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ción científica, para el trabajo de laboratorio en el Museo y para la tarea de exploración y excavación en el campo científico de la verdadera Escuela arqueológica que está preparada para continuar su obra, para no truncarla, y para mantener a cualquier precio el magno monumento que deja a los peruanos para fortalecer la conciencia nacional.

Nuestro Museo está de duelo; todo cuanto encierra llora su partida, al mismo tiempo está aureolado de un efluvio de tibio misterio, que eternamente nos guiará por la ruta que debemos seguir.

En nombre de mis compañeros de la Escuela arqueológica Tello, y en mi condición de Subdirector del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, renuevo en este doloroso momento ante la tumba del maestro fallecido al servicio de la Patria,-nuestra promesa de continuar su Obra.

DON JOSE PARDO Y BARREDA, fundador del "Instituto Histórico del Perú".

† el 3 de agosto de 1947, en Lima.

Con absoluta uniformidad en los más diversos sectores de la nacionalidad y desde los ángulos más antagónicos en ideologías e intereses, el país ha rendido homenaje, tardío pero sincero, a las claras virtudes cívicas del ex-presidente don José Pardo, quien gobernó al Perú durante dos períodos de 1904 a 1908 y de 1915 a 1919 y falleció en Miraflores a los 83 años de edad, en el mes de agosto último.

El nombre de los Pardo estuvo unido a valores significativos en la política y en las letras republicanas. Don Felipe Pardo y Aliaga, abuelo del ex-presidente, descendiente de antiguas familias coloniales entroncadas con los primeros conquistadores, fué un sostenedor de las tendencias conservadoras y de los principios de autoridad y de orden, en contra del caudillaje militar, en las primeras décadas convulsas de nuestra vida independiente, y enseñó clásica pulcritud versos, editoriales y letrillas. Don Manuel Pardo, padre de don José, Presidente del Perú de 1872 a 1876, fué el primer mandatario civil que alcanzó el poder con el voto popular y representó el auge de la inteligencia y de la ecuanimidad política favoreciendo, con sentido liberal, la ilustración y echan

en

do las bases de la educación popular. El trágico fin de Manuel Pardo, asesinado por un sargento cuando era Presidente del Senado en 1878, canceló aquella etapa política esperanzada.

Don José Pardo, nacido en Lima el 24 de febrero de 1864 siguió los estudios de letras, derecho y ciencias políticas en San Marcos, institución en la que más tarde fué profesor de Derecho Diplomático y de Historia de los Tratados y en la que ejerció el Rectorado en 1915, después de su primer período presidencial.

La primera actuación pública de Pardo fué en 1889 en que, como Encargado de Negocios en Madrid, le tocó presentar el Alegato del Perú ante el Rey de España, nombrado Arbitro en la cuestión de límites pendiente con el Ecuador. El Alegato Pardo es una exposición clara y nítida de los derechos del Perú a la región de Maynas, basada principalmente en los títulos coloniales y en los actos jurisdiccionales derivados de las cédulas demarcatorias expedidas por el Rey de España en la época virreynal. Pardo completó su obra, al regresar en 1891 al Perú y convertirse, en el seno de la Comisión Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores, en el más tenaz opositor del Tratado García Herrera, que cedía al Ecuador varios afluentes septentrionales del Amazonas, hoy día definitivamente reconocidos al Perú por el Tratado de Río de Janeiro de 1942.

