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legados manifestaron claramente al pontífice las que"jas de todos, con las que se juntaba un desmayo » universal: protestando los obispos que ellos no se » atreverian mas á levantar en el concilio la voz contra los príncipes seculares, cuando se advertía que " estos conseguian de Roma cuanto deseaban; pero ››› entretanto comprendian con la esperiencia de su propio daño hasta que punto premeditaban su rui»na, cuando aun al papa se esforzaban en usurpar grandes porciones de su autoridad, para estender " cada uno la suya cuanto pudiese: del mismo mo» do que si los habitantes de una ciudad demolieran elbaluarte que los defendía, repartiendo los materiales » entre sí para edificar cada uno su casa particular.

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20. "Finalmente los legados amonestaron al pon»tífice, que aun en el caso que la salud de aquel " pais exigiera semejantes armas, era justo que los inquisidores se establecieran sujetos al tribunal hu» mano de Rema, y no al horrendo de España. Entre " tanto los milaneses á mas de la negociacion en. » tablada con el rey y con el pontifice, despacha"ron á Trento á Sforcia Brivio, para que impetra

se de los dos legados de Milán cartas auxiliatorias » á la patria: y tambien se presentó un enviado de » los de Cremona, implorando la proteccion de to-"dos los obispos de Milán, los cuales habian des

pachado ya una carta al papa en nombre de todos: y no contentos con esto, procuráron y casi » convinieron con los demas padres, que en los decretos de disciplina se pusiesen espresiones tales, " que eximieran la autoridad de los obispos, de la "demasiado absoluta autoridad de los inquisidores. » Pero estas voces las omitió despues el cardenal Mo"rón, como quien preveia la fuerte resistencia del "orador de España, y que no habia ya necesidad de ellas, puesto que el temor habia sido mayor

» que el peligro: porque el pontífice apenas recibió » las primeras quejas de Trento, mudó de parecer, y « reiterando por el cardenal Borromeo respuestas ca"da vez mas claras y estensas, significó: que él no » podia negar absolutamente la inquisicion, como quie"ra que todos y aun los mismos prelados de Milán » confesaban ser laudable y santa; pero que estuvie»ran ciertos los legados, y á su nombre aseguráran " á los padres, que jamas pasaría á establecer la inquisicion en aquel señorío, sino conforme al de"recho comun, sin detrimento de los ordinarios, " y sujeta á la de Roma, Roma, no á la de España y que ni aun esto resolvería ejecutar, sino despues de un prolijo y maduro examen, y habien» do oido antes los votos de los legados acerca de » las condiciones con que debia verificarse; lo cual. " sirvió de un consuelo general á los obispos y pue"blos de Milán.

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21. » La causa, pues, verdadera ó única porque desapareció aquella turbacion, no fue porque los españoles retrocedieron de lo comenzado, escarmen»tados precisamente por el sueeso desgraciado de » Flandes, como cuenta Suavo...... Lo que sin duda » les obligó á desistir de su intento, fue la firmeza con que el papa aseguró á los padres del concilio y á los milaneses, que de ninguna suerte con"sentiría en la pretension de aquellos; como quien » estaba muy convencido de la enorme perturbacion » que atraeria á su patria, y con cuanta facilidad apro» vechándose de este ejemplo los demas principes, to

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marian ocasion para solicitar lo mismo, disminu» yendo así la autoridad del romano pontífice y de - los obispos ..... Tambien el cardenal Borromeo. (S. Cárlos) prometía auxiliar este negocio con suma dili"gencia y cuidado, asegurando que á ésto era impelido "no menos por el afecto de la naturaleza que por el es » tímulo de su conciencia.”

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22. Esto es al pie de la letra lo que refiere ezte grande historiador: y he puesto el pasage entero aunque largo, para que mis lectores esten en aptitud de juzgar si las observaciones que voy á hacer soa verdaderas y justas. Pero antes de comenzarlas, en obsequio de los que no tienen idea de esta obra debo advertirles, que ella no es una relacion privada de algun autor comun y desconocido; sino una his toria pública y autorizada, escrita por un varon tan eminente por su virtud y sabiduría, como por su dig nidad cardenalicia, y esto para defender la iglesia, y uno de los concilios generales mas célebres que ha habido en ella, de las calumnias de los herejes. Pero lo que sobre todo le da mas autoridad es ser auténtica en su especie, pues nada dice que no lo compruebe con los instrumentos originales que inmediatamente cita: para lo cual se le franquearon los archivos de Roma y demas de Italia. Prévia esta advertencia necesaria, paso á hacer las reflexiones siguientes:

