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pos con estos go'pes de arbitrariedad, confundirlos, aterrarlos, para que le dejaran el campo libre, y al mis mo tiempo hacer ostentacion de su prepotencia para con los pueblos. Nada es mas pomposo y y ade mirable que el encabezamierto de sus edictos. Aquí -está. Nos los inquisidores apostólicos contra la heretica pravedad y apostasia.... á todas las personas de cualquiera calidad y condicion que sean.... salud en nuestro señor Jesucristo, que es verdadera salud, y á los 'nuestiès mandamientos que mas verdaderamente son dichos apostólicos, firmemente obedecer y cumplir.". Señor, se conciliará este lenguaje petulante y orgullo so con el lenguaje del evangelio, que es el de la dul zura, de la sencillez y de la humildad? ¡Que diferente es el lenguaje que ha usado siempre la santa Sede! ¿No se confunden de oir por ejemplo: Pio VII, obispo, siervo de los siervos de Dios? Que contraste! Este, este es el idioma propio y peculiar de la iglesia que, le enseño su fundador. Aprended de mi, decia Jesucristo á todos los hombres, que soy manso y bu. milde de corazon. ¿Y no hablaria tambien con los inquisidores?

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Pero donde se conoce mas cuan diferente es el espíritu de la Inquisicion del espíritu evangélico, es en el modo de formar las causas, de sentenciarlas y ponerlas en ejecucion. Este asunto gravísimo era mas digno de una pluma inquisitorial que de la mia. Yo tiemblo, señor, al verme obligado á hablar de la conducta de un tribunal eclesiástico para con los hombres, ya sean reos, ya sean inocentes: lo que ofrece un mar inmenso de tristes reflexiones, aunque no haré mas que tocar rápidamente el asunto. El ha admitido abiertamente en su seno la maledicencia y la calumnia, la de lacion y la venganza.» Hace verdades, decia el venerable Palafox, las que son atroces calumnias.... y lo que es mas, defiende lo hecho con la misma jurisdiccion

de su tribunal, de suerte que como hombres afren tan, y como inquisidores se vengan. El mismo Pa lafox que habla así, no solo sufrió la prohibición de su pastoral, sino que el tribunal dejó correr cuantas calumnias se publicaron contra el venerable prelado, porque así convenia á su política. ¿Y qué maravilla es que hayan perecido millares de víctimas, ya en des ‹ tierros, ya en sus obscuros calabozos, ora en las pri siones y tormentos, ora en las hogueras homicidas ¿ (2)› El secreto profundo é inviolable, bajo pena de excomunion, es como el alma del santo Oficio, por que así encubre mejor sus abusos, y en esto se diferencia principalmente de todos los tribunales del mundo. Inspira, 6 mejor diré, orđena una obediencia ciega á sus mandatos, como si fuera la misma infali bilidad, y no es responsable á nadie de lo que ejecu• ta. Manda la pesquisa, encubre la denuncia, protege el espionage, y contra todas las leyes de la natura leza intima con imperio la acusacion recíproca de las personas que mas amamos. No importa que con prétexto de conservar la fe el padre acuse al hijo y el hijo al padre, el marido á su muger, y la muger á su marido, hermanos, parientes, amigos... todos segun eb espíritu del tribunal están obligados a observarse, de núnciarse y acusarse mútuamente aunque sea con notable perjuicio del estado. Un comisario del santo Ofi cio, acompañado de su alguacil y sus ministros está au torizado para allanar impunemente las casas, aunque

(2) En el diario mercantil de Cádizide 5 de Abril último se lee que hasta el año de 808 llevaba este santisimo tribunal sacrificadas en honor del Dios de las misericordias, 34522 víctimas. ¡Qué horror! ¡Qué tiranía! ¡Qué impiedad! ¿Y aun habrá quien se escandalice al oir gritar contra este tribunal abominable, que parecia erigido para despoblar el mundo ? ¡Necios.......!?

sea á media noche con un silencio misterioso, y arran. car un padre del seno de su familia, inspirándola un terror pánico, pues ni aun se le permite decir el últi mo á Dios á su consorte y á sus hijos, condenados á una eterna infamia, que es el único patrimonio que es te desgraciado padre puede transmitir á su posteridad.. Generaciones enteras aun antes de existir, están senten ciadas, no solo á la pobreza y mendiguez, sino á la ig• nominia y al oprobio. Así es como el santo Oficio pri va de un golpe á la sociedad de útiles y laboriosos ciu⚫ dadanos, que sepulta en sus infectos calabozos. Aun in ventó mas. En el edicto que llaman de fe, promulgado todos los años en los pueblos donde reside este exótico tribunal, convida generalmente á que se delaten á sí mismos todos los que teman ser delatados por otros: á los que cumplan dentro de un cierto término prome te perdon; pero con los que se resistan no habrá misericordia: serán arrestados, confiscados sus bienes y sufrirán las demas penas de la ley.

