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de oro e plata que por los conquistadores se le dio en esta ciudad que quesieron que fuese para V. M. sobre quel marques escriuio a V. M. vna carta en que dezia que el lo pagaria. Yo he hecho en ello todas las diligencias que a sido posible para aberiguallo y lo ques y allo ques en mucha cantidad de mas de cien mill pesos y como yo alle muerto al marques solamente se a podido prober sobresto dar probisión a los oficiales de V. M. que embarguen todos los bienes que pudiesen aver del marques y ansi lo an hecho....

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Entre los bienes embargados figuraban las "casas del Gobernador", que desde entonces pasaron a ser propiedad de la Corona y recibieron el nombre de "casas reales", hasta findel Virreynato, y durante la República, han merecido el pomposo título de Palacio de Gobierno. Aquello de que el vetusto caserón perteneciera en alguna época a una linajuda familia limeña, es únicamente una invención del tradicionista D. Ricardo Palma. Los pocos o muchos millares de pesos que en la pasada centuria recibiera del Tesoro Público D. Juan de Aliaga y Puente, lo fué no por el área de palacio, sino por concepto de indemnización por el juro de heredad de la dirección de la Casa de Moneda de Lima, propiedad de los Aliaga por más de siglo y medio.

Bien venido sea el millón, si algún día se descubre, del cual, seguramente, no ha de tocarme parte alguna.

Lima, 1937.

Carlos A. Romero.

Los virreyes del Perú. Dónde murieron y
dónde yacen enterrados

FRAGMENTOS

El incendio que destruyó la Biblioteca de Lima el 10 de Mayo de este año, convirtiendo en cenizas una de las más ricas de la América latina, no por el número de volúmenes que almacenara en sus estantes, sino por su incomparable caudal bibliográfico, y que jamás, entiéndase bien, jamás debió ocurrir si las autoridades del Ramo hubiesen atendido mis frecuentes clamorosos oficios que, como Director del establecimiento, les dirigía pidiendo que efectuasen urgentes reparaciones en la instalación del alumbrado eléctrico, se llevó, tam bién, convirtiéndolos en lodo, gran parte de mis trabajos sobre investigaciones históricas, a las que había dedicado más de medio siglo, de los 59 años de mi vida que pasé en la Biblioteca, y que tenía yo en los muebles de la sala de la Dirección para poder completarlos hasta donde me fuera posible, a fin de que se imprimiesen lo más completo que se pudiese. De esos trabajos, los originales de la Imprenta en Lima 15831824, hasta ahora inédita a pesar de su gran importancia, se salvaron íntegros por tenerlos en mi casa; pero con la destrucción de los libros de la Biblioteca, no podré ya tomar las fotografías que debían ilustrar la obra; igualmente algo he salvado de la Arqueología del Valle de Lima, pero que no po

dré completar ya nunca debido a la desaparición de los libros y documentos de los que debía tomar extractos o copias. De la Historia del Perú Primitivo, en que había colaborado conmigo mi sabio amigo y compañero de labores el Dr. Pablo Patrón, y cuyo plan únicamente nos demandó más de dos años de asiduo trabajo, no queda nada; ni tampoco del Hombre blanco en América precolombina. Finalmente, quedan trozos de Los Virreyes del Perú, dónde fallecieron y dónde fueron sepultados. Al igual que en la Arqueología del valle de Lima, gran número de libros y documentos de los que debía copiar testamentos, fe de muerte, &, de los virreyes, ya no existen. El plan que yo había preparado para esta obra, era como sigue: Se dividía en cuatro partes, a saber: Virreyes que murieron en Lima y sus restos quedaron en esta ciudad; murieron en Lima y sus restos fueron enviados a España; murieron fuera de Lima; y murieron en España. El artículo correspondiente a cada uno de los gobernadores y virreyes comprendía la Real cédula de nombramiento; las instrucciones que recibía del gobierno de la Metrópoli para el ejercicio de su cargo; el itinerario del viaje desde el puerto de embarque en la Península al Perú, hasta su entrada en Lima. Luego, cesasión en el cargo por fallecimiento o sustitución; testamento, honras fúnebres, etc. en el primer caso; pero sin tocar para nada lo relativo a su gestión administrativa, muy bien trazada, por lo demás, por Mendiburu.