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23. Consta en primer lugar, que solo la noticia de que se intentaba poner la inquisicion al uso de España, llenó de terror á los pueblos católicos y de tristeza á los obispos del señorío de Milán y de todo el reino de Nápoles: á los unos por su intolerable severidad, y á los otros por la pérdida de su jurisdiccion: y como este era un mal comun, las quejas se hicieron generales en todos los padres del concilio, y á ellas se siguió un desmayo universal. Adviertase ahora, que no fueron los fracmasones ni los filosofos incrédulos, que aun todavia no aparecian en el mundo, los que se turbaron y cayeron de ánimo, sino unas naciones católicas y todos los obispos de un concilio general: es decir, los padres de la fe que se habian reunido en el Espíritu Santo para es tirpar las heregias y preservar á los fieles del con

tagio de los errores. ¿Pues qué tribunal es este que alterando á la iglesia desconcierta sus firmes colum nas que son los obispos, y casi transtorna lo que hay en ella de mas augusto, como son los concilios generales? O la regla del Evangelio es falsa, ó no puede ser bueno un árbol que produce frutos tan amargos,

24. Lo segundo, es muy notable la grave potes. tad de los padres de Trento, diciendo resueltamente no se atreverian mas á levantar su voz en el concilio contra los principes seculares; pues estos lo con seguian todo de Roma con el designio premeditado de arruinarlos, usurpando no solo la autoridad de los obispos, sino tambien la del sumo pontífice para estender cada uno la suya. Pero aun es mas fuerte la semejanza de que usan, pues comparan la autoridadeclesiástica cuando está unida en el papa y los obispos, á un baluarte inespugnable para defender la iglesia, y el establecimiento de la inquisicion de España á la ruina de esta comun forteleza, con el perverso fin de levantar los particulares su casa dejando en descubierto á la iglesia. Así pensaban los padres de un concilio general de aquel establecimiento porque tanto se suspira, y que se ha recomendado á los Españoles como la mas segura defensa del catolicismo y gloria de la religion.

25. Pasemos adelante. Los cardenales legados que presidian el concilio, despues de hacer presente al papa el transtorno que habia ocasionado en él la intentona de Felipe II., las quejas generales de los padres y el universal desmayo de todos, le amonestaron que aun en el caso que la salud de aquellos paises exigiera semejantes armas, era justo que los inquisidores se establecieran sujetos al tribunal humano de Roma, y no al terrible ú horroroso de España. Y ya se ve, que los que pintan con tan negros colores nuestra inquisicion, son los presidentes del concilio, que ni

eran hereges ni incrédulos: ni tampoco es creible estuvieran sobornados por los judios de Gibraltar para hacer odiosa la inquisicion, como tontamente se calunnió á algunos de nuestros diputados. Y si alguno recurriere a que como estrangeros hablaron mal del tribunal por envidia de nuestras glorias, dirá una ridícula decedad; pues tal gloria, si lo puede ser, ninguno mejor que los italianos la tendrian en su pais,' donde el sumo pontífice reune el poder temporal y la plenitud del espiritual: que es cuanto se necesita para establecer la inquisicion española, si se quiere prescindir del derecho natural, de las máximas del evangelio y del espíritu de la iglesia.

26. De lo dicho se ve con toda claridad cual fue el concepto de todos los padres del concilio de Trento sobre la inquisicion de España: ahora veremos cuales fueron los sentimientos y la conducta del papa sobre esta materia. A la primera noticia de las quejas justísimas del concilic, mudó al instante de parecer; no porque antes aprobára el tribunal, pues nos va á decir lo contrario, sino en cuanto habia consentido su establecimiento en Milán, cediendo á las por fias de Felipe II.: y aseguró con la mayor firmeza, no una sino muchas veces, que jamas consentiría se pusiese en aquel señorío la inquisicion como en España, sino conforme al derecho comun y sin perjuicio de los ordinarios, ¿Con que la inquisicion de España perjudica á los ordinarios? El papa lo asegura, y aun va á esplicarse con mas precision y fuerza: protesta delante de la iglesia y del mundo entero, que la introduccion de semejante tribunal no solo sería un manantial de calamidades para aquellos pueblos, sino tambien un pernicioso ejemplo, con que se moverían los demas príncipes á solicitar lo mismo, apocando así^ la autoridad del romano pontifice y de los otros obispos.

27. Estas últimas espresiones son un rayo, que abra

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