En 1903, Pardo fué llamado, en el gobierno de don Manuel Candamo, a ocupar la cartera de Relaciones Exteriores y en 1904 a la muerte del Presidente Candamo un movimiento de la juventud civilista le llevó a la Presidencia de la República. El primer período de Pardo representó una etapa de renovación y de progreso democrático. Pardo prestó especial atención, como su padre, al desarrollo de la instrucción pública. Su gobierno representó un verdadero esfuerzo en la lucha contra el analfabetismo. Se difundieron las escuelas fiscales gratuitas para el pueblo y muchas familias humildes pudieron enviar a sus hijos a las escuelas y enseñarles a leer, con lo que se produjo sin declamaciones demagógicas un efeetivo programa de nivelación social. Creó además la Escuela Normal de Varones, y la Escuela de Artes y Oficios. Fué también el creador de la Academia Nacional de Música, del Instituto Histórico del Perú y del Museo Nacional. El impulso educativo se llevó a los institutos armados, reorgani

zándose la Escuela Naval y la Escuela Superior de Guerra y estableciéndose los pensionados militares en Europa. En el orden social, el gobierno de Pardo auspició las leyes más avanzadas de su época sobre los accidentes de trabajo, el riesgo profesional, el trabajo de las mujeres y de los niños y posteriormente la jornada de ocho horas. Fué un período de prosperidad material, de reorganización económica y política, de respeto cívico de la personalidad humana y de armoniosa convivencia nacional.

Después de su primera Presidencia Pardo viajó por Europa. Al regresar en 1914 se le eligió Rector de la Universidad y en 1915 una Convención de partidos le ofreció nuevamente la Presidencia de la República después de un breve período de intranquilidad política. Pardo gobernó nuevamente el país de 1915 a 1919, en las difíciles circunstancias creadas por la primera guerra mundial. El Perú se puso de parte de las naciones aliadas y declaró la guerra a Alemania. Después de un breve período de moratoria y de estrechez fiscal, la acertada y proba labor hacendaria del Gobierno logró producir un ambiente de bonanza en los negocios y restaurar la hacienda pública hasta conseguir que el Presupuesto dejara superavit. Pardo, representante de una tendencia conservadora, dictó por primera vez medidas haciendo al Estado partícipe en las utilidades de las industrias agrícolas y mineras que rendían gruesos dividendos y. con el producto de los gravámenes a la exportación, equilibró las finanzas públicas y amortizó la deuda nacional. La falta de un derrotero político para la sucesión presidencial y el respeto de Pardo a las formas democráticas, impidieron que se formase una corriente orientadora de la opinión pública para continuar la trayectoria seguida por los gobiernos civiles de 1904 a 1915. Acaso si el más grave error político de don José Pardo fué el de no haber auspiciado al nuevo grupo civil, representativo de la inteligencia y de la conciencia democrática que presidía José de la Riva Agüero, y cuyo acceso al poder hubiera mantenido al país por la misma senda de respeto a las instituciones y de equilibrio político y moral que señalaron los dos gobiernos eivilistas del Novecientos. Una revolución de tipo popular y demagógico que prosperó en esta desorientación, derribó a Pardo en julio de 1919.

Después de su caída, el ilustre mandatario vivió largos años en Europa, siguiendo con intenso interés la evolución

del Perú, pero alejado definitivamente de toda intervención partidista. Al regresar a la patria, pocos años antes de su muerte, la ciudadanía le rindió unánimemente el homenaje de su admiración, y este se ha renovado con la misma sinceridad y justiciero reconocimiento en el duelo nacional decretado con motivo de su muerte.

A nombre del Instituto Histórico del Perú, el doctor Luis Alayza y Paz Soldán hizo el elogio fúnebre del ex-presidente, que se reproduce en seguida.

DISCURSO DEL DOCTOR LUIS ALAYZA PAZ SOLDAN, Presidente del Instituto Histórico del Perú

Cada vez que, como hoy, la muerte nos congrega en torno de las cenizas de un varón ilustre, surge en nuestra mente un mundo de reflexiones trascendentales y fecundas. Hoy, como Presidente del Instituto Histórico del Perú, fundado por José Pardo, tócame enunciar algu nas, inspiradas por la vida y obra del insigne estadista a quien tributamos el postrer homenaje.

