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ver más. En virtud de tal fenómeno, propuso Manco á los suyos se ejecutase lo mandado por su padre, respecto de haberse cumplido la señal ofrecida", etc.

En otra parte, después de hacer la descripción de las fiestas ó raimis dice: "Los Incas celebraban por fin la fiesta llamada Citua, con el propósito de purificarse de sus faltas y delitos y de desterrar de la ciudad y de los lugares circunvecinos las enfermedades y otros males nocivos y perniciosos. Muchas eran las ceremonias que en ellas se practicaban, precedidas de un ayuno general, durante el que se abstenían del comercio carnal de los sexos. Había dos especies de ayuno entre los Incas. El más severo era aquel en que no bebían más que agua y no comían sino un poco de maíz crudo, du- . rante tres días consecutivos: se llamaba HATUN-CACI, es decir, gran ayuno. El segundo llamado CACI no era tan rudo ni molesto como el primero, porque les estaba permitido comer el maíz, tostado y algunas yerbas crudas, bien que condimentadas con sal y ají. También podían beber su ordinario licor, pero muy parcamente".

"Después de haberse preparado así todos sin excepción, se contraían á amasar el pan que se llamaba Ttanta. Algunos de estos panes cocidos en marmitas, los mezclaban cou la sangre que á los niños de edad de cinco años les sacaban de las cejas y las narices. En casos de enfermedad esta era la, única clase de sangría que usaban los antiguos peruanos... Todos cuantos habían ayunado se lavaban el cuerpo la misma noche en que se había hecho el pan, poco antes del amanecer; en seguida tomaban unos pedazos del pan amasado con sangre, y con ellos se frotaban la cabeza, el rostro, el espinazo, las espaldas, los brazos y las piernas, á tin de purificarse, decían ellos, pues que creían con tal procedimiento alejar de sus cuerpos todo género de reato, de enfermedades y de males. Luego, el anciano más caracterizado de la familia frotaba con el mismo pan la puerta de calle, donde lo dejaba pegado como una señal de la purificación de los cuerpos que se había operado en la casa. Mientras tanto, el gran sacerdote practicaba las mismas ceremonias en el palacio del Inca y en el templo del Sol; él mismo enviaba otros sacerdotes

para que hicieran otro tanto en la casa de las mujeres de este astro y en Huanacauri á dos leguas al S. O. de la ciudad, donde existía un templo que era sumamente venerado por ser este lugar el primero en que se detuvo Manco-Ccápac, como lo dijimos ya en otra parte. Inmediatamente que el Sol lanzaba sus primeros rayos, al día siguiente de lo practicado, le adoraban todos, rogándole con la mayor humildad para que se dignase apartar de ellos todos los males internos, y externos, y en seguida rompían su ayuno comiendo la otra clase de pan que no estaba mezclado con sangre", etc.

Cualesquiera que haya sido el lugar de procedencia de Manco Ceápac, el lago Titicaca, Pácearic-tampu ó TampoTocco y aceptada la leyenda de su aparición, el cerro de Huanacauri está situado de tal manera que hay que tocar siempre con él viniendo á la ciudad del Cuzco, sea del Collao, por las alturas, ó sea de Paruro ó Yaurisque, por el paso obligado del abra que está á su lado.

El entusiasmo que se despierta hoy por conocer algo de nuestra historia antigua y de muchas ruinas; la curiosidad de nuestros visitantes por conocer esto mismo, sorprendiéndonos á veces con interrogaciones sobre nuestra propia historia, las que no siempre podemos absolver, lo que es un motivo de rubor para todo cuzqueño; los descubrimientos científicos que los extranjeros llevan a cabo en materia de arqueología y otras con más interés que los hijos del terruño que tenemos obligación de conocer nuestra historia; las palabras de nuestro joven y ya ilustre historiador doctor José de la Riva Agüero dirigidas á la juventud del Cuzco, cuando su incorporación como miembro honorario de la Asociación Universitaria de nuestra Universidad, todas estas conside raciones unidas al amor, que siempre he sentido por la juventud estudiosa, han despertado también en mí, que he раsado los lindes de esta edad florida, la afición, si bien tardía pero no menos bien intencionada, de contribuír con un grano de arena á esta clase de estudios, sea siquiera como un estímulo á los que pletóricos de energías tienen la obligación de desentrañar en lo posible los problemas de nuestro pasado.

Es proverbial el dicho del sabio Humboldt al referirse á las riquezas materiales del Perñ de ser éste: “un mendigo sentado sobre un banco de oro". La historia, la arqueología, la antropología, la geología y paleontología, la geografía misma, especialmente la de nuestra región montañosa, donde está el porvenir del Perú: la etnología y la filología, he aquí otras riquezas de mayor valor que el oro mas fino: la ciencia, ¡Juventud peruana, es á tí á quien toea explotar estos ricos filones; especialmedte á tí, dormida y postergada juventud euzqueña!

A pesar de la injusta prevención que se ha tenido al historiador enzqueño el Inca Garcilaso de la Vega, negándole especialmente la imparcialidad por ser descendiente de los Incas, creemos con el doctor José de la Riva Agüero que él ha reunido más condiciones de credibilidad que cualquier otro historia lor ó cronista del Imperio del Tahuantinsuyo, por lo mismo que como alguien ha dicho: "la Tradición es la madre de la Historia", y él la tomó de sus mismos antepasados con la inmensa ventaja, sobre otros, de poscer su idioma. Queriendo constatar la verdad de las referencias que hace al cerro llamado Huanacauri, donde dice se constituyó un templo por orden de Maco-Ccápac, hice algunas excursiones á este lugar, sin éxito en las dos primeras veces, en las que solo hallé pequeñas ruinas de ninguna importancia, me valí de un indígena anciano, al parecer de 80 ó más años de edad, llamado Mariano Huamán, vecino de la parcialidad nominada Puna cancha, que está cerca al cerro Huanacauri, quien me hizo ofrecimiento de enseñarme las ruinas, como en efecto se verificó pocos días después.

