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Este periódico saldrá los martes, jueves y sabados de cada semana. Las subscripciones se recibirán en la libreria de Don Mariano Ontiveros, siendo su precio tres pesos para Mejico y tres y medio para fuera, por cuya cantidad se les darán veinte y cuatro plie gos o mas, si mas salieren.

A los Subscriptores de esta Capital se les llevarán los pliegos á su casa, y á los de otros lugares de fuera, se les remitirán semanariamente los que salgan, francos de porte.

Las personas que gusten favorecernos con sus producciones, pueden dejárnoslas bajo de cubierta en la primera alacena de papeles del Portal de Mercaderes, ó en la imprenta, y las que nos quieran remitir de fuera de Mejico, pueden dirigirlas con este sobre: Al Pensador,

franca.

Lo que mas encargamos es que no se abuse de la libertad de imprenta de ningun modo, pues no publica. rémos papel alguno que contenga sátiras contra el go bierno, personalidades ni injurias contra nadie lo primero, porque no es justo; y lo segundo, porque debiendo quedar responsables en la imprenta de las obras que pu bliquemos, seria una necedad el comprometernos por otro

Las producciodes agenas las subscribiremos con los nombres, iniciales ó anagramas que les pusieren sus autores, y las nuestras con estas iniciales F. J. F. L.

EL CONDUCTOR ELECTRICO.

.

Sobre la Dignidad del Rey y la Soberanía
de la Nacion.

La Constitucion, ese Código divino que el año de

812 formaron los representantes de la Nacion en medio del estruendo de las armas y de las mas apuradas circunstancias con tanto tino y sabiduría, á costa de infinitos afanes y vigilias, no es otra cosa que el apoyo de nuestra comun felicidad, el antemural de la tiranía y el escudo que debe defender nuestros de

rechos.

Bien se penetró de estas verdades la Nacion Española, apenas se le hicieron entender: por eso fué recibida la Constitución con general aplauso, jurada con uniforme voluntad y celebrada con infinito regocijo.

Mas::: jó dolor! ¿Quién nos dijera que nuestra libertad era fantástica, nuestra dicha aparente y nues tra felicidad precária? ¿Quién habia de pensar que en Méjico, antes que en otra parte, se habia de renovar la tragedia de nuestra antigua esclavitud? Pero así fué en efecto.

Aquí se rasgó, primero que en la Península, la preciosa carta de nuestra libertad: aquí se profanó impunemente el santuario sagrado de las leyes: aquí se solemnizó el perjurio, suprimiendo, no menos que por bando, la sacrosanta libertad de imprenta, ese canal de la comun ilustracion, ese freno de la arbitrariedad y el despotismo: aquí se hollaron los derechos del ciuda

dano: aquí se violó sin motivo la seguridad personal, tantas veces ofrecida guardar con juramento: aqui:::: pero corramos un denso y eterno velo sobre unos acaecimientos tan escandalosos que desde luego presa. giaron lo próximo de nuestra general esclavitud, como lo vimos.

Apenas pisó el grán Fernando la Península, las negras pasiones se exaltaron en los corazones de algunos de los que lo rodeaban, y fascinando su entendimiento, sorprendiendo su magnánimo corazon y apro. vechando los momentos favorables á sus torcidas in-tenciones, le presentaron de cara los vicios mas antisociales, disfrazados con la inmaculada capa de las virtudes. Así que, el egoismo, la adulacion, la tirania, la barbarie, el despotismo, la hipocresía, la supersticion, &c. se los presentaron en la funesta escena, vestidos con los brillantes trages de la lealtad, amor a su persona, justicia, ilustracion, soberanía, virtud y religion.

A seguida, le hicieron creer á este buen Monar ca (1) que la Nacion estaba disgustada con el gobierno de las Córtes, y ansiosa por ser regida por el antiguo; sin advertir los del partido odioso que agraviabạn hasta el infinito á la heroica Nacion Española, atribuyen dola una vileza, una barbarie y una ingratitud, semejante á la del Pueblo de Israel, que harto de libertad y de maná, suspiraba por las coles y cebollas de sus tiranos los Egipcios.

