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cerca del puerto, y que sería bien que aquellos se adelantasen á prevenirles el ospicio; y nombrando por Cabo de las ocho Canoas al Coronel Bento Rodríguez, mandó que en una dellas se embarcase Frai Domingo Brieva, como el que solo sabía el río y sus ensenadas, con orden que les dió de que fuesen descubriendo el camino y río principal, y que dexando maderos por señal y papeles escritos en cóncabos que en los maderos hazían, y tornaban á cerrar con las cortezas de los mismos árboles sobre los quales escrivirían como dentro estaban los papeles que dezían, cómo y por dónde iban hiziese lo restante de la Armada derroteros ciertos y seguros por donde regirse y governarse. Con esta traza caminavan unos cuidadosos, y seguían otros empeñados hasta que todos llegaron con feliz y próspero viaje, sin sucederles et menor fracaso ó desastre, al cabo de ocho meses de embarcación al deseado puerto de Paiamino, donde entraron el 24 de Junio, día del gran Procursor San Juan Baptista, año de 1638.

Desembarcados aquí, se fueron á la Ciudad de Avila, de donde se adelantó el Hermano Frai Domingo Brieva á la Ciudad de Quito, á dar quenta á la Real Audiencia, y á sus Prelados del fin próspero que avía tenido su descubrimiento y de cómo quedavan en Avila aquellos soldados Portugueses y demás Indios, necesitados de todo género de mantenimiento Hizo que la Real Audiencia enviase más de quinientos escudos de vizcocho, carne, tocinos, quesos y otras cosas de refresco, y orden para que los Portugueses más principales se fuesen á la Ciudad de Quito, donde entraron diez y seis, y fueron recibidos con grandes fiestas y regozi jos; y el que mayores muestras dió de alegría como más interesado en aqueste descubrimiento fué el Convento de Nuestro Padre San Francisco. El General Pedro Texeira llegó después de algunos días á los Encabellados, y dexando allí su gente él se partió para Quito con que se renovaron las fiestas. La Real Audiencia dió aviso de todo esto al Virrey del Perú, que era el Conde de Chinchón, pidiéndole ordenase lo que en aquel caso se avía de hazer. El Virrey como tan atentado y prudente (que lo ha sido en sumo grado en

todo su Govierno) decretó que á los Portugueses se les diese todo el avío necesario, y que luego al punto se volviesen por el mismo Río que avían venido; y que en su compañía enviase la Audiencia dos personas de satisfacción por la Corona de Castilla, para que vistas las cosas de aquel descubrimiento, y enterados de todo con fidelidad y verdad, pasasen á la Corte de nuestro Rey á dar quenta al Real Consejo de India s para que su Magestad dispusiese en materia tan grave é importante lo que fuese servido.

A esta sazón estaba en Lima el R. P. Frai Pedro Dorado, Provincial que fué de la santa Provincia de Quito y el primero que dió Patentes para que se hiziese este descubrimiento, y sumamente alegre del buen fin que avía tenido, se fué a Virrey y pidió se sirviese de despachar decreto y dar licencia para que todos los Religiosos de la Provincia de Quito que quisiesen ir á la Conversión de aquellos infieles descubiertos por nuestra Sagrada Religión, pudiesen embarcarse con los Portugueses y emplear su buen espíritu en servicio de su Dios y de su Rey. El Conde de Chinchón no vino en esta demanda, por no parecerle tiempo oportuno hasta ver lo que en España se determinaba.

Llegado el orden del Señor Virrey, trató la Audiencia de su ejecución y dándoles á los Soldados Portugueses todo el avío necesario, mandaron que saliesen de Quito y se volviesen á la Ciudad del Pará. Y entrando en acuerdo sobre la elección de las dos personas que por la Corona de Castilla avían de embarcarse para pasar á España y dar aviso á su Magestad, en breve determinaron que viniese en primer lugar, el P. Christóval de Acuña, que entonces se hallaba cinquenta leguas de allí, Religioso profeso y actual Rector del Colegio de la Compañía de Jesús de la Ciudad de Cuenca, muy aficionado del Presidente de aquella Audiencia, y juntamente hermano del Corregidor de la Ciudad de Quito, D. Juan Vásquez de Acuña, el qual pretendía y pidió hazer esta jornada á su costa, que con tan buenos brazos y con el buen zelo del dicho P. se facilitó su venida poniéndose de buena voluntad por su Religión, por su amigo y hermano á los trabajos que avía de tener en navegar un río y Provincias que

no avía visto en su vida y con gente que no conocía, ni avía tratado; y en segundo lugar al Padre Andrés de Arrieda, Lector de Teología actual en el Colegio de la Ciudad de Quito.

JORNADA QUE HIZIERON POR EL RIO DE SAN FRANCISCO, YA DEL TODO DESCUBIERTO, Y NAVEGADO, DOS PADRES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS, CON DOS RELIGIOSOS DE LA MERCED Y OTROS DOS DE NUESTRA SERÁFICA RELIGIÓN EL AÑO DE MIL Y SEISCIENTOS Y TREINTA Y NUEVE.