Esta obra habría muy bien alcanzado a 650 páginas, y para que se juzgue hasta dónde llegó mi labor de investigación (tan mal apreciada en mi país) y lo lamentable de su pérdida, inserto en las páginas de esta Revista, aunque incompletos, algunos de los capítulos, doliéndome, naturalmente, de que no aparezcan como yo quería que se publicasen cuando emprendí esta labor de investigación.

EL VIRREY D. ANTONIO DE MENDOZA MURIO
EN LIMA Y SUS RESTOS FUERON
LLEVADOS A ESPAÑA.

Sofocada la rebelión de Gonzalo Pizarro, el Perú estaba bien lejos de poderse decir que quedaba pacificado como lo demuestra el no haber tardado mucho para producirse una nueva rebelión, que le tocó a la Audiencia gobernador debelar-y dándose cuenta del descontento dominante en la colonia, el astuto, socarrón y diligente licenciado Gasca, huyó casi sobrepticiamente el bulto y se embarcó, entre gallos y media noche, para España, el 27 de Enero de 1550.

El Licenciado se dió cuenta de la necesidad de proveer el cargo de Virrey, vacante por muerte de Núñez Vela y desde Tumbes escribía al Emperador haciéndole ver la urgencia y conveniencia de dicho nombramiento y recomendándole para la provisión de dicho cargo a D. Antonio de Mendoza, que ejercía el de Virrey de la Nueva España.

"La persona que más conviene decía la carta de Gasca-para estos oficios creo yo sería don Antonio de Mendoza, visorey de la Nueva España, porque según lo que dél se dice, es bueno y religioso cristiano, que para la buena y recta administración dellos y fundación de nuestra sancta fée, es tan necesario en el que por V. M. esta nueva tierra mandáre y tiene fama de hombre pío para los naturales, que para su defensa y conservación tanto es menester, y de hombre sufrido y cuerdo, y fuera de los súbditos, que en parte tan apartada del calor de V. M. podrían causar desacatos y resistencias, ansí en lo espiritual como temporal de la Nueva España que es la parte mejor en entrambas cosas ordenada de todas las Indias, y a ejemplo della sabrá atinar a asentar la cosa desta; y esto tengo en tanto que me parece que ninguno que no tenga noticia de la órden que en aque

llos reinos hay, no acertará a dar la que conviene a éstos, y ansí yo no sabría darla." (Salvá, t. 49). El Emperador coutestó a Gasca que se ocupaba del nombramiento de Mendoza como Virrey del Perú, conforme a la recomendación que le había hecho (Huntingdon, p. 346).

Mendoza gobernaba en México desde el año 1535 en forma que los historiadores mexicanos califican de "brillantísima". "Era tan notable-dice Rivera, Gobernantes de México, t. I.-la diferencia entre el desgraciado estado del Perú y la prosperidad de Nueva España, que el Emperador pensó en el Virrey Mendoza para encargarlo del virreinato peruano, y con tal motivo le escribió invitándolo a prestar ese servicio, y le previno entregase el gobierno a D. Luis de Ve lasco, quien debía ir al Perú en caso de que Mendoza no se resolviese al cambio; pero éste no quiso negarse a la voluntad de su soberano y aceptó el nuevo cargo, no obstante sus achaques y avanzada edad".

Noticiado del arribo de Velasco a Nueva España, y deseoso de cumplir cuanto antes con los deseos del soberano. Mendoza salió a dar alcance a su sucesor hasta Cholula y allí le hizo entrega del mando y lo informó largamente sobre el estado de la colonia, poniéndose en seguida en camino, por tierra, hasta Panamá, a pesar de sus sufrimientos físicos.

En Panamá se embarcó Mendoza y llegó a Tumbes el 15 de Mayo de 1551, y de allí continuó el viaje por tierra, llegando a las cercanías de Piura el 20 del propio mes.

Este exceso de actividades agravaron los males de Men doza y su viaje hasta Lima fué largo y penoso, pues la carta de la Audiencia de Lima al Consejo de Indias, trascrita más abajo dice que "había sufrido algunas yndispusiciones' y que venía "algo despacio por convalecer".

Aunque por el correo de las brujas se tenía ya noticia en Lima de la venida al Perú de un nuevo representante de la Corona, y nada menos que con la jerarquía de virrey, de que únicamente había gozado Núñez de Vela entre los cua

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