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tenacidad intempestiva. En este punto será fácil que se hallen bastante de acuerdo los Representantes de las demás Cortes, pues es común el interés, y mucho más en las circunstancias actuales, en que tanto importa alejar todo motivo ó pretexto de suscitar en las naciones desavenencias y disturbios, contrarios á su paz y tranquilidad.-Mas hay otro punto tan esencial como el anterior, y en que habrá gran lucha de intereses encontrados en los Agentes diplomáticos de las varias potencias. Tal es el del influjo á que probablemente aspirará el Austria, para que salga electo un natural de sus Estados ó una persona adicta á su política é intereses. Es tanto mayor este riesgo, cuanto la situación de Italia hace exclusivos en ella el influjo y preponderancia de aquella potencia, y cuanto el estado actual de las Cortes de Nápoles y de Cerdeña dificulta, si no imposibilita, aquella unión de las varias Cortes de la Casa de Borbón, que ha servido de obstáculo y barrera á las pretensiones del Austria, encaminadas á extender á toda Italia su dominación más o menos directa... Es de creer que V. S. se halle ayudado en sus esfuerzos por el Embajador de Francia, cuya Corte no es posible que siga una misma línea con la Corte de Viena, y antes, por el contrario, es de presumir que su política siga la dirección de sus relaciones antiguas y naturales, procediendo en unión con España, y contrarrestando su influjo, considerado siempre como enemi go de la independencia de Italia.-No es tampoco difícil que algún Agente de otra potencia, las personas influyentes y aun los mismos Cardenales que amen la dignidad de su país y miren con aversión el predominio extranjero, prevean las consecuencias de que se haga la elección á voluntad del Austria, y se unan para formar un partido de oposición, transigiendo en sus pretensiones particulares y atendiendo sólo al interés general.>

No respondían estas indicaciones á la realidad de las cosas; así es que la respuesta de nuestro Encargado de Negocios fué poco satisfactoria. «No será fácil-dijoelegir un Papa del grado de ilustración que necesitamos, porque no hay un solo Cardenal en el día que esté bien con el nuevo sistema nuestro, porque les iba mejor con el otro, y porque todos han jurado defender los derechos de la Santa Sede, esto es, los intereses, y ésta es una de las causas, sobre otras, que hace difícil y espinosa esta situación mía, pues se necesita remar continuamente contra la marea y el viento.-El Austria, si no se sirve de manejos muy finos y sutiles, no creo tenga en un Cónclave tanto partido como se cree para la elección de un Papa natural de sus Estados, ó de su devoción, pues como siempre la reacción es igual y contraria á la acción, por lo mismo que influye y pretende influir tanto, tendrá más contrariedad, y éste es un negocio que no se consigue con la fuerza física. Dudo mucho verme ayudado por el Embajador de Francia, que no se cree Embajador, sino Potencia ultra en extremo, y ligado aquí íntimamente con enemigos jurados de nuestro sistema, y que le hacen incesantemente la guerra por todos los medios imaginables, no es probable esta esperanza.» (1).

Pues bien, en esta situación fué cuando á los exaltados se les ocurrió romper las relaciones con Roma. Por fortuna-fortuna en lo que atañe á la política exterior, no hablamos de otra cosa-la reacción de 1823 cambió de nuevo la situación de las cosas. Volvió á Roma D. Antonio Vargas Laguna, y habiendo muerto Pío VII el 20 de Agosto de dicho año, por efecto de la fractura de una pierna, á consecuencia de una caída,

(1) Despacho del Sr. Aparici al Ministro de Estado, señor Martinez de la Rosa; fecha, Roma 1.o de Junio de 1822.

