad de los hombres muchas veces cuelga de la fortuna, y porque muchas ciudades de España estaban declaradas y á devocion de Mario, no se atrevió á parecer en público; antes se encerró en una cueva que estaba cerca del mar en cierta heredad de un hombre principal, grande amigo suyo, llamado Vibio Pacieco. Para avisarle de su llegada le envió un esclavo de los pocos que tenia consigo, el cual le dijo el estado en que estaban las cosas de su señor; y por el derecho de amistad le pidió no le desamparase en aquel peligro y aprieto. Sabido él lo que pasaba, se alegró de tener ocasion para dar muestra del amor que le tenia; y para que el negocio fuese mas secreto, no quiso él mismo ir

CAPITULO XII.

Cómo se comenzó la guerra de Sertorio.

mos romanos. El que la movió fué Quinto Sertorio, italiano de nacion y nacido de bajo suclo en Narsio, pucblo cerca de Roma; pero que fué hombre de valor, de que antes en España dió bastante muestra, como queda arriba apuntado. Despues en las guerras civiles de Italia, en que siguió las partes de Mario, perdió el uno de los ojos; y por el vencedor Silla fué proscripto Sertorio con otros muchos, que es lo mismo que condenado á muerte en ausencia y en rebeldía. El, por deseo de salvarse, y tambien porque en tiempos tan revueltos entendia que cada uno se quedaria con lo que primero apañase, además que tenia granjeadas las voluntades de los soldados y de los naturales, acordó de venirse á España y hacerse en ella fuerte. Tomó los puestos y entradas de España, dejó en los Pirineos un capitan llamado Salinator con buena guarnicion de soldados; él, entrando mas adelante en la provincia, levantó pendon, tocó atambores para hacer gente, juntó todas las municiones y ayudas que le parecieron á pro

pósito para enseñorearse de todo; pero sus trazas atajó la venida y presteza de Cayo Annio, ca desbarató la guarnicion que quedó en guarda de los Pirineos, y dió la muerte á su capitan Salinator por medio de Calpurnio Lanario, su grande amigo, que le mató alevosamente. Con esto Sertorio desmayó de manera, que por no fiarse en sus fuerzas ni arriscarse á venir á las maLos con el enemigo, desde Cartagena se pasó á Africa, donde fué asimismo trabajado con diversas olas y tempestades de la fortuna, que le era contraria. Sin embargo, sc apoderó de la isla de Ibiza con una armada particular que él tenia, y con ayuda de ciertas galeotas de cosarios asianos que acaso andaban por el mar. De allí tambien fué echado; y pensando pasar á las Canarias (hay quien diga que de hecho pasó allá por huir de la crueldad de que sus enemigos usaban), fué llamado por los lusitanosó portugueses, que cansados del imperio de Roma, les parecia buena ocasion para recobrar por medio de Sertorio la libertad que tanto deseaban, y tantas veces en valde procuraron. Sertorio asimismo, por entender era buena ocasion esta para echar sus enemigos de España, acordó de acudir sin dilacion. Entendia las cosas del gobierno y de la paz no menos que las de la guerra, por donde con su afabilidad y trato amigable y con abajar los tributos granjeaba grandemente las voluntades de todos. Demás desto, para representacion de majestad ordenó un senado de los españoles mas principales á la manera de Roma con los mismos nombres de magistrados y cargos que allá se usaban. A todos honraba, y todavía hacia mas confianza de los que eran de nacion romanos, así por ser de su tierra, como porque no le podian faltar tan fácilmente ni reconciliarse con sus contrarios. Derramóse la fama de todo esto, por donde no solo se hizo señor de la España ulterior, donde andaba, sino granjeó tambien las voluntades de la citerior; ca todos se daban á entender que el poder de los españoles por medio de Sertorio podria escurecer la gloria de los romanos, abajar sus brios y quitar su tirania. Para que esta aficion fuese mas fundada, usó de otro nuevo artificio, y fué que hizo venir desde Italia profesores y maestros de las ciencias, y fundada una universidad en cierta ciudad que antiguamente se llamó Osca, procuraba que los hijos de los principales españoles fuesen allí á estudiar, diciendo que todas las naciones no menos se ennoblecian por los estudios de la sabiduría que por las armas ; que no era razon los que en todo lo demás se igualaban á los romanos les reconociesen ventaja en esta parte. Esto decia en público; mas de secreto con esta maña pretendia tener aquellos mozos como en relienes y asegurar su partido sin ofension alguna de los naturales. Allegábase á todo esto el culto de la religion, que es el mas eficaz medio para prendar los corazones del pueblo. Fingia y publicaba que Diana le habia dado una cierva que le decia á la oreja todo lo que debia facer; y era así, que todas las veces que le venian cartas ó en el Senado se trataba algun negocio grave, la cierva se le llegaba á la oreja por estar acostumbrada á hallar allí alguna cosa de comer. El pueblo entendia que por voluntad divina le daba aviso de los secretos ó de lo que estaba por venir, yaun tambien que le enderezaba en lo que debia hacer. Hállanse en España monedas con el nombre de Sertorio por una parte, y por reverso una cierva. Asimismo

