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pueblo todo recuerdo pagano, porque, según los principios protestantes, todo lo que tiene un origen pagano es necesariamente culpable y diabólico. Un cónsul inglés nombrado Pritchard, que á la vez era misionero y ministro de la reina Pomaré, fijó su residencia en las islas; pero cuanto más favorable se mostraba la reina á los misioneros y mayor era la influencia de éstos, más empeño demostraban los jefes del pueblo por restablecer el culto pagano. Una insurrección estalló en Taïti, propagándose á todas las demás islas y solamente después de verterse mucha sangre, fué cuando pudo restablecerse la dominación de los misioneros protestantes, á los cuales se sometieron con gran repugnancia los habitantes del país. Esta era la situación de las islas de la Sociedad á principios de 1840. Hacía cincuenta años que los misioneros se habían establecido allí, ejerciendo decisiva influencia sobre su Gobierno en condiciones las más favorables y propicias para haber realizado el bien. Los jefes indígenas, cuando se vierou privados de toda esperanza de defenderse por sí mismos contra la tiranía de la reina, buscaron auxilio en el exterior, reclamando la intervención de los franceses, los cuales acudieron al llamamiento para poner fin á la independencia de Taïti.

En la Nueva Zelanda no fué menos desgraciada la obra del protestantismo. En 1814 llegó á aquel archipiélago el primero de los misioneros de esta clase, procedente de Sydney. Uno de sus compañeros, habiendo hecho un viaje á Londres acompañado de uno de los jefes indígenas más influyentes, regresó con él y con un cargamento de armas y municiones. A instigación de los anglicanos emprendió este jefe, que aspiraba á ser rey de todas las islas, una serie de sangrientas guerras, devastando el país y muriendo en 1828 en una batalla, El medio abusivo con que los misioneros protestantes adquirían las propiedades de los indígenas á cambio de fusiles y de otras armas que les vendían, fué causa de què se promovieran incesantes guerras civiles, y como además de esto los propios misioneros habían ido acaparando el resto de las propiedades de las islas á cambio también

de provisiones averiadas, de muebles y fruslerías de escaso valor, acabaron por levantarse serias tempestades en el mismo Parlamento de Londres contra este tráfico y estos traficantes. En las islas Sandwich sucedió lo propio que había acontecido en las de la Sociedad. Después de ser causa de continuas revueltas, disensiones y guerras, promovidas todas por los misioneros anglicanos, en las que se vieron casi siempre comprometidos los extranjeros que allí residían, acabó este país por quedar sujeto al protectorado de los Estados Unidos, cuyos agentés lograron sobreponerse á las pretensiones que en este mismo sentido habían manifestado los franceses.

Más tristes que lo habían sido en estas islas, fueron las consecuencias del establecimiento de las misiones protestantes en el cabo de Buena Esperanza, el segundo de los puntos donde éstas han pretendido fundarse. La colonia del Cabo quedó definitivamente en poder de la Gran Bretaña en 1814. Con posterioridad á esta fecha fné cuando las sociedades bíblicas protestantes hicieron gigantescos esfuerzos, pecuniarios ante todo, por evangelizar y civilizar los cafres y los hotentotes, que constituyen la mayoría de los indígenas en aquel país. Estos vivían en perfecta paz con los propietarios del país, todos ellos holandeses é ingleses, cuyas propiedades cultivaban, dedicándose á recoger sus cosechas y á prestarles toda clase de servicios de este género, trato continuo que les había hecho acostumbrar á la vida y usos de los europeos, todo lo cual hacía sumamente fácil su conversión al cristianismo. Los primeros misioneros que llegaron al país fueron los escoceses; les siguieron los hermanos morados, y entre otros varios más, algunos misioneros evangélicos enviados directamente por la casa de misioneros de Elberfeld. Se fundaron numerosas estaciones, llegando á ser las principales Katrivier y Siloh. Las sumas de dinero que se gastaron para la instalación y conservación de todas estas estaciones fueron asombrosas. El Gobierno inglés apoyaba con eficacia los misioneros y secundaba todos sus planes.

