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parte del territorio de que hoy está en posesión la Santa Sede, con lo cual se cubriría de todo peligro, al menos próximo, á Roma y al Papa, siendo en virtud de un convenio bien preciso que asegurase y garantizase debidamente sus efectos» (1).

Mucho menos que pretendía el Marqués de Miraflores, menos también de lo que quería el Sr. Mon, había solicitado el Gobierno, y, sin embargo, fracasó en su empeño.

Portugal contestó á la Nota que le pasó el Plenipotenciario español, en virtud del Despacho de 23 de Marzo, que hallándose plenamente convencido de que el Emperador de los franceses continuaría haciendo uso de su elevada influencia para que la solución de dicho asunto fuese la más digna para la Santa Sede y la más favorable á los verdaderos intereses de la Iglesia, tomando por base la soberanía temporal del Pontífice, el Gobierno de S. M. F. consideraba inútil hacer gestión alguna cerca del Gabinete imperial, limitándose á remitir copia de esta respuesta al Plenipotenciario lusitano en París para que diese conocimiento de ella á Mr. Thouvenel (2).

Austria acogió favorablemente la propuesta del Gobierno español, y el Conde de Rechberg comunicó por telégrafo al Príncipe de Metternich la orden de obrar en el sentido propuesto por aquél (3).

Puestos de acuerdo Mon y Metternich, visitaron á Mr. Thouvenel, exponiéndole los deseos de sus res

(1) Despacho del Embajador en Roma al Ministro de Estado; fecha, 7 de Abril de 1861.

(2) Nota del Ministro de Negocios Extranjeros de Portugal al Plenipotenciario español, Sr. Pastor Diaz; fecha, 7 de Mayo de 1861.

(3) Despacho del Ministro Plenipotenciario de S. M. en Viena al Ministro de Estado; fecha, 2 de Abril.

pectivos Gobiernos; pero el Ministro de Negocios Extranjeros del Emperador declaró que sólo á Francia pertenecía el decidir cuándo las circunstancias le permitirían evacuar á Roma; que el Emperador no quería entrar en ninguna explicación que le comprometiese para el porvenir, y que no abandonaría al Santo Padre mientras su honor y sus deberes no le permitiesen evacuar á Roma (1). En vista de esto, el Embajador español pasó una Nota á Mr. Thouvenel manifestándole que le Gouvernement de la Reine espère done que l'Empereur voudra bien provoquer, s'ille juge comme nous nécessaire, une reunion des puissances catholiques ou de quelques unes d'entr'elles, pour adopter les mesures capables de prevenir les dangers dont est menacé le Saint Siège et pour confèrer le moyen de terminer définitivement les conflits qui troublent le Souverain Pontife et empêchent l'exercice de son autorité legitime au gran préjudice de tous les catholiques du monde, qui auraient à souffrir les consequences d'une perturbation si grave et d'une dépossession si injuste» (2).

Inútil era insistir. Inglaterra había reconocido el nuevo reino de Italia (30 de Mayo) y Francia lo efectuó poco después (25 de Junio). Si Cavour no hubiese muerto, acaso, como creía Mon, el Emperador hubiese negociado con él acerca del reconocimiento, pactando alguna garantía para el Pontífice; pero muerto aquél, juzgó más conveniente el Gobierno imperial prolongar la estancia de las tropas francesas en Roma, declarándose dispuesto á mantener la independencia y la digni

(1) Despachos del Embajador en París al Ministro de Estado; fechas, 18 y 26 de Abril de 1861.

(2) Nota del Sr. Mon á Mr. Thouvenel; fecha, Paris 28 de Mayo.

dad de la Santa Sede, pero negándose cortésmente á la acción común propuesta por el Gabinete de Madrid.

