Imágenes de páginas
PDF
EPUB

co, con su influencia cerca de los Gobiernos, haciéndoles ver que la causa del Pontificado está ligada con la causa del orden y bienestar de los pueblos. El catedrático, ilustrando la inteligencia de sus discípulos sobre asunto tan importante. Los Reyes desde sus tronos; los jefes de los Estados, desde sus elevados sitiales, con su influencia, por medio de su política y hasta con sus ejércitos, como lo han hecho en época reciente, con honra propia y provecho de la sociedad.

>Y además de trabajar constantemente todos para alcanzar un bien tan suspirado, debemos pedir á Dios que abrevie estos días de tribulación, poniendo por intercesores á la Inmaculada Virgen María y su santísimo esposo San José, pátrón de la Iglesia universal, así como á los bienaventurados apóstoles San Pedro y San Pablo, protectores de Roma. Oremus pro Pontifice nostro Leone. Oremos por nuestro amado Pontífice León XIII.>

El Ministro de Italia, Conde de Greppi, no bien tuvo conocimiento de la Pastoral, se apresuró á pedir que se prohibiese su lectura en las iglesias; pero el Gobierno, aun deplorando la forma de ese decumento, no se decidió á adoptar semejante resolución. Por fortuna el Gabinete de Roma se colocó desde luego en una actitud muy conciliadora, si bien expresando su esperanza de que el Gobierno español no dejaría sin correctivo un acto de tanta gravedad para las buenas relaciones de los dos países, y el mismo partido que acaudillaba el Sr. Cánovas no ocultó sú desaprobación de la conducta del Cardenal, pues su órgano en la prensa, La Época, no vaciló en afirmar que el Prelado no había estado oportuno y que no aprobaba las indicaciones y consideraciones meramente políticas que contenía la circular.

<En resumen dijo,-nuestra opinión ingenua y res

petuosa sobre la cuestión de la Pastoral es que, si bien el digno Sr. Cardenal Moreno tenía un derecho perfecto para hacer lo que ha hecho, no ha debido, sin embargo, hacerlo como lo ha hecho. Las conveniencias de Estado, los deberes de la prudencia, de la posición, del comedimiento oficial, tienen también su inflexibilidad. Así lo reconocerá á estas horas, de seguro, el respetable Arzobispo, lamentando que sus palabras hayan servido de pretexto á ciertas hostilidades sistemáticas para producir lo más antievangélico que en el orden humano puede producirse: el escándalo. Jesucristo lo dijo: ¡ Væ mundo a scandalis!» (1).

Decidióse el Gobierno á dar una satisfacción á Italia, pero como aún no había contestado á la circular del Cardenal Jacobini protestando de los sucesos de Roma y habría sido muy significativo su silencio después de dar al Gabinete del Rey Humberto una nueva prueba de amistad, resolvió llevar á cabo al propio tiempo ambos actos; y en efecto, así lo hizo el 3 de Agosto, dirigiendo una Nota al Nuncio de Su Santidad y envianly do un telegrama al Ministro de España en Italia y al de Italia en Madrid.

En la Nota á Monseñor Bianchi se decía:

«El Gobierno de S. M. C., que ha hecho saber á Su Santidad, por conducto del Embajador del Rey, el sentimiento que le ocasiona todo aquello que pueda afligir el ánimo del Santo Padre, aprovecha esta ocanión, sin embargo, para reiterar á V. E., con motivo de este triste suceso, el profundo respeto y la alta consideración que tiene por el Padre común de los fieles.

>Pero necesita armonizar su filial adhesión á la Iglesia católica con deberes que las leyes internacionales imponen á los pueblos entre sí, deberes que el Gobier

(1) La Época.-26 de Julio de 1881.

no español respeta y cumple como el que más, sin que por esto deje de profesar la más alta veneración por el Augusto Pontífice que hoy rige los destinos del catolicismo.>

El telegrama de satisfación á Italia decía así:

>El Consejo de Ministros resolvió ayer que V. E. manifieste el disgusto con que ha visto que un Prelado español se mezcle en cuestiones políticas ajenas á su sagrado ministerio.

