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cristo se anuncia en el evangelio hijo de Abrahan se gun la carne. Y lo mas admirable es, que cuando se cumpla la plenitud de los tiempos, cuando Dios se digne de congregar algun dia las dispersiones de Israel, entonces este pueblo desgraciado, por el monstruoso crimen de un deicidio, tendrá parte en las misericor dias del Señor, y todo Israel entrará felizmente en la iglesia católica como se explica San Pablo. ¿Y no valકૈ dria mas instruir nuestra juventud en estas verdades eternas, que no en la hedionda cantinela, dámelo judio, dártelo be quemado. Y no es todavia mas estraño que los ministros del Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob condenen á las llamas las tristes reliquias de un pueblo de que dijo el Señor: » Israel es mi hijo, y mi hijo primogenito" Pero me dirán este pueblo es delin cüente, rebelde, detcída.... Lo es sin duda, mas por to mismo es mas digno de nuestra compasion que de nuestro furor. ¿Y quién ha dado facultad á los inquisidores para exterminar con el hierro y el fuego las dispersiones de un pueblo que quiere el Señor conservar has. ta la consumacion de los siglos? Si algun hebreo ocul to se descubre entre nosotros y delinquiere, castigué sele según las leyes del estado; pero no se lo cuelgue de las garruchas, no se le aplique al potro, no se le arroje á las hogueras solo por ser hebreo.

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No debo disimular el piadoso escrúpulo que manifiestan los inquisidores al entregar los relajados al brazo secular para que los ahorque ó los arroje vivos á las llamas, pues como tribunal eclesiástico, á quien - solo conviene la mansedumbre y caridad, no puede se gun los cánones mezclarse en castigos de que resulte la muerte ó derramamiento de sangre. El tribunal encarga, exhorta y suplica al juez que trate á los reos con toda dulzura y piedad. En esta súplica no tene> mos duda. Pero será sincera? ; Pero será conforme al ૐ ૐ espíritu del evangelio que es el espíritu de verdad y

misericordia? No debo meterme en escudriñar los corazones; mas podemos calcular por los efectos. Ya he mos visto que los jueces del tribunal asisten personal. mente á los tormentos. Conviene ahora que sepan todos, que á pesar de la súplica que se hace al juez see, cular no puede, menos éste que ejecutar la sentencia, só pena de incurrir en excomunion, y de quedar su jeto en un todo al tribunal. Ademas un secretario asiste siempre al acto de azotar, de ahorcar, y de quer mar vivos los hombres para dar fé de estos monstruo sos espectáculos: del Vaticano se han expedido bulas para dispensar la irregularidad de los inquisidores. ¿Pues qué significa entonces aquella súplica, sino un nuevo insulto, á la aflijida humanidad, sino una apariencia de virtud, sino un rasgo de la mas refinada hipocresía, sino una conducta farisaica? Asi se eluden los precep tos divinos del Dios de la verdad? Es posible que has ta en esto ha de ser el proceder de la Inquisicion con trario al espíritu del evangelio?

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No debo omitir, señor, que su autoridad se ex tiende tambien hasta la region de los muertos. ¿Cuan tas veces no ha mandado excavar los, sepulcros para exhumar las hosamentas de los que ha creido que han muerto en la heregía para arrojarlas á las llamas! ¡ Infelices reliquias del linage humano, tristes despojos de la muerte, sombras respetables que quizá habreis pasa. do á la otra vida en la inocencia, como víctimas de alguna calumnia, de algun encono ó venganza, perdor nad las preocupaciones y la barbarie de los pasados si glos Los mismos gentiles respetaron las cenizas de sus muertos, y solo estaba reservado á la Inquisicion ir á turbar vuestro reposo en las cabérnas de la tierra! ¡Tantaene animis coelestibus irae! Yo no hablaré de las ri quezas que se ha apropiado, dejando á innumerables far milias enteras en los brazos de la indigencia con per juicio notorio de las artes y del comercio. No habla