Ya con la seguridad de llegar al lugar, invité al señor Rector de la Universidad, doctor Alberto A. Giesecke, y al Catedrático de Historia de la misma doctor José Gabriel Cosio, quien por inaplazables ocupaciones de última hora no pudo acompañarnos. Constituídos con el doctor Giesecke, el día 10 del actual, en el abra de Punacancha, donde por convenio anticipado debía aguardarnos nuestro guía, y algo más que ésto, nuestro tradicionista Huamán, le escuchamos la siguiente interesante leyenda, en idioma quechua, se so

breentiende: "Mis padres mi referían que en lejanos tiempos vino del Collao un señor muy poderoso llamado “CcollaCcápac”, en compañía de una hija, trayendo gente y muchos ganados, quien hizo algunas construcciones y especialmente una acéquia para conducir agua de muy lejos; que sufrió el rapto de su hija, á quien buscó por todas partes, y colérico al no haberla hallado, resolvió regresarse al Collao, de donde había venido, arreando siempre sus ganados y destruyendo antes la acequia y poniendo después un inmenso cerco para impedir que el ganado regresase á estos lugares, dejando sola una puerta llamada Puma-punco (Puerta del jaguar): que el raptor de la hija de Crolla Ceápac fué el astuto mancebo Huanacauri, que fué inca después, quien dió nombre al cerro y cuya casa, que estaba en lugar muy reservado, íbamos á visitar dentro de pocos minutos".

La primera ruina que visitamos se halla en el fondo de una quebrada que desciende del abra de Punacancha, á corta distancia del camino que vá á Paruro. Consiste en pocas habitaciones de construcción ordinaria, de piedras sin labrar y tierra; en los interiores existen las alacenas trapezoidales que se encuentran en toda construcción incásica; existen todavía en pie, aunque ya muy inclinados, dos mojinetes de una de las habitaciones, en uno de los cuales hay una ventana que mira á la ciudad del Cuzco. Estas habitaciones están asentadas sobre andenes, algunos de los cuales son de piedra labrada y construídos con bastante arte; estas construcciones están debajo de un gran peñón ó monolito, que seguramente en aquellos tiempos constituyó un objeto de adoración, ya que los pueblos en su infancia principiaron por el culto de la Naturaleza. De estas habitaciones desciende una escalera de piedras hasta ia quebrada donde el agua brota de la peña en diversos lugares y en pequeña cantidad, descendiendo después por un canal bien construído de un metro de ancho, casi por otro tanto de alto. Dice el indígena á quien me he referido antes, que este lugar se llama el baño del Inca. Por las razones antes expuestas, opino porque es. tas ruinas, á pesar de su pequeñez, son los restos del templo mandado construir por Manco Ccápac y al que se refiere

Garcilaso. Después que el doctor Giesecke tomó algunas fotografías de estas ruinas y saliendo de la quebrada, principiamos la ascención hacia el cerro Huanacauri, donde después de dejar las cabalgaduras, proseguimos el camino por una senda ya borrosa y por entre pajonales. Algunas cuadras antes de llegar al sitio de las ruinas, el indígena Huamán nos manifestó que nos hallábamos cerca á ellas y que había necesidad de saludar á los Auquis con algunas libaciones para que no se enojaran, encareciéndonos que debiéramos presentarnos respetuosamente en el lugar. En efecto, principió por quitarse el poncho usado que llevaba para cambiarlo por otro nuevo que había llevado reservadamente; hizo abluciones con el licor que se le invitó; rehusó fumar cigarrillos, diciendo que en esos lugares no debía usarse el tabaco, que no agradaba á sus antepasados, sino solamente la coca: se quitó el sombrero y avanzó, en actitud reverente, hasta enseñarnos el sitio de cierta distancia. Instado á penetrar al interior de las ruinas, se aproximó haciendo genuflexiones y saludando cual lo hiciese á personas vivientes. Persuadíle á que se le tomase una fotografía en la que él, sentado sobre uno de los muros, haría las veces del inca Huanacauri, sentado sobre las ruinas de su casa, aceptó pero protestando de que se le comparase siquiera con los incas, que fueron seres superiores á nosotros, prueba de ello que no podíamos hacer las mismas construcciones que ellos; que tenían un poder sobrehumano, pues ablandaban las piedras ó las hacían marchar á látigos, donde querían, para construír grandes cercos y otros edificios, de la noche á la mañana, etc". Al ver la Kodak y un anteojo que traíamos, decía Huamán, que si esos instrumentos servían también para descubrir tesoros, que en tal caso podríamos hallar la barreta de oro que dice existe en ese lugar. Dijímosle que nó y que nuestro objeto únicamente era conocer las ruinas para apreciar su edad, á la que nos repuso que era imposible, pues que ellas eran de tiempo inmemorial.

Estas ruinas consisten en un buen número de habitaciones cuyas puertas dan á un callejón lateral; su construcción es del mismo material que las anteriores, es decir de pie

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