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dras toscas y barro, de paredes destruídas ya casi hasta los cimientos, lo que demuestra su gran antigüedad, siempre con las consabidas alacenitas en los interiores; la construcción está hecha sobre un terreno rocalloso que por uno de los flancos es inaccesible por estar formada por un gran farallón natural como cortado á pico.

Si aceptamos la venida de Manco ('capac como un hecho histórico, despojándolo ya de su parte fabulosa, sería más que probable que este lugar fué la primera residencia del fundador del gran imperio del Tahnantin-suyo, desde donde seguramente asedió á los pobladores del Ccoseco, hasta reducirlos, mediante las armas, y no solo con la persuación.

Actualmente existen los restos de un camino que parte de este sitio á la ciudad del Cuzco, llamado Inca-nan (camino del Inca). Hemos notado que en este lugar se han hecho muchas excavaciones, todas de forma circular, más o menos de un metro de diámetro, circuidas con piedras pequeñas: no cabe duda que son sepulcros.

Estas construcciones están en un lugar tan reservado y casi inaccesible, que fácilmente no se puede llegar á ellas sin un guía. Todo el edificio mira hacia la ciudad. Se tomaron algunas vistas por el señor doctor Giesecke.

Hay diversas interpretaciones sobre el significado etimológico de la palabra Huanacauri, y aún sobre si está escrita con propiedad ó se halla alterada. El notable erudito cuzqueño señor Dr. José Lucas Caparó Muñiz, dice que es: "Huanay Ccahuari", que quiere decir: "Escarmienta ra". Otros dicen: Huaina-Ccahuari, joven mira. En mi concepto, la verdadera palabra es Huaina-cauri, que tiene completa analogía con otras palabras quechuas que precisamente expresan nombres de cerros, como Huaina Ccorecor, Huaina-pputina (Volcán), Huaina-piccho, Huaina-murayaca, etc; además tenemos otros nombres: Huaina-Ccapac (Inca), Huaina-rímac, etc. No hay razón para alterar la palabra Cauri, tan solo para acomodarle una interpretación cual quiera por ignorarse su significado. Ella existió desde tiempos anteriores á la época incásica. Nada menos que el historiador Montesinos dice que uno de los reyes de esta época se

llamaba Túpac Cauri, de quien se dice estableció el sistema de los quipos. Creo que el conocimiento verdadero de la etimología de las palabras quechuas, y muchas veces aún su sola correcta escritura, sin alterar su pronunciación, podría conducirnos al descubrimiento de muchos hechos que pare cen fabulosos ó dudosos por lo menos. Mucho podríamos avanzar conociendo el significado de los nombres propios: Ayar, Manco, Cauri, Picchu y otros muchos.

El doctor José de la Riva Agüero, al referirse á Huana cauri, dice: “el Cuzco, lugar santo por excelencia, estaba rodeado hasta la distancia de varias leguas, de infinidad de huacas, oratorios ó mochaderos, en donde se veneraban ídolos subalternos. Algunos de estos consistían en las sagradas piedras que rememoraban á los místicos abuelos de las cuatro tribus incas. El santuario de Huanacauri, situado á dos leguas y media al sur del Cuzco, guardaba la peña en que la fábula decía que se convirtió Ayar-ucho, y sin duda fué el antiguo templo de la tribu de Ayar-ncho y de los alcahuizas. Vemos en el padre Cobo que en el barrio de Trocco-cachi (nicho ó cueva de la sal) adoraban á uno de los compañeros de Manco Ceapac, (descendientes de Quizco-sinchi, según las informaciones de Toledo), rendían culto á otra piedra en que se había trocado un gran señor (probablemente el mis mo Quizco). Los Huallas, primeros habitadores del valle del Cuzco, al principio estrechados y luego expulsados por los Incas, recordaban que pacarina, ó capilla solariega, era la huaca de Antuiturco".

La piedra de la leyenda, en que fué convertido Ayarucho, es, sin duda, á la que me he referido anteriormente, y que se hala en la parte superior del templo de Huanacauri. Este célebre cerro no solo era famoso como lugar de ceremonias religiosas y de adoración, sino también de ceremonias simbólicas de la coronación de los príncipes ineas y de las pruebas á que se les sometía en el huaracay, siendo una de ellas la carrera, sin parar un instante, que emprendía desde Huanacauri hasta la fortaleza de Sacsai-huaman.

