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go todos somos iguales, todos somos unos. ¡ Incontestable desatino! y que vale tanto como este: todos los miembros de mi cuerpo son de una misma materia, luego lo propio son mis manos que mis pies y mis pies que mi cabeza. ¿No le parece á vd. este un argumen. to concluyente? Pues es vaciado en el molde de los igualadores.

Concluyamos con las palabras del eminentísimo Cardenal de Escala en su pastoral de 15 de Marzo de este año. La igualdad que nos ha concedido la Cons»titucion, dice este benemerito prelado, es igualdad de » remuneracion en los premios y castigos: igualdad an» te la ley pública que prescribe las obras buenas, y "abomina las malas: igualdad de relaciones, esto es, » que en su posibilidad natural ó de su fortuna, cada » uno ha de contribuir al bien general; el alto en la "medida de su estatura, el rico como rico, el media"no como mediano, el pobre como pobre, el sábio co"mo que lo es: el magistrado y demas funcionarios públicos en el desempeño de sus ministerios, contribuyendo todos con esta igualdad relativa á mante. "ner el edificio del bien y de la prosperidad."

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Esta es, amigo D. Marcos, la legítima igualdad que se nos concede: en esta inteligencia ya ve vd. que si debemos todos cumplir con la ley para que la mis ma ley nos favorezca, debemos estar subordinados á las autoridades eclesiásticas, a las potestades civiles, á nuestros padres, amos, gefes y superiores, sean de la graduacion que fueren, porque asi lo manda Dios, así lo requiere el órden social y asi lo prescribe la Cons. titucion que hemos jurado obedecer. El que lo contrario hiciere, será un perjuro, un díscolo, un infractor de las leyes y acreedor por lo mismo, á los castigos que ellas imponen á los que las vulneran.

Sin embargo de esta sencilla explicacion, tiene esta igualdad infinitos enemigos que la quieren interpre>

tar á su antojo, y otros que la entienden; pero están mal con ella, porque se opone á su acostumbrado despotismo. Vea vd. aquí, pues, los enemigos de la igualdad divididos en necios y serviles. A los primeros hay esperanzas de convencerlos con el tiempo; pero los se gundos no dan ni estas esperanzas, porque están reacios de remate.

Les es muy duro á los egoistas exaltados en el antiguo sistema, el concebir siquiera que son iguales, segun la ley, con aquellos á quienes veian como esclavos. Nada les importa la razon, el ejemplo heroico del Monarca ni el temor de las penas con que S. M. y la Nacion amenazan á los infractores del Código sagrado. Todo se atropella, por todo se pasa como no se ájen, á su parecer, sus antiguos fueros y preeminencias; y 'por esta razon advertirá vd. que á la fecha los sub. delegados, comandantes y otros mandarines de fuera de esta Capital, son tan altaneros y déspotas como siem. pre. Ya poco a poco la ley y los públicos reclamos de los pueblos los irá metiendo por el haro.

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EL CONDUCTOR ELECTRICO.

Destruyese la última objecion que la ignorancia y el servilismo oponen à la Constitucion y esta es la mal en tendida

LIBERTAD.

El don de la palabra con que el Autor de la naturaleza enriqueció á los hombres, ha sido por estos mil veces convertido en veneno, 6 ya porque con ig norancia han tergiversado el legítimo significado de las voces, ó ya porque con malicia las han pretendido con. fundir.

De cualquier modo, esto es lo que hacen los que entienden que la libertad que nos concede nuestra inestimable carta es perniciosa á las conveniencias del hombre honrado y á toda la sociedad generalmente.

Confunden esta palabra LIBERTAD con esta otra, LIBERTINAGE, y cate vd. un brodio endian• trado.

Todos saben que de unas premisas falsas no puede salir una consecuencia verdadera, y siendo falso que la libertad consista en el libertinage, se sigue que son falsos todos los efectos que se le atribuyen á esta virtud civil.