> Confía en que esta franca manifestación y sinceridad con que se propone sostener sus deberes internacionales con el Rey y el pueblo italiano, con los cuales desea estrechar más cada día, si es posible, sus relaciones amistosas, le hará ver efectivamente en estos actos la prueba más concluyente de sus verdaderos sentimientos.>

Como era natural, el Gobierno italiano se dió por satisfecho, pero sin duda el Nuncio no comunicó por telégrafo la Nota de 3 de Agosto, pues el 8 telegrafió el Embajador, Sr. Groizard, diciendo que el Cardenal Secretario le había llamado para decirle que el Papa se encontraba en la mayor aflicción por no haber contestado el Gabinete de Madrid á la circular pasada por la Nunciatura, <habiendo, en cambio, dirigido un telegrama al Ministro Plénipotenciario de España, sumamente satisfactorio para el Quirinal, que han publicado todos los periódicos ministeriales, interpretándolo en un sentido que lastima á la Santa Sede». «El Papa, añadía el Embajador, se duele del largo silencio de V. E. en momentos en que es objeto de las mayores injurias, agravadas en un meeting celebrado ayer, en que se ha pedido la supresión de la ley de garantías y la ocupación de los Palacios Apostólicos. Se explicó entonces al Sr. Groizard lo ocurrido, encargándole reiterase al Cardenal Secretario el sentimiento del

>

Gobierno, y el Papa, agradeciéndolo, dijo que «esperaba y espera con confianza del Gobierno, más que una manifestación de desagrado y de dolor por aquellos hechos, la expresión y la declaración del interés y de los cuidados que el Gobierno debe tomar en la gravísima situación del Papa en Roma».

Fácilmente se advierte en el fondo de este lenguaje que el Vaticano no quedó satisfecho de la conducta del Gobierno, y no puede sorprender el que así ocurriese, porque en realidad no estuvo justificada la tardanza en contestar á la protesta de la Santa Sede, pues el haberlo hecho con oportunidad, en la forma en que después se llevó á cabo, no podía implicar molestia alguna para Italia ni suscitar dificultades entre los Gabinetes de Madrid y Roma.

Poco después, en el Consistorio celebrado el 25 de Septiembre de 1882, fué elevado Monseñor Bianchi á la dignidad cardenalicia (1), y para reemplazarle se nombró Nuncio en Madrid á Monseñor Mariano Rampolla, Arzobispo de Heráclea.

Monseñor Rampolla, que era muy jóven aún, pues sólo contaba treinta y ocho años de edad, pertenecía á aristocrática familia, la de los Condes de Tindano; tenía fama de gran teólogo y sobre todo de eminente canonista, y desempeñaba, al ser nombrado Nuncio, la Secretaría de Negocios Eclesiásticos extraordinarios -especie de Subsecretaría de Estado-en cuyo puesto había reemplazado á Monseñor Czacki cuando éste fué enviado á París. Por su educación, por su temperamento y por sus condiciones de carácter, era hombre conciliador y se le juzgaba como completamente

(1) La imposición de la birreta á Monseñor Bianchi tuvo lugar en Palacio, con la solemnidad acostumbrada el 15 de Octubre inmediato.

identificado con la política del Pontífice, por lo cual su designación fué bien recibida en España por los elementos dinásticos, que creyeron ver en ella una prueba de que León XIII acentuaba su benevolencia hacia la Monarquía española. Además, Monseñor Rampolla era bien conocido en la sociedad madrileña, por haber ejercido el cargo de Auditor de la Nunciatura en 1876, á las órdenes de Monseñor,Simeoni; así es que al llegar á la Corte, el 20 de Enero de 1883, se le dispensó una acogida muy simpática.

El 8 de Febrero entregó el nuevo Nuncio sus credenciales á D. Alfonso XII, y cuando pocos días después se le devolvió el Breve de sus facultades, despachado en la forma acostumbrada, esto es, con retención de las clásulas que se estimaban contrarias á las regalías de la Corona, acusó recibo resucitando la cuestión del pase regio, pero lo hizo en los términos que era de esperar de su inteligencia y de su carácter. «Al dar á V. E. las debidas gracias-dijo en Nota de 23 de Febrero-por la prontitud con que se ha servido devolverme dicho Breve, no puedo ocultarle el sentimiento que he probado al ver que también en esta ocasión el Gobierno de S. M. C. haya querido practicar la formalidad del pase regio, abolida ya en los demás Estados de Europa, lo cual, mientras por una parte no es de provecho alguno al mismo Gobierno, por otra ofende sumamente la dignidad y la espiritual independencia del Augusto Jefe de la Iglesia.-Conformándome, pues, á la conducta de mis predecesores, me veo en la necesidad de reclamar contra esta práctica, esperando se desista de ella en el porvenir.>

No creyó el Gobierno que debía contestar á esta reclamación, ya que tampoco había contestado á otras protestas formuladas en términos menos amistosos, y Monseñor Rampolla comenzó á ejercer sus funciones,

« AnteriorContinuar »