De lo expuesto anteriormente concluyo: queda comprobadala verdad de lo dicho por el historiador Garcilaso de la

Vega en cuanto á la existencia de un templo mandado construír por orden de Manco Ccápac en el cerro Huanacauri; que estas ruinas tienen próximamente la edad del Cuzco, es decir, 870 años, admitiendo como año de su fundación el 1043; que la tradición subsiste entre la raza indígena, aunque desfigurada por el trascurso del tiempo, y que constitu ye para los poseedores del idioma quechua, como somos los cuzqueños, un filón explotable para conocer de mejor mane ra nuestro pasado.

Cuzco, 1913.

Romualdo Aguilar.

APUNTES SOBRE LAS EPIDEMIAS
EN EL PERÚ

La historia física del Perú es quizá, de la nacional, el ramo menos conocido; por la deficiencia que había, sobre todo más antiguamente, de observadores y de medios de apreciación de los hechos, y por la escasez de noticias acá y acullá dispersas, y que es preciso reunir y compulsar con afanoso empeño, para darse cuenta de ese orden de sucesos.

Los años de muchas lluvias ó de sequía, los de abundancia ó esterilidad de cultivos, los de temblores y erupciones volcánicas, y de calores y fríos excesivos, así como las inundaciones del mar ó de los ríos, epidemias de hombres y animales, plagas de langostas, &. todo interesa; no sólo porque se relaciona con la vida social del país en el pasado, sino por la utilidad de tales datos para el presente y porvenir, por la luz que proyectan sobre otros hechos y por su enlace con ellos.

El acopio de esos datos, por pocos que se logren, forma una masa considerable; y sirven de forzado complemento á nuestra historia, que hasta hoy se estudia bajo aspectos aislados, sin abarcar el conjunto, y casi con prescindencia de la parte física.

Por imperfecto que sea el relato de las epidemias ocurridas desde el descubrimiento del Perú, en poco menos de cua

tro centurias, permitirá apreciar la constitución médica del país, y formar juicio sobre la falta de higiene y otras causas de despoblación. Servirá también para conocer el estado entre nosotros de la medicina en las diversas épocas; y acredita la vida del pueblo, al buscar en procesiones, rogativas y plegarias, el remedio contra males, que estaba en su mano disminuir, siquiera en parte, empleando para ello los recursos á su alcance, y sin pretender una exclusiva intervención providencial contra el flagelo de que era víctima.

De tiempo muy atrás, y generalmente, se han considerado las epidemias como castigos divinos, que exigían de los culpables arrepentimiento, penitencia y preces. Esto lo confirma la liturgia de la iglesia, supuesta la fe profundamente arraigada y la piedad fervorosa. Hoy, apesar de la tibieza de esa misma fe, y del escepticismo que parece dominarlo todo, en las calamidades públicas, los ojos enturbiados por las lágrimas, y los corazones desfallecidos y sin humana esperanza, oprimidos por la naturaleza, se vuelven á Dios, pidiéndole el alivio y el consuelo, para que desaparezcan esas plagas. De allí en muchos casos, en medio de ellas, la creencia en milagros no bastante comprobados, pero que la historia no puede desmentir.

A fin de autorizar el relato y darle interés, limítome á reproducir, en los más casos, los testimonios de que me sirvo; poniendo al fin algunos documentos ilustrativos, de cierto valor y poco conocidos.

Marco con un asterisco, antes de la fecha del epígrafe, las epidemias que no se concretan al territorio del Perú.

1525.

Según el testimonio de los antiguos cronistas españoles, la viruela, “este azote del género humano", que pasó del Asia á Europa, y de ésta al Nuevo Mundo, la importó en México, en 1520, un negro esclavo de Pánfilo de Narváez, trasmitiéndola á los Campoaleses. Después de hacer allí grandes estragos, hasta arrebatar al rey Cuitlahuatzin, se

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