Fué José Pardo, Presidente del Perú en dos períodos, y no por reelección o imposición, sino, la primera vez, por el sufragio de los pueblos, en medio de la lucha más ardiente y apasionada, pues se liquidaba entonces la enemistad de los partidos personalistas del siglo XIX; y, la segunda, por una especie de sufragio de altura, en el concurso político más elevado y noble que ha contemplado el Perú, en 1915, con la colaboración de tres grandes figuras en el país: el entonces General Benavides, que convocó a elecciones al final de su gobierno provisorio, el General Muñiz, varón virtuoso, conspicuo representante del ejército, y José Pardo, jefe de un partido político vinculado a la evolución y modernización del Perú en la anterior centuria. Fué entonces cuando, para librar a los pueblos de una contienda que amenazaba ser sangrienta y productora de malsanas emulaciones entre el ejército y la civilidad, decidióse pactar el apartamiento de uno de los candidatos, mediante el voto de las personalidades más esclarecidas, de aquéllas que habían actuado en los últimos años en el gobierno de la nación, en la docencia y en la cultura. Este sufragio de alta calidad, pronuncióse por Pardo, y el General Muñiz, con el patriotismo y ele vación moral que le caracterizaban, no se limitó a respetar su decisión, sino que recomendó a sus partidarios la candidatura de su émulo de la víspera

En 1904 revelóse Pardo como el mandatario de la serenidad, de la tolerancia y del respeto a la ley. Afrontó con dignidad el embate

de las pasiones envenenadas a través de la lucha tradicional del siglo anterior; respetó la libertad de imprenta, porque sabía que era el ambiente indispensable de todas las libertades, y que encadenarla es encadenar a la ciudadanía. Justicia y legalidad, austeridad y señorío fueron las calidades distintivas de su Gobierno.

Con espíritu democrático y al mismo tiempo altivo y generoso, no lisonjeó a las masas para impetrar el voto; pero en su primer go̟bierno las favoreció, antes que país alguno de las repúblicas latinoamericanas, con leyes protectoras del trabajo, inspiradas en la entonces modernísima doctrina del riesgo profesional; y estas innovaciones no fueron fruto de huelgas o demandas del proletariado, sino de la iniciativa presidencial, de las cámaras legislativas y de la Universidad Mayor de San Marcos, y de cuyos ilustres catedráticos de entonces es imposible no acordarse con veneración y nostalgia.

Su programa de gobierno puede sintetizarse en dos palabras: "Es. cuelas y Caminos', esto es, actuar en el terreno físico y en el espiri tual al mismo tiempo.

Inició la política de escuelas, sostenidas por el Estado, en todos los ámbitos del territorio nacional, para redimir a los esclavos del espíritu, que permanecían hasta entonces en las tinieblas coloniales, y para elevarlos a la dignidad de entes racionales.

Fundó el Instituto Histórico del Perú, por decreto de 8 de Febrero de 1905. Sabía Pardo que, como dice Cicerón, "La Historia es el testigo de los tiempos, la luz de la verdad, la escuela de la vida, que la razón del hombre, muy lenta en sus progresos, necesita de un guía, seguro y claro, que active su tardía marcha"; por eso dijo en el discurso inaugural del Instituto:

"En la labor de estímulo de parte del Estado a la cultura nacional, el estudio de la historia patria es el que debe tener lugar preferente, porque de las ramas del saber, es la que tiene mayores vínculos, la que concurre con mayor influencia a formar el carácter nacional. Su origen y sus tradiciones, las hazañas de sus héroes, sus glorias y sus desastres, sus experiencias, que le presentan valiosas enseñanzas, todo lo que forma los recuerdos y los ideales de un pueblo, su presente y su pasado, el secreto de su porvenir, es el vasto campo donde se desarrolla al estudio de la Historia nacional". Y concluyó con estas palabras: "Estos son los pensamientos que explican la iniciativa de mi gobierno para crear el Instituto Histórico del Perú".

Tres meses más tarde, el 6 de Mayo de 1905, fundó el Museo Histórico Nacional, bajo la dependencia del Instituto Histórico, para objetivar la Historia patria y para conservar las reliquias de nuestros grandes hombres.

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