dos piedras que están en Ebora, en Portugal, con sus letras muestran cómo Sertorio residió mucho tiempo en aquella ciudad, y hizo muchos y grandes beneficios y honras á sus moradores. Fuera desto, de Plinio y de Ptolemeo se entiende claramente que en España hobo dos pueblos, ambos llamados Osca: el uno en los llergetes, que es parte en Aragon, parte en el principado de Cataluña; el otro en lo que hoy es Andalucía. En cual destas dos ciudades haya Sertorio fundado la universidad y puesto los estudios, no se sabe con certidumbre. Los mas dan esta honra á la de Aragon, que antiguamente se llamó Osca, y al presente Huesca; á nosotros todavía nos parece mejor fuesc la que estaba en los Bastetanos, y hoy se dice tambien Huéscar, por estar mas cerca de donde él á la sazon andaba. Cuando primeramente vino de Africa á la Lusitania trajo consigo dos mil y seiscientos hombres de nacion romanos, además de setccientos africanos; fuera destos en España se le llegaron cuatro mil peones y setecientos caballos. Con estas gentes y no mas venció primeramente en una batalla naval á Cota, capitan de los contrarios, á la entrada del estrecho de Gibraltar y á vista de un pueblo llamado Mclaria; despues á las riberas del rio Guadalquivir desbarató otrosi al pretor Didio, y mató de sus gentes dos mil hombres. Con esto ganó mucha reputacion y autoridad entre los suyos, y á los encimigos puso espanto; consideraban que el poder de España, ayudado de la prudencia de tal caudillo, de que careciera hasta entonces, podria acarrear á los romanos grandes dificultades y ser causa de grandes pérdidas antes que de todo punto se apaciguase.

CAPITULO XIII.

Cómo Metello y Pompeyo vinieron á España.

Todo esto movió á Silla para que, el año de la fundacion de Roma de 674, en su segundo consulado enviase á España contra Sertorio á Q. Metello, su compañero, aquel que tuvo sobrenombre de Piadoso por las lágrimas con que alcanzó que á su padre fuese alzado el destierro en que le condenaran. Envió con él al pretor Lucio Domicio: Plutarco le llamó Toranio, que era sobrenombre muy ordinario de los Domicios. Este, á la entrada de España y á las mismas baldas de los Pirincos, fué muerto por Hirtuleyo, capitan de Sertorio, y sus gentes destrozadas; desman que movió á Manilio, procónsul de la Gallia Narbonense, á pasar en España; pero no le fué mucho mejor, porque el mismo capitan de Sertorio le desbarató en una batalla, si bien él escapó con la vida dentro de Lérida, donde se retiró mas que de paso. Metello con su campo rompió la tierra adentro y llegó hasta el Andalucía, do muchas veces fué vencido por Sertorio y forzado por no fiarse en sus fuerzas á barrearse en los pueblos á propósito de entretener un enemigo tan feroz, con mayor confianza que hacia de las murallas que del valor de sus soldados. Solo se atrevió á acometer la ciudad de Labriga, hoy Lagos, cerca del cabo San Vicente, y ponerse al improviso sobre ella, y esto por estar las gentes de Sertorio repartidas en diversas partes. Fué este acometimiento en vano, porque así los españoles como los soldados de Africa, movidos del premio que Sertorio les propuso, sin ser sentidos de las centinelas enemigas,

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