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Yo no haré aquí las reflexiones oportunas que se ofrecen á cualquiera; empero obligar á que cada uno se delate para que su nombre y el de su familia queden para siempre infamados en los registros de la Inquisi-, cion, es hasta donde pudo llegar la mas refinada tira nía. Desafio á todos los sabios á que nie señalen igual ejemplo, en la mas despótica y bárbara legislacion. Gastaría el tiempo si intentara probar cuan contrarias son estas máximas al espíritu del evangelio. El mismo Trajano que tanto se declaró contra el cristianismo, á pesar de ser un gentil, prohibió severamente la pesquisa como nos lo asegura Tertuliano en su apologético. ¿Qué diría de la delacion voluntaria aquel magnánimo emperador? Hizo tal impresion en el ánimo de los españoles esta invencion infernal, sostenida por el rigor y el despotismo, que en menos de 40 años solo en las Andalucías se delataron voluntariamente casi 30.000

personas, y muchas de ellas de delitos que ni sabian ni podian cometer, como son brujerías, hechicerías, tac. tos con el demonio, y otras fábulas y sandeces ridícu das con que se ha querido embaucar al sencillo vulgo. ¿Donde estamos, Señor? Hasta cuando hemos de ser el escarnio y ludibrio de las naciones? ¡Desgraciada naturaleza que siempre ha de estar expuesta á los caprichos de la arbitrariedad y del error! Cotéjense ahora estos injustos procedimientos con los artículos de la Constitucion que dejo apuntados atrás; hágase el para·lelo entre ambas legislaciones, mientras yo paso á deseribir, sieme es posible, los géneros de tormentos que ha empleado el tribunal en la declaracion de los reos, ya sean verdaderos, ya sean supuestos, y examinar des pues si pueden convinarse con las máximas del, evange lio de Jesucristo..

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Aquí se presenta una nueva escena de horror á que se resisten los oidos cristianos. Yo no quiero ha blar de tantos inocentes que, han sido víctimas del encono y la envidia, de la maledicencia y la calumnia, 'pues que rá todos abriga este santo tribunal. Quiero su poner el herege mas obstinado, el mas descarado apóstata, el mas rebelde judaizante: ó es confeso ó convicto. En el primer caso se le sentencia despues de mil preguntas misteriosas: mas en el segundo ademas de la prision en los obscuros calabozos, destituido de todo humano consuelo, se emplean con él horribles tormentos que estremecen la humanidad para que confiese. Una garrucha colgada en el techo por donde pasa una gruesa soga es el primer espectáculo que se ofrece á los ojos del infeliz. Los ministros lo cargan de grillos, le atan á las gargantas de los pies cien libras de hierro, le vuelven los brazos á la espalda asegurados con un cordel, y le sujetan con una soga las muñecas, lo levantan y dejan caer de golpe hasta doce veces, lo que basta pa ra descoyuntar el cuerpo mas robusto. Pero si no con

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fiesa lo que quieren los inquisidores, ya le espera la tortura del potro, atándole antes los pies y las manos. Ocho garrotes sufria esta triste victima, y si se mantenia inconfeso le hacian tragar gran porcion de agua para que remedase á los ahogados. Mas nos era esto bastante. Completaba últimamente esta escena sangrienta el tormento del brasero, con cuyo fuego lento le freian cruelmente los pies desnudos, untados con grasa y asegurados en un cepo.. Es menester callar por no escandalizar mas á los que me oyen.... ta pluma se resiste a estas horribles pinturas, comparables á las fiestas de los antropófagos ó caribes del Canadá. ¿ Qué es esto, señor? son estos los ministros del impio, del exe. crable Mahoma, cuya religion se sostiene con sangre y "fuego, ó los de un Dios piadoso, clemente y rico en misericordia? Hablando expresamente con los fariseos les dice en su evangelio: quiero la misericordia y no et sacrificio. Misericordiam volo, et non sacrificium. Pero la Inquisicion quiere el sacrificio, y el sacrificio mas cruento. Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y que viva, como nos lo anuncia por șu profeta; pero la Inquisicion quiere que muera, sin dar lugar á que quizá llegue el dia de su conversion. Los sa nos, dice el señor, no necesitan de médico, sino los enfermos. En efecto los hereges necesitan de medicinas para que vuelvan al seno de la iglesia de quien se separaron como hijos ingratos á úna madre tan piadosa. Pero ¿qué medicinas les aplica la Inquisición son por ventura la predicacion, la persuasion, la paciencia, la caridad, que son las medicinas del evangelio, ó les aplica azotes, cadenas, grillos, garruchas, tortura y fuego? A donde está aquel hombre que nos describe San Lucas en la divina parábola, que babiendo encontrado la ovėja perdida, de las ciento que guardaba, se la puso á los bom• bros lleno de regocijo, y la agregó a su rebaño? Este pastor se encontraria facilmente en los obispos y curas,

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