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se reunió el Cónclave el 2 de Septiembre, y pocos días después escribía nuestro Embajador: «Hasta ahora no hay partidos conocidos; pero todo denota que cuando se piense formalmente en la elección, el Sacro Colegio se dividirá en dos, y que de ellos, uno se propone elegir un Papa que sostenga el sistema de Gobierno interno que se ha observado durante el reinado de Pío VII, y el otro un Pontífice que haga en él las refor mas que creen exige el bien del Estado los que el partido contrario titula zelantes. El número de votos que reunirá el primero es posible que sea muy limitado, y, por lo tanto, es regular que prefiera, entre los zelantes, aquel Cardenal que juzgue mirará con menos adversión el sistema interno actual. De aquí nace, en mi sentir, que hayan principiado á reunir votos los Cardenales Torriozzi, Arezzo, Cavalchini y Severoli; los dos primeros reputados por los adictos al Gobierno de Pío VII, como hombres que no harán grandes novedades, y los dos últimos, mirados por los zelantes como sujetos que no permitirán que subsista nada de lo que ellos opinan que es opuesto á la felicidad de los súbditos pontificios. Torriozzi pasa por un hombre sagaz é instruído en derecho; Arezzo, por dulce y flexible; Severoli, por virtuoso, recto, firme, sabio y laborioso, y Cavalchini, por capaz, justiciero, enemigo de toda secta y amigo del orden y de la legitimidad de los Tronos». Analizaba después las probabilidades de éxito con que contaba uno y otro partido, y ocupándose de la actitud de las Potencias, añadía: «Por ahora todos los Soberanos parece que no aspiran sino á que sus Cardenales cooperen á la elección de un Papa que reuna las cualidades apetecidas por S. A. En efecto, el Rey de Nápoles me ha contestado en los términos que manifiesta la copia adjunta; y el Rey de Cerdeña ha mandado á su Ministro que incline el áni.

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mo de los Cardenales piamonteses á que procedan de acuerdo con el Representante de Austria; pero que no entiende por esto ponerles trabas á su conciencia. El Embajador de Francia está íntimamente unido conmigo, y el de Austria parece que no discrepa de nuestro modo de pensar, según se ha explicado en la conferencia que tuvimos, de que ya he hablado á V. E. Sin embargo, valiéndose el Austria del influjo que hoy ejerce en los Gabinetes de Turín y Nápoles, ha pedido á los dos Soberanos que prevengan á sus Ministros que sigan las insinuaciones de su Embajador; insinuaciones que poco efecto producirán si no convienen con las del Duque de Montmorency y las mías, ó si no se uniforman al modo de pensar de los Cardenales piamonteses, habiendo quedado éstos en libertad de obrar según les dicte su conciencia, y hallándose el Ministro de Nápoles en la necesidad de proceder de acuerdo con el Embajador de Francia y conmigo. Así es que creo que el paso dado por el Austria ha sido enteramente inútil...>> Con fecha 4 de Octubre se mandó á Vargas la exclusiva en blanco, ordenándole que encargase al Cardenal De Gregorio la representación de España en el Cónclave, y en caso de que aquél reuniese probabilidades de ser elegido, al Cardenal Bardaxí. Pero cuando se expidieron estas órdenes era ya tarde: el 27 de Septiembre había sido elegido el nuevo Papa, recayendo la elección, una vez que el Cardenal Albani, en nombre del Austria, dió la exclusiva á Severoli, en el Cardenal Aníbal della Genga, hombre, según el Embajador español, de carácter dulce, de talento, conocimientos y buena reputación.

El nuevo Papa, que por cierto no había sido incluído en el número de los elegibles, tomó el nombre de León XII y nombró Secretario de Estado al Cardenal de la Somaglia.

CAPÍTULO V

La reacción de 1823. - Restablecimiento de las relaciones con Roma.-Anulación de la obra de las Cortes. - Elección de Pio VIII.-Muerte del Pontifice.-Elección de Gregorio XVI.-Nombramiento de Monseñor Amat para la Nunciatura en Madrid.

Queda dicho implícitamente que la reacción de 1823 restableció las relaciones con Roma. En efecto, el 23 de Mayo entraron en Madrid las tropas francesas mandadas por el Duque de Angulema, é inmediatamente, previa consulta á los Consejos de Castilla y de Indias, se nombró una Regencia, compuesta del Duque del Infantado, del de Montemar, del Barón de Eroles, del Obispo de Osma y de D. Antonio González Calderón, la cual designó el nuevo Ministerio, que quedó constituído en la siguiente forma: Estado, el Canónigo don Víctor Damián Sáez, por no haber aceptado la cartera Vargas Laguna; Hacienda, D. Juan Bautista Erro; Gracia y Justicia, D. José García de la Torre; Marina, don Luis de Salazar; Guerra, D. José San Juan, é Interior, D. José Aznárez.

El nuevo Secretario de Estado, que debía su puesto á la negativa de Vargas Laguna, no sólo volvió á nombrar á éste para representar á España en Roma (1),

(1) Vargas Laguna habia cesado en Roma á consecuencia de negarse en 1820 á jurar la Constitución de 1812. Más adelante fué agraciado con el titulo de Marqués de la Constancia.

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