Pero bien pronto empezaron á observarse fenómenos extraños en la actitud de los misioneros y de los neófi

tos. Estos se hallaban reunidos en las estaciones dedicados al culto y á la interpretación de los libros santos y por de contado á sueldo. Un escritor protestante, de Kretschmar, llegó á afirmar que las estaciones de los misioneros protestantes no eran más que grandes almacenes de víveres y bebidas para los perezosos y los holgazanes. «Sucedía frecuentemente, decía el mismo escritor, que un propietario se dirigía humildemente á un negro para rogar que le prestara sus servicios por el jornal que él mismo designara, como doméstico ó como trabajador, y éste le contestaba: «¿Quién os ha dicho que yo trabajo ó soy sirviente? Ya somos libres; el látigo ha cambiado de mano: ahora es el blanco el que tiene que trabajar para nosotros.»

No pudo menos de llamar la atención del Gobierno inglés una situación semejante; pero cuando las autoridades empezaron á tomar serias medidas para contener el mal, los misioneros excitaron á los salvajes contra el Gobierno, al que llamaban impío. Lo que más hería ó molestaba á los hotentotes y cafres convertidos, era la ley que prohibía la vagancia y que estaba llamada á limpiar al país de tantos millares de vagos que pululaban por todas partes, rehuyendo toda clase de ocupación y trabajo, con el pretexto de ser discípulos de los misioneros. De una y de otra parte se dirigían apóstrofes acerbos aun en las capillas mismas y el espíritu de insurrección se extendía rápidamente entre los indígenas. De esta manera se preparó la terrible explosión de 1850. Kretschmar decía también con este motivo: «De estas escuelas de moral y de civilización salieron, durante la guerra de los cafres, hordas de rebeldes y de asesinos, que usaban las hojas de la Biblia para tacos de sus fusiles. Katrivier vino á ser un nido de bandoleros. Singulares acusaciones pesaban sobre los misioneros de este instituto y una serie de circunstancias sospechosas les señalaron también como los promovedores de la rebelión de los hotentotes.>>

La Comisión de información creada á consecuencia de las matanzas de Noël en 1850, llegó á declarar que canimados por la condescendencia del Gobierno y por la

carencia de toda fuerza militar que les hubiera podido contener, habían excitado á la sedición y acabado por tomar fraternalmente parte en todas las infamias de la guerra de los cafres: éstos eran, añadía la Comisión, los principios que los hotentotes han adquirido con la enseñanza de los misioneros.» La guerra fué hecha conf tal crueldad por los rebeldes, que los soldados ingleses llevaban siempre á prevención píldoras envenenadas, á fin de acabar de matarse si caían heridos ó prisioneros eu poder del enemigo; todas las fincas, haciendas y casas fueron incendiadas; los propietarios que caían en mano de los insurrectos eran asesinados. La devastación se extendió hasta la villa del Cabo, y sólo á los tres años pudo el Gobierno inglés dominar la rebelión y restablecer el orden. Las misiones protestantes, como era consiguiente, quedaron proscritas y los misioneros arrojados del país.

CAPÍTULO XXVII.

Reacción favorable al catolicismo en Java, la India inglesa, y en Australia. El protectorado portugués y francés en el extremo Oriente. El clero protestante y el catolicismo en las islas situadas en el mar de las Antillas. Resultado obtenido por el clero católico de España en la regeneración moral é intelectual de los habitantes de las Indias Orientales y Occidentales.

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Estos acontecimientos y otros á ellos semejantes, que habían venido teniendo lugar durante la primera mitad del presente siglo, convencieron á los gobiernos y á los países protestantes que mayor enemistad habían demostrado al Papado y con mayor encono habían perseguido á los católicos, de la necesidad de sus sacerdotes y misioneros para atraer á la civilización las razas que pueblan los territorios donde tienen establecida su dominación ó sus colonias. El gobierno holandés autorizó en 1329 la creación de una iglesia católica en Batavia y en 1840 todas las colonias neerlandesas fueron erigidas en una prefectura apostólica. Es verdad que en 1846 el gobernador Rochussen suspendió en el ejercicio de sus funciones al Vicario apostólico Mr. Groof, desterrándale violentamente de Java; pero también lo es que el gobierno de Holanda, no sólo desaprobó su conducta, sino que aumentó las concesiones hechas á los católicos, entre ellas declarando ilimitado el número de sacerdotes y misioneros que podían residir en aquella isla, que hasta entonces no había sido más de seis. El Gobierno tomó a su cargo el sostenimiento de ocho de estos sacerdotes, así como los gastos de visita del Obispo, revo

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