La libertad que la Constitucion nos concede, no es una libertad brutal para que hagamos lo que se nos autoje impunemente, ni pudiera la Nacion ni sus Cór tès con toda su soberanía concedernos semejante facultad, ya' porque nadie puede concedernos licencia pa

ra violar las leyes natural y divina, y ya porque seria tal concesion el mas apropósito salvo conducto para burlarnos de todos los estatutos constitucionales, pues seriamos libres para obedecer ó no las leyes fundamen tales de la Monarquía, segun nos conviniera.

Ello es verdad, que así lo hacen muchos con es cándalo y queja general de los pueblos; pero tambien es cierto que hacen mal, que son unos perjuros, unos infractores públicos de la ley que la Nacion dictó, el Rey sancionó, y ellos ofrecieron cumplir y defender, y por lo mismo son responsables de su ruina y del trastorno de los pueblos sobre que tienen alguna au toridad.

Y si los gefes, si los superiores principales son delincuentes ante Dios, ante el Rey y la Nacion cuando no obedecen la ley que acaban de jurar solemne. mente, si no tienen libertad para dejar de cumplirla, y si los mismos reyes deben ser sus primeros observantes, ¿qué libertad puede tener ningun particular para infringirla porque le dé la gana?

Una Constitucion que confiesa, abraza la Religion de Jesucristo en los dominios españoles como la única y con exclusion de cualquiera otra, ¿como habia de concedernos libertad para substraernos de las leyes, para ultrajar sin causa á las autoridades, para disfamar al prójimo por palabra ni por escrito, para hacer mal á nuestros semejantes, ni para oponernos directa ni indi rectamente á la moral cristiana ni á las máximas del evangélio? Claro es que solo el concebirlo es un ab surdo.

Empero, siempre habrá como ha habido hom. bres pervertidos y relajados que burlandose de las leyes divinas y humanas traten de satisfacer sus pasiones criminalmente; mas esto no es nuevo. Con Constitucion ó sin ella ha habido y habrá ladrones, homicidas y delincuentes en todo género de maldades; pe

ro á estos los ulica la ley y los sigue el castigo en todas partes. Es verdad que en nuestros dias estos castigos serán proporcionados al delito, y este se deberá probar legalmente. Que es decir, que la inocencia no estará expuesta á padecer como antes los horrores de la calumnia ni las tiranías de un juez déspota, comprado ó vengativo.

Tampoco se tratará de arrancarles á los reos la confesion de sus excesos por los reprobados y tiranos medios inquisitoriales del juramento y la tortura, ni serán las prisiones lugares de tormentos, sino de seguri dad, ni aun en el último caso se martirizarán los de⚫ lincuentes; pero tampoco se quedarán impunes los delitos. Ello es cierto que al facineroso ladron, al asesi no cruel no los ahorcarán, no: la ley lo prohibe; por que es una pena insufrible que un pobrecito de estos muera sin saber si está en cielo ó en tierra y colgado de un lazo á riesgo de que este se rebiente y se lastime las costillas. La Constitucion quita á estos personages de tales dudas y los precave de estos riesgos; pero no los deja en estado de continuar sus travesuras, sino que con toda consideracion manda que cons. titucionalmente les den garrote, para que sirvan de escarmiento á cuantos libertinos despreciaren la ley.

Ya ve vd., amigo mio, como la sábia Consti tucion ni permite el libertinage, ni deja impunes sus excesos, sino que como toda buena legislacion, premia las virtudes cívicas y castiga los crímenes antisociales, La libertad que nos concede la Constitucion es una libertad legal que consiste en que podamos hacer libremente todo aquello que la ley no nos prohibe,

Ya parece que oigo á vd. que me dice: ¡pues por cierto que nos concede grande cosa! De semejante libertad siempre hemos gozado, y asi ningun benefi cio se nos concede nuevamente.

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