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pítulo referente a esta Traducción está llevado en la obra de Miró Quesada con particular certeza, pues, además de ofrecer información sobre León Hebrero ensaya una interpretación de su actitud intelec tual.

Continuando con el desarrollo del estudio encontramos a Garcilaso pasando penurias económicas y haciendo acopio de datos para la redacción de "La Florida". En dichas andanzas y sinsabores surge una curiosa relación con el poeta don Luis de Góngora. Una vinculación económica, la venta de unos censos. Paradójica concurrencia de voluntades en tan menguado asunto de quienes mayor habrían tenido para cambiar opiniones sobre las cosas del espíritu.

Con "La Florida', se aúnan en Garcilaso una decidida vocación por los temas de historia y un elegante enseñoreamiento de la forma literaria. Ambas virtudes, perfectamente definidas en "La Florida del Inca', se presentan en toda su sazón en los "Comentarios Reales".

Al estudio de estas obras, así como también a la segunda parte dedide los Comentarios, es decir, "La Historia General del Perú", ca Aurelio Miró Quesada jugosas páginas de su estudio. Marginando impresiones, relacionando autores e interpretando pasajes nos ofrece Miró Quesada un atrayente panorama de las creaciones cardinales del Inca Garcilaso.

Con una exaltación postrera de la personalidad del Inca, tanto en su vertiente intelectual, como en su afirmativa actitud de mestizo de sangre y magin, concluye el doctor Miró Quesada su valioso trabajo, nueva y obligada posada de todo aquel que ansie recorrer la bibliografía relativa a Garcilaso.

Dos importantes apéndices referentes al Testamento de la madre del cronista, a los familiares y a su posible descendencia, aparte de otras interesantes notas completan este libro sobre Garcilaso. Garcilaso, dulce y sereno, cuyas obras tienen -como anota Raúl Porras-suprema jerarquía "por la sugestión de patria y libertad" y "valen sobre todo porque son el anuncio y la promesa de una nacionalidad". Carlos García Bedoya Z.

INTERPRETACION DE GARCILASO

EL INCA GARCILASO DE LA VEGA (1539-1616). Lima, 1946. Por Raúl Porras Barrenechea.

El A. viene preparando una obra importante sobre Los Cronistas de la Conquista del Perú. Ya ha dado a conocer algunos capítulos, al

que se agrega ahora éste que, sin duda, vendrá a ser uno de los más importantes.

La interpretación del personaje descansa sobre un reconocimiento franco de su condición mestiza: "Español en Indias, indio en España, he ahí el dilema de Garcilaso y el dilema mismo del alma peruana atraída por los divergentes reclamos de ambas estirpes y culturas”. (p. 11-12).

Porras conoce íntimamente el tema y lo trata con gran finura. Por ejemplo, Garcilaso recoge una opinión atribuída a Huayna Capac sobre ciertos indios, en el sentido de que "sería perdido el trabaja que en ellos se emplease". Y Porras comenta: "En Huayna Capac, no obstante la afinidad racial, no apuntaba la caridad cristiana de un Las Casas" (p. 13).

Más adelante, para mostrar que en el espíritu de Garcilaso convivía la sensibilidad india con el aprecio de la estirpe española, recoge una bella frase del cronista acerca de que los nombres de los conquis tadores del Perú son "dignos de cedro, viven en el libro de la vida y vivirán inmortales en la memoria de los mortales" (p. 16).

Pero Porras encuentra "una contradicción evidente con el amor demostrado hacia los indios" en las opiniones de Garcilaso en favor de la subsistencia de las encomiendas y hasta de su perpetuidad. Nota así mismo que disiente de Las Casas (p. 28). Permítasenos un intento de aclaración: tal vez el juicio de Garcilaso tienda un puente entre la nobleza india y la hispánica. La suerte de los indios comunes, en uno y otro régimen, no le causaría mayor inquietud. Entonces no habría propiamente una contradicción.

Las líneas que Porras dedica al estilo del Inca en La Florida son de gran belleza.

