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die el descubrimiento del Nuevo Mundo y que ese descubrimiento tiene que ser más bien un hallazgo práctico y sin quererlo, hecho por las corrientes atmosféricas que impulsan al navegante á izquierda y derecha, como la tempestad que llevó á Cabral no á Calcuta sino á descubrir el Brasil, sin quererlo, ocho años después de Colón, cuando solo tenía cuarenta años. Lo que pasó á Cabral al comenzar el siglo XVI, es cosa parecida á lo que ocurrió al piloto que partió de Huelva ó de otra parte, algunos años antes que Colón, que sin quererlo se encontró en Haití, como él y antes que él.

Esto nos explica la ansiedad que se apoderó de Colón cuando ya había recorrido setecientas leguas, después de haber seguido un derrotero occidental completamente desesperado de no encontrar la tierra que le habían anunciado viró al SO., llegando á las Lucayas 6 Bahamas, que es tán cerca de Haiti.

Esto prueba que no iba como un viajero cualquiera á descubrir un continente, sino las islas á donde había llegado casualmente otro piloto, que había fijado la distancia que se debía recorrer y naturalmente le sorprendía el no encontrar la tierra anunciada al fin de esa distancia.

De aquí la necesidad de suponer la relación del infortunado piloto, sea Alonso Sánchez, de Huelva, ú otro cualquiera.

Hoy se razona después de un mundo descubierto y no por descubrir, no se razona acertadamente porque no se pone uno en el caso de los e 1ropeos del siglo XV que sólo veían un continente, pues no tenían idea de otro antes de verlo alguien casualmente.

De aquí se deduce que debemos cambiar nuestras antiguas ideas, porque todos podemos equivocarnos, siendo la vida entera una serie de rectificaciones continuas: hoy pensamos como no pensábamos ayer, ó á los veinte años.

Hagamos, pues, lo mismo que los españoles, que invitaban á todas las naciones para celebrar en Madrid el cuarto centenario de Colón, y concluyeron por llamar á las fiestas, en vista de los resultados de la crítica: cuarto centenario del descubrimiento de América y "no de Colón".

Puesto que el mundo europeo no podía prever el nuestro, nadie podía aconsejarle á Colón el descubrimiento, si no había un derrotero cuyo secreto se lo confiaba. No hay, por tanto, descubrimiento sino hallazgo, ni sabios que lo inspiren, llámense Toscanelli ó de otra manera.

Lima, 19 de setiembre de 1911.

MANUEL GONZÁLEZ DE LA ROSA

LA AMÉRICA Y COLÓN

Un reciente artículo, titulado MIL CUATROCIENTOS NOVENTA Y DOS, de nuestro antiguo amigo el historiógrafo doctor Manuel González de la Rosa, que el 28 de setiembre último publicó este diario,me estimula á coordinar algunos apuntes en apoyo de la tesis de que no debe reputarse á Colón como el verdadero y primer descubridor del Nuevo Mundo, en el sentido propio de la palabra.

La certidumbre que reveló Coión en su empresa, y su fe ciega en la existencia de grandes tierras ignoradas, parece. en verdad, que no pudieron nunca venir de pruebas ni demostraciones científicas únicamente, atendido el estado in telectual de la época. Pero prescindiendo de esto: si las razas, lenguas, mitos y costumbres de los habitantes del Nue vo Mundo proceden del Mundo Antiguo, era fuerza hubiese en éste imborrables rastros, ó tradiciones siquiera confusas, de viajes ó emigraciones á esas tierras remotas, á las que. con sus vientos, corrientes y tempestades, separaba la in mensidad del mar; al que había que arrostrar en míseros esquifes, sin suficiente provisión de víveres y agua, y teniendo que soportar muchas penurias y cambios bruscos de elima.

Admitida la unidad de la humana estirpe, es menester convenir, en que no pudo por muchos siglos estar la pobla

ción de América olvidada por sus padres; y que, aunque el tiempo, la distancia y las guerras hubieran contribuído á destruir esa memoria, nunca pudo esto verificarse por completo; sino algo así como en las monedas ó vetustos escritos, en que aún se perciben, entre sombras, líneas ó imágenes borrosas, próximas también á desaparecer.

En la época actual, cuando no hay verdad de cualquier clase que sea que el escepticismo científico no ponga en duda, pocos temas se han debatido más que la unidad de la especie humana; pero aparte del dogma religioso, nosotros hemos encontrado entre los dos mundos semejanzas tales, tan numerosas y concluyentes, que no vacilaınos en afirmar, que los pobladores de ellos son los mismos:--una sola fami. lia,—á pesar de su lejanía en el espacio y el tiempo, y á pesar de las muchas contrariedades que ofrecen en su modo de pensar, de sentir y de obrar.

Pero dejando á un lado cuestiones tan graves, investiguemos los datos que pudieron servir á Cristóforo Colombo para lanzarse al piélago ignoto en busca de la América; seguro de que ella existía, y esperando lo protegiera Dios en su ardua empresa, por ser heraldo de la fe y del Evangelio, en bien de sus hermanos que yacían á la sombra de la muerte.

En medio siglo corrido, hasta 1492, del descubrimiento de la imprenta, se había hecho la publicación de varios escritores antiguos, que hablaban de viajes y que pudo conocer Colón. Es probable que él tuviera vagas noticias al menos, de los misteriosos viajes de los Fenicios, del Ofir de Salomón, el periplo de Hannón, la Atlántida de Platón; y quizá si aún alcanzó noticias ó rumores de los viajes hechos por los escandinavos á la Groenlandia, Labrador, Islandia, etc. desde el siglo X de nuestra era.

Maffei, al hacer en su elegante latín el elogio de Colón, dice: que lo indujeron á buscar grandes tierras, más allá del orbe conocido, la astronomía y algunos documentos de la antigüedad: ex astronomica disciplina, et nonnullis veterum monumentis (1).

Sobre los escritores antiguos que tratan de las noticias que de los americanos tuvieron los europeos, puede consul

tarse el folleto "Antigüedades americanas" de Antonio Bachiller y Morales, impreso en la Habana en 1845.

Por no desviarme del asunto principal, no insisto en esto y me limitaré á dos citas.

La primera es de Virgilio, que dice:

....Jacet extra sidera tellus,

Extra anni solisque vias, ubi coelifer Atlas

Axem humero torquet stellis ardentibus aptum.

(Una tierra está más allá del zodíaco y de los trópicos de Cáncer y Capricornio, donde el gran Atlas con el hombro sustenta el cielo, junto á las ardientes estrellas.- Eneida, 1. VI. vv. 795-797).

La otra cita es de Lucio Anéo Séneca, quien, en su trage dia Medea, escribe estos versos anapésticos, tan citados, y que parecen una profecía:

Venient annis saecula seris

Quibus Oceanus vincula rerum
Laxet, et ingens pateat tellus.

Typhisque novos detegat orbes,

Nec sit terris ultima Thule.

El padre José de Acosta traduce al español esos versos

en esta forma:

"Tras luengos años verná

un siglo nuevo y dichoso
que al Oceano anchuroso
sus límites passará.

Descubrirán grande tierra,
verán otro nuevo Mundo,
navegando el gran profundo
que ahora el passo nos cierra.

La Thule tan afamada como del mundo posirera, quedará en esta carrera

por muy cercana contada" (2).

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