Monumentos eter

ré de esas rotulatas vergonzosas con que se han tiznado las puertas de nuestros templós: nos de infamia para millares de familias con que la In quisicion quiso sin duda amedrentarlas; pero que solo han servido para dar á las futuras generaciones un tes timonio auténtico de su encono, de su ira y de su cruel dad. Ya D. Felipe Beltran, inquisidor general, mandó arrancarlas, como trofeos indignos de una ilustre nacion, y yo tengo mucha complacencia én hacer esta jus ticia a su filosofia y magnanimidad: mas el cuerpo de inquisidores se desentendió de esta acertada providen cia. Siguen las rotulatas; pero llegó el tiempo en que la justicia y sabiduría de V. M las mandará arrojar al fuego para que no denigren á los ciudadanos españoles. Tampoco hablaré de la astucia y política que ha em pleado en todos tiempos para sostener su dignidad. Quién ignora que en estos últimos años, olvidándose del fin para que fue establecido, sirvió de vif instru mento al poder absoluto del gobierno? ¿Quién ignora que se prestó á los caprichos y venganza del mas in fame y voluptuoso favorito de que habla nuestra historia? Este tribunal tan prepotente y tan terrible côn los desvalidos no tuvo valor para hacer la causa á un malvado sin religion, a un monstruo compuesto de to dos los vicios, sin virtud ninguna, y permitió á la faz de la corte de un rey católico, no solo hacer panegi ricos de Godoy, sino colocar su imágen asquerosa sobre los altares al lado de la cruz de Jesucristo Es este su zelo por la religion y por la fe? O santo Dios! ¿Y se ha podido llamar á este tribunal el santo oficio? ¿Y hay todavia quien lo desee para honra y gloria de Dios y felicidad del estado?

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¿Y qué diré, señor, de aquellas famosas escenas conocidas en toda España con el nombre de autillos ó autos de fe? Los autillos son tales y tan ridículos » que cuando eran públicos, solo servian para excitar la risa

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de los pueblos Tenian mas de cómico que de trájico El mismo tribunal, considerándolos impropios de su dignidad, gravedad y circunspeccion, se avergonzaba de ellos. Es menester hacerle esta justicia. Pero no sucede así con los grandes autos de fe Estos son unos espectáculos que por su grandeza y esplendor, por el lujo de los atavios, por la pompa y magnificencia del aparato, por lo horrible y espantoso de los castigos han llenado toda la Europa, y merecido transmitirse á la posteridad. Ha habido varios de gran fama y nombra dia. El de Logroño de 1610, se ha reimpreso en es tos dias para recordarnos lo que hemos sido, y advertirnos lo que debemos ser en adelante. Pero el auto de los autos, el auto de fe por excelencia, y que ha merecido la aprobacion de todos los fanáticos es el que se celebró en Madrid el año de 1680 para confortar la debilidad del señor Rey Don Carlos II y divertir su hipocondría. Me falta el ingenio y habilidad para hacer una precisa y elegante descripcion de este triunfo. Se tocó un mes antes la trompeta inquisitorial para dar prisa á los tribunales subalternos á fin de evacuar las causas pendientes para que la multitud de reós contri. buyese á la mayor solemnidad; y se señaló un domingo para santificar con la muerte de las víctimas el dia del Señor. La plaza mayor fué escogida con preferencia para teatro de esta grandiosa escena trágica. Un tạ. blado espacioso, largas y magníficas graderías, un eleva do sólio para asiento del inquisidor general eran sus principales adornos. Es verdad que a su lado se veian jaulas con verjas para encerrar á los infelices reos como si fueran tigres, y esto afeó un poco la hermosura y brillantez del teatro. El concurso de los pueblo li mitrófes fué inmenso, pues tal es el delirio de los hom. bres que se complacen en la ruina de sus semejantes. La proçesion fué dilatada, magnífica y estupenda, por que en todo reinó un profundo y espantoso silencio, á

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