Y su juicio acerca del valor historiográfico de Los Comentarios Reales merece ser destacado. No desconoce que ellos se basen en las tradiciones de la nobleza cuzqueña, a la que Garcilaso pertenecía por la línea materna. Y que no son la mejor fuente en cuanto a las tradicoines provinciales y la historia anterior a los Incas. Pero Porras se enfrenta a la dificultad mayor que en esa obra se encierra cuando escribe con penetración y elegancia: "Garcilaso distinguió bien en su condición de historiador documentado y sagaz, entre la verdad y la fábula, pero su intuición del pasado le enseñaba que ambas eran necesarias para la reconstrucción del espíritu de un pueblo y de una época. Recoge las leyendas o fábulas, como él las llama, con calor y simpatía filiales, a sabiendas de que son invención popular y por lo tanto historia anímica de su raza y observa a los historiadores españoles por no "haber mamado en la leche aquestas fábulas y verdades como yo las mamê". He ahí la fórmula

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histórica de Garcileso, hecha de intuición y de dato, en que la fábula tiene su sitio al lado de la verdad y con el mismo título que ésta, como dos hermanas legítimas. El Inca nos dá un ejemplo feliz de esta con. vivencia de ambas formas al hablarnos de la piedra cansada, que según los indios se detuvo a la mitad de la cuesta de Sacsayhuamán y abrumada de fatiga, lloró sangre y no quiso seguir hasta la cumbre. "Afirmaban esta fábula y yo se las oí muchas veces" dice y agrega luego "la verdad historial tal como la contaban los indios Amautas", según la que la enorme piedra arrastrada por veinte mil indios venció la fuerza de éstos y se soltó matando a tres o cuatro mil hombres. Y hay que reconocer que ambas versiones son tan necesarias para la captación del espíritu incaico como para el hallazgo de la verdad y que de ambas se teje la trama de la historia". (p. 20-21).

Porras se sitúa con este breve ensayo dentro de la escuela que concilia felizmente los aciertos históricos con los literarios.

Silvio Zavala

LA CONQUISTA

PEDRARIAS DAVILA

ALVAREZ RUBIANO, PABLO: "Pedrarias Dávila, contribución al estudio de la figura del "Gran Justador" Gobernador de Castilla del Oro y Nicaragua".-Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, Madrid, MCMXLIV.

La figura de Pedrarias Dávila, tan vinculada al descubrimiento del Perú, ha sido quizá una de las menos estudiadas, a la vez que ha servido de blanco a los historiadores románticos del siglo XIX, para atribuirle toda clase de iniquidades, perfidias y despotismos. Aún en nuestro siglo, americanistas de la talla de Don Angel Altolaguirre y Duvale y José Toribio Medina, cuyas biografías de Vasco Núñez de Balboa han pasado a ser clásicas en la historiografía americana; probablemente demasiado atraídos por la esplendorosa vida del descubridor de la Mar del Sur, no se han detenido a analizar críticamente la figura de su rival en vida, repitiendo, por este motivo, ese cúmulo de atrocidades atribuídas no siempre con razón, al primer Gobernador de Castilla del Oro.

Pablo Alvarez Rubiano se inicia en el fascinante campo de la investigación histórica, con su tesis para optar el grado de Doctor en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid; su fruto constituye el presente libro, que tiene por fin, presentarnos

a Pedrarias Dávila en el campo humano, tal como él fué, con las vir tudes y defectos que acompañaban a los gloriosos conquistadores de su siglo, contribuyendo así "al esclarecimiento de una de las páginas más oscuras y olvidadas de la historia de la conquista de las Indias”. Con verdadero acierto, empieza Alvarez Rubiano estudiando el linaje del "Gran Justador", como se complace en llamarlo, para diferenciarlo de aquél otro Pedrarias Dávila "El Valiente", su padre, califi cativo dado por el heroísmo de su vida al lado del rey Enrique IV, del que fué leal servidor, hasta que éste lo encarceló por falsas intrigas, y luego lo desterró de Segovia, su cuna natal. Volvió a servir a la corona española con el asenso de los Reyes Católicos.

Reacciona Alvarez Rubiano, contra la común creencia del origen semítico de Pedrarias Dávila. El primer individuo de la familia: Don Diego Arias de Argüello, emigrado a Castilla, sirvió fielmente al lado del rey Juan I, "muriendo heróicamente en la batalla de Aljubarrota". Nieto suyo fué Don Diego de Arias, hijo de Gonzalo Arias, que supɔ elevar aún más su linaje, y construyó esa magnífica y señorial torre, en estilo mudéjar, de los Arias Dávila, donde, quizá pasara sus años mozos Pedrarias "El Galán", como también se le apellidó en su juventud al futuro gobernador de Castilla del Oro.