¿Pero quién se persuadirá, ¡santos cielos! que el enfermo ansié por su antigua dolencia, el esclavo por la cadena de que se ha visto libre, y el reo por el verdugo que lo dejó de atormentar? Nadie; porque todos conocen la realidad de estos terribles males; pero como á nuestro amado Fernando estos males se le hicieron ver como bienes, su corazon, dispuesto á feli

(1) S. M. lo dice en su Manifiesto de 10 de Marzo.

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citar á sus vasallos, dió fáciles oidos á la persuacion infernal, y nos volvió á sumergir, sin advertirlo, en el piélago de desgracias, de que apenas acabábamos de salir.

Bajo este malhadado concepto, la fuerza ocupó el lugar de la razon: se concluyó la obra que se habia comenzado en Méjico, esto es: se hizo general el perjurio, se restableció la Inquisicion, firmísimo apoyo de la tiranía y el despotismo: se abolieron las Córtes: se proscribieron sus representantes; y el libro santo, el Código divino se anatematizó en los púlpitos como impio, sacrilego y herético, y ¿por quienes::: ? ¡0 Dios de la verdad! por muchos de los ministros del Santuario. Con estos artificios detestables alucinaron al Rey y á la parte menos instruida de la Nacion, que es la mayor, logrando así que el Monarca creyera sus embustes: que los buenos se intimidáran y calláran: que los malos triunfaran, y que el resto del pueblo sucunbiera á sus ideas, teniéndose por leal y por feliz al recibir otra vez el pesado yugo del infernal despotismo, que, pocos meses antes, habia detestado con tantas pruebas de un racional convencimiento.

Todo quedó bajo el errado sistema del año de 808. Las ciencias con sus trabas: las artes con su inercia: el comercio con su languidéz: la agricultura con su abandono: la industria con su nada: la marina con su desprecio: el ejército con su debilidad: la educacion con su apariencia de bondad: la religion con las supersticiones que la hacen ridicula y odiosa: la legislacion con sus vicios, y en dos palabras, el despotis mo entronizado, y todos nosotros con la cervíz dobla da y sufriendo el peso de su yugo con la humillacion 'mas vergonzosa.

Tal era el estado infeliz de la Nacion ahora seis meses; pero::: ¡Gloria al inmortal Quiroga y á sus ilustres compañeros! Esos varones esclarecido, esos heroicos españoles, esos Gallegos generosos que decididos

por el bien general de la pátria, osaron levantar las nobles frentes, y sacudiendo las pesadas cadenas, gritaron libertad en ambos mundos.

¡Gloria inmensa, sí, loor eterno á los Manes de Daoiz, Velarde y otros nobles atletas que el dos de Mayo de 808 se sacrificaron en el Parque de Madrid por la defensa de su Pátria! ¡Prest inmortal á la me moria de Lacy, Porlier y Vidal, y otros fuertes que el año de 814 sufrieron las prisiones y la muerte por haber sostenido los derechos de la Nacion en 812!

Pero gloria eterna! ¡loor inmortal! honor inmenso al preclaro Quiroga, al esforzado Ballesteros y á todos los valientes guerreros españoles, que denodados con impávido pecho y con voz firme acaban de gri. tar: Constitucion.

Ellos, arrostrando los peligros, lucharon contra el despotismo y la ignorancia, advirtieron á la Nacion, y llevaron el grito santo de la libertad hasta la grada del trono respetable.

Entonces fué cuando el Monarca augusto, como quien despierta de un pesado letargo, escuchó los gri tos de su pueblo que pedia libertad, Constitucion; y al momento que se impuso de la justicia de la causa, y de que la heroica voz era pronunciada por el voto general de ambas Españas, se decidió á jurar el código sagrado, restituyendo á la Nacion la Soberanía que esencialmente le pertenece; asegurando con este golpe de magnanimidad la firmeza del trono de los Borbones y la felicidad del Pueblo español en sus dos mundos. La Soberanía reside esencialmente en la Nacion, dice nuestro sabio Código. (Tit. I. cap. I. art. 3.) Esta proposicion es malsonante y demasiado odiosa á los oídos de un déspota, así como es reverenciada por los reyes benignos como el nuestro. No muchos dias hace que la vimos proscrita como herética y escandalosa. ¡Tanta es la fuerza de la adulacion y la ignorancia!

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