Previniéronse los Soldados Portugueses y los dos Padres de la Compañía de Jesús para cumplir los Reales mandatos del Virrey del Pirú, y Chancillería de Quito; mas el General de la Armada Portuguesa Pedro Texeira, y otros Portugue ses, se fueron al Convento de N. P. S. Francisco, y hablando al R. P. Frai Martín Ochoa entonces actual ministro Provincial, le pidieron con grandes encarecimientos, y afectos nacidos del alma, que por amor de Dios y por lo que devía a su Rey, no permitiese que en aquel viaje tan peligroso los desamparase el Abito de S. Francisco, y que ya que por los decretos del Virrey y Audiencia no podían llevar todos los Religiosos que ellos quisiesen, y avían menester, pues en solas. dos Provincias avía setecientos Pueblos que pedían la predicación del Evangelio, que por lo menos le diese para su consuelo, al Hermano Frai Domingo Brieva, Religioso á quien todos veneravan por su virtud, y á quien debían el aver llegado á salvamento por aver sido su norte y guía, en aquel descubrimiento; y tener tan entero conocimiento y noticia de la tierra y el agua por ser el primero y que más veces avía surcado aquel gran Río de San Francisco de Quito; como en su memorial n. 7 refiere el R. P. Christóval de Acuña, y que el Capellán de la Armada el P. Fray Agustino de las Chagas avía de sentir mucho al ver que se iban sin Religiosos de su Orden; y el que más lo avía de sentir era el Governador del Marañón, Iacome Reimundo de Noroña, etc. Estas y otras.

razones y conveniencias más apretadas propusieron los deVotos Portugueses, en abono de Nuestra Seráfica Religión que á ellos les importó entonces el decirlas, como á mí aora el callarlas.

Viendo, pues, el Padre Provincial la instancia que los Portugueses hazían, después de averlo consultado con sus Religiosos, se determinó á enviar al dicho Fray Domingo de Brieva con la Armada y que de allí pasase á los Reynos de España á dar quenta por la Religión de N. P. S. Francisco al Rey N. S. y su Real Consejo de Indias, del principio, medio y fin de esta jornada. Y porque se vea clara y distintamente la verdad, pondré aquí la licencia y patentes con que el dicho Religioso vino á esta Corte, que es del tenor siguiente:

PATENTE DEL P. PROVINCIAL DE QUITO

Fr. Martín Ochoa, de la Regular Observancia, Comisario y Calificador del Santo Oficio de la Inquisición, Ministro Provincial y Siervo de los Frailes Menores desta santa Provincia de N. P. S. Francisco de Quito etc. A nuestro carísimo Hermano Fr. Domingo Brieva, Leligioso Lego, salud y paz en el Señor.

Esperimentando en V. caridad el gran zelo que tiene de la conversión de las almas, y que se reduzgan al conozimiento de Dios, y observancia de la ley Evangélica, y atendiendo juntamente á las grandes mercedes y favores que la Magestad Divina, ha hecho á los Religiosos, hijos de N. P. S. Francisco, y á esta su santa Provincia de Quito, descubriendo tan grande multitud de infieles, tierras tan incógnitas, ríos y navegaciones tan deseadas y pretendidas de nuestros Católicos Reyes, siendo justo que la Magestad Católica y nuestros Prelados superiores conozcan que esta empresa se ha conseguido por medio de Religiosos que han salido de esta santa Provincia de Quito, que zelosos de la Conversión de aquellos infieles otras veces, y con tan fervorosa instancia han entrado en sus tierras, teniendo en poco sus vidas, porque ellos alcanzasen el conocimiento de la saluz eterna; y ansí mismo por lo que V. caridad tiene desta conversión, que es la experiencia

y conocimiento de aquellas tierras, por aver estado otras vezes ya en ellas con otros Religiosos á conseguir los fines referidos, por conocer y por aver venido en compañía de la Armada que llegó á esta Ciudad de Quito, de las Provincias del gran Pará, donde V. Caridad fué y á cuya instancia vinieron el Ceneral y soldados que residen en aquellas tierras pertenecientes á la embarcación del Reyno de Portugal para que se enterasen en la navegación del gran río Napo (que oy se intitula S. Francisco de Quito, por los Religiosos que lo descubrieron) y estando de partida la dicha Armada, para volver á las Ciudades del Pará, y Marañón, de donde salieron: y aviéndome pedido con notable instancia, dichos General y soldados, por el consuelo espiritual suyo, y de los Indios Christianos que truxeron los vaya V. caridad acompañando y enterándose más bien de las Provincias, y navegaciones de los Ríos: por tanto con parecer del Definitorio desta Provincia y en virtud de la Constitución General, que nos da facultad para embiar á los Reynos de España uno ó más Religiosos á negocios que se ofrezcan, concedemos á V. Caridad licencia para que pueda volverse con la dicha Armada, y que vaya por el gran río referido, hasta llegar á la Provincia del gran Pará; y á los más lugares della; y en hallando embarcación, pueda passar á los Reinos de España, y á la presencia de Ns. Reverendísimos Padres Ministro Generaly Comisario general de Indias, y dará quenta deste descubrimiento del gran Río Napo, y con su parecer postrarse á los pies de nuestro Católico Rey, y á su Real Consejo de Indias, y hará informes con gran legalidad y fidelidad de todos los ríos, navegaciones, y tierras que con tanto trabajo ha descubierto: y para mayor expedición de las cosas que se ofreciesen en las dichas tierras y navegaciones del gran río Napo, pedirá V. Caridad á Nuestro Reverendísimo Padre Comisario General de Indias, todos los pedimientos necesarios; y porque en viaje tan largo no carezca de mérito, le impongo el de la Santa Obediencia, y se lo mando en virtud del Espíritu Santo, que es dada en nuestro Convento de San Pablo de Quito en 1 de Marzo de mil y seiscientos y treinta y nueve años, firmado de nuestro nombre y sellado con el sello

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