Imágenes de páginas
PDF
EPUB

y obligando á ir á Roma por las demás. Estimó el Papa que este temperamento ofrecía grandes inconvenientes; pero. el Secretario de Estado sostuvo en sus conferencias con el Embajador de España que la falta de presentación de credenciales no podía ser obstáculo para que el Sr. Amat ejerciese las facultades espirituales (1).

Así las cosas, habiendo sustituído Martínez de la Rosa á Zea Bermúdez, se ordenó á Labrador que cesase en las funciones de Embajador en Roma, reemplazándole como Encargado de Negocios el Secretario, D. Paulino Ramírez de la Piscina, hasta la llegada de D. Evaristo Pérez de Castro, nombrado Plenipotenciario cerca de la Santa Sede (2). Pero Piscina pidió su relevo, y entonces se mandó que se encargase interinamente de la Legación D. José Narciso Aparici, que se hallaba con licencia en aquella Corte, y que había sido anteriormente Secretario y Encargado de Negocios en la misma. De este modo, como no podía esperarse que Pérez de Castro presentase sus credenciales, puesto que el aceptárselas envolvía el reconocimiento de la Reina, se dificultaron más y más las relaciones con Su Santidad; pero hay que confesar que no podía mantenerse en Roma á quien, como Labrador, estaba en espíritu entregado al Pretendiente. Sin embargo, desde el momento en que se dió ese paso, había que contar con la retirada del Cardenal Tiberi, al que ya no sería posible resistir las indicaciones de Roma para que saliese de Madrid. Y, en efecto, el Pronuncio manifestó poco después que el Santo Padre le mandaba regresar á la Ciudad Eterna, y que, exigiendo

(1) Despacho del Sr. Labrador al Ministro de Estado; fecha, 11 de Febrero de 1834.

(2) R. O. de 14 de Marzo de 1834.

el estado de su salud que aprovechase la primavera para hacer el viaje, pedía el correspondiente permiso á S. M., esperando le dispensase la honra de concederle una audiencia de despedida; y añadió que, si agradaba á S. M., para que no sufriesen retraso los asuntos eclesiásticos, dejaría provisionalmente encargado de ellos, como Vicegerente, á D. Francisco Fernández Campomanes, asesor de la Nunciatura (1).

Como era natural, á esta cordialísima actitud correspondió el Sr. Martínez de la Rosa expresando cuán sensible le era la partida del Cardenal, y cuán satisfecha quedaba S. M. de sus disposiciones conciliadoras, y aprobando el encargo cometido al Sr. Campomanes; pero la conducta del Cardenal Tiberi no agradó en Roma, y bien claramente lo dió á entender el Arzobispo de Nicea en una Nota, á la cual acompañaba un papel en el que se expresaba el sentimiento que había producido á Su Santidad el encargo dado al auditor, pues estimaba esto como una prueba de que el Gobierno de S. M. estaba firme en el propósito de no querer reconocer ni admitir al ejercicio de su representación como Nuncio al Sr. Amat, y añadía, entre prolijas reflexiones sobre la distinción entre las funciones de Nuncio y las de Embajador, que el Santo Padre creía que acaso por equivocación, al hacer saber al Gobierno la orden que tenía de salir de España, no había insistido el Cardenal Tiberi en la necesidad de que se permitiese al nuevo Nuncio el ejercicio de las facultades espirituales (2).

La gravísima situación en que se encontraba el Gobierno fué acaso la causa de que esa Nota quedase

(1) Nota del Cardenal Tiberi; fecha, 3 de Mayo de 1834. (2) Nota del Arzobispo de Nicea, Sr. Amat; fecha, 4 de Julio de 1834.

por entonces sin respuesta, pues si es verdad que la firma del Tratado de Cuádruple Alianza constituía un verdadero triunfo, porque obligaba á Francia é Inglaterra á apoyar á Doña Isabel II, los liberales, lejos de sacar partido de esa victoria, parecían empeñados en esterilizarla con sus locuras. La agitación en el país era cada día mayor, y los Ministros de la Reina no podían luchar á un tiempo mismo con el carlismo, cada vez más poderoso, y con los exaltados, por momentos más amenazadores.

Una parte del liberalismo tomó un carácter francamente anticlerical, y la inevitable debilidad de las autoridades hizo posible el incendio de los conventos y ! el asesinato de los frailes en Barcelona, en Madrid y en otras poblaciones. Á las terribles escenas que presenció la Corte el 17 de Julio de 1834 sirvió de pretexto la existencia del cólera, pues algunos agitadores lanzaron la necia calumnia de que los frailes habían envenenado las aguas, y las autoridades no supieron impedir el que las turbas penetrasen en los conventos y asesinasen á varios religiosos. No parecía sino que había empeño en justificar la conducta de la Santa Sede, realizando los tristes anuncios que ésta había formulado.