Nada era ya posible hacer al Gobierno español, el cual, como dice un historiador, estuvo en esta cuestión fervorosamente católico, no eminentemente político, obedeciendo, más que á sus propias aspiraciones, á elevadas influencias malaconsejadas. Sin embargo, cuando en 2 de Marzo de 1863 cayó el Ministerio O'Donnell y se constituyó el presidido por el Marqués de Miraflores, pudo temerse que el nuevo Presidente, cuya actitud como Embajador en Roma queda consignada, adoptase una política, si no hostil al nuevo reino de Italia, al menos tan acentuada en favor de los derechos de la Santa Sede, que pudiese crear á España graves dificultades; pero el tacto exquisito, la prudencia y el profundo conocimiento de los asuntos que caracterizaban al Marqués de Miraflores salvaron ese peligro, con gran ventaja para el país. No se reconoció el reino de Italia, porque el Jefe del Gobierno estimó que decorosamente no se podía efectuar ese reconocimiento «hasta que la cuestión de Roma, cuyo amparo y defensa religiosa y política fué siempre la misión histórica de la España católica, no estuviese decidida, y el Jefe de la Iglesia respetado en la silla de San Pedro, y á su vez la Italia pacificada sancionase tranquila la desaparición de la antigua autonomía del reino de Nápoles, tomando en justa consideración la suerte de la augusta familia de sus Reyes, ligados con inmediatos vínculos de familia con los de España» (1); no se reconoció el reino de Italia, pero el Gobierno se encerró en una prudente y silenciosa expectativa, continuando por el camino de la neutralidad emprendido por el Gabinete O'Donnell.

(1) MIRAFLORES, Vida política.

Tampoco salió de esa línea de conducta el Ministerio Narváez cuando se encontró sorprendido, como lo fueron los demás Gabinetes, por la noticia de haberse firmado entre Francia é Italia el Convenio de 15 de Septiembre de 1864, por el cual la segunda se comprometía no sólo á no atacar á los Estados de la Iglesia, sino á impedir por la fuerza, si era preciso, todo ataque del exterior; á no oponerse á la organización de un ejército pontificio compuesto de voluntarios católicos extranjeros; á tomar á su cargo una parte proporcional de la Deuda de los antiguos Estados de la Iglesia y á fijar en Florencia la capitalidad del nuevo reino; y Francia, por su parte, se obligaba á retirar sus tropas de Roma gradualmente y á medida que se organizase el ejército del Santo Padre, debiendo realizar la evacuación en el término de dos años (1). Después de hacer constar que España contribuiría siempre hasta donde pudiese á conservar la seguridad é independencia del Santo Padre (2), el Gobierno español consideró oportuno atenerse á un sistema de reserva que fuese conciliable con la más completa libertad de acción y con el interés de conservar nuestras buenas relaciones con todas las demás potencias, dejando que hablasen los sucesos é inspirasen las resoluciones más convenientes y esperando que la Santa Sede comunicase su manera de ver acerca de la nueva situación que se preparaba. Así es que cuando el Nuncio de Su Santidad en Madrid, sin hacer propuesta alguna y sin pedir auxilio ni promesa formal de apoyo, deseó conocer cuáles eran las disposiciones del Gobierno,

(1) Telegrama y despacho del Embajador de S. M. en Paris al Ministro de Estado; fecha, 21 de Septiembre de 1864. (2) Despacho del Ministro de Estado al Embajador en París; fecha, 23 de Septiembre.

el Ministro de Estado, que lo era D. Alejandro Llorente, se limitó á responder que, en cuanto al apoyo moral, era cuestión de deber y convencimiento acerca del cual no cabía vacilación alguna; pero que saliendo de esta esfera, todo proyecto de apoyo material, de cualquier género que fuese, recomendaba y exigia en casos determinados, y después de propuestas concretas, la consideración más detenida de los tiempos y circunstancias, como que nuestra acción había de estar subordinada á los límites de lo posible y de lo prudente. En este mismo sentido se redactaron las instrucciones al Sr. Pacheco, Embajador de S. M. en Roma (1).

¿Podía España adoptar otro temperamento, cuando Austria, que tenía intereses más directos en la cuestión general de Italia, eludía la responsabilidad de tomar parte directa en la cuestión, y Roma guardaba reserva?

Sin embargo, Austria quiso, poco después, marchar de acuerdo con España. «El Príncipe de Metternich y yo-dijo nuestro Embajador en París-hemos conferenciado anteayer sobre la conducta que debemos observar en las presentes circunstancias. Su Gobierno le insta para una inteligencia conmigo y una marcha uniforme en nuestras gestiones» (2). Mas al Gabinete de Madrid no se le ocultaron los peligros de semejante inteligencia. «¿Cree V. E.-preguntaba el Ministro de Estado al Sr. Mon -que podría conve nir á España unir su política, exenta de toda ambición y de todo temor, á la política de Austria, animada

(1) Despacho del Ministro de Estado al Ministro Plenipotenciario de S. M. en Viena; fecha, 31 de Octubre.

(2) Despacho del Sr. Mon al Ministro de Estado; fecha, 29 de Abril de 1865.

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