En capítulos posteriores, se analiza, con abundancia de datos, la primera expedición con propósitos serios y colonizadores, organizada desde España por el rey Don Fernando, para la colonización de la tierra firme. Con sólida documentación son narrados los preparativos de la majestuosa armada. Junto con Pedrarias Dávila se embarcan para Castilla del Oro, mucho de los personajes que después tendrán gran resonancia en el descubrimiento y conquista del Perú, tales como Pascual de Andagoya, el licenciado Gaspar de Espinosa, Diego de Almagro, Sebastián Benalcazar; no faltando tampoco, en la cortesana expedición, cronistas como Francisco de Jerez, Gonzalo Fernández de Oviedo y quizá hasta el mismo Bernal Díaz del Castillo. Junto con el gran contingente de hombres, vienen gran cantidad de Instituciones, impregnadas de hondo sentido social y cristiano para la protección del indígena Americano.

Pasando a analizar la situación de Pedrarias Dávila y Balboa en el Darién, no sin justa razón afirma el autor, que una de las principales causas por las que se ha formado ese "cliché adverso a Pedrarias" es el haberle tocado ser el verdugo del descubridor de la Mar del Sur. Hace notar Alvarez Rubiano, que a Vasco Núñez de Balboa, además de no ser el dechado de virtudes descritas por sus biografos, se le acusaba de la muerte de Nicuesa, primer gobernador de Veraguas; el rey Fernando V. había dictado severas instrucciones contra él. Perjudicial, dice el autor del presente libro, fué la no poca intervención que tuvo el Adelantado de la Mar del Sur en las contínuas discordias que se suscitaron entre Pedrarias y el Obispo Fray Juan de

Quevedo, en la primitiva colonia. El defecto capital de Pedrarias, hace notar Alvarez Rubiano, "fué no darse cuenta exacta del mérito de Vasco Núñez, cuyas cualidades de héroe invicto, solo ahora podemos debidamente justipreciar y ensalzar".

No solo hay que juzgar a Pedrarias Dávila por este episodio cruel de su vida. Obra suya son todas aquellas expediciones que se hicieron durante su gobernación, y que, si bien no dieron pingües ganancias en oro, sirvieron para afianzar la dominación del país, y, por encima de todo, ser a la vez "viveros espirituales de irradiación cultural, para las poblaciones indígenas". Gracias a esas exploraciones se encuentran las nuevas rutas geográficas para mayores descubrimientos, como lo fueron el de Nicaragua y el Perú, sobre todo. En ambos, Pedrarias prestó su apoyo.

La actividad de Pedrarias también se desplegó en la fundación de ciudades; Obra suya son: Acla, Panamá, Natá, Bruselas, León, Granada, Santa María de Buena Esperanza, y Villahermosa. Con tenaz energía luchó durante su gobernación por la apertura del camino entre Nombre de Dios y Panamá, uniendo por este medio el comercio entre las ciudades del Atlántico y el Pacífico. También merece destacarse en su gobierno, como lo hace notar Alvarez Rubiano, "la creación de la primera silla episcopal en tierra firme americana".

Los últimos capítulos de la obra están dedicados a los postreros años de Pedrarias Dávila y su gobernación en Nicaragua, donde a pesar de su vejez y de las enfermedades que lo acosaban, siguió siempre con tenacidad su obra colonizadora, no dejando por esto de preocuparse e intervenir en la conquista de los reinos del Perú. El mismo tuvo intención de formar una compañía con los tres más ricos vecinos de León: Hernán Ponce, Hernando de Soto y Francisco de Campañón, para adelantarse a los planes conquistadores, que desde Panamá, formulaban Pizarro, Almagro y Luque.

La Obra de Pablo Alvarez Rubiano cumple su propósito al examinar críticamente la vida y la obra del “Gran justador". un profundo conocimiento del uso de las fuentes históricas nos muestran al autor del presente libro como verdadero erudito, probablemente por esta razón, se aprisiona el vuelo de imaginación de Alvarez Rubiano y lo imposibilita para pintarnos un ambiente o evocar cualquier momento glorioso, de esos que tanto abundan en la conquista de América, en sus primeros años. También hacen falta en el libro las tesis audaces y nuevas que necesita un personaje como Pedrarias Dávila, al cual no se le ha hecho justicia durante tantos años.

Los apéndices del libro son numerosos documentos, muchos de ellos publicados anteriormente por Medina, Altolaguirre o se encuentran en la colección comunmente llamada "Torres de Mendoza'.

Carlos Manuel Gasteazoro.

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