Á fines de Agosto pidió Monseñor Amat que se contestase á su Nota de 4 de Julio, pues Su Santidad deseaba conocer la resolución del Gobierno para tomar una conveniente, no siéndole posible consentir por más tiempo que su Legado permaneciese en una Corte católica sin ser reconocido (1); y entonces, aunque sin gran prisa, replicó el Ministro de Estado recapitulando cuanto antes había dicho para justificar el que no

(1) Nota de Monseñor Amat de San Felipe al Ministro de Estado; fecha, 25 de Agosto de 1834.

se admitiese al Nuncio, y haciendo constar que el Papa no atendía á las necesidades de los fieles. «Si Su Santidad-escribía Martínez de la Rosa, al mismo tiempo que como Soberano temporal suspendía el reconocimiento de la dinastía de S. M., acudiese como pastor de los fieles á las necesidades de la Iglesia de España, mayores en este tiempo y de atención urgente; si no retardase la confirmación de los virtuosos Prelados presentados por S. M. para ocupar las Sillas vacantes, con perjuicio de la Religión y del Estado, al paso que parecía seguir el Santo Padre una conducta diferente con las personas que le presentan con igual objeto los Gobiernos efímeros que se levantan y destruyen sucesivamente en las provincias de América (1); si cuando se promueve la guerra civil en España, alarmando la piedad de la gente sencilla, se oyese resonar la voz del pastor de los fieles, excitando el fervor del clero y exhortando á los españoles, parte preciosa del re

(1) Al fallecimiento de Fernando VII se hallaban presentados para los obispados de Astorga y de Canarias D. Félix Torres Amat y D. Judas José Romo, á los cuales se expidieron las Bulas correspondientes en Febrero de 1834, si bien aparecían datadas en el año anterior, en época en que ni uno ni otro Prelado había sido aún presentado á Su Santidad. Esto se hizo en Roma con el objeto, al parecer, de evitar todo lo que pudiese comprometer al Gobierno pontificio en la cuestión del reconocimiento de la Reina Isabel.

Vacaron después varias Mitras, y excepto para las de Segovia y Gerona, para todas las demás, que eran diez y ocho, se hicieron las oportunas presentaciones. Mas como por la falta de Nuncio no se incoaron los procesos acostumbrados, los cuales deben tenerse presentes para la preconización, estimó el Ministro de Gracia y Justicia que se hacía necesario adoptar una resolución para que esos procesos se instruyeran por el Metropolitano ó Comprovincial en su respectivo caso, con arreglo al Concilio de Trento, lo cual parece que se habia practicado ya en España en circunstancias análogas, con acuerdo de la extinguida Cámara de Castilla. No consta que se llegase á decidir nada.

baño de Jesucristo, para no destruirse ni aniquilarse, peleando hermanos contra hermanos, entonces sería el caso de instar para que se hiciese la segregación y deslinde entre las facultades que competen al reverendo Nuncio como delegado de la autoridad pontificia y los derechos que le corresponden como representante de su Soberano.» Mostrábase dispuesto el Gobierno de S. M. á consentir esta distinción, pero exigía para ello «que ya que como Soberano temporal suspendiese el Papa el reconocimiento de Isabel II como Reina legítima, se dignase restablecer, como padre espiritual, las antiguas y acostumbradas relaciones, quedando libre y expedito el curso de los negocios eclesiásticos, desde la confirmación de los reverendos Obispos hasta otros asuntos de menor gravedad, con arreglo á los Concordatos vigentes» (1).

La solución propuesta por el Gobierno español, razonable en la apariencia, dejaba subsistentes en el fondo todas las dificultades, colocando el problema en terreno poco ventajoso para aquél. Además, si eso parecía aceptable, ¿por qué no se admitió desde luego en términos que evitase el que la discordia con la Santa Sede lanzase á la facción una parte del clero? En este asunto no brilló Martínez de la Rosa por su habilidad.

Monseñor Amat replicó, el 27 de Septiembre, anunciando haber remitido la Nota del Gobierno á la Santa Sede, y añadiendo que, en tanto que recibía instrucciones, no podía menos de hacer presente que la Santa Sede no era quien había entorpecido las relaciones, sino el mismo Gobierno español, que, deteniendo el Breve, había manifestado no querer admitir

(1) Nota del Sr. Martinez de la Rosa á Monseñor Amat de San Felipe; fecha, 12 de Septiembre de 1834.

« AnteriorContinuar »